Carta de Nikolái Bujarin a Anna Larina (1938) y respuesta de Anna Larina (1992)

Carta de Nikolái Bujarin a Anna Larina (1938)

Querida, dulce Annushka, mi adorada:

Te escribo ya en la víspera del juicio y te escribo con un fin determinado, que subrayo tres veces: a pesar del0 que puedas leer o escuchar, no importa lo terribles que sean las circunstancias, a pesar de todo lo que me dirán y de lo que yo podré decir, sobrelleva todo con valor y tranquilidad.
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Autobiografía de Nikolái Ivanovich Bujarin

Notas de Bujarin para la Enciclopedia  Granat, edición de Georges Haupt y Jean-Jacques Marie, que con el título de Los bolcheviques apareció en ediciones ERA, México, 1972.

Nací en Moscú el 27 de septiembre de 1888. Mis padres eran ambos maestros. Mi padre, matemático, se graduó en la facultad de ciencias fisicoquímicas de la Universidad de Moscú. Fui educado en un ambiente intelectual; a los cuatro años y medio ya sabía leer y escribir e influido por mi padre, me apasioné por los libros de historia natural, sobre todo por los de Kogoródov, Timiriázev V Brehm. Coleccionaba con entusiasmo mariposas y escarabajos y la casa estaba siempre llena de pájaros. Tenía también una gran afición por el dibujo. En cuanto a la religión, poco a poco fui adoptando respecto a ella una actitud escéptica.
Poco antes de mi quinto cumpleaños, nombraron a mi padre inspector de impuestos en Besarabia. Vivimos allí casi cuatro añoso Este periodo de mi vida fue, en cierto modo, desde el punto de vista de mi desarrollo «espiritual», un periodo de emancipación. carecíamos de libros. En cambio, el ambiente general era e propio de una pequeña ciudad provinciana remota, con todos sus encantos. Mi hermano menor y yo fuimos muchísimo más «libres'», y nuestra equcaci6n mucho menos racional, pues vivíamos «en la calle». Crecimos en jardines y campos, sabiendo de memoria cada nido de tarántulas del jardín, cazando mariposas «calaveras» y atacando a los roedores.
Entonces mi gran ilusión era recibir El atlas de mariposas de Europa y de las posesiones del Asia Central y otras publicaciones análogas de Devrienne. Después retornamos a Moscú y, durante cerca de dos años mi padre estuvo sin trabajo. Tuvimos que sufrir andes dificultades materiales. con frecuencia recogía huesos y botellas para venderlos por dos o tres kópecks. Juntaba periódicos viejos, que llevaba a una tiendecita para ganar algunos centavos. Ingresé entonces en la escuela comunal en segundo de primaria. Mi padre que, en la vida privada, era un «bohemio», conocía muy bien la literatura rusa tenía en gran estima a (Henri) Heine. En esta época leía yo cuanto caía en mis manos. Sabía de memoria páginas enteras de Heine. así como todo Kuzmá Prutkov. Desde mi más tierna infancia leía a los clásicos de la literatura. Es curioso que a esa edad hubiese leído casi todo Moliere y también la Historia de las literaturas antiguas de Korch. Estas lecturas desordenadas y al azar me conducían algunas veces a graves extravagancias. Recuerdo, por ejemplo, que tras ‘la lectura de unas estúpidas novelas españolas me convertí durante la guerra hispano-norteamericana en feroz partidario de los españoles. Bajo la influencia de Korch, soñaba con la antigüedad y no dejaba de considerar con menosprecio la vida ciudadana contemporánea.
Entonces tenía como compañeros de juego a esos que llaman «golfillos», cosa que no lamento en absoluto. El juego de las tabas, del «gorodkí» y las peleas eran nuestras ocupaciones predilectas. Fue en esta época, o acaso un poco más tarde, cuando sufrí «mi primera crisis espiritual» y cuando renuncié definitivamente a la religión. Lo que exteriorizaba además con una actitud «revoltosa», peleándome con todos los demás muchachitos  que aún reverenciaban los sagrados misterios y conseguí sacar de la Iglesia, oculta bajo mi lengua, “una hostia de Cristo», que deposité victoriosamente sobre una mesa. Esto no trascurrió sin incidentes. En ese mismo momento cayó en mis manos la famosa Lectura sobre el Anticristo de Vladimir Soloviov y, durante algún tiempo me pregunté si no era yo el mismísimo Anticristo. Como supe por la lectura del Apocalipsis (que me valió una severa reprimenda del cura de la escuela) que la madre del Anticristo fue una pecadora, pregunté a la mía, mujer nada tonta, de honradez excepcional, trabajadora, que amaba a sus hijos hasta la locura y era virtuosa en extremo, si no era ella una pecadora; lo que la sumió en el mayor desconcierto, pues no podía comprender en absoluto de dónde sacaba semejantes preguntas.
Salí de la escuela siendo el primero, pero durante un año no pude ingresar a la segunda enseñanza; a continuación tuve que sufrir un examen para entrar directamente a sexto, tras de haberme preparado previamente en latín. En el instituto (el primero de Moscú) tenía casi siempre 5, la mejor nota. Sin embargo no me esforzaba en absoluto y carecía de diccionario; copiaba rápidamente las palabras de mis condiscípulos y preparaba mis lecciones cinco o diez minutos antes de que llegara el profesor. En tercero o en segundo, comenzamos a organizar círculos, a publicar revistas, etc. Al principio todo esto era absolutamente inofensivo. Desde Iuego, pasamos por la etapa Písarev. Luego siguió la etapa de leer literatura ilegal, después la de fundación de círculos, «organizaciones estudiantiles», donde entraron los socialistas-revolucionarios y los socialdemócratas; luego pasé definitivamente al campo marxista.
Al principio, la lectura de la teoría económica me dejaba una impresión penosa. Tras lo bello y lo magnífico, «era la mercancía-valor-mercancía». Pero, penetrando in medias res en la teoría marxista, percibí la desacostumbrada armonía lógica. Debo decir que fue sin duda ese rasgo el que me influyó más que ninguno. Las teorías de los «socialistas-revolucionarios» me parecían un simple revoltijo. Los liberales que conocía me inspiraron el deseo de protestar violentamente contra el liberalismo. Después vino la revolución de 1905, mítines, manifestaciones, etc. Naturalmente tomamos en ella una parte muy activa. En 1906 me convertí oficialmente en miembro del partido e inicié el trabajo clandestino. En el momento de los exámenes, al fin de mis estudios, dirigía una huelga en la fábrica de papeles pintados Sladkov, con Ilyá Ehrenburg.
Cuando entré a la universidad, me aproveché de ello, sobre todo para organizar reuniones clandestinas o para pronunciar algunos discursos teóricos, durante el seminario de algún profesor respetado y de tendencias liberales. En 1908 fui elegido para el comité moscovita del partido. En 1909 me eligieron para el nuevo comité. En esa época, me inclinaba hacia una tendencia herética, el empirocriticismo, y leía cuanto aparecía en ruso sobre ese tema. El 29 de mayo de 1909 fui detenido en una reunión del comité de Moscú; después me soltaron para volver a detenerme. Me pusieron en libertad bajo fianza, pero en 1910 fui detenido nuevamente con toda la organización del partido en Moscú (trabajaba entonces en las organizaciones legales). Permanecí varios meses en prisión, se me envió a Onega y, para no ser condenado por el tribunal a trabajos forzados (según el artículo 102) tuve que fugarme al extranjero. Durante todo el periodo ruso de mi actividad como miIitante fui un bolchevique ortodoxo (ni  “otzonovista” ni conciliador”).
En el extranjero comenzó un nuevo periodo de mí vida. En los primeros tiempos vivía con familias de obreros y pasaba los días en las bibliotecas. Si había adquirido en Rusia conocimientos generales y otros más especializados en el dominio de la cuestión agraria, no cabe duda de ue las bibliotecas extranjeras me proporcionaron un capital esencial.
Después conocí a Lenin, que evidentemente tuvo sobre mí una infIuencia enorme. En tercer lugar aprendí lenguas extranjeras y por la práctica me familiarice con el movimiento obrero europeo. Fue en el extranjero donde verdaderamente mi actividad literaria dentro (correspondencia en Pravda, artículos en Prosveschenie, primer estudio impreso en  Die Neüe Zeit de Tugan-Baranovski). En todas partes me esforzaba por toma parte activa en el movimiento obrero. Antes de la guerra fui detenido en Austria. Donde, había ido a escuchar a Bohm-Bawerk y a von Wieser y me expulsaron de Suiza. Con muchas dificultades estuve (estuve detenido temporalmente en Newsclastle), fui a Suecia, donde, con mi amigo íntimo Piatakov, trabajé intensamente en las bibliotecas, hasta que mi detención puso fin a esta actividad (proceso de Heglund). Después viví cierto tiempo en Noruega (participé activamente en la publicación de Klasskampen, órgano de los “Jóvenes”), luego me vi forzado a partir clandestinamente para Norteamérica. Allí me convertí en jefe de redacción de Novy Mir, tomé parte en la formación del ala izquierda del movimiento socialista, etc…
Tras la revolución (de febrero), regresé a Rusia por Japón, fui detenido en Cheliabinsk por los mencheviques, acusado de agitación entre los soldados. A mi llegada a Moscú, me convertí en miembro del comité ejecutivo del soviet de Moscú y del comité de la ciudad y en redactor de Sotsialdemokrat y de la revista Spartak. Siempre formé parte del ala izquierda del partido (en el extranjero defendí la tesis de la inexorabilidad de una revolución social en Rusia).
En el VI Congreso del partido, fui elegido para el CC, del que sigo formando parte. Entre las etapas más importantes de mi vida política considero indispensable llamar la atención sobre el periodo del tratado de Brest-Litovsk, donde a la cabeza de los comunistas de izquierda, cometí una enorme falta política. Durante todo el periodo que siguió, la influencia que ejerció sobre mí Lenin, a quien debo, más que a ningún otro, mi educación marxista, no hizo sino aumentar. Tuve la satisfacción, no sólo de figurar entre sus partidarios, sino también de tratarlo como hombre y camarada. En el presente soy miembro del 00, del Politburó, del presídium del comité ejecutivo de la Komintern y jefe de redacción de Pravda, literato, conferenciante, agitador y propagandista del partido.
He aquí mis obras teóricas más importantes :
1. La economía mundial y el imperialismo.
2. La economía política del rentista (crítica de la teoría del valor y del beneficio en la llamada escuela austriaca).
3. La economía en el periodo de transición (ensayo de un análisis teórico de las leyes fundamentales de la disgregación del capitalismo y de la reorganización social en las condiciones de la dictadura del proletariado).
4. Teoría del materialismo histórico.
5.. Ataque, selección de artículos teóricos (contra Böhm-Bawerk, Struve. Tugan-Baranovski, Oppenheimer, etc).
6. El imperialismo y la acumulación del capital (análisis del proceso de la producción, teoría del mercado y de las crisis, en relación con la crítica de las teorías de Rosa Luxemburgo y de Tugán-Baranovski).

Entre las obras menores de divulgación que tuvieron amplia difusión, figuran: El ABC del comunismo, en colaboración con Preobrazhenski; El programa de los comunistas bolcheviques, etc; luego el trabajo histórico De la dictadura del zarismo a la dictadura del proletariado y Sobre la cuestión del trotskismo; en esta ultima selección se ofrece un análisis teórico de la línea correcta e incorrecta (ortodoxia y heterodoxia) de la política económica, en las condiciones del régimen soviético con  respecto a las relaciones entre  la ciudad y el campo. Además he publicado toda una serie de folletos de segundo orden, artículos de periódicos…Muchos de estos trabajos son, sobre todo, folletos de divulgación, traducidos en diversas lenguas europeas y asiáticas.

Comentario de Jean-Jacques Marie


El que Lenin denominó en su Testamento “el niño querido del partido”, ha seguido sin duda la carrera, al parecer, más enigmática y al mismo tiempo más significativa de todos los dirigentes bolcheviques. En efecto, no se puede explicar por una inconsecuencia histórica, por debilidad de carácter o por una preocupación manipuladora para su propio éxito, la evolución que desplazó a Bujarin de la extrema izquierda del bolchevismo, en 1918 (y en los años precedentes), a la extrema derecha desde 1924. Bujarin se acelera por las ideas con una pasión que lo distingue de Stalin en el momento de su más intima alianza. La evolución de Bujarin refleja, a través de los rasgos personales de su carácter, las transformaciones del bolchevismo entre 1917 y 1924-25 así como los cambios del medio y de la situación en que se mueve.  Espíritu sistemático, Bujarin lo es en odos los sentidos de la palabra: trata de comprender los problemas políticos, económicos y sociales trasladándolos a un sistema global y coherente; y al mismo tiempo lleva este sistema hasta los límites más extremos de su coherencia interna. La armonía y la abstracción le satisfacen y arrebatan. Además ignora toda preocupación táctica y, cuando «maniobra”, como todo político, las preocupaciones tácticas se ajustan a su política, no se derivan de ella. Es lo que Lenin explica en su Testamento.
«Bujarin es el teórico más preciado y más eminente del partido […) No obstante sus opiniones no pueden considerarse como plenamente marxistas sin grandes reservas, pues hay en él algo de escolástico (jamás estudió la dialéctica y creo que nunca la comprendió plenamente).»
Los comienzos de la carrera de Bujarin recuerdan los de otros militantes bolcheviques de cierta envergadura que conocieron Europa. Un detalle divertido: en 1912 Bujarin conoció personalmente a Lenin en Cracovia y después fuer a Viena. Estando allí en enero de  1913, Lenin le pide que guíe en las bibliotecas al joven militante Stalin, que tiene el encargo de escribir un folleto sobre el marxismo y la cuestión nacional. Bujarin escoge y traduce para Stalin las citas adecuadas de Kautsky, Bauer, Springer y Strasser.
Derrotista convencido desde 1914, Bujarin encarna ante todo el izquierdismo más consecuente. En 1915 estimula, con Eugenie Bosch y Piatakov la oposición a  las tesis de Lenin sobre la cuestión nacional. A sus ojos, la autodeterminación nacional es utópica y nociva. En 1916, se opone a la autodeterminación nacional en nombre de la autodeterminación de los, trabajadores, que expresa así en el ABC del comunismo, escrito en colaboración con Preobrazhenski: «Reconocemos el derecho a disponer de sí misma no a una nación en general. Si no sólo a la mayoría trabajadora». En 1916 polemiza con Lenin sobre el Estado, que denuncia en general como «un nuevo Leviatán». En abril de 1929, Stalin le reprocha, como si se tratara de un crimen de lesa majestad, su pretensión de tener la razón sobre este punto frente a Lenin
El hálito de la revolución lo transporta y arrebata. Pasan los años siguientes, la guerra civil, la espera de la revolución europea, en un estado de entusiasmo permanente. En el VI Congreso de agosto de 1917, llama a la “guerra santa en nombre de los intereses del proletariado”. Como la inmensa: mayoría de los dirigentes bolcheviques, no concibió, en efecto, la Revolución Rusa sino como un momento de la revolución mundial. También la paz de Brest-Litovsk le parece al mismo tiempo una traición al proletariado europeo y un compromiso infame e inaceptable. La exaltación permanente que acompaña, en efecto, la sistematización de las ideas en Bujarin, lo llevó entonces a situar cada problema sobre e terreno único de los principios. El rigor moral y el heroísmo de la pureza llevan consigo el rechazo de la táctica y del compromiso, considerados, no como un acto político, sino como una capitulación moral, incluso si tienen apariencia de ello: “Preservando nuestra república socialista -decía entonces- vamos a perder la posibilidad de un movimiento internacional.». Pero no cabe duda de que una tendencia profunda se convirtió en realidad a raíz de la comunicación hecha por Trotsky de las proposiciones franco-inglesas de apoyo, en caso de reanudar la guerra contra Alemania. Bujarin respondió: «Es inadmisible aceptar el apoyo de los imperialistas” y «hace proposiciones concretas: no aceptar ningún tratado concerniente a la compra de armamentos ya la utilización de los servicios de oficiales e ingenieros con las misiones francesas, inglesas y norteamericanas». Los “comunistas de izquierdas» fundaron entonces un órgano de su fracción, el Kommunist. El editorial de su primer número, firmado por Bujarin y Rádeck, proclamaba: «Debemos morir con gesto magnífico, empuñando la espada y gritando: ¡la paz es la deshonra! ¡El honor es la guerra!”.  Una vez tomada la decisión, cae en brazos de Trotsky y llora: «Estamos convirtiendo al partido en un montón de estiércol»
Cuando Lenin evocó la posibilidad de sacrificar la Revolución Rusa por la revolución alemana, se trataba de una eventualidad política fundada en la importancia del proletariado alemán. En Bujarin la conjunción del entusiasmo y de la desesperación se resolvía en un espíritu de lógica rigurosa, pero formal. en un gesto o en una política de frase. Naturalmente, es actitud solo era la traducción a ultranza del sentimiento profundo que tenía Bujarin de la unidad mundial de la lucha de clases y de la comunidad de destino que unía a los proletarios del mundo entero. Pero de esto no se derivaba ninguna estrategia, sino la idea que una noche pasó por su cabeza y las de algunos camaradas de fracción: deponer a Lenin y sustituirlo, a la cabeza de un Gobierno de coalición comunistas  de izquierda con socialrevolucionarios de izquierda, por Piatakov. La idea quedó en idea. Cuatro meses mas tarde cuando los socialrevolucionarios se levantaron en Moscú, Trotsky  los aplastó en la calle y Bujarin…en las columnas de Pravda, donde contó más tarde esa sombra de complot. Esto serviría a Vishinsky en 1938, para acusar a Bujarin de haber preparado el asesinato de Lenin en 1918.
La guerra civil instauró empíricamente un sistema al cual los bolcheviques dieron enseguida el nombre de «comunismo de guerra», y que subordinaba el conjunto de Ia vida política, económica y social a un aparato de Estado tentacular. Bujarin, que a principios de 1918 se había alzado contra los compromisos con el capital privado y reclamaba la nacionalización íntegra de los medios de producción, teoriza sobre el «comunismo de guerra», como un momento en la marcha hacia el socialismo. Ésta es sin duda la razón de que cuando se produce la querella sindical en la primavera de 1921 -después de haber constituido un «grupo tapón” entre Trotsky, partidario de la «militarización de los sindicatos», y Lenin, partidario de una relativa autonomía sindical- se alinea en la posición del primero.
La NEP y el reflujo de la revolución europea, subrayado por el fracaso de la revolución alemana de octubre 1923, alteran la visión de Bujarin. Su sensibilidad exacerbada hace que perciba y viva las transformaciones de Rusia y su aislamiento. Que transfiera a ella la  pasión que la revolución mundial suscita en él. Incapaz de transigir e inapropiado para las transiciones, realiza un viraje brutal que se anuncia desde octubre de 1922. En esta fecha se opone al mantenimiento del monopolio del comercio exterior, así como Stalin y la mayoría del comité central. Lenin, con una presciencia notable en un hombre gravemente enfermo, escribe entonces: «Bujarin toma la defensa del especulador, del pequeñoburgués y de las capas superiores del campesinado contra el proletariado industrial.”
.   Hasta entonces Bujarin había estado muy ligado a Trotsky» de una manera que este último declara «típicamente bujariniana: es decir, medio histérica, medio infantil”. La crisis de las tijeras nacida de la NEP y del fracaso de la revolución alemana de octubre, los arroja a los dos extremos del partido. No vuelven a encontrarse sino en junio de 1925, para redactar una resolución del comité centra sobre  literatura y el  arte. Entonces se entabla la lucha por el nuevo rumbo, donde cristaliza la oposición de izquierda (invierno de 1923). Bujarin sostiene el aparato crítico, explicando que la Rusia soviética se enfrenta a dos peligros: el kulak y la amenaza “político-democrática”, y denuncia en la oposición a un grupo potencialmente antipartido.
Afirma entonces que el capitalismo ha alcanzado un periodo de «estabilización», relegando a fecha lejana toda perspectiva de revolución mundial. y que la Rusia soviética, aislada, había de construir, con sus solos esfuerzos el socialismo. Stalin descubre «el socialismo en un solo país» v lo enuncia. Bujarin lo demuestra elaborando la teoría complementaria de «la edificación del socialismo a paso de tortuga» fundada sobre la integración pacifica y voluntaria del kulak -único productor de excedentes- en el socialismo.  Por tanto había que evitarse todo cuanto pudiera asustar al campesino en general y al kulak en particular. Así Bujarin se alza contra los partidarios de la industrialización acelerada. Desde fines de 1924, entabla una violenta polémica contra su antiguo compañero de pluma Preobrazhenki y su teoría de la «acumulación primitiva socialista”. Siempre entero, el 17 de abril de 1925, declara: «Debemos decir a los campesinos, a todos los campesinos, que han de enriquecerse.»
Durante cuatro años es el ideólogo y la pantalla de Stalin. A veces será hasta el inquisidor. En el XV Congreso pronuncia un discurso ardiente contra la oposición excomulgada y cuyos miembros van a emprender el camino de la deportación: “El telón de hierro de la historia está ahora mismo a punto de caer».
Presidente de la internacional -en lugar de Zinoviev- desde 1926, su descenso se anuncia en el momento mismo en que la victoria de la derecha parece total. Apenas la oposición de izquierda queda excomulgada, los campesinos se niegan a entregar su grano. El hambre ronda en torno de las ciudades. El aparato amenazado responde sus respuestas, día a día, anunciando un giro político contra los kulaks, hacia la colectivización y la industrialización. Desde julio de 1928, Bujarin, enloquecido, confía sus temores a Kamenev: «Stalin nos estrangulará a todos.» Enumera sus fuerzas y manifiesta su repugnancia a emplearlas, antes de estar seguro de que el comité central comprenderá y seguirá. Stalin descarta, uno a uno a sus partidarios o los corrompe, entablando el combate contra la derecha desmoralizada, y sin embargo, mayoritaria en el partido y en el país Bujarin tiene veleidades de resistencia. Capitula. En julio es relevado de la presidencia de la Internacional y después Stalin lo hace presidente del VI Congreso, que promulga una política ultraizquierdista (el «tercer periodo») contraria a la de Bujarin; en noviembre es excluido del Politburó y hace su autocrítica, con Rikov y Tomsky, ese mismo mes: «Nuestras opiniones [. . .] se han revelado erróneas. Reconocemos nuestras faltas.» Stalin le deja un trampolín en el comité central.
En 1933, Stalin lo nombra director de Izvestia. Rinde homenaje al secretario general en el XVI Congreso, pero, de paso por París, al año siguiente, dice en tono confidencial: «Es el diablo y añade: «Nos precipitamos todos en sus fauces sabiendo con toda seguridad que nos devorará». Es miembro de la comisión de redacción de la «Constitución estalinista» de 1936. Encausado con Rikov y Tomsky por los acusados del primer proceso de Moscú, se beneficia de un desistimiento, pero es detenido en 1937 y condenado a ocho años de prisión. Llevado ante el comité central, trata de defenderse, pero dicho comité diezmado y aterrado, acalla su voz con un griterío. Es el acusado principal del tercer proceso de Moscú: quiso asesinar a Lenin. en 1918, trabajó con Trotsky y con la Gestapo para restaurar el capitalismo en la URSS. En su última declaración de doble sentido, afirma: “Nos hemos alzado contra el gozo de la nueva vida, con métodos de lucha de los más criminales. Rechazo la acusación de haber atentado contra la vida de Vladimir Ilich, pero, cómplices de la contrarrevolución, conmigo a la cabeza, hemos tratado de matar la obra de Lenin, continuada por Stalin con prodigioso éxito […] Es preciso ser Trotsky para no desarmarse. Mi deber aquí es mostrar que en el paralelogramo de las fuerzas que han formado la táctica contrarrevolucionaria, Trotsky ha sido el motor principal del movimiento.»
Acusado de haber participado en el asesinato de Kirov, de Kuibyshev, de Menzhinsky, de Gorki y de su hijo Peshkov, Bujarin firma también una última capitulación irónica y ambigua, donde cada palabra remite a su contraria. Es la dialéctica del ratón y el gato.
Bujarin el riguroso era también Bujarin el débil, «de lágrimas fáciles» (Trotsky). Su entusiasmo, su pasión, su ternura por aquellos que reconoce como superiores (el Lenin de todos los tiempos, el Trotsky de la guerra civil) permitían que inteligencias más frías se burlaran de él. Los compañeros de Stalin la llamaban Bujarchik (diminutivo de Bujarin). Para conmover a un congreso ¿qué medio mejor que el empleado por Stalin contra la nueva oposición en diciembre de 1925: «¿Quieren la sangre de Bujarin? ¡Pues, no se la daremos!». Fue a veces juguete de aquellos que se imaginaba que dirigía: el cálculo sólo era en él un momento de exaltación. Trotsky y Lenin insistieron sobre ese rasgo que le era característico: «La naturaleza de este hombre es tal, que debe siempre apoyarse e alguien, depender de alguien, adherirse a alguien. No es, desde entonces sino un médium, a través del cual algún otro habla y actúa.» (Trotsky. «Conocemos toda la dulzura del camarada Bujarin, una de sus cualidades por la que se le ama tanto or la cual no se puede evitar amarle. Sabemos que se le ha bautizado más de una vez, bromeando, con el nombre de ‘cera blanda’. Está probado que en esa ‘cera blanda’ cualquier individuo ‘desprovisto de principio’,  cualquier ‘demagogo puede escribir lo que mejor le parezca. El camarada Kamenev es quien ha utilizado esas expresiones brutales entre comillas […) y tenía derecho a hacerlo.»
Cierto día de 1918, Lenin preguntó a Trotsky: «Si los guardias blancos nos mataran a ti a mí, ¿crees que Bujarin Sverdlov, podrían salir adelante?”.. Por el contrario de lo que dice el profesor Carr, Bujarin era, pues, un «heredero» posible y Lenin le concedió en su Testamento un lugar más importante que a Zinoviev, Kamenev y Piatakov. Pero no podía ser ni Maquiavelo ni Bonaparte. 

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Bujarin habla con el diablo (Lydia Dan)

En Unser Zeit, periódico de la Unión Judía del Trabajo, aparece un artículo muy importante de la difunta Lydia Dan, esposa del dirigente menchevique Theodore Dan. Durante los primeros años de la década del 30, relata la señora Dan, cuando la ascensión al poder de Hitler parecía inminente o poco después de haber asumido éste el poder, los socialdemócratas alemanes, en cuyos archivos habían permanecido hasta entonces los papeles de Karl Marx, se preguntaban qué hacer con ellos. El gobierno soviético, que había oído hablar del asunto, se ofreció a comprar los papeles y los socialdemócratas alemanes, necesitados de dinero como estaban, mostraron cierto interés. Como intermediarios en las negociaciones -que terminaron en nada- sirvieron los exiliados mencheviques rusos que vivían en París. Continuar leyendo «Bujarin habla con el diablo (Lydia Dan)»

Carta a las generaciones futuras (Nikolái Bujarin, 1938)

Abandono la vida. Al inclinar la cabeza, no lo hago ante el hacha proletaria, que debe ser implacable, pero pura. Siento mi impotencia ante la máquina infernal que, recurriendo sin duda a métodos medievales, dispone de una fuerza titánica, fabrica calumnias organizadas desvergonzadamente y con seguridad. Continuar leyendo «Carta a las generaciones futuras (Nikolái Bujarin, 1938)»

Enrique Ariño, un militante ejemplar (Wilebaldo Solano, 2002)

El 13 de marzo de 2002 falleció en París el compañero Enrique Ariño Quintilla como consecuencia de una grave enfermedad que le mantuvo alejado de toda actividad política. Ariño nació en 1912 en Barcelona y fue miembro del Comité Ejecutivo de la Juventud Comunista Ibérica durante la guerra civil y del Comité Ejecutivo del POUM en los últimos años del exilio. Había nacido en Barcelona el 13 de abril de 1912.

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Entrevista a Arthur London. Cuadernos para el Dialogo. 1970

(Nota introductoria de Pepe Gutiérrez-Álvarez)

Artur London (Ostrava, 1 de febrero de 1915 – París, 7 de noviembre de 1986),  fue uno de los pocos supervivientes de los procesos de Praga de 1952, en el que cayeron numerosos veteranos comunistas, sobre todo de origen judío. Fueron culpados por supuesto de “trotskistas” y también de “titoista”, lo cual era mucho más cierto. Entre los argumentos esgrimidos en la depuración estaba el hecho “sospechoso” de siendo judío, haber podido sobrevivir los campos de exterminio nazis. Muchos estuvieron en las Brigadas Internacionales como es el caso de este comunista checoslovaco, lejano pariente del hombre que prestó su apellido a Jack London, y autor de un testimonio abrumador,  La confesión (hay una reedición del 2000 (Ikusager, ISBN 84-85631-78-1)

Militante comunista veterano, fue miembro de las Juventudes Comunistas, de las que después fue nombrado secretario regional, cuando sólo tenía 14 años. En su trayectoria entusiasta sufrió varios encarcelamientos antes de refugiarse en la Unión Soviética en 1934. Fue de los primeros en sumarse poco después a las brigadas internacionales, con las que luchó en la guerra civil española hasta la caída de Cataluña.

Sobre este episodio de su vida, Arthur escribió Se levantaron antes del alba, obra escrita a su salida de la cárcel. Cuenta la Guerra Civil española desde el punto de vista por uno de los más de treinta mil voluntarios,  de aquellos de más de treinta países que formaron las Brigadas Internacionales. El titulo está extraído de uno de himnos. Este libro también fue una manera de rehabilitar a los veteranos de las Brigadas Internacionales que habían sido encarcelados o ejecutados en los procesos llevados a cabo en Praga, Budapest y Sofía. En esta obra, London todavía no cuestiona que el POUM formara parte de la “Quinta Columna”, no será hasta años más tarde que empezará a recapacitar y a darse cuenta de la tela de araña que no le permitía ver nada fuera del partido. Un partido en el que era mejor equivocarse dentro, que tener razón fuera.

En agosto de 1940 colaboró con la resistencia francesa y se convirtió en dirigente de la MOI (Mano de Obra Inmigrada, del Partido Comunista Francés), entre 1940-1941.Un año después de este hecho, London fue deportado al campo de concentración de Matthausen (Austria), donde formó parte de la dirección de la resistencia. Desde 1949 ocupó el cargo de viceministro de Asuntos Exteriores checoslovaco hasta que fue acusado de «conspiración contra el Estado» y juzgado junto con el entonces ministro Wladimir Clementis y el antiguo secretario del partido comunista Rudolf Slansky. Clementis y Slansky fueron condenados a muerte, y London a cadena perpetua con trabajos forzados. Antes de descomponerse, el estalinismo ya había arruinado el historial del socialismo.

Rehabilitado en 1956, London fue uno de los tres supervivientes, entre los 16 acusados, de los procesos de Praga de la era estaliniana. London, que se estableció en Francia en 1963, se nacionalizó francés después de ser desposeído de la nacionalidad checoslovaca, tras la aparición del libro-testimonio que le dio a conocer mundialmente, pero que no se publicó en los países del Este. Estaba casado con Lise London, cuyo nombre de soltera era Lise Ricol, de origen español y militante de prestigio y  hermana de Raymond Guyot, antiguo miembro del Buró Político del PCF, y tenía dos hijos. De su experiencia durante el juicio y la condena surgió, en 1969, su libro La confesión, que fue llevado al cine por el director Constantin Costa-Gavras e interpretado por Yves Montand e Simona Signoret, dos actores que habían estado muy ligados al PCF desde los tiempos de la Resistencia.

Comunista convencido, el autor describe la reducción de su alma y la de sus compañeros a la nada por la tortura física y moral que sufrieron hasta reconocer los delitos de los que se les acusaba. El actor francés Yves Montand que encarnó a London en la película, ha manifestado, después de dar su condolencia a los familiares del fallecido, que el escritor «había sufrido moral y físicamente estos últimos años».

Artur London narra su secreta detención en 1951 acusado de conspirar contra el Estado, junto con otros miembros del Gobierno de Gottwald, al que pertenecía, y las torturas que padecieron durante los interrogatorios, que les llevó a confesar “crímenes” contra el estado no cometidos. La película fue realizada por Constantin Costa-Gavras entre Z y Estado de sitio, dos títulos de lo que en el potsmayo del 68 se entendió como “cine político” y no es de las mejores, de todas maneras, se trata de un testimonio de primera magnitud, una denuncia que no se podía dejar a los enemigos del socialismo. El guión fue escrito por Jorge Semprún, tratando que el contenido del discurso no interfiriera con el plano histórico. Costa-Gravas dotó a la película de un estilo de thriller. La película no gozó de excesiva popularidad entre el sector de la izquierda que no acababa de sabía distinguir entre el antiestalinismo y anticomunismo.

London fue un fervoroso defensor de la “primavera de Praga”, la última tentativa de masas de reformar un régimen de “socialismo despótico”, dos conceptos opuestos. Luego participó en favor de Carta 77, movimiento en favor de la democratización de Checoslovaquia, y del Vons (Comité de defensa de los prisioneros políticos checos). La confesión cuenta la historia de cómo él, junto con otros 15 miembros del partido y del Gobierno presidido por Klement Gottwald, fueron detenidos, torturados y condenados en 1951 y de su experiencia en trabajos forzados. En la entrevista que hemos recuperado, su historial y sus posiciones quedan claras.

En el tiempo que siguió, la descomposición de lo que había sido el movimiento comunista se hizo mucho más aclarada, y buena parte de los estalinistas de matriz, acabaron renunciando a un leninismo que desconocían completamente. Finalmente, acabaron renunciando a cualquier forma de ideal socialista. Actualmente, el estalinismo más clásico ha quedado reducido a sectores arcaicos que, como el conde Drácula, tienen prohibido ver la luz del día. Tienen que negar lo más evidente. 

El engranaje kafkiano de los procesos estalinistas

PRAGA, finales de enero de 1951. El viceministro de Asuntos Exteriores de la República Socialista de Checoslovaquia, Artur London, es detenido en la calle. Trasladado a los locales de la Seguridad, permanecerá en sus manos, completamente incomunicado, durante veintidós meses, al cabo de los cuales será juzgado en compañía de otros 13 dirigentes del Estado y del Partido Comunista, entre los que se encuentra el pro­pio secretario general, Rudolf Slansky, quien será ejecutado junto con otros 10 de los acusados. Los tres restantes, entre ellos London, serán condenados a trabajos forzados a perpetuidad.

Una idea que me obsesionaba con frecuencia, que me repetía incansablemente… «Si salgo de aquí no tenía muchas esperanzastengo que contarlo, decir la verdad. Contar la realidad, decirles a los de juera que no es verdad, que no soy un traidor…

London, como todos los demás acusados, había reconocido toda la serie de crímenes de los que se le acusaba: «traición, sabotaje, agente del imperialismo, centro de conspiración contra el Estado socialista…». Todos se habían confesado culpables, todos habían aceptado las condenas. Todos ellos, sin embargo, eran militantes revolucionarios, miembros del Partido Co­munista, algunos desde su creación.

 

Nunca dude de los procesos de Moscú

La verdad, al menos una parte, empezó a conocerse mucho más tarde, en 1956, con ocasión del XX Con­greso del Partido Comunista de la Unión Soviética, cuando Krushev dio a conocer el célebre informe donde se hacía responsable a la persona de Stalin y su policía de todos los crímenes cometidos desde los años 30.

Yo nunca dudé de los procesos de Moscú. Porque no podía dudar de la Unión Soviética, ni del Partido Comunista, ni de Stalin. Para no era inconcebible, impensable, que en el país donde se había realizado la Revolución de octubre pudiera llegarse a utilizar tales métodos, a condenar inocentes. A detener, con­denar y ejecutar a los mejores, a los más veteranos luchadores, compañeros algunos del mismo Lenin, bajo acusaciones completamente pre-fabricadas…

Ya en la cárcel, a finales de 1953, London comienza a redactar un informe secreto, «para dar a conocer la verdad, cueste lo que cueste», sobre las circunstan­cias de su detención, las condiciones de los interroga­torios y el desarrollo del proceso. En hojitas del tamaño de papel de fumar, este informe pudo salir de la cárcel gracias a las visitas que periódicamente, iba a hacerle, Lise, su mujer. Años más tarde, libe­rado y rehabilitado jurídicamente en 1956, Artur Lon­don utilizó este material para redactar un libro, «La confesión» donde por primera vez se responde, por uno de los protagonistas —de los pocos supervivien­tes— a algo que nunca se pudo comprender: ¿Por qué?, ¿cómo fue posible?

Para explicar todo esto, nuestras ideas de enton­ces, hay que tener en cuenta nuestro tipo de vida, nuestra lucha, la -formación que habíamos recibido… Se nos había educado bajo la confianza total, con una fe incondicional, que nos impedía ver claro este tipo de cosas.

 

La revolución de octubre nos llenaba de esperanza

 

Artur London nació en 1914, hijo de una familia de obreros judíos, ingresó en la Juventud Comunista de Ostrava cuando apenas contaba trece años. A los diecinueve tuvo que exiliarse de Checoslovaquia para escapar de una condena de varios años de pri­sión. El Partido le envió a Moscú, donde permaneció varios años, dedicado a las actividades de la Inter­nacional de Jóvenes Comunistas.

Habíamos llegado al movimiento comunista tras aquella sangría que fue la I Guerra Mundial. Tras la Revolución de octubre, que encarnaba para todos nos­otros la gran esperanza de -fraternidad, de humanismo, de un mundo nuevo. Esta Revolución que contraria­mente a lo que pensaban Lenin y los que le rodeaban, quedó aislada en un solo país atrasado, en lugar de extenderse por toda Europa, por los países industrial-mente más desarrollados, Alemania, Austria…

Enrolado voluntario en las Brigadas Internaciona­les, London permaneció en España hasta 1939, fecha en que se trasladó a Francia. Allí, inmediatamente después de la ocupación alemana, se incorporó a las filas de la Resistencia. Detenido y torturado por la Gestapo, «Gerard»/nombre de guerra de London/es deportado al campo de concentración de Mathausen, donde es nombrado uno de los responsables de los grupos clandestinos.

La Revolución de Octubre, la Unión Soviética, era para nosotros algo extraordinario lleno de esperanzas. Había que defenderla del bloqueo, rodeada como estaba por países capitalistas. Y eso es lo que hici­mos… El enemigo estaba enfrente, había que luchar y vencerle… No teníamos tiempo para estudiar, para analizar y reflexionar. Habíamos perdido el espíritu crítico, la capacidad de dudar. Teníamos una fe in­mensa…

 

El periodo de «guerra fría»

 

TRAS la Liberación, reunido con Lise, la compañera que conoció en Moscú, la compañera de toda su vida, heroína de la Resistencia contra los alemanes en París, London tiene que permanecer varios años en Francia y Suiza, convaleciente de una tuberculosis que contrajo en Mathausen. Instaurado el régimen socia­lista en su país, la dirección del Partido Comunista Checoslovaco le reclama para, en 1949, nombrarle vice-ministro de Asuntos Exteriores.

Tras la II Guerra Mundial, vino la «guerra -fría», la condena de Tito, aprovechada por Stalin para jus­tificar su esquema de la construcción del socialismo, su famosa tesis de la «creciente agudización de la lucha de clases»… Lo que le permitió desencadenar una serie de medidas de represión en la mayor parte de los países socialistas, donde temía que surgieran y se desarrollaran distintos modelos de socialismo, con arreglo a las condiciones, necesidades y tradiciones de cada país. Para así poder aplicar mejor su política de gran potencia.

En septiembre de 1949, Lazslo Rajk, ministro de Asuntos Exteriores de Hungría; en diciembre del mis­mo año Kostov, secretario general del Partido Comu­nista de Bulgaria, son procesados, condenados a muer­te y ejecutados. Las acusaciones, las mismas: traido­res, agentes del imperialismo, saboteadores… El des­arrollo y las características del proceso, idénticos: ambos, junto con sus co-acusados, confiesan sus «crí­menes» y aceptan la sentencia.

No hay que olvidar que todos estos países, excepto Yugoslavia, y de alguna manera Checoslovaquia, de­bían su liberación al Ejército Rojo. El Partido Comu­nista de Rumania no contaba en ese momento más que con 300 miembros… Eso es lo que permitió a Stalin introducir su contrabando anti-socialista y cri­minal.

London comienza a ser inquietado en relación de ciertos contactos mantenidos años atrás con algunas de las personas acusadas ahora de agentes del ene­migo. Aunque mantenido en su cargo, las críticas, las acusaciones más o menos veladas se van a ir acumu­lando. Es sometido a vigilancia policíaca, a pesar, y por encima, de los más altos responsables del aparato de la Seguridad…

Cuando volvimos a Checoslovaquia, sentimos in­mediatamente la creciente influencia de la policía. La continuación, o más bien el desarrollo de los métodos anti-democráticos en el seno del Partido. Por mi parte, poco tiempo después de mi vuelta, comencé a pedir explicaciones, a solicitar que se aclararan todas las dudas que pesaban sobre mí. Lo que ocurría es que ya todo estaba terriblemente deformado: el «cáncer estalinista» había penetrado en el Partido, los méto­dos autoritarios se desarrollaban, los «consejeros» soviéticos habían empezado su obra, las decisiones del aparato de Seguridad prevalecían sobre las de los órganos políticos del Partido… Todos los intentos que yo, como tantos otros, hicimos, resultaron com­pletamente vanos.

 

                                                                                                                                                    Apresado y encarcelado

 

El 28 de enero de 1951, Artur London sale del Minis­terio de Asuntos Exteriores, se dirige hacia su casa, cuando, de pronto, es obligado a frenar bruscamente, arrancado brutalmente de su coche, amordazado y conducido, los ojos vendados y sin explicaciones, a un lugar desconocido. ¿Rapto? ¿Acción de un comando subversivo anti-socialista?

Antes, nos decíamos: «son calumnias de la bur­guesía». O si la prensa de nuestros aliados, incluso algunos camaradas que rompían con el Partido, de­nunciaban tales hechos: «se trata de elementos de mentalidad pequeño-burguesa, sin el necesario espíri­tu de Partido…». Además, ahí estaban las «pruebas», las confesiones de los mismos condenados.

En la cárcel de Kolodeje, primero, en la de Ruzyn después, London va a pasar un largo martirio de seis meses, completamente incomunicado, sin poder dormir y apenas comer, frecuentemente maltratado, torturado también moralmente, hasta conseguir que, al fin, fir­me sus primeras «confesiones». Era el comienzo del engranaje, hábilmente dirigido y supervisado por los consejeros soviéticos, al mando de una pléyade de torturadores, auténticos «inquisidores» del siglo XX…

Había de todo. Uno de los responsables era Kohutek, que ya antes de la guerra, con los alemanes incluso, formaba parte de la policía, como especialista de la represión anti-comunista. Otros eran auténticos tarados, arribistas, oportunistas sin escrúpulos. La tercera categoría eran gentes en principio honestas, en general procedentes de medios obreros, pero deforma­dos políticamente, guiados por principios tales como «el -fin justifica los medios», o «cuando el Partido lo dice…».

Al principio, junto con London, son detenidos un ex ministro de Asuntos Exteriores, varios viceministros y altos cuadros del Estado. Gran parte de ellos, antiguos brigadistas en España. La mayoría, judíos…

La represión se centró fundamentalmente contra los antiguos miembros del Partido, generalmente los más combativos. Por ejemplo, los que habíamos esta­do en las Brigadas Internacionales. En general, gente con experiencia, con mucho prestigio. Acostumbrada a pensar. Un tipo de gentes que era poco apreciada por Stalin, a quien le hacían -falta ineptos, incapaces de pensar por sí mismos…

 

CONOCIDOS, poco a poco, los hechos, confirmados— a partir del XX Congreso del PCUS, corroborados más tarde por los que volvían de Siberia, los que salían de las cárceles polacas, húngaras, alemanas, to­dos estos testimonios dejaban una laguna fundamen­tal. ¿Cómo es posible que estos hombres, comunistas convencidos, militantes desde hacía años, forjados en condiciones de clandestinidad mucho peores hubieran podido sucumbir, aceptar la responsabilidad de unos crímenes que no habían cometido jamás, confesarlo públicamente?

—“Si el Partido, los enmaradas, me han detenido, por algo será…» Claro que no llega a considerarse cul­pable. El mismo hecho de ser detenido. Toda nuestra formación nos incitaba a ello. «Puede ser que objeti­vamente, sin saberlo, haya cometido algún error, in­currido en alguna falta. Es necesario tener una expli­cación con el Partido, que se aclaren las cosas…»

Meses más tarde, pocos días antes del juicio, el ministro de la Seguridad, Bacilek, miembro de la di­rección del Partido, se entrevista con London y le solicita que «colabore» con el Partido, aceptando y reconociendo los hechos que se le imputan…

Fue después de esta entrevista cuando tuve la certeza de que el Partido había ya decidido sobre mí. Aislado, debilitado, sin fuerzas para enfrentarme con los «representantes» de ese Partido al cual había con­sagrado toda mi vida. De ese régimen por cuya ins­tauración había dado tantos años de lucha y sacrifi­cio… El dolor y la impotencia que se sienten en ese momento, no tiene límites.

Slansky, secretario general del Partido Comunista, con cuyo consentimiento han comenzado las deten­ciones, las torturas y los procesos, es, aprendiz de brujo, a su vez detenido y obligado también a confe­sar que es el máximo responsable de la «conspiración trotskista-titoista-nacionalista-burguesa dirigida contra el Estado socialista».

¿Los métodos que seguían? Todos los imaginables. En primer lugar, destrozar físicamente al hombre, ani­quilarle. Con el tiempo, se llega a un momento en que no se puede más… Otros han cedido ya, confesan­do, implicando a los demás… «por lo menos que me dejen dormir, descansar… Ya todo me da igual… En el juicio diré la verdad…».

Imposibilidad material aparte, ya había demasia­das cosas firmadas. El proceso público, donde decenas de «delegaciones» obreras exigen la pena capital, guar­da las formas de la «legalidad» socialista… Donde todos, sin embargo, desde el fiscal hasta los abogados defensores, pasando por el Tribunal, y, claro está, los acusados, se han aprendido de memoria, y ensayado, lo que tienen que repetir, en el tono conveniente…

Los interrogatorios se hacen invocando el nombre del Partido, de Stalin, del comunismo… «Si te portas bien, el Partido lo tendrá en cuenta». Los inquisidores llegaban a prometernos que no nos caerían más de diez o quince años. Cuando se está en manos de la Gestapo, ya se sabe, un militante revolucionario siem­pre puede caer… Son tus enemigos. Estás seguro del apoyo y la solidaridad de tus compañeros que están fuera, en libertad. «Fusiladme y ¡viva el Partido Co­munista!» Pero, ahora, inocente, golpeado por hom­bres que llevan la insignia del Partido, lo que _ se quiere es salvar la cabeza, sobrevivir… ¿Sobrevivir para qué? Para vivir. Y porque, además se piensa «si puedo salvarme, salir con vida, podré explicarme, ha­cerme comprender, decirlo a mi mujer y a mis hijos… Que su padre no es un traidor, no es verdad, a mis camaradas. Incluso si es para dentro de diez o quince años, vale la pena…».

«La verdad es siempre revolucionaria», decía Grarnsci. Con esta consigna como lema, a partir de su libe­ración y posterior rehabilitación, Artur London em­prendió la tarea de desmitificación, denuncia, expli­cación del cómo y por qué de su, de todos, los procesos estalinistas.

La muerte de Stalin fue decisiva. Y con ella, el XX Congreso del PCUS, hito en la historia del movi­miento comunista. Para nosotros fue como si se abrie­ran las ventanas y entrara aire puro. Desgraciada­mente, tras el XX Congreso, que tuvo el inmenso mérito de descubrir ante todas esas aberraciones, de­formaciones y crímenes cometidos durante la vida de Stalin, no se hizo el análisis debido… Poco a poco nos íbamos dando cuenta de que Stalin había muerto, pero el estalinismo no…

 

Me comprometí con un ideal: destruir este viejo mundo

 

«ENERO de 1968. Antonin Novotny —sucesor de Slansky— secretario general del Partido Comunista, Presidente de la República Checoslovaca, es obligado a dimitir de sus responsabilidades. Junto con distin­tos otros dirigentes de los años 50 que continuaban a la cabeza del Estado o del Partido. Apoyados por los pueblos checo y eslovaco entusiásticamente; por una juventud que había descubierto —o recuperado— su vocación política; animados por una parte impor­tante del movimiento revolucionario internacional, que veían en ella una esperanzadora renovación de las perspectivas socialistas del mundo, un equipo de dirigentes comunistas, encabezados por Dubcek, Kriegel y Smrkovsky, intentan llevar a cabo una de las experiencias más fecundas que hayan tenido lugar nunca en un país socialista europeo. Era, lo que se llamó, «la primavera de Praga»…

Era la continuación del XX Congreso, sin cuya realización nunca se hubiera producido. Era su conti­nuación, al mismo tiempo que su desarrollo, con una mayor perspectiva, llegando mucho más lejos en el sentido de profundizar, de enriquecer el leni­nismo…

Fue entonces, en aquel contexto, cuando London se decidió a publicar su obra…

Ha sido mi contribución a ese movimiento. No corno un simple testimonio, sino como la obra de un militante, de un combatiente.

Porque London/¿todavía?/, sigue siendo Gerard, el militante revolucionario…

A la edad de trece años me comprometí con un ideal: el de destruir este viejo mundo. Y pese a todos los sufrimientos, la cárcel, las torturas, sigo siendo fiel a ese mismo ideal. Porque todo lo que me ha sucedido no tiene para mí relación con él. Porque ahí sigue ese mundo con el que hay que acabar. Yo soy solidario de los que luchan en el Vietnam, en América Latina, en tantas otras partes, bajo la ban­dera del socialismo…

Símbolo de esa generación de revolucionarios que engendró la Revolución de octubre, Artur London lo es también, si cabe, de las últimas vicisitudes del movimiento comunista. Puesto que todavía tenía que pasar por otra situación, «peor quizá desde el punto de vista moral que las anteriormente vividas: la pri­mera agresión en la historia del movimiento obrero contra un país socialista, por otros países socialistas. Contra un país socialista culpable de haber querido recuperar la confianza de sus pueblos en el socia­lismo».

 

DOS años más tarde, ahora, en París, se ha estre­nado la película basada en su obra, «L’aveu». Encargada al director griego Costa Gavras (el del in­menso éxito de «Z»), con el acuerdo de London, por la Unión Cinematográfica Checoslovaca, cuando iba a comenzar el rodaje fue negado el permiso por las autoridades de Praga. Rodada definitivamente en Fran­cia, adaptada por Jorge Semprún e interpretada por la pareja Montand-Signoret, su estreno ha originado una áspera polémica, en la que los principales portavoces ideológicos de la izquierda francesa han tomado pos­tura. El órgano del Partido Comunista Francés, «L’Humanité», es tajante en su comentario: «De un libro que pretendía ser comunista, se ha hecho una película anti-comunista…», acusando a los adaptadores de ha­ber introducido en la película concepciones «pequeño-burguesas» de los problemas de la libertad y de la democracia, así corno «románticas de la lucha revo­lucionaria…».

Claro que la adaptación exige ciertas simplifica­ciones, todo no se puede decir en una película… Se ha escogido el aspecto más político del problema: el engranaje del proceso. Creo que han hecho bien, teniendo en cuenta la actual situación en Checoslova­quia… Porque, en el fondo, todo sigue igual, seguimos luchando por un socialismo auténtico, por un humanismo socialista, quintaesencia del marxismo… La pe­lícula es fiel al espíritu del libro, aportando su men­saje a un público mucho más amplio: la lucha contra el estalinismo, bajo todas las formas como se pre­sente…

¿Anti-socialista?, ¿Anti-soviética? London replica:

¿Sirve mejor al socialismo aquel que se calla ante los crímenes del estalinismo, dejando así que se con­firme la visión del socialismo que dan sus enemigos? ¿O es más positivo que sean los propios comunistas quienes con audacia, analicen abiertamente los errores del pasado con el objetivo de corregirlos, y ganar así, o recuperar, la confianza de las masas? No me parece justa esa idea tan arraigada entre muchos comunistas de que «más vale lavar la ropa sucia en casa…». Hay que plantear los problemas ante las masas, tener con­fianza en ellas, en el socialismo y en sus ideas…

Praga, mayo de 1970. El proceso de «normalización» prosigue. Los dirigentes de la «primavera» son desti­tuidos, expulsados del Partido, después de haber sido obligados a hacerse la autocrítica. Se comienza a ha­blar de procesos políticos/ La confesión es la forma superior de la autocrítica…» decía un inquisidor de los años 50. .El Ejército Rojo, los liberadores de anta­ño, ocupa con 100.000 hombres el pequeño territorio checoslovaco. En las calles de Praga, todavía se puede leer: LENIN, DESPIERTA. ¡SE HAN VUELTO LOCOS!

Los nuestros: Alberto Aranda (Wilebaldo Solano, 1997)

Semblanza publicada originalmente en Iniciativa Socialista nº 45, junio de 1997, e incluida en el libro de Wilebaldo Solano El POUM en la historia

El 6 de abril falleció en Madrid, donde vivía después de un largo exilio en Francia, Alberto Aranda, obrero mecánico del «Metro» madrileño y militante ejemplar del POUM. Tenía 92 años y nos parecía que iba a seguir viviendo porque su sola presencia, cordial y estimulante, nos impresionaba a todos sus amigos y compañeros. Hablar y bromear con Aranda era siempre un placer. Como lo pudimos comprobar, una vez más, en los actos que se realizaron en Madrid en Junio de 1995 para celebrar el triunfo de Tierra y Libertad, el magnífico film de Ken Loach.

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Entrevista a Juan Carlos Arce (diario La Verdad)

«Nin murió por intentar decir que en la izquierda era posible decir libertad»

Entrevista a Juan Carlos Arce

Por Ana Martínez  Artículo publicado originalment en el periódico La Verdad

Todos estuvieron implicados: quienes ejecutaron las órdenes, la policía, los dirigentes de los partidos, algunos ministros del gobierno Negrín, e incluso el propio Negrín. Todos estuvieron implicados en el secuestro, tortura y asesinato del líder revolucionario Andreu Nin, y en el calculado hundimiento del Partido Obrero de Unificación Marxista, fundado el 29 de septiembre de 1935 en Barcelona. Setenta y tres años después, el escritor albacetense Juan Carlos Arce novela, en una nueva propuesta literaria, el asesinato de Andreu Nin. La noche desnuda será presentada esta tarde, en la Librería Popular, dentro de una nueva cita organizada por el Aula de Cultura de La Verdad.

-Novela de ficción o relato histórico.

-La noche desnuda es una novela y no un libro de historia; es un relato donde hay un ejercicio de imaginación, ficción y hechos reales.

-La novela está basada en el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) y se centra en el asesinato de su fundador Andreu Nin. ¿Cómo llega hasta este
personaje para novelarlo?

-A mí me interesaba la figura de Andreu Nin porque revela una contradicción muy interesante: a Andreu Nin lo mataron los comunistas por la voluntad de Stalin y él era comunista, por lo tanto me parece una contracción suprimir una figura como la de Nin en plena guerra civil. Parece que los partidos de izquierdas se dedicaron a eliminarse unos a otros en lugar de luchar contra el enemigo común que era el fascismo. Los hechos también revelan que hubo una segunda guerra civil en la retaguardia, es decir, en la zona republicana, una guerra sobrepuesta a la guerra civil donde disidir se pagaba con la muerte. Me pareció muy interesante, porque la muerte de Nin en realidad produce una quiebra ideológica en la República. A partir de ese momento, las personas empiezan a desconfiar de las ideas, de las personas y de la lucha misma, porque empiezan a darse cuenta de que, delante estaban los fascistas, pero detrás también había asesinos capaces de suprimirte por
pensar de otra manera.

-¿Quiere decir que en la propia izquierda había muchas fisuras?

-El Partido Comunista era el intérprete de la voluntad de Stalin, quien no es un campeón de los Derechos Humanos y, por tanto, había comunistas, hombres de izquierdas, que estaban en oposición a los dictados de Stalin. Eso significaba que en la propia izquierda había una brecha entre quienes se consideraban una izquierda democrática y libre, y quienes pertenecían a la izquierda del Partido Comunista, basada en la voluntad del monstruo de Stalin.

-¿Y por qué centra su última novela exactamente en el asesinato de Andreu Nin?

-Me interesó porque Nin era un revolucionario, probablemente el más preparado de los que ha habido, no sólo en la época, sino también después. Hablaba y escribía en seis idiomas, era traductor, llegó a ser conseller de Justicia de la Generalitat , todo eso sin un duro. A mí me parece que fue una figura fascinante que murió con 45 años por intentar decir que también en la izquierda era posible decir libertad.

-En la portada del libro que presenta hoy se lee textualmente «La novela que descubre toda la verdad sobre la voladura del POUM y el asesinato de su dirigente, Andreu Nin». ¿La historia ha tratado de ignorar o tergiversar lo que ocurrió con este partido marxista?

-Claro, después de la muerte de Nin había que suprimir a todos los demás, empezando por el comité ejecutivo del POUM. Se declaró ilegal el partido y para hacer eso se montó un proceso judicial con apariencia de justicia, pero que en realidad era una comedia, para imputar al POUM todos los males del mundo, incluidos que eran espías de Franco, a sueldo de Hitler, que eran fascistas y, por tanto, espías infiltrados. Al declararse ilegal el partido fueron juzgados por espionaje, lo que revela que el sistema en los asesinatos de Stalin siempre era el mismo: primero hay un desprestigio social lleno de calumnias, de imputaciones, de mentiras , después se va a la eliminación física y después se cubre todo con olvido para que ni siquiera parezca que han vivido. Esta es la historia, porque efectivamente el POUM no
levantó cabeza desde entonces, sus pocos militantes que quedaban después de la guerra estuvieron en el exilio y no pudieron recomponer el partido. Fue por tanto una voladura calculada.

-¿Con esta novela cree que se le hace justicia a Andreu Nin?

-No, yo lo único que he escrito es una novela para que la gente se entretenga y tenga un fondo histórico, pero yo no pretendo hacer justicia con nada ni con nadie.

-¿Ha recibido alguna crítica desde Cataluña teniendo en cuenta que Nin era de esta comunidad autónoma y ahora se lo disputan socialistas y nacionalistas?

-Este personaje importa mucho en Cataluña porque nació allí, porque los hechos ocurrieron allí y es cierto que es menos conocido fuera de Cataluña. No he recibido críticas, sino alguna que otra felicitación por la elección del tema, que parece ser que ha interesado.

-¿Es usted rata de archivos históricos y bibliotecas a la hora de documentar la novela?

-Bueno, deliberadamente nunca utilizo demasiada documentación, sólo la necesaria para plantear la época, porque si miro mucha documentación entonces empiezo a tener un montón de datos, y los datos tienen un peso y el peso acaba con la imaginación. Para mí es bueno tener zonas de sombra e, incluso, aprender cosas de la época y olvidarlas para tener capacidad de escribir una novela, sino acabas haciendo una crónica o un libro histórico.

-¿Le acompaña la inspiración?

-Escribir es oficio, dedicación, voluntad y técnica.

-Ya, pero siempre hay un pequeño germen como inicio de la historia que se quiere desarrollar.

-Cuando escribo es porque me gusta escribir, porque quiero explicarme el mundo, porque me apetece, porque es una de mis aficiones, pero olvide la idea de que quiera hacer justicia o decir cosas importantes. Un día me dijeron «es que tú dices cosas importantes en los libros». Pues nada más lejos de esto, las cosas importantes las dice el Papa, los banqueros, los ministros , pero yo no hago nada importante, sólo escribo literatura para ir andando.

-Y lo hace pensando en el lector o en sí mismo.

-Yo siempre escribo pensando en el lector, lo que quiero es que se lo pase bien, por eso hago novelas muy amenas.

-Usted es abogado de profesión, ¿le es fácil compatibilizar pleitos con escritura?

-Para mí ser escritor es un oficio más. Soy un trovador de muchos balcones, hay actividades que son complementarias y las compatibilizo muy bien, porque si yo tuviera que vivir de lo que escribo tendría que escribir lo que se  vende, lo que está de moda, ver por dónde gira la rosa de los vientos de los intereses de los lectores, de modo que teniendo una profesión que me da de comer, puedo ser independiente como artista que es una cosa que me parece más interesante.

-Usted es de los que opina que a las editoriales sólo les interesa las modas literarias.

-El mundo de las editoriales me pilla de lejos porque sólo trato con ellas para vender la novela, pero es cierto que se edita mucho más de lo que se puede leer, hay una inflación editorial enorme, sacan libros que duran cuatro días, tiradas pequeñas Antes cuando un escritor escribía un libro tenía mucho cuidado de lo que opinara el público y lo que dijera la crítica; ahora cuando un escrito publica un libro el que tiene que tener mucho cuidado es el lector.

Mis memorias (Aquilino Moral)

Aquilino Moral es una figura muy importante del movimiento obrero asturiano, cuya historia a lo largo del siglo veinte está estrechamente unida a su vida. Aquilino fue un gran dirigente histórico de la CNT, a la cual perteneció hasta su muerte. También estuvo vinculado al Bloque Obrero y Campesino y al POUM, con el mantuvo una importante colaboración durante la dictadura franquista. Para la Fundación Andreu Nin es un gran honor poder publicar estas memorias como forma de rendirle un merecido homenaje.

El texto de Aquilino tiene la forma y la naturalidad propia de un obrero autodidacta. La actual edición digital mantiene la vivacidad expresiva del autor, habiendo efectuado las correcciones estilísticas que se han considerado imprescindibles para facilitar su lectura, sin afectar a su contenido y sin que se perdiera, en ningún momento, su tono original. Las modificaciones introducidas por el editor aparecen entre corchetes. También se han incluido algunos títulos adicionales respecto de fragmentos de las memorias.

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