Política y estrategia en el marxismo de Trotski (Juan Manuel Vera, 2022)

Este texto forma parte del libro Contra las oligarquías (Juan Manuel Vera, 2022)

La figura de Trotski tiene muchas facetas. Fue un dirigente revolucionario en 1905. En el proceso posterior a febrero de 1917 se convirtió en uno de los organizadores de la toma del poder por el partido bolchevique en octubre. Compartió con Lenin el gobierno en los primeros años del poder soviético. Se le recuerda históricamente como el más importante opositor a la consolidación del poder de Stalin y, también, como un notable escritor. En la última década de su vida intentó desesperadamente construir una alternativa internacional del marxismo revolucionario frente al estalinismo.

Continuar leyendo «Política y estrategia en el marxismo de Trotski (Juan Manuel Vera, 2022)»

Un siglo después (1917-2017): un legado entre escombros (José Luis Mateos, 2017)

 

Nadie consideraría razonable condenar la Revolución francesa por la evolución de la sociedad capitalista. En cambio, sí es habitual desacreditar la Revolución rusa desde los escombros dejados por el socialismo real, esa construcción política recreada por el estalinismo.

Continuar leyendo «Un siglo después (1917-2017): un legado entre escombros (José Luis Mateos, 2017)»

El socialismo británico de Orwell (Juan Manuel Vera, 2022)

Este texto forma parte del libro Contra las oligarquías (Juan Manuel Vera, 2022).

Orwell era un rebelde. Y como tal, nunca le importó la posibilidad de quedarse aislado defendiendo ideas que consideraba justas, ya fuera frente a la opinión general o a la de los intelectuales de la izquierda.

Continuar leyendo «El socialismo británico de Orwell (Juan Manuel Vera, 2022)»

El camino a Wigan Pier. Orwell, 120 aniversario (Jesús Jaén Urueña, 2023)


George Orwell ha sido y es una de las grandes referencias de la lucha contra todo tipo de totalitarismos, ya fueran regímenes capitalistas o los mal llamados comunistas. Sus novelas: Rebelión en la granja o 1984 siguen siendo leídas por millones de personas de todas las edades. Esta reseña es un pequeño homenaje a una personalidad única. Orwell nació el 25 de junio de 1903. Fue novelista, ensayista y periodista. El camino a Wigan Pier es una crónica personal que hizo en 1936 unos meses antes de marchar a España para combatir en el frente junto con otros brigadistas de las columnas del POUM. En El camino a Wigan Pier Orwell se adentra en el mundo de la clase obrera del norte de Inglaterra; en las minas, en sus hogares, en las fábricas y acaba con unas reflexiones sobre lo que él entiende por socialismo.

Orwell no era marxista, ni siquiera -creo- era un socialista racionalista como muchos intelectuales de su época. El socialismo que defendió a lo largo de toda su vida era poderosamente crítico, intuitivo, emocional y profundamente humano. Por lo tanto, no busquemos en Orwell el rigor del marxismo o el academicismo de un socialista materialista. Para él, la esencia del socialismo eran valores que en El camino a Wigan Pier sintetiza como la Justicia y la Libertad. Sus conceptos: socialismo, democracia, libertad, fraternidad e igualdad son muy personales; no están en los manuales de la época ni en la literatura marxista. Su preocupación por las condiciones de vida y trabajo de las clases obreras forma parte de la tradición de los mejores historiadores ingleses: E. P. Thompson, Eric Hobsbawm o anteriormente John Lawrence y Bárbara Hammond (Barbara Bradby).

El camino hacia el socialismo, dice Orwell, es imposible sin la rama principal sobre la que se asienta, que es la democracia. Por eso critica al comunismo (el Estado soviético) de vivir con los ojos pegados a los datos económicos, presuponiendo que el hombre no tiene alma e… instalados en una “utopía materialista”. El desencanto de Orwell con los socialistas aburguesados británicos se transforma en un alegato implacable contra el régimen de Stalin, al que compara con los fascismos en España e Italia o con el nazismo de Hitler. De esa intuición, doce años después, nacieron sus dos grandes novelas: Rebelión en la granja y 1984 pero también una cantidad importante de ensayos como ¿Qué es el socialismo? escrito en 1946.

Orwell tenía una personalidad pragmática pero no concibe el socialismo como la electrificación con soviets (como dijo Lenin), y mucho menos ¡sin soviets! (como impondría Stalin); prescindiendo de la libertad y de la democracia no se avanza al socialismo, sino a la dictadura como quedó demostrado a lo largo de todo el siglo XX.

También Orwell apunta a una reflexión importante, cuando en El camino a Wigan Pier señala que el socialismo es una doctrina nacida de la industrialización y que necesita un nivel muy alto de mecanización (al menos similar al de EEUU en esos momentos). Una reflexión muy actual, a tenor de la crisis climática que estamos viviendo en el siglo XXI. De ahí no solo la responsabilidad de EEUU, Gran Bretaña, Alemania, Japón, etc., sino también de los países que se dijeron “socialistas”, como la URSS o China. Esto nos llevaría a preguntarnos si el centro de la ruptura con el modelo capitalista es solamente la estructura económica o, por el contrario, llegar a superar una civilización material basada en la reproducción social de todos los valores precedentes.

Esa búsqueda de Orwell por un socialismo humano (de y para la humanidad), a la que hoy deberíamos agregarle la dimensión ecológica y feminista, es poderosamente auténtica y libre de esquematismos. Es verdad que en Orwell podemos encontrar errores conceptuales, desatinos, desconexiones, irreverencias o incluso groserías (como cuando insiste en el olor insoportable de todo lo que rodea a la miseria de las clases obreras del norte de Inglaterra); pero todo su ensayo (El camino a Wigan Pier) tiene el mérito impagable de la autenticidad construida por una vivencia personal. La misma con la que escribió Homenaje a Catalunya tras los sucesos de mayo de 1937 en Barcelona.

En esa autenticidad vivida como sujeto, ya sea en las minas de Durham o en las trincheras de Teruel, Orwell se mueve como pez en el agua. Es un narrador excepcional, realista y en su fría apariencia, resulta más que convincente: sensible a las pasiones y sufrimientos humanos. Como cuando describe desde el vapor de un tren en marcha hasta una joven mujer obrera de tan solo veinte y cinco años, pero que por sus rasgos físicos castigados por el trabajo y los abortos realmente representaría unos cuarenta.

Orwell nunca engaña al lector. Se considera un inglés de clase media aceptado más o menos por esos obreros del norte. No idealiza a la clases trabajadoras, pero no se sitúa por encima de ellas como la mayoría de los intelectuales socialistas de su época. Hacia ellos descarga toda su ironía: “barbudos, bebedores de zumos”, que utilizan un léxico alejado del lenguaje de las clases a las que dicen representar. Haciendo gala de su fina ironía cuenta una anécdota de la Historia de la Comuna escrita por Lissagaray. Las autoridades estaban fusilando a los cabecillas, y como no sabían quienes eran los iban eliminando basándose en el principio de que los jefes de la revuelta serían los que pertenecían a las capas más altas o los más cultos: “A un hombre lo fusilaron porque llevaba un reloj. A otro porque tenía cara de inteligente. No me gustaría que me mataran por tener cara de inteligente, pero sí estoy de acuerdo en que prácticamente en todas las revueltas los líderes serían aquellos que supieran pronunciar todas las letras” (El camino a Wigan Pier).

Mayo 2023

Entrevista a Juan Manuel Vera. “El igualitarismo ya no encuentra en el eje izquierda-derecha una formulación adecuada” (Nuria de Viso, 2022)

 

Nuria del Viso Pabón es miembro de FUHEM Ecosocial y editora de la revista PAPELES. Entrevista publicada en el número 158 de la revista PAPELES, 2022.

En un contexto de élites saludables y hercúleas oligarquías reflexionar sobre los valores de la democracia libertaria y antioligárquica en el presente, sin renunciar a sus raíces históricas, es una necesidad inaplazable. A esta tarea dedica Juan Manuel Vera su ensayo Contra las oligarquías, que examina el papel de los movimientos sociales en la transformación de este presente. Juan Manuel Vera, economista especializado en la lucha contra el fraude fiscal, ha publicado numerosos textos sobre temas históricos, políticos, tributarios y sociales y es uno de los máximos divulgadores en España del pensamiento de Cornelius Castoriadis. En esta entrevista conversamos sobre los problemas que han motivado su libro y sobre los elementos que han confluido para alimentar los distintos malestares contemporáneos.

Continuar leyendo «Entrevista a Juan Manuel Vera. “El igualitarismo ya no encuentra en el eje izquierda-derecha una formulación adecuada” (Nuria de Viso, 2022)»

Orwell: un socialista incatalogable (Pepe Gutiérrez-Álvarez)

En una breve información biográfica escrita en 1940, en la que se habla menos de política y más de lo cotidiano, Orwell nos ofrece el siguiente autorretrato de los cuatro últimos años de aquella década infame:»…Serví durante cuatro meses en el frente de Aragón, en las milicias del POUM, donde fui seriamente herido, pero felizmente sin consecuencias ulteriores. Después, al mar­gen de un invierno que pasé en Marruecos, no puedo afir­mar honestamente que haya hecho otra cosa más que escribir libros, criar gallinas y hacer hervir las legumbres. Lo qué he descubierto en España y lo que he visto a con­tinuación sobre el funcionamiento de los partidos políticos, me ha provocado gran horror por la política. Fui durante un tiempo miembro del Partido Laborista Independiente (ILP), pero lo abandoné al comienzo de esta guerra, ya que consideré que lo que decían no tenía sentido y que su línea política no podía hacer las cosas más fáciles a Hitler. Soy profundamente “de izquierdas”, pero pienso que un escri­tor no puede mantener su honestidad mas que quedando al margen de las etiquetas de los partidos. Continuar leyendo «Orwell: un socialista incatalogable (Pepe Gutiérrez-Álvarez)»

¿Qué entiendo por socialismo? (Jesús Jaén, 2021)

Publicación original en Trasversales, 2001.

En los debates de Putney, el coronel Thomas Rainsborough, jefe de los Levellers (Niveladores), contestando a Oliver Cromwell dice: “Ningún hombre ha nacido esclavo. El campesino es tan libre como el príncipe porque cuando nació no llevaba puesto zuecos en los pies, ni una silla en la espalda; de la misma manera que el hijo del rey no llevaba una corona sobre la cabeza. Somos por nacimiento igual de libres y como tales, tenemos el poder de elegir gobierno por el que queremos ser representados….”

The Levellers: Los debates de Putney.En las raíces de la democracia moderna, Capitan swing, 2010

I

Reflexionando sobre el socialismo, Perry Anderson escribió en “Los fines de la Historia” un artículo donde abría cuatro hipótesis sobre el futuro del socialismo. Todas ellas trataban sobre la posibilidad de que experiencias anteriores a las revoluciones del siglo XX pudieran proyectarse en el futuro. La de los Jesuitas en Paraguay, la de los Levellers en la revolución inglesa, la de los jacobinos en 1789 o la del liberalismo del siglo XIX. Anderson señalaba la gran diferencia entre la fundación del socialismo en el siglo XIX (impregnado por la experiencia jacobina y el socialismo utópico) y la escasa continuidad que hubo entre las revoluciones de 1642 y 1789. Finalmente se preguntaba si los fracasados proyectos del llamado “socialismo real” podrían ser un punto de partida para la renovación de un nuevo socialismo.

Han transcurrido ya dos décadas del nuevo siglo. Las preguntas de Anderson siguen en el aire. En los últimos veinte años la revolución bolivariana en Venezuela concitó a sectores de militantes latinoamericanos. Las ilusiones por un nuevo socialismo del siglo XXI fueron muchas. Pero como ya ocurriera en los países del Este y Rusia, la experiencia ha fracasado en medio de una grave crisis económica, corrupción del régimen y limitaciones a los derechos democráticos. Hace unas semanas, el último bastión del socialismo de estado y nacional, Cuba, vivió un estallido de movilizaciones en las calles exigiendo medidas eficaces contra la pandemia y suministros básicos. La revuelta fue reprimida de manera implacable. ¿Es esa la respuesta del socialismo real -y tristemente existente- a las demandas de igualdad y libertad de sus ciudadanos?

En China en los años 70 se inició un camino hacia la restauración capitalista plena. El modelo más seguro elegido por la nomenklatura del Partido Comunista fue una superestructura política en forma de dictadura y unas bases económicas mixtas donde el desarrollo del capital privado se combina con el monopolio del estado a la hora de tomar decisiones de gran calado como, por ejemplo, dónde, cuánto y quiénes tienen derecho a invertir. El éxito económico del modelo chino no tiene secretos, está basado en una incorporación de millones de trabajadores del campo a la industria y en una mano de obra superexplotada. Algo que recuerda a las condiciones sociales que sufrió el proletariado en Inglaterra durante la primera revolución industrial. ¿Es eso el socialismo?

Los posibles escenarios propuestos por Anderson, basados en la continuación de algunas de las experiencias históricas de los últimos quinientos años, probablemente no sucederán. Los cambios a nivel de las tecnologías hacen presagiar un mundo muy diferente. El socialismo obsoleto y desgastado, como el mundo, debería ser transformado.

Es muy difícil que la humanidad en su conjunto pueda escaparse a la emergencia climática y, por lo tanto, creo que ese será (o debería ser) el nuevo impulso del socialismo. Un socialismo íntimamente unido a las luchas para evitar cambios intolerables en el planeta; pero que ofrezca, al mismo tiempo, una perspectiva de igualdad y libertad que hoy no tenemos. Mientras tanto ¿qué pasará con el capitalismo? Su capacidad de adaptación a lo largo de la historia es indiscutible. El capitalismo se ha mostrado como un sistema adaptable y dinámico.

¿Qué clases o qué sectores de la población mundial pueden estar más interesados en luchar por las ideas del socialismo? Sin descartar ninguna hipótesis, creo que las mujeres a nivel mundial van a ser el sujeto transformador más importante. Ya lo están siendo en los comienzos del siglo XXI. Si la mujer va ganando batallas al patriarcado y al capitalismo pueden ser la luz que vaya iluminando la lucha por un socialismo renovado.

II

La primera revolución socialista en el mundo triunfó en un país atrasado. Rusia era un inmenso continente donde se combinaba la industria capitalista en los centros urbanos y una servidumbre feudal en el campo. Los bolcheviques llegaron al poder y afrontaron un país agotado por la guerra y el inicio de una nueva guerra civil contra los ejércitos blancos. Es más que discutible que la idea de Lenin fuera avanzar en Rusia más allá de lo que podría llamarse un capitalismo de estado. Así mismo, el marxismo ruso provenía -como casi todos los componentes de la II Internacional- de una tradición socialista jacobina y profundamente estatalista (a diferencia de las corrientes anarquistas y sindicalistas revolucionarias de fuerte implantación en España, Rusia e Italia).

Los bolcheviques eran revolucionarios firmemente convencidos de que el futuro de su revolución estaba en manos de la revolución europea y que, para sobrevivir, solo les quedaba el impulso -aun mayor- del estado. La dinámica de los acontecimientos fue haciendo que ese jacobinismo estatalista se convirtiera en una nueva máquina de terror “rojo”, no solo contra sus oponentes políticos, sino contra ellos mismos y sectores cada vez más grandes de la población. Ese fue el comienzo del fin del bolchevismo y del gobierno revolucionario. La era de Stalin (contrarrevolución burocrática o Termidor) se inicia a partir de 1928 y tiene su auge en los años treinta con la deskularización y las grandes purgas. La teoría del socialismo en un solo país es su fuente teórica.

Una teoría que han utilizado los epígonos del estalinismo a lo largo del siglo XX. Trotsky la denominó una utopía reaccionaria porque tiene resultados catastróficos y abandona la lucha por la revolución internacional. En el terreno de la economía mundial los países capitalistas avanzados tienen el dominio de los mercados y una mayor productividad en el rendimiento del trabajo. El capitalismo es un sistema mundial basado en una competencia feroz de capitales en donde la subsistencia o la ganancia forman parte de una lucha diaria. Los países rezagados o atrasados no tienen ninguna posibilidad de acceder a un modo de producción o distribución socialista porque están sumidos en un desarrollo de las fuerzas productivas mucho menor. Estas, a su vez, han rebasado las fronteras nacionales.

Esa es la razón por la que ningún país del mundo, y en los días recientes una pequeña isla como Cuba, puede escapar a la competencia capitalista en razón de precios, productividad del trabajo y tecnología. Si no se empieza por reconocer esta evidencia empírica y científica, lo único que queda es una retórica nacionalista, edulcorada con fraseología revolucionaria y una vida diaria en donde la población sufre las desigualdades sociales y la falta de libertades.

III

El siglo XX no fue el siglo del socialismo como se preveía, sino de las guerras mundiales, el genocidio nazi y las mayores infamias a cargo de sátrapas de los cinco continentes. Una generación de marxistas, anarquistas o socialistas fue exterminada o desapareció de la faz de la tierra. Nada ha vuelto ni creo que volverá a ser igual.

Hubo muchas razones objetivas y subjetivas para que todos los acontecimientos del siglo XX se desarrollaran de esa manera y no de otra. Voy a dar una opinión con las debidas precauciones. Creo que el propio marxismo oficial, salvo contadas excepciones, adquirió un desarrollo doctrinario como si fuera una religión de estado. Eso le separó de sus raíces como ideología que pretendía criticar el modo de producción capitalista levantando la bandera del comunismo. La crítica de Marx al capitalismo no se limitaba a denunciar la explotación y la extracción de una plusvalía al trabajador, sino también el fetichismo de la mercancía y la alienación del ser humano. Esta idea central (rescatada más recientemente por algunos marxistas) podría haber corregido la visión economicista y vulgar de una gran parte de los marxistas del siglo XX, lo que en el caso de la URSS derivó en esa monstruosa parodia socialista que fue el stajanovismo.

En segundo lugar, creo que ese carácter semi-religioso otorgó a la clase obrera un lugar como sujeto portador de una nueva sociedad que, en principio, no se ha verificado. Una de las críticas más lúcidas que he leído en este sentido ha sido la del profesor marxista alemán Michael Heinreich que ha dicho: “El hecho de que una parte del proletariado se haya orientado en una dirección revolucionaria siempre ha sido, pues, un fenómeno transitorio”…. “Todos los miembros de la sociedad burguesa están sujetos al fetichismo de las relaciones sociales. Este fetichismo se plasma en formas de pensamiento objetivas, que estructuran la percepción de todos los miembros de la sociedad. Ni los capitalistas ni los trabajadores tienen una posición privilegiada para escapar al fetichismo”.

Si una de las supuestas bases científicas del “socialismo científico” era el lugar que ocupaba la clase obrera dentro del proceso de producción capitalista, situándolo en el centro (sujeto) de la revolución socialista, deberíamos empezar por reconocer que esto no fue así a excepción de un período histórico y en determinados sectores de esas clases. Todo lo contrario, las clases trabajadoras a nivel mundial han sido integradas tanto a los procesos de producción como a sus formas culturales. Solo así se puede explicar décadas de estabilidad capitalista en los países más adelantados. El impacto de esta integración dejaría sin materia prima revolucionaria a los marxistas durante décadas. El proletariado de los países adelantados se fue asimilando hasta creerse que era una nueva clase media. Una “clase” que no se reconocía a si misma en el proceso de producción pero si en el consumo.

En las últimas décadas el capitalismo además de integrar a numerosos sectores de las clases asalariadas a nivel mundial ha desarrollado, objetivamente, un imparable proceso de desintegración de todas las clases (con la excepción de los ricos más ricos). Aunque la cifra de trabajadoras y trabajadores a nivel mundial es cercana a los 3500 millones, estos no guardan apenas parecido con la formación de la clase obrera de los siglos XIX y XX. ¿Hemos entrado -como diría Thompson- en el siglo de la multitud, la revuelta y los motines?

IV

¿Qué es el socialismo? Esta, ha sido una pregunta recurrente a lo largo de la historia. Hay posibles y diferentes enfoques, el mio está mucho más próximo a lo que expresaron por ejemplo Victor Serge, George Orwell o William Morris. Un socialismo que entroncaría más, por ejemplo, con las corrientes anarquistas-libertarias o sindicalistas revolucionarias de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX que con los marxismos oficiales u otra variantes estructuralistas como Althusser.

Un socialismo que si quiere sobrevivir tendrá que reformularse en la era de la emergencia climática y el ascenso social de la mujer. Un socialismo cuyo motor económico y político no sería la hipertrofia del Estado, sino el desarrollo de organizaciones de productores asociados y organizados según las posibilidades tecnológicas y el ámbito espacial sobre el que pudiera construirse.

Hace más de setenta años cuando la revista Monthly Review le pidió a Albert Einstein un artículo sobre lo que él entendía por socialismo, éste, como no podía ser de otra manera, escribió en unas cuantas páginas una obra para la posteridad. Para Einstein, el socialismo no es tanto una ciencia ni una organización social completamente dibujada y perfecta, sino:

El socialismo está guiado por fin ético social. La ciencia sin embargo no puede establecer fines e inculcarlos en los seres humanos; la ciencia puede proveer de medios con los que lograr ciertos fines. Pero los fines por sí mismos son concebidos por personas con altos ideales éticos y -si estos fines no son endebles, sino vitales y vigorosos- son adaptados y llevados adelante por muchos seres humanos quienes de forma semi-inconsciente, determinan la evolución lenta de la sociedad.”

Creo que el primer y principal impulso de lucha por el socialismo no es un modelo abstracto (como sería la sociedad en un futuro) que, hoy por hoy, es inimaginable excepto para esos directores de cine especializados en películas distópicas. No, el principal impulso es la lucha misma y en la medida de lo posible, hacer sentir en cada una de esas acciones de mujeres y hombres en lucha la importancia de unos valores universales como la libertad y la igualdad o la fraternidad. Unos valores que no pueden esperar al socialismo (porque además no tenemos certeza alguna); sino que deben vivirse y lucharse desde ya mismo. En Cuba la lucha por el socialismo no es apoyar el régimen sino a la gente que se moviliza. En Afganistán la lucha por el socialismo lo representan las mujeres de todo el mundo contra el abyecto dominio del Talibán. No se trata solo de una confrontación política, se trata de una confrontación moral entre la igualdad y la desigualdad, el burka y la libertad.

V

Karl Marx representa un componente necesario en la comprensión y en la lucha por el socialismo internacional. Pero no el único. Mientras el marxismo resaltó o puso el énfasis en los factores económicos, otras corrientes como los anarquistas dieron enfoques más cercanos también al desarrollo del individuo. Un enfoque compartido por algunos humanistas como Oscar Wilde en los últimos años de su vida.

Aparentemente podría tratarse de una contradicción entre la igualdad y la libertad. Si bien es cierto que no fue esa la intención del movimiento marxista, tampoco podemos ignorar que fue desde sus filas desde donde se desarrollaron las corrientes con mayor influencia jacobina y estatalista. Y que los graves enfrentamientos entre comunistas y anarquistas no fueron simplemente verbales como lo demuestran las terribles experiencias de Kronstadt y Mayo del 37.

Por eso no es de extrañar que entre las corrientes más críticas del marxismo se encuentren el socialismo libertario y el humanismo socialista. En los momentos mas brutales del estalinismo se alzaron numerosas voces críticas. Me parece importante que se resalten dos de esas voces que fueron críticas incluso con los críticos, como fue el caso de Victor Serge con Trotsky y el de Orwell con el totalitarismo estalinista.

La definición de socialismo debería tender a poner el acento más que sobre la organización económica, sobre la organización política y jurídica, es decir sobre los derechos de las personas (problema de la libertad).” (Serge).

Por otra parte, otro socialista como Orwell, puso el foco en la lucha contra la burocratización. En un folleto titulado ¿Qué es el socialismo? dice:

¿Puede haber socialismo sin libertad, sin igualdad, sin internacionalismo? ¿Seguimos aspirando a la fraternidad humana universal o debemos conformarnos con un nuevo tipo de sociedad de castas en la que renunciemos a nuestros derechos individuales a cambio de la seguridad económica?”.

VI

No veo la lucha por el socialismo como una utopía para la posteridad. Creo que debe ser parte de nuestro accionar diario. El concepto de utopía, tal como lo entiendo, nos lleva al idealismo o la espiritualidad (al reino de los cielos como en la Edad Media). Las comunidades primitivas cristianas, los seguidores de Thomas Münzer o las sectas milenaristas (amaurianos, flagelantes, cátaros , valdenses…) no luchaban por un reino en la tierra sino en el cielo. La mística de la religión debería ser ajena a los valores del socialismo. Nosotros no creemos en la redención ni la salvación del alma, sino en la vida y la felicidad de los seres humanos aquí en la tierra.

En los siglos XVII y XVIII los Levellers y sans culottes atacaron mucho más a una sociedad de privilegios que a la esencia de la propiedad privada de los medios de producción. Tal es así porque el capitalismo aún no se había desarrollado lo suficiente, y también, en el caso de girondinos o jacobinos, porque ellos mismos eran ciudadanos libres que comenzaban a ser parte de un nuevo régimen social basado en el desarrollo capitalista. La utopía relativa de éstos, como diría Albert Camus, estaba en la tierra y muy por debajo de los campesinos que siguieron a Münzer.

Sin embargo en el siglo XX la lucha por el socialismo siguió otras pautas muy distintas (lo que no quiere decir que sea la única posible). La revolución es inevitable ante la concentración ilimitada de los medios políticos y económicos en manos de unas élites. Las dificultades para que esta sociedad capitalista pueda ser transformada positivamente por la acción humana es el mayor desafío en la historia de la civilización. Sin embargo merece la pena intentarlo. La naturaleza humana no es la culpable de nuestros males ni del capitalismo; sino la organización social de la que nos hemos dotado. Conseguir cada día un mundo más humano y ecológico, más feminista e igualitario, más libre y solidario, no es una utopía irrealizable sino la fuerza impulsora de nuestros actos.

BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA

1.- Los Levellers. Los debates de Putney. Capitán Swing

2.- Perry Anderson. Los fines de la historia. Anagrama.

3.-Orwell. 1984. Debolsillo.

4.- Trotsky. La revolución traicionada. Fontamara.

5.- Robert Bremmer. El debate Bremmer. Crítica.

6.- Michael Heinreich. Crítica a la economía política. Guillermo Escolar.

7.- Orwell. ¿Qué es el socialismo? Ensayos. Debolsillo.

8.- Victor Serge. Necesidad de renovación del socialismo. Base.

9.- Oscar Wilde. El alma del hombre bajo el socialismo. Obras completas. Aguilar.

10.- Albert Einstein. ¿Por qué el socialismo? Monthly Review.

Progreso destructivo: Marx, Engels y la ecología (Michael Löwy, 2003)

¿En qué medida el pensamiento de Marx y Engels es compatible con la ecología moderna? ¿Puede concebirse una lectura ecológica de Marx? ¿Cuáles son las adquisiciones del marxismo indispensables para la constitución de un ecosocialismo a la altura de los desafíos del siglo de XXI? ¿Y qué concepciones de Marx requieren una «revisión» según estos requisitos? Las notas breves que siguen no tienen la ambición de contestar estas preguntas, sino sólamente de poner algunas orientaciones para el debate.

Continuar leyendo «Progreso destructivo: Marx, Engels y la ecología (Michael Löwy, 2003)»