«La dirección del Partido oficial (el PCE) no ha hecho nada absolutamente por crear en Vasconia, en Galicia y en Andalucía un movimiento de independencia nacional íntimamente ligado a la clase obrera revolucionaria (…) Nosotros somos partidarios ardientes de la independencia de Cataluña, de Euskadi, de Galicia, de Andalucía, etc. La burguesía no ha podido hacer la unidad ibérica. Ha mantenido la cohesión mediante un régimen de opresión constante. España, que no es una nación sino un Estado opresor, debe ser be ser disgregada». Carta abierta de la Federación Comunista Catalano-Balear al Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, La Batalla, 1 de Mayo de 1931.
[Citada en Grandizo Munis, «Jalones de Derrota, Promesa de Victoria. Critica y Teoría de la Revolución española (1930-1939)», Zero Zyx, Madrid, 1977, pags. 70-71; Víctor Alba, «Dos Revolucionarios: Andreu Nin y Joaquín Maurin», Madrid, 1975, Págs. 133-134; Andrew Charles Dugan, «BOC 1930-1936, El Bloque Obrero y Campesino», Laertes, Barcelona, 1996, pag. 105]
La cita anterior no pretende en absoluto describir cual fue la posición del POUM sobre la cuestión nacional en general y la andaluza en particular.
De hecho, las brillantes intuiciones políticas que contenía este documento de 1931 -cronológicamente el primero que conocemos expresamente favorable a la independencia andaluza- quedaron sin continuidad. Hecho publico sólo quince días después de las proclamaciones de la República Catalana -reconvertida por Macià en Generalitat autónoma- y de la II República Española, sus posiciones fueron pronto matizadas en junio de 1931 por la FCC-B a traves de su líder y portavoz Joaquim Maurin, en un sentido favorable a la «separación para la libre unión». Las referencias al problema nacional de Andalucía desaparecieron de los textos de la FCC-B y de sus sucesores, Federación Comunista Ibérica y Bloque Obrero y Campesino; ausencia a la que quizá coadyuvaron tanto su evolución general en esta cuestión como su carencia de implantación en nuestra Nación así como las debilidades políticas del movimiento andalucista histórico de Blas Infante. El BOC, presente básicamente en Cataluña -donde era la principal fuerza política socialista y competía con ERC y CNT- centró lógicamente desde 1932 su atención en este tema en la elaboración de sucesivas actualizaciones tácticas ante la cuestión catalana, al hilo de la complejísima evolución de la situación política y social en este periodo revolucionario. Además, también hay que hacer constar que en su momento su formulación y defensa por la FCC-B provocó muy duras respuestas por parte de Andréu Nin y de la ICE, en términos más afines a los que entonces -y ahora- se entendía por «ortodoxia leninista». (La ICE sí que tenía presencia en Andalucía, contando con organizaciones locales -que luego fueron del POUM- en Sevilla, Cádiz, Gerena, Guadalcanal, Algeciras, Jaén y Fuensanta de Martos y en la vecina Llerena, exterminadas todas por los franquistas) (1).
Si hemos recuperado ahora este aspecto parcial de la «prehistoria» del POUM es para llamar la atención a su traves sobre el riquísimo caudal de perspectivas que encierra el conocimiento de la trayectoria de las dos corrientes revolucionarias que, configuradas en torno a 1930, confluyeron en su formación en septiembre de 1935: la Izquierda Comunista, sección de la Oposición de Izquierda y el Bloque Obrero y Campesino. Enseñanzas que no se agotan en absoluto en el nivel teórico de sus elaboraciones ni en el interés de sus aportaciones en el terreno del análisis o en el caudal informativo y polémico aportado por las discusiones cruzadas entre sí, con Trotsky y la Oposición de Izquierda Internacional o con otras organizaciones de la izquierda, sean los diversos nacionalistas de izquierda, los estalinistas del PCE o las diferentes corrientes del socialdemócrata PSOE o del movimiento anarco-sindicalista. El BOC y la IC fueron dos organizaciones militantes que durante la etapa republicana desarrollaron con honestidad el intento de construir una estrategia revolucionaria acorde a la situación en la que les tocó operar, defendiendo en la practica un proyecto socialista revolucionario coherente. Así es obligado recordar que sin su trabajo e influencia social, sindical y política no es posible entender -por ejemplo- la formación de las Alianzas Obreras que encabezarían las insurrecciones de Asturias y Cataluña en 1934 o fenómenos políticos de importancia como el origen, alcance y limites de la radicalización del PSOE-UGT entre 1933 y 1936 ante el ascenso de la amenaza fascista y la crisis terminal del régimen republicano.
Llegado 1936, el POUM constata que la alternativa está planteada entre fascismo y socialismo. En condiciones muy difíciles, intenta articular su inmersión en la masiva corriente de respuesta popular unitaria con aspiraciones democrático-socialistas que se plasma en el triunfo de la coalición obrera-republicana en las elecciones de febrero -una vez que no consigue que se de un frente de izquierdas socialistas sin adherencias azañistas- combinándola con el impulso y centralización del vigoroso movimiento obrero y popular que se expresa en esas fechas a partir de la victoria electoral, con multitud de huelgas y ocupaciones de tierras. Denuncia que mientras esto ocurre, se gesta y extiende la conspiración militar-fascista, alertando ante la pasiva connivencia del Gobierno republicano del Frente Popular. Luego de que la movilización revolucionaria derrote el golpe militar en Julio y abra paso a la guerra civil, el POUM intentará que la vinculación entre «Guerra y revolución/Revolución y guerra» se mantenga, entendiendo esta conexión como única vía para la victoria; sufriendo, primero, las consecuencias de su condición minoritaria ante la CNT y la izquierda largocaballerista del PSOE y luego, la embestida directa del Frente Popular (ERC, republicanos Azañistas, derecha prietista del PSOE y gubernamentales de la CNT) a traves del ariete del estalinista PCE-PSUC. Tras las primeras escaramuzas contra el POUM de Madrid en noviembre de 1936, el estallido de la provocación de las Jornadas de Mayo de 1937 en Barcelona y la ulterior capitulación de la CNT, el Régimen republicano ilegalizará al POUM buscando con ello abrir paso franco a la liquidación de las conquistas revolucionarias de Julio de 1936 y reinstaurar el descompuesto régimen de la II República.
A avalar ese objetivo, encubriéndolo tras calumnias, responde el intento de trasmutar al POUM en una «agencia de espionaje franquista», faena a la que se dedican con virulencia el PCE-PSUC. Siguiendo la técnica de los Procesos de Moscú -denunciados valientemente por el POUM en su prensa- agentes de la policía secreta soviética en colaboración con estalinistas españoles secuestran a Andréu Nin, secretario político del POUM, para intentar arrancarle una confesión de su presunta «traición». La heroica resistencia a las torturas de Nin lleva a su asesinato y desaparición y el escándalo internacional subsiguiente salva a los otros detenidos del POUM de similar destino, pese a su condena judicial, que los mantendrá, no obstante, en prisión hasta el avance franquista, cuando aprovechan la confusión para evadirse.
En medio de una desmoralización general creciente en el campo popular, el POUM se reconstruye en la clandestinidad, reanudando su trabajo que persistirá en la resistencia tras la victoria franquista, recomponiendo una seria organización ilegal en Cataluña y Madrid.
En 1945 el POUM sufrirá la escisión de una parte de su organización catalana que dará lugar a la formación del Moviment Socialista de Catalunya (MSC), organización que defiende la formación de una nueva socialdemocracia catalana. En plena guerra fría e influidos por ese contexto, abandonaran también el POUM del exilio otros antiguos militantes que pasaran del antiestalinismo a la «estalinofobia». En 1952, el POUM resentirá los efectos de una amplia caída de militantes del interior, detenidos por la policía franquista, quedando reducido en la practica a una organización del exilio, desde donde desarrolla en adelante tareas de propaganda, infraestructura y apoyo a las fuerzas antifranquistas del interior. Durante los últimos años del franquismo, la incorporación de algunos nuevos jóvenes militantes llevará a un intento frustrado de reconstrucción política del POUM en el interior como organización de izquierda revolucionaria que -aparte de otras dificultades- tendrá que sobrellevar y superar los efectos de una operación paralela destinada a sumar la «imagen del POUM» en el haber de quienes pretenden reorganizar la socialdemocracia en Cataluña. Resuelto el envite, el nuevo POUM no conseguirá sin embargo sostenerse y terminará su actividad partidaria hacia finales de 1980 (no sin que antes, algunos militantes andaluces del POUM participen con otras fuerzas como FLA y JCA en la efímera formación del independentista Frente Andaluz de Liberación en 1979).
El Hilo Rojo
Las fuentes y obras ya accesibles nos permiten distinguir las actuaciones del momento de sus interpretaciones posteriores, incluso cuando estas son efectuadas por algunos de sus protagonistas y situar en su adecuado lugar las diferencias habidas incluso cuando toman forma virulenta. Lo más productivo es acercarse a ellas no a partir de previos alineamientos doctrinarios sino animados por la voluntad de saber y entender, intentando ponerse sinceramente en el lugar de aquellos y aquellas militantes del POUM que aún hoy, 70 años después, siguen mereciendo nuestro testimonio de respeto y admiración.
La reivindicación del POUM hoy va más allá del reconocimiento debido a una corriente militante que fue socialista revolucionaria y democrática -«cuando era media noche en el siglo»- y la más avanzada en su época en la comprensión desde la izquierda del problema nacional. No se limita al restablecimiento necesario de un hilo ético de continuidad honrosa, que trasciende el nivel de acuerdos y desacuerdos concretos posibles fruto de la evolución histórica o de las diferencias en perspectivas políticas. Es un ejercicio de justicia histórica que, sin requerir en absoluto identificación acrítica alguna, sino bien al contrario, sosteniéndose en el minucioso conocimiento de los hechos y en su intenso debate subsiguiente nos ofrece argumentos sobrados para contraponer en la polémica política actual a quienes aún hoy siguen, bien justificando explicita o vergonzantemente al Régimen franquista, bien -sea en versión socialdemócrata o zombiestalinista- ocultan la realidad histórica para presentar aquel periodo revolucionario como una simple confrontación entre «democracia-liberal» y «totalitarismo», desde la que justificar sus posteriores transacciones con los herederos del franquismo y su colaboracionismo con el Régimen actual.
Quede expresa nuestra consideración del POUM como experiencia militante histórica, que forma parte del patrimonio plural de quienes ahora, en pleno siglo XXI, luchan en Andalucía por la Independencia y el Socialismo.
Nota (1): Para datos de implantación en Andalucía de la ICE, ver Pelai Pages, «El Movimiento Trotskista en España (1930-1935)», Ediciones Península, Barcelona, 1977, pag. 90; Para datos de implantación del BOC y del POUM, ver: Andrew Charles Dugan, «BOC 1930-1936, El Bloque Obrero y Campesino», Laertes, Barcelona, 1996, Apendices pag. 535 y ss.