Tierra y libertad. El triunfo de Ken Loach (Wilebaldo Solano)

Texto publicado en el número 37 de la revista Iniciativa Socialista, diciembre 1995, que destaca el gran éxito de la película Tierra y Libertad, convertida en un símbolo del reencuentro de muchos jóvenes con el pasado revolucionario y antiestalinista que representó el POUM.

El triunfo de Ken Loach, primero en España y ahora en Europa, es un acontecimiento sin precedentes; los filmes políticos no abundan en nuestros días. Hay que remontarse a la época de Lenin y Trotsky, cuando la revolución rusa deslumbraba al mundo, para encontrar algo equivalente a Tierra y libertad, la película de ficción, basada en hechos históricos reales, sobre «un episodio de la revolución española», según reza el subtítulo que Ken Loach ha dado a su obra maestra.
El llamado realismo socialista se hundió en el descrédito más absoluto hace ya mucho tiempo. Los que intentaron prolongarlo o repetirlo después del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética y del informe secreto de Jruschov, no ofrecieron nunca nada digno de interés. No creo que valga la pena citar títulos ni nombres.
Ken Loach es otra cosa. Es un crítico social y un artista revolucionario. Toda su obra lo demuestra. Pero quizás lo pone de relieve mejor que ningún otro film Tierra y Libertad. Porque en la película no hay en absoluto héroes positivos clásicos. Los personajes principales tienen dudas, se plantean problemas, se interrogan: buscan soluciones en una situación complicada y difícil. Por eso mismo, hablar de maniqueísmo, como lo han hecho algunos poscomunistas, o ciertos profesores dominados por un estalinismo subyacente y anacrónico, resulta completamente ridículo.
El problema del tono es muy sencillo. Ken Loach no ha hecho una película para explicar toda la revolución o toda la guerra civil. La tarea hubiera reclamado un esfuerzo enorme y medios que no tenía. Ha tratado un episodio que le había impresionado especialmente y que, según él, no ha merecido la atención debida por la mayor parte de los historiadores: la disolución de una División de 11.000 hombres en plena guerra civil, como consecuencia de una acción represiva contra una fuerza política revolucionaria calumniada y perseguida de un modo implacable: el POUM. Este episodio permite destacar que en el período comprendido entre el 19 de julio de 1936 (sublevación militar franquista) y el 3-20 de mayo de 1937 (rebelión del proletariado de Barcelona y caída de Largo Caballero) hubo en España un proceso revolucionario profundo y radical que se proponía la transformación del país y de la sociedad en la perspectiva socialista. Como se ha tratado de esconder o de olvidar ese proceso (lo cual deja en muy mal lugar el pretendido rigor histórico del que alardean muchos historiadores), Ken Loach ha querido presentarlo en la gran pantalla, en España y en el mundo. Y lo ha logrado plenamente, digan lo que digan los que hablan de «cromo» o de «panfleto», o los que sotto voce dicen que hay que dejar que «pase la tempestad» que supone para ellos el éxito indiscutible de Tierra y Libertad.
En fin, Ken Loach ha querido destacar también el movimiento de solidaridad internacional que provocó la revolución española y mostrar que antes de la formación de las Brigadas Internacionales, organizadas por la Internacional Comunista cuando Stalin ceso de sostener la política de no intervención de Francia e Inglaterra, fueron muchos los que llegaron a España para luchar contra Franco y que la mayor parte de ellos se alistaron en las milicias del POUM y de la CNT. La primera columna internacional fue creada por el POUM en julio de 1936 y en ella combatieron incluso militantes comunistas, como el gran poeta inglés John Cornford, y varios miembros del PC francés de Marsella y de El Havre. La historia de David, el personaje principal del film, se inspira en un hecho real, la llegada a Barcelona del joven comunista inglés Staffor Cottnan, que terminó por solidarizarse completamente con el POUM. El caso de Cottnan fue parecido al de Antoine Trave, militante de las Juventudes Comunistas de Marsella, que se unió a las milicias del POUM y fue luego uno de los colaboradores más audaces y eficientes del comité ejecutivo de la Juventud Comunista Ibérica, organización juvenil poumista. Trave falleció en Marsella hace unos meses.
Yo he tenido la suerte de aportar mi grano de arena a la creación y a la difusión de Tierra y Libertad, cosa natural, como lo han hecho otros militantes del POUM. Pero las circunstancias me han permitido vivir momentos de intensa emoción, en Barcelona, en Madrid y en París, sólo comparables a las mejores horas de la revolución de 1936. Porque hay que decirlo claramente: tampoco hay precedentes cercanos en la difusión del film. En España Tierra y Libertad ha atraído durante más de seis meses a un público numeroso, formado en su mayor parte por esos jóvenes a quienes tanto denigran hoy ciertos viejos. Y ese fenómeno que se ha dado en ciudades como Madrid y Barcelona, Valencia o Bilbao, se ha producido también, a partir del 4 de octubre de 1995, en París, Toulousse y otras ciudades de Francia; en Londres, en Roma, en Atenas, en Ginebra,etc.
Quizás ha llegado el momento de decir que en la carrera internacional de Tierra y Libertad se ha comprobado una coincidencia decisiva entre la crítica y el público, cosa rara en un film político. La prensa francesa, diarios y semanarios, ha sido particularmente generosa con la película de Ken Loach. Le Monde y Liberation le consagraron una atención especial. Y los grandes semanarios como Le Nouvel Observateur, Le Point y L´Evénement de Jeudi publicaron críticas excelentes y espacios considerables con fotos del film.
Con todo, lo más importante ha sido que tanto en España como en Francia, Inglaterra y Grecia, Tierra y Libertad ha sido objeto de importantes presentaciones con debate. En Valencia, Madrid, París, Atenas o Londres, centenares de personas han asistido a debates apasionados en presencia de artistas como Iciar Bollaín o Rosana Pastor, Sergi Calleja o Miguel Angel Aladrén, y, a veces, de militantes del POUM o de excombatientes del frente de Aragón y de las Brigadas Internacionales. Y eso en el momento en que la película se presentaba en varios cines de Barcelona y de Madrid, en nueve salas de París y en siete de Londres.
La presentación de Barcelona fue un verdadero acontecimiento y prolongó durante varias horas un debate generalizado de Ken Loach y sus artistas con el público. En Madrid, el acto organizado por la Fundación Andreu Nin en el Círculo de Bellas Artes el día 22 de junio quedará en la memoria del numeroso público que abarrotó el local y se mantuvo impertérrito hasta el final tardío como un hecho inolvidable. Después de un diálogo apasionado y desbordante en el que no faltaron ni los elogios ni las críticas -y hasta una tentativa burdamente estalinista de calumniar a Maurín, a la que respondí como se imponía- pedimos al público que nos explicara por qué habían acudido en masa al film y qué significación le daban. Un torrente de respuestas y explicaciones inteligentes y perspicaces nos dejó casi atónitos.
El acto del 22 de octubre en el cine Max Linder de París, patrocinado por la revista Rouge, fue en realidad tan importante como el de Madrid. Lleno hasta los topes, curiosidad, interés, entusiasmo, presencia destacada de hijos de viejos refugiados políticos españoles que, aunque viven y ejercen sus profesiones en Francia, están ligados al país de sus padres o abuelos por lazos indefinibles. Presencia de esa militancia francesa que ha estado siempre en primera línea en la lucha antifranquista. Y, en el fondo, recuerdo y homenaje a los españoles que participaron en la resistencia contra Hitler y Pétain y mantuvieron sus organizaciones y su prensa en los largos años de un exilio interminable. El mismo sentido tuvo el debate en la segunda cadena de la televisión francesa, con Ken Loach, Guy Hermet, Octavi Martí y yo mismo.
Madrid-París al unísono. No se podía pedir más. Lástima que en esos actos no pudo estar Ken Loach, tan sensible a todo lo simbólico y a todo cuanto pueda conmover y emocionar. Le reemplazaron muy bien Iciar Bollaín, Frederic Pierror y Jordi Dauder, explicando la comunidad fraternal que ha sabido crear entre los actores. Miguel Romero, Alberto Masó y yo, animamos el debate político. El interés y la solidaridad con el POUM se manifestaron a raudales. Fue algo que no olvidaremos nunca.
Sostuve en un artículo publicado en El Periódico de Cataluña en el mes de mayo que Tierra y Libertad tendría seguramente mucho más éxito en países como Francia e Italia que en España. Los hechos lo han confirmado plenamente. Y las razones de ello me parecen evidentes. En esos países, al igual que en Grecia, había partidos comunistas potentes e influyentes en la vida social. Tales partidos se han sentido desarbolados por el naufragio de la URSS y el desmoronamiento del estalinismo. Todos ellos están en plena crisis, se han dividido en fracciones y tendencias y debaten, cada uno a su manera, según sus tradiciones o su estilo, sobre la trágica experiencia del totalitarismo estalinista. Eso explica que periódicos como L´Humanité de París [del PCF] hayan consagrado tanto espacio al film de Ken Loach y que, por vez primera, hayan entrevistado a éste y publicado fotos del POUM. Como asimismo que una organización como Refundación Comunista de Italia nos haya invitado a un debate sobre la película en la Universidad de Roma. Y estamos sólo en el comienzo de un proceso que va a depararnos muchas sorpresas.
En una interesante entrevista publicada en Rouge, Salvador Jové, eurodiputado comunista español y miembro de la presidencia de Izquierda Unida, declara que pese a que Tierra y Libertad es «una denuncia muy dura de la política de los comunistas de la época», tiene que reconocer que «el film de Ken Loach es admirable» y que, cuando lo vio en Madrid, «los jóvenes se pusieron a aplaudir. Para mí, no aplaudían un film histórico, sino los valores revolucionarios eternos que transmite. Es formidable». La tesis de Salvador Jové deja en la cuneta las pequeñas perfidias de Solé Sabaté y de Arcadi Espada, que son todavía prisioneros de los tópicos difundidos por el estalinismo. Lo más sorprendente es que Manuel Vázquez Montalbán, que participó en Madrid hace años en un gran acto de homenaje a Trotsky y que luego insistió en varias ocasiones en la necesidad de aclarar el enigma de Andreu Nin, haya recurrido a L´Humanité para hablar de maniqueísmo y atenuar las responsabilidades aplastantes de los dirigentes estalinistas españoles. Esperábamos de él que comentara Operación Nikolai y no lo hizo en su momento. Esperábamos también que hablará de Tierra y Libertad con otro espíritu, no con el de los tiempos de la guerra fría. Ken Loach no tiene nada que ver con el «frente ideológico liberal», en el que por cierto figuran ya multitud de ex-dirigentes estalinistas de Europa y América. El triunfo de Ken Loach en Europa es evidente y ha sido certificado por la Academia del Cine Europeo. Al concederle el premio a la mejor película europea del año, la Academia en cuestión no ha hecho más que reconocer lo que estaba sucediendo en esos momentos en los cines de París, Londres, Roma, Atenas, Ginebra y otras muchas ciudades de nuestro continente. Ken Loach ha ganado la partida

Edición digital de la Fundación Andreu Nin, 2001

Sobre el autor: Solano, Wilebaldo

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