Entrevista a Ken Loach, director de «Tierra y Libertad»

Iniciativa Socialista número 35, junio 1995. Entrevista telefónica a Ken Loach, sin guión previo, con motivo del estreno en España de su película Tierra y Libertad

Iniciativa Socialista (IS): En el preestreno de su película Tierra y libertad en Madrid alguien dijo, “gracias por devolvernos nuestra historia». ¿Qué opinas de la repercusión que está teniendo tu película en España?

Ken Loach (KL): Si es una pequeña contribución a la lucha contra el olvido, eso puede ser bueno. Quienes escriben la historia son los que la controlan, así que rescribir nuestra historia es muy importante. Me tomo la libertad de escribir nuestra historia porque estamos todos en el mismo bando.

IS: ¿Ha sido una historia olvidada?

KL: Creo que es una historia que, para algunos, no es conveniente recordar. Desde luego, ni los británicos ni los franceses quieren recordar la guerra española, ya que dieron su apoyo tácito al fascismo y hoy se adornan como los grandes antifascistas que lucharon y ganaron.
También hay partidos comprometidos en España que prefieren olvidar la revolución y la ven exclusivamente como una guerra contra el fascismo, como los viejos estalinistas y los socialdemócratas que cometieron una traición tras otra.
Los que tienen el poder hoy día, no pueden o no quieren permitirse recordar la revolución y la guerra española, por eso creo que es importante transmitir a la gente la realidad de lo que pasó.

IS: Has dicho que los acontecimientos de la revolución española son un momento en que las gentes toman el control de sus vidas. ¿Cómo influyeron los cambios habidos en la vida de los hombres y, sobre todo, de las mujeres que los vivieron?

KL: Algunas mujeres nos contaron cómo se sentían libres por primera vez, no simplemente como un escape de su situación económica, sino también como escape de su situación social, donde vivían sometidas. Sólo puedo imaginar los efectos del cambio, pero pienso que el hecho de estar por primera vez libres del control del patrón, de poder decidir colectivamente sobre la producción, debió de ser muy liberador para la gente. Hay un hecho curioso, en el Reino Unido durante la huelga de los mineros muchos de los participantes afirman que fue el mejor momento de sus vidas. Supongo que cuando se está en una lucha, la mente se abre, se caen los velos, se ve el mundo con claridad.

IS: Su película ha logrado resumir un conflicto muy complejo a través de la historia de una milicia aislada en el frente de Aragón. ¿Cuáles son las cuestiones esenciales que ha querido plantear?

KL: En primer lugar tratamos de elegir los meses cruciales del conflicto, aquel periodo durante el cual todo parecía ser posible, no sólo derrotar al fascismo, sino también dar un gran salto adelante; quisimos celebrar ese momento. La historia de la película parte de este punto, pero sigue el camino de investigar por qué se fracasó, expresándolo a través de los conflictos del grupo; de eso trata la película.
Jim Allen, el guionista y yo, quedamos asombrados del volumen de documentación escrita existente sobre la revolución y la guerra civil española. Era cuestión de seleccionar; claro, tomamos decisiones políticas sobre lo que era importante contar, por eso era esencial que David fuese miembro del PCE. Quisimos que él hiciera un viaje político, que terminara viendo hasta dónde puede llevar el estalinismo. Pero había que evitar hacerlo de forma didáctica y conseguir personajes creíbles, reales, para que no resultase muy mecánico.
David es un personaje ambiguo. Pero esa ambigüedad está entre los viejos comunistas estalinistas. Hay muchos ejemplos en el Reino Unido. Esta ambigüedad lleva a convertirles en los socialdemócratas más derechistas. Había una revista que se llamaba Marxism Today, con poco marxismo y nada actual. La gente que la editaba son, hoy día, íntimos amigos de Tony Blair, líder del partido laborista. y de Kinnock. Existe una curiosa ambigüedad en gente que se supone que son de izquierdas y van hacia la derecha. Eso ha pasado con el estalinismo por todas partes. En Rusia, por ejemplo, con Gorbachov. El estalinismo nunca da el poder a la gente, nunca les da el control democrático.

IS: ¿Qué respondería a las declaraciones de Santiago Carrillo sobre su olvido de la lucha antifranquista?

KL: Me gustaría que después de 60 años, personas como él dijeran que se equivocaron al matar a la gente y seguimos esperando que lo digan. ¿Ha reconocido alguna vez el asesinato de dirigentes del POUM? Que lo haga, luego lo escucharemos.

IS: ¿Qué opinas de la falta de análisis crítico del PCE sobre los hechos?

KL: Si llevas el peso de la culpabilidad es difícil reconocerlo y esto es válido para muchos partidos comunistas. Y cuando cambian van hacia la derecha. Dada su naturaleza no se puede esperar más, ellos son parte del problema.

IS: ¿Qué responsabilidad atribuye a la política de alianzas del Estado soviético en el 36 y al PCE en la derrota de la guerra civil española?

KL: Es muy difícil evaluar porcentajes de responsabilidad. Es obvio que cambió la dirección de la guerra. Resulta opinable si los países occidentales hubieran permitido que ganase la República. Nadie lo sabe, tampoco yo. Estos países mantuvieron la neutralidad porque parecía que iba a ganar el fascismo, pero si la República española hubiese decidido a su favor, quizá habrían apoyado abiertamente al fascismo. De algún modo los comunistas dejaron a los países occidentales la posibilidad de no tener que comprometerse, debilitando la revolución. Éstos, al debilitar la revolución, dificultaron la posibilidad de victoria de la República.
La cuestión era si se luchaba para cambiar un tipo de patronos por otros, los estalinistas. Desde luego, la gente no iba a luchar por tener los juicios de Moscú en su propio país; esta perspectiva no era muy atractiva.

IS: ¿Qué valores de la revolución española rescataría para la izquierda actual?

KL: La idea principal, que está más que nunca de actualidad, es el control democrático de la producción y del capital; sin esto no podemos controlar las nuevas tecnologías. Si éstas están en manos de las multinacionales, el resultado será desempleo, aumento de la alienación, problemas urbanos y la destrucción de recursos naturales.
La cuestión central es quién controla, quién es el dueño, quién decide, ésas son las preguntas que tenemos que hacernos hoy día, y esas fueron las preguntas de la revolución española. Se puede medir el giro de la política a la derecha por el hecho de que no haya ningún partido influyente de la izquierda que se haga estas preguntas. Si observamos a los socialistas en Francia y a los socialdemócratas en muchos países, es sorprendente que sigan con la misma fracasada respuesta a los problemas.
Quisiera que mi película tuviera una influencia actual. Esto realmente me preocupa. Me gustaría que la gente al ver mi película hable de la política actual y no simplemente recuerde hechos de hace 60 años; que sirva para ayudar a entender lo que está pasando hoy en el mundo. Para eso hice la película, no para cerrar la historia, sino para traerla a la actualidad. Creo que eso es lo importante.

IS: La película termina con una nota optimista. ¿Cómo ve a la izquierda hoy día?

KL: A corto plazo es difícil ser optimista, es difícil ver el inicio de un movimiento político realmente reivindicativo. Hay algunos pequeños grupos que mantienen vivas las ideas y siguen haciéndose las preguntas fundamentales; hay que darles el apoyo que se pueda.
Las lecciones son distintas en los distintos países. Francia ya ha pasado por una fase socialdemócrata y sigue yendo a la derecha. En Gran Bretaña parece que vamos a vivir de nuevo la fase socialdemócrata. La dificultad estriba en pasar por el fracaso socialdemócrata y girar hacia la izquierda. En general, la experiencia nos enseña que la gente pasa por la fase socialdemócrata y gira a la derecha. El ejemplo más espantoso de eso fue lo de Hitler. El problema es ¿cómo aprendemos las lecciones? Hoy día nos manipulan más que nunca a través de los medios de comunicación.
Supongo que si nos preguntamos qué futuro tiene la izquierda, la cuestión es que tenemos que movilizarnos cuando haya una lucha, una causa común para todos. Normalmente es una cuestión de defender el empleo, defender condiciones o defender servicios de bienestar; elevar la lucha a un nivel político y no simplemente verla en un nivel sindical o económico. Es difícil que un grupo provoque una lucha en abstracto.

Edición digital de la Fundación Andreu Nin, mayo 2006

Sobre el autor: Ken, Loach

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