La trayectoria política de Andreu Nin (Francisco de Cabo, 1992)

Publicado originalmente en catalán en el folleto «A l´entorn del centenari d´Andreu Nin», Fundació Andreu Nin, 1992. La edición en castellano está basada en el texto íntegro mecanografiado de Francisco de Cabo en esta lengua, incluyendo algunas variaciones sobre el texto publicado.

Los detractores del político Andreu Nin, malintencionados o por desconocimiento de su trayectoria, han esgrimido, como arma denigratoria contra él, que su evolución política suponía una serie de zigzagueos incoherentes. Otros afirman que Nin equivocó su vocación pues era un intelectual metido por error a la política, deduciendo, por tanto, que hubiese sido mejor que se hubiera dedicado a la crítica literaria o a la historia de la literatura basándose en las bellas páginas que escribió sobre escritores y sus obras. También podrían haber dicho que hubiera dado mucho más de sí si se hubiera dedicado de lleno a la pedagogía, disciplina intelectual en la que sobresalió, usándola como un arma política más. Unos y otros olvidan que grandes revolucionarios como Marx y Trotski, para mencionar sólo a los más notorios, también escribieron páginas inolvidables de crítica e interpretación literaria. Piensan como sí el político de raza fuese solamente un profesional como lo es un médico, un ingeniero, etc. y no como debe ser: un intérprete de la estructura social que le rodea enlazándola con una cosmovisión de la historia humana.

La evolución política de Nin, sin solución de continuidad, es de una lógica política revolucionaria: de posiciones republicanas federalistas nacionalistas va avanzando permanentemente hacia posiciones de clase, socialistas, cada vez más a la izquierda hasta llegar a la adhesión incondicional a la revolución rusa de Octubre de 1917. Los hitos más destacables de su itinerario político son: 1909, 1911, 1915, 1926, 1930, 1934 y 1936-1937.

1909 (16 años)

1909 es el año de la Semana Trágica. La movilización de reservistas para la impopular guerra de Marruecos fue la chispa que prendió el fuego de la insurrección. El clamor popular atribuye la insensata aventura africana a Alfonso de Borbón, ejecutor participante de los intereses de un grupo capitalista. El 26 de julio estalla la huelga general que se convierte en los días siguientes en un gran movimiento de masas, concentrando su cólera, carente de una organización que la oriente políticamente, contra los conventos y las iglesias, personificación, para el pueblo, de todos los males de la reacción. Ante el giro que toman los acontecimientos el gobierno de Madrid decide enviar tropas del ejército regular para hacer frente al desordenado pero impetuoso ataque de las masas. La represión fue cruel: condenas monstruosas en los Consejos de Guerra y fusilamientos en Montjuich, entre ellos el del Dr. Ferrer y Guardia, víctima inocente, como chivo expiatorio de la Iglesia. Tal fue el resultado de los luctuosos sucesos.

En el marco de esta insurrección obrera se inició la trayectoria política de Andreu Nin a los dieciséis años de edad al capitanear un reducido grupo de juveniles muchachos de su pueblo, El Vendrell, con el propósito de boicotear la fiesta mayor e intentar volar un puente ferroviario con la intención de impedir el paso de un tren militar que iba a reforzar las fuerzas represivas del motín de Barcelona.

1911 (19 años)

Andreu ingresa en el movimiento federal nacionalista pero las raíces socialistas en sus convicciones políticas son ya profundas. En un artículo publicado en agosto de 1912 -un año antes de ingresar en el PSOE- en El Poble Català escribe: «…Per això jo crec que la veritable fòrmula de solució pràctica de la democràcia sols se troba en el socialisme.  Vindrà fatalment la conquesta del poder pel quart estat, i amb la inmediata instauració del col·lectivisme  socialista, la desaparició de les castes i l’adveniment d´un estat en que tots  els homes, iguals en drets i en deures, intervindran en el govern i registre de la comunitat».

Y el 19 de octubre de 1912 escribe en apasionados términos en El Baix Penedés lo siguiente: «…Poc o res no podem esperar-ne els catalans dels altres partits espanyols. Per aquests, fins els que l’accepten incondicionalment, l’aspiració autonomista constitueix un ideal abstracte, d´aplicació mecànica i sistemàtica. Per a nosaltres els catalans, és més que una idea, és més que un sistema, és un sentiment, és l’entranya viva de la nostra actuació en totes les seves mantfestacions, és quelcom que té arrels fondes en el nostre cor, que està encarnat en nosaltres, que és carn de la nostra carn i sang de la nostra sang. En nosaltres, l’ideal autonomista es converteix en nacionalista. El concepte d´autonomia revesteix caràcter de vaguetat. D’idèntica manera pot aplicar-se a l’individu, al municipi, a la província, a la regió, a la nació, etc. Nosaltres som nacionalistes per què la nació és per a nosaltres la unitat orgànica autonomista de la federació. Ara bé: què és el que determina la nació? ¿són el caràcters, la situació geogràfica, els antecedents històrics? No, sinó la voluntad dels qui la componen, el sentiment de la pròpia personalitat, tan arrelat com dèiem abans en l’ànima de Catalunya».

La carencia de compaginación entre el ideal nacionalista y la política práctica del socialismo es una constante para Nin. Conseguir la simbiosis del socialismo reformista con el nacionalismo es para los catalanes (los nacionalismos de los pueblos se deben a una gran variedad de motivaciones diferentes) un problema insoluble que aún hoy perdura debido a que, fundamentalmente, es un problema de clase, es decir, es un problema, en un sentido genérico, de la clase media burguesa y no obrera.

En un artículo polémico, publicado en La Justicia Social, Nin escribió: “Nacionalismo y Socialismo son dos términos  antitéticos al parecer, pero cuyos fines se confunden y se complementan recíprocamente, existiendo entre ambos una íntima e indestructible conexión. Uno y otro amenazan los cimientos mismos de la sociedad actual”. Para Nin el nacionalismo ataca la organización y la estructura del Estado, absorbente, unitario, centralista, tiránico y dominador mientras el socialismo combate el régimen capitalista, la propiedad privada y la moderna forma de la esclavitud representada por el salario.

En otro artículo de réplica a Antonio Fabra y Ribas, dirigente principal de los socialistas en Cataluña, del 7 de febrero de 1914 escribe: «… afirmo que el Socialismo es en todas partes francamente nacionalista; que España constituye [refiriéndose al PSOE], en este sentido, una lamentable excepción y que el problema nacionalista vive y palpita como cosa sustancial y humana, a pesar nuestro. Yo no relegaré nunca a segundo término el principio de la lucha de clases como parece desprenderse de las palabras de Fabra. Cuando me convencí que «es la lucha suprema, una lucha al lado de la cual las demás parecen pequeñas escaramuzas», abandoné las filas de los partidos burgueses y me abracé a  la gloriosa bandera de la Internacional. ¡Qué consté! Pero que conste también que no comprendo que, en nombre del internacionalismo, se combatan las justas aspiraciones de los pueblos oprimidos, incurriendo por inconcebible paradoja, en pecado de patrioterismo». Sólo años más tarde cree Nin encontrar la solución teórica de la antinomia socialismo y nacionalismo en el leninismo.

En la Escuela Normal se había hecho Nin esperantista y partidario de la pedagogía más moderna de aquellos años, postulados que aplicó en la Escuela Horaciana de Pau Vila. Fue director: del Ateneo Obrero de la Barceloneta y del Centro de Estudios Sociales del Ateneo Enciclopédico Popular. Colaboró en diversas revistas de la enseñanza como Quaderns d’Estudi y semanarios como El Baix Penedès, La Barricada, El Poble Català, etc. que evidencian la gran diligencia de su activismo político y de su apasionamiento pedagógico.

En 1913 se da de baja en la Unión Federal Nacionalista Republicana, ingresando a la Agrupación Socialista de Barcelona (sector de izquierda de la Federación Catalana del PSOE) pero, debido a su temperamento revolucionario, se siente incómodo en aquel ambiente socialdemócrata reformista. Ocupa la vicepresidencia de la Joventut Socialista de Barcelona participando en numerosos actos de propaganda por todo Cataluña. Una de aquellas campañas de propaganda política la hizo junto a Francisco Largo Caballero, según declaración de este último en el testimonio que efectuó en el proceso del POUM del año 1938.

Colabora en Justicia Social de Reus, La Patria, La Publicidad, La Revista, dejando de escribir en El Poble Català con motivo del Pacte de Sant Gervasi (Alianza electoral entre el Partido Radical de Alejandro Lerroux y la Unió Federal Nacionalista Republicana para las elecciones legislativas del 8 de marzo de 1914).

El 10 de octubre de 1914 publica en Justicia Social un artículo con este título: «La Guerra Europea. Por el triunfo de la Triple Entente» citando comentarlos en el mismo de figuras señeras del reformismo de la época como Wells, Marcel Sembat, Vandervelde y a los periódicos La Humanité y La Batalle Syndicaliste para respaldar su punto de vista . Como si no estuviera seguro de si mismo. «… No debemos olvidar que es a Austria y Alemania a quienes hemos de atribuir toda la inmensa responsabilidad de la horrible hecatombe que horroriza a toda Europa. Alemania agredió y Francia tuvo que defenderse, y nuestros camaradas franceses cumplieron y cumplen con su deber, como socialistas, en ofrecer a Francia, por la dignidad ultrajada y por la libertad en peligro, sus entusiasmos y su sangre…».

1915 (19 años)

Diez meses después, agosto de 1915, Nin nos sorprende al efectuar un giro de 180 grados en su posición política respecto a la guerra, desprendiéndose de sus resabios socialdemócratas al analizar el conflicto bélico desde el punto de vista del marxismo revolucionario, acercándose a las posiciones de Lenin y Trotski. Respondiendo a una encuesta del periódico mensual de la intelectual catalana La Revista dice: «En el seus orígens i en la seva gestació, el tràgic moment europeu obeeix a causes d´ordre econòmic -a la lluita per la conquesta dels mercats, els antagonismes produïts per la llei de la concurrència- que romanen en estat latent i que havien forçosament d´esclatar d´una faisó monstruosa. La responsabilitat de l´afrosa hecatombe pesa per igual damunt de tots els pobles bel·ligerants, fent excepció però, de Sèrbia i Bèlgica, que han gaudit del trist privilegi de pretext (disfressat d´un cert vernís de generós altruisme que han captat els esperits suggestionables) a la intervenció de les potències de primer rengle. L´ideal de Catalunya no el representa cap dels pobles en guerra [arremete contra la expedición de voluntarios catalanes a favor de los aliados organizada por el nacionalista Dr. Solé i Pla] ni ha adquirit el moviment naclonalista prou intensitat perquè pugui ésser tingut en compte quan es plantegi la pau. Percatada, per altra part, que fóra una aventura més, sense cap eficiència, la intervenció de l´Estat al qual pertany, en el conflicte, Catalunya ha de declarar-se en favor del manteniment de la neutralitat (D´una neutralitat espiritualment activa que de res s´assembli a la neutralitat mansueta del govern), promovent i propulsant solucions dels problemes econòmics que la conflagració ha plantejat, galvanizant el cos social espanyol i obrint ampla via a la discusió serena i desapassionada de les inquietuts que a les consciències ha suggerit la guerra. Que la constitució actuals dels Estats és una contínua i permanent amenaça al dret de les petites nacions i que la unió de tots els pobles europeus sota la forma federativa és l’única garantia de pau vertadera».

Así pensaba Nin un mes antes de la conferencia de Zimmerwald que tuvo lugar del 5 al 8 de septiembre, donde hubo unanimidad en la condena de la guerra y de la política de Unión Sagrada pero no en lo que se tenía que hacer. La mayoría se inclinó por la reconstrucción de la Internacional Socialista enfrentándose a los partidarios de Lenin y Trotski que propusieron transformar la guerra imperialista en guerra civil. Es importante mencionar esta circunstancia de tiempo porque demuestra que Nin no iba a remolque de los acontecimientos y que, en plena juventud, poseía una notable capacidad de análisis de los acontecimientos políticos fundamentales de la época al seguir, sin solución de continuidad, una línea ascendente en su formación política sin ningún zigzagueo titubeante.

1917 (25 años)

En el año 1917 se produce un cambio sustancial en la evolución política de Nin, aunque más en la praxis que en la teoría. La huelga revolucionaria de aquel año fue el revulsivo que le hizo reaccionar. En la última declaración de Andreu Nin (la cuarta firmada por Nin que se conoce, ante el Juez Especial, añadida al sumario del proceso del POUM) del día 21 de junio de 1937 declara:  «… allá por los años 15 y 16 pasé por una temporada de situación precaria, económica, teniéndome que dedicar a lecciones particulares, trabajos literarios de ocasión, traducciones, etc. Hasta que a principios del 16, por mediación del poeta José Carner, amigo particular del dicente, entré en relaciones con la casa comercial Tusell Hnos la cual me mandó a Egipto para organizar la exportación de artículos españoles allí, permaneciendo en aquel país hasta el mes de febrero de 1917, hecho que recuerdo por coincidir con la noticia de la revolución rusa. Al llegar a España, la misma casa me encargó un viaje comercial por la Península, no haciendo en este tiempo labor política activa, aunque me mantenía como afiliado, coincidiendo el final de este viaje con el período previo de la huelga general de 1917, lo que me hace reaccionar y, al pasar por Oviedo me pongo en contacto con el Centro Obrero y mantengo conversaciones con Teodomiro Menéndez, con Isidoro Acevedo, con Manuel Llaneza y otros camaradas, sorprendiéndome la huelga general en Valladolid, donde fui detenido por la policía…». A las 24 horas fue liberado y al regresar a Barcelona, dejando definitivamente su labor comercial «se reintegro a sus actividades sociales y políticas, siempre dentro PSOE y en su ala más izquierdista» según sus propias palabras.

La opuesta posición de las centrales sindicales UGT y CNT en la huelga revolucionaria le hizo cambiar de campo de acción empujado por su dinamismo, sin dejar de ser socialista, afiliándose al Sindicato de Profesiones Liberales de la CNT del cual enseguida fue elegirlo secretario. En la central sindicalista, que entonces no estaba dominada por los anarquistas puros, encontró el calor revolucionario que su fogoso temperamento necesitaba.

Un acontecimiento que lo conmovió profundamente fue la Revolución de Octubre de 1917, la cual causó un deslumbramiento a todo el movimiento revolucionario obrero creando, a la vez, duras polémicas y divisiones. En el segundo congreso de la CNT, celebrado en el Teatro de la Comedia de Madrid en diciembre de 1919, Nin, como delegado de su sindicato, pronunció estas significativas palabras al romper definitivamente con el socialismo reformista: «Soy un fanático de la acción, de la revolución; creo más en los actos que en las ideologías para un mañana lejano y en las cuestiones abstractas. Soy partidario de la III Internacional porqué, por encima de las ideologías, representa un principio de acción, un principio de coexistencia de todas las ideologías netamente revolucionarlas que aspiran a implantar el comunismo [en aquellos años el concepto de comunismo era mucho más genérico que ahora] de manera inmediata. Por esto, yo, que he pertenecido al Partido Socialista hasta el día en que éste acordó en su Congreso permanecer en la II Internacional, os anuncio a todos vosotros, compañeros de España, que continuo siendo un revolucionado y que, desde el día en que el Partido Socialista español acordó persistir en sus normas anticuadas, me he dado de baja en él  para luchar incondicionalmente con vosotros en el puro terreno de la lucha de clases».

En realidad, Nin aprovechó el congreso de la CNT para darse de baja públicamente del PSOE, cuyo congreso se celebró del 9 al 16 de diciembre de 1919, el mismo mes del congreso de la CNT.

A comienzos del año 1920, durante el lock-out de la patronal barcelonesa, fue nuevamente detenido en una reunión clandestina de 62 delegados de la CNT. Estuvo preso durante seis meses y fue puesto en libertad por el gobernador Bas gracias a gestiones de Teodomiro Meléndez y a pesar de la oposición del siniestro jefe de policía Arlegui. En noviembre de 1920 sufrió un atentado de los pistoleros del Sindicato Libre en un bar de la plaza del Buen suceso, cerca de la Rambla, muriendo en el atentado su compañero Canela.

Otra de las víctimas notorias de Ramón Sales, encargado de planear los asesinatos de destacados militantes cenetistas, fue Evelio Boal, secretario general del Comité Nacional de la CNT, en marzo de 1921. Le sucedió en el cargo Andreu Nin. Aceptarlo, en aquellos años, significaba como sacarse un pasaporte para el otro mundo. Es necesario recordar que entre los juicios sustanciados en el breve periodo -de septiembre a diciembre de 1936- que Nin ocupó la Consejería de Justicia de la Generalitat, se destaca el de Ramón Sales, expresidente de los Sindicatos Libres al servicio de la Patronal en la década de los años veinte, el cual fue condenado a muerte y ejecutado el cinco de noviembre de 1936. La Historia en este caso, mejor dicho la clase obrera, con los resortes del poder en sus manos, hizo justicia.

El 28 de abril de 1921, en un pleno clandestino celebrado en Barcelona, se decidió enviar una delegación a la URSS al tercer Congreso de la III Internacional coincidiendo con el Congreso de fundación de la Internacional Sindical Roja (ISR). Fueron elegidos para ir a Rusia para participar en esos eventos Joaquín Maurín, Jesús Ibáñez, Hilarlo Arlandis y Andreu Nin como secretario general de la CNT. Fue una odisea llegar a Moscú en aquellos días turbulentos.

Nin no volvió a Barcelona hasta septiembre de 1930. Clausurado el Congreso de la ISR fue nombrado secretario adjunto de la misma. Como delegado de la Internacional Sindical Roja fue enviado a Berlín, a principios del año 1922, para realizar trabajos de organización en la Europa Central. Un agente provocador, una mujer que le servía de enlace con el Partido Comunista alemán por intermedio del camarada Max Ziese, lo delató y fue detenido nuevamente por presión de las autoridades españolas, solicitando su extradición. Lo acusaban de instigador del atentado mortal contra el Presidente del Consejo de Ministros, Eduardo Dato, pero fue impedida por la movilización de los obreros berlineses y de los partidos de izquierda. Fue expulsado de Alemania y regresó a Rusia en un vapor soviético. En el segundo Congreso de la ISR fue nombrado miembro del Comité Ejecutivo y ratificado en su cargo de secretarlo general adjunto. Fue también elegido como miembro del Soviet de Moscú como representante de los extranjeros residentes en la capital soviética. En el año 1924 pasó a Italia con pasaporte falso (en todas sus andanzas por Europa en misiones clandestinas viajó siempre con pasaportes falso de diferentes nombres y nacionalidades) con propósitos organizativos, consiguiendo burlar a la policía de Mussolini debido a su dominio del idioma italiano; de la península italiana pasó a Francia, Austria y Checoslovaquia. En 1925 fue detenido en París al salir del local de la Confederación del Trabajo Unitaria y expulsado, nuevamente, de Francia.

1926 (34 años)

En 1926 comienza a cambiar la situación de Nin en la URSS al adherirse a la oposición comunista encabezada por Trotski. Como escribió Víctor Serge: «Nin era de los que reclamaban en el Partido Bolchevique el derecho a pensar y una reforma fundamental del régimen con el fin de restablecer la democracia obrera».

En 1928, en pleno Congreso de la Internacional Comunista, en un vibrante discurso, se declaró partidario de la Oposición de Izquierda. Participó en el décimo aniversario de la Revolución de Octubre en la manifestación de la Oposición que llevaba pancartas contra la burocracia, contra los kulaks, incluyendo una que decía: «Respetad el testamento de Lenin».

Sacrificó nuevamente su posición social -esta vez en el régimen soviético- escogiendo el espinoso camino de las exclusiones, las depuraciones, las cárceles y las deportaciones. Marginado de sus cargos, de momento fue condenado al ostracismo, expulsado del Partido y recluido en el Hotel Lux donde era severamente vigilado. Su prestigio en el movimiento sindical mundial y su condición de extranjero lo salvó de la deportación. Stalin no había llegado a la cima de su poder absoluto. Cauteloso y astuto como era, cualidades que ligan muy bien, necesitaba obrar por etapas y sectores para eliminar los obstáculos que se le interponían.

En una carta del 13 de noviembre de 1928, Nin escribió a Trotski, exiliado en Alma Alta: «En el Komintern no se hace absolutamente nada. Todos esperan el resultado de la lucha entre Stalin y la derecha. La desmoralización es completa. Los de la derecha con los cuales he conversado se muestran dispuestos a librar batalla pero parece que no tienen confianza con su jefe, Bujarin, cuyo carácter poco consistente es bien conocido… Stalin ha comenzado la ofensiva contra Tomski. Como es habitual en él, no ha disparado contra las águilas sino contra los pájaros. Una vez más, se imagina que se puede cambiar la situación con simples reorganizaciones de personal… La crisis es muy profunda. Ante todo es necesario poseer sindicatos que tengan una vida real. Y la condición indispensable para conseguirlo es una democracia interna en el partido y una democracia obrera en los sindicatos que ahora no tenemos». Estas palabras las escribió en 1928. Nin no era un futurólogo del pasado como tantos que pululan ahora. ¿Qué decían en aquellos años los intelectuales y políticos de Occidente sobre la URSS de Stalin?

Aislado en el Hotel Lux de Moscú, Nin se dedica a la traducción de libros y prosigue sus estudios de capacitación acumulando fichas y anotaciones. Al mismo tiempo escribe uno de sus libros básicos: Las dictaduras de nuestro tiempo  como réplica a un libro de Francesc Cambó. En unas palabras preliminares a su libro, aclarando que el libro de Cambó le llegó muy tarde a Moscú, escribe: «Tres motivos principales  nos han movido a escribir estas páginas en respuesta al libro del Sr. Cambó: primero, el deseo de contribuir a la aireación de la casa abriendo las ventanas que dan al mundo; segundo, oponer al punto de vista de uno de los hombres más representativos de nuestra burguesía el punto de vista del sector más avanzado del proletariado; tercero, demostrar que la idea fundamental del Sr. Cambó consiste en asegurar, en una u otra forma, la dictadura de la clase capitalista”.

Pero su preocupación principal era como salir de Rusia, imposibilitado como estaba para actuar políticamente en la larga noche oscura del estalinismo. Envió un carta al Comité Central “escrita en un tono tal que no tendrán más remedio que meterme en la cárcel o dejarme salir de aquí» según escribe en una misiva a Maurín pidiéndole a la vez que le procure una autorización de residencia en cualquier país de Europa. Por fin, a finales de 1930 recibe la orden de expulsión y después de pasar varias peripecias en la frontera (le obligan a casarse de nuevo en Riga al no reconocerse su enlace civil soviético en la república democrática letona) consigue llegar junto con su familia a Barcelona.

1930 (38 años)

Andreu Nin llega a Barcelona en el mes de septiembre de 1930 y comienza de nuevo su peregrinaje político, topando con estrecheces económicas, persecuciones, prisiones, procesos y, al final, aún no hacía siete años de su regreso, con una muerte horrorosa en manos de sicarios de Stalin.

Desde su llegada, se dedicó a conseguir traducciones tanto para el castellano como para el catalán. La falta de medios económicos fue uno de los problemas a los que tuvo que hace frente hasta su muerte.

Los sucesivos encarcelamientos que sufrió en el corto lapso que va de diciembre de 1930 a junio de 1936, su prolífica labor de escritor político, que no le proporcionaba un céntimo, y su enfermedad -padecía del hígado- fueron obstáculos que le impidieron dedicarse con más asiduidad a las traducciones que, por otra parte, nunca han sido bien pagadas. En una de las graves crisis que padeció por carecer de lo más indispensable para poder sobrevivir, en el año 1934, su amigo Deulofeu, alcalde de Badalona por la Ezquerra Republicana de Catalunya, le ofreció el cargo de secretario privado. A pesar de que el cargo no era político, para evitar suspicacias, no aceptó la oferta de trabajo hasta que no recibió la aprobación unánime de las secciones de la Izquierda Comunista, organización política en la cual militaba. Un ejemplo más del concepto ético que Nin tenía de la política.

Desde los primeros momentos de su llegada a Cataluña Nin se relaciona de nuevo con Joaquín Maurín, viejo amigo y compañero de luchas sindicales, pero diferencias políticas importantes en aquellos años los distanciaron durante un tiempo, motivadas por la indefinición ambigua de Maurín respecto a la URSS y por su teoría de «las cuatro revoluciones: la económica, la política, la religiosa y la nacional”, concepto, según Nin, que no tenía nada que ver con el marxismo. La guerra civil de 1936-39 demostró lo errónea de la teoría de Maurín. «En nuestro país no se plantea el problema de una revolución nacional, sino de un movimiento de emancipación de las nacionalidades que asimismo no es más que un aspecto de la revolución democrático-burguesa. En España, pues, no hay más que una revolución a realizar, como consecuencia de la contradicción existente entre las relaciones de producción y la superestructura jurídico-burguesa». Estas palabras fueron escritas por Nin en Comunismo en septiembre de 1931. Las oscilaciones de Maurín eran consecuencia de los equilibrios que se veía obligado a efectuar para mantener la correlación de fuerzas interna de su organización política, el Bloque Obrero y Campesino, en el cual convivían políticamente algunos estalinistas y nacionalistas que después se integraron en el PSUC. En una carta del 29 de junio de 1931 que escribió Nin a Trotski confirma estos equilibrios. Dice textualmente: “Su orientación (se refiere a Maurín) es, como siempre, vacilante, indefinida. Mis relaciones con los dirigentes (del BOC) han pasado por diversas etapas: colaboración, ruptura, nueva colaboración, nueva ruptura. Actualmente se encuentran en este último caso”.

La conferencia que pronunció Maurín en el Ateneo de Madrid, en junio de 1931, y la réplica de Nin en la misma tribuna motivó la ruptura pública de sus relaciones políticas, que hasta entonces se llevaban medio en penumbra. Nin combatió con dureza expresiones de Maurín como «Las Constituyentes no pueden realizar la revolución democrática. Esta ha de ser obra de una Convención nacional dirigida por los elementos avanzados del Ateneo de Madrid». Y esta otra: «Voy a hacer una afirmación -dijo más o menos- que acaso causará asombro: la Federación Comunista Catalano-Balear es separatista». Eran afirmaciones políticas hechas más bien para escandalizar a su auditorio, en las cuales Maurín era el primero en no creer.

Nin vuelve a jugar un papel de primer orden político después de la III Conferencia Nacional de la Oposición de Izquierda, que tuvo lugar en marzo de 1932, cuando ésta se transforma, por mayoría absoluta, en Izquierda Comunista en contra de la opinión de Trotski, aferrado al esquema cerrado soviético, muy diferente del aplicable al resto de Europa. En España, nuestra organización no quería seguir viviendo bajo la etiqueta política del partido comunista oficial ya que, por otra parte, esa relación constituía un vínculo parasitario nos distanciaba de la clase obrera revolucionada. Con el tiempo Trotski nos dio la razón al desvincularse del todo con el estalinismo al fundar la IV Internacional. Desde esta III Conferencia de la Oposición comienzan a surgir las diferencias políticas de Nin con el viejo, como se le denominaba cariñosamente a Trotski, que se agudizaron con el tiempo. En la misma, Nin es elegido secretario general del Comité Ejecutivo y éste es trasladado a Barcelona, lugar de residencia de Nin. Su labor política se hace cada vez más intensa y diversificada. La polémica con el Secretariado Internacional -es decir con Trotski- le resta tiempo y sueño.

Las diferencias con el BOC de Maurín se acentúan y el seguimiento de la tortuosa y contradictoria política de los comunistas oficiales es cada día más difícil. El retomar la publicación del periódico El Soviet, su colaboración a la revista Comunismo como también en el Boletín Interior, acaparaban su capacidad física, sin mencionar el trabajo cotidiano de traductor que tenía que efectuar para sostener una familia de cinco personas. Si todo este trabajo no fuera bastante, en ese año, 1932, pronunció conferencias y cursillos sobre “La Revolución Rusa” y “La Historia del Trabajo” en los Ateneos Enciclopédico y Politécnico además de escribir dos folletos; no es pues de extrañar que le sobreviniera un colapso que puso en peligro su vida.
En el período de 1931 al 36, además de en las publicaciones que hemos mencionado, entre otras, colaboró en La Batalla, L’Hora, Leviatán y el periódico clandestino, publicado después de la Insurrección de Octubre de 1934, del cual era director, L’Estrella Roja. Al fundarse el POUM, se hizo cargo de la dirección de la revista mensual La Nueva Era. Es necesario mencionar un trabajo inédito, del que siempre hablaba con mucha ilusión. Se trata de la biografía de Salvador Seguí, del cual había sido amigo y compañero, en la que se proponía mostrar la importancia histórica, que transcendía su protagonismo de líder sindicalista. Desgraciadamente, Seguí había sido asesinado en 1923 en la calle Cadena por los pistoleros de la patronal antes que pudiera dar de sí toda su talla de gran dirigente obrero. De este libro, comenzado en Rusia, tenía muchas anotaciones y capítulos ya esbozados que se han perdido.

En los años de 1933, 1934 y 1935 el distanciamiento político de Nin con Trotski se acentúa paulatinamente, principalmente por el problema político que ha pasado a la historia del trotskismo con el nombre de entrismo y por la posterior fundación del POUM. También necesitamos una glasnost para nuestra propia historia. En las págs. 303 y 304 del Vol. I de la edición de La Revolución Española de Trotski, recogida y preparada por el historiador Pierre Broué, con prólogo y notas suyas, escribe que Nin y Andrade estaban de acuerdo «en una forma de compromiso» del Comité Ejecutivo de la Izquierda Comunista cuando la posición de ambos en este problema político concreto de tanta importancia para el devenir de la organización eran opuestas completamente. Andrade -el cual no era miembro del C.E.- coincidió, en un todo, con la posición minoritaria del C.E., arrastrando tras sí a la mayoría de la IC del resto de España. Si Nin cometió un pecado político, y lo defendió a rajatabla, fue el acatar democráticamente la decisión de la mayoría, como era su deber, como secretario general. La presión de Trotski fue muy dura sobre este problema político concreto y Nin intentó compaginar ambas posiciones -la suya y la de Trotski- hasta el extremo de que el Secretariado Internacional, el 22 de mayo de 1935, «consideraba aceptable» la posición de Nin.
Los diez años de estancia en la URSS, ocupando cargos de responsabilidad, pesaban como una losa, psicológicamente, sobre Nin. Su veneración por Trotski se encontraba fuera de toda graduación. Los que convivimos con él nos dábamos cuenta. Nin, conociendo el carácter de Trotski, presentía la ruptura con él e hizo todo lo posible para evitarlo. El resumen del punto de vista de la mayoría del C.E. o sea el de Nin, era el siguiente: “a) Fusión total o parcial con los partidos obreros de Cataluña que se pongan de acuerdo sobre un programa determinado. b) Ingreso de la ICE en el resto del país en el PSOE, una vez efectuada la fusión en Cataluña. c) Labor incesante y enérgica de los comunistas de izquierda miembros del PS0E en favor de la fusión con el partido revolucionado de Cataluña. d) Mantenimiento de la fracción». La posición de la minoría del C.E. compuesta sólo por un miembro del mismo, se concretó en los puntos siguientes: “I- Creación del partido en Cataluña fusionándose con los demás partidos sobre la base de una doctrina revolucionaria. II- Convertir nuestros grupos en el resto de España en parte integrante del Partido que se forme en Cataluña, facilitando su crecimiento en el resto de la Península. Esto, además, nos daría una mayor influencia en el contenido político del partido que se forme en Cataluña. III- Provocar una fuerte campaña sobre el papel jugado por los dirigentes socialistas en el pasado» (Abril de 1935).

El ponente de la moción con el título de «Los deberes de la ICE ante el momento actual» fue el miembro del C.E. Francisco de Cabo que votó en contra de la mayoría la Resolución del C.E. de la ICE (compuesta en aquel momento por Andreu Nin, N. Molins i Fábrega, Fersen y Joseph Metge). La moción minoritaria fue aprobada por la mayoría de la sección de Madrid de la cual formaba parte Juan Andrade y las demás secciones y grupos del resto de España. Es muy difícil predecir lo que hubiera ocurrido si la propuesta de Nin hubiera triunfado en la ICE pero no era nada bueno para nuestra corriente política. Lo que sí hemos de recordar es algunos de los razonamientos de la minoría para rechazar la propuesta de la mayoría: «Consideramos nefasto para el futuro de nuestra organización el ingreso en el PSOE aun cuando “se procure” determinadas condiciones cuando en Cataluña exigimos para la fusión con otros partidos bases netamente revolucionarias… ¿O se hace un partido en toda España o la Izquierda Comunista (propuesta de la mayoría) se transforma en dos fracciones? Una dentro del partido en Cataluña y otra dentro del PSOE (en el resto de España). Si esto ocurre nuestra organización quedará deshecha prácticamente ya que no hay que pensar en poder mantener la ligazón de los grupos como hasta ahora: la disciplina relajada, obrando cada cual a su antojo. Además, hay que tener en cuenta que si la IC decidiese entrar en el PSOE, esta decisión tendría funestas consecuencias para la formación del Partido unificado en Cataluña. Una de las razones por las cuales el Bloque Obrero y Campesino y el Partit Català Proletari [este minoritario partido catalán a última hora se desligó de formar parte del nuevo partido: el POUM] desean la fusión con nosotros es porque confían en nuestros grupos del resto de España. Es decir, ven en nuestros grupos la base fundamental para extender el Partido en el resto de la Península».

1934 (42 años)

La dinámica revolucionaria de aquellos años obligó a Nin y Maurín a aproximarse  políticamente de nuevo: primero en la Alianza Obrera que jugó un papel importante en la insurrección de Octubre de 1934, sobre todo en Asturias, y un año más tarde en la fundación del Partido Obrero de Unificación Marxista.

Después de las jornadas revolucionarias de Octubre de 1934, a pesar del fracaso del movimiento, se sacó una experiencia positiva, confirmando una vez más, como escribió Nin en el periódico clandestino L’Estrella Roja, que: «A l’exèrcit revolucionari li ha faltat un estat major amb caps capaços, estudiosos i experimentats. Sense partit revolucionari, no hi ha revolució triomfant». Enseguida Nin consagró toda su actividad a la formación de este partido. Después de muchas reuniones con otras organizaciones y pequeños grupos (los comunistas oficiales, como se les denominaba entonces, en la primera reunión pusieron como condición previa que se excluyeran a los trotskistas, condición que, al ser rechazada por todas las demás organizaciones, motivó que se retiraran de la reunión). Algunos de los asistentes no poseían una idea clasista clara de lo que ha ser un partido obrero revolucionario. Finalmente se llegó a un acuerdo definitivo entre la Izquierda Comunista y el Bloque Obrero y Campesino. La reunión clandestina de unificación se celebró el 29 de septiembre de 1935 en la barriada de Horta de Barcelona.

En el curso del año 1935 se produce el giro en redondo de Santiago Carrillo y las Juventudes Socialistas, que tan nefasta influencia había de ejercer en el curso de la revolución durante la guerra civil. El 10 de febrero de 1935, según la versión francesa de La Vérité de dicha fecha, en un llamamiento de las Juventudes Socialistas a la unidad internacional, declara: «La dirección internacional necesaria no existe. La Segunda y la Tercera Internacional han perdido su papel dirigente. Después de la victoria de Hitler ha nacido un nuevo movimiento. Creemos que es necesario y urgente terminarlo. Regresemos a Marx y Lenin. Unamos la juventud revolucionaria en una Internacional que rompa con los errores del pasado». En una declaración de Carrillo hecha el 9 de agosto de 1935, un mes antes de la fundación del POUM, dijo estas palabras: «Los disidentes acaudillados por Trotski (se refiere a la Izquierda Comunista), el infatigable revolucionario, representan una tendencia del proletariado. El Bloque Obrero y Campesino está circunscrito a Cataluña. Y cuando la depuración del Partido Socialista [esta depuración de los socialistas de derecha -Besteiro y sus partidarios- no se llevó nunca a cabo] sea un hecho ¿Podrán negarse estos grupos marxistas a ingresar en nuestro Partido?» Después del regreso de un viaje, invitados por la dirección de la III Internacional, de Carrillo y una delegación de la Juventudes Socialistas de produce (de esta precipitada entrevista en Moscú nunca se hizo una declaración pública) un cambio brusco, radical, de sus posiciones políticas. En una carta firmada por Justo M. Amutio, redactor jefe de Adelante-Verdad en un número especial, editado en común, el primero, órgano de la Juventudes socialistas y el segundo de las comunistas, de Valencia, de fecha 12 de noviembre de 1935, dirigida a G. Dimitrov, extraemos estos párrafos: «Las Juventudes Socialistas y con ellas todo el proletariado español han seguido con un interés excepcional las deliberaciones del VII Congreso de la Internacional Comunista y han leído con gran satisfacción vuestro informe… tenemos la esperanza que la unión de los camaradas comunistas y socialistas se hará rápidamente… deseos expresados en vuestro informe, que son de una gran precisión y el resultado de una visión clara…». «Presentad al camarada Stalin. digno jefe del proletariado de la Unión Soviética, la expresión sincera de nuestra admiración. del gran afecto que nosotros, revolucionarios españoles sentimos por él, etc.”. (Notas extraídas del libro La revolución española (1931-1939), de Pierre Broué editado por la editorial Península en 1977).

1936 (44 años)

Se puede decir que desde la noche del 17 de julio de 1936 hasta su trágica muerte, la vida de Nin se confunde con la del POUM. La ausencia forzosa de Maurín obligó al POUM a reorganizar su Comité Ejecutivo. Nin fue nombrado Secretario Político, nuevo cargo dentro de la nomenclatura del C.E., reduciendo su capacidad de decisión en relación con el cargo de secretario general que usufructuaba Maurín, cargo que se decidió por la mayoría del C.E. que «quedara sin ocupar» hasta que Maurín volviera a ocupar el puesto máximo del partido, sabiendo de sobras que Maurín no retornaría vivo jamás de la zona franquista. Decisión absurda, por otro lado, porque la personalidad de Nin desbordó, desde el primer día, los cargos de secretario general y político. Prueba de ello es que el 11 de agosto de 1936 -aún no había pasado un mes del 19 de julio, fecha en que estalló la guerra civil y la revolución simultáneamente- entró a formar parte del Consejo de Economía como representante del POUM, organismo que se encargó de planear y estructurar la industria para la nueva situación revolucionaria. En septiembre de 1936, en una reorganización del Gobierno de la Generalidad fue nombrado Consejero de Justicia.
Este es un tema en el cual nos vemos obligados a extendemos porqué es importante. Desde el mismo día en que el Partido, para no quedar aislado de los acontecimientos, aceptó el ofrecimiento de Companys de colaborar en el Consejo de la Generalidad con las mismas organizaciones que hicieron un frente único tácito para hacer frente a la insurrección fascista el 19 de julio, hasta ahora y en el tiempo que vendrá, se ha convertido en un asunto de controversia, de polémica e incluso de gratuitas ofensas graves por parte de Trotski y sus seguidores.

La brillante labor revolucionaria de Nin al frente de la Consejería de Justicia no obsta para que digamos que, teóricamente, con ese paso, se desdecía de todo lo que había escrito hasta entonces. Si en lugar de Nin hubiera entrado a formar parte del Gobierno de la Generalidad otro dirigente del POUM -no sabemos si fue Companys el que exigió la presencia de Nin en el Gobierno o fue decisión del organismo máximo del POUM- el retumbar del asunto no hubiera sido tan estrepitoso. Sin embargo -desgraciadamente no se conservan todas las actas del Comité Central y mucho menos las del Comité Ejecutivo- existe una resolución del C.C. del POUM, publicada en La Batalla del 18 de septiembre de 1936, que demuestra que la posición del POUM estaba tomada de antemano, sin precipitación, con conocimiento de causa: “Se impone la constitución de un poder fuerte (refiriéndose a la reorganización del Consejo de la Generalitat), capaz de recoger las ansias emancipadoras del proletariado y de crear la nueva legalidad revolucionaria. Esta misión no puede cumplirla más que un Gobierno Obrero. En este sentido, el Comité Central estima, hoy como ayer:, que este Gobierno debería estar compuesto exclusivamente por representantes de los partidos obreros y de las organizaciones sindicales; pero si este punto de vista no es compartido por las demás organizaciones obreras, no hace de él cuestión cerrada, con tanto mayor motivo cuando el movimiento republicano de izquierda -se refiere a la Esquerra Republicana de Cataluña y a los rabassaires (campesinos que cultivaban la tierra a rabassa morta) tiene un carácter profundamente popular -que lo distingue radicalmente del republicano de izquierda español, esencialmente burgués- y que las masas campesinas, los sectores obreros que constituyen su base, se orientan decididamente hacia la revolución y están fuertemente influenciados por los partidos y organizaciones obreras. Lo importante es el programa y la hegemonía garantizada del proletariado»

Preceptos arriesgados desde el punto de vista ortodoxo marxista que desgraciadamente no se cumplieron. Sin embargo, debemos hacer la salvedad que no todos los errores fueron cometidos por Nin. En un documento a los militantes del POUM, fechado el 23 de junio de 1939 y firmado por Juan Andrade (miembro del C.E. durante la guerra civil), Wilebaldo Solano (que como secretario de las Juventudes del POUM tenía el derecho de asistir a las reuniones del Comité Ejecutivo), José Calvet y Amadeo Robles, que ocuparon cargos de responsabilidad durante la guerra civil, de dura crítica contra la mayoría del Comité Ejecutivo y Comité Central del POUM, expresaron, entre otros conceptos, lo siguiente: “Durante el curso de la revolución y de la guerra civil, hubo en el Partido una fracción… que no tenía la menor fe ni confianza en la política revolucionaria del POUM… Es la fracción que encontró su expresión más acabada en la mayoría del Comité Central durante el curso de nuestra acción en España; es la fracción que dio a este organismo un acentuado carácter reaccionario… La Historia nos presentará más de una vez como responsables de estos errores. El error político mayor que nosotros hayamos cometido ha sido precisamente silenciar durante demasiado tiempo las divergencias y no hacerlas públicas”.

Se pueden esgrimir razones de peso, en pro y en contra, respecto si se debía haber aceptado colaborar en un gobierno autónomo, en que las decisiones fundamentales estaban en manos del gobierno central, con un partido policlasista como era la Esquerra Republicana de Catalunya pero de ideología netamente burguesa. No es así como se ha de plantear el problema. Cuando se trata de analizar un gobierno, sea cual sea la composición de los partidos que lo formen, no es bastante decir que es un gobierno obrero, de clase, por el solo hecho que lo compongan partidos que lucen siglas obreras. Es su política la que determina si el gobierno ejecuta una política revolucionada de clase. Este era el punto de vista, forzado por las circunstancias, de Nin. El amigo y colaborador de Nin, Kurt Landau, escribió que «el Consejo de la Generalidad representaba un tipo original, aunque no duradero, de régimen de transición revolucionaria» (palabras tomadas de la «Carta a Acción Comunista» nº 5, de abril de 1966 escrita por Wilebaldo Solano) y precisaba: «El Consejo de la Generalidad presenta una mezcla de órganos de gobierno burgués y de órganos de dualidad de poder. Pero semejante combinación no puede ser duradera. O bien las fuerzas revolucionarias tomarán el poder, o bien las fuerzas de las cuales el estalinismo catalán es el portavoz desplazarán de la Generalidad a los elementos molestos del doble poder». Y así sucedió. Este punto de vista de Landau, que siguió la misma suerte de Nin, a manos de los estalinistas, era también el de Nin.

Una cuestión de táctica se convirtió para los trotskistas en una cuestión de principios. Lo que sí se ha de plantear es si colaborar en el Consejo de la Generalidad era contribuir a un retroceso en el proceso revolucionario, es decir, ayudar a restablecer un organismo de la República burguesa, por izquierdista que fuese, de antes del 19 de julio. Pero no se ha perder nunca de vista que el destino de la guerra civil y de la revolución arranca del 20 de julio de 1936, momento en que los trabajadores, o mejor dicho, sus organizaciones revolucionarias mayoritarias, por carecer de una política de poder, carencia implícita en su doctrina, dejaron en manos de sus enemigos de clase el poder político que poseían de facto. Las condiciones objetivas y subjetivas, desgraciadamente, no coincidieron. Con sólo dar el pecho heroicamente no se ganan las guerras y las revoluciones. Todos los acontecimientos que ocurrieron después, incluidos los Hechos de Mayo, otro tema polémico, fueron la consecuencia del gran error del 20 de julio de 1936.

La campaña contra el POUM y, sobre todo, contra su dirigente más representativo, Andreu Nin, iba in crescendo, preparando el clima adecuado para sus funestos propósitos. Sería muy largo relatar las mentiras, insidias, calumnias, etc. orquestadas por los lacayos corifeos de Stalin que los que aún viven niegan, proclamando, con toda desfachatez, que no estaban enterados de las mismas como tampoco de los asesinatos. En un mitin de las Juventudes del POUM, Nin respondió públicamente: «Lamento no tener en este momento en la mano un ejemplar del periódico de la División Carlos Marx [era la del PSUC]- en el que aparece una caricatura en la cual estoy del brazo con el  general Franco, juntamente con un artículo del mismo tono, donde se dice que yo no he tenido que trabajar nunca porque siempre he cobrado de Hitler. (…) Estoy ya curtido en las luchas políticas, y por esto no me siento enojado contra mis calumniadores: cuando se llega a estos extremos, lo que se siente es pena por los calumniadores. Y mayor pena todavía si se tiene en cuenta que el miserable que ha escrito esto es el primero que no lo cree. En mi larga actuación, habré cometido errores. Pero los canallas calumniadores, que vengan aquí, a señalarme una sola deserción, una sola traición, en mis veinticinco años de servicios a la causa de la revolución proletaria».

1937 (45 años)

Los Hechos de Mayo fueron el detonador de lo que se venía preparando desde hacía meses, concretamente desde noviembre de 1936, fecha en que decidió Stalin intervenir en la guerra civil española (todo coincide, fechas y datos) utilizando sus siniestros consejeros de la Komintern y la colaboración de los estalinistas españoles con todo el aparato de propaganda, a través de actos públicos y una teledirigida campaña de prensa y radio. Los Hechos de Mayo marcan un hito muy importante en la involución de la revolución. Representaron el principio del fin, no sólo de la revolución sino también de la guerra. No es necesario detallar lo que ocurrió en aquellos trágicos días (se puede leer una crónica verídica escrita por Manuel Cruells con el título El Fets de Maig», publicada por Editorial Juventud en 1970 y Los Sucesos de Mayo de 1937 –Una Revolución en la República- con escritos de varios autores y protagonistas de los acontecimientos, editado por la Fundación Andreu Nin en 1988).

El entusiasmo con que se había luchado hasta entonces desapareció y el desánimo se extendió como una mancha de aceite, en todos los estamentos de la lucha. Lo que sí quiero remarcar es el entorno político y como en los momentos decisivos desaparece la careta demagógica y cada uno deja al descubierto sus verdaderas intenciones políticas y los intereses que defiende. De un documento redactado por el dirigente alemán de la Asociación Internacional de Trabajadores (anarquista) A. Souchy, editado en varios idiomas, escrito poco después de los Hechos de Mayo extracto un parágrafo muy significativo: «…se había formado una especie de frente único entre los partidos de la izquierda catalana; los nacionalistas catalanes (Estat Catalá), los elementos comunistas del PSUC y de la UGT. Todos estos elementos defendían al Consejero de Gobernación y al Director de Seguridad, Rodríguez Salas, es decir, a las personas que habían desencadenado el conflicto. Este frente único en el Consejo de la Generalidad se contagió a la calle: policía, guardias de asalto, mozos de escuadra, guardia nacional (nombre con que bautizaron a la Guardia Civil después del 19 de julio) y afiliados al PSUC y la UGT ocuparon conjuntamente sus barricadas. Al otro lado estaban los trabajadores de la CNT y de la FAI. Con ellos estaba el POUM, aunque sin compromisos orgánicos”.

El 12 de mayo de 1937 fue repartido profusamente un manifiesto del Comité Central del POUM escrito por Andreu Nin. He aquí extractos de algunos de sus párrafos: «Los trágicos acontecimientos que se han desarrollado en Barcelona en los primeros días de mayo, no pueden explicarse, como se ha pretendido, como una simple explosión de insensatez o un acto de locura colectiva. Acontecimientos de tal envergadura, que han lanzado a la lucha a masas considerables, bañando en sangre las calles de la capital catalana y costado la vida a centenares de hombres no se producen porque sí, sino que obedecen a causas poderosas y profundas… Si el desencadenarlo hubiera dependido de nosotros, no habríamos dado la orden de insurrección. El momento no era propicio para una acción decisiva. Pero los obreros revolucionados, justamente indignados por la provocación de que habían sido víctimas, se habían lanzado al combate y nosotros no podíamos abandonarlos. Obrar de otro modo habría constituido una imperdonable traición… La lucha armada se desarrolló en tal forma, fueron tales el ímpetu de los obreros revolucionados y la importancia de las posiciones estratégicas alcanzadas, que se hubiera podido conquistar el poder. Pero nuestro partido, fuerza minoritaria en el movimiento obrero, no podía tomar sobre sí la responsabilidad de lanzar esta consigna, con tanto mayor motivo cuanto que la actitud de los dirigentes de la CNT y de la FAI, que desde las emisoras invitaban de un modo apremiante a abandonar la lucha, creaban la confusión y el desconcierto entre los combatientes. En estas circunstancias, invitar a los trabajadores a tomar el poder era lanzarlos fatalmente a un putsch que hubiera sido de consecuencias fatales para el proletariado».

Los resultados de los Hechos de Mayo resultaron catastróficos desde cualquier punto de vista: 500 muertos y más de 2.000 heridos, creando una grave crisis política e institucional a la Generalitat y al Gobierno central. Pocos días después Largo Caballero se vio obligado a dimitir por haber «perdido la confianza» de los socialistas que lideraba Indalecio Prieto y de los comunistas y desalojado después también de sus cargos políticos en el PSOE y en la UGT. Uno de los motivos de su salida del gobierno fue la rotunda negativa de disolver el POUM exigida por los estalinistas. Dos días más tarde se formó el gobierno Negrín, el hombre escogido por Moscú desde hada tiempo para ocupar el cargo. Desde ese momento Stalin consiguió su propósito de dominar el Gobierno de la República.

Andreu Nin fue detenido el 16 de junio de 1937 por unos agentes llegados expresamente de Madrid, miembros de ]as Juventudes Socialistas Unificadas, en las oficinas del Comité Ejecutivo del POUM, situado en un edificio de la Rambla de los Estudios que ahora no existe (en su lugar se edificó un Banco convertido después en un Hotel). Los agentes estalinistas llevaban una orden de detención del Jefe de Policía de Barcelona, coronel Burillo, militar profesional y miembro del Partido Comunista. Después de permanecer detenido unas horas en la Jefatura de Policía de la vía Layetana, fue trasladado a Valencia, esposado, y con una numerosa escolta. Desde la capital valenciana, sede del gobierno, fue trasladado a Madrid y después a Alcalá de Henares. Todo lo que se ha escrito sobre la desaparición de Nin, son deducciones, confidencias e informaciones de segunda y tercera mano. Según Orlov, jefe especial de la NKVD, Nin fue ejecutado por un grupo de una fuerza policial escogida de liquidadores ultrasecretos enviados por Moscú. La orden de liquidarlo fue dada personalmente por Stalin. Los dirigentes comunistas son cómplices por omisión voluntaria. Y aún hoy, a pesar de la glasnost rusa y el derrumbe total del estalinismo, por un complejo de culpa, consideran el asesinato de Nin, un tema tabú. Y no se ha de olvidar a los que se hicieron y se hacen aún los desentendidos: políticos que no eran comunistas, intelectuales que no tienen inconveniente en firmar protestas por cualquier atropello de los derechos humanos en un lugar cualquiera del mundo. No era de esta manera escurridiza el escritor francés-argelino Albert Camus que dijo: “La muerte de Andreu Nin marca un viraje en la tragedia del siglo XX que es el siglo de la revolución traicionada”.

Andreu Nin conoció las prisiones de la monarquía borbónica española, de la Dictadura de Primo de Rivera, de la República francesa de los Derechos del Hombre, de la República democrática de Weymar, de la República española de trabajadores de todas clases, y por último, las del Gobierno de la Victoria de Negrín (del PSOE) y de los comunistas de Stalin. No pudieron arrancarle, a pesar de las torturas, una traición a sus ideales. Su sacrificio salvó muchas vidas de compañeros de lucha y, sobre todo, el honor del POUM. Nin demostró, a lo largo de su intensa vida política, que la intransigencia revolucionaria no es sinónimo de sectarismo. Fue paciente con los obreros de rudimentaria formación política, haciendo de la docencia revolucionada un hábito. Y no hizo nunca ostentación de su superioridad intelectual. Como hacen los que lo son de verdad.

Sobre el autor: Cabo, Francesc de

Ver todas las entradas de: