Un partido revolucionario sin una base sindical en la cual pueda apoyarse es como un edificio sin cimientos sólidos. La base sindical de un partido obrero revolucionario es su propio reaseguro de clase. Los anarcosindicalistas, en la preguerra civil convirtieron a los sindicatos de la CNT en su “partido político”: “en sí” y “por sí” el sindicato era su espacio político. Y este espacio político lo defendieron como un coto cerrado e incluso recurrieron al lenguaje de las pistolas cuando los intrusos marxistas intentaron desviar hacia sus propios conceptos sindicales los principios en que se fundamentó la creación de la Confederación Nacional del Trabajo.
La unidad sindical, la central única, una de las aspiraciones básicas de los trabajadores, debe estar basada en la libertad de tendencias que garantice la democracia interna y que se establezca, en sus normas estatuarias, que ninguna organización ideológica o partido político la monopolice. Pero ese ideal utópico no se da en ninguna parte. Los obreros se agrupan en un sindicato para luchar para fines pragmáticos comunes a todos los explotados al margen de sus preferencias políticas pero, en la práctica, este interés común es desnaturalizado por los dirigentes ligados a los intereses específicos de su partido o tendencia ideológica en beneficio de su propia política, manipulando los sindicatos y, en muchos casos, en contra de los intereses de clase de los trabajadores. En la España de la preguerra la división sindical en dos centrales, UGT y CNT, estaba fundamentada en los mismos principios en que se dividió, en el comienzo del surgimiento del movimiento obrero en el siglo XIX, entre los seguidores de Marx y los de Bakunin. Los trabajadores no constituyen una clase abstracta, al margen de la sociedad, sino que son parte importante del engranaje de la misma, y su evolución corre pareja con las etapas de desarrollo. Esta división, con predominio revolucionario de la central anarcosindicalista, correspondía a la etapa de subdesarrollo en que se encontraba aún la España de anteguerra, es decir, en la heterogeneidad de la sociedad española en su conjunto. Lo de el carácter “anarco”, “individualista” del español, es uno de tantos cuentos chinos que nos quieren inculcar, a fuerza de repetirlo con ahínco, para desvirtuar nuestro atraso.
Los días 2 y 3 de mayo de 1936 (dos meses y medio antes del 19 de julio) se constituyó en Barcelona la FOUS (Federación Obrera de Unidad Sindical) con asistencia de unos doscientos delegados en representación de unos 60.000 trabajadores agrupados en 145 sindicatos. En nombre del Comité del Frente Único Sindical, el secretario, Pedro Bonet, veterano sindicalista y miembro del C.E. del POUM, hizo un resumen de la labor realizada remarcando que no se había conseguido la adhesión de los Sindicatos de Oposición de la CNT («treintistas» de tendencia reformista dentro de la ortodoxia anarquista de la FAI) y que las direcciones de la UGT y de la CNT ni siquiera se habían dignado contestar a la invitación. Explicó la significación de la conferencia, la cual se proponía enfocar y resolver la cuestión de la unidad sindical con amplitud de miras que excluía todo sectarismo: «El problema no se puede resolver con el ingreso de los Sindicatos Autonómos (cómo se les denominaba hasta aquel momento) en la UGT o en la CNT. La existencia de dichos Sindicatos no es casual». No es casual, era una expresión diplomática que usó Bonet para evitar suspicacias entre los presentes, en su mayoría procedentes de la CNT. En otra intervención, Bonet expresó «que al enfocar este problema no queremos limitarnos a Cataluña, sino que debe plantearse asimismo en el resto de la Península, donde existen organizaciones autónomas tan importantes como la Federación Tabaquera Española y los sindicatos vascos…». La Unión de Sindicatos de Lerida, la más poderosa de las asistentes a la conferencia, contestando al Sindicato de Empleados y Técnicos de Tarrasa que proponía el ingreso a la CNT, manifestó: «que la existencia de sindicatos autónomos obedece a causas conocidas. No es por capricho que han surgido, sino porque unos se han visto obligados a marcharse de la CNT y otros han sido expulsados». Este delegado no se anduvo con subterfugios como el de «no es casual». Es necesaria una aclaración. Ante el auge que iban obteniendo los marxistas -en su mayoría de la corriente del BOC- en los sindicatos de la CNT, un Pleno de la central sindical anarcosindicalista, celebrado en Sabadell en abril de 1932, decidió expulsar en bloque a las Federaciones locales de Lérida y Gerona, y al mes siguiente, a la Federación local de Tarragona y a otros sindicatos como el Mercantil de Barcelona, como asimismo, para mermar la influencia marxista en la CNT, a todo dirigente sindical que se hubiese presentado como candidato, aunque no hubiese sido elegido, a un cargo público «político» según la jerga anarquista. Al negarse, en Asambleas, los afiliados a esos sindicatos a aceptar esta absurda disposición, fueron también expulsados de la CNT. El delegado de Lérida continuó: » La cuestión no se puede plantear de un modo simplista…Hay que establecer la relación entre los Sindicatos Autónomos e impulsar la fusión de la UGT y la CNT en una sola central. Ingresar en una de ellas es una grave equivocación». En la resolución final de la Conferencia se acordó que el nuevo organismo sindical creado se denominara Federación Obrera de Unidad Sindical (FOUS). En el Apartado II de la resolución se establecía: «El problema de nuestro movimiento sindical no se puede resolver -como algunos pretenden- dividiendo sindicalmente a la clase trabajadora en dos grandes sectores, la CNT y la UGT, destinados a englobar respectivamente, a los obreros anarquistas ya los obreros marxistas… Los obreros se organizan sindicalmente, no en su calidad de anarquistas o marxistas, sino únicamente en la de explotados…En el Apartado III se decía: » Otra de las fórmulas, no menos aceptable, consiste en realizar la unión dentro de una de las centrales: la UGT o la CNT. Esta fórmula es la de la absorción, cuya viabilidad está absolutamente descartada». Y por último, el Apartado IV establecía: «Para lograr la unificación de nuestro movimiento sindical no hay más que un camino: el de la fusión, realizada por medio de un Congreso al cual asistan representantes de todas las tendencias y organizaciones. De este Congreso saldría una central unificada, basada en el principio de la lucha de clases y en los principios tácticos y de organización que obtuviesen la mayoría». A propuesta de la Unión Local de Sindicatos de Lérida se nombró a Andreu Nin como secretario general y a Pedro Bonet de secretario administrativo.
El 23 de septiembre de 1936 (dos meses después de las Jornadas de Julio), en un artículo publicado en «La Batalla» (cuatro días antes que se conociera su nombramiento como Consejero de Justicia de la Generalitat), firmado, como secretario general de la FOUS, por Andreu Nin, la dirección del POUM efectúa un viraje en redondo, que «seguramente habrá producido una cierta sorpresa» como escribe textualmente Nin, denominándolo sencillamente «un cambio táctico» cuando en realidad fue la entrega de la FOUS a la UGT catalana en bandeja de plata, ya manipulada por Del Barrio, Sesé, Arlandiz, Olaso, Vidiella, Ferrer ,etc. notorios estalinistas, la mayoría provenientes de nuestras propias filas y, por tanto, sabedores de los puntos que calzaban.
Esta inesperada decisión, sin consultar a las bases de los sindicatos, provocó un desconcierto lógico Y una desbandada general de los sindicatos autónomos: unos se fueron a la UGT, otros a la CNT y la mayoría no acataron la resolución quedando autónomos. En el Pleno del Comité Central ampliado del POUM de diciembre de 1936 (dos meses después de la resolución de disolver la FOUS e ingresar en la UGT), celebrado del 12 al 16, en plena crisis del Consejo de la Generalidad con la expulsión de Nin del mismo, en la Resolución Sindical se insiste en el Apartado 4º-: Democratizar el régimen interno de la UGT celebrando tantas asambleas cuanto sea posible, o exigiéndolas. (¿A quién? ¿ A los mismos que expulsaban a Nin de la Generalidad? ). 3º- Mantenerse en la UGT y acelerar el ingreso en la misma de los sindicatos que fueron de la FOUS. En otras palabras, forzar a los sindicatos autónomos que se resistían a ingresar en la UGT.
Como este tema no fue tratado por Trotski en sus escritos sobre la política del POUM sus epígonos lo han dejado de lado o lo ignoran y por ello nos hemos librado de sus diatribas. Sólo W.Held (Heinz Epe), secretario y colaborador de Trotski durante su estada en Noruega, en un largo artículo publicado en Quatrieme Internationale de marzo-abril de 1937, le dedica unos párrafos, basándose única y exclusivamente en La Révolution Espagnole, boletín en francés editado por el POUM, con un desconocimiento total del tema y de la situación, se atreve a pontificar: «Al principio de la guerra civil; el POUM disponía de un marco sindical autónomo, la FOUS. Este era un error que el POUM reconoció bastante pronto». Afirma que el POUM «llevó a sus militantes a la UGT, probablemente para evitar una discusión teórica seria con los anarcosindicalistas». ¿Se figuran a Nin, Maurín, Andrade, Booet, Gorkin, Arquer, etc., con un largo historial sindical tanto nacional como internacional a sus espaldas, atemorizados ante una discusión teórica con los anarquistas? El párrafo siguiente es el disloque: El resultado ha sido muy distinto del esperado: el POUM en lugar de controlar a los dirigentes anarquistas a través de las masas revolucionarias de la CNT (¡así de fácil!) ha sido excluido de todas las negociaciones de unidad y la resolución firmada por la UGT y la CNT».
Dado su valor histórico y poco conocido, considero que el artículo de Nin, para su comprensión, debe ser leído íntegramente. [¿Por qué los sindicatos del FOUS ingresan en la UGT?, septiembre 1936, disponible digitalmente].
Con esta decisión nos incomodamos con la CNT, junto a la cual combatíamos en muchos aspectos de la guerra civil y la revolución. No comprendían las razones por las cuales habíamos entregado nuestros sindicatos a la UGT catalana, “esa central no tenía prestigio ni tradición” …, “’cuyos representantes se hallaban como pez en el agua en las instituciones arbítrales y conciliatorias y en los organismos oficiales», según palabras de Nin y agravada en aquel momento por encontrarse en manos de nuestros calumniadores y enemigos políticos, los estalinistas, que ya nos amenazaban con nuestro exterminio.
Los argumentos que Nin exhibe en su artículo para justificar este «cambio táctico» no son convincentes y se contradicen con los principios expuestos y acordados en el Congreso de Fundación de la FOUS: era un supuesto equivocado que la dirección de la UGT estaba inspirada por la política del Frente Popular del PSOE y que podríamos «contribuir a su renovación con el concurso activo de las fuerzas que irían a engrosar sus filas» cuando en realidad se encontraba en manos del PSUC. La Federación Catalana del PSOE había desaparecido al integrarse, de hecho, con Rafael Vidiella al frente, al PSUC. Según Nin «Hasta el 19 de julio la influencia de la UGT en Cataluña era insignificante. Esa central no tenía prestigio ni tradición. Su nombre no estaba ligado a ninguna de las grandes luchas del proletariado». ¿Y después del 19 de Julio? No mejoró su prestigio, todo lo contrario. Se afiliaron a la UGT catalana funcionarios del gobierno, policías, comerciantes, artesanos, pequeños fabricantes, aparceros y arrendatarios. Ingresó en la UGT la GEPSI (Federación Catalana de Gremios y Entidades de Pequeños Comerciantes e Industriales) algunos de cuyos miembros, según Solidaridad Obrera. , eran «patronos intransigentes, feroces antiobreristas». Ese panorama de la UGT no debió entusiasmar a los sindicatos de la FOUS al obligarles a ingresar a la UGT. Por otra parte ¿cómo podían convertir a la UGT en «una organización combativa y revolucionaria» los sindicatos de la FOUS, como aconsejaba Nin, al ingresar en ella si el aparato directivo, aconsejado por Erno Geroe, no celebraba ningún Congreso o Conferencia de la UGT e incluso ninguna asamblea de sindicato. Nin también señala que:
«En el fondo, la pugna, a menudo violenta, entre la CNT y la UGT, no es más que el choque entre las exigencias revolucionarias del momento, más fielmente representadas por la CNT, a pesar de ciertas deformaciones, que por la UGT, cuya dirección, inspirada por la política del Frente Popular del Partido Socialista (insiste en soslayar que era el PSUC el que la dirigía), tiende a frenar la revolución, manteniéndola en los límites de la República democrática burguesa».
Nin olvidó, al menos no lo menciona, que la CGTU (Confederación General de Trabajadores Unitaria), fue creada con la consigna de «Reconstrucción de la CNT» por iniciativa de Pepe Díaz en Sevilla y posterior secretario general del PCE. Como esta maniobra comunista tenía el propósito de crear su propia central sindical fracasando rotundamente, la dirección del PCE decidió integrarla, en «aras de la unidad», a la UGT en 1935. De la esquelética sección catalana de la CGTU era secretario Antonio Sesé y posteriormente de la UGT catalana, en nombre de la cual, al ir a tomar posesión de su cargo de Conseller, al reorganizarse el Consejo de la Generalidad durante los «Hechos de Mayo», fue asesinado al pasar el auto oficial que había ido a buscarlo, por delante de un sindicato. Aunque nunca se ha llegado a saber con certeza quién le disparó, menudeando las acusaciones mutuas entre psuquistas y cenetistas –Frente Rojo ¡no faltaba más! llegó a decir que los culpables fueron los «provocadores trotkistas» al servicio del fascismo -la deducción lógica es que fueron los mismos elementos que en los primeros días de las Jornadas de Julio asesinaron a Desiderio Trilles, líder carismático del poderoso Sindicatos de Estibadores y obreros del Puerto, que se pasó con armas y bagajes, a la UGT. Antonio Sesé, de origen aragonés, en la época de la dictadura de Primo de Rivera había pertenecido a un grupo de acción de uno de los hermanos Ascaso de la CNT. A su regreso del exilio ingresó en la Federación Comunista Catalano-Balear de Maurín y después en el BOC, ocupando cargos directivos e incluso fue candidato a varias elecciones. En 1932 fue cofundador del Partit Comunista de Catalunya adherido al PCE ya la IC. En ese período fue secretario de la CGTU estalinista. Al fundarse el PSUC se integró al mismo junto con el PCC y pronto pasó a la UGT ocupando el cargo de secretario general pero no pudo llegar a Conseller. Un hado adverso en forma de proyectil de fusil lo impidió. Los elementos que lo eliminaron no perdonaban a sus tránsfugas. En los dos casos, esperaron la oportunidad. Me he detenido en estos datos personales del personaje para que el lector se de cuenta del «espíritu reformista» de la dirección de la UGT durante la guerra civil para convertirla en una «organización combativa y revolucionaria» según la expresión de Nin.
En este problema sindical no hubo discrepancias entre los dirigentes que provenían de la Izquierda Comunista. Juan Andrade, en un artículo que se publicó en La Batalla el 28 de enero de 1937 escribía: » Si nuestro partido influenció la constitución de la FOUS fue para recoger en un organismo coherente a toda una serie de sindicatos que permanecían independientes, por motivos distintos, sin querer reingresar ni en una ni en otra central sindical. La FOUS tenía como único objetivo propulsar la unidad sindical. Se demostró que este era su propósito cuando a los pocos días de estallar el movimiento actual, y al comprobar el deseo unitario de los trabajadores, acordó su auto-disolución para ingresar en una de las centrales existentes, precisamente en aquella en la que estimaban las organizaciones componentes de la FOUS que se podía laborar mejor a favor de la unidad sindical precisamente por estar dirigida por el reformismo, que es siempre su mayor enemigo».
Confundir -equiparándolas- la UGT de Barcelona con la de Madrid fue un error difícil de comprender en hombres de su experiencia política y sindical.