Del tiempo en que Eugenio Fernández Granell tenía razón. Revolución, surrealismo, antitotalitarismo: 1936-1950 (Claudio Albertani, 2021)

Yo formé parte durante la guerra de una emigración socialista variopinta y más bien desfavorecida, porque seguíamos remontando la corriente de grandes ilusiones hoy desvalorizadas. Nunca hemos dejado de mantener nuestra protesta contra todos los despotismos sin excepción. Nunca hemos consentido en denunciar ciertos campos de concentración silenciando otros… Es preciso verlo claro, diría más, ver claro sin piedad, contra todo oportunismo político o ideológico.  Victor Serge

Nos había triturado el engranaje que habíamos puesto en marcha con nuestras propias manos. Cual ruedas del mecanismo, aterrorizados hasta el extravío, nos habíamos convertido en instrumentos de nuestra propia sumisión.  Todos los que no se alzaron contra la máquina stalinista son responsables, colectivamente responsables de sus crímenes. Tampoco yo me libro de este veredicto. Pero ¿quién protestó en aquella época? ¿Quién se levantó para gritar su hastío?   Leopold Trepper

Aclaremos que para ellos siempre fuimos agentes de alguien: durante nuestra guerra civil lo éramos de Franco, luego de Hitler y finalmente de la CIA norteamericana. Ignacio Iglesias

La primera vez que oí hablar de Eugenio Fernández Granell (A Coruña, 1912 – Madrid 2001) fue en los años noventa del siglo pasado. Me encontraba en Fontanay-sous-Bois, a las afueras de París, en casa de Wilebaldo Solano[1], el último secretario del Partido Obrero de Unificación Marxista, POUM, el partido comunista disidente que Stalin mandó a exterminar durante la revolución española. De joven, Solano había encontrado a Victor Serge y yo quería conocer de primera mano sus opiniones sobre el escritor y revolucionario ruso-belga fallecido en México. Solano tenía una memoria prodigiosa, era un gran conversador y, además de hablarme de Serge, me contó algunas anécdotas de su propia vida. Recuerdo muy bien la emoción con que me narró de cuando, a principios de 1947, había viajado clandestinamente de París a Madrid para encontrarse con Joaquín Maurín[2] -el fundador y primer secretario del POUM- quien, dado por muerto varias veces, acababa de emerger de las mazmorras franquistas, después de una década infernal. Maurín estaba agotado y optó por abandonar la política activa y exiliarse en Estados Unidos, donde murió en 1973. De regreso a París, ese mismo año de 1947, Solano fue elegido secretario general del POUM, cargo que mantuvo hasta la disolución del partido en 1980. Mientras el viejo revolucionario me hablaba, llamó mi atención un cuadro que colgaba de una pared del comedor.

-Es un retrato de Teresa[3], mi esposa, indicó Solano.

– ¿Quién es el autor?, pregunté intrigado.

-Un gran pintor y compañero, también militante del POUM: Eugenio Fernández Granell.

Agregó que, en 1941, camino a México, Serge y su hijo, el entonces joven pintor Vlady, habían sido sus huéspedes en Ciudad Trujillo, República Dominicana. Cuando regresé a Tepoztlán donde yo residía entonces, fui a Cuernavaca a ver a Vlady y él me confirmó lo dicho por Solano. Conservaba un excelente recuerdo de Granell, pero hacía tiempo que había perdido el contacto con él. Después supe que el pintor gallego había vivido en Guatemala, lo cual aumentó mi curiosidad, pues tengo buenas amistades y una larga historia personal en el país centroamericano.

Otras ocupaciones desviaron mis pesquisas y Granell falleció en 2001, sin que yo pudiera conocerlo, aunque aquí en México encontré a su gran amigo y compañero de lucha, el editor catalán Bartomeu Costa-Amic, también poumista.[4] La figura del pintor gallego -quien además fue músico, poeta, periodista y novelista- volvió a hacer irrupción en mi vida hace algún tiempo cuando Arturo Taracena me regaló su libro, La polémica entre el pintor Eugenio Fernández Granell, la AGEAR y el Grupo Saker-ti. Desencuentros ideológicos durante la primavera democrática guatemalteca (Flacso, Guatemala, 2015). Taracena, amigo mío de larga data, a pesar de recurrentes desacuerdos, es uno de los principales historiadores de Guatemala, especializado en el movimiento obrero, la guerra sucia y la cuestión indígena.

Saker-ti, palabra que significa “amanecer” en idioma cakchiquel, es el nombre de un grupo político-cultural, creado en 1946, en el contexto de la breve floración democrática que experimentó el país centroamericano entre 1944 y 1954. Sus fundadores, intelectuales entre los veinte y los treinta años, eran originalmente discípulos del escritor, poeta, crítico de arte y diplomático, Luis Cardoza y Aragón (Antigua Guatemala, 1901 – Ciudad de México, 1992). Tras distanciarse de Cardoza, dicho grupo integró en 1949 el núcleo fundador del Partido Comunista de Guatemala, mismo que a partir de 1951 tomaría el nombre de Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT).

AGEAR es el acrónimo de la Asociación Guatemalteca de Escritores y Artistas Revolucionarios. Taracena tilda a la agrupación de “nacionalista y anticomunista”, lo cual me parece una exageración.[5] Sin ser un especialista del tema, señalo que en un libro reciente, también publicado por Flacso (y en el cual el propio Taracena figura como uno de los autores), se menciona que el grueso de las filas de la AGEAR la forman “jóvenes artistas de diferentes disciplinas que poseen mayor sentido de compromiso social y una urgencia en la búsqueda de nuevos derrotero experimentales”.[6] De hecho, a los integrantes de la AGEAR y de Saker-ti se le conoce en conjunto como “la generación revolucionaria”.

Taracena analiza dicha polémica en el marco de la incipiente Guerra Fría, lo cual, como veremos, es discutible. Sostiene, además, que Granell, al criticar la política de los comunistas guatemaltecos, favoreció los intereses imperialistas de Estados Unidos, lo cual me parece un despropósito. La Guerra  Fría fue, como todos sabemos, un enfrentamiento entre dos superpotencias, la Unión Soviética y Estados Unidos, que aspiraban al control del mundo. Menos aceptada es la tesis de que dichas superpotencias tenían en común mucho más de lo que sus respectivos partidarios estaban (y están) dispuestos a reconocer: en la URSS no existía socialismo y en los EE. UU. sólo había un simulacro de democracia. Lo que imperaba en ambos países eran dos variantes de un mismo sistema de dominación, el capitalismo.

Hoy está claro que muchos sabían lo que realmente sucedía en la URSS, pero optaron por callarse. Como señaló Serge, denunciaron unos campos de concentración, pero silenciaron otros, lo cual -apuntó Trepper[7]- los hizo corresponsables de los crímenes de Stalin y de sus sucesores. En la actualidad, gran parte de la izquierda latinoamericana sigue ignorando que, durante más de medio siglo, los partidos comunistas, sus satélites, e incluso amplios sectores de las organizaciones revolucionarias armadas, estuvieron dominados por la ideología y la práctica estalinistas. Muchos -demasiados- quedaron empantanados en el mito del socialismo soviético y vivieron su derrumbe como una tragedia. Esa sensación -escribe Juan Manuel Vera de la Fundación Andreu Nin[8]-, acompañada de la nostalgia melancólica de esa época, oculta algo peligroso: la herencia del autoritarismo y del carácter dictatorial de ese engendro que se llamó “socialismo real” y que no era socialista ni tampoco real.

Desde mi punto de vista, la actuación de Fernández Granell en Guatemala no se explica por su supuesta adhesión al campo imperialista proamericano, sino a partir de su participación en la revolución española como militante del POUM. En las páginas que siguen, después de abordar rápidamente el contexto político y cultural en que se desarrolló la polémica, trazaré un breve perfil de Granell y su paso por la República Dominicana, para finalmente concluir con una apreciación de su estancia en Guatemala y una crítica al libro de Taracena.

 

La “década civilizada”

Los años 1944-1954, conocidos en Guatemala como “primavera de la democracia”, dieron pie a una singular floración de libertad en el país de la eterna tiranía.[9] El movimiento inició en junio de 1944 con una ola de protestas contra la dictadura de Jorge Ubico y se extendió hasta el golpe militar de junio de 1954, promovido por los Estados Unidos. Ubico había gobernado el país centroamericano con mano de hierro, en beneficio de una reducida oligarquía agraria ultraconservadora y de la United Fruit Company -también conocida como la Frutera o el Pulpo-, la mal afamada bananera norteamericana que controlaba los puertos, las navieras, los ferrocarriles y la electricidad, o sea aproximadamente el 40% de la economía del país, prácticamente sin pagar impuestos.

Reducido a una condición semicolonial, el país -que tenía una mayoría de población indígena maya cruelmente oprimida y explotada- había padecido durante los años de Ubico (1931-44) un grave proceso de corrupción, mismo que ha sido descrito poéticamente por Miguel Ángel Asturias en las novelas que integran su trilogía bananera: Viento fuerte, El papa verde y Los ojos de los enterrados. El tirano tuvo que renunciar el 1º de julio de 1944, pero heredó su gobierno a un triunvirato integrado por los generales Eduardo Villagrán Ariza, Buenaventura Pineda y Federico Ponce Vaides. Conocido por su incompetencia descomunal y afición al alcohol, Ponce Vaides defenestró rápidamente a sus dos colegas quedando como presidente de facto a partir del día 4. Pero la jugada no le salió bien y el 20 de octubre fue derrocado por un poderoso movimiento popular integrado por jóvenes militares, estudiantes universitarios y obreros en armas.

Terminaba la dictadura y empezaba una corta estación marcada por el soplo de vientos democráticos, la “década civilizada”, según la define Cardoza.[10] Se instaló una junta revolucionaria integrada por un civil, Jorge Toriello, y dos militares, Francisco Javier Arana y Jacobo Arbenz Guzmán. La junta derogó rápidamente los decretos de la administración anterior, abolió el trabajo forzoso, organizó elecciones libres y convocó a una Asamblea Nacional Constituyente que promulgó una nueva Carta Magna. Antonio Obando Sánchez, sindicalista y militante del primer Partido Comunista de Guatemala (1922-1932), apuntó: “quiero consignar que la recuperación del hombre por el hombre preconizado por la Junta Revolucionaria de Gobierno es lo más valioso: por vez primera el hombre que trabaja se sintió un ser humano; por vez primera los trabajadores podían organizarse en sindicatos o como se les diera la gana para denunciar los atropellos y luchar por mejorar sus condiciones de vida”.[11]

Bajo el mandato de dos presidentes, Juan José Arévalo (1945-1951) y Jacobo Arbenz (1951-54), Guatemala comenzó un vigoroso proceso de modernización, sin trascender el marco del capitalismo liberal. Ninguno de los dos tenía una ideología “comunista”; en el caso de Arévalo se definía “socialista espiritual” y Arbenz se afilió al PGT sólo después del golpe militar de Castillo Armas. Ambos realizaron reformas no más radicales de las que implementó el presidente Roosevelt en Estados Unidos, como admite incluso un anticomunista furibundo como Mario Vargas Llosa en su reciente novela, Tiempos recios.

Durante la primavera guatemalteca, se legalizaron los sindicatos, se creó el Instituto Indigenista Nacional, se fundó el Instituto Guatemalteco del Seguro Social y se construyeron escuelas, hospitales y caminos. Asimismo, se concedió el voto a las mujeres y se promulgaron el estatuto de los trabajadores -lo cual acababa con la práctica de impedir la formación de sindicatos y reprimir violentamente toda protesta laboral- y la autonomía universitaria. Lo más controversial fue el Decreto 900, una reforma agraria más bien tibia que expropiaba los predios ociosos de los grandes latifundios, en beneficio de los campesinos sin tierras afectando los intereses de la bananera.

Esa que pronto se llamó “Revolución de octubre”, propició auténticas floraciones culturales. En palabras del poeta Otto-Raúl González “octubre llegó como una marejada /de olas, nidos, miel y polen /de verter sobre el mapa /sus brillantes racimos”.[12] Nacieron la Orquesta Sinfónica Nacional, el Ballet Guatemala y la Escuela de Artes; se hicieron campañas de alfabetización, se crearon museos, bibliotecas e institutos de investigación, se publicaron libros y revistas, por ejemplo, la importante Revista de Guatemala, fundada por Cardoza. En un país que se había mantenido al margen de las grandes corrientes culturales del mundo, se otorgaron becas para estudiar en el extranjero, se hicieron intercambios y se organizaron exposiciones vanguardistas.

Así las cosas, muchos artistas, escritores y científicos que se habían mantenido prudentemente alejados del país, ya sea por razones políticas o sencillamente por falta de oportunidades, optaran por regresar, al mismo tiempo que llegaban decenas de intelectuales europeos que huían de la guerra mundial y del franquismo. En ese clima de efervescencia, se manifestaron distintos grupos y tendencias vanguardistas. Algunos, como “Círculo Acento” (Otto-Raúl González, Manuel Galich, Carlos Illescas, Raúl Leiva Dagoberto Vásquez, Rodolfo Galeotti Torres) habían surgido hacia el final de la dictadura de Ubico. Otros florecieron después de 1944 incorporando a aquellos en sus filas. Recordamos los siguientes: la Asociación de Profesores y Estudiantes de Bellas Artes, APEBA (Jacobo Rodríguez Padilla, Mario Alvarado Rubio, Rina Lazo), la ya mencionada AGEAR (Arturo Martínez, Eugenio Fernández Granell, Dagoberto Vásquez, Mario Monteforte Toledo, Eunice Odio) que agrupaba varias tendencias del arte contemporáneo y el también ya señalado Saker-ti. Este último estaba animado por los futuros integrantes del PGT: Huberto Alvarado, Enrique Torres, Jacobo Rodríguez Padilla, Otto-Raúl González y Carlos Navarrete, entre otros.

Es pues un país en gran fermento político, social y cultural, la Guatemala a que llegó Eugenio Fernández Granell (a quien sus amigos llamaban simplemente Granell) a principios de noviembre de 1946, junto a su compañera, Amparo Segarra, y a la pequeña hija de ambos, Natalia Fernández Segarra.[13] Procedían de la República Dominicana en donde habían vivido desde 1940, como otros refugiados europeos.

 

Granell y la revolución española

Hablar de Granell -no sobra insistir en ello- implica hablar de la Guerra de España, el evento central de su vida.[14] Podemos empezar desde ahí, lo cual es empresa arriesgada porque la literatura al respecto es exterminada y la mistificación al orden del día. La interpretación corriente es que dicha guerra fue un enfrentamiento entre dos Españas, una democrática, progresista y laica y la otra autoritaria, conservadora y católica. Esta es una parte de la verdad. Pero había otra España, la de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) -que contaba con unos 2 millones de afiliados cuando el PCE apenas llegaba a los 20,000- y del POUM, pequeño pero aguerrido partido comunista disidente. La fidelidad apasionada a esa España que aspiraba a hacer la revolución social explica la conducta de Granell, no solamente en la contienda, sino también su paso por Guatemala y el resto de su vida.

Recordemos que nuestro autor pasó la mayor parte de su infancia en Santiago de Compostela y que en 1928 se trasladó a Madrid. Manifestó desde niño una clara propensión artística, pero su vocación inicial no fue la pintura, sino la música (era violinista egresado de la Escuela Superior de Música de Madrid), además de la literatura y el periodismo, actividades que nunca dejaría de practicar. Fue probablemente gracias a la amistad con Cándido Fernández Mazas, pintor y futuro colaborador de las revistas del POUM, si, todavía adolescente, descubrió las vanguardias artísticas y, en particular la revista surrealista Minotaure misma que, rememorando sus experiencias juveniles al final de su vida, definió un “barco fantástico, una isla movediza para todo navegante de la gran aventura, sin importar su nacionalidad”.[15]

Parece que fue principios de los años treinta, cuando Granell conoció en París a Pierre Naville[16], el escritor surrealista que recién había sido expulsado del Partido Comunista Francés por su vinculación con el trotskismo. El encuentro debe de haberlo marcado pues en 1932 -después de una breve militancia en el PCE del cual fue expulsado- se adhirió a la Izquierda Comunista de España (ICE), igual que sus hermanos Julio y Mario y su primo, Jaime Fernández.[17] De filiación trotskista, la ICE fue creada por Andreu Nin, poco después de su regreso de la URSS. [18] En Madrid, la dirigía Juan Andrade[19], de quien Granell se haría amigo de por vida. Pelai Pagès, historiador del trotskismo español, define a Granell como un “militante de primera hora”.[20]

Colaboró con distintas revistas políticas y culturales: Leviatán, Soviet, Comunismo, Nueva España y P.A.N. (Poetas Artistas Navegantes), junto al ilustrador Cándido Fernández Mazas.[21] Un artículo de 1932, escrito desde la prisión celular de Madrid, anticipó sus futuras posiciones políticas: “en las Juventudes Comunistas -escribe- se cometen los mayores atropellos (expulsiones, imposición burocrática de resoluciones, etc.) en nombre de la disciplina. Pero ocurre que, examinando el funcionamiento orgánico de las Juventudes, nos encontramos con que la disciplina no existe. No existe como tal disciplina comunista”. [22]

Se refería, evidentemente, al PCE que ya se encontraba completamente estalinizado y cuya prioridad era tener a militantes incondicionales. Por entonces, la consigna de la Comintern (Internacional Comunista) era eliminar a los partidos socialistas, los cuales tenían -supuestamente- la culpa de suscitar ilusiones reformistas entre los obreros. En “El Partido Comunista y el fascismo”, Granell profundizó sus críticas, ahora arremetiendo contra la política de identificar al fascismo con el socialismo y el anarquismo, algo que -afirmaba- no sólo era “una inconsecuencia política, sino además una monstruosidad teórica”.[23] Recordemos que dicha política de la Comintern explica, al menos en parte, la victoria de Hitler en las elecciones de 1933 en Alemania.

Según Víctor Alba,[24] el PCE estaba dirigido tras bambalinas por cuadros extranjeros de probada observancia moscovita como el italiano Vittorio Codovilla[25] y el húngaro Ernő Gerő[26] que tildaban a los oposicionistas de social-fascistas y a los sindicalistas de la CNT de anarcofascistas (¡!).[27] Pronto se les sumaría Vittorio Vidali, alias Carlos Contreras o Enea Sormenti, otro italiano de reputación siniestra, y su compañera, la fotógrafa Tina Modotti.[28]

En España, el triunfo electoral de las derechas se consumó en noviembre de 1933, causando considerable preocupación en distintos sectores de la izquierda. El 9 de diciembre, por iniciativa del Bloque Obrero y Campesino (BOC) -la organización dirigida por Maurín-, se constituyó en Cataluña la primera Alianza Obrera y en los meses sucesivos nacieron otras en distintas partes del país. La más importante fue la que se estableció en las zonas mineras asturianas donde, en octubre de 1934, el acuerdo entre CNT, UGT y PSOE[29] -al que también se sumó, tardíamente, el PCE- jugó un papel esencial en el movimiento que cimbró a la II República y que pasó a la historia como “la revolución de Asturias”.[30] Si bien de menor envergadura, en Madrid también hubo un conato de huelga insurreccional, en el que Granell participó a través de su labor periodística y en calidad de militante de a pie.

El 28 de septiembre de 1935, en una reunión celebrada en Barcelona, la ICE (que recién había roto con Trotsky) y el BOC se unieron para dar origen al POUM. El nuevo partido procedía de las dos corrientes revolucionarias que existían en España: el anarcosindicalismo y el comunismo no estalinista y, en menor parte, el nacionalismo catalanista. Era, según opinaba Victor Serge desde París, un partido comunista de oposición, es decir abiertamente hostil a la concepción estalinista del socialismo, al estado totalitario y al sistema burocrático.[31] Al momento de su creación, contaba con unos 10,000 militantes, especialmente, aunque no exclusivamente en Cataluña. Era una cantidad limitada, sin duda, pero integrada por cuadros experimentados.[32] Granell se sumó desde Madrid -junto a sus dos hermanos, Julio y Mario y a su primo, Jaime Fernández- colaborando intensamente con la prensa partidista (La Batalla, Antorcha, La Nueva Era) y con Hora de España de Valencia.

En las elecciones de febrero de 1936, el POUM se incorporó tácticamente al Frente Popular, sin abandonar la bandera de la Alianza Obrera y sin renunciar a sus criticas al comunismo oficial. Granell escribió en La Batalla: “canten los comunistas oficiales el Himno de Riego y cúbranse con la bandera tricolor de la burguesía. El pacto con los republicanos no nos obliga más que a luchar contra la reacción clerical‑fascista y a conseguir la amnistía para nuestros presos. Pero nuestra misión no finaliza arrancando de las cárceles de España a los 30.070 revolucionarios de octubre. Sin interrupción caminamos derechos a libertar del gran presidio de la España capitalista a todo el pueblo trabajador”.[33]

Maurín ganó una diputación, misma que le serviría como tribuna política para difundir las tesis del partido. A partir del alzamiento militar contra la República (18 de julio), el POUM participó en la lucha armada impulsando, como los anarcosindicalistas, la idea de que el triunfo de la revolución era la única garantía para ganar la guerra. Victor Alba resume con una frase sencilla la atmósfera de las jornadas insurreccionales de julio 1936: “los obreros querían ser los amos. No lo querían porque los sindicatos o los partidos se lo indicaran, sino espontáneamente”.[34]

En las primeras semanas de la contienda, Granell encontró al pintor cubano Wifredo Lam[35] y a Benjamin Péret.[36] Me los figuro debatiendo en plena guerra sobre revolución, surrealismo y liberación total del hombre… Lam se había establecido en España a principios de los años veinte y siempre simpatizó con la causa republicana, pero es difícil establecer su colocación política en ese momento. Algunos lo ubican en las Brigadas Internacionales a lado de su amigo, el biólogo Faustino Cordón, militante del PCE.[37] Sin embargo, cuando a finales de año, se trasladó a Barcelona, ya se encontraba entre los colaboradores del POUM, junto a otros artistas extranjeros.[38]

Más tarde, Granell declararía: “entendí el franquismo como una guerra contra la cultura más que contra la revolución. Tomé parte en ella desde la trinchera de la cultura”.[39] Habría que añadir que desplegó también una intensa actividad militante y periodística. Fundó y dirigió El combatiente rojo. Diario del POUM, órgano de las milicias madrileñas y escribió el folleto El ejército y la revolución, que resumía la postura del POUM sobre las milicias.[40]  Y no se limitó a usar la pluma: combatió en la batalla de Sigüenza alcanzando el grado de teniente coronel.

Aunque no tengo registro de ello, es muy probable que, en el frente de Sigüenza, Granell haya coincidido con dos parejas de revolucionarios inolvidables: el poeta surrealista cubano Juan Breá y su compañera, la escritora australiana Mary Low[41], así como los argentinos Hipólito y Mika Etchebéhère. Llegados a España en agosto de 1936, Low y Brea tuvieron que salir precipitosamente el 28 de diciembre, por las amenazas de los estalinistas. La reedición en inglés del libro que escribieron ambos sobre su experiencia incluye una introducción de Granell.[42] En 1946, Mary Low publicó Alquimia del recuerdo, estremecedora colección de poemas, ilustrada por Lam. En cuanto a los Etchebéhère, al caer Hipólito fulminado por una bala de ametralladora, Mika tomó su lugar como mando de las milicias del POUM en el frente. En su libro de recuerdos, Mi guerra de España, habla en distintas ocasiones de la valentía del hermano de Granell, Julio.[43]

En aquel verano memorable, nuestro autor encontró el tiempo de organizar viajes de voluntarios para la defensa de Madrid y Guadalajara en el que llegó a conocerse como “El tren de Granell”. Participó también en la requisición de una emisora de radio que, convertida en Radio POUM, emitía desde Madrid a toda la península jugando un papel esencial en la movilización de los trabajadores. Wilebaldo Solano, a la sazón dirigente de la organización juvenil del POUM, narra de un mitin en el teatro Infanta Isabel de Madrid con la participación de Eugenio F. Granell, Enrique Rodríguez “Quique” [44] y el propio Solano que provocó la irritación de los estalinistas. Tan es así que Santiago Carrillo, secretario general de las Juventudes Socialistas Unificadas y futuro secretario general del PCE, organizó un asalto del local de la Juventud Comunista Ibérica (perteneciente al POUM) de Madrid y una campaña contra “el trotskismo”.[45]

A principios de 1937, tanto El combatiente Rojo, como Antorcha y Radio POUM fueron liquidados por los estalinistas, so pretexto de que “vertían agresiones verbales contra el gobierno legítimo de la República, contra el Frente Popular y sus dignos representantes, contra las figuras destacadas en la defensa de nuestra invicta ciudad, etc.”.[46] Así las cosas, Granell se mudó a Barcelona por solicitud de Nin con la tarea de apoyar la revista teórica del partido, La Nueva Era. No era un buen momento para estar en la ciudad condal. La Batalla había estado muy activa en denunciar las purgas en la URSS (el primer proceso de Moscú que concluyó con la ejecución de Kamenev, Zinoviev y otros viejos bolcheviques es de agosto de 1936) y las funestas consecuencias políticas del envío de armas soviéticas que, como es bien sabido, se pagaron con el oro del Banco de España y la entrega incondicional del gobierno republicano a las directivas de Moscú.

Al margen de las querellas doctrinales, es innegable que los marxistas del POUM comprendían los problemas estratégicos de la revolución mejor que los anarquistas, los cuales, en gran parte, no entendían el alcance de las purgas y las consideraban asuntos entre “autoritarios”. Así las cosas, el POUM representaba un grave peligro para los soviéticos y es justo en contra de ese partido que se ensañaron con singular vehemencia. Se podría observar que, desde su punto de vista -el punto de vista de la contrarrevolución-, les asistía la razón pues, a pesar de su tamaño reducido, el partido les causaba dolores de cabeza ya que su voz era escuchada y participaba con pleno derecho en los principales órganos de poder surgidos después del 19 de julio.

Antes de ser disuelto en septiembre de 1936 precisamente por imposición de los comunistas, el Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña, que era la emanación directa del pueblo en armas, había contado con un representante poumista. Nin, por su parte, había sido Conseller de Justicia del gobierno local, la Generalitat. En esta calidad, se había atrevido a ofrecer asilo a León Trotsky, al mismo tiempo que una delegación integrada por dos militantes del partido, Bartomeu Costa Amic y Daniel Rebull (David Rey) gestionaba la opción de México, misma que a la postre resultó la única viable.[47]

Los comunistas lograron sacar al POUM de la Generalitat de Cataluña y de la Junta de Defensa de Madrid, en diciembre de 1936, sin que la CNT -que estrenaba cuatro ministros- quisiera o pudiera impedirlo. Se alegaba que los poumistas eran franquistas disfrazados, quintacolumnistas, “hitlero-trotskistas” etc. y, aunque la mentira era evidente, las armas soviéticas pesaron más que la verdad. El 16 de diciembre, 3 días después de la salida del POUM de la Generalitat, apareció en La Pravda de Moscú un artículo sobre España donde se decía entre otras cosas: “en Cataluña ha comenzado la eliminación de trotskistas y anarcosindicalistas; se llevará a termino con la misma energía con que se realizó en la URSS”.[48]

No era retórica. En marzo de 1937, Benjamin Péret escribió a André Breton lo siguiente: “decidí de enlistarme en una milicia anarquista y estoy en el frente de Pina del Ebro. Aquí me quedaré hasta que algo más interesante me llame en otra parte. (…) Quisiera contarte todas las canalladas de los estalinistas que sabotean abiertamente la revolución con el apoyo, entusiasta evidentemente, de los pequeños burgueses de todas las tendencias”.[49]  Lo peor sucedió en mayo, cuando los comunistas que ya controlaban la Generalitat y la policía local lanzaron una provocación: desalojar la central telefónica que se encontraba en poder de la CNT-FAI desde julio del año anterior. [50]

En respuesta, milicianos anarquistas, auxiliados por poumistas se sublevaron, al margen de las directivas de sus respectivas organizaciones. En la refriega perecieron por lo menos 500 personas y unas 1,500 resultaron heridas, dejando en Barcelona número de víctimas superior al causado por la asonada militar del l8 de julio. En ese contexto, fueron secuestrados y asesinados, entre otros, los anarquistas italianos Camilo Berneri y Francesco Barbieri, los trotskistas Kurt Landau y Erwin Wolf y el poumista Marciano Mena. A pesar de que -según el testimonio de Orwell[51]- la actitud de los directivos del POUM había sido más bien vacilante, los estalinistas no desperdiciaron el pretexto para acusarlos de traición. Dolores Ibárruri, La pasionaria, exigió extirpar al trotskismo como se extirpan del campo las plantas venenosas: “es preferible condenar a cien inocentes -escribió- antes que el culpable pueda ser absuelto”.[52]

El 16 de junio, Nin -quien se desempeñaba como secretario del partido tras la detención de Maurín el 19 de julio de 1936, en zona franquista- fue secuestrado en plena luz del día por un comando integrado por policías de Barcelona y militantes del PSUC.[53] El operativo fue organizado y dirigido por Alexander Orlov[54], a la sazón jefe de la policía secreta soviética en España, con la complicidad de los ministros comunistas del gobierno. Nin fue transferido a Madrid y sucesivamente a Alcalá de Henares, donde fue torturado en un chalé residencia del jefe de la aviación republicana, Ignacio Hidalgo de Cisneros, y su esposa, Constancia de la Mora, para que confesara su colaboración con los franquistas. La idea era trasladarlo a Moscú para que corroborara las acusaciones contra un inexistente “Centro trotskista antisoviético”. Pero Nin no admitió nada y fue asesinado en un paraje de la carretera Alcalá de Henares-Perales de Tacuña. [55]

Los muros de la ciudad se llenaron de pintas: “Gobierno Negrín: ¿dónde está Nin?”, abajo de las cuales los estalinistas garrapateaban: “en Salamanca o en Berlín”, insinuando que el dirigente poumista se encontraba a salvo con Franco o con Hitler. Una verdadera infamia. “Adiós amigo querido”, escribió Victor Serge desde París. “Nos queda el recuerdo de tu vida valiente, tus obras, tu acción. Y nos queda también tu muerte terrible”.[56] Aquel 16 de junio, la policía de Barcelona ocupó también los locales del POUM y de la Batalla deteniendo a gran parte de su Comité Ejecutivo.[57] Aún así, el partido no desapareció: se reorganizó en la clandestinidad y siguió luchando hasta el final en una atmósfera ya muy deteriorada, misma que describen Orwell en Homenaje a Cataluña y Ken Loach en la película Tierra y Libertad.

El asesinato de Nin, junto a muchos otros igualmente infames, sigue pesando sobre la historia del comunismo.[58] Fernando Claudín, disidente del PCE, afirmó que “es la página más negra en la historia del Partido Comunista de España, que se hizo cómplice del crimen cometido por los servicios secretos de Stalin”.[59] En 1954, Albert Camus escribió que el homicidio de Nin quien, entre otras cosas, fue el principal traductor de Dostoyevski al español, “señala un viraje en la tragedia del siglo XX, que es el siglo de la revolución traicionada”.[60]

No fue sino hasta en 1989, cuando el escritor Manuel Vázquez Montalbán y otros militantes del PSUC tuvieron el valor de reconocer la brutalidad cometida contra Nin y los poumistas.[61] En junio de 1990, el propio Granell fue parte de una delegación de la Fundación Andreu Nin que entregó a la embajada de la URSS en Madrid una carta firmada por más de trescientos intelectuales y militantes de diversas tendencias políticas y sindicales dirigida a Mijaíl Gorbachov, al gobierno soviético y a la Comisión de Rehabilitaciones del PCUS pidiendo el esclarecimiento del caso Andreu Nin.[62] El PCE jamás hizo declaraciones al respecto.

En aquel año de 1937, Granell tuvo la suerte de evitar la detención y pudo colaborar con el nuevo Comité Ejecutivo clandestino del POUM hasta que se incorporó a un batallón cenetista. Pero la situación ya se había deteriorado. En el curso del II Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura, celebrado en Valencia (julio de 1937), los comunistas lanzaron la consigna de que los antifascistas tenían el deber de denunciar, perseguir y matar a los trotskistas. Ninguno de los insignes intelectuales convocados se atrevió a protestar.[63]

En 1939, poco antes de la victoria de Franco, Granell se fugó a Francia cruzando los Pirineos Orientales. Llegó a París después de muchas aventuras y estancias en varios campos de concentración. Atrás quedaba la revolución para la cual él y tantos otros se habían jugado la vida sorteando las balas de Franco en la frente y las de Stalin en la espalda. Permanecía una certidumbre: la tumba del pueblo español había sido cavada por dos totalitarismos: el de la falange y el soviético.

Así las cosas, Granell buscó la manera de emigrar a América Latina. La opción de Chile parecía viable, sin embargo, Pablo Neruda -futuro Premio Nobel de Literatura (1971), futuro Premio Stalin (1952) y también futuro autor de una oda al dictador (1953)[64]- a la sazón cónsul en París, se las arregló para borrar su nombre de la lista de visados a causa de su pertenencia al POUM.[65] En el tren que lo llevaba al puerto de Burdeos, el fugitivo conoció a quien sería su compañera de vida: Amparo Segarra. Salir de Francia era complicado, pero la pareja tuvo suerte: junto a unos 600 españoles, judíos y centroeuropeos, embarcó en el buque De La Salle y, al cabo de muchos contratiempos, arribó a Santo Domingo, entonces Ciudad Trujillo, el 24 de febrero de 1940.[66]

 

Surrealismo tropical

Natalia Fernández narra que, al llegar a la isla caribeña, sus padres fueron destinados a Dajabón, una pequeña colonia de refugiados españoles ubicada en el norte de la isla, cerca de la frontera con Haití. Debían dedicarse a la agricultura, pero el proyecto no prosperó y a los pocos meses se trasladaron a la capital. Granell se desempeñó como diseñador de muebles y luego como primer violín de la recién creada Orquesta Sinfónica, misma que dirigía otro republicano español, Enrique Casal Chapí. Lo merecía: en la versión inglesa del libro sobre el POUM -que Víctor Alba escribió en colaboración con Stephen Schwarz-, el artista es definido “prodigio musical”, además de pintor.[67] Inició, asimismo, una fructífera colaboración con el diario local La Nación sobre arte, literatura y música.

Tomemos nota de una paradoja: Rafael Leónidas Trujillo, el tirano sangriento que acaba de llevar a cabo una terrible matanza de haitianos, recibió, al menos temporalmente, a unos cinco mil refugiados españoles, muchos de los cuales eran de filiación anarquista, trotskista o comunista. A Trujillo, evidentemente, no le importaba nada la cultura; sus objetivos eran otros: “blanquear” la raza, traer agricultores, y legitimarse ante el mundo como demócrata. Dicho esto, todas las fuentes concuerdan en que el aporte de los exiliados a la sociedad dominicana acabó siendo muy relevante.[68]

1941 fue un año muy importante para nuestro autor: nació su hija Natalia y comenzó a dedicarse a la pintura de manera profesional, sin abandonar el periodismo. La noche del 23 de mayo, tras hacer escala en la isla Guadalupe -donde se encontraba refugiado el medico, etnólogo y escritor surrealista Pierre Mabille[69]- atracó en el puerto de Ciudad Trujillo el buque presidente Trujillo, procedente de la Martinica.[70] Entre sus pasajeros, en gran parte refugiados políticos, se encontraban Victor Serge, André Breton y Wifredo Lam. Acompañado por su hijo poco más que veinteañero, el futuro pintor Vlady, el escritor ruso-belga iba rumbo a México. El fundador del surrealismo, quien viajaba con su esposa, Jacqueline Lamba, y con Aube, la hija de ambos se dirigía a Estados Unidos, mientras que Lam regresaba a Cuba, junto a su compañera, Helena Holzer.

Todos habían salido el 24 de marzo de Marsella, entonces situada en la Francia pro-nazi de Vichy, tras permanecer algunos meses en la villa Air-Bel, una casona situada a las afuera de la ciudad que alquilaba para ellos Varian Fry. Era este un valiente norteamericano -uno de los héroes desconocidos del siglo XX- que consagró su vida a organizar la fuga de los refugiados antinazis en Europa.[71] En esa villa decadente, bautizada por Serge, Château Esperevisa (Castillo de la espera del visado), privaba una extraña atmósfera en la que se mezclaban la angustia, la risa y el juego, según recordaría Vlady mucho tiempo después.[72]

Los domingos visitaban la villa otros surrealistas refugiados en Marsella: Remedios Varo, Benjamin Péret, Wifredo Lam, André Masson, Max Ernst, Oscar Domínguez, Victor Brauner… [73] En Air-Bel Serge empezó a redactar su novela más importante, El caso Tuláyev, que trata sobre los procesos de Moscú. Junto a sus amigos, Breton inventó el Juego de Marsella y compuso Fata Morgana, poema en prosa ilustrado por Wifredo Lam, del cual se tiraron sólo 5 ejemplares porque la censura de Vichy acusó a los autores de “negación del espíritu de revolución nacional” y no autorizó su publicación.[74]

Antes de arribar a Ciudad Trujillo, Serge, Breton, Lam y sus respectivos familiares habían permanecido un mes en la Martinica a dónde habían llegado vía Orán y Casablanca a bordo de un carguero destartalado, el Capitaine Paul Lemerle, que transportaba unos 300 refugiados: españoles derrotados, judíos fugitivos, pintores, comerciantes quebrados y literatos insumisos, además de unos cuarenta militantes sobrevivientes de varias revoluciones fracasadas. Algunos eran famosos, otros lo serían después: el antropólogo Claude Levi-Strauss[75]; Anna Seghers[76], novelista de talento y firmes convicciones estalinistas, igual que su marido, el economista Laslo Radvanyi[77]; Alfred Kantorowicz[78], historiador y periodista alemán, también comunista ortodoxo; Toribio Echevarría[79], socialista vasco; y Germaine Krull, fotógrafa vanguardista.[80] Con frío ojo analítico, Serge bautizó el barco “campo de concentración flotante”, mientras que Vlady, más surrealista, lo definió una “cáscara de nuez podrida hasta las máquinas”.[81]

En la Martinica, las autoridades pronazis, recluyeron a todos los prófugos, salvo los franceses, en el campo de la Pointe-du-Bout, otrora colonia de leprosos. Cuenta Granell que ahí Lam instruyó a Vlady en el arte de pintar y que en la capital, Fort-de-France, Breton conoció a Aimé Césaire, el poeta de la negritud, quien era entonces un joven intelectual desconocido, director de la revista local Tropiques.[82] Subyugado por ese “delirio vegetal” que inflama la selva del trópico, Breton escribió Martinica, encantadora de serpientes, libro ricamente ilustrado por André Masson, donde traza un retrato entusiasta de Césaire.[83] Gracias al poeta antillano, Lam volvió a descubrir su propia negritud y dio un giro radical a su manera de pintar por influencia del poeta martiniqués.

Tiempo después, Granell opinaría lo siguiente sobre la obra del pintor cubano: “el surrealismo alcanza en Lam una de sus más elevadas cimas, a la par que una de sus legítimas aspiraciones. Esa misteriosa conjunción de lo mágico y de lo real, de lo material y lo intangible, de lo presentido y lo confirmado, de lo soñado y lo vivido…. Mundo insospechado en el cual se ve que la luna es un ciervo volante, y se asiste a las Bodas químicas, y se escucha el grito del Pájaro Rock, y se presenta con asombroso desfile -maravilloso de terror y amor poético- de los más angélicodemoniacos seres antillanos (deslumbrantes, deslumbrados), vistos hasta hoy”.[84]

Así es como los surrealistas arribaron al Mar Caribe, “con su poesía escrita o pintada que lo mismo da” -anota Granell- y la disposición a ampliar esos viajes del espíritu que tanto pregonaban, pero también con la incertidumbre sobre el destino que les aguardaba .[85] Y es que, a unos cuantos meses del asesinato de Trotsky por parte de Ramón Mercader, sabían perfectamente que distanciarse de las amenazas de la guerra hitleriana no les garantizaba “evadir de las acechanzas criminales del estalinismo”.[86] Curiosamente, Mark Polizzotti, autor de la biografía más completa de Breton, apenas menciona el paso del poeta por Santo Domingo[87], del cual sabemos gracias a la entrevista que le hizo Granell en el Hotel Palace de Ciudad Trujillo y que se publicó en La Nación:

–¿Continúa siendo usted surrealista? inquirió nuestro autor.

–Continúo siendo surrealista, contestó Breton. Y no sé, por otra parte, cómo podría dejar de serlo sin renunciar a mi identidad. (…) El surrealismo tiene por ambición resolver dialécticamente todas las antinomias que se oponen a la marcha del hombre: la realidad y el sueño, la percepción y la representación, la razón y la locura, el pasado y el futuro, la vida y la muerte, etc.” [88]

La charla versó también sobre la grave situación política de Francia. Como es sabido, la derrota militar de 1940 había llevado a la división del país en dos partes: el norte, incluyendo París, estaba ocupado por los alemanes, mientras que en el sur el mariscal Pétain había instalado un odioso régimen pronazi, bajo el lema siniestro de la “revolución nacional”, lo cual significaba la muerte de la libertad. Breton manifestaba preocupación por la suerte de Picasso, Péret, Prevert y otros artistas que todavía no lograban salir de Francia. Aún así, y a pesar de ese “oscuro e inmenso velo que envolvía el país”, no se mostraba demasiado pesimista sobre el futuro, al considerar que el espíritu libertario de la cultura francesa volvería florecer al finalizar la guerra. Sobre el futuro del surrealismo opinaba que en adelante su centro vital se desplazaría de París hacia América.  Los dos hombres pasaron días enteros conversando en el café, ya que el poeta tuvo que quedarse un rato más en Ciudad Trujillo esperando a Masson que no lograba salir de la Martinica.[89]

Es claro que conocer a Breton marcó profundamente a Granell: en 1946, en ocasión de la segunda visita del fundador del surrealismo a Ciudad Trujillo, lo definió “una inmensa figura de nuestra época” y cuando murió (1966) le escribió a su última esposa, la chilena Elisa Bindhoff,  que “la dicha de haber conocido a André Breton fue el acontecimiento moral e intelectual más extraordinario de mi vida, y nada me ha causado más honda satisfacción que la amistad que tuvo la bondad de dispensarme.”[90] Por su parte, el autor de El amor loco expresó que “es en el continente americano donde, de lejos, la pintura me parece haber lanzado sus más bellos ramos luminosos con efectos retardados: Ernst, Tanguy, Matta, Donati y Gorki en Nueva York; Lam en Cuba; Granell en la República Dominicana; Francés, Carrington y Remedios en México; Arenas y Cáceres en Chile”.[91]

En esa primavera de 1941, otro acontecimiento marcó a Granell: establecer una sólida amistad con Victor Serge, quien permaneció en Ciudad Trujillo hasta finales de agosto en espera de los visados de tránsito para llegar a México. Los dos hombres sólo se conocían por vía epistolar. En 1933, el gallego había protestado vehementemente contra la detención del escritor ruso-belga en Leningrado[92] y, al terminar la guerra civil, había encontrado a Vlady en París. Hay registro de una carta de agosto de 1940 en la que Serge contesta las preguntas de Granell sobre el asesinato de Trotsky.[93] Ahora tenía mucho interés en conocer personalmente al veterano revolucionario, antiguo colaborador de La Batalla, que gozaba de un sólido prestigio entre la militancia del POUM. Las pláticas entre los dos hombres derivaron en otra entrevista, también para La Nación, de la cual el archivo del Centro Vlady conserva el manuscrito.[94]

Serge reflexionaba sobre su condición de escritor francés, pero ruso de origen, nutrido por dos culturas profundamente diferentes y por múltiples experiencias históricas. Evocaba, asimismo, su participación en los acontecimientos revolucionarios de Rusia, mismos que había expuesto en varias obras de carácter histórico y literario, algunas de las cuales existían en español: El año I de la revolución rusa, La Ojrana, Los hombres en la cárcel, El nacimiento de nuestra fuerza. Añadía que, poco antes de salir de Francia, había terminado Retrato de Stalin, del cual Costa Amic acababa de publicar la traducción en la Ciudad de México.[95]

En este libro que, junto al de Boris Souvarine[96], es uno de los primeros intentos de emprender una crítica del bolchevismo desde el interior, Serge advertía que “los revolucionarios se darán cuenta un día que han construido un despotismo totalitario” y denunciaba el inmenso error de rechazar las proféticas advertencias que formulara Rosa Luxemburgo en 1918 desde una cárcel alemana: “no cabe duda que las instituciones democráticas, como todas las instituciones humanas tienen sus defectos y sus límites, pero el remedio inventado por Lenin y Trotsky que consiste en suprimir la democracia en general es peor que el mal”.[97]

La otra parte de la entrevista vertía sobre el desarrollo de la guerra. A un mes de que iniciara la Operación Barbarroja, cuando la URSS todavía no se encontraba en guerra con Alemania y Stalin se rehusaba a considerar inminente la invasión[98], el escritor ruso-belga advertía que las victorias de los nazis “hacen que penda sobre la URSS una espantosa amenaza para el porvenir”. Admitía que el país poseía un buen ejército, con tanques y aviación, pero señalaba que carecía de dirección y cuadros medios, pues todos sus jefes habían sido ejecutados durante las purgas de 1937-1939. Así las cosas, Stalin detenía un poder total, a la manera “del Führer y del Duce, en un país interiormente débil y devastado por contradicciones sociales; es decir, por el conflicto entre la burocracia y el pueblo”.

A partir del 5 de junio, el escritor y su hijo fueron huéspedes de los Granell hasta finales de agosto, cuando ambos saldrían con rumbo primero a Cuba y luego a México, su destino final.[99] Después de muchos meses de privaciones y sacrificios, padre e hijo disfrutaban ahora de un poco de paz: “tenemos una habitación austera, pero limpia, en un hogar rodeado de árboles, situado en las inmediaciones del centro histórico de Ciudad Trujillo”, escribió Serge a Laurette.[100] Vlady dibujaba y el escritor escribía o conversaba con los Granell quedando impresionado por el relato de su odisea española: “nuestros amigos salen de una etapa de luchas increíbles y están terriblemente delgados”.[101]

El día 23, la noticia de la invasión nazi a la URSS se regó como pólvora en el mundo entero y llegó también a Ciudad Trujillo. Serge escribió a Laurette: “Vlady y yo vivimos los acontecimientos de Rusia como si estuviéramos allá: tenemos frente a nosotros los rostros y las tierras. Vemos demasiado claro lo que es y lo que será. Será la guerra más atroz; las víctimas serán incontables. Contemplamos la derrota, el hundimiento y la resurrección en el dolor. El desenlace llegará más rápido de lo que se puede pensar”.[102]

Acto seguido, el escritor redactó en unas cuantas semanas y sin contar con más información que los despachos de prensa, el ensayo Hitler contra Stalin, uno de los primeros intentos de evaluar el desenlace de la Operación Barbarroja, a partir de un análisis al mismo tiempo militar y social de las fuerzas en campo.[103] Retomando lo que ya había advertido en su Stalin, Serge enfatizaba el paralelismo entre el totalitarismo hitleriano y el estaliniano más allá del culto al jefe:  la implantación en ambos países de una dictadura burocrática y policiaca que incluía la abolición de los derechos humanos más elementales y de los derechos laborales.[104]

A pesar de que en ese momento muchos cronistas consideraban la victoria nazi como inevitable, Serge no descartaba esa posibilidad, pero creía más probable su derrota, vaticinando que el invierno ruso bloquearía “al invasor en terreno conquistado, en ciudades destruidas o lanzadas a una miseria espantosa, sin pan ni combustible”.[105] Su conclusión sobre el futuro era profética, aunque no alentadora: “si el estalinismo consigue sostenerse, constituiría un peligro para la nueva Europa ya que seguiría pervirtiéndolo todo”.[106]

Y es que, como los poumistas, el escritor ruso-belga pertenecía a esas minorías militantes integradas por anarquistas, socialistas revolucionarios y marxistas independientes (de Moscú) que, en aquellos años trágicos y de gran confusión política, no se dejaron deslumbrar por la retórica soviética de la “patria del socialismo”. A pesar de diferencias y desacuerdos, en ocasiones sustantivos, algunos -entre ellos el propio Serge- pensaban que el estalinismo no había nacido con la llegada al poder de Stalin, sino que era el fruto de un proceso histórico, político y social que había tenido lugar en Rusia a partir de la burocratización de la Revolución de Octubre y de la derrota de la revolución en Europa.

No había línea directa de Ciudad Trujillo a México y, después de un intento fallido de alcanzar Cuba vía Haití, Serge y Vlady volaron a La Habana el 24 de agosto de 1941. El 2 de septiembre, desde la capital cubana, el escritor envió una carta a “Amparo, Eugenio, Natalie” para agradecer su hospitalidad: “gracias a ustedes, [Vlady y yo] nunca nos sentimos solos. Encontramos en su casa una suerte de intimidad y una comprensión tan amistosa que me sorprende un poco. Ténganos, en todo momento, como sus fieles amigos”.[107] El día 5, después de un viaje que duraba desde el mes de marzo, Serge y Vlady aterrizaban al fin en el aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México.[108]

Granell también intentó emigrar a México, pero el proyecto no prosperó, de manera que permaneció en la República Dominicana algunos años más. [109] Siguió colaborando con el diario La Nación en calidad de responsable de cultura, analista de la guerra y editorialista. Por encima de todo, fue afirmando su vocación artística. A partir de 1943, participó en el comité de redacción de La Poesía Sorprendida, revista surrealista, a la vez que editorial, para la cual hacía viñetas, poemas y textos de crítica literaria. En 1942, participó en una exposición colectiva[110] y en 1943 hizo su primera exposición individual en la Galería Nacional de Bellas Artes causando revuelo.

Mariano Lebrón Savignón, reconocido historiador de la cultura dominicana escribió al respecto palabras que vale la pena citar en extenso: “Cuando en septiembre de 1943 tuvo lugar la primera exposición de Eugenio Fernández Granell, el atormentado español que convivió con nosotros, hubo un desconcierto general que culminó en una explosión delirante. La beocia rio a mandíbulas batientes; los más conservadores se conformaron con un imperceptible remilgo, mientras otros grupos –los de siempre- estallaron en una sarta de improperios soflamados de indignación. ¿Y por qué todo esto? Porque era la primera exposición novedosa que se hacía en el país por un largo lapso; porque el pintor que traía el alma desgarrada por una lacerante angustia, de un humano dolor desesperante, la había abierto dejando que de ella brotaran esos informes materiales de dolor y hermosura que poblaron los meandros de sus ríos oníricos”.[111]

A estas exposiciones, siguieron muchas más. En 1944, Granell publicó El hombre verde, antología de cuentos surrealistas, ilustrada por él mismo.[112] Según la crítica de arte Jeannete Miller, el gallego fue el gran introductor del surrealismo en la pintura dominicana. “En su obra, la presencia de la magia antillana es evidente y su manejo del color es igualmente caribeño. Podemos afirmar que la isla resultó para Granell un gran estímulo. Su trabajo pictórico se ha catalogado como parte del surrealismo antillano y él ha sido un insistente promotor de la importancia que jugaron las Antillas en el movimiento surrealista internacional. Su influencia permanece en la obra de muchos artistas dominicanos posteriores a él”.[113] Otra autora, Estele Irizarry, señala la correspondencia entre la creación pictórica y literaria de Granell, a la vez que acredita su adscripción plena y consciente al movimiento animado por André Breton. Reseñando Isla Cofre Mítico,[114] novela hoy considerada un ejemplo destacado de surrealismo literario, Irizarry precisa que nuestro autor no seguía una moda o un credo estético, sino que asumía el movimiento como una filosofía total, cuyo fin es la libertad absoluta.[115]

De vuelta en París en 1946, el propio Breton declaró a Le Figaro Littéraire que la gran revelación de la pintura moderna era E. F. Granell, residente en Santo Domingo.[116] El artista plástico que se había forjado en la isla era creador de una obra emparentada con la pintura contemporánea de España (Juan Gris, Picasso, Miró, Dalí…) y con De Chirico, en la que la luminosidad del trópico se mezcla con visiones oníricas, seres humanos, vegetales y animales que dan vida a una mitología fantástica. A la par, y en la mejor tradición surrealista, había creado una prosa de humor fino, saturada de poesía e imágenes de mundos y sueños interiores.

 

Los años guatemaltecos

Granell acabó abrumado por la dictadura de Trujillo. El 10 de enero de 1945, expresó la esperanza de emigrar a México lo antes posible: “no puedo continuar aquí por más tiempo. Aparte la limitación de vida a que uno se ve obligado en un medio extremadamente pobre y sin perspectivas, está la asfixia intolerable de un ambiente al cual no tienen acceso ni las más cándidas informaciones del exterior”.[117] Lo mismo escribió a Breton: “en las condiciones doblemente difíciles de la vida aquí, a causa del forzado aislamiento a que nos somete la censura, pensamos trasladarnos a fines del presente año a México”.[118]

El proyecto nunca se concretó. A finales de 1946, después de haberse negado a firmar una carta de adhesión al régimen de Trujillo, Granell y su familia se trasladaron precipitadamente a Guatemala donde se quedaron hasta los primeros días de 1950. Por entonces nuestro pintor, músico, escritor y periodista contaba con una larga experiencia de guerras, exilios y persecuciones. Muchos años después recordaría: “de la República Dominicana pasé a Guatemala, deseo que Cervantes no pudo satisfacer. Me encontré con viejos amigos exiliados. La historia se permite humoradas como esta. Tuve la suerte de conocer al pintor Carlos Mérida y a la poeta costarricense Eunice Odio, ambos afectos a la condición surrealista. Conocí también al poeta Luis Cardoza y Aragón de quien cuidé la edición de su libro Pequeña sinfonía del nuevo mundo”.[119]

Los primeros pasos fueron alentadores, ya que, como sabemos, Guatemala vivía sus diez años de primavera democrática y, entre otras cosas, privaba una gran apertura en el ámbito cultural. A las pocas semanas, un Granell entusiasta escribió al fundador del surrealismo: “hace casi dos meses que estamos en Guatemala, donde he inaugurado una exposición el 10 de este mes, para la cual el amigo Benjamín Péret ha tenido a bien redactar el prólogo del catálogo con el que acompaño esta carta”.[120] Escribiendo desde México, éste, después de definir a Granell como un pintor de grandes vuelos que encuentra inspiración en su universo interior, añadía que en este lado del Atlántico había ampliado la mirada hacia nuevos horizontes mencionando en particular dos lienzos de producción reciente: “Cabeza de indio” y “Mujeres jugando”.[121]

Breton contestó invitando a nuestro personaje a participar en la Exposición Internacional del Surrealismo, que se realizaría en la Galería Maeght de París en el mes de mayo de 1947, lo cual lo legitimaba como integrante de la segunda generación del movimiento.[122] Empezó, a la par, una intensa actividad político-cultural en la tierra del quetzal: trabajó en el diario Mediodía, fue profesor en la Escuela de Artes Plásticas, locutor en  la Radio Nacional de Guatemala, agregado de prensa de la legación de la República Española. Y, por supuesto, pintó y escribió.

Su apreciación del país era más bien entusiasta: “desde mi llegada a Guatemala, se ha podido realizar entre los artistas jóvenes de aquí un trabajo excelente. Hay dos escultores y dos pintores cuyo trabajo me parece que está llamado a tener el mayor interés. Ahora tratamos (tratamos desde hace mucho tiempo y por fin logramos nuestro objeto) de sacar una revista. Creo que estará bien. Para ella nos sería del mayor interés que Vd. nos indicase cómo obtener la mejor información posible de la actividad surrealista internacional”.[123]

Bajo la dirección de Mario Monteforte Toledo, salió en diciembre de 1948 el primer número de la revista en cuestión, Agear, órgano del grupo político cultural del mismo nombre. Granell publicó “El surrealismo y la libertad” y en el siguiente número (enero de 1949), “Oscuridad a medio día, el libro de Arthur Koestler”, reseña de la famosa novela sobre los procesos de Moscú que marcó la ruptura del escritor con el comunismo.[124] Según la recopilación hecha por Arturo Taracena, a lo largo de los poco más de tres años que vivió en el país (noviembre de 1946-enero de 1950), Granell colaboró con las siguientes publicaciones: Revista de Guatemala, Revista del Maestro, Saker-ti y Viento Nuevo, además de los diarios El Imparcial y El Nacional  (este último de México). Fue integrante de la propia AGEAR y de la APEBA. De manera que su actividad político-cultural se desarrolló en el ámbito de las revistas e instituciones nacidas o que se identificaban con la Revolución de Octubre de 1944.

Entre las personas que lo marcaron, además de Carlos Mérida y Eunice Odio, se encuentran el propio Monteforte Toledo, el futuro Premio Nobel Miguel Ángel Asturias y Bartomeu Costa-Amic quien, invitado por el gobierno de Arévalo a hacerse cargo de la editorial gubernamental (gracias a la intermediación del poeta Otto-Raúl González, a la sazón agregado cultural en México[125]), se trasladó a Guatemala el 28 de agosto de 1948 permaneciendo en el país hasta 1954, cuando regresó precipitosamente a México, tras el golpe de estado de Castillo Armas.[126]

Costa fue quien publicó en México (1946) la primera edición de El señor presidente de Miguel Ángel Asturias, novela icónica de la literatura latinoamericana que denuncia los mecanismos del poder absoluto a partir de la dictadura de Manuel Estrada Cabrera. Ostentaba, sin embargo, un pecado imperdonable: había sido -como sabemos- integrante de la delegación poumista que en octubre de 1936 gestionó el asilo de León Trotsky con el presidente Lázaro Cárdenas.[127] Como si fuera poco, una vez establecido en México, había publicado, entre otros libros políticamente incorrectos, los ya citados Retrato de Stalin y Hitler contra Stalin, de Victor Serge y Caníbales Políticos, de Julián Gorkin, sobre el papel funesto de los soviéticos en la revolución española. Había sido, además, editor de la revista Mundo, órgano de Socialismo y Libertad, movimiento resueltamente antitotalitario, en gran parte animado por exiliados poumistas.[128] A pesar de lo anterior o, mejor dicho, gracias a lo anterior, el catalán se puso decididamente al servicio de la causa democrática llevando a cabo una labor editorial titánica, que todavía no se valora en su justa dimensión.[129]

Y es que durante los seis años y dos días que permaneció en el país, Costa creó las siguientes colecciones: “Contemporáneos (con 40 títulos hasta finales de 1953); “Libro Escolar” (15 títulos); Científico-Pedagógica (10 títulos); Documentos (10 títulos) y Biblioteca Popular 20 de Octubre (50 títulos). Esta última (…) se especializó en la redición de obras históricas y la edición en español de obras antropológicas y arqueológicas hechas por investigadores extranjeros. (…) A raíz de su expulsión del país en julio de 1954, de regreso al DF, continuó publicando esta colección bajo el título Biblioteca Guatemalteca de Cultura Popular a partir del volumen 51. Asimismo, el catalán se dedicó a publicar obras importantes del exilio guatemalteco como la de Alfonso Bauer Paiz, Cómo opera el capital yanqui en Centroamérica, aparecida en 1956”.[130] Lo anterior acredita que Bartomeu Costa-Amic sirvió a la causa de la democracia guatemalteca incluso después de su regreso a México.

Volvamos a Granell. Su aportación más significativa en esos años es, además de una cuantiosa obra pictórica,[131] Arte y artistas en Guatemala, ensayo de 1949 consagrado a las artes visuales, la música y la literatura.[132]  No es un texto académico. Es, más bien, un canto al país, a su cultura y a la civilización maya. Está compuesto como contrapunto, conjunto de notas, apuntes y observaciones personales rebosantes de alegría, admiración y humor, muy al estilo de su autor. En la senda de Breton y Péret, Granell afirmaba que “no hay dos clases de poesía; sino solo una. Un cuadro es un poema y un poema es un cuadro. No se leen cuartillas ni se contemplan cuadros con cristales graduados, sino con la graduación superior, e íntima de las gafas del alma” (pág. 68).

El libro tiene, asimismo, un fuerte talante polémico. Manifiesta un absoluto rechazo al realismo socialista -ese que Breton definía un “medio de exterminación moral”[133]- la corriente estética que ensalzaba las glorias artísticas del comunismo soviético. El autor reiteraba que el arte no puede ser un mero instrumento de propaganda política y en esto estaban de acuerdo Luis Cardoza y, en Europa, un escritor independiente como Albert Camus e, incluso, Jean-Paul Sartre, notorio compañero de ruta del estalinismo. Como buen surrealista, Granell no quería llevar el arte al pueblo (pág. 101), sino llevar el pueblo hacia el arte. “Al fin y al cabo -agregaba con sarcasmo- la diferencia que existe entre el arte realista burgués y el arte realista proletario es bien pequeña; el primero representa señores burgueses sentados; el segundo pinta proletarios de pie. La diferencia la establece una silla.” (pág. 121).

Sea como fuere, el libro queda como estampa impresionista de la inmensa riqueza cultural de Guatemala en un momento específico de su historia tan cruel y dolorosa. Desfilan los creadores con los que Granell entró en contacto, no solamente los que le eran afines -como los anteriormente citados y otros-, sino también personajes como Otto-Raúl González, integrante de Saker-ti, y el propio Luis Cardoza y Aragón, con los cuales mantenía evidentes diferencias políticas. Sobre el primero, anota: “la poesía social de Otto-Raúl González no toma la circunstancia, sino que expresa siempre lo íntimo. Y así, aún siendo, si se quiere, social, es, por fortuna, poesía lo que hace. El riesgo existe siempre. Pero es tan firme la decisión poética de González que cuando acabe de evacuar su indigestión social -para usar la expresión picassiana- otras maravillosas inquietudes inclasificables brotarán de la tinta húmeda de su pluma”.[134]

A Cardoza lo define “fino espíritu americano” y “gran poeta surrealista [que] toma a veces el fusil de lo social como tantos pacifistas han tomado el fusil de los combates. Pero el fusil acaba casi siempre por abrasar las manos. Y se nota que las manos sensibles de su poesía se queman al contacto con la máquina de disparar. La poesía se ahoga en la galería de tiro.” Y añade: “Cardoza y Aragón formó parte del grupo no escindido de los surrealistas. Luego el grupo se escindió. No sé bien, pero creo que está al lado de los que, llegado un punto, prefirieron el bonapartismo artillero a la artillería estética de Apollinaire y de Rousseau. Al lado de Paul Éluard y de Louis Aragon, pongo por caso, y por ejemplo de huidos del refugio poético a otra suerte de refugios. Con lo que no quiero decir que Cardoza haya adoptado a este respecto definida actitud”.[135]

Granell agrega que “si no sintiese una gran admiración por la obra poética de Cardoza y Aragon, no habría dicho nada de lo dicho”[136]. Se trata pues de una crítica amistosa, aunque ciertamente irónica, pues en aquella escisión, Cardoza simpatizó, como veremos, con Éluard y Aragon, ambos convertidos al estalinismo, y no con Breton y Péret que se mantuvieron fieles al espíritu original del surrealismo hasta al final. Recordemos que, en respuesta a El honor de los poetas, antología de poemas curada por Éluard y publicada clandestinamente en Francia durante la ocupación nazi (julio de 1943), Péret había publicado en México (febrero de 1945), El deshonor de los poetas, defensa apasionada de la naturaleza subversiva de la poesía y dura invectiva contra los noveles vates del nacionalismo.[137] Por su parte, otro destacado escritor antiestalinista, Jean Malaquais, había publicado, también en México, un vitriólico libelo contra Aragon.[138]

Vale la pena añadir algo sobre el destino de Arte y artistas en Guatemala, ensayo que el propio Taracena define “maravilloso”, a pesar de la profunda antipatía que manifiesta hacia su autor. Escrito probablemente en 1948, el libro se imprimió en 1949, por la editorial El libro de Guatemala, “Colección Contemporáneos”, pero fue inmediatamente retirado de la venta. Taracena rechaza la versión de los editores españoles de 2012, según los cuales los responsables fueron los dirigentes del recién fundado Partido Guatemalteco del Trabajo[139], a causa de la filiación trotskista del autor. Desconozco de quién fue la responsabilidad, pero el hecho es que el libro fue purgado, lo cual indica que algo estaba fallando en la primavera democrática guatemalteca.

Por otro lado, en ese año de 1949, aconteció algo mucho más grave. Francisco Arana, el ex integrante de la junta militar que en 1944 había derrocado al general Ponce Vaides, y ex jefe de las Fuerzas Armadas del gobierno de Arévalo, fue asesinado en circunstancias oscuras. Siguió un levantamiento militar promovido por los partidarios de Arana que tardó 24 horas en ser controlado. En otro libro en donde, una vez más, despliega su hostilidad hacia el POUM, Taracena acusa a Granell de haber estado involucrado, aunque sea “colateralmente”, en dicho levantamiento, pero no aporta elemento alguno al respecto.[140]

El caso es que los responsables del asesinato de Arana nunca fueron capturados y el crimen no ha dejado de suscitar polémica. Según el historiador Piero Gleijeses, buen conocedor del país y la época, la muerte de Arana “fue el momento decisivo de la Revolución guatemalteca. Eliminó al hombre fuerte de Guatemala, un coronel conservador que había intentado ser el próximo presidente del país, y abrió las puertas a la elección de Jacobo Arbenz, el amigo de los comunistas, quien instituyó la primera reforma agraria y fue derrocado por los Estados Unidos en junio de 1954”.[141]

La correspondencia entre Cardoza y otros funcionarios del gobierno de Arévalo ayuda a entender la atmósfera imperante entre 1949 y 1951: “he lamentado profundamente que se produzcan hechos tan violentos que nos hagan dar un intempestivo salto hacia atrás”, escribe Jorge Luis Arriola, uno de los correspondientes. “Un atentado de esta naturaleza, sin fundamento ideológico, sin programa, por sintético que fuera, nos hace pensar en pueblos todavía bárbaros, en los que no hay sino la lucha exclusiva por el dominio y la autoridad.”[142] En otra carta se tilda a la izquierda de encontrarse “muy despedazada”, se mencionan divisiones en el movimiento obrero y “una lucha permanente de intriga”.[143]

Es precisamente en este periodo -finales de 1948, probablemente poco después de terminar Arte y artistas en Guatemala– cuando Granell comenzó a tener problemas. A principios de 1949, Enrique Muñoz Meany, ministro de Relaciones Exteriores de Arévalo, lo invitó a su despacho para ofrecerle la dirección de la revista de la Casa de la República Española. Viendo que el material era de orientación soviética e incluía un texto sobre la “fabulosa ayuda rusa a España”, Granell se negó, horrorizado. Hubo un altercado y posteriormente otro personaje, Salvador Nicolás Pallarés, encargado de negocios de la República Española, advirtió a Granell que, si no se callaba, se “vería arrastrando la barriga por las calles de Guatemala”.

El gallego no reculó. Entonces Muñoz Meany solicitó su expulsión de Guatemala y, aunque Arévalo rechazó la medida, la persecución persistió.[144] Surgió, al mismo tiempo, una agria polémica que se prolongó a lo largo del año sobre la pertinencia de celebrar un “Primer Congreso de Intelectuales y Artista Guatemaltecos”.[145] Los sakertianos estaban a favor, Granell y otros en contra. Polémicas como esta siempre se han dado y siempre se darán, pero  -en opinión de Taracena-, la postura de Granell, por ser abiertamente crítica del estalinismo, “encajaba en el discurso anticomunista que empezaba a tener un campo de experimentación continental”.[146]

He aquí la trampa. Recordemos la regla del doble deber que Victor Serge expone en sus memorias: “el socialismo no debe ser defendido únicamente contra sus enemigos, contra el viejo mundo al que se opone, debe defenderse también en su propio seno, contra sus propios fermentos de reacción. Una revolución no puede considerarse como un bloque a menos que la veamos de lejos; si la vivimos, puede compararse con un torrente que acarrea a la vez, violentamente, lo mejor y lo peor y trae forzosamente verdaderas corrientes de contrarrevolución. (…) Para ser servida con honestidad, [una revolución] debe ser incesantemente puesta en guardia contra sus propios abusos, sus propios excesos, sus propios crímenes, sus propios elementos de reacción. Necesita pues vitalmente la crítica, la oposición, el valor cívico de sus realizadores”.[147]

Sin entrar en los detalles de la disputa -en la cual los sakertianos echaron mano a la calumnia acusando a Granell de ser agente del fascismo[148]-, observo lo siguiente: como queda patente leyendo El placer de corresponder, las divisiones que privaban en Guatemala no se pueden reducir a la incipiente Guerra Fría, ni a la CIA que conspiraba a favor de los intereses económicos de la United Fruit. Riñas y litigios abundaban en el campo democrático, al margen de los conflictos internacionales, lo cual es hasta cierto punto normal en un proceso revolucionario. Lo que no se vale es hacer lo que hace Taracena: sacar de contexto la polémica y leerla a la luz del golpe imperialista de 1954.

Sea como fuere, Granell vio que todas las puertas se le cerraban. Perdió el trabajo en la radio y amenazaron con despedirle de la Escuela de Artes Plásticas. Una noche, Monteforte Toledo acudió a su casa, jadeante. Venía a decirle que se preparaba una conjura para matarle. Lo mismo le expresaron otros amigos por lo que ya no quedaban alternativas y tuvo que emprender un nuevo exilio.[149] Mucho tiempo después, el pintor resumiría así sus años guatemaltecos: “tras un periodo de intensa labor durante el cual disfruté de la democracia en Guatemala, los comunistas tomaron el control del poder y una de sus ideas prácticas fue la de hacerme la vida imposible. Perseguido, y a fin de impedirles lograr su propósito, mi familia fue protegida por el embajador de Italia, un socialista, y yo pasé a la embajada belga con otro socialista. Luego nos juntamos en la de Brasil, cuyo embajador era un liberal. De ahí pasamos a Puerto Rico en cuya universidad me acogió el rector, Jaime Benítez”.[150]

Era el 6 de enero de 1950.[151] Granell, ese guerrillero espiritual, viviría nuevas aventuras en otras latitudes terminando sus días en España a donde regresó en 1985. Monteforte evocó así sus días guatemaltecos: “realizó una labor de primerísimo orden, guiando con su experiencia a los pintores nuevos, abriendo los horizontes de la plástica contemporánea a los estudiantes de artes. Participó en fila preferente en la fundación y mejoramiento de grupos de escritores y artistas, de publicaciones de cultura”.[152]

 

Los enredos de Arturo Taracena

Es claro que los relatos del pintor gallego reflejan el punto de vista de un artista surrealista, antiguo militante del POUM. Es decir, no son “objetivos” ni pretenden serlo. Pregunto: ¿existe la objetividad en esta clase de escritos? La respuesta es no, como tampoco la hay en los que cita Taracena. Granell escribió que los “comunistas” lo querían matar, los cual es difícil de comprobar y en esto tiene razón el historiador guatemalteco. Pero, además de cartas y artículos de prensa que reflejan opiniones, están los hechos. Y hay dos hechos contundentes que Taracena soslaya: el primero es que el libro Arte y artistas en Guatemala fue, en efecto, retirado de la circulación y el segundo, mucho más grave, es que Granell sí tuvo que huir del país con todo y familia, tras abandonar precipitadamente su casa y pertenencias.

En lugar de aventarse contra el pintor gallego acusándolo de antiguatemalteco y pronorteamericano, Taracena podía haberse preguntado: ¿por qué sucedieron hechos tan desafortunados en la tan cacareada primavera democrática guatemalteca? Podía, pero no lo hizo. Prefirió jugar con las palabras, sin hacer la diferencia entre el lenguaje coloquial de una correspondencia privada y los escritos destinados a la publicación. Recordemos, además, que para Granell y sus amigos el término “comunista” había sido prostituido por los burócratas soviéticos. De manera que cuando escriben “comunistas”, hay que leer “estalinistas” y cuando se definen “anticomunistas” quieren decir que son “antiestalinistas”. Esto Taracena lo sabe de sobra porque es un historiador familiarizado con la literatura existente al respecto, pero confunde deliberadamente el “anticomunismo” de la izquierda independiente con el anticomunismo de matriz reaccionaria.

Puedo coincidir con Taracena en que algunos ex poumistas, como Julián Gorkin, exageraron, no tanto en su anticomunismo, sino en su pro-americanismo. Entre el imperialismo ruso y el imperialismo occidental, Gorkin optó por el segundo alejándose así de la izquierda revolucionaria.[153] Se ha escrito mucho sobre el papel jugado por este personaje polémico y controversial en el Congreso por la libertad de la cultura (CLC) que fue, ni duda cabe, una organización anticomunista financiada por la CIA.[154] Dirigió, además, la revista Cuadernos, órgano del CLC que se publicaba en París, pero se destinaba principalmente a América Latina, usándola como tribuna para emprender su cruzada antisoviética.

Añado que lo anterior no quita un ápice de verdad a los análisis de Gorkin sobre la URSS y la política soviética en la Guerra de España, que expresó primero en el citado Caníbales políticos y luego en España, ensayo de democracia popular de 1961. Tampoco se puede negar que Cuadernos fue una revista de gran calidad cultural que contaba con distinguidos colaboradores como el eminente marxista Maximilien Rubel o los escritores María Zambrano y Jorge Luis Borges, entre muchos otros. Ninguno de ellos era agente la CIA. En realidad, como observó Guy Debord – fundador de la Internacional Situacionista (IS), y uno de los pensadores revolucionarios más importantes de la segunda mitad del siglo XX- los comunistas execraban a Gorkin “por haber revelado la represión contra el POUM en la España republicana”.[155]

Puesto que Taracena es hostil a todo lo que huele a crítica libertaria, no sobra mencionar un editorial de Potlatch, revista que Debord publicaba en París con sus amigos de la Internacional Letrista, una pequeña organización anterior a la IS que se proponía unificar la creación cultural de vanguardia con la crítica revolucionaria de la sociedad. En el Número 1, publicado el 22 de junio de 1954 en vísperas del golpe de Estado en Guatemala, leemos lo siguiente: “el gobierno de J. Arbenz debe armar a los obreros. Es necesario responder a las sanciones económicas y a los ataques del imperialismo con la guerra civil en los países esclavizados de América Central y por un llamado a voluntarios europeos”.[156] Ya consumado el crimen, en el Número 3 (6 de julio) los letristas expresaron que “la causa de Guatemala se perdió porque los hombres de poder no se atrevieron a pelear (…). En lugar de hacer un llamado (…) a la insurrección lo sacrificaron todo a las exigencias del ejército regular”. Y concluían con la famosa frase de Saint-Just: “hacer una revolución a medias es cavar su propia tumba”.[157]

Dicho esto, y regresando al libro que nos ocupa, una vez más, Taracena mezcla las cartas pues sostiene que el antiestalinismo de Granell favoreció el golpe imperialista en Guatemala, lo cual, además de calumnioso, implica adjudicarle un papel absolutamente desproporcionado. Sin contar que, como ya señalé, la polémica con los sakertianos es anterior a 1954 y se desarrolló entre diferentes facciones del gobierno arevalista, algo que admite el propio Taracena, sin sacar las debidas conclusiones. Por otra parte, el CLC se fundó en 1950, después de los hechos aquí narrados y Cuadernos no se publicó sino hasta 1953, de manera que tampoco es válido conjeturar la injerencia de dicha organización en los hechos que tienen que ver con la presencia de Granell en Guatemala.

Taracena tacha a los poumistas de cómplices de la CIA, pero omite señalar que la mayoría de ellos tomaron distancia de Gorkin, precisamente a causa de su pro-americanismo.[158] En una carta de 1949 que el historiador guatemalteco se cuida de mencionar, Juan Andrade afirma que Gorkin “se ha puesto al servicio del Departamento de Estado. (…) Está dispuesto a venderse al mejor postor con tal de obtener dinero. Lo que es una vergüenza es que un tipo semejante haya podido secretario general de nuestro partido durante tantos años”.[159]

Hay dos asuntos más que vale la pena comentar. El primero tiene que ver con la Guerra de España. Al principio del libro, y una que otra vez a lo largo del texto, Taracena admite que, si bien los poumistas tuvieron razón en España, el partido fundado por Nin y Maurín era “antirrepublicano”.[160] ¿Antirrepublicano? No es una broma, sino una opinión francamente reaccionaria que Taracena retoma de Olga Glondys, pero que procede de Ángel Viñas. En uno de su libros, el conocido historiador español afirma que el POUM “deseaba acabar con la república realmente existente”.[161] Y es que Viñas, sus seguidores y otros como ellos entienden la Guerra de España como un conflicto entre democracia y fascismo minimizando o, de plano, ignorando que hubo también una revolución social, posiblemente la más profunda y radical del siglo XX. Sorprende, por demás, que Taracena, un estudioso que reivindica la tradición comunista, tilde de “antirrepublicano” al POUM porque entonces tendría que hacer lo mismo con los bolcheviques de 1917 ya que también se atrevieron a rebasar el horizonte de la república realmente existente, la que presidía Aleksandr Kérenski.

¿Es necesario repetirlo? El POUM y los anarquistas no eran antirrepublicanos, sino que -a diferencia del PCE, PSUC, Ezquerra Republicana y demás partidos burgueses- pugnaban por una republica socialista y libertaria que buscaba en la democratización radical de la vida política, económica y cultural, la fórmula para acabar con el fascismo. Perdieron, todos lo sabemos y en la actualidad, la historiografía republicana moderada se encuentra aliada con la franquista y la estalinista en negar que el horizonte de 1936 rebasaba con creces la lucha entre “rojos” y “nacionales”. Tal y como asevera un grupo de historiadores radicales, “la historia oficial necesita olvidar y borrar la existencia en el pasado, y por lo tanto la posibilidad en el futuro, de un temible movimiento obrero revolucionario de masas”. [162]

 

El discreto estalinismo de Luis Cardoza y Aragón

El otro asunto que importa debatir tiene que ver con el poeta antigüeño. Taracena se molesta porque Granell tilda a Luis Cardoza de “estalinista” en su correspondencia con Andrade. Omite mencionar que en los textos públicos lo trata con respeto, porque, como ya señalé, admiraba su obra literaria.[163] Dicho esto, es pertinente interrogarse acerca del estalinismo, real o supuesto, del autor de El Río. Taracena afirma que actuaba únicamente como “compañero de ruta” y que nunca fue comunista.[164] Puede ser, aunque creo que Cardoza no habría apreciado esa definición pues, en tiempos de Stalin, se empleaba para designar a escritores considerados tibios, pero susceptibles de ser “utilizados” en beneficio de la causa.

Típicos compañeros de ruta fueron, por ejemplo Ernest Hemingway, Waldo Frank, Henri Barbusse y Romain Rolland.[165] En Retorno al futuro, Cardoza define a los compañeros de ruta como “simpatizantes, pero no de decidida actuación (…), por ser sin partido, ambiguos”.[166] Y definitivamente, Cardoza no fue ambiguo, por lo menos con respecto a la dolorosa realidad de Guatemala. Su oposición radical a la dictadura sangrienta que se instauró a partir de 1954 fue admirable y, asimismo, un modelo para generaciones de luchadores sociales. A diferencia de Miguel Ángel Asturias, que aceptó un cargo diplomático en el gobierno de Julio César Méndez Montenegro (1966-70), Cardoza nunca claudicó y murió exiliado en México en 1992.

La relación del poeta antigüeño con el comunismo estalinista se antoja, en cambio, harto cuestionable, por decir lo menos, al igual que la de otros grandes escritores de la época. Taracena afirma que Cardoza no pertenecía al partido comunista, lo cual es cierto, pero no explica nada. Vicente Lombardo Toledano -a quien el poeta antigüeño menciona en sus memorias como a una persona cercana- aborrecía al PCM y sin embargo siempre fue un incondicional de la URSS y de sus fechorías.[167] Cardoza hizo lo propio en La revolución Guatemalteca (1955), donde lleva a cabo un balance muy severo de la actuación del PGT en la caída del presidente Arbenz, sin meterse con los soviéticos.

Es verdad que en el contexto de los debates que se dieron a mediados de los años treinta en la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR[168]), Cardoza se enfrentó valientemente a los estalinistas Juan Marinello y Juan de la Cabada sobre temas de estética manifestándose contra el frente único en las artes y rechazando toda clase de injerencia ideológica. “El arte -afirmó de manera contundente- no tiene nada que ver con la fraseología comunista de rigor, con la obligada retórica” y añadió: “no hay que hacer arte con la política, sino la política con el arte”.[169] Aun así, recomendaba seguir los preceptos de la francesa AEAR (“Association des Écrivains et Artistes Révolutionnaires”, a partir de la cual se había creado la LEAR), organización creada en 1932 bajo la dirección del ultra-estalinista Paul Vaillant-Couturier, precisamente para promover la nueva estética soviética.

Como sea, es verdad que en esta etapa Cardoza fue crítico del realismo socialista y del arte de Estado, aunque también lo es que después cambió de idea, al menos en parte, como veremos más adelante. Cuestionó, asimismo, el muralismo mexicano. En La nube y el reloj de 1940, leemos que “el arte proletario no existe” y “sólo trabajando por el arte, es decir para sí mismo, el artista, con el arte, puede servir a los demás”.[170] Son conocidas sus diatribas con Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, así como su frase lapidaria: “los tres grande son dos: Orozco”.[171] En agradecimiento, Rivera le acusó de ser un agente de la CIA (¿les suena?) y hasta pidió su expulsión de México, mientras que Siqueiros, lo trató de “formalista” y “artepurista”, injurias gravísimas entre los secuaces del materialismo dialectico.[172] Recordemos, también, que Cardoza fue amigo de Antonin Artaud y que gracias a él conocemos los escritos mexicanos del gran poeta surrealista, pues los originales en francés se perdieron y sólo se conservan las traducciones que el escritor guatemalteco publicaba en El Nacional.[173] La relación con Breton, en cambio, fue más complicada, entre otras razones, porque el fundador del surrealismo tomó partido por Granell en la polémica que nos ocupa.

Y llegamos al meollo de la cuestión, pues una cosa son las opiniones estéticas de Cardoza y otra, muy diferente, su relación política con la Rusia de Stalin, misma que se encuentra plasmada especialmente, aunque no exclusivamente, en Retorno al futuro.[174] Publicado en México en 1948, antes de que estallara la polémica, el libro resume las vivencias del autor en Moscú, donde residió durante los primeros seis meses de 1946, en calidad de embajador de Guatemala. Taracena afirma que es un texto “surrealista” (¿?) que incluye una crítica moderada a la URSS y a “la camisa de fuerza que significaba el realismo socialista para la creación y las libertades”.[175] Así las cosas, el lector podría concluir que el problema principal de la URSS en 1946 era de carácter cultural y dejar de lado lo principal: era un régimen totalitario contrarrevolucionario, basado en el pensamiento dirigido, la supresión del disenso y el trabajo forzado. Un régimen que, como en la actualidad difícilmente se puede negar, aterrorizaba, asesinaba y encerraba en campos de concentración a cientos de miles de ciudadanos inocentes.[176]

Lo curioso es que Taracena no aporta una sola citación de Retorno al futuro para sostener sus dichos, posiblemente porque es un libro justamente olvidado que los estudiosos raramente citan de primera mano.[177] En su erudita introducción a Poesía completa y algunas prosas, José Emilio Pacheco afirma, piadosamente, que “el libro debe situarse en sus circunstancias y que su autor hizo como sincera contribución a la paz”.[178] Yo no lo conocía y fue complicado localizarlo en una librería de viejos del centro de la Ciudad de México. Al leerlo, encontré muy, pero muy pocas, críticas moderadas y sí un cuadro más bien elogioso a la URSS.

En pleno apogeo del estalinismo, el poeta antigüeño no se toma la molestia de retratar a la URSS realmente existente. Ignora, por ejemplo, el universo concentracionario del cual ya se sabía, y opta por describir a un país imaginario, donde se forja al “hombre nuevo” (pág. 56) y se vive “una sabia aventura histórica” (pág. 17). Un país donde no hay totalitarismo (pág. 67), sino “una sólida democracia social y económica” (pág. 55) y “las pequeñas fallas” que, en efecto, existen, no son responsabilidad del régimen, sino de la condición humana (pág.110). Cardoza menciona, además, un encuentro, que me parece muy poco probable, con un autodefinido “trotskista” al que presenta como “ansioso” y “fanático” (pág. 111). Pregunto: ¿de verdad en la Rusia de 1946, algún “trotskista” se podía atrever a comentar sus ideas políticas con un desconocido?

La parte sobre cultura es sorprendente. El 14 de agosto de 1946, el Comité Central del PCUS aprobó una resolución funesta de Andréi Zhdanov, el zar de la cultura estalinista, que censuraba a varios escritores y revistas literarias inaugurando una nueva etapa de represión y censura.[179] Cardoza cita dicha resolución (pág. 161), sin hacer comentarios. Prefiere enumerar datos sobre educación, bibliotecas, tiraje de libros, música, teatro, cine y declarar que se trata de un “triunfo histórico y de un ejemplo para todos” (pág. 137). Sea. Pero calla el exterminio de los creadores de la literatura soviética. No dice nada sobre el poeta Osip Mandelstam, asesinado en 1938 por escribir versos irónicos sobre Stalin; nada sobre Isaak Babel, autor de Caballería Roja, ejecutado en 1940; nada sobre la muerte de Boris Pilniak, autor de Caoba, novela sobre los inicios del terror estalinista, ejecutado en 1938; nada sobre Vsévolod Meyerhold, el creador del teatro soviético, fusilado en 1940. Oculta el caso de David Riazanov, gran estudioso, fundador del Instituto Marx-Engels de Moscú, ajusticiado en 1938, y el de la escritora Marina Tsvetáyeva que se suicidó en 1941, después de una odisea inimaginable.

Apenas si nombra a Anna Ajmátova (pág. 161), una de las mayores poetisas líricas del siglo XX, a quien Zhdanov trató de ramera y acusó de envenenar las mentes de los jóvenes soviéticos en la citada resolución del CC. Tampoco menciona que el primer marido de Ajmátova, el también poeta Nikolái Gumiliov, fue fusilado en tiempos de Lenin, ni que su hijo, Lev Gumiliov, prominente historiador y etnólogo, ya había pasado varios años en el GULAG (todavía le faltaban otros tantos), igual que su segundo marido, el historiador del arte, Nikolái Punin, quien en el sistema penitenciario soviético acabaría sus días.[180] De Pasternak dice que “no se sintió jamás aislado, incómodo entre su pueblo” (pág. 167), lo cual es verdad al pie de la letra ya que el futuro autor de El doctor Zhivago se sentía “incómodo”, evidentemente, con la censura y no con el pueblo.

Al mismo tiempo, Cardoza se expresa de manera elogiosa sobre Mijaíl Shólojov, Ilyá Ehrenburg, y Alexis Tolstói (nada que ver con el autor de La guerra y la paz), escritores alineados con el régimen. De este último que, como el propio Ehrenburg, había sido inicialmente hostil a la revolución, afirma que la sirvió “hasta su muerte” (pág. 171). No está por demás citar el retrato que Ajmátova nos dejó de A. Tolstói: “un bribón (…), un aventurero implacable, (…) capaz de todo”.[181]  Y Nadiezhda Mandelstam, la viuda del poeta, lo acusa de ser el responsable de la detención y muerte de Osip.[182] Sin embargo, en el recuento del poeta antigüeño, el proprio Zhdanov no sale tan mal parado, pues aparece como “héroe de la resistencia”.[183] Por último, Cardoza reconsidera incluso el mismísimo realismo socialista pues, al fin y al cabo, “presenta varios aspectos (…) para asir la realidad cargada de sus potencias y posibilidades” (pág. 156).

Duele tomar nota de que el liberal Isaiah Berlin, presente en Moscú en los mismos meses, también en calidad de diplomático (adscrito a la embajada británica), nos haya dejado un cuadro mucho más fidedigno de la cultura rusa en la primera posguerra. Memorables y estrujantes, son sus encuentros con Pasternak y Ajmátova, a quien describe como “una reina trágica”.[184]

¿A poco Cardoza no estaba enterado de la realidad soviética? Admitamos, sin conceder, que su estancia en la URSS era de carácter oficial y que no pudo informarse bien. Admitamos, también sin conceder, que no sabía de los trabajos de Victor Serge, quien en Destino de una revolución de 1937, ya había descrito el universo concentracionario y que tampoco había leído La tragedia de los escritores soviéticos de 1947.[185] Asumamos que desconocía la existencia de la citada revista Mundo que entre 1943 y 1945 difundió en México informes de primera mano sobre la URSS, al igual que La révolution proletarienne de París lo había hecho en los años treinta. Pero Cardoza había leído el libro demoledor de André Gide, Regreso de la URSS, al cual alude en sus memorias.[186] Y no ignoraba a Panait Istrati, autor excomulgado y calumniado, tras publicar una dolorosa trilogía sobre su estancia en la URSS a finales de los años veinte.[187]

La adhesión de Cardoza a la Rusia de Stalin se confirma revisando su correspondencia de los años 1945-51, donde habla con fervor de los congresos culturales y de las iniciativas promovidas por los soviéticos. Mientras estaba terminando Retorno al futuro, comenta que será tachado de “comunista”, pero que no puede evitar de escribir “un libro entusiasta”.[188] Por cierto que en dicha correspondencia se menciona repetidas veces a un personaje hoy felizmente olvidado, Georges Soria, periodista, escritor y “gran amigo”.[189] ¿Quién era? Un militante del PCF, autor en 1938 de un infame libelo contra el POUM al que, siguiendo las indicaciones de Stalin, acusaba de ser agente de Franco.[190]

Habría que añadir que el poeta antigüeño nunca se retractó de lo que publicó en 1948. En El río (sus memorias), no hay la menor autocrítica; más bien se menciona Retorno al futuro como un “librito de apuntes sin estalinismo” (pág. 735). En esta obra, sin duda fascinante, que, entre otras cosas, proporciona un gran fresco de la literatura universal del siglo XX, no hay noticia, por ejemplo, de Aleksandr Solzhenitsyn. Tampoco de las vicisitudes de Pasternak: la catalogación de su obra maestra, El doctor Zhivago, como libro pernicioso, su publicación azarosa en Italia en 1957 y el Premio Nobel que se le confirió en 1958 y al que fue obligado a renunciar. Tampoco se lee una opinión sobre la condena de la amante de Pasternak, Olga Ivínskaïa -cuyas memorias fueron publicadas en francés en 1978- a pasar cinco años en el GULAG para presionarlo a que dejara de escribir críticamente sobre la URSS.[191]

En el texto sobre el pintor Kazimir Malévich, escrito mucho tiempo después (1983), el poeta antigüeño, sigue rechazando el realismo socialista, pero hermana al refinado creador del suprematismo (quien sufrió en carne propia la persecución de la policía política) con Stajánov[192] y Zhdanov, dos estalinistas emblemáticos. ¿Por qué? Porque -afirma- “viven los mismos anhelos y luchan por la misma revolución. Los tres dan de sí todo lo que pueden y tienen por su pueblo y por la humanidad”.[193] Admite que en la URSS no existía el socialismo real, pero sí “sociedades básicamente muy superiores a las sociedades burguesas fundadas en el lucro, en la explotación, en la opresión”.[194]

En un ensayo de la misma época ajusta las cuentas con Breton. Fue un rebelde -espeta-, más no revolucionario, y como todo rebelde ciego en su individualismo. El acercamiento que el fundador del surrealismo tuvo con la izquierda no fue auténtico, sino sentimental y, más grave aun, los propósitos del proletariado y los suyos no sólo no eran los mismos: eran antagónicos.[195] Por entonces, hacía tiempo que el poeta antigüeño había escogido: contra André Breton y Benjamin Péret, estaba a lado de Louis Aragon, Paul Éluard y Tristan Tzara, es decir de los que habían regresado al redil estalinista. En lugar de maquillar las ideas políticas de Luis Cardoza y Aragón, Arturo Taracena mejor haría en preguntarse cómo pudo adherirse a la Rusia de Stalin ese gran escritor y firme luchador social.

 

Epílogo

¿Qué significa y, sobre todo, que significó ser “estalinista” en el siglo XX? Depende. En la URSS de los años sucesivos a la muerte de Lenin, implicaba ejecutar o endosar las políticas de exterminio que aplicaba el tirano georgiano y sus múltiples virajes en el ámbito internacional. En la España de 1936-39, suponía oponerse a la revolución social y actuar de consecuencia. Dicho esto, es preciso, evidentemente, entender la diferencia que había entre los miles de militantes que fueron a combatir al fascismo enlistándose, por ejemplo, en las Brigadas Internacionales y uno de sus dirigentes, digamos, André Marty, cuyo retrato -nada halagüeño- pinta el también brigadista Sygmunt Stein en sus memorias.[196]

Lo mismo vale por los partidos llamados comunistas de Europa Occidental. El estalinista Palmiro Togliatti, secretario del PC italiano, sabía perfectamente lo que hacía: actuar en Italia (como antes lo había hecho en España) contra los intereses del proletariado italiano, en calidad de agente de una potencia extranjera, la URSS. Pero el militante comunista de a pie estaba absolutamente convencido de la inminente llegada del “bigotón”, vengador de injusticias atávicas y santo protector de la revolución italiana. Por esto y mucho más, el siglo XX es, entre otras cosas, el siglo de la gran mentira.

¿Y en la Guatemala de los años cuarenta? Taracena tiene razón en algo: probablemente los jóvenes sakertianos que se enfrentaron a Granell lo ignoraban todo sobre los crímenes de Stalin, la naturaleza de la URSS y las fechorías de la (extinta) Comintern. Eran luchadores sociales que buscaban cambiar las condiciones de vida en su país. Cardoza los recuerda con simpatía, pero los pinta como eran: militantes doctrinarios, muy entregados a la causa y, por lo mismo, poco dispuestos al diálogo.[197] Refiere que tildaron de “trotskista” Retorno al futuro, lo cual, después de analizar brevemente ese libro tan poco “oposicionista”, ayuda a entender las penas de Granell en el país centroamericano.

Sabemos que, años después, varios sakertianos murieron luchando heroicamente contra la dictadura militar. Es el caso, entre otros, del sindicalista Víctor Manuel Gutiérrez (1922-1966), maestro de profesión, arrestado y torturado hasta la muerte en una operación militar orquestada con la ayuda de agentes de estadounidenses y del poeta Huberto Alvarado Arellano (1927-1974), también asesinado en la Ciudad de Guatemala. Hacia ellos no podemos manifestar más que respeto, al margen de las cuestiones ideológicas. El historiador, sin embargo, no debe adelantar o retroceder el reloj del tiempo a su antojo. La noche que se extendió sobre Guatemala entre 1954 y 1996 y que, de alguna manera, se prolonga hasta el día hoy, no puede servir para etiquetar retrospectivamente los debates político-culturales de esa década.

Stalin ya no está de moda y en la actualidad sólo lo reivindican abiertamente sectas de lunáticos trasnochados. Pero el estalinismo no ha muerto del todo y, como observa, Raoul Vaneigem, la sombra de Stalin sigue irradiándose por el mundo.[198] Taracena comienza su libro afirmando que la polémica entre Granell, la AGEAR y Saker-ti “muestra cómo se puede tener razón al evaluar un proceder político autoritario que se ha venido manifestando en el mediano plazo (el estalinismo) y no necesariamente tenerla al interpretar una coyuntura (la presidencia de Arévalo), en la medida en que se comete una equivocación al englobar en un mismo paquete a personas que, haciendo alianzas por razones de interés nacional, no necesariamente actúan de conformidad con el proceder estalinista”.[199]

Observo, en primer lugar, que definir el estalinismo un “proceder político autoritario” es poco serio, puesto que, como todos sabemos, fue un fenómeno bastante más complejo y, sobre todo, más siniestro. Irónicamente, Taracena comete aquí el mismo error de los (por él detestados) dirigentes de la CNT en 1937. Y es que el estalinismo en España no fue simplemente un asunto de “autoritarismo”. Había una guerra y en una guerra todo el mundo actúa de manera autoritaria; los anarquistas también. Pero está demostrado que los estalinistas, además de autoritarios, eran el brazo político de una potencia extranjera que ciertamente no actuaba en favor la revolución, pero tampoco del Frente Popular que pretendía defender, sino de sus propios intereses.[200]

Granell lo sabía de sobra porque lo había vivido en primera persona y en 1949 intentó, de buena fe, alertar a sus amigos guatemaltecos sobre los peligros que implicaba seguir el modelo soviético. Pregunto: ¿qué tenía que haber hecho? ¿Quedarse callado? Puede que haya exagerado en algún momento, pero alegar, como lo hace Taracena, que hizo el juego del imperialismo norteamericano es -repito- una enormidad y un procedimiento típicamente estalinista.

En lo personal, pienso que Granell tuvo razón en 1949 contra los sakertianos, como la tuvieron Breton, Péret y los otros contra Louis Aragon en 1935[201]; la volvieron a tener Breton y Trotsky en su famoso Manifiesto por un arte revolucionario independiente de 1938[202], y otra vez Péret y Malaquais contra Aragon y Éluard en 1945. Lo pienso y lo digo. Sin embargo, si llegara a deslizar la sugerencia de que los sakertianos actuaban para beneficiar a Stalin, estaría mintiendo.

La tarea del historiador, incluso del historiador militante, es intentar comprender cómo sucedieron las cosas y por qué. En otras palabras: buscar la verdad, no torcerla. Por otro lado, la historia es una ciencia poco exacta y el historiador interroga el pasado a partir de sus inquietudes sobre el presente. Tomar postura sin desviar los hechos, no sólo es válido, sino también necesario, entre otras razones, para no engañar a los lectores y hacer valedera esa cita de que hablaba Walter Benjamin entre las aspiraciones de las generaciones pasadas y las nuestras. La polémica de 1949 entre el veterano de la revolución española y los noveles estalinistas chapines fue entre otras cosas, el “desencuentro ideológico” que plantea Taracena. Pero fue, en primer lugar, un capítulo trágico, uno entre muchos, de las revoluciones traicionadas del siglo XX.  No lo olvidemos.

Ciudad de México, abril de 2020-enero de 2021. Año I de la dictadura sanitaria

Notas

* Agradezco a Natalia Fernández Segarra, hija del pintor y directora de la Fundación Granell, haberme proporcionado material documental de y sobre su padre.

[1] Wilebaldo Solano (1916-2010). Militante de las juventudes del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) desde su fundación en 1935. Tras ilegalización del partido en 1937, contribuyó a fundar el segundo Comité Ejecutivo (clandestino). Detenido en 1938, logró escapar y exiliarse en Francia donde participó en la Resistencia.

[2] Joaquín Maurín Juliá (1896-1973). Militante de la CNT desde 1919, en 1921, asistió como delegado al III Congreso de la Comintern y al congreso fundacional de la Internacional Sindical. De regreso a Barcelona, fue elegido secretario nacional de la CNT, pero se separó de la organización en 1922 para continuar en la ISR. Ese mismo año fundó el semanario La Batalla que buscaba un enlace entre el sindicalismo revolucionarlo y el marxismo. Encarcelado varias veces durante la dictadura de Primo de Rivera, en otoño de 1924, fundó la Federación Comunista Catalano-Balear (FCCB), en 1931 el Bloque Obrero y Campesino y en 1935 el POUM, siendo su primer secretario.

[3] María Teresa Carbonell (Barcelona, 1926). Hija de poumistas, fue ella misma militante del parido. Actualmente es la presidenta de la Fundación Andreu Nin.

[4] Bartomeu Costa-Amic (1911-2002). Refugiado en México desde 1940 donde fundó Ediciones Libres, el primero de muchos proyectos editoriales que lo llevaron a publicar más mil quinientos libros en idioma español, unos cincuenta en catalán y varios en francés, entre otros Le Merveilleux del surrealista Pierre Mabille.

[5] A. Taracena, op. cit. pág. 126.

[6] AAVV, Guatemala. Historia reciente (1954-1996), Tomo V, Cultura y arte en un país en conflicto,  pág. 115.

[7] Leopold Trepper (pseudónimo de Lejb Domb, 1904-1982) fue un destacado agente del servicio de inteligencia rusa que dirigió una red de espionaje antinazi conocida como la Orquesta Roja.

[8] Juan Manuel Vera, “¿Quién se perdió en la Guerra Fría?”, Trasversales no. 50, marzo 2020, https://fundanin.net/2020/04/30/guerra-fria/

[9] La literatura sobre el tema es abundante. Véase, en particular, Luis Cardoza y Aragón, Guatemala. Las líneas de su mano, Editorial Nueva Nicaragua, Managua, 1985 (primera edición, México, 1954) y La revolución guatemalteca, Editorial El Pensativo, Antigua Guatemala, 1994 (primera edición, México, 1955); Susan Jonas and David Tobis, Guatemala, North American Congress on Latin America, New York, 1981; Piero Gleijeses, Shattered Hope. The Guatemalan Revolution and the United States, 1944-1954, Princeton University Press, 1992.

[10] Luis Cardoza y Aragón, El río. Novelas de caballería, Fondo de Cultura Económica, México, 1996, pág. 635.

[11] Antonio Obando Sánchez, Memorias. La historia del movimiento obrero, Editorial Universitaria, Colección Popular, Guatemala, 1978, pág. 134.

[12] Otto-Raúl González, “Color de alegría”, en María Luisa Rodríguez Mojón, Antología de la poesía revolucionaria guatemalteca, Gráficas Guía, Madrid, 1971.

[13] Eugenio Granell, Correspondencia con sus camaradas del P.O.U.M. (1936-1999), Fundación Eugenio Granell, Santiago de Compostela, 2009, pág. 96.

[14] Sobre la trayectoria de Eugenio Fernández Granell, además de Correspondencia…, op. cit. véase: Militante del POUM, Fundación Eugenio Granell, Santiago de Compostela, 2008, Artículos políticos, 1936-1990, Fundación Eugenio Granell, Santiago de Compostela, 2009 (con una larga introducción de Pello Erdoziain), Ensayos, encuentros e invenciones, edición y prólogo de César Antonio Molina, Huerga y Fierro Editores, Madrid, 1998. Está también el testimonio de Ignacio Iglesias, https://fundanin.net/2019/01/21/mi-viejo-amigo-eugenio-ignacio-iglesias-1990/ y el perfil trazado por Pepe Gutiérrez Álvarez, Retratos poumistas, Espuela de plata, colección España en armas, Sevilla, 2006, pp. 142-150.

[15] Citado en Rubén Daniel Méndez Castiglioni, “El exilio español no es una abstracción”. Eugenio Granell, un surrealista transterrado.”, https://core.ac.uk/download/pdf/327051469.pdf

[16] Pierre Naville (1904-1993). Perteneció al movimiento surrealista desde 1922. Cofundador de la revista L’Oeuf dur, codirector de La révolution surrealiste y colaborador de Clarté. En 1925 se adhirió al PCF del cual fue expulsado tras sumarse a la Oposición de Izquierda (trotskista). Después de la II Guerra Mundial, se dedicó a la sociología del trabajo.

[17] Mario Fernández Granell (1914-91). Pintor y sindicalista; detenido en 1937, pasó seis años en la cárcel. Julio Fernández Granell (¿?), trabajador bancario; detenido por los franquistas en 1949, a su salida de la cárcel emigró a Costa Rica.  Jaime Fernández Rodríguez (1914-98). Detenido en 1937, torturado y condenado a muerte por la policía estalinista, pero consiguió evadirse en 1938. Pasado a Francia, militó en varios grupos trotskistas y, de regreso a España, fue detenido en 1951 pasando cuatro años más en las cárceles franquistas. Sucesivamente, defendió las posiciones del grupo Fomento Obrero Revolucionario (FOR) junto con sus amigos Benjamín Péret y G. Munis (Manuel Fernández-Grandizo y Martínez).

[18] Andreu Nin (1892-1937). Militante de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) desde 1917. Asistió al III Congreso de la Comintern en 1921 y participó en la fundación de la Internacional Sindical Roja (ISR) de la cual sería uno de los máximos dirigentes. En 1926, se sumó a la Oposición de Izquierda permaneciendo en la URSS hasta 1930. De regreso a España, fue fundador de la ICE y luego del POUM. Véase: Pelai Pagès i Blanch, Andreu Nin. Una vida al servicio de la clase obrera, Laertes, Barcelona, 2010.

[19] Juan Andrade Rodríguez (1898-1981). Fundador PCE del cual fue expulsado en 1928. De 1931 a 1934 dirigió la revista de la ICE, Comunismo. Tras la fundación del POUM, fue su principal dirigente en Madrid. Detenido en junio de 1937 por agentes soviéticos, en 1939, se escapó para sumarse a la resistencia francesa. Al finalizar la guerra se estableció en París donde se desempeñó como editor y librero. Regresó a su natal Madrid en 1978.

[20] Pelai Pagès, El movimiento trotskista en España (1930-1935), Ediciones Península, Barcelona, 1977, pág. 72.

[21] Cándido Fernández Mazas (1902-1942). Pintor, ilustrador y escritor cercano al anarquismo, al surrealismo y a la izquierda trotskista.

[22] Eugenio Fernández Granell, “La disciplina en las juventudes oficiales fuente de graves errores”, El Soviet” Juvenil, Nº 7, Barcelona, 9 de junio de 1932, Izquierda Juvenil Comunista. Ahora en: Eugenio Fernández Granell, Artículos políticos (1932-1990), Fundación Eugenio Granell, Santiago de Compostela, 2008, pp. 75-77.

[23] Comunismo, nº 27, agosto 1933, pp. 79-83. Citado en Pelai Pagès, “Eugenio Fernández Granell y la Izquierda Comunista de España ,1931-1935”, https://fundanin.net/2019/01/11/eugenio-f-granell-y-la-izquierda-comunista-de-espana-1931-1935-pelai-pages/

[24] Víctor Alba, El Partido Comunista en España, Editorial Planeta, Barcelona, 1979, pp. 120-133.

[25] Vittorio Codovilla (1894-1970). Dirigente comunista italiano nacionalizado argentino. Murió en Moscú. Véase: Fernando Claudín, La crisis del movimiento comunista. De la Komintern a la Kominform, Ruedo Ibérico, París, 1970, pp. 604-606.

[26] Ernő Gerő (1898-1980). Delegado en España de la Comintern desde 1932 con el pseudónimo de “Pedro”, trabajó intensamente en la represión contra el POUM y la CNT. En 1956, fue uno de los verdugos de la revolución húngara.

[27] Eugenio Fernández Granell, El Partido Comunista y el fascismo”, Comunismo, 27 agosto 1933. Ahora en Artículos Políticos, op. cit. pp. 84-91.

[28] Vittorio Vidali (1900-1983), alias “comandante Carlos Contreras”, comisario político del V Regimiento, involucrado en múltiples asesinados de militantes oposicionista. Véase: Claudio Albertani, “Vittorio Vidali, Tina Modotti, el estalinismo y la revolución” https://fundanin.net/2019/03/17/vittorio-vidali-tina-modotti/ y Patrick Karlsen, Vittorio Vidali. Vita di uno stalinista (1916-56), Il Mulino, Bologna, 2019.

[29] Confederación Nacional del Trabajo, anarcosindicalista; Unión General de los Trabajadores, la confederación controlada por el Partido Socialista Obrero Español, PSOE.

[30] Manuel Grossi Mier, La insurrección de Asturias (quince días de revolución socialista), Ediciones Júcar, Barcelona, 1978 (primera edición, 1935). Versión digital: https://docer.com.ar/doc/s0e85

[31] Victor Serge, “Crimes en Russie, intrigues en Espagne”, La révolution proletarienne, no. 236, 10 de diciembre de 1936.

[32] Joaquín Maurín: apéndice de 1964 a Revolución y contrarrevolución en España, Ruedo Ibérico, París, 1966, pág. 288 (libro originalmente publicado en 1935 con el título Hacia la segunda revolución).

[33] Eugenio Fernández Granell: “Proletariado y pequeña burguesía”, 28 de febrero de 1936. En Artículos políticos, op. cit., pág. 114.

[34] Víctor Alba, El marxismo en España (1919-1939), B. Costa-Amic Editor, México, 1973, tomo I, pág. 296. Para una descripción de la atmósfera de Barcelona en 1936, véase: Abel Paz, Viaje al pasado (1936-1939), Producción Editorial Medusa, Barcelona, 1995 pp. 19-55 y George Orwell, Homenaje a Cataluña y otros escritos sobre la guerra civil española, Tusquets Editores, Barcelona, 2003 (primera edición en inglés, 1938), pp. 71-85.

[35] Wifredo Lam (1902-1982). Pintor afro-chino-cubano que participó en distintos movimientos vanguardistas de su tiempo (cubismo, surrealismo, CoBrA). Murió en París.

[36] Benjamin Péret (1899-1959). Poeta surrealista y militante revolucionario. Dirigió con Pierre Naville los dos primeros números de La Révolution Surréaliste. En la revolución española, luchó en las filas de la Columna Durruti. En 1942 se exilió en México con su compañera, la pintora Remedios Varo. El encuentro de Granell está consignado en Benjamin Péret, Œuvres complètes. Tome 7, Librarie José Corti, Paris, 1995, pp. 364.

[37] Jon Juaristi, Los árboles portátiles, Penguin Random House, Barcelona, 2017, (versión Kindle, capítulo 6).

[38] Agustín Guillamón (dir.), Documentación histórica del trotskismo mexicano, Ediciones de la Torre, Madrid, 2015, pág. 17. Edición digital, http://grupgerminal.org/?q=system/files/TrosquismoEspa%C3%B1ol-EdiGerminal.pdf

[39] P. Gutiérrez Álvarez, op. cit., pág. 144.

[40] Citado en: Pelai Pagès i Blanch, Andreu Nin. Una vida al servicio de la revolución, Laertes, Barcelona, 2011, pp. 276-77.

[41] Los Breá escribieron juntos el testimonio: Cuaderno Rojo de la guerra de España, Virus, Barcelona, 2019.

[42] Mary Low & Juan Breá, Red Spanish Notebook, City Light, San Francisco, 1978. Sobre Mary Low, véase: Agustín Guillamón, “Mary Low, poeta surrealista, trotskista y revolucionaria”,

http://www.laizquierdadiario.cl/Mary-Low-poeta-surrealista-trotskista-y-revolucionaria

[43] Mika Etchebéhère, Mi guerra de España, Alikornio Ediciones, Oviedo, 2003.

[44] Enrique Rodríguez Arroyo, “Quique” (1913-1990). Dirigente de la Juventud Socialista en 1920; pasó al PC y en 1922 viajó a Moscú donde encontró a Trotsky. Varias veces encarcelado durante la dictadura de Primo de Rivera, fue una de las figuras más importantes de la ICE y luego del POUM en Madrid. Véase: P. Gutiérrez Álvarez, op. cit., p. 343-351.

[45] E. F. Granell, Militante del POUM, op. cit. pág. 13.

[46] Enrique Rodríguez “El POUM en Madrid”, https://vientosur.info/spip.php?article1511

[47] Bartomeu Costa-Amic, León Trotsky y Andreu Nin. Dos asesinatos del estalinismo, Altres Costa-Amic, México, 1994.

[48] Victor Alba, El marxismo…, op. cit. tomo I, pág. 395.

[49] B. Péret a André Breton, 7 de marzo de 1937, Correspondance. 1920-1959, Éditions Gallimard, París, 2017, pág. 57.

[50] Federación Anarquista Ibérica, fundada en 1928. Brazo político de la CNT.

[51] G. Orwell, op. cit., pp. 146-164.

[52] Mundo Obrero, Edición de la Mañana Para los Frentes, 12 de agosto de 1937.

[53] Partido Socialista Unificado de Cataluña. Se fundó el 22 de julio de 1936 como producto de la unión ente la Federación Catalana del PSOE, el Partido Comunista de Cataluña, la Unió Socialista de Catalunya y el Partit Catalá Proletari. Nominalmente era un partido independiente, pero en la práctica era una sucursal del PCE y de los funcionarios cominternistas. Su secretario general era Joan Comorera. Véase: Víctor Alba, El marxismo…, op. cit., tomo I, pp. 294-95.

[54] Pseudónimo de Lev Lazarevich Nikolsky (1895-1973). Orlov también fue responsable del traslado del oro español a la URSS. Defeccionó en 1938 y terminó sus días en Estados Unidos donde colaboró con la CIA y escribió el libro Historia secreta de los crímenes de Stalin (Populibro/La prensa, México, 1956).

[55] Boris Volodarsky, El caso Orlov: Los servicios secretos soviéticos en la guerra civil española, Editorial Crítica, Barcelona, 2013. Véase en especial el capítulo 8: “Los hechos de mayo y la Operación Nikolai”.

[56] Victor Serge, “Adieu à Andrés Nin”, La révolution proletarienne, no. 253, 25 de agosto de 1937.

[57] Julián Gorkin, Caníbales políticos. (Hitler contra Stalin en España), Ediciones Quetzal, México, 1941, pp. 99-119.

[58] Para una revisión de la abundante literatura sobre el tema, véase: Pelai Pagès, “El asesinato de Andreu Nin. Más datos para la polémica” en EBRE 38. Revista Internacional de la guerra civil (1936 -1939), No. 4, Barcelona, 2010, pp. 57-76 y el documental Operación Nikolai de Dolors Genovés y Llibert Ferri, https://www.youtube.com/watch?v=vaIQAQu9Ul0

[59] F. Claudín, op. cit., pág. 616.

[60] Carta de Albert Camus, La Batalla nº 123, de 25 de julio de 1954. Citada en: W. Solano, El POUM en la historia. Andreu Nin y la revolución española, Los libros de la catarata, Madrid, 1999, pp. 156 y 179.

[61] Manuel Vázquez Montalbán, “La sombra de Nin es alargada”, El país, 1989. Ahora en:

https://fundanin.net/2019/10/31/la-sombra-de-nin-es-alargada/

[62] Wilebaldo Solano, “La larga marcha por la verdad sobre Andreu Nin”,

https://fundanin.net/2018/12/03/la-larga-marcha-por-la-verdad-sobre-andreu-nin/

[63] E. F. Granell, “El congreso que se divirtió con sangre”, Diario 16, Madrid, 14 de junio de 1987. Ahora en Artículos políticos… op. cit., pp. 229-234. En Memorias de España 1937, (Siglo XXI Editores, México, 1992), Elena Garro describe, a su manera, la atmósfera de represión contra el POUM.

[64] “Oda a Stalin” no aparece en Antología general, edición conmemorativa de las obras de Neruda, a cargo de la RAE y de la Asociación de Academias de la Lengua Española, Lima, Perú, 2011.

[65] Carlos Arias, Eugenio Granell. Biografía, Fundación Granell, Santiago de Compostela, 2017, pág. 73.

[66] Antonio J. Canela Ruano, “Eugenio Fernández Granell y el impacto del surrealismo en la República Dominicana”, https://www.academia.edu/35938312/Antonio_J_Canela_Ruano_CIECI_Eugenio_Fernández_Granell_y_el_impacto_del_surrealismo_en_la_República_Dominicana_pdf

[67] Victor Alba, Stephen Schwartz, Spanish Marxism Versus Soviet Communism: A History of the P.O.U.M, Transaction Books, New Brunsvick and Oxford, 1988, pág.289.

[68] Carmen Cañete Quesada, “Testimonio de la exiliada española María Ugarte”, Cuadernos Americanos, núm. 127 (2009), pp. 125-144, https://www.academia.edu/42986181/_Testimonio_de_la_exiliada_española_Mar%C3%ADa_Ugarte_Cuadernos_Americanos_1_127_2009_125_44

[69] Pierre Mabille (1904-1952). Autor de Egrégores: O la vida de las civilizaciones, Límites, Barcelona, 2007. Granell publicó una entrevista con Mabille en el periódico La Nación el 26 de junio de 1941.

[70] Victor Serge, Diarios de un revolucionario, Edición y notas de Claudio Albertani. Traducción de Claudio Albertani y Francesca Gargallo (entrada del 25 de mayo de 1941), de próxima publicación por la editorial de la UACM; Victor Serge & Laurette Séjourné, Écris-moi à Mexico. Correspondence inédite 1941-42, Signes et balises, Paris, 2017, pp. 43-46 (carta del 25 de mayo de 1941).

[71] Varian Fry, Livrer sur demande…», Quand les artistes, les dissidents et les Juifs fuyaient les nazis (Marseille, 1940-1941), Agone, Marsella, 2008 y Mary Jayne Gold, Crossroads Marseille.1940, Doubleday, New York,1980.

[72] Testimonio de Vlady: Alain Dugrand et Paul Morelle, “Sur les chemins de l’exil et de la liberté”, Le Monde, Paris, 27 juillet 1984. Ahora en :

http://www.vlady.org/biblio/index.html

[73] Rosemary Sullivan, Villa Air-Bel. La Segunda Guerra Mundial y la huida de los intelectuales, Editorial Debate, Barcelona, 2008.

[74] El libro fue publicado por la editorial Gallimard en 1948.

[75] En las primeras páginas de Tristes Tropiques, su autobiografía, Levi-Strauss (1908-2009) narra el viaje en el Capitaine Paul Lemerle y proporciona un retrato de Victor Serge; éste, en sus Diarios (op. cit.), menciona las conversaciones que tuvo con el entonces joven antropólogo francés.

[76] Anna Seghers (seudónimo de Netty Reiling, 1900-1983). Escritora alemana. Militante del Partido Comunista Alemán (KPD), participó en los Congresos Internacionales de Escritores para la Defensa de la Cultura (París y Valencia, 1935, 1937) promovidos por la URSS. A partir de 1941, residió en México donde fue presidenta del Club Heine. En 1947, regresó a Alemania y entre 1952 y 1978, presidió la asociación de escritores de la República Democrática de Alemania.

[77] László Radványi (seudónimo de Johann Lorenz Schmidt, 1900-1978). De origen húngaro, dirigió en Berlín la escuela de cuadros del KPD, entre 1925 y 1933. En México, fue profesor en la Universidad Obrera, fundada por Vicente Lombardo Toledano; luego, en la Universidad Nacional Autónoma de México.

[78] Alfred Kantorowicz (1899-1979). Militante del KPD, participó en la redacción del Libro pardo, publicación de la Comintern sobre el incendio del Reichstag (1933). Fue integrante de las Brigadas Internacionales en España.

[79] Toribio Echevarría (1887-1998). Humanista y lingüista vasco. Véase: J, Juaristi, op. cit. El libro contiene útiles informaciones sobre la travesía en el Capitaine Paul Lemerle.

[80]  Germaine Krull (1897-1985). Fotógrafa y viajera alemana, conocida por sus imágenes futuristas sobre la condición obrera en las sociedades industriales. Sobre el Capitaine Paul Lemerle, véase: Germaine Krull, Jacques Remy, Un voyage. Marseille-Rio 1941, Stock, París, 2019. El libro incluye una selección de los dibujos que hizo Vlady durante la travesía.

[81] Victor Serge, Memorias de un revolucionario, Traficantes de sueños, Madrid, 2019, pág. 479; Vlady, testimonio citado.

[82] E. F. Granell, “La aventura surrealista en las Antillas”, en AA VV, El surrealismo entre el viejo y el nuevo mundo, Centro Atlántico de Arte Moderno, Las Palmas de Gran Canaria, Madrid, 1989, pág. 97.

[83] André Breton, Martinica, encantadora de serpientes, Ediciones Argonauta, Buenos Aires, 2010 (edición original en francés, 1948).

[84] E. F. Granell, La nación, 1946. Ahora en: “El estudio y los amigos de Granell”, https://www.fundacion-granell.gal/2005/01/03/el-estudio-y-los-amigos-de-granell/

[85] E. F. Granell, op. cit., pp. 96-97.

[86] Ibídem.

[87] Mark Polizzotti, Revolución de la mente. La vida de André Breton, FCE, México, 2009, pág. 484.

[88] Emmanuel Guigon y George Sebbag, Los Granell de André Breton. Sueños de una amistad. Epistolario, Editorial: Museo de Pontevedra Sexto edificio, Pontevedra, 2010, pág. 36, ahora en: https://es.scribd.com/document/369289950/Los-Granell-de-Andre-Breton-pdf-pdf. La fecha de publicación que proporcionan los compliladores, 21 de mayo, está evidentemente equivocada pues el barco Presidente Trujillo llegó el día 23.

[89] E. F. Granell, “La aventura surrealista…, op. cit., pág. 98.

[90] Eugenio Fernández Granell, “Saludo a André Breton”, La Nación, Ciudad Trujillo, 24 de febrero de 1946. Ahora en, E. Guigon y G. Sebbag, op. cit., pág. 38; carta de E. Granell a Elisa Breton, fechada en 1966. pág. 138.

[91] Declaraciones de Breton a Jean Duché, Le Littéraire, 5 de octubre de 1946. Citado en: E. Guigon y G. Sebbag, “ Eugenio Granell & André Breton”,  Los Granell de Breton, op. cit., pág. 28.

[92] Eugenio Fernández Granell, “Notas”, Comunismo, Nº 29, Octubre 1933. Ahora en Artículos políticos, op. cit. pp. 92-95. En el mismo texto Granell repudiaba las declaraciones del ex surrealista Louis Aragon en defensa de la detención de Serge.

[93] Serge a Granell, 23 de agosto 1940.  En Correspondencia… op. cit., pág. 74.

[94] Archivo del Centro Vlady, Fondo Victor Serge. El manuscrito en francés lleva el título “Para La Nación”, y fecha 26 de mayo de 1941, la cual es, presumiblemente, la fecha de entrega, pero desconocemos la fecha de publicación. En la transcripción faltan algunas preguntas de Fernández Granell, pero están todas las respuestas de Serge.

[95] Victor Serge, Retrato de Stalin, Ediciones Libres, México, 1940. La editorial -y su sucesora, Ediciones Quetzal- era animada por Bartomeu Costa-Amic y Julián Gorkin -ambos del POUM- y por los mexicanos José Muñoz Cota y Ermilo Abreu.

[96] Boris Souvarine, Staline. Aperçu historique du bolchévisme, Éditions Ivrea, París, 1992 (primera edición, Plon, 1935)

[97] V. Serge, Retrato de Stalin, op. cit. pp. 60-61.

[98] Stalin nunca dio crédito a los numerosos despachos sobre la inminencia de la invasión nazi a la URSS que mandaban los espías Richard Sorge desde Tokio y Leopold Trepper desde Europa. Véase: Stepehen Kotkin, Stalin. Waiting for Hitler, 1929-41, Penguin Books, New York, 2017, pp. 874-79.

[99] Victor Serge & Laurette Séjourné, op. cit. pág. 47.

[100] Las descripciones de la casa de los Granell se encuentran en op. cit., pp.  47, 64, 73 y 87.

[101] Ibídem, pág. 87.

[102] Ibídem, pág. 57.

[103] Victor Serge, Hitler contra Stalin, Ediciones Quetzal, México, 1941, pág. 9. Escrito en francés, el libro fue inmediatamente traducido por el poumista Enrique Adroher “Gironella” y publicado a finales de año. La introducción de Serge lleva como fecha el mes de agosto, en Ciudad Trujillo.

[104] Ibídem, pp. 117-121.

[105] Ibídem, pp. 214 y 217.

[106] Ibídem, pág. 216.

[107] V. Serge en E. F. Granell, Correspondencia…, op. cit. pág. 80.

[108] Para un recuento del viaje, véase: Claudio Albertani, “El último exilio de un revolucionario”, en Philippe Ollé-Laprune (selección y prólogo), Tras desterrados, FCE, México, 2010, pp. 11-35

[109] V. Serge a E. F. Granell, 23 de octubre de 1941, Archivo digital del Centro Vlady.

[110] Se trata de la exposición “Modern Spanish Painters” que se llevó a cabo en la residencia del encargado de la legación de los Estados Unidos en la República Dominicana.

[111] Citado en: Artistas españoles en la Colección Bellapart. Ecos de la vanguardia europea, Museo Bellapart, Santo Domingo, 2007, pág. 108.

[112] E. F. Granell, El hombre verde, Ediciones La poesía sorprendida, Ciudad Trujillo, República Dominicana, 1944.

[113] Jeannete Miller, “El exilio republicano español y sus aportes a la modernidad en el arte dominicano”, en: Reina C. Rosario Fernández, El exilio republicano español en la sociedad dominicana. Seminario Internacional, marzo 2010, Editora Búho, Santo Domingo, 2010, pág. 174.

[114] Eugenio Granell, Isla cofre mítico, Ediciones Libertarias, Madrid, 1995 (primera edción, Editorial Caribe, Puerto Rico, 1951).

[115] Estele Irizarry, La inventiva surrealista de E. F. Granell,

http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-inventiva-surrealista-de-e-f-granell-0/html/

[116] Juan Andrade a E. F. Granell, 21 de marzo de 1948, Correspondencia … op. cit., pág. 100. En Entretiens (Gallimard, París, 1969, pág. 246), Breton menciona a Granell como el exponente del surrealismo en la República Dominicana.

[117] E. F. Granell a B. Costa-Amic, 10 de enero de 1945, Correspondencia… op. cit., pág. 89.

[118] E. F. Granell a A. Breton, agosto de 1946, en: Los Granell de Breton, op. cit., pág. 90

[119] E. F. Granell, “La aventura surrealista…”, op. cit. pág. 99.

[120] E. F. Granell a A. Breton, 14 de diciembre de 1946, en: Los Granell de Breton, op. cit., pág. 92.

[121] Texto fechado en México, 28 de noviembre de 1946. B. Péret, Œuvres complètes, op. cit., tome 6, pág. 308. El tomo 7 incluye 16 cartas del poeta a Granell. Una traducción al gallego de dicha correspondencia se encuentra en María Lopo, “Misivas de bucaneiros. A correspondencia entre Eugenio Granell e Benjamin Péret”  Moenia no. 16, 2010. Ahora en: https://minerva.usc.es/xmlui/bitstream/handle/10347/5628/2%20Lopo.pdf?sequence=1&isAllowed=y

[122]  A. Breton a E. F. Granell, 12 de enero de 1947, en Los Granell de Breton, op. cit., pág. 96.

[123] A. Breton a E. F. Granell, 18 de junio de 1948, ibídem, pág. 101.

[124] El título de la novela en inglés es Darkness at noon. En español, fue publicada como Oscuridad a medio día, pero es más conocida con el título El cero y el infinito (varias ediciones). En La polémica entre el pintor Eugenio Fernández Granell…, op. cit., Taracena la cita dos veces como se fueran dos novelas distintas (pp. 46 y 119).

[125] Testimonio de Otto-Raúl González. Citado en Miguel Ángel Asturias, El señor presidente, edición crítica de Gerald Martin, Edición del Centenario, Colección archivos, Universidad de Costa Rica, Madrid, 2000, pág. XLI,

[126] E. F. Granell, Correspondencia…, op. cit., pág. 110.

[127] Bartomeu Costa-Amic,  León Trotsky y Andreu Nin dos asesinatos del stalinismo, Altres Costa-Amic/Costa-Amic Editores, S. A., México, 1994; Fabienne Bradu, “Bartomeu Costa-Amic”, Vuelta núm. 253, Editorial México, dic. 1997.

[128] Véase Claudio Albertani, “Socialismo y libertad. El exilio antiautoritario de Europa en México y la lucha contra el estalinismo 1940-1950”, https://fundanin.net/2019/03/08/socialismoylibertad/

[129] Juan Fernando Cifuentes, “Desaparece José de Pineda Ibarra. Poco se ha dicho del cierre de la Editorial del Ministerio de Educación, una herencia de la década revolucionaria 1944-1954”, Revista D. No. 49, Prensa Libre, Guatemala, 12 de junio de 2005.

[130] Arturo Taracena a Claudio Albertani, 27 de junio de 2004.

[131] Uno de los lienzos más significativos de esta época, El torito soñador, forma parte de la colección Patrimonio Nacional de Guatemala del Museo Nacional de Arte Moderno “Carlos Mérida”, https://www.museocarlosmerida.org/Libro_ArteCarlosMerida_Digital.pdf

[132]  Reedición: Eugenio Fernández Granell, Arte y artistas en Guatemala, Ollero y Ramos Eitores, Madrid, 2012.

[133] André Breton, La clé des champs, Pauvert, París, 1967, pág. 335.

[134] Ibídem, pág. 31.

[135] Ibídem, pp. 65-66.

[136] Ibídem, pág. 67.

[137] Véase al respecto el intercambio de cartas en André Breton Benjamin Péret, Correspondence. 1920-1959, Gallimard, París, 2017, pp. 218-228.

[138] Jean Malaquais (seudónimo de Vladimir Jan Pavel Malacki 1908-1998), Le Nommé Louis Aragon ou le patriote professionnel, Les Égaux, suplemento de Masses, febrero 1947, n° 7. Ahora en: Éditions Syllepse, París, diciembre de 1998.

[139] Véase la contraportada de Arte y artistas… op. cit. Fundado en 1949 con el nombre de Partido Comunista de Guatemala, el partido fue rebautizado Partido Guatemalteco del Trabajo en 1952.

[140] Arturo Taracena, Guatemala, la República Española y el gobierno vasco en el exilio (1944-1954), Mérida, Centro Peninsular en Humanidades y en Ciencias Sociales de la UNAM y el Colegio de Michoacán, 2017, pág. 217.

[141] Piero Gleijeses, “La muerte de Francisco Arana”, Revista Mesoamérica Vol. 13, no, 24, CIRMA, Antigua Guatemala, 1992, pág.385.

[142] Jorge Luis Arriola a Carlos Martínez Durán, 2 de agosto de 1949 en: El placer de corresponder. Correspondencia entre Cardoza y Aragón, Muñoz Meany y Arriola (1945-1951). Prólogo, selección y notas de Arturo Taracena /Arely Mendoza /Julio Pinto, Editorial Universitaria, Universidad San Carlos de Guatemala, 2004, pág. 167.

[143] Ibídem, pp. 238, 304, 337, 351, 357, 370, 379.

[144] Lo anterior es un resumen de una larga carta que Granell envió a Juan Andrade, 12 de octubre de 1953. Correspondencia…, op. cit. pp. 179.

[145] Eunice Odio, “Polémica entre artistas. Dos actitudes frente a la tiranía”, El Imparcial, Guatemala, 12 de abril de 1949. Ahora en: Eunice Odio en Guatemala y otros países centroamericanos, Presentación, selección y notas, Mario A. Esquivel Tobar, Letra Maya, 2019, pp. 137-147.

[146] A. Taracena, La polémica… op. cit., pág. 45.

[147] Victor Serge, Memorias de un revolucionario, Traficantes de sueños, Madrid, 2019 (primera edición en francés, 1952), pág. 163.

[148] Grupo Saker-ti, “Fascismo. Caso Granell. Hacia un Congreso de Intelectuales”, Revista Saker-ti, año III, nos. 9-12, enero-diciembre de 1949, pp. 131-133. Citado en A. Taracena, La polémica… op. cit. pág. 47.

[149] Carta del 12 de octubre de 1953, Correspondencia… op. cit. y carta de E. F. Granell a Salvador Etcheverría Brañas, ex representante de la República Española en Guatemala, 19 de enero de 1957 (cortesía de Natalia Fernández Segarra).

[150] E. F. Granell, “La aventura surrealista en las Antillas”, op. cit. pp. 99-100. Exposición celebrada en el Centro Atlántico de Arte Moderno de Las Palmas de Gran Canaria del 4 de diciembre de 1989 al 4 de febrero de 1990. Retomó el título de un texto de Juan Larrea en Cuadernos Americanos, Vol. XV, no. 3 México, D. F., Mayo-Junio 1944.

[151] Carta a Salvador Etcheverría Brañas, op. cit.

[152] Mario Monteforte Toledo, Revista del maestro, “Sección Arte y Letras de Guatemala en 1950”, año V, Nos. 17-18, abril-diciembre 1950. Citado en: Eunice Odio, Obras Completas, tomo III, Peggy von Mayer Cháves, Editora, Editorial UCR, 2017, pp. 81-82.

[153] Véase: Juan-Manuel Vera, “Experiencia y pensamiento anti-totalitario en Julián Gorkin”, en Julián Gorkin, Contra el estalinismo, Editorial Laertes, Barcelona, 2001, pág. 40.

[154] Véase al respecto, Frances Donor Sanders, La CIA y la Guerra Fría cultural, Editorial Debate, Madrid, 2001 y Olga Glondys, La Guerra Fría cultural y el exilio republicano español, Consejo Superior de Investigaciones científicas, Madrid, 2012.

[155] Guy Debord, Correspondance, Vol. 6 (1979-1987), Librairie Arthème Fayard, París, 2006, pág. 93.

[156] “Leur faire avaler leur chewing-gum”,

http://classiques.uqac.ca/contemporains/internationale_lettriste/Potlatch/IL_Potlatch.pdf

[157] “Le Guatemala perdu”, ibídem.

[158] Véase, por ejemplo, la caracterización muy crítica de Gorkin en Pepe Gutiérrez Álvarez, Retratos poumistas, op. cit. pp.169-196.

[159] Juan Andrade a Eugenio Granell, Correspondencia con sus camaradas del POUM, op. cit. pág. 145.

[160] A. Taracena, La polémica… op. cit., pp. 11 y 13.

[161] O. Glondys, op. cit., pp. 31-32; Ángel Viñas, El escudo de la república. El oro de España, la apuesta soviética y los hechos de mayo de 1937, Editorial Crítica, Barcelona, 2007, pág. 206.

[162] Véase al respecto el manifiesto Combate por la historia, firmado por decenas de historiadores independientes, https://archivochile.com/Ceme/recup_memoria/cemememo0032.pdf

[163] Véase, por ejemplo, “La aventura surrealista…”, op. cit. pág. 99.

[164] Compañero de viaje. A. Taracena, La polémica… op. cit., pág. 23.

[165] Quien introdujo la categoría de “compañero de ruta” fue León Trotsky en su libro Literatura y revolución de 1924.

[166] Luis Cardoza y Aragón, Retorno al futuro. Moscú 1946, Letras de México,  México, 1948, pág. 155.

[167] Véase al respecto la reciente biografía de Daniela Spenser, En combate. La vida de Lombardo Toledano, Penguin/Random House, México, 2018. Especialmente el cap. IV, “Un viaje al mundo del porvenir” pp. 101-126.

[168] Impulsada por el PCM, la LEAR se fundó en 1932 permaneciendo activa hasta 1938. Publicaba un periódico, Frente a Frente, y era la sección mexicana de la Unión Internacional de Escritores Revolucionarios (UIER) creada por la COMINTERN. Su primer secretario fue el pintor Luis Arenal y sus presidentes fueron Juan de la Cabada, Silvestre Revueltas y José Mancisidor.

[169]Véase El río…, op. cit., pp. 582-587 y el documento de la LEAR, “Puntos escogidos por Luis Cardoza y Aragón para la discusión que se celebrará el día 3 de noviembre a las 20 horas en nuestros locales”,

https://icaa.mfah.org/s/en/item/822827#?c=&m=&s=&cv=&xywh=2001%2C-133%2C6551%2C3666

[170] Luis Cardoza y Aragón, La nube y el reloj, Ediciones de la Universidad Autónoma de México, 1940, reedición Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM/Landucci, México, 2003 con presentación de Rita Eder y estudio preliminar de Renato González Mello, pp. 62-64.

[171] L. Cardoza, El río…, op. cit., pág. 483.

[172] Véase: José Eduardo Serrato Córdova, “Luis Cardoza y la escuela mexicana de pintura: la querella con los muralistas”,

https://www.iifilologicas.unam.mx/mirada-libro/Serrato3.html ; David Alfaro Siqueiros, Me llamaban el coronelazo, Grijalbo, México, 1977, pág. 497. Siqueiros coloca a Cardoza entre los marxistas “de la línea de Trotsky”, junto a los pintores de La Ruptura que, salvo Vlady y Bartolí, eran más bien apolíticos.

[173] Para una historia de la contribución de Cardoza a la edición de los escritos de Artaud sobre México véase: Fabienne Bradu, Artaud, todavía, Fondo de Cultura Económica, México, 2009.

[174] Pablo Neruda escribió un prólogo al libro en donde se deshacía en elogios hacia el sistema comunista. Sin embargo, el escrito nunca vio la luz por no estar de acuerdo el chileno con la crítica de Cardoza y Aragón a los comunistas guatemaltecos, tras la caída de Arbenz, https://www.perfil.com/noticias/cultura/prologo-inedito-de-neruda-con-elogios-a-stalin-20070517-0082.phtml

[175] A. Taracena, La polémica… op. cit., pág. 41.

[176] Lejos de reducirse, el universo del GULAG se amplió después de la guerra alcanzando su máxima extensión hacia 1950. Véase: Anne Applebaum, Gulag: une histoire, Gallimard/Folio, pp. 743-44.

[177] Taracena sólo cita un artículo de Cardoza publicado en el periódico guatemalteco La hora, más no el libro. Véase La polémica…, op. cit., pág. 41.

[178] José Emilio Pacheco, Prólogo a Luis Cardoza y Aragón, Poesía completa y algunas prosas, Fondo de Cultura Económica, México, 1977, pág. 16.

[179] Véase: Victor Serge, La tragédie des écrivains sovietiques, suplemento de la revista Masses no. 6, enero de 1947, pág. 15. En español, es texto salió póstumo en una versión reducida publicada por la revista chilena Babel no. 48, noviembre-diciembre de 1948 que Cardoza conocía.

[180] El lector interesado puede encontrar un dossier sobre, Ajmátova, Nikolái Gumiliov, Lev Gumiliov y Nikolái Punin en Vitali Shentalinski, Crimen sin castigo. Últimos descubrimientos en los archivos literarios del KGB, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, Barcelona, 2007, pp. 285-298.

[181] Isaiah Berlin, La mentalidad soviética. La cultura rusa bajo el comunismo, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, Barcelona, 2009, pág. 147.

[182] Nadiezhda Mandelstam, Contra toda esperanza, Alianza Tres, Madrid, 1984, pág. 25.

[183] L. Cardoza y Aragón, Retorno al futuro, op. cit., pág. 22.

[184]Escritos en distintos momentos, dichos encuentros han sido publicados en Isaiah Berlin, op. cit.

[185] Victor Serge, La tragédie des écrivains sovietiques, suplemento de la revista Masses no. 6, enero de 1947. En español, salió póstumo en la revista chilena Babel no. 48, noviembre-diciembre de 1948 que Cardoza conocía.

[186] L. Cardoza y Aragón, El río…, op. cit., pág. 406.

[187] Publicado en francés con el título Vers l’autre flâme, 1929, el libro fue editado en España por la editorial Cenit de Madrid en 1930 como Rusia al desnudo. De la trilogía, Istrati sólo fue autor del primer ensayo, Hacia la otra llama. Por común acuerdo, el segundo, Soviets 1929, lo escribió Víctor Serge y el tercero, Rusia al desnudo, Boris Souvarine.

[188]  El placer de corresponder… op. cit. pp. 102 y 137.

[189] Ibídem, pág. 329.

[190] Max Rieger, Espionaje en España, seguido de El trotskismo al servicio de Franco de Georges Soria, con una introducción de Pelai Pagès, Ediciones Espuela de Plata, Salamanca, 2007.

[191] Olga Ivínskaïa, Otage de l’éternité. Mes années avec Pasternak, Fayard, París, 1978.

[192] Alekséi Stajánov (1906-1977): héroe del trabajo soviético cuyo apellido da origen al “estajanovismo”, el movimiento que pregonaba la auto-explotación de los trabajadores y presentaba datos estadísticos falsos.

[193] Ahora en: Luis Cardoza y Aragon, André Breton. Atisbado sin la mesa parlante y Malevich. Apuntes sobre su aventura icárica, Fondo de Cultura Económica, México, 1992, pág. 138.

[194] Ibídem, pág. 168.

[195] Ibídem, pp. 14-15.

[196] André Marty (1886-1956): comunista francés, encargado de la Comintern por el reclutamiento y organización de las Brigadas Internacionales. Sygmunt Stein, Ma guerre d’Espagne. Brigades Internationales: la fin d’un mythe, Seuil, París, 2012, es el testimonio permanecido inédito durante más de siete décadas de un militante polaco.

[197] L. Cardoza y Aragón, El río…, op. cit., pp. 633 y 637.

[198] Raoul Vaneigem, Lettre de Staline à ses enfants en fin réconciliés, Verdier, Francia, 1998.

[199] A. Taracena, La polémica…, op. cit., pág. 11.

[200] Véase, entre otras obras, Ronald Radosh, Mary R. Habeck y Grigory Sevostianov (eds), España traicionada. Stalin y la guerra civil, Planeta. Historia y sociedad, Barcelona, 2002.

[201] “ Du temps que les surréalistes avaient raison” (Del tiempo en que los surrealistas tenían razón), 1935, firmado por 25 persona. Ahora en: Tracts surréalistes et déclarations collectives. Tome I (1922/1939). Présentés et commentés par José Pierre, Editorial: Eric Losfeld éditeur/, Paris, 1980, pp. 274-281.

[202] André Bretón, León Trotski, Diego Rivera, Manifiesto por un arte revolucionario independiente. Presentación de Michael Löwy, Introducción de Horacio Tarcus, 2019, Siglo XXI Editores Argentina.alber

Sobre el autor: Albertani, Claudio

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