El POUM y la guerra civil española (Francisco de Cabo,1987)

«La guerra civil española fue el período más feliz de nuestras vidas. Entonces nos sentimos felices, pues cuando la gente moría, parecía como si su muerte estuviera justificada y fuese importante.Habían muerto por algo en lo que creían…»

Ernest Hemingway: prefacio a The Creat Crusade (1940)
 

Introducción

La guerra civil española de 1936-39 es, después de la Revolución Rusa de 1917, el acontecimiento revolucionario más importante europeo de este siglo. De otra manera no se explica que a medio siglo vista aún se publiquen libros y más libros -ya se cuentan por millares- y se organicen continuamente simposiums y encuentros internacionales en los que renombrados historiadores de oficio y sesudos intelectuales segreguen su humor amarillento, de sabor amargo, como expertos «futurólogos del pasado» intentando en la época actual, justificar sus posiciones de antaño, y la inundación, que casi nos arrastra, de jóvenes investigadores, con sus tesis, que nos licencian las universidades año tras año que, objetivamente, pretenden ser neutrales por su distanciamiento en el tiempo de los hechos, pecando de un academicismo petulante propio de la juventud e incluso, por omisión predeterminada, de partidismo descarado.

Empleo un método, como si efectuara un análisis de laboratorio, para conocer la ideología política de los historiadores que se esconden tras una seudo-objetividad. ¡Es infalible! Me refiero a la descripción e interpretación de los Hechos de Mayo como asimismo del horrible asesinato de Andreu Nin. Constituyen la piedra de toque para medir la consistencia de su honradez histórica.

Un ejemplo que es imprescindible remarcar por el prestigio del historiador es el de Pierre Vilar. A cincuenta años de los hechos y con centenares de testimonios tanto escritos como orales de los que participaron, incluso de dirigentes comunistas de la época, en unas pocas líneas, haciendo gala de un humor bilioso, el señor Pierre Vilar, en su libro recién publicado La guerra civil española, traducción de La Guerre d’Espagne de la colección Que sais-je de Presses Universitaires, sentencia: «Los Hechos de Mayo han inspirado toda una literatura. A menudo a partir de la narración de Orwell, el testimonio más despistado (el subrayado es mío) del combate más confuso. Esta agonía de la revolución ha hecho llorar mucho a las universidades americanas». “El POUM, con una bonita fórmula acusaba a los comunistas ortodoxos de querer transformar la guerra civil en guerra imperialista», sin mencionar de dónde ha copiado esta consigna como es el deber de un historiador serio. Y remata esta página de antología antihistórica con estas palabras sobre las consecuencias de los Hechos de Mayo: «Para el POUM, es una marginación; el PSUC quería un proceso de espionaje, calcado sobre los de Moscú (¿Era sólo el PSUC?) exactamente contemporáneos; la justicia republicana lo considera sólo una insubordinación en tiempos de guerra, castigada con la simple prisión. Pero Nin, transferido a Madrid al comienzo de la insurrección, desaparece a manos de una policía paralela». Para el serio historiador Pierre Vilar, Nin se esfumó como una sombra. Las policías paralelas son una creación del capitalismo de la posguerra. Incluso en este aspecto represivo los estalinianos se adelantaron como la vanguardia que eran, ya que habían dejado de serlo del proletariado, de la represión, con centenares de asesinatos de militantes no sólo poumistas sino también anarquistas y socialistas; prisiones clandestinas, torturas, persecuciones sistemáticas, etc. El Comité Ejecutivo del POUM fue exonerado de las burdas acusaciones del proceso «calcado sobre los de Moscú» pero fue condenado a varios años de prisión como reo del delito terrible de «querer superar la República democrática e instaurar sus propias concepciones sociales». Para el señor Pierre Vilar todo se limitó a «una marginación», sin darse cuenta que el que queda marginado es él, con su ocultación y tergiversación de la verdad histórica.

Toda historia debe relatar el desarrollo de los hechos tal como ocurrieron pero, al mismo tiempo, hacer comprender al lector para que, por lo menos, éste saque la conclusión del porqué de los mismos, es decir, de las causas históricas que lo motivaron. Ni el azar ni la aventura intervienen en los acontecimientos históricos y los grandes hombres que han jugado un papel preponderante en la historia, no pudieron, por si solos, alterar el curso básico del desarrollo histórico, el cual, a su vez, se compone de un cúmulo de diversos factores objetivos que, en ese preciso momento histórico -no antes ni después-, han llegado a su punto de madurez. La conjunción de los factores objetivos y subjetivos en el proceso histórico es fundamental para un cambio radical revolucionario. Napoleón, si hubiera nacido en otra época, se habría limitado a ser un buen teórico y profesor militar e incluso un brillante hombre de Estado pero no hubiera cambiado la faz del mapa político de Europa y si Lenin hubiera nacido a principios del siglo pasado en lugar de al término del mismo, no habría cambiado, en la forma que lo hizo, el destino de Rusia y del mundo. Cuando no se da esta simbiosis entre causa y efecto es cuando fracasan estos saltos prodigiosos hacia adelante en la historia de la humanidad. Esto es lo que ocurrió en España. Desafortunadamente, no sincronizaron los factores objetivos y subjetivos determinantes.

A pesar de que España, según la jerga de los economistas, en estos últimos años, ha pasado de ser un país subdesarrollado a un país en vías de desarrollo, se yuxtaponen, en un mosaico de nacionalidades y regiones, estadios distintos e incluso superpuestos de desarrollo histórico, desde el feudo latifundista, en sus diversas etapas de evolución, con un estancamiento cultural y relaciones sociales arcaicas, cuyo conglomerado social, con sus diversos escalafones sociales medios, es el que provee de militares, fuerzas de represión, personal a la Iglesia y burócratas, que se incrustan como garrapatas al aparato del Estado -base social del franquismo- hasta la periferia industrial, en que coexisten fases desiguales de desarrollo de los medios de producción, que, por sus mismas estructuras subdesarrolladas de relaciones que domina el conjunto, crean desequilibrios ahogando su expansión y debilitándola política y socialmente. No es por el sobado «carácter anárquico, individualista del español» que España, a diferencia de los países más desarrollados, ha carecido y carece de una clase burguesa potente y progresista dentro de los cánones de la propiedad privada y economía de mercado, es decir, del capitalismo. Su espacio lo ocupa, actualmente, podríamos decir, por delegación, el reengendrado PSOE, cuyos dirigentes son meros «ejecutivos» administrativos de la sociedad anónima estatal. Esta incoherencia distorsionante del conjunto de la estructura social española, condiciona, asimismo la formación de las organizaciones obreras creando una heterogeneidad ideológica no fácil de captar. Ningún precedente histórico, por aleccionador y exitoso que haya sido, puede sustituir al análisis directo de una situación nacional concreta. Todos los caminos llegan a Roma pero cada uno es diferente. Sin embargo, estos rasgos distintivos, por muy acentuados que sean, tienen límites históricos. Nuevas condiciones históricas pueden modificarlos. y están sujetos a los procesos predominantes de la economía y la política mundiales que pueden alterarlos. Según Trotski, “la peculiaridad nacional es el producto más generalizado de la desigualdad del desarrollo histórico, su resultado final». Tomemos por ejemplo el Partido Socialdemócrata alemán y el Partido Laborista inglés, cuyas diferencias notorias, tanto en la práctica como en la teoría, son el resultado de los diferentes trasfondos históricos, de sus procesos de desarrollo desiguales.

Una caracterización diferencial, que no se dio en ningún otro país de Europa, y que influyó, de una manera determinante en el desenvolvimiento revolucionario obrero español hasta la la guerra civil, fue el anarquismo, en sus diversas tendencias, con predominio, aunque parezca a primera vista paradójico, en Cataluña y Andalucía. En España encontró campo abonado para que fructificara la prédica anarquista de Giuseppe Fanelli, que vino a propagar, a finales de 1886, las ideas de la Internacional y, sobre todo, del anarquismo de Bakunin, el cual se diferenciaba más por los diferentes estadios de desarrollo respectivos, industrial en Cataluña, latifundista en Andalucía, que por las diversas tendencias de sus teóricos: Bakunin, Kropotkin, Malatesta, etc. Angel Marvaud, en La Question Sociale en Espagne, en pocas líneas, aclara esta aparente contradicción:» El anarquismo andaluz es un anarquismo con crisis agudas pero breves; los levantamientos en esta parte de la Península, más que actos reflexionados y preparados de antemano, hacen pensar en una serie de incidentes de extrema gravedad, pero sin dirección, sin otro impulso que el hambre y la cólera. El anarquismo catalán es mucho más temible porque es menos impulsivo y mucho más organizado. Es también más «intelectual». Barcelona es el cuartel general del anarquismo en España». Toda comparación es relativa, depende del parámetro en que se basa.

Del 19 al 26 de junio de 1870, tuvo lugar el Congreso de fundación de la Internacional. Después de años de pasar las vicisitudes propias de su militancia ácrata, surgió de nuevo de la clandestinidad en 1881 celebrando un Congreso en Barcelona, consiguiendo reagrupar unos 50.000 afiliados, de los cuales 30.000 eran andaluces y 13.000 catalanes.

Paralelo al auge económico de España en los años de la primera guerra mundial- debido a su neutralidad- fue el aumento vertiginoso del proletariado industrial. A finales de 1918 los afiliados de la CNT en Cataluña superan los 300.000. En junio de 1922, en el Congreso de Zaragoza, la CNT rompe definitivamente con la Internacional Comunista y la Internacional Sindical Roja. En diciembre de 1922 se adhiere a la nueva AIT aportando el 50% de los afiliados de esa internacional, es decir, que en España estaban adheridos la mitad de todos los militantes anarquistas del mundo. En el verano de 1931 irrumpe la FAI, surgida del mismo seno de la CNT, influyendo decididamente en la misma con sus postulados extremistas anarcos aportando más confusión ideológica. En agosto de 1931 se dio a conocer el famoso «Manifiesto de los Treinta», denominado así porque lo firmaban treinta destacados sindicalistas con Juan Peiró y Ángel Pestaña a la cabeza, que, en su esencia, proclamaba un reformismo sindicalista enfrentado a la praxis revolucionaria de la FAI, la cual, reaccionando violentamente, en nombre, «Oh, paradoja!, del comunismo libertario, expulsó a todos los dirigentes impuros (treintistas, marxistas, etc.) consiguiendo hacerse dueña absoluta de la CNT. Estas divergencias no impidieron que durante la guerra civil, «faistas» y «treintistas» colaboraran juntos con los gobiernos de Largo Caballero y Negrin e incluso con la Junta del Coronel Casado-Besteiro para dar la puntilla final a la consigna de primero ganar la guerra. El 1° de Mayo de 1936 (dos meses y medio antes del 19 de julio) tuvo lugar el IV Congreso de la CNT, asistiendo 649 delegados por 982 sindicatos que representaban a 550.000 afiliados.

Me he detenido en la descripción del movimiento anarcosindicalista español para poner de relieve su influencia, su importancia numérica y su protagonismo revolucionario dentro del contexto del movimiento obrero, especialmente en Cataluña. No se puede comprender ni juzgar debidamente el estallante principio revolucionario de la guerra civil y el deplorable desenlace de la misma sin tener en cuenta el papel decisivo, negativo a la larga, de la CNT, en las primeras semanas (Stalin demoró tres meses en meter la cuchara en España) en Cataluña, bastión de la revolución.

En las épocas normales, el Estado juega el supuesto papel de árbitro; «la administración de las cosas» corre a cargo de una élite privilegiada de las clases altas que se sitúa por encima del pueblo llano: monarcas, presidentes, ministros, gobernadores, jueces, alta jerarquía clerical y militar, burócratas, la gran prensa, etc. En las épocas de crisis revolucionarias las masas desbordan, cual mar embravecido, las defensas del Estado, derribando a su paso cuánto obstáculo encuentran en su camino. En este momento álgido de la cresta de la historia es cuando las masas se desprenden de sus ataduras ancestrales: religiones castradoras, las sumisiones morales que les han inculcado, rencores heredados de generaciones, etc., y por la otra parte, en las élites del poder, sale a relucir su verdadera faz: su soberbia, sinónimo de menosprecio, su prepotencia, su incomprensión y su miedo histriónico. Con otras palabras, sale a la luz pública la división descarada de la sociedad en clases y cada una se sitúa en el lugar que le corresponde. Ya no valen los engaños y los circunloquios. Esto es lo que ocurrió en las jornadas de julio de 1936 en España. El gobierno del Frente Popular, a cuya creación contribuyó el tándem Dimitrov- Stalin con su viraje de 180 grados en el VII congreso de la III Internacional, se derrumbó a la primera embestida de las dos fuerzas sociales antagónicas. Los resortes del poder se derribaron estrepitosamente: ejército, policía, guardia civil, burocracia, etc. El Gobierno nonato de Martínez Barrio, que sustituyó al de Casares Quiroga, en un intento desesperado de pactar con los rebeldes, concediéndoles todo lo que quisieran, se convirtió en una entelequia. El general Mola, el cerebro estratega de la sublevación cívico-militar, ante un llamamiento desesperado de Martínez Barrio, le contestó: «Si llegamos a un acuerdo la primera cabeza que rodaría sería la mía. Y lo mismo le ocurriría a usted en Madrid. Ninguno de los dos podernos ya dominar a nuestras masas». El general sublevado comprendía mejor que el político profesional el momento histórico que vivíamos.

La clase obrera española, desde el mismo 19 de julio de 1936, dio pruebas fehacientes de un gran espíritu de lucha doblado de una inteligencia intuitiva de clase al demostrar que sí sabía lo que no quería. Lo que sorprendió no sólo a los gobernantes republicanos burgueses sino también a los líderes y comités de las centrales obreras y de los partidos de la izquierda social. Los dirigentes de los partidos obreros, desde el primer momento, fueron desbordados por las masas. Iban a la zaga de los acontecimientos. De dirigentes se convirtieron en dirigidos y comenzaron a maniobrar desde sus cargos no para encauzar y dirigir a la revolución en marcha sino para frenarla. Sólo en los comunards parisinos podemos encontrar un precedente histórico de la espontaneidad revolucionaria de las masas. La clase obrera española, forjada y templada por la lucha revolucionaria de décadas anteriores: 1909, 1917, 1921-23, 1931, 1934, organizó la resistencia, con una audacia sin parangón, a la contrarrevolución preventiva y, sin solución de continuidad, sobre la marcha, sin ninguna regla y compás, creó los Comités de Milicias Antifascistas, las Patrullas de Control Revolucionario y la organización de la vida económica en tiempo de guerra civil a través de las colectivizaciones en la industria y en el agro. El gobierno central y los autonómicos, en los que estaban representados los líderes de las organizaciones obreras, se limitaron a dar validez legal a los hechos consumados.

La creación del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) fue la culminación de un proceso de unidad que arrancaba, en el plano internacional, de la toma del poder por los nazis en Alemania y, en España, del triunfo electoral de la reacción causado por la política nefasta de la coalición republicana-socialista en el primer bienio y la abstención de las masas de la CNT que siguieron la consigna de su dirección. El fascismo, como las revoluciones proletarias se adaptan a las peculiaridades del desarrollo desigual de cada nación: Italia, Portugal, Austria, Alemania, eran regímenes de carácter fascista en términos generales pero diferentes en sus métodos de ejercerlo. Como en España, lo mismo que en Polonia y el Portugal de aquel entonces, aún predominaba la economía agraria, con una burguesía subdesarrollada, conjeturábamos que el fascismo se basaría en el ejército como su principal instrumento. En el trabajo que se publicó en forma de folleto, a fines de 1931, de Andreu Nin, éste escribía: «España es un país eminentemente agrícola, el 70% de la población trabajadora está dedicada a las labores del campo. El peso específico de la producción agrícola es superior al de la industria.. Lo que da la nota en nuestra economía agraria es la gran propiedad semifeudal, dominante sobre todo en el sur, caracterizada por la existencia de haciendas inmensas, mal cultivadas o absolutamente incultas, y de una masa campesina miserable y cruelmente explotada. He aquí una cifras que constituirán, con una irrebatible evidencia, la ilustración más elocuente de lo que decimos. De los 50 millones de hectáreas que forman nuestro territorio, más de 31 millones están sin cultivar, y de los 5 millones de campesinos que hay en el país, 4 y 1/2 millones no poseen tierras. Este es el resultado directo de la persistencia del latifundio en nuestro país. La industria, excepción hecha de algunos islotes esparcidos aquí y allá en el mar de nuestro atraso económico, apenas ha salido del período manufacturero. Sólo en la industria metalúrgica, en Vizcaya, ha alcanzado una relativa madurez. En cuanto a Cataluña, la región más importante de España desde el punto de vista de la producción global, la industria textil, que es la dominante, está dividida en gran número de pequeños establecimientos mal utillados… La estructura económica del país hallaba su expresión política en la monarquía, la cual se apoyaba en el caciquismo de los grandes terratenientes, en la Iglesia, que contaba -y cuenta aún- con una poderosa base económica, en un enorme aparato burocrático-policiaco-militar y en un centralismo despótico y regresivo, que ahogaba todos los focos vitales del país. Ese régimen politico-económico constituía un obstáculo insuperable al desarrollo de las fuerzas productivas del país. La ausencia de una burguesía suficientemente fuerte para tomar la dirección del país y la descomposición general del régimen, explican el papel importante desempeñado en la vida política española por el ejército, única fuerza sólidamente organizada, centralizada y disciplinada que existía.».

El frente único de la reacción, a pesar de sus antagonismos y contradicciones internas, se iba perfilando en el horizonte con una claridad meridiana. Ante ese compacto bloque que se nos venía encima era imprescindible y urgente unirnos si no queríamos correr la misma suerte de los pueblos en los cuales había tomado el poder, en sus diferentes matices, el fascismo, nombre que hizo fortuna al adoptarlo el primer país fascista de Europa: Italia.

Las organizaciones obreras que responden a su razón de ser son las que sostienen el principio fundamental de la lucha de clases. Pues bien, tanto la Izquierda Comunista como el Bloque Obrero y Campesino respondían a esta premisa. Ya durante los primeros tiempos de la República, se habían lanzado llamamientos en favor de la unificación de todos los grupos o tendencias comunistas por parte de la Oposición trotskista y la Federación Catalano-Balear, pero sin el menor resultado, quizá por ser todavía prematuro y precisarse cierto periodo de trasvase. El primer paso serio, que a la larga seria determinante, fue la creación de la Alianza Obrera, en diciembre de 1933 en Cataluña y en marzo de 1934 en Asturias, principalmente, con el propósito de establecer un frente único obrero capaz de impedir el triunfo de la reacción. El documento que dio fe del nacimiento de la Alianza en Cataluña está fechado el 9 de diciembre de 1933 y entre otras cosas dice: «Las entidades abajo firmantes, de tendencias y aspiraciones doctrinales diversas, pero unidas en un común deseo de salvaguardar las conquistas conseguidas hasta hoy por la clase trabajadora española, hemos constituido la Alianza Obrera para oponernos al entronizamiento de la reacción en nuestro país, para evitar cualquier intento de golpe de Estado o instauración de una dictadura.» El documento lo firmaron todas las organizaciones obreras menos el Partido Comunista que asistió a las primeras gestiones de constitución pero luego manifestó su disconformidad. retirándose, y la CNT, ya entonces en manos de la FAI, que, por principio. no pactaba con los marxistas, excepto en Asturias donde se impusieron los partidarios de la Alianza Obrera. El Partido Comunista combatió sin descanso a la Alianza Obrera publicando un folleto especial que tituló «La Alianza Obrera es la Santa Alianza de las Contrarrevolución». Pero en una de sus volteretas políticas a que nos tenia acostumbrados. en el mes de septiembre solicitó su ingreso a la Alianza Obrera. En Cataluña el PC entró en la Alianza Obrera el 4 de octubre de 1934 cuando ya se había acordado la huelga general revolucionaria. En Asturias ni siquiera hubo tiempo de cumplir esa formalidad. En la insurrección de octubre de 1934 la Alianza Obrera, compuesta absolutamente por todas las tendencias del movimiento, incluyendo los anarcosindicalistas, se convirtió en una nueva Commune proletaria aislada, abandonada a su suerte, lo que se haría muy extenso analizar ahora aquí. Lo que si es necesario decir es que la lucha heroica de los trabajadores asturianos sentó las bases para el establecimiento de un mejor clima político, dejando de lado viejas querellas y confrontaciones entre los diversos grupos obreros, lo cual se confirmó en julio de 1936.

Todos los partidos obreros que después formaron el PSUC estalinista, junto con el Bloque Obrero y Campesino y la Izquierda Comunista, entablaron conversaciones en febrero de 1935 con el propósito de fundar un solo Partido, anhelo de todos. A las primeras de cambio aparecieron las discrepancias, algunas de ellas con el propósito deliberado de hacer fracasar la unificación, que tanto deseaban las bases de los partidos respectivos. En esa primera reunión se consiguieron los siguientes acuerdos mínimos: «1º- Los reunidos reconocemos la necesidad de unificar las fuerzas marxistas existentes; 2°- La unificación será llevada a cabo sobre la base del marxismo revolucionario, que supone, a) desarrollarse con independencia de todo partido burgués, b) toma violenta del poder a través de la insurrección armada y c) instauración transitoria de la dictadura del proletariado.»En Abril de 1935 tuvo lugar la segunda reunión en la cual las discrepancias aparecieron claramente definidas. Como preveíamos, el Partido Comunista exigió que se excluyera a la Izquierda Comunista, proposición que no fue aceptada. La Unión Socialista de Catalunya. insistió que antes se tenían que unir los partidos comunistas por un lado y los socialistas por otro, argumento capcioso que indicaba ya por dónde venían los tiros. La última reunión se celebró el 13 de abril con la asistencia de todos. En la segunda no había participado el PSOE (Sección catalana). Esta última junto con la Unió Socialista de Catalunya coincidieron en afirmar que el partido marxista que se quería crear ya existía y no era otro que el PSOE y el Partido Comunista insistió que la unificación se había de conseguir únicamente a través de la Internacional Comunista.

Tampoco fructificó la unificación entre los que restaron debido a que el Partit Català Proletari entendía que el nuevo partido debía ser exclusivamente catalán, tesis respetable pero que la Izquierda Comunista y el Bloque Obrero Campesino no podían suscribir ya que en el primero la mayoría de sus militantes residían fuera de Cataluña y el segundo aspiraba a expandirse por el resto de la península. La ruptura amigable se llevó a cabo en junio de 1935.

La creación del POUM

A pesar de las defecciones de las demás organizaciones el BOC y la IC continuaron con su intento de unificación. A los que pertenecíamos a la IC el aislamiento en que nos encontrábamos ante el clamor de unidad, que era arrollador entre los trabajadores, frente al avance peligroso de la reacción, nos empujaba a propiciar una organización donde tuviéramos la posibilidad de poner en práctica nuestro programa político en aquel momento propicio en que España vivía un periodo revolucionario que presagiaba grandes cambios. No era cuestión de continuar con nuestro papel de severos críticos de los demás pero meramente contemplativos. Aspirábamos a ser protagonistas de los acontecimientos que se avecinaban. El ingreso en el PSOE no lo considerábamos como el camino pertinente a seguir. Tanto Nin como Andrade habían pertenecido, en su juventud, al PSOE y, por tanto, conocían la «vida interior» del mismo impregnada hasta los tuétanos de pablismo, variante arteriosclerósica política de los cuadros dirigentes del mismo.

Todo nuevo cambio organizativo tiene repercusiones en el interior de los partidos políticos. Un reducido grupo de destacados militantes de la IC -Fersen, Esteban Bilbao, Munis y otros- ingresó en el PSOE aún antes que la IC tomara una decisión final. Andreu Nin mostró una actitud dubitativa. En mi convivencia estrecha con Nin durante los años 1930-1937 intuí que éste sufría, puede que como rémora de sus casi diez años de relacionarse con los altos dirigentes de la IC y de la ISR de lo que podríamos denominarse el síndrome de la Revolución de Octubre, es decir, la veneración hacia sus protagonistas. La rapidez con que Nin aceptó la decisión mayoritaria de la IC de rechazar la táctica del entrismo y aprobar la creación de un partido marxista independiente me confirmó que en el fondo no estaba de acuerdo con Trotski.. Dejo la palabra a Ignacio Iglesias, refugiado clandestinamente en Barcelona en aquellos momentos por los hechos de Octubre de 1934 en Asturias, que, en pocas líneas clarifica -escritas en 1985- la confusa situación en que se desenvolvía el Comité Ejecutivo de la IC: «Por su parte, el CE de la IC se mostró bastante irresoluto, llegando incluso a proponer, -con el voto en contra de uno de sus componentes, Francisco de Cabo- que una vez constituido el nuevo Partido en Cataluña, el resto de la militancia solicitase su ingreso en el PSOE, lo cual suponía, al cabo de cuentas, dar la razón a los que ya se habían ido, al mismo tiempo que, paradójicamente, hacía suyos los puntos de vista del Partit Catala Proletari, que en sus discusiones con éste rechazaba”. En realidad era la posición de Nin (posición híbrida, de reconciliación, de encender una vela a Dios y al Diablo al mismo tiempo); para defenderla, pidió a Iglesias publicase en el Boletín Interior, en abril de 1935, un articulo, que apareció firmado con el seudónimo de Paco, no obstante no estar muy convencido de los puntos de vista que exponía. Pero Nin y el Comité Ejecutivo quedaron prácticamente solos: toda la organización se pronunció -con Andrade a la cabeza- contra el ingreso en el PSOE y en favor del carácter nacional del nuevo partido. y esta fue, finalmente, la actitud adoptada, que coincidía con la del Bloque».

El BOC también sufrió, como era de esperar, varias defecciones pero en diferentes direcciones, producto de su heterogeneidad interna. Un grupo, de tendencia nacionalista catalana, formado por conocidos militantes: Colomer, Estivill, Estartús, Ferrer, etc. dieron a conocer un documento criticando esa unificación a nivel nacional, es decir, peninsular, por lo cual el CC del POUM, en reunión de los días 5 y 6 de enero de 1936, acordó sancionar al grupo de toda actividad por un año. Los sancionados respondieron con la decisión de separarse del POUM. Superados los problemas internos de cada organización la fusión de hecho quedó establecida. Las resoluciones y tesis de la nueva organización fueron redactadas por Maurín y Nin y aprobadas por los respectivos Comités Centrales. Como se vivía en la clandestinidad, en la época del bienio negro, la reunión, efectuada el 29 de septiembre de 1935 -nueve meses justos antes del 19 de julio- no se le puede considerar Congreso sino una simple reunión de representantes autorizados del BOC y la IC. Tuvo lugar en la calle Montserrat de Casanovas nº 24, en el barrio del Carmelo situado a las afueras del casco urbano de Barcelona. Como los asistentes portaban plenos poderes de sus respectivas organizaciones con los nombres propuestos respectivamente para el Comité Ejecutivo y Comité Central del nuevo partido, la reunión se convirtió en un mero hecho protocolario y finalizó con una eufórica esperanza sobre el porvenir del POUM. El CE quedó compuesto por Maurín, como secretario general, y miembros del mismo Bonet, Arquer, Rovira, Coll por el BOC y Nin y Molins i Fàbrega por la IC. Para la dirección de las Juventudes se nombró como secretario a Germinal Vidal, primera victima de la lucha contra la insurrección el 19 de julio, y miembros de la misma a Miquel Pedrola (muerto en el frente de Huesca), W. Solano y Gelada en nombre del BOC e Ignacio Iglesias por la IC. Un nuevo partido revolucionario no surge, súbitamente, como Venus de la espuma del mar. Necesita de cierto tiempo para consolidarse en sí mismo e instalarse en la conciencia de los trabajadores. Esta coyuntura se daba en septiembre de 1935 pero, desafortunadamente, el tiempo corría en contra nuestra y el POUM no pudo extenderse y fortificarse. Aun en el período imprescindible de formación y organización de cuadros (Maurín atrapado en la zona franquista el 19 de julio, víctima de ese periodo de formación) el POUM tuvo que hacer frente a la guerra civil y la revolución en inferioridad de condiciones como partido sólidamente organizado.

La creación del PSUC

Los acontecimientos se precipitaban y era urgente recuperar el tiempo perdido y, en consonancia con el viraje del VII Congreso de la III Internacional, Stalin y su jefe de turno en la Komintern , Dimitrov, decidieron colocar sus piezas en buena posición en el tablero político europeo, ordenando a sus agentes la creación de un Partido de masas, volcando en él todo el apoyo económico, en Cataluña para que hiciera frente al POUM al que consideraba el peligro más inmediato para sus planes en esa área. Esa fue la misión encomendada a Codovila, Gerö, Stefanov, y más tarde a su máxima estrella Togliatti, volcando en España y especialmente en Cataluña a toda la artillería pesada de la Komintern. La historiadora soviética, L.V. Ponomariova, en un texto publicado en 1963, señala, corroborando lo que estamos diciendo, que en la declaración del 23 de junio de 1936, del Comité de Enlace para la fundación del PSUC se reproducían las cinco condiciones de unificación elaboradas por el VII Congreso de la IC, que se efectuó del 25 al 28 de agosto de 1935. Todas las fecha concuerdan cronológicamente. El PSUC no fue un partido que se adhirió a la III Internacional sino que fue formado por ésta. En realidad, en el viraje de la IC era ésta la que se aproximaba descaradamente a las posiciones políticas de la Unió Socialista de Catalunya, partido socialdemócrata de derecha, cuyos dirigentes, en su mayoría, profesores universitarios, sin ningún arraigo en la clase obrera, debía su relativa presencia política parlamentaria y gubernamental a la buena voluntad del Presidente Maciá y a la alianza electoral con el Partido Esquerra Republicana de Catalunya, entonces mayoritario, que podía jactarse, sin ningún compromiso político, de codearse con socialistas. La USC, por su gravitación, base del PSUC por su aportación de afiliados, estaba dirigida por un ambicioso político, Joan Comorera. Los delegados de la IC, apremiados por Stalin a través de Dimitrov, le ofrecieron a Comorera la secretaría general y todo el apoyo de la Komintern o sea de la URSS y cedieron en que la palabra comunista ni figurara en la sigla del nuevo Partido tranzando también con su independencia respecto al PCE. Lo fundamental, como decía la mencionada historiadora Ponomariova, era que «la presentación de los poumistas como los auténticos comunistas de izquierda planteaba al PCE y al PCC (Partit Comunista de Catalunya) la tarea de neutralizar su influencia entre el proletariado catalán y evitar los efectos de su propaganda». La unificación se efectuó por arriba. El 22 de julio de 1936 es considerado -palabra que escribe la historiadora soviética- como el día de la creación del PSUC. Los militantes de los pequeños partidos que formaron el PSUC se enteraron por la prensa que estaban unidos. Hasta veinte años después, en 1965, no fueron aprobados sus Estatutos. Todo un record de lentitud de centralismo democrático. Desde el primer día que comenzó a funcionar el PSUC como partido independiente catalán, la Komintern colocó a su frente, como asesor fraterno a Erno Gerö, conocido como Pedro, delegado permanente de esa benemérita institución internacional. Incluso los borradores de los discursos del secretario general del PSUC, Joan Comorera,  tenían que ser aprobados antes por Pedro cuya oficina estaba instalada en uno de los edificios más conocidos del arquitecto Antoni Gaudi, pontífice del modernismo catalán, denominado La Pedrera. Según testimonio de M. Serra Pàmies al historiador Burnett Bolloten: «Pedro dirigía el PSUC entre bastidores con energía, tacto y eficacia. Ejercía su vigilancia sobre Treball, el órgano del Partido… Dominaba en las reuniones del CE del Partido, inspeccionaba personalmente las secciones más pequeñas y, en suma, ejercía una estrecha y constante supervisión de casi todos los detalles. Gozando de gran estima en Moscú hasta controlaba las actividades de Antonov-Ovseenko, el cónsul general soviético en Barcelona». M. Serra Pamies, secretario de la USC pasó al CE del PSUC a su fundación. Años más tarde, Joan Comorera, acusado de titista, por sus desviaciones nacionalistas, ante el temor de ser asesinado, conocía el paño, se refugió clandestinamente en España. Denunciado por sus ex-camaradas, la policía franquista lo detuvo falleciendo en la cárcel. El arrepentido miembro de la Oposición rusa, Antonov-Ovseenko, cónsul soviético en Barcelona, en una entrevista con Diego Abad de Santillán, según relata éste en una carta escrita en Buenos Aires el 19 de enero de 1971, le manifestó «Que a Stalin le producía hondo disgusto la presencia de Nin en la Generalidad…». El POUM y Nin eran una idea fija que ofuscaba el entendimiento de los servidores de Stalin.

Hay varias versiones sobre la cantidad de afiliados que aportaron las minúsculas organizaciones al PSUC después del 19 de julio o sea después de la lucha contra las tropas sublevadas en Barcelona. Me atengo a la cifra que calculaba Miguel Valdés, líder del PSUC, que provenía del PCC: unos tres mil miembros. Como los historiadores soviéticos tienen la mala costumbre de efectuar el milagro de los panes y los peces, Ponamariova habla de 6.000 afiliados. Lo que ningún historiador menciona es el origen político de los principales dirigentes del PSUC que se convirtieron en furibundos antipoumistas. He aquí una lista incompleta, de antiguos militantes de la Federación Comunista Catalano-Balear y del Bloque obrero y Campesino: Víctor Colomer, Joaquín Olaso, Eusebio Rodríguez Sala, Antonio Sesé, Tomas Pàmies, Pedro Ardiaca, Hilario Arlándis, Liberto Estartús, Ángel Estivill, Miquel Ferrer, etc. Lo curioso de los desertores bloquistas es que unos (los estalinianos ortodoxos) se fueron al PCC, otros (de tendencia socialdemócrata) al PSOE y otros (los nacionalistas catalanes) a la USC pero, después, por arte de birlibirloque, se encontraron de nuevo juntos bajo el manto protector del Estado soviético.

El PSUC creció tan rápidamente que sorprendió a la misma empresa o sea a la Komintern. Según su progresión. geométrica, de acuerdo con sus dirigentes, llegaron a contar con 90.000 afiliados, cifra a todas luces exagerada en su totalidad pero muy disminuida en calidad si la analizamos políticamente. En Cataluña y sobre todo en Barcelona, de solera histórica de lucha de clases, la insurrección reaccionaria no cogió de sorpresa a la clase obrera que desde hacía días estaba alerta en sus puestos de lucha. Esto supone que la flor y nata de las clase obrera revolucionaria, en sus diversos matices políticos, pero mayoritariamente cenetista, estaba ya encuadrada. ¿Qué fue lo que vino a recoger al PSUC, que se fundó después del 19 de julio? Pues la resaca de la clase obrera, los oportunistas de las clases medias, los miedosos del caos revolucionario que necesitaban el carné de un partido como el PSUC que pregonaba el orden y era gobernante, como si fuera un carnet de identidad que los protegiera. La UGT –dominada por el PSUC- se convirtió en el refugio de los empleados de puños blancos, de los burocratas, etc. Fue el PSUC el que organizó a los 18.000 artesanos, comerciantes y pequeños fabricantes en el GEPCI, la federación catalana de gremios y entidades de pequeños comerciantes e industriales. Lo que no se atrevían a efectuar los partidos burgueses, con el amparo de una sigla de signo socialista, lo hicieron los comunistas. Favorecidos por la política errónea de las colectivizaciones a ultranza, encontraron un campo abonado para influenciar a numerosas capas de las clases medias de la ciudad y del campo e incluso de la pequeña burguesía, tan extendida en Cataluña.

Los ex-bloquistas y el POUM

Juan Andrade, en una compilación de artículos de Andreu Nin, publicada en París en 1971, en su prefacio de presentación escribió: «la ausencia de su Jefe Maurín, había creado entre los antiguos bloquistas un reflejo de defensa preventiva contra los dirigentes de la Izquierda Comunista, en los que suponían la intención de «apoderarse del POUM» y de «imponer el trotskismo». Por esta situación, Andreu Nin, fue un secretario disminuido en sus funciones, lo que le afectó dolorosamente durante el año de guerra civil en que vivió, y contra cuyo estado de cosas yo estimaba que no quería ni acertaba a reaccionar resueltamente», palabras que suscribo íntegramente. Al hacerse cargo de la secretaría política, el CE desglosó la secretaría general que había ocupado Maurín en varias secretarías para disminuir el poder de decisión de Nin, el cual me llamó para que lo ayudara en el trabajo de organizar aquel caos en que nos desenvolvíamos en los primeros días de la guerra civil. Al cabo de un poco más de un mes, le presenté mi dimisión diciéndole:

-«Mira Andrés, no aguanto más! Está bien que tengamos que luchar contra el espionaje fascista y el estalinista, pero que encima nos espíen los propios camaradas, no lo aguanto» -Ante su sorpresa, le informé que algunas cartas que le iban dirigidas personalmente, sobre todo del extranjero, se las abrían, lo que hacía suponer que algunas no llegaban a sus manos, y que, además, intentaban controlar -no precisamente en beneficio suyo- la identidad de los visitantes que deseaban hablar con él.-«y te diré quién está al frente de este estúpido y desleal espionaje: Pedro Bonet, miembro del CE». Sabía, y así se lo di a entender que Bonet, incondicional de Maurin, viejo y buen militante por otra parte, se había arrogado el papel de albacea político de Maurín. Sin el guía, los notables maurinistas sufrían un complejo de inferioridad ante un hombre de la talla política de Nin, y ya que eran incapaces, intelectualmente, de hacerle frente, lo trababan en todo lo que podían. Esta discriminación solapada contra los militantes que ocupaban cargos en el POUM por los notables provenientes del BOC estaba generalizada. Salvando las distancias, Nin se encontraba en la misma situación que Trotski  a la muerte de Lenin, ante los «viejos bolcheviques».

Sobre el BOC, uno de sus fundadores y miembro de su Comité Ejecutivo como también después del POUM, Josep Coll, ha escrito: «…la heterogeneidad de los militantes venidos al BOC por caminos diferentes, por no decir contradictorios, hacia difícil que se pudiera adoptar en conjunto, una posición rápida, precisa, concreta, sobre los problemas unitarios». La unificación con los trotskistas de la IC causó un trauma en el BOC. El mismo Coll escribió en 1978: «Además de Rovira, tampoco a muchos de nosotros nos entusiasmó la creación del POUM… La tenacidad de Maurin, su entusiasmo para ir siempre adelante, la seguridad que tenía que en poco tiempo se lograría la asimilación de la IC con el BOC nos inculcó confianza». La fusión de la Federación Comunista Catalano-Balear con el Partit Comunista Català nunca llegó solidificarse y la política de Maurin en el BOC fue un continuo balanceo para contentar a unos y otros lo que motivó la precaria unidad del Partido. En la declaración de principios del BOC, nombre tan contrario a la tradición marxista, y según Maurín «un nombre de circunstancias», no se menciona la palabra comunismo: se habla de la «construcción racional de la sociedad». Esta ambigüedad creaba la base para formar un partido numeroso pero carente a la vez de coherencia y homogeneidad. Por esto no debe extrañar que sufriera tantos desprendimientos en diferentes direcciones políticas. De sus filas surgieron los principales elementos que forjaron el Moviment Socialista de Catalunya que, años después, se fusionó con otros grupos socialdemócratas formando lo que es hoy el Partit dels Socialistes de Catalunya. Los militantes del POUM que provenían del BOC que no ingresaron en el MSC de Josep Pallach, con la llegada de la transición, con Enrique Adroher (Gironella) al frente, que hacia muchos años que se había desvinculado del POUM, a cuyo Comité Ejecutivo había pertenecido, en un acto teatral, ingresaron al PSC. La antinomia nacionalismo-socialismo no la han resuelto nunca. Y no la han superado con el ingreso en el PSC, el cual es un mero apéndice del PSOE. Qué queda de la frase entresacada del ensayo de Josep Coll del libro sobre Josep Rovira: Una vida al servei de Catalunya i del Socialisme, escrito en 1978: «Si un partido se dice catalán y políticamente es una sección, un apéndice, un eco de un partido español, es como si rascáramos una pared cuando nos pica algo». El símil no es muy feliz pero es entendedor. En una carta al historiador Pierre Broue, en 1973, desde su refugio de New York, Maurín le contesta a una serie de preguntas: «El BOC había crecido y seguía creciendo a un ritmo considerable… Pero los elementos directivos del BOC no crecían al mismo ritmo que el partido. La incorporación de Nin reforzaría la dirección del BOC considerablemente. El BOC, por una serie de circunstancias (hubiera sido muy interesante que las aclarara), giraba demasiado alrededor de Maurín (lo cual era cierto) y creía yo que convenía ensanchar la dirección». Estas autocríticas de dirigentes del BOC confirman nuestro análisis del mismo y el poder omnímodo de Maurín perduró aún después de su defección. En una carta dirigida a Juan Rocabert, actualmente en las filas del PSC, fechada en N.Y. el 11.10.1971, puntualiza, con respecto a las perspectivas políticas de aquella fecha, lo siguiente: «En el campo político hay que buscar primero, la unidad del POUM y el MSC, y, en una segunda fase, la unidad con el PSOE».

Otro factor a tener en cuenta para comprender la difícil situación del POUM en el contexto de la guerra civil española y en el interior del mismo partido, es el de la minoría que provenía de la Izquierda Comunista que no pudo volcar todo su peso en la política del POUM. El rápido triunfo de los franquistas en diversas zonas de España: Andalucía, Galicia, Castilla la Vieja, el Norte, etc. exterminó físicamente a los grupos de militantes y pequeñas secciones del POUM que procedían de la IC, privándonos de camaradas valiosos políticamente y diezmando nuestra presencia en el Comité Central haciéndola aún más minoritaria. Sin embargo, la influencia política de los ex-izquierdistas fue muy superior al que una simple suma aritmética puede sugerir. En su corta vida legal revolucionaria -julio de 1936 a mayo de 1937- la mayoría de las resoluciones políticas fundamentales del CE y del CC del POUM. como asimismo los editoriales de La Batalla fueron escritas por Andreu Nin, en primer lugar, y por Juan Andrade, Ignacio Iglesias y N. Molins i Fabrega, camaradas que provenían de la IC.

Coincidencias negativas

La guerra civil española coincidió con la época más brutal del estalinismo, y el POUM, al igual que los oposicionistas y disidentes soviéticos, pagó trágicamente las consecuencias. Retrocediendo de derrota tras derrota, la casta dirigente soviética, tras la victoria del nacional-socialismo hitleriano, a la que contribuyó con su nefasta política ultraizquierdista del social-fascismo, no le quedó otra alternativa que un acercamiento hacia las democracias europeas hasta el extremo de humillarse ante Francia, primera potencia continental en aquel entonces, firmando un pacto militar que obligaba a la URSS, políticamente, a respetar el stato quo social europeo. En el pacto, todas las ventajas estaban de parte de Francia ya que las obligaciones de ésta para con el mismo estaban supeditadas al consentimiento de Inglaterra e Italia, lo que debilitaba, desde cualquier punto de vista, la posición de la URSS. La concatenación de los hechos no se hizo esperar. Viraje de 180 grados en el VII Congreso de la III Internacional e imposición, a sangre y fuego, aprovechando su poder político en la España republicana impuesto con el chantaje del suministro de armamento, de su nueva política de respetar el stato quo burgués en la guerra civil española. Era de esperar que el POUM, que se oponía a toda esa bazofia, fuera el blanco preferido de esa política reaccionaria en la España revolucionaria. A pesar de que ya se preveía que la Italia fascista se uniría a la Alemania nazi en la guerra que ya se mascaba, la URSS continuaba suministrando, en plena guerra civil española, a la Italia de Mussolini, el petróleo que le sirvió para su «gloriosa conquista de Abisinia» y que ahora le permitía llenar los depósitos de su aviación, buques de guerra y carros de asalto que bombardeaban las ciudades españolas, hundían buques que abastecían a la España republicana y combatían a los «brigadistas» que propiciaba la URSS. Del otro lado, el «neutralista» Delano Roosevelt hacia la vista gorda ante el suministro de petróleo, a crédito sin plazo definido, de las compañías petroleras estadounidenses a la España franquista.

Programa político del POUM

El 26 de mayo de 1936 -dos meses antes de las Jornadas de Julio- el órgano del POUM, La Batalla, publicaba una resolución del Comité Central titulada «El Problema de la Unificación Marxista» que era el tema diario y el más apremiante, de todas las organizaciones obreras en aquel crítico período. Copio algunos párrafos más significativos que constituyen una síntesis de su programa político revolucionario.

«Todos estamos persuadidos de que la unidad marxista es necesaria. Nosotros hemos predicado con el ejemplo. Pero esa unidad no puede fabricar se artificialmente. Hay que partir de lo que Karl Liebknecht dijera el 10 de diciembre de 1918: «!Claridad primero. Unidad después!»

Nuestra revolución es democrática. Es decir hay una parte de revolución burguesa que llevar a cabo -liberación de la tierra, de las nacionalidades, de la mujer, destrucción de los residuos feudales, mejora moral y material de las clases trabajadoras- y una parte de revolución socialista –socialización de la Banca, minas, transportes, gran industria y comienzo de organización socialista en el campo. Esta revolución democrático-socialista corresponde llevarla a cabo a la clase trabajadora. El aspecto democrático y el socialista de la revolución están estrechamente ligados y no pueden ser separados.

La burguesía ya no es una clase revolucionaria como lo fue durante los siglos XVII y XVIII y parte del XIX.

La dictadura transitoria del proletariado ha de descansar no sobre el partido -que no más que una parte de la clase obrera, la más consciente-sino sobre el conjunto de la clase trabajadora agrupada en totalidad en las Alianzas Obreras.

La dictadura del proletariado concebida por Marx y Lenin quiere decir la coacción del conjunto de la clase obrera sobre la burguesía vencida.

En la URSS se han dado los primeros pasos hacia el socialismo. La clase trabajadora de los países capitalistas ha de saber que el proletariado ruso con sus esfuerzos incalculables ha trazado el camino… pero hay que desechar resueltamente la concepción teológica anti-marxista que quiere hacer creer que todo cuanto ocurre en la URSS es perfecto y que hay que inclinarse ante lo que allí sucede sin derecho alguno a la investigación ya la critica. Los verdaderos marxistas no pueden hipotecar su libertad de pensamiento. Por eso, al lado de la defensa firme, decidida y entusiasta de la Revolución rusa, hay que reivindicar el derecho de examen y crítica.

Proposición:

No se trata de articular un partido amplio en el que quepan todos, sin distinción de ideologías. Eso significaría confundir lo que de ser la unidad de acción, el frente único, con la unidad orgánica, que ha de apoyarse, necesariamente, sobre la identidad de principios. El problema planteado no es el formar un gran partido de tipo laborista sino un partido marxista revolucionario. Esa unidad ha de ser elaborada por medio de una discusión cordial, comprensiva, marxista, de las respectivas posiciones. Para ello el primer paso en firme que hay que dar es la constitución de un Comité de Enlace integrado por representantes de los tres partidos marxistas: Partido Socialista, Partido Comunista y Partido Obrero de Unificación Marxista. Este Comité de Enlace presidirá la discusión doctrinal y táctica como primer paso hacia la unidad socialista revolucionaria.»
El Pacto Electoral

El 22 de noviembre de 1935 La Batalla, en su editorial, señalaba que el POUM, ante unas posibles elecciones había sido el primero que, oficialmente y de una manera pública, se había dirigido a los Partidos Socialista y Comunista sobre la conveniencia de que fuera la Alianza Obrera, formando un amplio frente obrero, presentara su candidatura en toda España. Nuestra posición reflejaba el sentir unánime de las masas obreras que anhelaban la unidad de acción en todos los terrenos. «Las próximas elecciones tendrán una importancia extraordinaria; después de lo que ha ocurrido durante este segundo bienio, puede cambiar el giro de la situación política. Por eso el movimiento obrero se ha de situar ante este problema convenientemente. Electoralismo, no; pero anarquismo suicida, tampoco. Ni lo uno ni lo otro. El Frente Obrero que nosotros defendemos lograría, caso de constituirse, sacar a las masas obreras de los trillados caminos de la pequeña burguesía…¿Qué el Frente Obrero tenga tal vez que pactar, según las circunstancias, con las fuerzas pequeño-burguesas, con las izquierdas republicanas? Es posible. No excluimos esta posibilidad. Pero un pacto meramente circunstancial dista mucho de ser el Frente Popular que ahora preconiza Moscú». El 3 de enero de 1936 La Batalla en su editorial, puntualizaba: «La campaña en favor de la amnistía constituirá el eje central de la próxima lucha electoral. La amnistía será la línea divisoria. Los que estén por la amnistía se encontrarán a un lado. Los que estén en contra, al otro lado. Luchar por la amnistía significa, claro está, reivindicar Octubre e ir contra los que ahogaron Octubre en sangre. Amnistía quiere decir la liberación de un ejército revolucionario de más de 30.000 soldados rojos -presos o emigrados- para reemprender la tarea empezada. La amnistía ligada, claro está, a la derrota de las fuerzas reaccionarias, ha impuesto la necesidad de una coalición transitoria de las fuerzas obreras y pequeño-burguesas de izquierda. Por una ley electoral monstruosa que hace necesaria la formación de grandes bloques circunstanciales para poder vencer, determina esa coalición transitoria. De todos modos, en medio de esta atmósfera general, el movimiento obrero no puede, no debe perder su personalidad haciendo concesiones».

El 10 de abril de 1936 , con el sugerente titulo de “¿A dónde vamos?” el editorial de La Batalla señalaba que después de ganar las elecciones e imponer la amnistía, el movimiento obrero debía reconquistar una plena independencia para ser el eje de los grandes movimientos revolucionarios, “pero socialistas y comunistas se esfuerzan en prolongar el Frente Popular, dándole formas orgánicas permanentes. Se aproximan momentos muy graves a causa de la actual parálisis de la acción combativa de las masas trabajadoras, impuesta por socialistas y ´comunistas´ “. En aras de un Frente Popular, «única garantía conservadora de España» (El Liberal, 19 de abril de 1936), como ha dicho un diario burgués de Madrid, se sacrifica el porvenir de la revolución. Dejemos al propio firmante del Pacto Electoral, Juan Andrade, que describa las circunstancias y desarrollo interno del mismo: “Largo Caballero, que era ya denominado el ´Lenin español´ y que tenía un influencia casi total en el movimiento obrero, incluso en los medios anarcosindicalistas, convocó a una reunión de todos los partidos obreros: Partido Comunista, Partido Sindicalista, POUM y Juventudes Socialistas. Nuestro Comité Ejecutivo me confió la misión de representar al partido en la reunión, a la que acudieron igualmente Jesús Hernández por el PC. Ángel Pestaña por el PS y Cazorla por la F.N. de Juventudes Socialistas. Inmediatamente de empezada la reunión, el delegado comunista expuso sus oposición a mi presencia, alegando no ya que éramos ´trotsko-fascistas´, como venían repitiendo en su prensa y mítines. sino que éramos escisionistas del movimiento obrero. El pretexto era muy poco hábil en una reunión semejante, de gente informada. Inmediatamente hubo una reacción muy violenta de Largo Caballero, y era conocido el carácter duro e intransigente de éste, para decir que de allí no se eliminaba a NADIE; y que después de todo el PC era también fruto de una escisión del PSOE. Los otros delegados se expresaron igual y Hernández tuvo que batirse en retirada. En resumen, el POUM supo sacar ventaja de una situación tan fluida y confusa como aquélla, en la que las masas estaban fuertemente impulsadas por tres sentimientos fundamentales: la unidad por encima de todo, la liberación de los presos… y el temor a que fuera la última vez que se podría hablar libremente, dado el extraordinario desarrollo de la reacción y porque el resultado de las elecciones se consideraba incierto”. “El triunfo en las elecciones fue sólo de 200.000 votos y si la representación de la izquierda fue mucho más numerosa se debió a la ley electoral”. “Esta fue nuestra conducta y éstos los resultados de lo calificado por Trotski como nuestra ´gran traición´. Por otra parte, quiero agregar que Largo Caballero nos dio cuenta, en otra reunión, del acuerdo a que había llegado con los partidos republicanos, al mismo tiempo que expresó el poco valor político del pacto; manifesté que tenía que consultar con la dirección de mi partido, pues no podía por mí asumir la responsabilidad de firmar. Las elecciones no supusieron para nosotros más que una batalla de autodefensa legal, en una situación en la que el proletariado quería la libertad de sus millares de presos y se se sentía amenazado de perder todas sus libertades. El determinar los medios no dependía exclusivamente de nosotros; no podíamos hacer más que aprovechar los que se nos ofrecían”.

La Guerra Civil y el POUM

La Guerra Civil y la Revolución y el papel que protagonizó el POUM en las mismas, es el tema que trataremos en adelante. En un articulo que publicó La Batalla el 3.1.1936, Joaquín Maurín, escribía con su estilo característico: «Año 1936. Entramos en el séptimo de nuestra Revolución, empezada en 1930 al derrumbarse la dictadura militar». Haciendo un paralelo con acontecimientos anteriores, a los cuales son aficionados los marxistas, Maurín señala que los plazos de los movimientos revolucionarios y contrarrevolucionarios tienen una duración aproximada de seis años en España. y prosigue: «Todo induce a creer que una vez más el plazo medio de seis años es válido aún. El año 1936, será, en cierta medida, el año crucial, definitivo. Lo seguro, lo indiscutible, es que aquí, pisando el suelo hispánico, vamos a librar este año batallas de importancia decisiva o poco menos». El 17 de Julio de 1936, inicio de la sublevación militar en Marruecos y su extensión a toda la península el 19 de Julio, a pesar de que era un secreto a voces, sorprendió a la clase política que rodeaba al gobierno de la República pero no así a las organizaciones obreras revolucionarias. El viernes 17 de Julio La Batalla cuyo material se entregaba a la imprenta cinco días antes, salió a la calle con esta mancheta al lado de la cabecera: «La situación se caracteriza por estos dos hechos: la impotencia del Gobierno y el envalentonamiento del fascismo. ¡ALERTA TRABAJADORES!” En el editorial del mismo día, con el titulo “Ante una situación inquietante”, se decía: «He aquí la caracterización de la situación político-social presente: una polarización obrera hacia la revolución socialista, y una polarización burguesa hacia el fascismo. Los últimos acontecimientos y los que sobrevendrán de una manera inmediata sólo pueden ser explicados y comprendidos a la luz de esta interpretación». Y en otro párrafo se lee: «Hay que tener presente que en la dirección del Ejército hay elementos de la situación anterior y más aún, de la dictadura, tan significados como Franco en Canarias; Goded en Baleares, y, sobre todo, Mola en Navarra… Y Navarra, además es un centro reaccionario de primer orden…» El proceso y desarrollo de la guerra civil demostró cuánta razón tenia La Batalla al señalar a estos generales como los más peligrosos.

El viernes 17 de Julio todo el Partido se encontraba ya en pie de guerra. El.C.E.estaba reunido en sesión permanente desde hacia varios días. El Comité de Defensa, con Rovira, del CE, al frente, tomó las medidas pertinentes recabando todas las armas de que se podía disponer. En nuestro local, el cual lo hablamos ampliado con otros del mismo edificio, hizo guardia toda la noche del 18 al 19 el pequeño destacamento que se había conseguido armar, junto con otros numerosos camaradas, ya la madrugada del domingo 19 llegó la noticia tan esperada de que las tropas hablan salido de sus cuarteles y en un movimiento de pinzas, se dirigían al centro de la ciudad. En el primer enfrentamiento serio con el ejército, en el centro mismo. de la ciudad, plaza de la Universidad, cayó víctima, puede que la primera, nada menos que el secretario de la JCI del POUM, Germinal Vidal. La lucha se fue extendiendo hacia los lugares más estratégicos de la ciudad hasta el último reducto insurreccional situado a un poco más de un centenar de metros del local del POUM, el cuartel de Atarazanas, tocando al puerto: Se organizó en el mismo edificio del local un modesto pero eficiente hospital atendido por jóvenes médicos afiliados al Partido. A las pocas horas aparecieron en nuestra sede armas de todos tipos y calibres, producto de asaltos a armerías, cuarteles y arsenales del ejército.

Los miembros más destacados de la CNT-FAI, que habían soportado años de lucha, de cárceles, de destierro, de exilio, etc., Durruti, García Oliver, los hermanos Ascaso, Ricardo Sanz, Jover, etc. multiplicaron su presencia en los lugares en que tuvieron lugar las luchas más peligrosas, derrochando audacia y valor. Uno de los Ascaso murió en el ataque al Cuartel de Atarazanas, que costó muchas vidas. No es de extrañar que los obreros respondieran a su llamamiento a la resistencia y lucharan codo a codo con sus lideres. El imán humano que atraía a la clase obrera hacia sus líderes anarquistas era que los consideraban de los suyos, de su misma clase, que trabajaban en las mismas fábricas y talleres, que no eran burócratas rentados y que se jugaban la vida en cada esquina en su lucha tenaz por la causa de la clase trabajadora.

El problema del poder se planteó inmediatamente después que las masas, por propia iniciativa, y venciendo el sabotaje y la resistencia del propio gobierno republicano vencieron a la rebelión militar y reaccionaria. Barcelona, primera ciudad importante en que el fascismo fue derrotado, influyendo decididamente en las demás, con la clase obrera de más tradición revolucionaria de la península, no jugó el papel dirigente de vanguardia que le correspondía, debido a las vacilaciones de la CNT-FAI respecto al problema básico del Poder, lo que influyó negativamente en el curso de la revolución a pesar de haber reconocido, desde el primer momento, los anarquistas, que la guerra y la revolución eran inseparables. A pesar de su arrojo revolucionario, maniatados por su propia doctrina, desde el primer día, estuvieron a la defensiva, sin saber qué hacer y cómo hacerlo. Los anarquistas, con su concepto doctrinario negativo de toda política, en los momentos cruciales, se ven impelidos a confiar, aunque sea a contrapelo, en la política reformista liberal de los partidos burgueses denominados de izquierda por su temor innato a los partidos políticos marxistas obreros. Ejemplos históricos en España, que tuvieron una importante repercusión política y social que condicionaron el porvenir, fueron las elecciones de abril de 1931 (proclamación de la República); noviembre de 1933 (subida al poder de las derechas) y febrero de 1936 (amnistía para los 30.000 presos). Al aconsejar votar en el 31 y 36 contribuyeron a un cambio progresivo, y en 1933, al pregonar la abstención, subió al poder la reacción, provocando el Octubre de 1934.

Pero mucho más grave fue lo que sucedió el 20 de julio; renunciar al poder. Transcribo la ya famosa entrevista entre el Presidente de la Generalidad y los líderes anarquistas que pudo haber cambiado el curso de la historia. Se han escrito varias versiones que más o menos coinciden. No eran momentos para tomar nota de la misma taquigráficamente o simplemente escrita. He escogido la descripción de Diego Abad de Santillán, escritor e historiador anarquista que estuvo presente en la histórica entrevista:

«El mismo día 20 de julio por la noche, el presidente de la Generalidad, Luis Companys, convocó a su despacho a los representantes de la C N T y la FAI. para decir más o menos lo siguiente: ´Habéis vencido y el poder ha cambiado de manos. Siempre habéis sido perseguidos, y yo, que antaño fui vuestro defensor, me vi obligado también por las circunstancias políticas, a perseguiros también. Hoy sois los amos de la ciudad y de Cataluña, porque habéis vencido a los soldados fascistas. Espero que no encontraréis de mal gusto que os recuerde que no os ha faltado la ayuda de muchos o de pocos hombres de mi partido y de los guardias de asalto. ..Habéis vencido y todo está en vuestro poder. Si no me necesitáis o no me queréis como presidente, decídmelo ahora y seré un soldado más en la lucha antifascista. Si, por el contrario, me creéis cuando os digo que este puesto lo abandonaré a los fascistas como cadáver, tal vez con mis camaradas y ml nombre y mi prestigio os pueda servir´…

El cansancio nos Impedía a los más responder e incluso darnos cuenta de lo qué significaba lo dicho por Companys; fue García Oliver el que dio algunos signos de hallarse más alerta y habló por todos, respondiendo a Companys que quedase donde estaba, pues nuestra tarea imperiosa y urgente era la lucha contra el fascismo, ya que la victoria en Barcelona y en Cataluña no era el fin. sino el comienzo. ¿Para qué queríamos el poder en aquellas circunstancias? ¿Para qué íbamos a ocupar un puesto desde el cual era poco lo que podíamos hacer en la guerra que se había iniciado, poco más de lo que haría cualquier otro, y en cambio en aquellos momentos, hasta para articular las fuerzas populares para la lucha, quizá ningún otro habría logrado lo que nosotros podíamos hacer.

Se nos ha censurado por ese comportamiento, por ese rechazo del poder que había puesto en nuestras manos formalmente el presidente del gobierno de Cataluña. Más de una vez nos hemos arrepentido de decisiones y de actitudes que hemos tomado en el curso de los acontecimientos; pero en este punto, García Oliver interpretó plenamente nuestro pensamiento y nuestra conducta”.
Estas líneas fueron escritas en 1974 lo que significa que los anarquistas no han aprendido nada y no nos debe extrañar que hayan desaparecido de la escena política, digamos sindical, para no molestarlos. La doctrina anarco-sindicalista se ha ido diluyendo en los países europeos a medida que se han ido industrializando. La fuerza dominante anarquista en la España de la anteguerra fue debido a que aún predominaba una economía de carácter agrario en el país.

El POUM en el frente de Aragón

Numéricamente, el POUM era débil incluso en Cataluña (El PSUC fue creado por la IC después del 19 de Julio) si lo comparamos con el coloso de la CNT que, a pesar de que poseía. los pies de barro, según la expresión de Maurín, su enorme peso especifico y su influencia nos aplastaba. Sin embargo, el POUM jugó un papel importante en la guerra civil por su dinamismo, valentía e independencia y por el esfuerzo enorme de que hizo gala en los dos frentes que le tocó luchar: el frente de guerra propiamente dicho y el de la retaguardia.

El 24 de julio de 1936 partió la primera columna del POUM hacia el frente de Aragón, sector de Leciñena, un día después de la comandada por Buenaventura Durruti de la CNT-FAI. Posteriormente fueron llegando otras columnas formadas en varios lugares de Cataluña. Las primeras importantes batallas que libraron las centurias (nombre de las primeras formaciones militares de milicianos) y las que ya, en su conjunto, se denominaba «Columna Lenin», tuvieron como escenario Estrecho Quinto, Siétamo, Tierz, Monte Aragón, etc., sufriendo numerosas bajas nuestra juventud, entre ellas la de Miquel Pedrola, miembro destacado del CE de la Juventud Comunista Ibérica, nombre de la juventud del POUM. El coronel Martínez Bande, del Servicio Histórico Militar, escribe en su obra La invasión de Aragón:

«Estrecho Quinto era un centro de resistencia y el verdadero escudo de Huesca, y suponía el dominio de una gran extensión de terreno a sus espaldas, con los pueblos de Quicena y Tierz y la vasta llanura al este de la capital en la que era edificio destacado el Manicomio. En el Estrecho se encontraba, además, el depósito de agua que abastecía Huesca. Su cerco comienza en realidad el 4 de septiembre. Por entonces, la guarnición se componía de unos 600 hombres al mando del comandante don Carlos Ayala, con ocho piezas. La defensa estaba compuesta por dos compañías de fusiles, mermadas y una sección de ametralladoras del Regimiento de Infantería de Valladolid, una compañía de fusiles del Regimiento de Carros de Combate, una batería de 75, una sección de 155 y una sección anti-antiaérea…”.

Después de tenaz asedio y duro batallar, el enemigo abandonó el estratégico lugar abandonando cañones, morteros, ametralladoras, municiones, etc. En la operación participó el «Batallón Internacional» del POUM al mando del belga Georges Kopp, compuesto, en su mayoría de militantes del SAP alemán.. Habia también franceses, holandeses y de otros países. Debido a nuestra especial situación, todo extranjero que venia a ofrecerse como voluntario, debía pasar por un severo filtro, por temor a que se nos colara algún espía estalinista de la peor especie. Por esto éramos más severos con los extranjeros lo que nos creaba problemas con ellos. Sobre nuestra presencia y actuación en el frente de Huesca, recomiendo leer el libro de George Orwell.

El 8 de junio de 1937, el Estado Mayor del Ejército del Este cursó una orden de operaciones con el objetivo de cercar y ocuparla posteriormente. Participaron fuerzas de las Divisiones 25, 28, 29, 31 y la XII Brigada Internacional, al mando del general Lukacz, el revolucionario húngaro Mate Zalka, escritor (nadie sabe que obras escribió), oficial del Ejército Rojo, condecorado con la Orden de la Bandera Roja y el Comisario Gustav Regler, alemán y también escritor.

Ante nuestros asombrados ojos vimos llegar baterías de artillería de todos calibres, incluso antitanques, camiones cargados de ametralladoras pesadas, morteros, etc. y unos enormes tanques que pasaban lentamente en fila india. Era como un sueño contemplar todo aquel magnífico material de guerra. Desde dónde estábamos, calda ya la noche, veíamos la interminable caravana guerrera subiendo el camino de cintura hacia Chimillas como si fuera un festivo desfile nocturno, con los faros de los vehículos encendidos.

¡Qué insensatez! ¡Qué irresponsabilidad! exclamábamos. El Servicio Histórico Militar, según el coronel Martínez Bande, anotó, como si fuera un inventario comercial, todo el material de guerra con este titulo: Una imposible sorpresa y un exceso de confianza.

La víspera de la ofensiva, un obús de artillería, al doblar el recodo de la bajada de Estrecho Quinto y enfilar la recta que lleva directamente a Huesca, explota de lleno en la parte delantera del automóvil en que viajaban el General Lukacs, el Comisario Regler y el asesor soviético P. Batov, militar profesional, conocido en España como Fritz.

Nosotros nos dirigíamos a Siétamo, sede de la Plana Mayor de nuestra División, para una reunión de mandos con el objeto de recibir las órdenes respectivas para cada unidad de las que habían de intervenir en la operación del día siguiente. Nuestros coches se cruzaron en la carretera. Unos momentos antes hablamos pasado por el mismo lugar y un obús habla caldo a pocos metros, a un costado de la carretera, sin explotar. Ya estábamos habituados. De regreso, un compañero nuestro, Lluis Puig, que falleció a poco de terminada la guerra en Paris en un hospital, detenido policialmente, militante de una audacia poco común, me mostró el botín que había conseguido: Un impermeable militar estupendo, unos binóculos de campaña, una brújula y otros útiles accesorios de los cuales carecíamos por completo. Le recriminé su acción pero me contestó que no era ésta su intención y que todo fue muy rápido. Al estallar el obús se encontraba muy cerca y al examinar el interior del coche se dio cuenta que no habla nada qué hacer. Fue cuestión de segundos. Cogió lo que pudo rápidamente al oír el ruido del motor de un coche que se acercaba y no era cuestión que lo agarraran con las manos en la masa, no por lo que se llevaba, sino que probablemente le hubieran interrogado y al verificar que era del POUM, ¡qué ocasión para acusarle de que había lanzado una bomba de mano contra el auto! Este hecho ocurrió el día antes de que secuestraran a Nin. En un libro escrito después de la guerra, Der Grosse Beispiel, Gustav Regler narra una serie de sandeces contra el POUM como por ejemplo que vio con binóculos, como unos soldados salían de las trincheras donde estaban las milicias del POUM dirigiéndose al campo enemigo, sin mirar siquiera atrás, debido a que estaban seguros que no recibirían ningún tiro por la espalda, perdiéndose de vista cerca de las primeras casas de Huesca. Este era el pan nuestro de cada día que recibíamos de los estalinistas. Regler hizo una descripción literaria de la muerte de Lukacs bastante ajustada a la realidad:

“De súbito sintió un golpe violento en un costado como si le hubieran dado con una barra de hierro…Un horrible olor a pólvora subía de debajo de la carrocería. El coche había sido lanzado al aire cayendo, en un choque brutal, contra el asfalto de la carretera. Las manos de Alberto (Regler) que tanteaban donde ampararse, estaban cubiertas de pedazos de vidrios punzantes. Intentó incorporarse pero le pareció que tenia el cuerpo partido por la cintura. -´C’est la fin´- exclamó. Giró, con precaución la cabeza hacia el chofer. Emilio -el único español- tenia la cabeza reposando sobre el volante…Le llamó con voz débil. No obtuvo respuesta. Giró entonces la cabeza hacia atrás. Vio el cabello de Fritz (Batov), el invitado, que tenia inclinada la cabeza como si estuviera mirando hacia abajo. -Fritz- gritó Alberto con fuerza. La cabeza no se movió. Un horrible presentimiento se apoderó de Alberto. Efectuando un esfuerzo supremo, se incorporó, olvidando la angustia y el dolor que sentía, y vio la cabeza del general que estaba tan inclinada que parecía que estuviera saludando a alguien. No percibió ningún rastro de sangre en los cabellos grises de Paul (Lukacs)…Alberto consiguió bajar una parte de la ventanilla y sacar medio cuerpo afuera…Sus ojos se nublaron, cerrándose; se le aflojaron las manos cogidas del coche y cayó de bruces sobre la hierba de la cuneta”.

Veinticinco años después, se publicó en Moscú una recopilación de memorias de «voluntarios» soviéticos que participaron en España a la cual denominaron guerra «nacional-revolucionaria». Uno de los «voluntarios», el general de Ejército P. Batov, dos veces Héroe de la Unión Soviética, según el libro, describe el mismo hecho y otros de nuestra guerra, con el particular punto de vista de los comunistas estalinianos:

“Para no llamar la atención del enemigo en un segundo reconocimiento, los coches salieron del pueblo con un intervalo de tres minutos. Habíamos convenido encontrarnos en un sitio determinado. En total, salieron tres automóviles, llevando a ocho jefes que respondían de la futura operación. Yo iba con Mate Zalka en el primer turismo. Cambiando impresiones acerca de la necesidad de establecer orden en las carreteras próximas al frente, llegamos a la conclusión de que había que colocar patrullas de oficiales del Batallón Dombrovski. Mate Zalka estaba profundamente indignado por el desbarajuste existente en las unidades de aquel frente, recordándome la firme disciplina de las tropas del Frente del Centro. En aquel momento, el automóvil entró en un tramo de carretera batido por la artillería. Los facciosos abrieron fuego de cañón desde las afueras de Huesca. Una explosión de colosal fuerza despidió el coche hacia las rocas que bordeaban el camino. Más tarde se supo que el proyectil había acertado en la rueda delantera derecha. Todo esto ocurrió en un instante. El golpe abrió todas las puertas del automóvil y yo salí despedido a la carretera, donde permanecí un rato sin conocimiento. Cuando lo recobré, vi un poco más adelante, bajo un puente, un grupo de españoles. Les grité: ´¡Traer una ambulancia!´ Me puse en pie, anduve unos cuantos metros, pero un dolor lacerante en la pierna me hizo caer nuevamente a tierra. Sólo entonces vi a Lukácz, tendido en una postura extraña: las piernas estaban dentro del coche y el tronco colgando sobre la carretera. En su cabeza, cubierta de espesa cabellera negra, se advertía una herida que se destacaba por un manchón sanguinolento y blancuzco. En aquellos momentos salieron arrastrándose de debajo del puente dos soldados españoles. Pude señalarles con la mano dónde se encontraba Mate Zalka, les dije que era el general Lukácz y me desmayé de nuevo”.

En esta otra descripción del mismo suceso no se menciona al Comisario de la 45 División, Gustav Regler, como si éste se hubiera esfumado del accidentado automóvil y el relator Fritz (Batov) le roba el papel de narrador al escritor alemán. Cómo se explica esta inexplicable contradicción. Pues muy sencillo. Cuando el general ruso escribió estas. memorias el comunista Regler había renegado de su pasado estalinista. En Moscú nos tienen acostumbrados a estas desapariciones históricas, como si no hubieran existido, de personajes de relieve que han jugado un papel importante en la Unión Soviética y en la III Internacional.

La operación resultó un nuevo fracaso ofensivo como ya hemos dicho anteriormente. Dos batallones de la Brigada 129 de la 29 División, al frente los cuales se encontraba el obrero textil de Tarrasa, Amadeu Cahué, consiguieron apoderarse de la loma de Los Mártires, objetivo que le había señalado el Alto Mando. Enseguida entraron en acción los zapadores de la División, al mando de Francisco de Cabo, con la misión de rectificar el trazado de las trincheras y abrir pasillos para protegerse del fuego cruzado de ametralladoras y morteros del enemigo que dominaba, desde una cota, una explanada por la cual era forzoso pasar y también para protegerse de los continuos bombardeos y ametrallamientos de la aviación alemana, con el propósito que pudieran ir y venir los milicianos que se relevaban y los camilleros en su misión de recoger y trasladar heridos. Por todas partes se tropezaba con cadáveres tantos nuestros como de los insurrectos. Entre las bajas hubo que lamentar  la del Comandante de la Brigada, Amadeu Cahué que, a pesar de su juventud, era un veterano militante del BOC y después del POUM con un historial relevante. Terminada la operación, Josep Rovira, Jefe de la División, recibió un comunicado del Alto Comando del Ejército de Operaciones en el cual le felicitaba por el coraje y brillante comportamiento militar de las fuerzas a sus ordenes que han ocupado el objetivo señalado por el Mando. Al regresar las unidades a sus lugares de destino se encontraron con la noticia, aunque no sorprendente, de que había comenzado la caza de poumistas en la retaguardia. Josep Rovira, Jefe de la División, fue llamado desde Barcelona para que se presentara ante el General en Jefe del Ejército del Este, el cual le comunicó que quedaba detenido, por orden superior, acusado de espía de Franco. Aunque parezca inverosímil, el mismo alto Jefe que le envió el telegrama de felicitación el día anterior, lo arrestaba por espía del enemigo.

Fue trasladado a Valencia, sede del Gobierno. Ante la presión internacional, gestiones de lideres políticos, y, sobre todo, de un largo memorándum que le remitieron los jefes de las Divisiones 25, 28 y el nuevo de la 29, del frente de Aragón, todos destacados miembros de la CNT, a Prieto, Ministro de Defensa, éste cursó la orden de que lo dejaran en libertad. Mientras tanto, la División 29 fue retirada del frente para que «descansara» y se reorganizara situándola en varios pueblos de los alrededores de Barbastro.

García Vivancos, Jefe de la División 28, viejo militante de la CNT, que siempre había tenido muy buenas relaciones con el mando de la 29, fue el encargado del difícil papel de convencer a los oficiales y milicianos de la División del POUM de que aceptaran buenamente su disolución. García Vicancos, en una carta del 27.2.1968 dirigida a Jordi Arquer, del C.E. del POUM, le narraba esta difícil misión:

“El general Pozas me llamó a su Cuartel General y me rogó subiera a convencer a los muchachos de la División 29 para que bajaran a los cuarteles de Barbastro a reorganizarse. Antes de aceptar esta misión le rogué al general que me garantizara por escrito el compromiso de que no se tomarían represalias contra nadie, garantía que me firmó Pozas de su puño y letra. Acompañado de mi ayudante fui a los pueblos donde las dos brigadas estaban acantonadas y hablé con sus jefes y comisarios y, tras una discusión bastante borrascosa, pude convencer a los muchachos para que bajaran seguidamente a los cuarteles dc Barbastro en donde, quince días después, ya estaban reorganizados. Conseguido esto, invité al general Pozas a que viniera a pasar revista. El general lo hizo al día siguiente, quedando admirado de la voluntad remarcable dc los muchachos y felicitó a sus jefes.

A los pocos días Pozas me vuelve a llamar y,  mostrándome un telegrama, me dice:

-Orden del Ministerio de Defensa (lo era Prieto entonces) disolviendo la División 29.

Yo me negué a ejecutar la orden y rogué al general que me permitiera ir a Valencia, entonces sede del Gobierno, para hablar con Prieto y ver de conseguir la anulación de aquella orden. Pozas me concedió el permiso, diciéndome:

-Deseo de todo corazón que consigas lo que te propones. Sería un grave error privarse de esas dos brigadas, compuestas por muy buenos combatientes y mejores antifascistas.

Marché a Valencia. Me presenté en el Ministerio de la Defensa donde me recibió el Jefe de Organización Militar, coronel San Juan con estas palabras:

-¿Qué te trae por aquí, amigo Vivancos?

Le expliqué la misión que traía y mi deseo de hablar con Prieto.

-Si insistes -me respondió San Juan- te haré pasar para que hables con el señor ministro. Pero te advierto que es inútil. La orden no es dcl ministro, es de Moscú. Y, como tú sabes, si no se obedece a esa gente, nos amenazan con cortarnos el envío de armas: aviones, tanques, ametralladoras, etcétera. Y, si esto se produce, ¿cómo continuamos la guerra? Yo sé que la División 29 es antifascista cien por cien, y que es un crimen la persecución que se ejerce contra esos muchachos. Pero, qué quieres, en casa ya no manda cl Gobierno. En fin, creo que no hay más remedio que sacrificar a esa división, aunque sea injusto.

Marché al Cuartel General de Pozas y le comuniqué el fracaso dc mi gestión. Regresé a Barbastro y reuní a los mandos de las dos brigadas convenciéndoles de la necesidad dc disolverse, con la garantía de aceptar a todo el mundo en las tres divisiones confederales, a fin dc evitar represalias si caían en unidades comunistas”.

Con la disolución de la División 29 no terminaron las peripecias de sus componentes. Ante todo era necesario salvar los cuadros del partido que componían la oficialidad y los comisarios de la División. Los que aún estaban en edad militar; y los que eran más significados, se refugiaron en varias unidades de la CNT, sobre todo en la División 28. Los nombramientos de oficiales del Ejército Popular de la División 29 estaban bloqueados por los estalinianos incrustados en el Ministerio de Defensa. Gracias a Crescenciano Bilbao, del PSOE, comisario general del Ejército, y del coronel Jesús Pérez Sala, subsecretario del Ejército, en aquel entonces, y a la circunstancia de que comenzaba a distanciarse Prieto de los comunistas, se consiguió que los nombramientos fueran saliendo en el Boletín Oficial del Ministerio de Defensa. Algunos de los que fueron destinados a unidades comunistas murieron con un tiro en la nuca o fusilado, según el parte por intento de pasarse al enemigo. Otros murieron en los diferentes frentes y los que no cayeron heridos, pasaron serias dificultades en las unidades que los tenían fichados como trotskistas.

El POUM fuera de Cataluña

Del protagonismo del POUM en la guerra civil, fuera de Cataluña, poco se puede decir, excepción de la sección de Madrid, capital del Estado. Triunfante la insurrección militar en las regiones y provincias donde la reacción poseía sus feudos socio-políticos, contribuyeron a su rápida victoria varios factores: la carencia de organización, de audacia, en fin, de no saber qué hacer, como es el caso de la CNT-FAI en Zaragoza en dónde ejercía un predominio dominante, y en Sevilla, donde la rivalidad local entre comunistas y anarquistas trababa la capacidad de acción contra una guarnición militar, no muy numerosa pero si bien dirigida .Influyó también la desidia, la cobardía y la ambigüedad de algunos gobernadores civiles de provincias de filiación republicana burguesa, conducta que no debía haber sorprendido a las organizaciones obreras. La pérdida de estas dos capitales fue de una gran importancia negativa estratégica en el posterior curso de la guerra civil. Las pequeñas secciones y grupos del POUM fueron «masacrados» literalmente en esas provincias como asimismo en el Norte después de su ocupación por las tropas franquistas. Fueron fusilados calificados camaradas que provenían de la Izquierda Comunista, con un historial de lucha sindical, en los que el Partido confiaba, por su preparación teórica, como una base firme para una sólida expansión: Luis Rastrollo y Manuel Fernández Sendón en la Coruña; Eusebio Cortezón, veterano militante y dirigente del Sindicato del Petróleo en Santander: los hermanos Arenillas, miembros destacados ya del POUM (José Luis, médico, Jefe de Sanidad de las Milicias de Euzkadi, hecho prisionero, fue ejecutado a garrote vil en marzo de 1938, a su hermano José Mª., economista, lo asesinaron los comunistas en Asturias); Félix Alutiz, secretario del sindicato ferroviario de Navarra y miembro del CC, asesinado en Pamplona por los carlistas y José Martín [asesinado junto] con un grupo numeroso de militantes de Llerena (Badajoz).

Por .lo que se refiere a Madrid, prefiero entresacar, de un informe de Enrique Rodríguez, dirigente de  la Juventud y miembro del Comité Central, unos párrafos ya que él fue protagonista en primera línea de los hechos:

«Unas relaciones personales de camaradas del Partido, nos permitió que el Ayuntamiento, donde la noche del 19 acudimos unos ochenta camaradas, se nos facilitara un fusil a cada uno, permaneciendo allí hasta la madrugada siguiente, trasladándonos a la Casa de Campo. Nos encomendaron la misión, con otras pequeñas columnas, de asaltar el Cuartel Campamento. Tras desordenadas escaramuzas que respondían los insurrectos con tiros de artillería, a finales del mediodía terminaron por rendirse. Con el botín que recogimos nos sirvió para organizar las primeras compañías de milicias. Otro grupo participó en el asalto al Cuartel de la Montaña recuperando igualmente numerosos fusiles y municiones que trajeron al local del Partido. Con este pequeño arsenal pudimos constituir nuestra primera compañía de milicias -unos 150 hombres- que se dirigieron hacia Guadalajara y Sigüenza, población esta última dónde se estabilizó el frente por este lado de la Sierra. Al mando de esta unidad se encontraba el excelente y querido camarada Hipólito Etchebéhere, nacido en la Argentina, de origen vasco-francés, al que acompañaba su compañera Mika, que más tarde había de jugar un papel relevante en nuestra guerra civil en la defensa de Madrid. Políticamente ambos procedían del grupo francés ´Que faire´, desprendido del trotskismo. No tardamos en editar ´El Combatiente Rojo´ destinado a los milicianos y POUM como semanario. Construimos una emisora de Radio desde la cual el Partido, por medio de conferencias y discursos, lectura de nuestra prensa, etc. difundía la política del POUM. En los primeros meses de la guerra el frente de Sigüenza lo componían fuerzas de la CNT, comunistas, ferroviarios de la UGT y el POUM. Cada una de ellas con su jefe respectivo, pero todas bajo el mando de Martínez de Aragón, coronel del Ejército. Se intentó repetidas veces asaltar el Castillo y la ciudad de Atienza que constituía un nudo importante de comunicaciones. Todos los intentos fracasaron y en ellos perdimos a varios camaradas, entre los que se encontraban Rodolfo Mejías, miembro del Comité Local de Madrid, y a Hipólito Etchebéhere, jefe de nuestras milicias, al que reemplazó G. Baldris, quien quince meses más tarde había de mandar una Brigada de la XXV División… Los fascistas no tardaron en contraatacar. En las luchas por defender Sigüenza y la Catedral cayeron varios camaradas, entre ellos Emilio Freire, también del CL de Madrid y dirigente del Sindicato de Zapateros de la UGT. Eugenio Izquierdo, destacado militante del POUM, fue fusilado al caer prisionero junto con otros muchos milicianos, incluso los que se encontraban heridos en la casa-hospital del pueblo. La situación militar continuaba agravándose. Recuperado el Alcázar las tropas franquistas se dirigían hacia Madrid. Las milicias luchaban ya en los pueblos cercanos a la capital. Entre ellas, el Batallón «Lenin» que comandaba G. Baldris, formado por milicianos procedentes de Sigüenza y cientos de campesinos de Andalucía y Extremadura que habían llegado a nuestro cuartel. También participó en estos desordenados combates la Columna «Joaquin Maurin» que el POUM de Cataluña había enviado a Madrid. Decenas de camaradas y simpatizantes dejaron sus vidas en estas batallas que precedieron a la salida del Gobierno hacia Valencia y que me permito simbolizar en los nombres de Eulogio Fernández, Luis Medina. Paco Marrón, Joaquín Pastor y Garcia Palacios, hijo de nuestro camarada Luís Garcia Palacios, todos ellos miembros de la JCI de Madrid. Constituida la Junta de Defensa, una vez el Gobierno en Valencia, ésta no tardó en aparecer como un instrumento estalinista. Anteriormente, los agentes soviéticos habían impedido la participación del POUM en la misma. Manuel Albar, destacado dirigente del PSOE, al que una delegación del Comité Local. fue a ver por tal motivo, les dijo que lamentándolo mucho, pues conocía el coraje con que luchaban nuestros milicianos en el frente, y convencido de la injusticia que se cometía con el POUM, reconocía, sin embargo que «entre la ayuda rusa y la que ellos podían ofrecer en aquella situación, la opción no ofrecía dudas». El chantaje de la mencionada ayuda les permitía todo a los agentes de la GPU. y así llegamos hasta enero del 37, en que la Junta de Defensa procedió a la incautación de la emisora de Radio del POUM, so pretexto que «desde ella se vertían agresiones verbales contra el Gobierno legitimo de la República, contra el Frente Popular y sus dignos representantes, contra las figuras destacadas en la defensa de nuestra invicta ciudad, etc. Siguió la suspensión de nuestro modesto periódico ´El Combatiente Rojo´ y la del semanario ´POUM´. En este sentido puede decirse que la represión estalinista contra el POUM en general, empezó. en Madrid, diríamos que por el eslabón más débil del Partido.»

El POUM, el Comité de Milicias Antifascistas y el Gobierno de la Generalitat

Anteriormente hemos narrado la famosa entrevista entre Companys y la delegación de la CNT-FAI en su despacho de la Generalidad celebrada el 20 de julio de 1936. Hay que hacer la salvedad que la entrevista fue solicitada por Companys, el cual maniobró muy inteligentemente para sortear la difícil situación en que se encontraba ya que, de facto, había dejado de gobernar. Viejo zorro político supo comportarse como tal  al no dejarse arrebatar el timón de las manos en el tormentoso mar de la guerra y la revolución, pero sin el consentimiento benevolente de los dirigentes de la CNT-FAI hubiera desaparecido del mapa político el mismo día 20 de julio de 1936. Y este consentimiento de los anarquistas fue cediendo principios revolucionarios de clase, paulatinamente, ante el Gobierno de la Generalidad y después ante el Gobierno Central de Madrid hasta el sometimiento total  al que [se] puso fin con la derrota de la guerra y la revolución. De aquellos agitados días en que se decidía el destino de la revolución aún no se ha dicho la última palabra. No es nada fácil ver claro en el laberinto de salidas entrecruzadas que se barajaban [en] tan difícil situación. Como escribió R. Louzon en un folleto editado en Buenos Aires en 1938, titulado «La contrarrevolución en España», refiriéndose a los Hechos de Mayo: “La CNT no puede indefinidamente ser la fuerza sin posesionarse del poder, y aceptar, por el contrario, voluntariamente ser derrotada por éste. La revolución no puede tolerar indefinidamente la contrarrevolución”.

La creación del Comité de Milicias Antifascistas, del que tanto se ha pontificado erróneamente fue solo una salida, una solución airosa ante el dilema que se les presentaba a los anarquistas de implantar su propia dictadura libertaria  Mariano R. Vázquez, escribía en un informe del Comité Nacional de la CNT al Congreso de la AIT de diciembre de 1937: «El 21 de julio de 1936 tuvo lugar en Barcelona un Pleno regional de federaciones locales y subregionales convocado por el Comité regional de Cataluña. La situación ha sido analizada y se decidió no hablar más de comunismo libertario mientras no hubiéramos conquistado la parte de España que estaba en poder los facciosos. El Pleno decidió en consecuencia no hacer realizaciones totalitarias pues se encontraba ante un problema: imponer una dictadura, anulando violentamente a todos aquellos-guardias o militantes de otros partidos- que habían colaborado el 19 y 20 de julio al triunfo sobre las fuerzas sublevadas; dictadura que por otra parte seria ahogada desde el exterior incluso si conseguía imponerse en el interior. Con el voto de todos, menos de la Federación comarcal del Bajo Llobregat, (léase García Oliver), el Pleno decidió colaborar y formar con todos los partidos y organizaciones el Comité de Milicias antifascistas.»

Horas después del Pleno de la CNT quedó constituido el Comité de Milicias como un gobierno paralelo al de la Generalidad pero sin las ataduras constitucionales de este último ya que según el informe de la FAI al movimiento libertario internacional, refiriéndose a Luis Companys: «lo necesitábamos para cubrir una apariencia internacional que impidiera que España fuese despedazada por todas las potencias capitalistas y reducida en cuestión de horas.»

En esas horas cruciales, Companys maniobraba por su parte. Según M. García Venero (Historia de las Internacionales en España): «Companys pidió ayuda a los comunistas de obediencia oficial y a los disidentes. Antes de llegar a una entrevista conjunta con los partidos marxistas y los grupos nacionalistas de izquierda, el presidente de la Generalidad procedió a recibirlos por separado y les confiaba lo que parecía ser secreto designio: – Si ustedes no me ayudan a contener a los anarquistas, estoy decidido a dimitir la presidencia»- En realidad lo que Companys buscaba era agradar a todo el mundo para mantenerse. Viendo que sus palabras no gustaban a Nin ni a Gorkin, declaró más o menos a los dos representantes del POUM: «-Me pongo a vuestra disposición; tomad el poder juntamente con la CNT y yo os serviré de cobertura cara al extranjero».

La noche del 20 al 21 de Julio fue decisiva. El poder institucional de la Generalidad de hecho había perdido toda vigencia, flotando en el vacío, y el poder revolucionario victima de su propia ideología, careció de la audacia necesaria para implantar su dictadura de clase. Ante esta situación insostenible, Companys toma la iniciativa, convocando a la CNT para proponerles la continuidad del Frente de Izquierdas al cual se integrarían los anarquistas. Estos rechazan de pleno esta solución «política» pero se aviene a una transacción: la formación del Comité de Milicias Antifascistas.

A pesar de tanta tinta derramada para caracterizar al Comité de Milicias, para adaptarlo a sus tesis políticas, en realidad era un Comité policlasista en que estaban representados 3 delegados de la CNT, 2 de la FAI, 3 de la UGT, 1 del POUM, 3 de la Esquerra.Republicana., 1 de la Unió Socialista., 1 de la Unió de Rabassaires y 1 de AC(Acció Catalana), es decir todo el abanico de la izquierda burguesa que no se había adherido a la sublevación. AC era más bien un partido de centro. No estaban representados los comunistas estatales ni el PSUC pero sí de una manera indirecta por la Unió Socialista de Cataluña, principal componente de los cuatro grupos que formaron poco después el partido estalinista. La representación numerosa de la UGT fue una concesión de la CNT con la esperanza de que serian tratados de la misma manera en los lugares en que ella era minoritaria. Pero esta composición del Comité de Milicias, en el breve plazo que actuó, no impidió que efectuara una verdadera. labor revolucionaria. El POUM colaboró intensamente en ella. Josep Tarradellas, consejero en Jefe del Gobierno de la Generalidad ha dicho públicamente.(Fue destinado, en los primeros momentos, como delegado del Gobierno al Comité de Milicias). «Allí había un ambiente muy enrarecido: toda aquella gente era de la CNT, de la FAI, y sobretodo, del POUM. La gente no lo sabe pero el POUM, en cierta manera, era más demagógico que la FAI. La FAI tenia gente de buena fe y alguna gente de cloaca, pero entusiastas y desinteresados, a menudo ingenuos incluso. Mientras que los del POUM eran inteligentes y actuaban fríamente». Cincuenta años después, este izquierdista republicano nacionalista ha aceptado un marquesado del descendiente de Felipe V. por su contribución a la continuación de las estructuras socio-económicas del franquismo.

A lo largo ya lo ancho de Cataluña, el Comité de Milicias, por la misma dinámica del proceso revolucionario, estableció un orden revolucionario en la retaguardia, consiguiéndolo en muchos aspectos y en otros se limitó a sancionar las transformaciones que efectuaban las masas; se hizo cargo del avituallamiento del frente y abastecimiento de la retaguardia, de la sanidad, del orden público a través de las patrullas de control; organizó o contribuyó a convertir ciertas industrias de paz en industrias de guerra, alentó el cultivo de las tierras disponibles, controló la vigilancia de fronteras y costas y la organización de las milicias en los frentes de Aragón-Cataluña por intermedio de un Comité de Guerra que estaba compuesto por seis militares profesionales, tres de la CNT, uno de la UGT y uno del POUM. Surgido de la situación creada a consecuencia de las jornadas del 19 y 20 de julio, el Comité de Milicias se convirtió en la expresión más genuina del poder del pueblo en que la guerra civil y la revolución social se entrelazaban entre si legitimándose recíprocamente. Ante esta fuerza arrolladora el Gobierno de 18 Generalidad se convirtió en una simple representatividad simbólica; situación a la tuvo que resignarse por la fuerza de aquellas circunstancias peculiares pero sin perder de vista su objetivo de recuperar el poder.

El 1° de agosto Companys, en una maniobra típica de marrullería política, delegó su poder ejecutivo en el presidente del parlamento catalán, Juan Casanovas, el cual formó un nuevo gobierno con representantes de los partidos republicanos burgueses y tres del ya formado PSUC. La CNT reaccionó ante esa maniobra y el día 3 se presentaron ante Companys Garcia Oliver y Aurelio Fernández expresando con dureza que no tolerarían un Gobierno sin el consentimiento del Comité de Milicias y que la CNT aboliría la Generalidad si el nuevo gobierno no desaparecía en breve plazo. Rafael Vidiella, uno de los propuestos por el PSUC para el proyectado gobierno, fue expulsado del Comité de Milicias por haber actuado a sus espaldas. Esta era la relación de fuerzas en esa supuesta dualidad de poderes. La Generalidad se debía limitar a guardar las formas de cara a Madrid y al exterior. Esto era lo pactado. Ilusión sin fundamento político que, con el tiempo, todos debíamos pagar muy caro.

El Comité de Milicias, ante la magnitud de sus tareas, delegó tareas a organismos civiles especializados, ocupándose, como.. principal misiona de los asuntos militares, tal como lo describe César M. Lorenzo en Los anarquistas españoles y el poder:

“La acción del Comité de Milicias fue facilitada por la aparición de los Consejos de obreros y soldados, tanto en los cuarteles de milicianos como entre los antiguos cuerpos de policía tales como la Guardia civil y el Cuerpo de aduaneros o en armas especializadas como la aviación. Estos Consejos, formados cada uno de ellos por cinco hombres más o menos, conocidos por sus convicciones antifascistas, se encargaban de vigilar las actuaciones de los oficiales o individuos poco seguros, impidiendo así que resurgiera un estado de espíritu reaccionario, ocupándose de las cuestiones de disciplina y asegurando los contactos entre la CNT y la UGT; se agrupaban en la cima en un Comité central de Consejos de obreros, soldados y otras fuerzas similares de Cataluña que animaba el. anarquista Alfonso Miguel y compuesto por otros tres libertarios y por tres delegados de la UGT. Desaparecieron después de octubre-noviembre de 1936 para dar paso a los comisarios políticos”.

En Lérida, principal reducto del POUM en Cataluña, los nuevos organismos revolucionarios estaban estructurados, según relató Jordi de Gardeny (seudónimo de Josep Rodes, dirigente local y miembro del Comité Central) en La Batalla, en diciembre de 1965:

«La grande y la pequeña burguesía fueron separadas del ejercicio del poder; los partidos republicanos, genuinos representantes de la pequeña burguesía, fueron barridos de la plaza pública… Durante los primeros días, la constitución de la nueva ciudad revolucionaria quedó fijada. Una serie de comités obreros atendían las necesidades perentorias y controlaban todas las actividades (abastecimientos, transportes, ejército, seguridad revolucionaria, etc.). El POUM convocó una reunión de organizaciones sindicales. De esta histórica reunión salió pujante y fuerte un nuevo orden [sin ninguna relación con el gobierno de Madrid y el de la Generalidad de Cataluña]… La clase obrera ejerció su poder a través de tres organismos, independientes en su funcionamiento, pero estrechamente ligados en sus directivas. Partiendo del principio de que todo el poder emana de la clase obrera, ésta, por medio de las juntas de todos los sindicatos de la CNT, UGT y de la FOUS [sindicato dependiente del POUM], junto con la delegación de un solo partido, el POUM, se constituye en poder legislativo. Su misión era estudiar y fijar normas sobre todos los problemas. La asamblea de las juntas de sindicatos delega el poder ejecutivo en las personas de los comisarios de la Generalidad y Orden público y en el Comité Popular antifascista. Este comité queda constituido por representantes de las mismas organizaciones sindicales y políticas de la asamblea. Dos representantes por organización. Su misión es cumplir las disposiciones acordadas por la Asamblea. Las dos comisarlas tienen las funciones propias de su cargo. La de la Generalidad [dirigida por Joaquín Vila, militante de la UGT] le ocupa de cuestiones económicas, la del Orden Público [dirigida por José Rodes, miembro del POUM) de la seguridad revolucionaria. La Asamblea de los sindicatos establece el orden judicial… Crea el Tribunal Popular revolucionario…”.

Hay una tendencia muy extendida a presentar al Comité Central de Milicias como si fuera un Soviet al estilo ruso (cuyo nombre eslavo significa sencillamente Consejo, Comité o Junta que se crearon en 1905 y después en 1917 en Rusia, país en que los trabajadores no estaban encuadrados en sindicatos de raigambre histórica revolucionaria como en España, sobre todo en Cataluña donde el peso determinante entre los trabajadores era la CNT-FAI. Precisamente en Rusia surgieron los soviets como una necesidad de forjarse la clase obrera y campesina sus propios órganos de lucha creando una unidad de acción democrática sin parangón al no estar ligados a organizaciones sindicales ni políticas. Por esto no hay que olvidar que el Comité de Milicias fue creado desde arriba por las organizaciones y partidos ya establecidos.

La dualidad de poder entre el Comité de Milicias y el Gobierno de la Generalidad no podía durar. Como expresó García Oliver en el curso de un Pleno del movimiento libertario de Cataluña, celebrado a fines de agosto de 1936, cansado de las discusiones que no tenían fin: “O bien colaboramos o bien imponemos la dictadura. ¡Escoged!». Este Pleno, decisión insólita en los anarquistas, fue secreto, y sus acuerdos no fueron publicados en aquel entonces. Este Pleno se efectuó tras la insistente invitación del Presidente de la Generalidad de que los libertarios se integraran al gobierno de Cataluña. Companys esgrimía, como argumentos, que la presión del Gobierno de Madrid para que se volviera a la institución del poder legal era amenazadora: :negándonos fondos para la adquisición de materias primas para la industria civil y de guerra, suministrándonos, en cuentagotas, armas para el frente de Aragón, etc En fin, había el propósito de provocar la asfixia de Cataluña. En cuánto a las relaciones con el exterior, la situación a la cual  habría que hacer frente, si seguíamos un camino diferente del resto de España, era aún mucho peor que incluso podía provocar la intervención armada de las potencias europeas. García Oliver, y Ricardo Sanz, con el grupo Nosotros, eran partidarios de tomar el poder con todas las consecuencias porqué, según palabras de Ricardo Sanz, «cediendo y haciendo concesiones todos los días, la revolución va en regresión». De aquella reunión, escribió A. Souchy en España Libre del 3 de junio de 1951: » García Oliver pedía todo el poder para la Organización, mientras Santillán y otros compañeros opinaban que debía colaborarse con los demás sectores. Se adoptó en definitiva el criterio de Santillán…». Diego Abad de Santillán justifica su posición (Op .cit. p.116) con estas palabras: «»El Comité de Milicias garantizaba la supremacía del pueblo en armas, garantizaba la autonomía de Cataluña, garantizaba la pureza y la legitimidad de la guerra, garantizaba la resurrección del ritmo español y del alma española (sic); pero se nos decía y repetía sin cesar, que mientras persistiéramos en afianzar el poder popular, no llegarían armas a Cataluña ni se nos facilitarían divisas para adquirirlas en el extranjero, ni se nos proporcionarían materias primas para la industria».

Una vez más, los anarquistas, para aquietar pueriles escrúpulos de conciencia, pusieron como condición que el Gobierno de la Generalidad se transformara en Consejo de la Generalidad y que su participación se limitaría, al contrario del Comité de Milicias, a la CNT para que la FAI quedara sin mancha de pecado político alguno. Este jueguito infantil, genuinamente ácrata, de las denominaciones formalistas continuó. Tres meses después, cuando se formó el nuevo Consejo de la Generalidad, con la expulsión del POUM, por presión chantajista de los estalinistas soviéticos, el diario de la CNT Solidaridad Obrera consideró que era un triunfo de los principios libertarios la solución de la crisis porqué en el nuevo gobierno sólo estaban representados los genuinos representantes de la clase obrera, la UGT y la CNT sin mencionar que los nuevos consellers eran también faístas y estalinistas hasta el extremo que el secretario general del PSUC entró a formar parte del Consejo como representante de la UGT.

Después de la firma por el POUM del pacto electoral del Frente Popular, al partido se le presentó otro problema fundamental: la participación en el Gobierno de la Generalidad. Sobre el particular me limitaré a transcribir unas líneas personales de un autorizado miembro del POUM, de todos conocido, fundador y perteneciente al Comité Ejecutivo del mismo, Juan Andrade:

“Los dirigentes de la CNT-FAI, que a pesar de todo seguían manteniendo su entera confianza en Companys, comprendían igualmente que la situación debía ser normalizada, pero en lugar de estructurar el poder obrero se pusieron de acuerdo con el gobierno sin poder ni autoridad de Companys, para liquidar el Comité de Milicias y fortalecer el gobierno de la Generalidad, con la misma composición política que tenía el primero. Nuestro partido, después de haber batido resueltamente y sólo en el Comité de Milicias contra semejante propósito, fue invitado a designar un ministro, pero se reservó la respuesta hasta que deliberase el comité ejecutivo. Este discutió la cuestión ampliamente. Se plantearon todos los problemas que se derivarían de nuestra resolución y también se examinó nuestra impotencia para hacer seguir otro camino y obtener la adhesión de las masas obreras, que sólo seguían las inspiraciones de sus organizaciones. Mi criterio fue el único que se manifestó en contra de aceptar la participación ministerial, pero debo decir honradamente que no de una manera muy resuelta, más bien por mantener el principio, porque estaba embargado por las mismas preocupaciones que mis camaradas del comité y por las consecuencias que se seguirían en aquellas circunstancias para el partido. En primer lugar la inmensa mayoría de las secciones del partido no aceptarían la ruptura con las otras organizaciones obreras, es decir, nuestro aislamiento. En el terreno práctico supondría que no tendríamos los medios materiales y económicos para mantener a nuestros milicianos, que perderíamos todas las posiciones que tenían nuestras secciones localmente; es decir, el partido quedaría anulado y también en una situación ilegal. Por otra parte se les daba casi la mitad del juego ganado a los estalinistas, que aprovecharían  así la ocasión para hacer proclamar nuestra ilegalidad. Eran muchos los factores que se presentaban a nuestra consideración responsable por lo cual el CE decidió someter la resolución definitiva al Comité Central del partido, que se celebró dos días después.

Hay que decir, en honor a la verdad, que nuestro Comité Central expresó siempre, en su mayoría, durante todo el tiempo que duró nuestra legalidad, una tendencia a la derecha del CE, el cual varias veces en las reuniones fue acusado de izquierdista. En la reunión del CC las cosas transcurrieron de una forma casi idéntica a como en el CE. Sólo una voz se alzó para poner reparos: la del delegado de Madrid, el camarada Enrique Rodríguez. Su opinión fue parecida a la mía. Pero ni una sola, absolutamente ninguna otra delegación, se manifestó en contra o hizo observaciones. Es más, en noviembre de 1936, cuando se formó la Junta de Defensa de Madrid, que era una delegación del gobierno de Valencia, fui llamado por nuestra sección de allí, porque estimaban los camaradas del comité madrileño que había posibilidad de obtener un puesto en la Junta y que era preciso realizar las gestiones. Esta ilusión se mostró vana, .pero es una muestra más del estado de espíritu que se manifestaba en el partido, no ya sólo en Cataluña, hasta en Madrid, en la sección más importante de la antigua Izquierda Comunista.

Ahora, en la perspectiva histórica, ante el desarrollo de las luchas políticas en Europa de una manera más o menos pacífica y no en situación grave, crítica, de guerra, el análisis tiene tendencia, porque no va seguido de consecuencias, a ver las cosas, quizá, de diferente manera. Pero cuando un partido en pleno, educado en la lucha de clases, completamente obrero, enemigo del colaboracionismo ministerial, adopta una. resolución de tal importancia, es porque la situación concreta lo imponía”.

El POUM y los Hechos de Mayo

No se pueden comprender los sangrientos acontecimientos de los primeros días de Mayo de 1937 ocurridos en Barcelona, fuera del contexto general de la guerra civil y la revolución, de la relación de hechos significativos que se en enlazan y entretejen entre ellos, tanto nacionales como internacionales. El General Krivitski, jefe del contraespionaje militar soviético en la Europa Occidental, antes de haber sido encontrado suicidado en un hotel de Washington, escribió lo siguiente:

“Desde la llegada de Hitler al poder, en 1933, la política de Stalin se caracterizó por el desasosiego. Sentía el terror de quedarse aislado. Su esfuerzo para llegar a un acuerdo con Hitler, tan pronto recibía estimulo como repulsa. Una vez que hubo perdido toda esperanza de lograrlo, quiso intentar la resurrección del antiguo pacto de la Rusia zarista con Francia pero no alcanzó el éxito rotundo que se prometía… En semejante estado se hallaban las cosas cuando estalló la revuelta de Franco. Obró con lentitud, como es su costumbre. Cuando se convencí de que Franco no iba a alcanzar una victoria rápida y fácil, intervino. Abrigaba la idea, compartida por sus allegados. de atraer a España a su esfera de influencia. Una vez dueño de España, cuya importancia estratégica era vital para Francia e Inglaterra, obtendría lo que deseaba. Seria una fuerza con la que resultaría contar, un aliado codiciable… El problema de la revolución mundial, de mucho tiempo atrás, para Stalin había cesado de ser una realidad. Ya no se trataba más que de política extranjera soviética… La intervención de la URSS pudo ser decisiva en determinados momentos, pero no arriesgó nada. Cuídose de no arrastrar a la URSS a una gran guerra. Se lanzó a la refriega con esta orden: «Mantenerse fuera de los disparos de la artillería». Ese fue nuestra consigna durante todo el tiempo de nuestra intervención en España…Recibí órdenes de Moscú de no desembarcar ninguna carga de armamentos en Barcelona, que tenia su Gobierno propio, casi independiente del gobierno central. El Gobierno catalán estaba dominado por revolucionarios antistalinianos, en quienes Moscú no tenia confianza. Y, sin embargo, sostenían uno de los sectores esenciales del frente republicano… Si Stalin quería servirse de España como de un triunfo en su juego, antes era preciso vencer todas las resistencias en el campo republicano. el centro de las cuales estaba en Cataluña… Hasta la fecha, las Jornadas de Mayo en Barcelona aparecen como una lucha fraticida entre antifascistas, mientras Franco ataca. De acuerdo con la versión oficial, los revolucionarios catalanes, traicioneramente, habían intentado adueñarse del poder, en el instante en que todas las energía eran indispensables para resistir al fascismo… Stalin sabia que el conflicto era inevitable. Por medio de sus corifeos atizó la hoguera e incitó, los unos contra los otros, a socialistas (comunistas), anarquistas y poumistas. Después de cinco días de matanzas, Cataluña se convirtió en el palenque en el que Caballero se jugaba la vida. Al negarse a reconocer el derecho a las demandas de la supresión inmediata y radical de las agrupaciones antistalinianas, fue obligado a presentar la dimisión el 15 de mayo. El Dr. Negrín asumió la jefatura del nuevo Gobierno, .de acuerdo con lo que Stachevski tenia decidido desde hacia tiempo… Stalin, en su intervención en España, se precipitaba a un ignominioso desenlace. Stalin había intervenido con la esperanza de abrir, después de avasallar a España, un camino hacia Londres y Paria, y sobre todo, hacia Alemania. Pero la maniobra se le malogró por falta de audacia. Si tuvo éxito en el asesinato, en los combates fracasó. Paris y Londres adoptaron una actitud más amistosa hacia Franco, y, paulatinamente, en el transcurso de 1938, Stalin fue alejándose de la aventura española. Todo lo que de ella había sacado era una montaña de oro».

Escribiendo estas páginas, en un intervalo, he leído un ensayo del profesor universitario, doctor en Historia, Josep Termes, que, como se dice vulgarmente, me ha sacado la palabra de la boca  coincidiendo su punto de vista con lo que tenia planeado decir. Prefiero, por tanto, remitirme a lo que él escribe: “A mi entender se ha puesto poco énfasis en la cronología en la que se desarrollan los Fets de Maig, en su contexto internacional. Si bien es cierto que los historiadores no comunistas han explicado el paralelismo de los sucesos de mayo, la muerte de Andreu Nin. y la persecución contra el POUM con los procesos de Moscú en los que Stalin liquida a los opositores a su política, me parece que la cronología de lo que ocurre en Rusia es determinante para entender el desarrollo de los hechos. La Guerra Civil española está dramáticamente enmarcada en la consolidación de la dictadura de Stalin en la URSS, en la supresión física de la vieja guardia bolchevique y en la creación de una férrea dictadura, de un régimen político estructurado como sistema totalitario… En agosto de 1936 (días después del inicio de la Guerra Civil española} empiezan los procesos. llamados de Moscú, escaparate publicitario de un profundo clima de terror que se abate sobre la URSS (y en especial sobre la vieja guardia bolchevique que no se pliega a los dictados de Stalin}. Debo hacer un paréntesis para señala que el POUM. en una declaración sobre los procesos de Moscú. dijo, por intermedio de La Batalla del 28 de agosto de 1936: «El CE del POUM no puede pasar en silencio este hecho, no puede dejar de emitir su criterio sobre él. No hacerlo seria proclamarse cómplice del mismo. Somos socialistas revolucionarios. marxistas. En nombre del socialismo y de la clase obrera revolucionaria. protestamos enérgicamente contra el monstruoso crimen que acaba de perpetrarse en Moscú”.

El historiador Josep Termes prosigue: «Tendrán lugar tres grandes procesos de depuración: el primero se inicia en agosto de 1936, el segundo en enero de 1937 (como antesala de los Hechos de Mayo}, y el tercero en marzo de 1938… Y el 12 de junio de 1937 se conoció la condena y ejecución de ocho grandes militares soviéticos. entre los cuales el mariscal Tukatchevski. la figura más prominente del ejército rojo. Durante esta enorme y sangrienta depuración fue ejecutada (bajo las acusaciones más increíbles y ridículas} la casi totalidad de los antiguos bolcheviques (es decir de aquellos que hablan ingresado en el partido antes de la Revolución de 1917)… Stalin habla decapitado la plana mayor de la Revolución rusa. Sus partidos satélites tenían, que completar la obra en sus respectivos territorios: cada disidente de la política estalinista seria el principal enemigo a abatir».

A propósito de los crímenes de Stalin, el POUM, el 3 de septiembre de 1936, en La Batalla, publicó la siguiente declaración: «En Moscú ha sido fusilados, en las monstruosas condiciones que todo el mundo sabe, Zinoviev, Kamenev, Smirnov y varios militantes bolcheviques más en número de dieciséis… Trotski, el compañero de Lenin, el gran organizador del Ejército Rojo, no ha podido ser fusilado por la sencilla razón de que no se encuentra en Rusia, bajo la férula de Stalin. Pero es sistemática y sañudamente perseguido. Desde hace años, su vida es un verdadero calvario. Hoy corre un positivo peligro. Se exige su expulsión o su confinamiento. Se le trata como a un criminal. Se incita, incluso, al asesinato contra él. Nosotros que no somos trotskistas, que tenemos divergencias con Trotski, consideramos que se comete un crimen contra él y exigimos que cese ese escándalo internacional. La clase trabajadora española, la clase trabajadora catalana, no puede pasar por la vergüenza de permitir ese escándalo. Nosotros, seguros de interpretar su sentir, exigimos que se ofrezca un refugio a Trotski en Cataluña, bajo la protección revolucionaria de la clase trabajadora. Sabemos de dónde vendrán las resistencias de este noble propósito. Contra ella lucharemos con toda energía, en cumplimiento de un alto deber de solidaridad revolucionaria».

El Comité Central del POUM se reunió el 12 de mayo de 1937, inmediatamente después de la lucha en Barcelona y en varias poblaciones del interior de Cataluña, dando a conocer un comunicado, el cual se imprimió en hojas sueltas y en toda la prensa del Partido. Entresacamos los principales párrafos:

“Los  trágicos acontecimientos no pueden explicarse como un acto de locura colectiva. Acontecimientos de tal envergadura que han lanzado a la lucha a masas considerables, bañado en sangre las calles de la capital catalana, constando la vida a centenares de hombres, no se producen porque sí, sino que obedecen a causas poderosas y profundas… La actitud provocativa de la contrarrevolución determinó el estallido. Pero, ya los obreros en la calle, el partido tenía que adoptar una actitud. ¿Cuál? ¿Inhibirse del movimiento, condenarlo o solidarizarse con él? Nuestra opción no era difícil. Ni la primer ni la segunda actitud cuadraban con nuestra calidad de partido obrero y revolucionaria y, sin vacilar un momento, optamos por la tercera: prestar nuestra solidaridad activa al movimiento, aún sabiendo de antemano que no podía triunfar. Si el desencadenamiento hubiera dependido de nosotros, no habríamos dado la orden de la insurrección. El momento no era propicio para una acción decisiva. Pero los obreros revolucionarios, justamente indignados por la provocación de que habían sido víctimas, se habían lanzado al combate y nosotros no podíamos abandonarlos. Obrar de otro modo habría constituido una imperdonable traición. La lucha armada se desarrolló de tal forma, fueron tales el ímpetu de los obreros revolucionarios y la importancia de las posiciones estratégicas alcanzadas, que se hubiera podido conquistar el poder. Pero nuestro partido, fuerza minoritaria en el movimiento obrero, no podía tomar sobre sí la responsabilidad de lanzar esta consigna, con tanto mayor motivo cuanto que la actitud de los dirigentes de la CNT y de la FAI, que desde las emisoras barcelonesas invitaban de un modo apremiante a los obreros a abandonar la lucha, creaban la confusión y el desconcierto entre los combatientes. En estas circunstancias, invitar a los trabajadores a tomar el poder era lanzarlos fatalmente a un putch que hubiera sido de consecuencias fatales para el proletariado.»

César M. Lorenzo, en su obra Los anarquistas españoles y el poder (pág.215) puntualiza que «durante la noche del 3 de mayo, dirigentes del POUM (Andreu Nin, Julián Gorkin y Pedro Bonet) se entrevistaron con los responsables libertarios (Alfredo Martínez y Valerio Mas, entre otros) y les propusieron formar un organismo común para dirigir la lucha, aplastar a los estalinistas, presionar al gobierno y, en último extremo, tomar el poder; tropezaron con una negativa”. Juan Andrade, del CE del POUM, protagonista también de aquellos sucesos, años después, en Notas sobre la guerra civil, escribe:

«…Era tal el desconcierto, la confusión y también la irresponsabilidad anarquista, que recuerdo muy bien que cuando yo tenia oportunidad de salir a la calle (nuestro CE estuvo reunido en sesión permanente mientras duraron los sucesos), se acercaban a mi mí y me abordaban numerosos camaradas extranjeros, incluso los trotskistas (pues en Barcelona misma los hechos no se veían igual que en Paris o México), para decirme aproximadamente: «Pero esto no tiene pies ni cabeza. Hay que acabar con esta situación, buscar una salida»… Mantuvimos contactos con el CN de la CNT, establecimos relación con «Los amigos de Durruti», grupo del que hay que decir que no representaba nada efectivo, era un núcleo de peso mínimo que no pretendía hacer más que una oposición en el seno de la FAI…Hago esta aclaración porque después se ha pretendido presentar a «Los amigos de Durruti» como una organización poderosamente representativa, expresión de la conciencia revolucionaria de la CNT… Fui encargado por el CE, durante los sucesos de Mayo, de entablar relaciones con el Comité Regional de la FAI, que tenia su local en el Seminario de Barcelona…Mis primeras gestiones allí estuvieron orientadas a lograr la constitución de un Frente Revolucionario que dirigiera la lucha y que formulara y orientara la finalidad de la misma… Para ellos no era preciso establecer ningún frente unido y su fuerza bastaba, -aunque no se deducía realmente para qué, puesto que los propios combatientes suyos no recibían más órdenes que las de mantenerse en sus posiciones, pero sin consignas definidas… La última visita que hice fue para formular un proposición concreta nuestra, de índole militar… Casi toda la ciudad, a excepción de un centro en torno a la Generalidad, estaba en poder de las fuerzas combatientes de la CNT y el POUM. Se trataba pues de organizar un avance metódico, dirigido por especialistas militares, hacia el centro de la ciudad para tomar la Generalidad. La operación no habría sido costosa, dado sobre todo que los elementos que defendían ese casco de la ciudad no poseían muy elevada moral frente a la combatividad de los trabajadores revolucionarios… Juzgaron esto imposible sin ofrecer ninguna otra solución. Abandoné el local faísta convencido una vez más de que el confusionismo anarquista culmina siempre en las mayores catástrofes políticas… Cuando se simplifican o esquematizan situaciones políticas muy complejas, para idealizarlas y deducir conclusiones falsas favorables a una tesis, se defiende, se hace demagogia fácil, pero no se sirve a la verdad y se elude toda responsabilidad efectiva. Reducir el problema, la situación tan fluida de aquel momento en que la clase trabajadora de Barcelona se habla lanzado a combatir en la calle para ultimar la revolución, y decir que el POUM, como dijeron Trotski y los trotskistas, haciendo el juego a los dirigentes anarquistas, dio la orden de abandonar la lucha, arregla bien los argumentos de los que, por encima de todo, tratan de desacreditar a nuestro partido y de presentar cada una de sus actividades únicamente como una pura traición, pero no responde a la más mínima verdad.»

La represión contra el POUM

La calumnia, la injuria, la falsedad, la mentira, la difamación, la persecución, de sus militantes, la prisión, la tortura y el asesinato de sus militantes no ha sido un privilegio único del POUM. Para no remontarnos a un pasado lejano , sólo citaremos a Jaurés, Matteoti, Karl Liebknech, Rosa Luxemburgo, Salvador Seguí, victimas simbólicas de la lucha de clases que se desarrolla, en las épocas de crisis revolucionarias, a través de pugnas encarnizadas, de vida o muerte. La Liga Espartaquista alemana, con la cual el POUM tiene cierta afinidad de destino, sufrió la calumnia, la persecución y el asesinato de la contrarrevolución en la cual jugó un papel preponderante la socialdemocracia. El partido de Lenin también tuvo que pasar por esta prueba de fuego de la difamación y la calumnia. «Cuánta vileza hace falta -escribía Lenin en aquellos días- para confundir la lucha razonada e inteligente con la difusión de calumnias», palabras que parecen destinadas a los estalinistas. La revista francesa Mai 1936 publicó un texto de 1919 que se divulgó por toda la gran prensa contra los bolcheviques. Se leían cosas como éstas: «El Comité de Información Pública publica un determinado número de cartas que han sido cambiadas entre el gobierno imperial alemán y el gobierno ruso de los bolcheviques… Estos documentos establecen que los jefes actuales del gobierno bolchevique, Lenin y Trotski, y demás consortes, son agentes alemanes; que la revolución bolchevique ha sido preparada por el Estado Mayor Alemán y sostenida económicamente por la Banca del Imperio -Reichsbank- y por las entidades financiera alemanas… Existen alrededor de 70 documentos. Se posee el original de muchos de ellos, con notas marginales procedentes de funcionarios bolcheviques…». La calumnia política carece de imaginación, se repite, se copia e incluso es aburrida por su monótona letanía. Dos meses antes de los Hechos de Mayo José Díaz, en un pleno del Comité Central del PCE celebrado del 5 al 8 de marzo de 1937 expresó: «¿Quiénes son los enemigos del pueblo? Los enemigos del pueblo son los fascistas, los trotskistas y los incontrolados (nombrando indirectamente a los anarquistas)… Nuestro enemigo principal es el fascismo pero nuestro odio va también va dirigido, con la misma fuerza concentrada, contra los agentes del fascismo, que como los poumistas, trotskistas disfrazados, se esconden detrás de consignas pretendidamente revolucionarias para cumplir mejor su misión de agentes de nuestros enemigos emboscados en nuestra propia retaguardia… Deben ser eliminados de la vida política, no solamente en España, sino en todo el mundo civilizado». En enero de 1937, con motivo de uno de los procesos de Moscú, Frente Rojo,  órgano estalinista;  publicó: «La Batalla, órgano de la banda de contrarrevolucionarios y provocadores que dirigen el POUM, se ha presentado al fin a cuerpo descubierto. Le ha dado motivo para arrojar su disfraz el proceso que acaba de iniciarse en Moscú contra la segunda partida de terroristas, espías y asesinos trotskistas, cómplices de la Gestapo y dirigidos, como el POUM, por el propio Trotski «.

Tanto el POUM como los trotskistas hacían esfuerzo para diferenciarse políticamente entre si por cuestiones de táctica que consideraban de suma importancia pero los estalinistas insistían en meterlos en el mismo saco.

David Alfaro Siqueiros, el pintor muralista mexicano, que participó en la guerra civil, como teniente-coronel, según él, en un libro de memorias que tituló Me llamaban el Coronelazo, describe el motivo que le incitó a atentar contra Trostki en Coyoacán, que resultó fallido, el 24 de mayo de 1940. Según él se encontraba confuso y desorientado, no sabiendo qué contestar a las preguntas que le formulaban: «Por aquí un jefe de brigada, por allá un comisario, de división, de cuerpo de ejército, por otro lado un oficial, jefe de compañía e incluso soldados aislados: «Cómo se explica que el general Lázaro Cárdenas, ese amigo de la República Española, ese gran hombre de México, haya podido dar refugio a Trotski y esté favoreciendo las actividades de hecho contrarrevolucionarias contra la URSS, que es la única fuerza internacional que realmente puede salvar nuestra situación contra los reaccionarios del mundo entero?». «En estas condiciones se produjo la puñalada por la espalda más artera que por su magnitud se haya producido en país alguno contra un pueblo que ha tomado las armas para defender unas instituciones democráticas y empujar a su país hacia una etapa superior de progreso social. El POUM, el partido trotskista de España, que respondía a la dirección internacional de la IV Internacional, con cuartel general en México, precisamente’ en casa de Trotski, donde se celebraban congresos internacionales y todo, produjo una sublevación en la extrema retaguardia del Ejército Republicano, en Cataluña, y exactamente en Barcelona, es decir a pocos kms. de la frontera francesa… La sublevación trotskista produjo cerca de 5.000 muertos (los multiplicó por diez), solamente en Barcelona y distrajo más de 30.000 hombres del frente para reprimirla». Esta tendencia de exagerar es propia de los calumniadores para justificar las represalias. Y ahora viene la retorcida estupidez para justificar su intento de asesinato de Trotski. «En consecuencia, para nosotros ya no se trataba sólo de nuestra «vengativa» actitud de mexicanos excombatientes en las filas del ejército republicano español (el comando que asaltó a tiros la casa de Trotski estaba compuesto por excombatientes mexicanos en la guerra civil española) contra el trotskismo por el caso de la artera actitud del POUM en el caso de la sublevación de Barcelona, sino de la necesidad de impedir que el cuartel general de Trotski siguiera llevando a cabo su misión ofensiva, de supuesto origen marxista, esto es, proletario, contra la URSS…».

Se llenarían páginas y más paginas si transcribiéramos las calumnias, falsedades y tergiversaciones de los estalinistas y sus compañeros de ruta: Koltsov, Regler, Ehrenburg, Soria, etc. entre los extranjeros y la de los españoles, no sólo de los dirigentes del PCE sino de los escribidores a sueldo, suman por decenas. Sin embargo, no debemos pasar por alto a José Bergamín, al “fino y sensible” escritor como lo denominaban, de la generación de 1928, venerado por los círculos intelectuales literarios que escribió un ya famoso prólogo a un libelo vergonzoso confeccionado por la NKVD, firmado por un inexistente Max Rieger. He aquí un extracto: «La organización trotskista española del POUM se reveló por la traición de mayo de 1937 como una eficacísima instrumentación fascista dentro del territorio republicano… La guerra española dio al trotskismo internacional al servicio de Franco su verdadera figura visible de caballo de Troya». También se nos haría muy largo, aunque fuera sintetizando, reseñar el proceso contra el POUM que se quiso montar al estilo de los de Moscú, por dejación y cobardía del gobierno y demás organizaciones antifascistas. No es de extrañar que a pesar de que han pasado cincuenta años aun se intenta silenciar los crímenes del estalinismo en la España republicana por el complejo de culpa, de complicidad, o la no protesta de los mismos ante la cantinela chantajista de la ayuda soviética. ¡Si al menos hubiera servido para ganar la guerra! Afortunadamente no todo estaba podrido en Dinamarca y varios dirigentes socialistas y cenetistas, que ya no estaban en el gobierno, declararon en favor de los acusados salvando así las vidas de los miembros del Comité Ejecutivo del POUM de la burda acusación de espías y alta traición. Pero lo que salvó verdaderamente a los miembros del POUM del fusilamiento fue la actitud de un hombre enfermizo que resistió increíblemente el tormento refinado de la tortura física y psíquica hasta morir por negarse a «confesar» los crímenes que no había cometido. Tenia razón Antonov Ovseenko cuando dijo que “España no es Rusia,  Stalin estaba equivocado” Aquí no había, por otra parte, motivo para declararse traidor y contrarrevolucionario para «salvar, para que viva la revolución». Lo que salvó Andreu Nin, con su sacrificio fue la vida de sus compañeros como escribió Largo Caballlero en sus «Memorias», y, sobre todo, la honestidad de las ideas del POUM. Fernando Claudín, dirigente de las juventudes comunistas desde antes del 19 de Julio de 1936 y posteriormente del PCE hasta que fue expulsado en 1964 por su compadre Santiago Carrillo, publicó en «La crisis del movimiento comunista», editado en 1970, las siguientes líneas de autoinculpación: «Agregamos, por nuestra parte, que la represión contra el POUM, y en particular el odioso asesinato de Andrés Nin, es la página más negra en la historia del PCE, que se hizo cómplice del crimen cometido por los servicios secretos de Stalin. Los comunistas españoles estábamos, sin duda, alineados -como todos los comunistas del mundo en esa época y durante muchos años después- por las mentiras monstruosas fabricadas en Moscu. Pero eso no salva nuestra responsabilidad histórica. Han pasado catorce años desde el XX Congreso y el PCE no ha hecho aún su autocrítica, ni ha prestado su colaboración al esclarecimiento de los hechos. Suponiendo -cosa bastante probable a nuestro conocimiento- que los actuales dirigentes del PCE no puedan aportar gran cosa s lo que ya es sabido, si podrían exigir del PCUS que revelara los datos que sólo él posee. El caso de Nin pertenece a la historia de España, no sólo a la de la URSS». Actualmente Claudín es miembro del PSOE y Director de la Fundación Pablo Iglesias y fue de los primeros que destapó la olla de la entrada de España en la OTAN. En 1983 publicó una obra sobre Santiago Carrillo (“Crónica de un secretario general”) en la que dice textualmente «Carrillo afirma no haber sabido nada entonces (en 1937) del asesinato de Nin, creyendo -como todos los comunistas creímos- la rocambolesca historia de que había sido “liberado” por un comando de nazis alemanes disfrazados de voluntarios de las Brigadas Internacionales, con lo que quedaba «probada» su condición de «agentes fascista». Y Claudín se pregunta: «¿por qué la dirección del PCE, después de independizarse del PCUS y de tomar conciencia de los métodos que utilizaba contra sus adversarios políticos, no reclamó a Moscú el esclarecimiento de un episodio que ensombrece tan gravemente su propia historia? ¿Por qué no se ha hecho la debida autocrítica y establecido rigurosamente las responsabilidades en que incurrieron algunos de sus dirigentes?». Preguntas inocentes impropias de un militante de su experiencia que vivió los peores años del estalinismo desde dentro, ocupando cargos directivos. La conclusión que se desprende de sus manifestaciones, a tantos anos vista, es que continua “alineado”aunque no en la misma dirección. La cuestión es estar inscrito en una nómina.

Han pasado cincuenta años del 19 de julio de 1936, de la guerra civil española y la inquieta juventud revolucionaria de hoy se pregunta, con un interés creciente, cuál fue en realidad el papel protagónico que jugó el POUM en la que quizá fuera la última revolución social europea al “estilo clásico”. Sin jactancia, debemos resaltar que nuestra lucha, la del POUM, no tiene ningún parangón histórico. A su lucha contra la reacción fascista española e internacional se añadió la lucha sin cuartel contra la burocracia soviética. La «peculiaridad» de nuestra posición político independiente nos obligó a luchar simultáneamente en dos frentes a la vez, ninguno de los cuales era sólo teórico-político. El cerco que nos rodeaba era total. Sólo individualidades aisladas del exterior nos apoyaban como por ejemplo: Henriyk Sneevliet, Georges Vereecken, Víctor Serge,  personalidades de prestigio en el movimiento revolucionario europeo. La mayoría de dirigentes de los partidos del Frente Popular, incluidos los de la CNT, salvo excepciones, optaron por callar, en aras de la sacrosanta frase: «los rusos nos proporcionan las armas», olvidándose añadir «las indispensables para resistir pero no para ganar la guerra». El 3 de octubre de 1986, el general Goiko Nikolis, yugoslavo, que luchó en España y después con Tito, contra los nazis, manifestó a un periodista de «El Pais»: “Ya es hora de empezar a buscarles explicaciones más válidas a la derrota que sufrimos. La superioridad de Franco no basta. Hay que estudiar el cometido de Stalin en la derrota republicana. Creo que éste, como en el caso de Yugoslavia más tarde, deseaba una España a la medida de sus designios». Por decir esto en tono afirmativo, hace cincuenta años, nos tildaron con toda clase de epítetos denigrantes. Reflexionando sobre las actitudes pasivas de los camaradas de ruta de los estalinianos, uno se pregunta si, en el fondo, se escondía una complicidad benevolente, un dejar hacer provechoso. A fin de cuentas, con la sangrienta represión contra el POUM, los estalinistas les eliminaban un molesto adversario político, el cual, en aquellos momentos de auge revolucionario, constituía, potencialmente, un peligro evidente.

Sobre el autor: Cabo, Francesc de

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