Recuerdos personales: última prisión, febrero a mayo de 1944 (Juan Andrade)

Introducción al tercer cuaderno de “Recuerdos personales” de Juan Andrade (María Teresa García Banús)

Para aquellos que no vivieron los años de la Guerra Civil es muy difícil comprender el por qué y el alcance que tuvo la persecución y el aniquilamiento del POUM. Ciertamente existen multitud de folletos, de libros y de declaraciones de todas las tendencias que tratan de explicar los hechos. En primer lugar porque no fue una lucha entre dos partido revolucionarios que se enfrentan por cuestiones de rivalidad, de
propaganda o de proselitismo político. Por otra parte, porque tampoco fue una lucha como a las que está acostumbrada la clase obrera frente a sus enemigos capitalistas, lucha que han sufrido en su sangre todos  los movimientos revolucionarios desde su existencia. En este caso es la  primera vez en la historia de las luchas sociales en que un partido de extrema izquierda se ve perseguido, insultado y aniquilado por otro
que pretende ser el representante de esa misma lucha. Igualmente son diferentes los procedimientos de extinción. La clase obrera y los revolucionarios están desde siempre acostumbrados a los golpes violentos en las comisarías e incluso a la lucha a tiros. Pero ésta es también la primera vez que se emplean procedimientos bien preparados de tortura física y moral, procedimientos que, por desgracia, se popularizaron en muchos países después. A todo esto hay pues que buscarle otras razones Es indudable que el POUM ofrecía con sus cuadros bien preparados su prensa y su actividad política otra alternativa posible e independiente a la clase obrera frente a la que podía ofrecerles el Partido Comunista de España, dependiente de la URSS. El POUM no sólo combatía la política desarrollada por ésta, sino que criticaba la burocracia soviética y sus métodos de combate e incluso al propio Stalin.

“… La burocracia estalinista internacional tuvo rápidamente conciencia de este peligro, movilizó todas las fuerzas y todos los medios. Jamás se había desencadenado hasta entonces, a parte de en la Unión Soviética, una campaña mayor de infamias y calumnias; nunca se habían puesto en servicio tantos medios materiales para acabar con un partido obrero e independiente a sangre y fuego. Una gran parte de la alta burocracia del mundo estalinista de entonces desde Tito a Togliatti, de Marty a Akadar, de Geröe a Luigi Longo, además de generales y coroneles rusos con nombres españoles, se establecieron inmediatamente en España, para cumplir los designios de Stalin y reducir el alcance de la Revolución Española estrictamente a las conveniencias de la política exterior rusa de entonces” (nota de Andrade). Porque es evidente que los planes soviéticos de aquel entonces no correspondían con el establecimiento de una España “roja” en aquellos momentos. (Hay una carta del 21 de diciembre de 1936 dirigida a Largo Caballero y firmada por Stalin, Vorochilov y Molotov que figura en el documento 32: “Le Gouvernement de Stalin et l’Espagne” del libro La révolution espagnole 1931-1939, de Pierre Broué) que confirma lo dicho.

La campaña estaba ya preparada al iniciarse la Guerra Civil. Louis Fischer, el gran periodista internacional que pasaba con frecuencia por Madrid, nos advirtió que lleváramos cuidado, pues tenía la seguridad de que había propósito en la URRSS de exterminar al POUM, advertencia que nos parecía en aquellos momentos increíble y a la cual se prestó poca atención. La campaña de calumnias comenzó por Madrid, que fue el primer blanco de ataque. Un asalto al local de la Juventud Comunista Ibérica (POUM) el 22 de octubre de 1936 por parte de las Juventudes Socialistas Unificadas (PCE) que después de haber coqueteado por algún tiempo con el trotskismo se convirtieron en mayoritarias y fueron la gran cantera de agentes de policía paralela y de miembros del Servicio Secreto (SIM). “El Carrillín“, como le llamábamos en aquellos tiempos y sus compañeros Serrano Poncela y Cazorla podrían testificar todo esto. Siguió la suspensión del semanario POUM en noviembre del 36 igualmente y a principios de febrero del 37 fueron incautados Radio POUM y El Combatiente Rojo, órgano de la sección madrileña. La campaña de calumnias fue en aumento. En primer lugar la acusación de trotskismo, según El Frente Rojo, periódico comunista publicado en Valencia, “Trotsky era un agente de la GPU y del Intelligence Service, o Andrés Nin se había pasado al enemigo y se encontraba en las filas fascistas. Es imposible, en principio, un cretinismo tan brutal y una mala fe tan criminal que permita mentir tan deliberadamente a sabiendas “ (nota de Andrade).

Esta campaña se fue enrareciendo hasta hacer una atmósfera irrespirable. Amigos y conocidos nos negaban la palabra y el saludo o no se atrevían a hablarnos abiertamente en la calle. Este sometimiento llegó hasta los intelectuales pequeños burgueses cuya captación no ofrecía gran dificultad, puesto que se llegaba provisionalmente a compensarlos. “Desde el poeta exquisito y católico José Bergamín que, habiendo permanecido toda su vida en el Olimpo, descendió entonces para firmar una petición de muerte contra “los fascistas del POUM” (puede consultarse el folleto “El espionaje en España ‘ con un prólogo de José Bergamín), hasta el más banal y minúsculo periodista, todos los intelectuales se dejaron seducir por la “eficacia “de la política comunista, la aceptaban y eran remunerados” (prefacio de Andrade al libro Los problemas de la revolución española, de Andrés Nin).

Cuando todo se consideraba ya preparado, policía paralela, checas y el terrible Convento de Santa Úrsula, con sus torturas, llegó el día “H” (Largo Caballero había salido ya del gobierno y se había negado a declarar ilegal al POUM). El día 16 de junio de 1937, se procedió a la detención monstruo de militantes del POUM y a la incautación de sus locales. Nin detenido por la mañana por la policía paralela fue conducido a primeras horas de la tarde a Valencia y después conducido a una prisión paralela en Alcalá de Henares, de donde desapareció para siempre. Los dirigentes principales de esta campaña fueron los rusos Ovseenko y Orlov. El Comité Ejecutivo del POUM detenido aquella noche fue trasladado igualmente a Valencia y hubieran podido sufrir la misma suerte de Nin. Después de unos días en Valencia, se recibió la orden en la cárcel de que fueran puestos en libertad y al salir los esperaba la policía estaliniana que los condujo rápidamente a Madrid, donde desaparecieron en una checa. El entonces Ministro de Justicia, Irujo, que confesó que Nin se había escapado de su jurisdicción, prometió bajo su responsabilidad y guardias de asalto a su servicio que el Comité Ejecutivo del POUM volvería a la cárcel del Estado en Valencia, lo que así fue.

Muchos hechos comprueban el dominio del poder ruso y los comunistas. Ante la campaña internacional provocada por la desaparición de Nin, el Gobierno nombró un juez especial para que aclarase lo sucedido. Moreno Leguía, nombrado para esta misión por el Gobierno, no tardó en esclarecer la intervención de algunos policías comunistas, a los que intentó destituir y procesar. Pero Moreno Leguía fue atemorizado con el secuestro de su madre y de su hija que estaban en Madrid y, naturalmente, no tuvo el valor cívico y dimitió de su cargo. Igualmente fue para nosotros muy difícil el encontrar un defensor para los procesados. Felizmente, Vicente Rodríguez Revilla, viejo compañero del Ministerio de Hacienda de Andrade, que ya le había ocultado en su casa durante los hechos de 1934, se prestó a la defensa de todos. Pero estuvo a punto de ser secuestrado, lo que impidieron la FAI y la CNT porque Revilla se prestaba igualmente a ser defensor de alguno de los suyos.

El proceso se celebró en Barcelona en noviembre de 1938. Todos los detalles son conocidos y están publicados. El falso documento por el que se acusaba al POUM de espionaje, fue desechado por su misma incongruencia y falsedad, así como todas las demás acusaciones. Pero lo que no se conoce es el ambiente que los comunistas crearon en aquel momento. Todas las tardes circulaban por Barcelona camiones con pancartas pidiendo la pena de muerte para “los fascistas del POUM’ Los ujieres entraban en la sala con bandejas de cartas de los militantes del frente pidiendo igual castigo. Las declaraciones en favor de los procesados entre las cuales las de Irujo, Largo Caballero, Montseny y otros, hicieron que se llegase a una condena de principio de quince años (no había más remedio que condenar) por el delito de haber querido implantar una sociedad de acuerdo con sus ideales revolucionarios.

Todo esto no es lo realmente trágico, sino los muertos y desaparecidos de esta ignominiosa persecución cuya larga lista podríamos dar. Asesinados en los frentes, en la retaguardia y en los campos de concentración, como el de Omelis de Nagaya, “donde jóvenes poumistas y libertarios fueron fusilados conjuntamente por los verdugos estalinistas” (nota de Andrade). Militantes revolucionarios de todos los países como Landau, Berneri y tantos otros desaparecieron para siempre.
Esta ferocidad llegó al exilio. Si citamos todo esto es pensando en las nuevas generaciones que no vivieron esta época y no podrían de otra manera comprender el estado de espíritu de Andrade en la cárcel de Bergerac al encontrarse solo en un medio hostil rodeado de noventa y tantos presos comunistas. El desenlace que le salvó la vida pudo ser el mismo que el de otro compañero poumista preso en Mauzac, que desapareció al salir en libertad en el momento de la Liberación al ser apresado en su camino de regreso al hogar por un maqui comunista, donde fue muerto y ya no se volvió a saber nada de Juan Farré, militante destacado de Lérida.



 

Recuerdos personales: última prisión. Juan Andrade (febrero a mayo de 1944)

29 de febrero de 1944. Hace cuatro días que me encuentro en esta prisión, y quiero intentar recoger mis impresiones más importantes de cada día. Es decir, quiero expresar lo más destacado de mi estado de espíritu, en los momentos de amargura que estoy seguro he de conocer en este lugar. Mis notas serán quizá frecuentemente tristes y hasta a veces pesimistas Una lectura más reposada quizá me haga arrepentirme y hasta avergonzarme de ciertas expresiones, pero, sin embargo, siempre conservan su valor circunstancial En Montauban, en los primeros días de mi encierro, hice un diario de mi vida y de mis pensamientos. Las primeras páginas tenían un carácter profundamente triste, producidas por el aislamiento infranqueable de la celda y por la ausencia de María. El transcurso del tiempo me hizo ver claro en el porvenir y recobrar la energía de vivir.

Como presiento que esta etapa será también profundamente triste para mi existencia, quiero reflejar mis principales inquietudes para que algún día, si a través de todo lo que todavía me queda por vivir puedo conservar estas páginas, las lea, ya en un clima diferente y con un estado de espíritu optimista Estas notas son el complemento de unas cartas semanales En éstas no expongo mi estado de espíritu (aunque quizá María acierte a adivinarlo), sino los pequeños problemas diarios y cuestiones genéricas.

Estas notas tendrán sobre todo el valor de la espontaneidad y, como quedarán sin retoques, las reacciones de momento contra los hombres, los hechos y las cosas tendrán toda la frescura y sinceridad de un hombre de temperamento tan violento como el mío.

En Montauban, la celda me produjo el efecto de quedar enterrado en vida. Era el aislamiento más completo con el mundo exterior. Tendido en el abrigo que para mí significaba los cuatro muros de la celda, sentía el vacío de María. En aquellos instantes me angustiaba pensar que ella podría seguir una suerte semejante a la mía. Sentía hasta en el fondo del alma la impotencia de mi situación. Nada podía osar, ni intentar hacer.

Mis consideraciones en las notas que a través de los días escribí fueron a veces pesimistas; pero pesimistas con exceso por ser sentimentales. Reflejaba sugestiones egoístas. Pero eran sólo reacciones íntimas como consecuencia de una desesperación momentánea. Mi dolor por la ausencia y por las dificultades en que suponía a María, se reflejaban en explosiones de un cierto egoísmo individual. Naturalmente esta depresión de espíritu desapareció cuando se estableció el equilibrio en mi situación y en la suya. Estaban en juego sentimientos, no consideraciones políticas.

Desgraciadamente, es sobre esta forma donde ahora se reflejarán mis sentimientos y mis conclusiones.

La primera sensación es que me encuentro ante la intuición de que mi vida corre riesgo. No un riesgo inmediato; pero sí un peligro en perspectiva y de momento me siento infinitamente solo, sin un alma a quien confiarme, ni un individuo con quien hablar. Sin embargo, me desenvuelvo en un ambiente completamente político, lo que podríamos llamar revolucionario.

Preveía lo que iba a ocurrir y por eso no acogí con regocijo, ni mucho menos, nuestro traslado a esta prisión. En Mauzac, aparte de unos cuantos días en que la llegada de tres o cuatro funcionarios estalinistas llevó un viento de odio sectario, la atmósfera era respirable. Los estalinistas en una población total de 270 se perdían. Ni eran mayoría ni podían imponer su criterio. Algunos anarquizantes e individualistas ofrecían una especie de oasis, en donde se podía saciar la sed de conversar un poco. La perspectiva de una libertad con hechos violentos como consecuencia de la guerra, no me preocupaba gran cosa. Los comunistas no serían dueños de la situación. Nuestra salida, al menos la de todos los políticos sin excepción, la consideraba asegurada. Encontraríamos para ello un apoyo en los presos militares.

Sabía bien, antes de partir, que en Bergerac, de 107 detenidos, 96 son comunistas. Conozco demasiado bien los procedimientos de éstos para no adivinar por anticipado lo que sucedería aquí. Un agrupamiento muy cerrado de partido, un sectarismo acrecentado por la fuerza del número y la inmunidad. Un boicot, una hostilidad completa hacia mí.

Sabiendo esto, llegué aquí. Antes ya había pasado por una prueba amarga una semana antes de partir; todo el campo conocía los nombres de los que iban a marcharse. Fueron muchos los presos militares que me expresaron sinceramente su sentimiento porque partía. Me pareció palpar que contaba con simpatías.
Los camaradas comunistas se vieron inmediatamente rodeados por los otros. Un recibimiento cordial les acogió a todos. Se formaron grupos para cambiar impresiones. Estalló una charla animosa entre todos. Y en medio del patio, quedé yo solo, completamente solo, como un apestado. Me invadió una melancolía profunda. Las lágrimas se rompían en mis ojos. Aislado, totalmente aislado, como un apestado. Demasiado precipitadamente, rojo también de cólera, llegué a preguntarme: “¿No habré perdido toda mi vida sacrificado durante treinta años a una causa y a unos individuos que no lo merecen?” Conclusión disparatada que enseguida alejé de mi mente. Enseguida también, brotó en mí el recuerdo de Nin. Lo que me conforta y alienta en la tenacidad y el ardor.

Un ambiente similar nos había acogido cuando llegamos a Mauzac. Pero nuestra situación era diferente. Éramos siete camaradas, ya de por sí constituíamos un pequeño grupo para sostenemos y alentamos. Por lo menos tenía con quien comentar.

Pero se produjo el mismo hecho que aquí. Desde nuestra salida de Eysses y en el tren, las relaciones entre todos los estalinistas con nosotros fueron cordiales, reinó durante el viaje una buena camaradería. No podía ser por menos. Aquellos comunistas habían estado en Eysses atemorizados y desmoralizados. Sólo nosotros habíamos mantenido la moral. No podían adoptar ante nosotros, que les conocíamos bien, un gesto feroz de intransigencia.

Inmediatamente que pisaron Mauzac y que supieron que había un buen número de comunistas que daban de comer y que el régimen de la prisión era más liberal, cambiaron de conducta. Su primer abrir de boca fue para comunicar a sus compinches que con ellos iban siete “trotskistas” contrarrevolucionarios del POUM. Y se nos hizo el vacío.

1 de marzo de 1944. Continuaré con la impresión de mi llegada. He Conocido otras veces ese vacío que en torno a mí forman aquellos que nos consideran enemigos políticos. Pero casi siempre es la mera hostilidad de adversarios; no el odio salvaje. Hay siempre una cierta zona de consideración social que no suele olvidarse, y que a pesar de todo hace habitable el mundo. Además, una hostilidad política justificada ni desanima, ni desalienta; fortalece y digámoslo todo: tras la hostilidad del adversario no había hasta ahora en las costumbres políticas la sensación de que ese odio ocultaba el propósito de una eliminación física.

No he temido nunca la muerte, y afrontándola he militado siempre en el movimiento revolucionario. Pero siempre he tenido el sentimiento de que mi vida podía ser útil y de que me rodeaba el estímulo de los camaradas. Jamás me he sentido solo, tan infinitamente solo como en estos momentos.

La propia depresión moral que me produjo la frialdad, qué digo frialdad, la hostilidad con que fui acogido contribuyó más a que me aislase, quedando en aquel patio como un náufrago en la inmensidad del océano. Sentía todas las miradas dirigidas hacia mí, me parecía oír las palabras con que unos a otros se comunicaban quién era yo. No me atrevía a entablar diálogo con nadie, ni acercarme a ningún grupo. Estaba bajo los efectos de una tal coacción moral, que ni siquiera sabía ahora dónde dirigir la vista, ni cómo mover los brazos ni por dónde pasar. Jamás en mi vida he pasado por instantes tan preñados de angustia.

Los temores que ya abrigaba antes de salir de Mauzac, se confirmaron observando esta actitud. Entraba en la etapa más difícil y complicada de mi vida. ¿Cuál será el corolario de todo? ¿Cuál será mi fin en esta prisión?.

Quizás mi estado de espíritu me inclina hacia el pesimismo. En días sucesivos es posible que vayan viendo menos negras las cosas y con mayor esperanza.
Sin embargo ahora mismo, mientras escribo en el comedor, tengo la impresión de como si se me espiara. Cada vez que levanto la vista del papel me tropiezo con la mirada de tres o cuatro, que me doy perfecta cuenta de que me observan. ¿No llegará a intrigarles demasiado lo que yo escribo? ¿No intentarán un día usurparme mis cuadernos? Todo es posible. Pero seguiré escribiendo.

Trato por todos los medios de darles la sensación de una conducta absolutamente correcta. Si me parece que en un grupo próximo a mí se habla de política, procuro alejarme lo más posible para darles a comprender bien terminantemente que me desintereso de todo. Me parece observar siempre recelo y desconfianza.
El caso es que cada vez tengo una sensación más clara de esta tirantez, aumenta en mi espíritu la convicción de una mayor intransigencia política ante ellos. Su conducta me confirma la monstruosidad de sus métodos y corrupciones También la necesidad de combatirlos.

2 de marzo de 1944. Ayer recibí la primera carta de María dirigida ya directamente a Bergerac. La aguardaba con verdadera impaciencia porque preveía que ella se iba a alarmar con mi traslado.

Lo más grave para mí es que ahora me planteo de una manera más constante la misma preocupación que sólo durante algunos días llegué a plantearme en Mauzac. ¿Saldré libre de esta tumba? y la incertidumbre del porvenir comienza a preocuparme Tengo temor de no salir con vida de este encarcelamiento Llego incluso a llegar a representarme cuál puede ser mi situación en el caso cierto del desarrollo de acontecimientos guerreros y políticos importantes.

Este ambiente de reserva y hostilidad se mantiene. Todavía no he logrado entablar diálogo con nadie. Parece que en la prisión precisa uno siempre de un camarada de confianza a quien contar sus penas y hasta leer párrafos de las cartas de la mujer. Cuando se tiene una alegría o una tristeza, parece que siempre hay como una necesidad natural de comunicarlas a otro. Hasta ahora, aparte de los primeros días de régimen celular en Montauban, jamás me había faltado una persona comprensiva a quien comunicar mis impresiones. Siento la magnitud de un peligro en perspectiva, lejano o inmediato.

Este peligro brotó en mí por primera vez en Mauzac cuando, como consecuencia de la llegada de algunos funcionarios estalinistas, un joven que estaba encarcelado por un asunto trotskista me dijo un día: “Desconfía todo lo posible, porque hay gentes que te odian.” Y desde aquel día él rehusó todo encuentro conmigo, como si temiera comprometerse.

Otro día un camarada anarquista, absolutamente leal, me explicó algo más. Me dijo que a él personalmente le habían asegurado que si de Barcelona había logrado escapar, no sucedería lo mismo ahora.

Sé bien lo que significan estas baladronadas. Pero en las circunstancias actuales pueden adquirir una aplicación trágica.

Observo la más enconada hostilidad en todos aquellos que desde el primer momento he comprendido que son los primates del estalinismo en la prisión. Me siento espiado constantemente por ellos. Estoy seguro que no hay un preso que no conozca ya algo en relación conmigo. Los españoles deben ser informadores en esta campaña.

Repito que nunca me he encontrado en una situación tan difícil, tan deprimente. Recuerdo que cuando estuve preso en Madrid, en el Convento de Atocha, durante cinco días me encerraron en una celda con dos fascistas fanáticos; un capitán de infantería y un teniente de guardias de asalto. Durante todo ese tiempo apenas cruzamos palabras y había un verdadero odio recíproco entre ellos y yo. Pertenecíamos a dos mundos diferentes en guerra sangrienta. Este sectarismo entre  verdaderos enemigos de clase, lo comprendo y fortalece el ánimo.

Anoche ocurrió un pequeño incidente. Mis camaradas de habitación tenían el periódico, y uno de ellos comenzó a leerlo en alta voz a todos los otros que formaban grupo en torno suyo. Yo no osé acercarme para oír la lectura. Temía ser indiscreto. Es posible que ellos tampoco me dijeran nada porque creían que era una cosa natural el que yo me acercara sin ser invitado. Es que mi susceptibilidad aumenta a medida que pasa el tiempo.

3 de marzo de 1944. Hoy escribo dos cartas a María. Pero ¡cuántas cosas que desearía decirle tengo que ocultar! y otras que aunque pudiera no las diría. ¿Cómo decirle mi estado de espíritu?

Llevo tres días sin fumar absolutamente nada. Jamás me había ocurrido en Mauzac una cosa igual. Pero allá siempre encontraba alguien que me diera un cigarrillo.
Calculo que hay en la prisión unos 12 ó 14 españoles. Hasta ahora no he logrado entablar diálogo con ninguno. Tampoco me esfuerzo en lograrlo. Tengo la impresión de que procuran no yerme y no seré yo el que vaya a buscarlos. A pesar de su mayor o menor fanatismo estalinista estoy seguro de que no querrán comprometerse hablando conmigo. El “ojo de Moscú” les excomulgará y, lo que es peor, les retirará su protección material.

Es curiosa la cosa. El viernes 25, cuando llegamos aquí, a la media hora de entrar en contacto con los otros, ya sabía yo quién es el “ojo de Moscú”. Y mis observaciones posteriores me han demostrado que estoy en lo cierto. Estos tipos tienen toda una serie de rasgos comunes que es fácil distinguir aunque están mezclados con muchos otros.

4 de marzo de 1944. Mi situación sigue siendo verdaderamente enojosa. Mi estado de ánimo continúa siendo triste.

En mi chambre reina un buen humor juvenil. Sobre todo por las noches se desatan bromas y diversiones. Juegan a los acertijos de palabras, cantan en coro, combaten entre ellos. Yo me acuesto, me cubro la cabeza, les escucho durante un buen rato. A veces no puedo por menos de reírme, y el sueño me vence siempre antes de que ellos terminen. Afortunadamente, a través de toda esta larga etapa de prisiones, nunca he perdido el sueño ni… el apetito. Tengo una gran facilidad para dormir en cualquier circunstancia.

Si las contingencias de la guerra permiten salir a todos en tropel, estoy seguro de que desearán eliminarme. No me importa la muerte en sí; pero sí la manera de morir. Claro está que mi verdadero deseo es vivir, para poder hacer algo positivo en la vida. Tengo ahora más ilusión que nunca. Y espero más de mí mismo.

Pero el sentimiento que sigue prevaleciendo en mí durante estos días es el de la tristeza. Tengo una infinita amargura. ¡Me siento tan enormemente solo! ¡Y tan abandonado de los amigos!

Cuando veo la situación en que aquí me encuentro y este abandono de los camaradas, la desesperación se apodera de mí. Por haber permanecido fiel a mi deber, la hostilidad se ha concentrado contra mí. Sin embargo, aquellos a cuyas concepciones yo creía permanecer leal me han olvidado. No he recibido de ellos ni el más débil aliento. Se manifiesta en todo el miedo o el egoísmo. Pero a nuestro regreso a España no dejarán de gritar presentándose como héroes, y serán ellos los que tendrán razón.

5 de marzo de 1944. Los domingos son siempre para mí días un tanto melancólicos. Hoy domingo, aún más. Es un día frío, triste, desagradable. A las 9 he subido al comedor. Me he colocado al lado de la estufa, que estaba encendida, y he tomado notas de libros que últimamente he leído. Después de comer me he echado un poco a dormir; me he quedado frío, y sigo estándolo y lo estaré hasta que me meta en cama. Cuando estaba dormido me ha despertado la sirena de alerta. Han pasado bastantes aviones y se han oído explosiones y hasta ráfagas de ametralladoras antiaéreas.

Al dar las dos he salido al patio para ver de tomar el sol un poco. Pero éste era muy flojo y desaparecía. Me tocaba mondar las verduras con todos los de mi dormitorio, pero como no tenía navaja, nada he podido. Esto ha contribuido a entristecerme. Me he dirigido a tres pidiéndoles que me prestasen la navaja y me la han negado con pretextos. Esto me ha dado la impresión de confirmar mis sospechas de que se trata de hacerme el vacío a toda costa.

Con frío y con melancolía, he subido al comedor. Hay muy poca gente. La mayoría están en los dormitorios hablando con los camaradas o en el patio. Los presos que hay en el comedor juegan a las cartas o al ajedrez. Yo he traído mis cuadernos para trabajar un poco. Sin embargo, mi estado de ánimo no se presta a nada. ¡Cuánta diferencia con Mauzac! Allí, a estas horas, siempre estaba con los preparativos de la cena o bromeando con los camaradas. Aquí no tengo con quien cruzar la palabra. Es el vacío más completo. Llevo ya cinco días sin fumar absolutamente nada. Pedir, no puedo, y ofrecerme, nadie me ofrece.

Tengo, además, un poco de dolor de cabeza. Es un reflejo del estómago. He comido carne, y cada vez que la como la falta de masticación me produce perturbación de estómago. Es una consecuencia de lo descuidada que he tenido siempre la salud por entregarme enteramente a la lucha.

En esta situación equívoca me doy perfecta cuenta de que mi susceptibilidad es frecuentemente exagerada y me empuja a dar proporciones colosales a gestos o hechos mínimos. A cualquier pequeño incidente trato de darle explicaciones exageradas o sin ninguna relación con el hecho en sí. El dolor de mi situación me impulsa a una sensibilidad casi enfermiza.

No pudiendo hablar, observo. La mayoría de los militantes de aquí tienen un aspecto completamente franco, sincero, entusiasta. La impresión general no puede ser mejor. En principio, están animados de los mejores propósitos y viven completamente ajenos al error en que navegan. Son víctimas de un esquematismo sectario. Odian sinceramente. Se les han enseñado unas reglas, a las cuales se atienen estrictamente para orientarse en su conducta política. El que niega su verdad, que para ellos es una verdad absoluta, es un enemigo sin atenuantes. No tratan de discutir con el adversario para convencerlo, sino de aniquilarlo físicamente porque estiman que la herejía no tiene perdón.

Me impresiona ver el ardor, el fervor de casi todos. Se adivina la honradez de sentimientos Estudian con interés y pasión. Creen orientarse en la ruta justa. Estiman prepararse para ser libres. He conocido muchos así y en nuestros medios abundan. Pero la situación es también propicia en su optimismo. Su entusiasmo no supone ciertamente un gran sacrificio. Les alienta, en primer lugar, la perspectiva de una salida favorable. Se encuentran con un ambiente general propicio. Tienen la simpatía y el aliento de la mayoría de la población. Para muchos sus estudios actuales, su preparación para el futuro no es tanto un bagaje para ofrecerlo al servicio del proletariado y de la libertad económica y política, como una iniciación para hacer una carrera política. El militante comunista destacado no es ya un revolucionario que se sacrifica, sino un político que prepara su ascenso y su progresión en  la escala de autoridades Vienen a aprovecharse de la ruta que otros han abierto sacrificando toda su vida a la revolución. ¡Cuántas aves de paso he conocido a lo largo de mi actuación! Gentes que han sido incapaces de continuar a nuestro lado durante los periodos duros, que han abandonado el movimiento y que en 1936, en el periodo de auge y de potencia del PC han reaparecido para dar lecciones de conducta a diestro y siniestro.

Todavía no sé exactamente cuántos españoles hay. Cálculo que de 12 a 14. Todas pobres gentes que jamás han debido militar antes de 1936. Pero hay un joven que debe ser el exponente político del grupo español No he cruzado todavía Con él la palabra, ni creo que la cruzaré, y no creo equivocarme diciendo que es el tipo perfecto de arribista. Tiene rasgos fisonómicos bastante parecidos a los de Mariano Ballesteros. Creo que en lo moral debe ser bastante semejante a él. Esquiva mi mirada, elude todo contacto y estoy seguro de que es el encargado de alimentar la hostilidad contra mí. Es un pedante integral. Debe haberse erigido en jefazo y teme mis críticas.

Continúa el frío, y tengo las manos heladas. Siento frío en el alma. Be bajado a dar una vuelta por el patio. Solo todo el tiempo. Llegaré a no saber hablar, a fuerza de no utilizar esta facultad. Me sucede, además un fenómeno extraño. Cuando me dirijo a uno, por ejemplo para pedir lumbre, lo hago con tal azoramiento y timidez que no acierto a expresar en francés a fuerza de querer ser correcto en el hablar. Y siempre tengo que repetir la frase.

Como casi todos, no tengo encendedor. Unos a otros se piden lumbre; y hasta en esto estoy cohibido Antes de pedir lumbre, miro a todos los que están fumando y me dirijo siempre a pedirla a aquel que yo supongo que debe ser menos intransigente con respecto a mí. Manías que crea el aislamiento en que me encuentro.

¡Cómo recuerdo otros domingos! No Porque entonces gozase de una situación material mejor, sino por el recuerdo de tardes de agradable camaradería. Respecto a la situación en que me encuentro hoy es algo así como estar enterrado en vida. Es el premio de toda una vida de fidelidad a los ideales, en nombre de los cuales se me quiere sepultar.

En esta situación todo lo veo negro, exagerado. A veces llego a pregunta si no estaré demasiado envejecido. De ánimos me siento extraordinariamente joven, emprendedor. Pero cada día oigo menos, he perdido mucho la memoria, no tengo ni un diente. ¿Seré ya un hombre a jubilar? No; estoy seguro de que cuando salga recobraré todo el vigor que me falta. Creo que lo que me aniquila es precisamente la falta de actividad. Es también esta pasividad la que cultiva mi pesimismo y la que da tiempo a pensar en tonterías. Hago punto por hoy, ante el temor de llegar a consideraciones aún más disparatadas.

8 de marzo de 1944. He dejado pasar tres días sin escribir mis sentimientos.

Llevo algunas noches que duermo mal; muy inquieto. Es consecuencia de un estado exacerbado de nerviosismo. La situación en que me encuentro me afecta mucho moralmente y quebranta mis nervios. Tengo pesadillas fuertes y horrorosas. Ronco muy fuerte, de tal manera que mis compañeros de dormitorio se han creído obligados a despertarme varias veces. Es una cosa que no creo que antes me sucediera. Es un estado de nervios y moral semejante al que antes me invadía cuando las cuestiones políticas interiores me afectaban mucho. Pero entonces tenía siempre como consuelo y escape el poder comunicar mis impresiones a María y encontraba en su opinión y en sus consejos un consuelo y un aliento. Siempre, además, había amigos identificados conmigo que me fortalecían en mi posición. Ahora es completamente diferente el panorama. No tengo absolutamente nadie con quien poder sincerarme. Soy completamente afectivo y me encuentro aislado.

12 de marzo de 1944. He dejado pasar cuatro días sin volver a escribir y hoy, domingo, vuelvo a hacerlo. El comedor está casi vacío. Somos solamente cinco que escribimos. Los demás se encuentran en el patio paseando o jugando al rugby. Cuando he subido, en un rincón se encuentran reunidos una parte de los españoles. Es una reunión política de célula. He procurado sentarme en el lugar más alejado de ellos que he podido. A pesar de ello, hasta mí llegan algunas de las frases que pronuncia el líder. Debe ser una exposición teórica sobre el marxismo. ¡Qué vaciedad y qué de tonterías! Los demás han intervenido después.

A primera vista, por lo que he podido deducir, es una composición extraña la de estos celtíberos estalinianos. Hay dos que hacen de líderes. Uno que debe ser el teórico y otro que parece el político. El discurso ante el grupo ha corrido a cuenta de este último. Un tipo perfecto de atorrante que habla con un desenfado de golfo y que se nota inmediatamente que no tiene nada en común con la clase obrera. Un prototipo de lumpen tan frecuente en los medios estalinistas.

Desde hace tres días me encuentro muy constipado. Anoche me acosté a las seis y tomé dos aspirinas. Hoy me encuentro algo mejor. Ayer tenía miedo de agravarme. Sin embargo, cuando me encuentro un poco febril es cuando más siento la nostalgia del pasado, de una vida civilizada. Es cuando más echo de menos a María. Anoche, antes de dormirme por completo, daba vueltas a recuerdos pasados cuando en circunstancias semejantes de salud me encontraba en mi casa de Madrid. Se presentaban a mi memoria hasta los menores detalles de los cuidados que me dispensaba María. Recordaba cuando yo me quedaba en cama mientras ella trabajaba. Antes me había dejado todos los periódicos para que pudiera leer durante su ausencia. Yo aguardaba impaciente a que fueran las doce y cuarto para verla llegar. A esa hora llamaba ella al timbre de la portería; si no tenía yo mucha fiebre y no estaba muy mal me levantaba a abrirla. En el rellano de la escalera la aguardábamos el “Morito” primero, después la “Puska” y yo. Ella procuraba también traerme siempre alguna de las cosas que sabía que me agradaban. Si era domingo el día que yo me encontraba en cama, entonces acudía siempre algún amigo y pasábamos una buena tarde. En la lejanía del tiempo estos recuerdos siguen todavía latentes en mí.

Han terminado la reunión los españoles y han pasado por delante de mí. Me ha parecido que dos me miraban de una manera odiosa. Es posible que como consecuencia de la propia reunión se hayan exacerbado en su sectarismo, o que hayan hablado contra mí y estos dos hayan ya querido contraer méritos dirigiéndome una mirada enconada; también es posible que yo haya interpretado mal un gesto.

No puedo decir que haya nada nuevo importante que anotar en mi situación, es decir, puedo decir que hasta encuentro que la situación es ahora menos tirante. Es natural y se explica. Durante unos días he sido una “novedad”. Los jefazos al comienzo han descargado sus baterías y las han concentrado contra mí y contra “los traidores trotskistas”, “la quinta columna”, etc., etc. Pero es imposible mantener esta tensión indefinidamente. Llega al cansancio y la preocupación por otras cosas. Como mi actitud es de indiferencia, esto también les desarma.

No obstante sigo encontrándome solo sin tener con quien comentar mis pensamientos y mucho menos mis impresiones. Esto desarma mucho moralmente. Es también embrutecedor. Encontraba más comprensión en Mauzac, por parte de individuos que ni participaban de mis mismas ideas políticas, ni tenían la misma sensibilidad. Tenían un cierto espíritu humano, y esto basta. De Martineto guardo siempre un buen recuerdo.

Además, si bien ha cedido un poco la animosidad, sigue estando latente y puede surgir cualquier día, incluso con más virulencia que antes. Sé bien lo fácilmente sugestionables que son estas gentes y cómo con nada se les inflama a placer. Bastará el más mínimo incidente para que estalle todo el sectarismo oculto. María lo prevé. Nada le he dicho de mis inquietudes actuales —ni siquiera se lo he dado a sospechar— y ella lo vislumbra.

Lo que sigue afectándome profundamente, y esto es lo trágico del estalinismo, es que cada vez que voy conociendo más a los presos con quienes convivo, me doy cuenta de que la mayoría tienen una inmensa buena fe y son enteramente sanos de espíritu. Caminan por la ruta del error, pero con absoluta buena voluntad, incluso los tres que en mi concepto hacen aquí las veces de líderes. Hay un intelectual y dos obreros. El intelectual es un judío, tipo ajeno al proletariado, sectario cien por cien, arribista acabado. Los dos obreros me hacen una impresión magnífica. Tipos de militantes de todo corazón, sencillos y devotos del partido.

Ayer y hoy me encuentro bajo la impresión de dos lecturas: una carta que he recibido ayer de María y una novela, L ‘Ordre de Marcel Arland.

El día 9 fue el tercer aniversario de la primera carta que escribí a María desde Montauban, la primera de mi encarcelamiento, y que María no llegó a recibir hasta un mes después. El 9 de marzo de 1941, conocida mi desaparición, fue el día también en que María se trasladó a Toulouse para hacer investigaciones y presentó una denuncia a la policía por mi desaparición.

María me recuerda en su carta los días de angustia que pasó entonces; me consideraba casi perdido para siempre. Se encontraba ella completamente sola en Barbazan recién llegada y sin amigos. Mientras tanto, en una celda yo me consumía de desesperación pensando en ella y en la tragedia en que la suponía sumida. En nuestra existencia dejarán siempre aquellos días un amargo recuerdo. Con qué congoja me debatía yo en la celda. La suponía perseguida también y quizás encarcelada. Me consumía la tristeza pensando en ella. En el curso de esta etapa tan accidentada que hemos pasado, María ha demostrado verdaderamente un enorme valor. Sin reparo ni timidez, fue capaz de trasladarse a Toulouse, de preguntar por mí en todos los lugares oficiales y de terminar presentando una denuncia por secuestro.
Recuerdo todavía los primeros versos que escribí en Montauban. Es decir, los primeros y los últimos, porque después no he vuelto a escribir más poesías. No rebrota en mí la vena poética. Aquellos los escribí bajo una verdadera fiebre de tristeza y concentrando todo mi pensamiento en nuestro amor. María comprendió en seguida su especial melancolía y acertó a adivinar que sólo la nostalgia me los inspiraba. Bienaventurado el día en que floreando la paz a nuestro lado podamos leerlos para repasar los recuerdos amargos de un periodo en que nuestro amor se fortaleció y se hizo más consciente.

14 de marzo. Dejé el domingo para extenderme sobre otra cuestión en
tomo a la cual también tengo que escribir más, referirme a la novela L´ Ordre de Marcel Arland. Es bien cierto que nada hay menor que
una buena lectura. Durante cuatro días esta excelente novela ha sido
mi mejor compañera.

Hay dos aspectos de ella que son los que principalmente me han impresionado: el amor de los protagonistas y las reacciones temperamentales de él, de Gilbert. Toda la novela transcurre sobre el fondo sereno de una gran pasión amorosa: ese amor silencioso y fiel de Renée, de sacrificio en sacrificio, y siempre incomprendidos tiene una extraordinaria fuerza trágica y humana. Es un amor que a veces no acierta a tomar una expresión definida para mí, pero que está preñado de sentimiento humano. Arland, con un ritmo lento, al estilo de las grandes novelas francesas del siglo XIX, ha desarrollado una epopeya amorosa contemporánea.

La figura de Renée es ingenua, pero completa. Es todo un proceso de resignación de ella al que asistimos. Es su figura de una delicadeza plástica completa. En el transcurso de la acción, hay momentos en que dos palabras suyas cambiarían el curso de los acontecimientos; pero ella no osa pronunciarlas ante el temor de equivocarse. Por otra parte, ella no ha llegado a comprender a Gilbert. Ella le ama y tiene una infinita confianza en él. Acepta todas sus reacciones; pero no se puede decir que las comprenda. Su confianza es tan absoluta que, aunque sintiendo que Gilbert camina hacia el abismo, no tiene suficiente voluntad para desviarle.

Gilbert es una personalidad psicológica no frecuente, pero tampoco excepcional Si me ha interesado su carácter, es porque a través de él he descubierto rasgos semejantes a los míos: la timidez, y su corolario natural la violencia desarticulada, a destiempo. Esa condenación de sí cuando estima que un acto suyo ha hipotecado su independencia. Una gran arbitrariedad de conducta guía su vida. Tiene confianza en sí, pero sin realizar el menor esfuerzo para dar a sus acciones un sentido creador. Ama a Renée con pasión, pero él mismo se crea los motivos para atormentarse constantemente.

16 de marzo. Sin novedad importante. La hostilidad sigue latente Y también, quizás, el propósito de ataque. Naturalmente no pueden por menos a medida que pasa el tiempo de charlar un poco sobre cuestiones políticas. Deliberadamente yo permanezco alejado de toda discusión y hasta del más mínimo comentario. Pero ¡qué bajo nivel el de todos, qué esquematismo sectario, qué limitación de horizontes! Prosperando esta mentalidad, la civilización socialista no ganará nada.

Anoche el literato estaliniano de mi dormitorio comenzó la lectura de una novela que ha escrito sobre la represión. El pobre tipo no tiene la menor sensibilidad literaria, ni el más mínimo rasgo artístico. La novela parece una larga crónica escrita por un reportero de sucesos. Es de una estupidez supina sin ninguna fuerza literaria, ni ninguna emoción. Naturalmente la lectura despertó un gran entusiasmo en todos, que enseguida se desataron en grandes elogios. El autor pidió la opinión a todos, menos a mí. Me hubiera colocado en una situación difícil sin saber qué decirle.
Es curioso: deben tener un poco el concepto de que yo soy un ignorante o por lo menos un poco imbécil. El hecho de que no hable a la perfección el francés les da un tanto la impresión de inferioridad.

Hablan ahora algunas noches un poco de política. Se expresan con una admiración beata sobre las cosas del partido y sobre sus jefes e intelectuales simpatizantes. Es un sectarismo tan cerrado y tan estéril que mete miedo. Llega uno a la conclusión de que nuestras mentalidades son completa ente diferentes Y que un abismo “las separa”.
¡Y las cosas que dicen sobre la URSS! Uno dijo anoche —el mismo que sin haber leído a Malraux le cree el mejor escritor francés— “En Rusia es imposible el espionaje, cuando los trotskistas han querido levantar la cabeza se les ha barrido.” Yo estuve por haberle preguntado. ¿Tú sabes lo qué es el trotskismo? Pero esto hubiera supuesto establecer una batalla y yo estoy decidido a realizar todos los esfuerzos posibles por mantenerme neutral. En el concepto de -ese desgraciado, los trotskistas son meramente espías. Sería imposible convencerle de su error. Es lo que le han inculcado.

Sigo sin tener posibilidad de entablar diálogo con nadie. La cuestión me afecta sólo moralmente y porque a veces se siente la necesidad de charlar un poco, de cambiar impresiones. Prácticamente, no me preocupa porque entretengo bien el tiempo. Tengo muchas cosas que leer y escribir, y las horas pasan rápidamente. Es decir, casi desearía que el día tuviera más horas para poder trabajar mejor. Es este ambiente de tirantez lo que más me afecta.

18 de marzo. Ayer he recibido una carta de María, que me ha afectado, no por lo que ella diga concretamente, sino por lo que yo creo adivinar.

Olivé le ha escrito diciéndole que yo me encuentro muy bien de salud e incluso más joven. Es cierto que estoy mejor que nunca y que incluso no he envejecido mucho. Debe ser una consecuencia de la vida de reposo que para mí supone la cárcel y de los cuidados alimentarios que siempre me ha prodigado María.

Pero aprovechando esta impresión que la da un amigo con respecto a mí, ella agrega que le ocurre todo lo contrario, que ha envejecido mucho, pero mucho, agrega. Dice que todo el mundo le dice lo mismo. Una cosa semejante me lo ha escrito ya dos o tres veces más.

Tengo la seguridad de que a las pocas semanas de terminada esta pesadilla volverá a ser otra. Recuerdo cuando volví a encontrarla en la estación de Tours el día 11 de julio de 1940. Me quedé sorprendido de verla tan cambiada, tan delgada, ¡qué impresión me produjo verla salir por la puerta de la estación! Tan pobrecita vestida y con aquel pequeño cestito por todo equipaje. Yo estaba acostumbrado a verla siempre bien vestida, y sobre todo muy bien calzada. Daba la impresión de haber caído en una gran pobreza. Yo estaba profundamente impresionado. Cuando subimos y nos sentamos en el auto, ella se echó a llorar con el más grande sentimiento con que jamás la he visto. Solamente los dos días que pasamos allí en Tours, ya la cambiaron mucho, y los días de París la transformaron radicalmente. ¡Qué contenta estaba hasta que estalló la guerra! Me acuerdo perfectamente de qué manera conocimos la declaración de guerra. Eran las 7 de la mañana y yo llegaba de Chartres muy contento porque había logrado mi legalización. Ella estaba fregando el suelo de la habitación. Se puso muy contenta. De repente, la radio nos dio la noticia de que el ejército alemán había invadido Polonia; toda nuestra alegría anterior se convirtió en tristeza. Comprendimos que comenzaba otra odisea. Así ha sido. Desde entonces no hemos tenido ni un momento de tranquilidad. Todo ha conspirado contra nosotros. Como diría la canción, “la felicidad florecerá en la paz”. Conoceremos todavía años de felicidad, de una felicidad mucho más consciente que en el pasado.

Anoche fue bombardeado el polvorín de Bergerac, a eso de las once; yo estaba profundamente dormido. Me desperté porque mis compañeros de dormitorio se levantaron todos para ver lo que pasaba. Se divisaban los aviones, y los ruidos y los comentarios en alta voz terminaron por despertarme. Yo permanecí todo el tiempo acostado. No puede calcularse cuántos aparatos había; pero por el ruido se comprende que eran bastantes. Durante más de un cuarto de hora estuvieron volando por encima de Bergerac. Se oían perfectamente sus motores y estuvieron más de un cuarto de hora sólo volando y sin tirar una bomba.

Después comenzaron a lanzar bengalas, y tras cada bengala se oía el estallido de una bomba. Hubo tres cuya detonación se oyó muy fuerte. Inmediatamente después de una, se oyó incluso la caída de cristales rotos. El estallido hizo vibrar un poco el edificio de la prisión. (Después nos hemos enterado de que en los dormitorios de arriba se han roto los cristales y que en otro un pedazo de techo se ha venido a tierra.) Al surgir este estallido teníamos la impresión de que la bomba había caído cerca.

En vista de que los compañeros de encima del nuestro se habían vestido como previsión, unos camaradas de dormitorio también decidieron todos vestirse para estar preparados. Yo continué en la cama. La mayoría estaban bajo los efectos de un gran nerviosismo, porque son varios los que jamás habían presenciado un bombardeo. Han confesado después casi todos que han pasado miedo. Yo, no. No quiero con esto decir que yo sea más valiente que el resto. No, sencillamente creo que la explicación estriba en que yo soy un tanto fatalista. Creo que lo que debe suceder sucede. Me he insensibilizado ante la idea de la muerte. Pero casi todos los otros están un tanto atemorizados. Se han sorprendido de que inmediatamente de terminado el bombardeo yo estuviera ya roncando. La mayoría han dicho que apenas han podido dormir.

Sin embargo, el bombardeo de anoche parece que sólo ha originado dos muertes, de dos guardianes de allí. Todas las bombas han caído completamente dentro del polvorín y han arrasado todo. Ninguna bomba ha caído fuera de la fábrica. Se comprende ahora por qué estuvieron volando durante más de un cuarto de hora sin arrojar bombas. Querían asegurarse de que las arrojaban sobre objetivos precisos. Lo han hecho de una manera que pudiéramos llamar humana. Todo es relativo.

Pensando en estas cosas, se siente la brutalidad de la guerra. Esta barbarie, este salvajismo no tiene nombre. Hacen vivir a pobres gentes bajo el terror constante; es una de las manifestaciones de la civilización.

Es hoy un espléndido domingo de sol. Voy ahora a bajar un rato al patio a tomar el sol y a ver cómo, al igual que todos los domingos, juegan al rugby.

Desde mañana voy a cambiar mis costumbres durante el día, porque comienza a hacer buen tiempo. Hasta hoy, estando en el dormitorio leía y durante las horas que estamos abiertos salía al comedor para escribir. Ahora escribiré de 12 a 2 y después de 6 a 8 y leeré el resto del tiempo en el patio, tomando el sol. Así aprovecharé el sol, que fortalece bastante físicamente. Quiero conservar la forma para cuando salga.

21 de marzo. He pasado una noche muy inquieto, y todavía estoy bajo los efectos de esta inquietud. Desde el jueves no he recibido ninguna carta de María.

Es en estas circunstancias también cuando echo de menos un camarada de confianza con el cual poder cambiar impresiones y encontrar un poco de confortamiento. No tengo a quien confiar mis inquietudes. Anoche, cuando entré en el dormitorio me acosté enseguida. Cuando estoy nervioso o inquieto, parece que acostándome me siento más tranquilo porque es una manera más eficaz de aislarme y concentrarme en mis pensamientos. Pero con esta preocupación he tenido un sueño intranquilo.

Nada más levantarme he salido a dar un paseo por el patio para distraerme. Son las nueve y media y me he puesto a escribir estas notas.

¡Ay! respiro un poco. He sido llamado para recoger un colis. Este colis salió el sábado. Por lo tanto hasta dicho día nada de anormal le había sucedido a María. Puede que todo se reduzca a un retraso más del correo. De todas maneras no me queda más que aguardar a las cinco y cuarto, la hora del correo.
Ha llegado la hora del correo y me han entregado dos cartas, del jueves y del sábado.
Me incluye María en la suya del sábado una tarjeta de Miss Wicke. Ella habla de Dino (Ignazio Silone) y de su posible evolución. Otro día comentaré este caso que es revelador de un estado de espíritu que puede convertirse en muy peligroso.

23 de marzo. Nada de nuevo en mi situación. La frialdad de todos respecto a mí sigue siendo la misma. Pero cuando se habitúa uno, se llega a olvidar incluso la hostilidad que nos rodea. Con los compañeros de dormitorio puedo hablar sobre cuestiones generales. Sin embargo, yo procuro hablar lo menos posible. Es la mejor manera de evitar todo roce.

En su tarjeta Miss Wicke deja entender que es muy posible que Dino evolucione hacia el cristianismo Ella lo dice a título confidencial  agregando que después de su última novela (debe ser Pan y Vino), sobre todo en la edición italiana que es posterior a la alemana, ya veía una cierta tendencia en este sentido. Es cierto que me produjo una extraña impresión la lectura de Pan y Vino. Hay como protagonista un cura revestido de todas las virtudes y de un misticismo muy acentuado. Yo no comprendí entonces qué finalidad perseguía con la idealización de este cura. Puede que ahora, si se confirma su conversión, tengamos la explicación.

Con él serían tres los casos, que yo recuerdo ahora, que partiendo de nuestro campo pasan a la religión, a la fe: Henriette Roland Holst, Charles Plisnier (que al final de Faux passeports parece hacer una declaración de vuelta a Dios) y Dino. Son espíritus ultra sensibles, casi enfermizos, en los que una desilusión quebranta toda su alma. La crisis del movimiento revolucionario y los métodos que en él prosperan les han desencantado No acertando a superar la crisis, no teniendo suficiente fuerza de ánimo para reemprender la marcha, se deciden por la religión resolviendo así todos los problemas que se ofrecen a su duda.

No comprendo esta manera de evolucionar. Creer en lo que no puede creerse, revela debilidad de alma y cobardía de espíritu. Comprendería más la evolución en un sentido individualista, de desinterés por la colectividad. Pero por la religión, jamás
En fin, a pesar de todo, Dino será siempre para mí un gran amigo. Además sé bien que su evolución, si se confirma, es una evolución sincera, honrada. Dino siempre me ha dado la impresión de un místico, Y siempre ha sido un poeta. Pero yo quisiera poder conversar largamente con él para conocer de qué manera se ha operado la evolución en él.

Es muy posible que se hayan producido muchos cambios en sentidos completamente diferentes y contradictorios entre los amigos y conocidos; el fin de la guerra nos reservará sorpresas, Cuando se haga el recuento, no sé si volveremos a encontramos muchos en la misma posición. Y continúo al pie del cañón, a pesar de que habrá muy pocos que puedan presentar una hoja de servicios preñada de sacrificios como la mía. Para mí, la lucha es el mejor aliciente.

24 de marzo. María me ha incluido también una carta de Quiqui (Quique Rodríguez). Es interesante por lo que en ella deja entender. Pienso hacer lo posible por contestarle.

Quizás al final de la guerra y a nuestro retomo a España se pueda
hacer allí algo positivo. Sin embargo, tengo mis dudas. La experiencia
ha sido demasiado amarga y desconsoladora para que yo abrigue esperanzas No obstante, hay que intentarlo. Puede ocurrir que encontremos el medio de entendernos.    Nuestro partido está pleno de gentes de buena fe y de un sincero idealismo. Les inutiliza meramente el tener una concepción demasiado limitada de todo. Es posible que esto se corrija Todo dependerá en gran parte de la posición que adopte Kim (Maurín). Éste es el que verdaderamente puede decidir en uno u otro sentido.
Veremos en qué sentido ha evolucionado.

He intentado nuevamente escribir alguna poesía; pero no lo logro.
No acierto. Y es verdaderamente curioso con la facilidad que me salieron las que escribí en Montauban, que fueron también las primeras de mi vida. A partir de entonces, imposible de terminar una. María ha acertado a explicar por qué. Entonces atravesaba el periodo más triste de mi vida. Para sentirme poeta, necesito estar triste; casi inconsolable. Prefiero no estar triste, aunque “sufra” mi calidad de poeta.

No obstante, ahora a las preocupaciones que tenía se agrega otra.
Tengo la impresión, por las últimas cartas de María, de que su situación económica debe ser bastante apurada. Es mucho el gasto que mis colis la originan Menos mal que tengo la impresión de que la guerra no puede durar mucho. La situación de Alemania es muy difícil, a deducir por las noticias que aquí recibimos. El desembarco, el tan anunciado y esperado desembarco, no creo que se haga esperar mucho.

Ahora todos los días se lee el periódico en común. Siempre antes
de comenzar la lectura, si no me acerco al grupo, ellos mismos me llaman Están bastante correctos conmigo; pero es una corrección fría y llena de reservas.

26 de marzo. Hoy es domingo. Un domingo espléndido de sol. Escribo a la una, antes de salir al patio. Esta tarde no pienso ir al comedor a
leer. Quiero pasarla en el patio tomando baños de sol. Ayer me he pesado: 70.5 Kg. (a María le digo que 73 Kg.); en un mes he ganado dos kilos y medio.

Me doy cuenta de que poco a poco me alejo del objetivo que tenía al comienzo de escribir estas notas. Ahora escribo todas mis impresiones, constituyendo así este cuaderno una especie de diario. Forzosamente tenía que ocurrir. Pero, sin embargo, cuando lo pienso me doy perfecta cuenta de que la situación no ha cambiado. Únicamente no es tan fuerte la tirantez aparente porque todo cansa.

Nada que anotar, sino que ha hecho un día espléndido de sol para haber paseado con María. Pero tengo que resignarme a tomar el sol en el patio de la prisión. Hoy, por primera vez, lo he tomado con el cuerpo desnudo, es decir, un verdadero baño de sol. Procuraré seguir haciendo lo mismo todos los días. Es posible que sea muy bueno para la salud y mi aspiración es salir lo más fuerte posible de esta prisión.

29 de marzo. He pasado por la biblioteca para cambiar los libros. Ninguna facilidad. Observo una resistencia pasiva a darme satisfacción. Los mejores libros de la biblioteca los vengo pidiendo sistemáticamente desde hace un mes. No logro tener ninguno. Siempre están en lectura. Siempre hay obstáculos para poder complacerme. Hoy me he retirado asqueado, pensando no acudir más en busca de libros; pero después he pensado que proceder así sería cometer una tontería. Dado que no dispongo de otros libros, no tengo más remedio que acudir a la biblioteca, si no quiero morirme de aburrimiento. La conducta a seguir por mi parte es la de no darme por enterado y despreciarles olímpicamente. En la biblioteca trabajan un joven estalinista, profundamente antipático y con todas las maneras de un pequeño burgués, y también el “ojo de Moscú”.

¡Qué osada es la ignorancia! Constantemente observo en mi dormitorio cómo individuos de una supina ignorancia se permiten opinar sobre todo lo divino y humano. Lo más estupendo es que hacen semblante de despreciarme juzgándome un ignorante que no está a la altura de ellos. Estoy convencido de que me tienen casi por un majadero. Así es de grande su estupidez.

En cambio vengo observando que cada vez que en el comedor está el “ojo de Moscú”, cuando yo levanto los ojos siempre me encuentro con su mirada. Esto indica que siempre está en plan de observador.

Naturalmente no es mucho lo que puede encontrar de nuevo. Pero es profundamente desagradable sentirse siempre espiado.

2 de abril. Hoy domingo, como de costumbre, quiero extenderme un poco más en estas notas. Los domingos, por acordarme más del pasado y porque ahora no sé por qué me siento más triste que los otros días, tengo necesidad de encerrarme en la intimidad de estas notas.

Hace dos días que me ha ocurrido un incidente que ha venido a confirmar una vez más todas las sospechas y temores que tengo. Un joven guardián de la prisión (que, por cierto, sabe español y hacía la censura de las cartas españolas) pasó al patio a despedirse porque ha presentado la dimisión del cargo – Estaba bastante borracho. Dio la mano y abrazó muy cordialmente a todos. No sé si con cordialidad afectiva o derivada del exceso de vino. Yo estaba sentado cuando llegó delante de donde me encontraba; dio la mano a los que estaban a mi lado. Me la tendió a mí también y yo hice el mismo movimiento que él, pero cuando ya íbamos a estrecharnos las manos él retiró la suya y me dijo: “A ti como hay que hacerte, ¿así (y puso el brazo con el puño cerrado a la manera comunista) o así?” (y puso el brazo a la manera fascista). Yo le dije: “Yo soy un revolucionario”. El agregó: “Espero que volverás a ser un hombre”. No sabía, evidentemente, muy bien lo que decía porque estaba completamente borracho. Pero esto ocurrió delante de las filas comunistas y varios de ellos se quedaron un poco perplejos. Uno que estaba a mi lado, y que es del mismo dormitorio que yo, me dijo: “Está borracho”.

El hecho es típicamente revelador del ambiente que se me ha hecho aquí. Se trata de un guardián ante el cual yo creía haber pasado completamente desapercibido y hasta hubiera creído que no sabía ni mi nombre. Un tipo perfecto de sujeto sin oficio ni beneficio como lo indica el hecho de haber aterrizado en el mundo como guardia de prisión. Tipo capaz de todo, pero que en estos tiempos navega con la corriente. Le han debido explicar que yo soy de la “quinta columna”, un fascista, un trotskista, etc. Puede que incluso lo haya creído todo. Estoy seguro de que los que le han calentado los cascos contra mí son los dos españoles que hacen de cabecillas políticos y teóricos del grupo español. Estos se creen obligados a recargar las tintas contra mí para de esta manera valorizarse ellos más. La cosa es clara y evidente.

Una campaña similar se ha debido hacer contra mí cerca de todos los detenidos, que también de buena fe es posible que crean una parte, por lo menos, de lo que se han encargado de inventar. Distingo muy bien la táctica de aislamiento que conmigo se persigue. Como ya he dicho otros días, aparentemente, si no tuviera yo experiencia, creería que esta hostilidad se dulcifica; pero sé bien que no es así. En el fondo subsiste siempre una atmósfera cargada de electricidad.

Revelador es también el hecho de que son precisamente los españoles los que más rehuyen el cruzar la palabra conmigo. Observo en el patio que cuando por cualquier circunstancia fortuita se encuentran un momento al lado mío y se aperciben de ello, inmediatamente se separan. Hay que compadecerles En el fondo, son unos desgraciados. Ni mentalidad, ni espíritu de revolucionarios tienen. La revolución les ha arrastrado a la emigración (seguramente casi todos podían haberse quedado en España, sin riesgo alguno) y ahora aquí se mantienen en los medios comunistas como única forma de vida. Aquí tienen que mostrarse como muy disciplinados y ortodoxos, para que sigan echándoles de comer.

En cambio, los de mi dormitorio cada día están menos fríos conmigo. Me hablan más frecuentemente y siempre tienen la amabilidad de invitarme a escuchar la lectura del periódico Afortunadamente conozco las noticias al día, que es una de las cosas que más me interesa. Pero a pesar de todo, yo no me engaño sobre el verdadero estado de espíritu de todos ellos.

Sigo sin sentirme seguro. Para mí siempre es una incógnita el mañana, es decir, cómo terminaré esta larga etapa de sufrimientos morales y materiales. Nunca he sido excesivamente pesimista y casi siempre he tenido bastante confianza en mi buena estrella. Nunca me creí en peligro, ni en Barcelona, ni en Madrid, ni en Valencia. Pero ahora las circunstancias son completamente diferentes En esta ratonera estoy a merced de lo que quieran hacer de mí.

Con todo y apreciar mucho la vida, no es la sensación de peligro, lo que me deprime. Es la injusticia, la monstruosidad que supone la situación en que se me quiere colocar. Treinta y dos años al servicio del proletariado, pasando todo género de calamidades y sacrificios, para que ahora, con una facilidad asombrosa, se me quiera presentar como un enemigo de la clase obrera. Es lo infernal de estos métodos, de este sistema de combate lo que me descorona y me aterra al pensar en la degeneración en que se ha caído.

Algunas veces me pongo mentalmente a hacer un estudio psicológico de ciertos militantes de aquí. Se observa en seguida que no están vinculados a las tradiciones del movimiento revolucionario. Son militantes de 1938 y todo lo más de 1936. Nada conocen del pasado, es decir, nada conocen de una manera auténtica. Todo se les ha explicado falsamente y todo lo han creído. No tienen mala fe, sino una extraordinaria credulidad y poco afán de conocer la verdad. Los Verdaderos responsables son los estafadores políticos que les han engañado.

Cuando me ocurre una cosa como el incidente del guardián, me desespero de indignación. Hubiera saltado a su cuello para estrangularle. ¿Pero qué hubiera adelantado? Esta mentalidad es necesario combatirla políticamente Lo que quisiera impedir es el caer en un estado de Postración cuando sucede un hecho así. Me duele el comprobar a qué estado de cosas hemos llegado.

Hoy me he puesto a leer una novela. Hay en ella dibujos, sin ningún valor especial, pero que representan pequeñas casas en medio del campo. Es la vida de un pueblo y los dibujos representan motivos con relación a las costumbres campestres Hay una casa modesta, con una gran habitación a la entrada, a manera de recibimiento. Durante Unos momentos, distraídamente, me he quedado contemplándola y como si estuviera en sueños me he puesto a pensar lo bien que estaría yo allí, retirado del mundanal ruido y de las intrigas, en compañía de María. Pienso a veces muy intensamente en que un día nos retiremos a vivir modestamente en el campo. Siento nostalgia de la tranquilidad.

Sin embargo, dudo que en el futuro quede inactivo. El odio contra toda injusticia es tan fuerte en mí, que no puedo por menos de combatir.

Lo más interesante es que yo no creo que haya guerra para mucho tiempo. Los alemanes no podrán resistir mucho dado el ritmo a que avanzan los rusos, que se encuentran ya en Estonia, Letonia, Polonia, Rumania y puede que también en Hungría. Si los angloamericanos desembarcan pronto, yo creo que la guerra es sólo cuestión de semanas.

Esta noche a las dos de la mañana una fuerte explosión nos ha despertado a todos. Después hemos visto que se elevaban grandes llamas, que iluminaban el cielo. Ha sonado la sirena, pero no la de Bergerac, sino una más lejana. Por lo visto ha Volado lo que quedaba del polvorín. Pero no sé si ha sido una bomba o un acto de sabotaje.

Sigo también preocupado por la situación económica de María. A pesar de que ella trata de tranquilarme, yo sé bien leer entre líneas sus cartas. El único consuelo que tengo es creer que la guerra no puede durar mucho.

Todos están en el patio, porque hoy han organizado una “prueba” atlética, consistente en diversos ejercicios. Yo me he refugiado en el comedor donde estoy solo. Terminada esta nota bajaré al patio a pasear un poco hasta la hora de cenar. Tomaré también una aspirina porque tengo un dolor de cabeza que va en aumento. Es como siempre, un reflejo del estómago, que ahora, como mastico muy mal, va peor.

5 de abril. Nada de interés a anotar. Se rompe cada vez más el hielo que me separaba de mis compañeros de dormitorio. Hay dos o tres, precisamente los que son mejores militantes y más fanatizados, que son excelentes personas, de un gran espíritu de generosidad y compañerismo. Anoche estuvimos un poco hablando sobre la economía francesa. Yo les expliqué un poco la vida de miserias en que se desenvuelve el obrero en España y cómo el obrero francés vive muy bien en relación con el español.

He decidido escribir todas las semanas a María una carta en español y otra en francés. Con la primera, en español, quiero irle expresando la parte de mis pensamientos y sentimientos que pueda. Me gustaría poder escribirle ampliamente, sin limitación, como se hace en España. Así podría hacerle una especie de diario. Ahora tengo siempre muchos proyectos de cosas a escribir; pero no escribo todo lo que verdaderamente podría. El no tener la seguridad de que no se perderá; el temor a que todo se pierda o tenga que destruirlo como ya me ha sucedido bastantes veces desde 1936, hace que tenga cierta pereza de escribir. Hace más de un mes que he comenzado a tomar notas para una obra que quisiera hacer sobre la crisis moral del socialismo. Apenas he escrito ocho páginas. Ahora pienso también intentar algunas poesías; pero no creo lograrlo porque no estoy inspirado.

Anoche ha sonado la alerta a las 11 y ha durado hasta las 2 1/2. Hemos sentido pasar olas y olas de aviones durante dos horas y media. Se oía perfectamente el ruido de los motores. Pero no lanzaron ninguna bomba. Bergerac no era su objetivo esta vez.

Es terrible observar el pánico que les invade a algunos, que no pueden ocultarlo y que se manifiesta por un gran nerviosismo. Casi la mitad del dormitorio no había asistido nunca a un bombardeo. Y los más desgraciados son los que tienen más miedo a la muerte.

Yo me desperté un momento cuando sonó la alerta. No sé por qué asociación de ideas me puse a pensar en las pobres mujeres que tengan tres o cuatro hijos pequeños; los momentos de angustia que deben pasar al sonar las sirenas, sobre todo porque parece que no hay en Bergerac refugios que merezcan el nombre de tales. Es verdaderamente cruel y bárbara la guerra.

7 de abril. Sigue transcurriendo sin ninguna novedad mi vida aquí. Únicamente que ahora tengo más ocasión de entablar diálogo con mis compañeros de dormitorio. Anoche estuve hablando bastante tiempo sobre temas literarios. Pero quiero reducir al mínimo estos diálogos, no vayan a creer que quiero entrometerme. Ya de por sí mi carácter es reservado y mucho más lo soy cuando estoy seguro de que no se me aprecia.

Lo que sigue preocupándome es la situación económica de María, pues tengo la impresión de que es muy mala, aunque me dice siempre que no. Pero se expresa de una manera optimista para que yo no me preocupe. Temo que no tenga nada de dinero como reserva y que un día pueda caer enferma. Claro está que en último extremo todavía tiene bastante ropa mía buena que podía vender.
Después de casi tres semanas de muy buen sol, el día de hoy es sombrío y hasta un poco frío. Hoy siento intensamente la nostalgia de la libertad. Se me hace la prisión casi insoportable. Siento la necesidad del aire libre, de ver el campo más que la ciudad. Si estuviera en libertad, junto a María, es posible que a estas horas estuviéramos juntos paseando por Barbazan y sus alrededores. Tengo ganas de ver el campo, de coger una rama y de ir caminando jugando con ella. En el futuro apreciaré el campo mucho más que en el pasado.

Con frecuencia, desde que estoy encarcelado, he pensado que quizás he pasado por la vida un tanto inconscientemente sin apreciar lo que ella tiene de agradable, las alegrías que nos proporciona. Mi infancia y mi juventud han sido infinitamente tristes, de privaciones y miserias. He pasado toda la juventud desenvolviéndome en un medio económico de más miseria que el de muchos obreros. Hasta que me he casado, casi puedo decir que no he sabido lo que era comer ciertos platos. Mi juventud la he pasado metido en bibliotecas, en reuniones políticas, en actividades revolucionarias. Ni siquiera he llegado a gustar de la belleza de la naturaleza.

Hoy hay gran trasiego de limpieza en toda la prisión. Está anunciada la visita del general. Pero ya tengo experiencia, por lo que en Mauzac ocurría, de lo que son estas visitas anunciadas. Nadie le ve, no entra en los dormitorios y se limita a visitar la cocina y probar la sopa.

9 de abril. Sigo sintiendo los domingos la necesidad de refugiarme en el comedor para escribir algunas líneas en este cuaderno. Este domingo con más razón porque hace frío y hasta llueve. Pero, en realidad, tengo poco que agregar y me pongo a escribir ya bastante tarde. He estado escribiendo un poco para el libro que algún día quiero escribir sobre la crisis moral del socialismo. Hay días que uno se siente confiado en el trabajo. Hoy es uno de esos días para mí.

He escrito aproximadamente cuatro páginas y me siento satisfecho. Creo que puedo hacer un libro interesante. Ahora no hago más que sintetizar las ideas generales en pocas palabras, para después desarrollarlas detenidamente. Tendré que consultar bastantes libros, porque me gustaría hacer el libro lo más escrupulosamente posible. Creo que el tema es nuevo y que dará lugar a muchas críticas. Puede que haya muchos, de los que prácticamente están más próximos a mí, que se alcen contra las ideas que exponga. Pero no me importará, porque creo que ciertas cosas ha llegado el momento de decirlas descaradamente.
Hoy es un día de euforia literaria para mí. He pensado en otros trabajos que quisiera hacer al salir en libertad y los veo tan fáciles y claros de desarrollar que tengo esperanza en la labor literaria que en el futuro puedo llevar a cabo. Cada día me arrepiento más de haber perdido en el pasado el tiempo de la manera que lo he perdido. Podía hoy día tener en mi haber unos cuantos libros escritos. Me ha absorbido demasiado el “trabajo práctico” de partido.

Con respecto a mi situación general aquí en la prisión, nada nuevo. Ahora, naturalmente, es poco lo que tengo a señalar cada día. Mis compañeros de dormitorio charlan cada vez más conmigo. Ayer me han consultado mi opinión sobre diversos autores extranjeros modernos, incluso con uno de ellos he cambiado impresiones sobre los delegados franceses que se adhirieron a la conferencia de Kienthal. Yo creo que hasta ahora no se habían dado cuenta de que yo soy una persona que ha leído un poco.

María ha pasado unos días de trabajo intensísimo (es posible que haya pasado la noche sin dormir) para poder dar curso a todos los encargos que tenía para hoy. En Barbazan lucirán hoy algunas personas los vestidos que ella les ha hecho. Mientras María estará rendida de fatiga.

¿Qué hará ella a estas horas? Es posible que se haya echado a dormir un poco. Es posible que haya aprovechado el día para hacer una limpieza general y poner en orden su habitación. Puede también que haya sido invitada a comer en alguna casa amiga. Desde luego, estoy seguro que pensará en mí con la misma intensidad que yo pienso en ella. ¡Qué alegría poder pasear juntos! Pero la verdad es que seguimos separados y temo que todavía estemos así bastante tiempo a pesar de que las noticias que hay de la guerra no pueden ser mejores.

Hay días que la prisión pesa terriblemente Hoy es uno de ellos, a pesar de que, por otra parte, estoy contento conmigo mismo por los proyectos literarios que tengo en perspectiva. Pero tengo unas ganas infinitas de estar con María. Estas condiciones de aislamiento en que me encuentro me abruman terriblemente. Eso de no tener nadie con quien confiarse, a quien hablar con confianza y con un poco de intimidad desconsuela terriblemente. Pero no hay más remedio que soportarlo.

Desde anteayer no he fumado. Y estaré aún una semana entera sin fumar. Noto un poco la falta; pero no me desespero mucho. Ya estoy habituado a todo. Hasta es posible que decida dejar de fumar.

Me han avisado para recoger un colis. Me he quedado asombrado porque hoy es día de fiesta y no hay ni colis, ni correo. Era un pequeño colis-Express, con una lata de bonito, un pedazo de longaniza, otro de jamón y aproximadamente 1/4 de higos. María está pendiente de todo. Seguramente me ha enviado este colis-Express para que pueda hacer un extraordinario el domingo de Pascua.

13 de abril. Poco, poquísimo a señalar. Es decir, sí, algo importante. Llevo ocho días casi sin fumar. Hasta pasado mañana no nos darán otra vez el tabaco. No hay más remedio que aguardar. Menos mal que ayer y anteayer he fumado tres pitillos cada día y hoy dos. Me los ha dado un vagabundo que hay en mi dormitorio, que fue conmigo de Eysses a Mauzac y que ha venido de allí a aquí también en mi compañía. Le doy casi todos los días alguna pequeña cosa de comer y, agradecido, estos días me ha procurado algún pitillo. No sé de dónde los habrá sacado.

No creo haber consignado ya que una de las cosas que más me violenta es cuando por la mañana temprano entra en nuestro dormitorio alguno que no pertenece a él. A la manera francesa da la mano a todos; pero se detiene en cuanto llega a mí. La cosa ha sido aún más desagradable ayer. A última hora antes de encerrarnos, vinieron a despedirse dos que esta mañana temprano han partido para un campo. También a la manera francesa besaron y abrazaron a todos; claro está, cuando llegaron a mí pasaron de largo, sin ni siquiera decirme adiós.

En el fondo me importan poco gentes así y la opinión política que puedan tener sobre mí la desprecio. Pero en este ambiente de convivencia íntima en que estamos obligados a vivir, esta conducta resulta enojosa. Sin embargo no hay otra táctica que armarse de paciencia y aguardar a que los acontecimientos se desarrollen. Todavía estoy llamado a ver muchas cosas.

Por otra parte, mis compañeros de dormitorio están cada día más amables conmigo e incluso siguen consultándome sobre cuestiones literarias. Están casi hasta afectuosos. Veremos cómo evoluciona esto.

Hoy estoy contento porque en la carta de María que recibí ayer, me da a entender que los amigos del Viejo [Trotsky] se ocupan un poco de mí, que incluso la han dado trescientos francos. Este dinero tiene para mí un gran aliciente moral.
Espero espaciar más estas notas porque tengo poco que decir y el papel escasea. Puede que me limite a escribir los domingos un resumen de toda la semana.

16 de abril. Otro domingo a pasar en prisión. ¿Todavía cuántos? Hoy estoy contento por lo siguiente: ayer me dijo el teniente que, dado que escribo todos los viernes dos cartas a mi mujer, que si quiero puedo escribir una el martes y otra el viernes. Esto es excelente para mí porque así María podrá tener noticias mías más frecuentes. Le escribiré los martes en francés y los viernes en español.

Pero hoy también me he enterado de otra cosa que demuestra cómo no me olvidan y con la saña que desean proceder en todo lo que a mí se refiera. Con el único que yo suelo hablar un poco aquí es con un francés que ha sido comunista, pero que desde hace años es sólo pacifista y que no tiene nada que ver con la política ni le preocupa gran cosa. Si yo hablo con él, y él conmigo, seguramente es porque de todos los presos que hay aquí es el que posee una mayor cultura general y siempre hablamos sobre los libros.

Pues bien: Me he enterado que el que hace de lidercillo estalinista español había comenzado a hacer propaganda para que nadie hablase con él porque es amigo de Andrade “un trotskista enemigo de la clase obrera”. Esto indica hasta dónde le lleva el fanatismo a esta gente. Pero revela de una manera terminante lo que sabía y he ido consignando en estas páginas: que se ocupan bastante de mí y que han acordado declararme el más absoluto boicot. Han debido dar órdenes terminantes de que ningún afiliado me dirija la palabra. Había notado esto ya en general con respecto a todos y en especial a los españoles. Ahora me explico más esto último, porque se ve que el encargado de mantener el fuego sagrado contra mí es el tal Vicente Gómez. No hablando con ellos, desde el punto de vista práctico no pierdo gran cosa porque nada tengo que aprender de ellos, que ni siquiera tienen una mentalidad proletaria y ni están ligados al pasado de la organización obrera española.

Por lo único que me preocupo es por lo que este odio pueda tener de repercusión el día en que los acontecimientos políticos nos den la oportunidad de salir de la prisión.

Quiero vivir porque tengo gran ilusión en escribir ciertos trabajos. Y, finalmente, porque esta tendencia monstruosa es necesario combatirla, y yo estoy resueltamente dispuesto a hacerlo.

De momento, todo esto me produce sólo un cierto dolor moral y pena. Dolor, porque no es nada grato cuando he consagrado toda mi vida a la clase obrera, cuando no tengo más ilusión que sacrificarme por ella, yerme acusado de ser su enemigo. Pena, por darme cuenta &j la monstruosidad moral en que ha caído el estalinismo.
Por lo que a mis compañeros de dormitorio se refiere, cada día están más afectuosos conmigo, sobre todo aquellos en los que yo creo ver mejores cualidades políticas y morales, y que son también los más sectarios. En sus relaciones conmigo, sin embargo, son completamente correctos. No obstante, sé que si les dan una orden contra mí la cumplirán sin titubear. Es así de grande su sectarismo.

Es una de las mayores crisis de tabaco que los presos han conocido aquí. Nos dieron 40 gramos el 31 de marzo. Estamos a 16 de abril y se ha retrasado la nueva entrega. Naturalmente, desde hace varios días ya nadie tiene tabaco. Sin embargo yo fumo todos los días algún pitillo. El vagabundo a quien protejo un poco, me los proporciona.

Hoy es un día de lluvia. Día triste. No tengo ganas de hacer nada. Ni siquiera de extenderme más en estas notas.

23 de abril. Desde el último domingo hasta hoy, también domingo, no he vuelto a recoger aquí mis impresiones diarias. En primer lugar, no siempre hay muchas cosas que anotar. Por otra parte, hay que economizar el papel. Pero sobre todo, cada día tengo más dudas de que estas notas llegue algún día a poderlas sacar de la prisión. Es más, esta pasada semana durante dos veces he estado a punto de romperlas. He pasado por momentos de inquietud, desesperanza y pesimismo.

Quién iba a decirme hace tres años que iba a ver con inquietud el fin de la guerra. Sólo recuerdo haber pasado por un decaimiento de ánimo otra vez: al principio de la guerra entre Rusia y Alemania, en que los alemanes avanzaban rápidamente por Rusia. Entonces, en mi celda de Montauban, sin tener noticias concretas, lo veía todo completamente negro; creía que la barbarie fascista podía vencer. Pero después, día a día, he ido inflamándome de entusiasmo a cada victoria. La alegría que me producía en Eysses cada victoria era infinita. Y lo mismo en Mauzac y mucho más aquí en que cada derrota fascista avanza el final de la guerra. Pero es ahora también, ante una posible próxima salida y ante la composición política de la prisión, cuando surgen en mí temores sobre mi propia suerte.

Sinceramente, puedo decir que no tengo gran apego a la vida, no me importaría morir si fuera yo solo. ¡He visto tanto ya! He llegado a tener un concepto no muy elevado sobre el hombre en general. Hay muy pocos a los que verdaderamente se pueda considerar hombres con una personalidad propia. Hay mucha cobardía y mucho espíritu de adaptación cobarde.

Es posible, quiero repetirlo, que mi aislamiento me incline hacia un fuerte pesimismo que no esté justificado. Me alegraría que fuera así. Es también posible que en el último momento cada uno se ocupe sólo de sí. Tengo la experiencia de España.
Mientras escribía, una fuertísima explosión ha sacudido terriblemente toda la prisión. Parece que es una bomba que ha estallado en algún sitio a algunos centenares de metros de la prisión. El ruido ha sido tremendo. Todos nos hemos levantado precipitadamente sin acertar a comprender lo que había pasado. Inmediatamente hemos observado una densísima nube de humo que se elevaba alta hacia el cielo. Es la hora de la sopa de la tarde y hasta mañana seguramente no tendremos una versión exacta de lo sucedido.

Ha sido la semana en que moralmente me he sentido más inquieto. No sé si por exagerada interpretación mía o porque el estado de mi ánimo responde efectivamente a una realidad. No he podido por menos de pensar y repensar sobre el verdadero estado de mi situación. Mi aislamiento es completo. He podido observar que el español que parece haberse impuesto la tarea de calumniarme y desacreditarme está pendiente de mi más pequeño gesto. Cuando por casualidad, aunque procuro evitarle, paso por su lado, me parece observar en él una mirada de odio profundo. Algo que para mí es completamente incomprensible.

Esta situación me desmoraliza sobre todo por lo que tiene de terriblemente monstruosa. Que el fanatismo, que el militantismo lleve a semejantes monstruosidades es algo que demuestra una profunda degeneración en los sentimientos. En muchos, esta mentalidad es producto de una creencia, de un error sincero. Llegan a creer que aquel que discrepa no puede tener jamás buenas intenciones. Le adjudican toda clase de infamias e identifican la discrepancia con la traición. Es decir, no tratan de convencer sino de aniquilar físicamente al discrepante. Claro está que hay otros que conocen bien la verdad pero que en los discrepantes ven un peligro para el desarrollo de su carrera política y odian con el odio más feroz, como el que defiende una presa que se les quiere arrebatar.

Siempre surge para mí en estos momentos la misma pregunta: ¿Cómo terminará la guerra para mí? ¿Llegaré a salir con vida de la prisión? ¿Lograré volver a España? ¿Volveré a ver a María?

Pienso también intensamente estos días en lo durísimas que van a ser las luchas políticas de la postguerra. No tendrán punto de comparación con las que siguieron a la guerra de 1914- 1918. Ahora son completamente diferentes los factores políticos en presencia. Yo estoy convencido de que las luchas de la postguerra revestirán un carácter de violencia extremada.

Ha hecho un día magnífico de sol; desnudo, he estado una hora y media tomando el sol en el patio. Me he llevado un libro en español, de Lope de Vega, para leer; pero no he leído nada. Me he puesto a darle vueltas a la cabeza con mil pensamientos e ideas. Ahora, no sé si será un comienzo de enajenación, tengo una gran facilidad para soñar despierto, completamente despierto comienzo a forzar sueños en los que veo cómo se van realizando ideas y proyectos. A veces paso hasta media hora sin darme cuenta de nada en absoluto de lo que me rodea, viendo en sueños cómo se realiza algún acontecimiento o alguna idea. Esto sí que es soñar despierto.

30 de abril. Domingo y último día de mes. Mañana comienza mayo, mes de las flores. Mañana, también la jornada de los trabajadores. Esta fecha me recuerda otras pasadas, transcurridas también en la cárcel, pero en condiciones y con un estado de espíritu profundamente diferente. Entonces, por lo menos, estaba rodeado de camaradas, estimado por ellos, y en manera alguna abrigaba mi espíritu las inquietudes que ahora atravieso, ni era yo tratado como un perro por aquellos precisamente que dicen luchar en principio por la misma causa que yo.

Y esto viene a propósito de un pequeño incidente sin gran trascendencia, pero, como siempre aquí, preñado de significación. He estado tomando el sol y para echarme por tierra he puesto el capote. Cuando me he levantado, como el capote se había manchado de polvo y tierra, me he alejado un poco de donde estaban los demás y lo he sacudido. Ha sido poquísimo el polvo que ha desprendido y he hecho la operación bastante distante de donde había gente. Pero a pesar de esto, ha sido un pretexto para que dos o tres protestasen diciendo que les echaba el polvo a ellos. Me he limitado a mirarlos lleno de cólera y desprecio y después me he venido al dormitorio para escribir estas notas. Es mi consuelo.

El otro día aprovecharon una ocasión para atacar groseramente al pacifista francés, que es el único que habla conmigo. Dos veces le han ofendido. No deben perdonar el que ose dirigirme la palabra. El odio lo llevan a estos extremos. Sería pueril sino fuera monstruoso.

Si no tengo incidentes es a consecuencia de que no puedo hacer una vida más recatada que la que hago. Procuro mantenerme a distancia de todos. No hablo con nadie.

Afortunadamente, con los de mi celda puedo todavía hablar algo. Si les pido algún pequeño favor no me lo niegan, claro está que yo procuro pedirles los menos posibles. Pero puedo decir que son absolutamente correctos conmigo. Hay uno, escritor proletario, que incluso tiene la amabilidad de pedir libros para que yo pueda leerlos. Otro, el más interesante políticamente, habla conmigo bastante cordialmente sobre todas las cuestiones. Sé el valor que esto tiene.

Hasta en el menor detalle observo este desprecio contra mí. En la barbería a casi todos, cuando se afeitan, les dan dos pasadas. A mí sólo una, y de cualquier manera. Y el que me afeita es un español. Un desgraciado que en su vida ha debido militar en el movimiento obrero y que ahora contrae méritos. Parecido al español que hay en mi dormitorio.

Hoy veía hojear y hojear el diccionario a mi compañero español de dormitorio. Después se ha decidido a venir a mí para preguntarme qué quería decir unas seguida de cinco o, porque no la encontraba en el diccionario. Yo no entendía lo que quería decir. Le he dicho que me lo mostrara. Era un cuento de Alarcón, un párrafo que decía: “Sooooo.”, dijo el carretero a la mula. Este “¡Sooooo!” era la palabra que él no encontraba en el diccionario. Claro está que esto no le impide el evitar en todo lo posible el hablar conmigo.

Lo más triste es que “entre ellos” reina un buen humor constante que me agrada y del que quisiera también ser partícipe. Si aquí hubiera un grupo de camaradas míos, no echaría mucho de menos mis periodos de prisión en España.

Mis compañeros de dormitorio están constantemente de broma entre ellos. Se dedican a “vidarse”, y algunas veces hay durante dos o tres días una gran algarabía en el dormitorio. El jueves organizaron en el patio un combate de boxeo. Todo lo prepararon muy bien. Uno hacía de médico con un botiquín; otro de Prefecto y otro de Subprefecto, con sombreros de copa de cartón; otros de comandante y capitán muy bien disfrazados; otro de cameraman; otro de periodista. Hicieron un micrófono de cartón con el cual uno hacía de locutor e iba dando las noticias. Antes de empezar, un marsellés, que, por cierto, canta muy bien, cantó una canción frívola. Estaba toda la prisión en el patio y los vigilantes también. A mediados del combate llegó también el teniente quien dijo que los que se habían disfrazado de comandante y capitán debían quitarse el “uniforme” como así lo hicieron. Los boxeadores fueron dos muchachos franceses, que, aunque no muy duchos en este deporte, no quedaron mal del todo. Yo me coloqué en el sitio más disimulado y desde allí presencié todo. Pasé, a pesar de todo, un buen rato.

Llevo cuatro días con fuerte dolor de cabeza. Anteayer tomé dos aspirinas, ayer tres y hoy ya llevo tomadas dos. Este dolor de cabeza es a consecuencia del estómago. No digiero bien y esto me perturba el estómago. Y el dolor de cabeza me inutiliza para trabajar.

Anoche a eso de la una dieron la alarma de aviones. Pero no fue la sirena, sino las campanas de la iglesia. El vigilante de la guardia vino a la puerta a decirnos que nos preparásemos, pues habían tocado alarma. Yo me desperté un momento cuando el vigilante golpeó la puerta y me dormí enseguida. Ni siquiera of sonar las campanas, ni al principio ni al final. Según parece la radio inglesa ha dicho que la aviación bombardearía mucho durante estos tres días la región en que se encuentra Bergerac.
Ahora, en este momento, son aproximadamente las siete de la tarde. El sol entra todavía a raudales en nuestro dormitorio. Un día espléndido para pasear con María. Cuatro compañeros juegan al bridge y los otros están en charla animada. Yo estoy sólo con mi nostalgia. Y lo peor es que tengo que tomar otra aspirina, porque el dolor de cabeza persiste.

Hoy me he puesto a corregir mis recuerdos de infancia y juventud que comencé a escribir en Montauban y que no terminé. Ante la perspectiva de que no pudiera sacarlos de la prisión, decidí no continuar escribiéndolos. Y ahora lo siento. Pero voy a ver si tengo ánimos para corregirlos y terminarlos de escribir. Es posible que algún día pueda ofrecérselos a María.

Es posible que mañana escriba mis impresiones del primero de Mayo.
¡Ah! se me olvidaba: ayer me he pesado: 71 Kg. 500. De Mauzac aquí he ganado tres kilos, pero en Eysses llegué a pesar 75.

1 de mayo. No puedo por menos de recordar la significación que esta fecha ha tenido en otras épocas de mi vida. Echando un cálculo, aunque no muy preciso porque la memoria no me responde exactamente, calculó que, aproximadamente, con éste son diecisiete los primeros de mayo que he pasado en prisión. Es casi un récord. Desde luego ninguno de mis compañeros de prisión, que me estiman un contrarrevolucionario y un enemigo de la clase obrera, podrán alegar en su haber ni la mitad de primeros de mayo encarcelados.

A pesar de todo, no he podido por menos de sentir cierta nostalgia en el día de hoy. Nostalgia mayor al sentirme solo y no tener ni siquiera con quien poder hacer comentarios sobre el pasado, el presente y el futuro; además, como si esto fuera poco, sigo con un fuerte dolor de cabeza, incluso después de haber tomado ya dos aspirinas.

Naturalmente, nada especial se ha podido observar que haya denotado que hoy ha sido el 19 de Mayo. A excepción de que los vigilantes han hecho fiesta, de que hemos comido media hora antes como los domingos y que no ha habido correspondencia, ni colis (colillas). Es decir, hasta me he visto privado del único aliciente que tengo aquí: las cartas diarias de María. Mañana es posible que reciba dos o tres.

Una grata noticia nos han dado a última hora, que habrá que aguardar a mañana a ver si se confirma: que Franco y el resto del gobierno español han presentado la dimisión. El hecho es trascendental. Si la nueva se confirma, veremos quiénes son los nuevos gobernantes. Puede que sea una sorpresa. Es casi seguro que si el hecho es cierto, quede inmediatamente suspendida la correspondencia entre España y Francia y viceversa. Veremos.

Claro está, los comunistas han celebrado a su modo esta fecha. A las siete se han reunido en un rincón todos ellos. Uno ha dado una pequeña charla sobre el origen del 19 de Mayo y sobre su desarrollo en Francia en distintas épocas. No he podido oír nada porque hablaba muy bajo y porque yo estaba entretenido corrigiendo el cuaderno en que he escrito mis recuerdos de infancia y juventud.

Después de la charla, han cerrado las ventanas y, todos juntos, en voz baja, han cantado el himno del 19 de Mayo. Pero faltaba la emoción. Todo lo hacen de una manera rutinaria. Es para ellos una obligación a realizar y es todo. La espontaneidad y el sentimiento no se manifiestan nunca libremente en sus actos. Lo ordenan los dirigentes, y es todo.

Les he oído hablar sobre sus recuerdos de otros 1º de Mayo. Todos sus recuerdos están asociados a la gran comida que hacían todos ese día y a lo que se divertían. En cambio, mis recuerdos están asociados a cosas más serias: la prisión y la lucha. Recuerdo el 1º de Mayo de 1920, cuando ante la estatua de Castelar trataba de subir a la tradicional tribuna erigida por los socialistas para hablar a la manifestación y me dieron una puñalada que, afortunadamente, no tuvo más consecuencia que hacerme una cortadura en la chaqueta. Fue el primer año en el que el Partido Comunista se manifestó cómo tal, y se me dio a mí el encargo de hablar en su nombre. ¡Tiempos ya muy lejanos!

Como final a la nota de este día, se me ocurre preguntar: ¿Qué será de mí el 19 de Mayo de 1945? A esto sí que es difícil contestar. Ni siquiera puedo hacer un pronóstico.

7 de mayo. Nada especial tengo que registrar; pero no quiero dejar pasar este domingo sin escribir unas líneas. Es como una manera de aislarme y de entregarme a mis propios pensamientos. Después de unos días de espléndido sol, completamente primaverales, hoy casi ha hecho frío. Día triste. Claro está que, por lo menos lo he pasado tranquilo, gracias a que ayer tuve dos cartas de María.

Los últimos bombardeos han debido destruir algún puente de la ruta de Barbazan hasta aquí, y el correo llega con bastante retraso – Es una cosa que sucederá con frecuencia en lo sucesivo. Me temo que como final de todo este calvario de más de tres años, estemos sin noticias mutuas durante algunas semanas y hasta puede que meses, debido a las contingencias de la guerra. Hay que estar preparado para todo.

Desde hace algunos días he comenzado a corregir los cuadernos con mis memorias que había escrito en Montauban y que estaba convencido de que nunca lograría sacarlas. Quiero terminarlas. Veremos si tengo paciencia para ello. Creo que sí, porque quiero ofrecérselas a María como un recuerdo de estos tiempos de separación. Pensando en ella los ha escrito y pensando en ella procuraré terminarlos. Debo hacer constar lo fundamentalmente diferentes que son las circunstancias en que dejé de escribir dichos recuerdos con las actuales. Suspendí su redacción los primeros días de la guerra Germano -Soviética.

Todo era entonces negro. Los alemanes avanzaban rápidamente y parecía que el fascismo iba a comerse el mundo. Ahora este peligro ha desaparecido y se presentan nuevas perspectivas.

Sin embargo, quiero destacar un hecho. En aquellos días trágicos de julio de 1941, me encontraba yo en Montauban en la celda 50, con dos dirigentes del PC Austríaco. Estaban completamente aplanados y no veían salida alguna a la situación. Hasta comenzaban a renegar de Stalin y de toda su política, sobre todo del pacto germano -soviético. Era yo el que les animaba y razonaba diciéndoles que era absolutamente imposible que la barbarie fascista ganase el mundo.

La noticia que nos dieron el día 1 de que Franco y todo el gobierno español habían dimitido, no se ha confirmado. Yo creo que ha debido haber algún cambio de Gobierno; pero los periódicos no han dicho nada. Es posible que hayan entrado algunos ministros monárquicos Lo que sí es cierto es que Franco ha firmado un acuerdo con los angloamericanos, que Berlín ha calificado de traición. Ahora Franco tratará de hacer un poco de política angloamericana para ver si salva un poco. Pero no le salvará ni la madre que le parió.

30 de mayo. He dejado pasar casi un mes sin escribir nada en este cuaderno. Es que, realmente, nada nuevo ha ocurrido o que, por lo menos, valga la pena de registrarse.

La situación con respecto a mí parece que ha mejorado. No siento una hostilidad tan pronunciada. Quizás es que ya me he acostumbrado a ella y por eso me parece ahora menor, o que al comienzo de mi estancia aquí he exagerado un poco las cosas a consecuencia de mi estado de nerviosismo De todas maneras lo cierto es que me encuentro más tranquilo.

He organizado un poco mi vida diaria en la prisión, ahora que los días son más largos; leo y escribo mucho. Incluso he comenzado a repasar el inglés. Hacía mucho tiempo que no leía nada en este idioma. Además, acostumbrado a leer casi exclusivamente revistas y periódicos políticos, mi vocabulario es demasiado limitado. Quiero ampliarlo y eso es lo que vengo haciendo desde hace años y continuaré así como en clase. A ver si llego a dominar el inglés bien literariamente.

Por otra parte me he puesto a continuar las memorias de mi vida que había comenzado en la Maison d’Arrét de Montauban. He escrito ya bastantes nuevas páginas a un ritmo aproximado de tres diarias. Ya llevaré escritas unas 160 páginas como ésta.

No creo que nunca se publiquen estas memorias pues están escritas sin orden ni concierto y ni siquiera las he releído.

Por cierto, que ayer he terminado de leer el tomo de las memorias de Poincaré que se titula La invasión y que se refiere a la guerra de 1914-1918. Ahora, mientras vivimos en medio de esta inmensa e infernal guerra, es curioso recordar ciertos aspectos de la otra. El libro está verdaderamente bien escrito y resulta atractivo por su precisión y falta de grandes divagaciones. Hay gran diferencia con las memorias de Cailaux, que son flojísimas. Caillaux no ha tenido talento para sacar partido de los acontecimientos tan importantes de la política francesa en que había tomado parte.

Un diario en que se registren todos los días los hechos y acontecimientos que uno vive en la perspectiva histórica adquieren una importancia relevante. Si yo hubiera escrito a través de mi vida un diario, hoy tendría un gran valor para que se pudiera reconstruir la historia del movimiento de estos últimos treinta años. Claro está, que aunque lo hubiera hecho no lo habría salvado. Ni siquiera estoy seguro de poder salvar esto. Además, un diario como el que yo podría haber hecho siempre resulta comprometedor guardarlo por los hechos que explica si se quiere que sea un fiel eco de toda la vida y actividad del que lo escribe. Sin embargo, en el futuro procuraré hacer todo lo posible por escribir un diario.

Parece que estamos como dicen los periodistas “en vísperas de trascendentales acontecimientos” Todo el mundo espera para en breves días el desembarco. Claro está que ya hace mucho tiempo que se viene diciendo lo mismo. Pero ahora hay hechos que parecen indicar que la fecha se acerca: el bombardeo continúo de casi toda Francia estos últimos días. Entre ayer y anteayer ha habido más de 2000 muertos en las poblaciones bombardeadas: Lyon, Saint-Etienne, Marsella, Niza, Nimes, Dijon, etc. Esto no puede interpretarse más que como preparativos del desembarco. Si no sería criminal ensañarse de esa manera contra la pobre gente. Además, en Italia los angloamericanos han avanzado bastante en los últimos días y yo creo que en la próxima semana es muy posible que entren en Roma. Sobre el frente ruso hay una gran quietud, pero yo creo que esto quiere meramente decir que los soviéticos están preparando una fuerte ofensiva, quizás conjugada con el desembarco en Francia.

Voy a entrar en el periodo más lleno de incógnitas desde que me encuentro en prisión. En primer lugar preveo que, aunque las cosas se desarrollen de una manera muy favorable para mí, estaré cortado de toda relación con María. Por lo menos algunos días. El desembarco originará una desorganización total de todas las comunicaciones Que- daré cortado de ella, que es lo más grave que me puede llegar.
¿Después? ¿Qué suerte correré? ¿Cómo y cuándo saldré de la prisión? ¿Cómo podré llegar a reunirme con María? Todas éstas son incógnitas a las que es dificilísimo dar una respuesta. Es posible que todo vaya sobre ruedas, porque la experiencia ha venido demostrándome que en los momentos más graves y peligrosos es cuando yo tengo más suerte. Me aprietan, pero no me ahogan.

Lo que es cierto es que vamos a llegar al momento cumbre de la guerra. Ahora afrontaré la situación con bastante más calma y serenidad que pensaba en un principio al llegar aquí. Esto es ya bastante. No creo que tenga que temer mucho de mis compañeros. Naturalmente también puede ocurrir que a última hora se enardezcan. Yo sé bien que hay tres o cuatro que guardan un odio africano contra mí. Pero no creo que ni siquiera ni sepan aprovecharse de las circunstancias. No están muy seguros de su posición, ni quieren tampoco comprometerse.
Y cierro este cuaderno, que tiene un acento triste y melancólico.


 

Apéndice (María Teresa García Banús)

Posiblemente a últimos de junio o primeros de julio, Andrade se dio cuenta de que sus compañeros de dormitorio comunistas estaban preparando algo muy importante. Cuchicheaban continuamente y en el dormitorio había una gran actividad. Recogían y limpiaban sus efectos personales, recosían las alpargatas. Todo ello muy en secreto, lo que hacía suponer que preparaban un golpe. En efecto, unas noches después se oyeron voces por los pasillos y pasos precipitados por toda la prisión. Había entrado en la cárcel un “maquis” comunista de los montes de la cercanía que venía a liberar a sus compañeros. Los recién llegados, que abrazaban con alegría a los presos, se precipitaron después violentamente sobre Andrade y lo condujeron a una celda donde quedó encerrado con otros tres presos comunes y el camarada pacifista que había sido su compañero y único amigo en Bergerac. Fue una evasión bien preparada conjunta de presos y vigilantes. Después del alboroto de la partida, todo quedó en un profundo silencio. Los encerrados se dieron cuenta de que todo el mundo había huido y de que la cárcel estaba vacía. Había que salir del encierro. Los presos comunes, que eran jóvenes, abrieron un agujero en el techo de la celda y salieron prometiendo volver a liberarles inmediatamente. Tardaron algún tiempo porque antes habían pasado por la despensa y la bodega. Cuando les abrieron pudieron comprobar que la cárcel estaba vacía y las puertas abiertas de par en par. Fue una fuga magníficamente organizada porque toda aquella columna de hombres del “maquis” presos y vigilantes tuvo que atravesar Bergerac antes de salir al campo con la ciudad completamente ocupada por los alemanes. Andrade y su amigo sabían que no podían salir sin saber dónde ir y sin que los cogieran los alemanes, por lo que se quedaron en espera de los acontecimientos. Efectivamente, por la mañana muy temprano llegaron los soldados alemanes que, inmediatamente, investigaron lo ocurrido y reorganizaron el servicio de la cárcel.

No tardó mucho en tener lugar el desembarco de las fuerzas aliadas en las costas francesas. Ante la violencia de los combates, los alemanes se fueron retirando de los departamentos del sur de Francia y Bergerac fue liberada. Ante el desconcierto general, la falta de comunicaciones y de reorganización de los organismos oficiales centrales, los comunistas se apoderaron en Bergerac de todos los servicios de orden, ayuntamiento y demás organismos, todo quedó bajo su control. Andrade continuó en la cárcel, pues no podía ponerse en manos de los nuevos dueños de la ciudad. Se quedó en la prisión y poco después tuvo lugar su rocambolesca liberación.


 

La liberación de Juan Andrade
Wilebaldo Solano

[… )

El 19 de julio de 1944, el grupo “Norte del Lot NP 1 “unidad de guerrillas de las F.F.I., ocupó el presidio de Eysses y liberó a todos los presos políticos que quedaban. Solano era el único poumista del grupo liberado.

Cuando Solano se encontró en el “maquis” con numerosos españoles y comprobó que éstos, bajo la presión del Partido Comunista, tendían a agruparse en la organización denominada “Guerrilleros españoles’ que trataba de imponerse por todos los medios al conjunto de la emigración, comprendió que era necesario defenderse. Aprovechando las amistades que había contraído en el presidio de Eysses con dirigentes de la Resistencia francesa y de acuerdo con algunos valiosos militantes de la CNT, se fijaron como objetivo constituir una unidad española autónoma.
Una vez lograda la autorización de los dirigentes militares de la resistencia, Solano y el grupo de españoles de «Norte del Lot NP 1” comenzaron a organizarlo que poco después se llamó el ‘Batallón Libertad” en Villeneuve-sur-Lot, ciudad del departamento del Lot y Garonne donde se encontraba justamente el presidio de Eysses. Era agosto de 1944, después de la liberación de Agen y cuando las tropas alemanas se iban replegando hacia Royan y la Punta de Graves.

A Vllleneuve-sur-Lot comenzaron a afluir numerosos combatientes españoles que habían abandonado pequeñas unidades de “Guerrilleros Españoles” o que habían solicitado la transferencia de los grupos franceses a la unidad española en formación. Algunos de los primeros facilitaron importantes informaciones sobre el régimen interno de los grupos de guerrillas controlados por el PC francés o de las formaciones de “Guerrilleros españoles” Así llegó hasta nosotros la noticia de que ciertos españoles antifranquistas estaban detenidos o habían sido objeto de represalias por parte de los dirigentes estalinistas. El grupo organizador del “Batallón Libertad”, que había procurado ya armas a los dirigentes de la CNT y de la UGT de Toulouse para que se protegieran frente a las tentativas de intimidación o de agresión del Partido Comunista español, decidió acudir en socorro de todos los militantes que pudieran encontrarse en situaciones difíciles.

Supimos muy pronto que Juan Farré Gassó, dirigente del POUM, había sido detenido por un grupo de “Guerrilleros Españoles” tras su liberación del campo de Mauzac. Pero, desgraciadamente, no nos dieron las informaciones necesarias para poder intervenir eficazmente en su favor. Semanas después supimos que habla sido asesinado.

En el caso de Juan Andrade, uno de los principales dirigentes del POUM, las cosas se desarrollaron de otra forma. En cuanto supimos que se encontraba en la prisión de Bergerac, ciudad del departamento de la Dordoña, donde le habían dejado tras la liberación de los demás presos políticos, temimos por su vida (Bergerac estaba controlada por un Comité de liberación en el que predominaban los estalinistas). Tras reunir los informes que el caso requería, decidimos enviar un comando para liberarle. Este comando quedó formado por dos militantes de la CNT con fuerte experiencia militar, dos oficiales de prisiones que pertenecían a la resistencia francesa y a los que conocíamos desde los tiempos de nuestro encarcelamiento en Eysses, y Solano. […j El comando, decidido a operar deprisa y a evitar las sorpresas, se presentó directamente en la cárcel de Bergerac. El encuentro de Andrade con Solano fue particularmente emocionante. Andrade se hizo cargo en seguida de la situación cuando Solano le explicó el plan. Pero advirtió que la cosa resultaría difícil porque los estalinistas franceses controlaban la ciudad, en la que por otra parte había bastantes comunistas españoles.

El director de la cárcel, bien dispuesto en principio, vaciló en el último momento y dijo que no podía decidir sin consultar al Comité de liberación de Bergerac. Nosotros nos ofrecimos para hacer la consulta inmediatamente y salimos con Andrade… sin que nadie se opusiera. Subimos al coche y nos dirigimos a la subprefectura, sede del Comité de liberación. Andrade se quedó dentro del coche, con el chofer y Solano, ambos armados con metralletas. Un militante de la CNT y un oficial de prisiones iniciaron la negociación. Por suerte, los miembros del Comité de liberación eran franceses y no tenían una idea muy clara de lo que representaba realmente Andrade. Tras una fuerte discusión, la audacia del cenetista y el aplomo del oficial de prisiones (había tomado la precaución de ponerse el uniforme y llevaba un brazalete FF1), que dijo que, en última instancia, él trasladaba un preso a Villeneuve-sur-Lot y que allí decidiría el Comité de liberación sobre su caso, nos dieron la autorización para salir de Bergerac. Dos miembros de un grupo FTP (organización militar comunista) se acercaron mientras tanto al coche para preguntar de dónde veníamos. Andrade permaneció silencioso y Solano les explicó que éramos miembros de las guerrillas del Lot y Garonne, que dependíamos del mando regional de Toulouse y que nos estaban preparando para ir a la región de Royan, donde las tropas nazis resistían todavía, Los “negociadores” bajaron de la subprefectura y nos dijeron “hay que marcharse sin más espera“.

Por lo que pudiera pasar, sacamos las metralletas por las ven tanillas. Hasta el último momento nos temíamos que apareciera un coche con miembros del FTP y nos dijeran que no podíamos llevarnos al “preso”.

Entre Bergerac y Villeneuve-sur-Lot hay unos 70 kilómetros. La primera parte del viaje se nos hizo interminable. Nos paramos a unos 24 kilómetros de Villeneuve al objeto de descansar y tomar algo. ¡Estábamos ya en nuestro sector militar! Comenzamos a respirar y a bromear. Uno de los oficiales de prisiones, (el que había llevado la “negociación” en subprefectura) le dijo, muy serio, a Andrade: “Usted no puede hablar porque está preso”. Nos echamos todos a reír y agradecimos al oficial su lealtad y la camaradería que nos había demostrado. La llegada a Villeneuve-sur-Lot fue para todos un acontecimiento. Todos los miembros del batallón en formación se sentían tan orgullosos de lo sucedido como de los golpes de mano contra las tropas nazis semanas atrás. Para Andrade, era, al fin, la liberación tras tres años y medio de prisión. Dos días después, se reunía en Toulouse con su compañera, María Teresa García Banús, que había pasado tan largo periodo en “residencia vigilada” en Barbazan, muy cerca de la frontera española.

NOTA.

El comando que liberó a Juan Andrade de la cárcel de Bergerac realizó la evasión con gran acierto. Unos cuatro días después de que Andrade se hubiera reunido conmigo en Barbazan, recibí una carta inquietante del amigo pacifista que se había quedado libre en Bergerac en espera de que se reanudasen las comunicaciones para volver a París. En ella me decía que hiciera todas las gestiones posibles para averiguar el paradero de Andrade porque en Bergerac corría el rumor de que el comando español que le había sacado de la cárcel lo había hecho con intención de fusilarle. Gracias a este equívoco, que debieron creer a pies juntillas los comunistas de Bergerac, le dejaron salir. Afortunadamente también esta carta la recibimos cuando estábamos ya reunidos. [María Teresa García Banús]


Palabras finales (Juan Andrade)
Extracto de una carta dirigida por Andrade al congreso del POUM celebrado en Barcelona el cuatro de abril de mil novecientos setenta y siete.

…El POUM no fue nunca considerado por nosotros mismos como el partido socialista revolucionario definitivo de la clase obrera española No hicimos más que iniciar las bases sobre las cuales debía fundamentarse éste, teniendo en cuenta las nefastas prácticas de los partidos de la Segunda Internacional y la degeneración de los partidos comunistas El POUM surgió como conclusión política de una necesidad ideológica. La misma guerra civil que estalló después de nuestro nacimiento vino a confirmar, con la dictadura estalinista y la incapacidad socialdemócrata, nuestra aspiración de ofrecer a los trabajadores, a las clases populares una mayor garantía de porvenir en un verdadero socialismo, sin tiranías y en las que el hombre se sienta libre y no aterrorizado Nuestro recuerdo de los años de la Guerra Civil debe aseguramos en nuestras prevenciones.

….En el terreno teórico debemos proseguir la elaboración de nuestra filosofía política que habíamos enunciado en nuestra constitución  pero que circunstancias insuperables para nosotros nos impidieron desarrollar y ultimar. Las crisis que atraviesan en el mundo ahora los movimientos socialistas son suficientemente graves y profundas para quererlas superar con repeticiones de lugares comunes. Las variaciones que se han operado en las condiciones sociales y hasta en el pensamiento de la clase obrera tienen suficiente entidad para seguirlas planteando como en la época inicial del socialismo y no a base de frases hechas y de tópicos. El rearme ideológico de los socialistas que desean verdaderamente construir una sociedad sobre nuevas bases obliga a una consideración analítica que puede llevarnos a nuevas conclusiones. Constantemente se nos ofrecen motivos de reflexión que no debemos rehuír ni resolver de manera ligera o pedantesca.

En cuanto a la estrategia a desarrollar, está indicada por la idea central que impulsó a las organizaciones que lo formaron a construir el POUM, nuestro partido: acabar con la parcelación de las organizaciones marxistas revolucionarias, cuya necesidad se impone ahora más que nunca, porque dicha parcelación ha llegado ahora a extremos que nos ridiculizan a todos globalmente y, lo que es peor, esterilizan toda acción eficaz. Hay que aceptar el llegar a superar todo el amor propio partidista que exhibe la amplia gama de grupos y grupúsculos, porque aunque parece que cada día se desarrolla más el sentimiento de que es preciso “llegar a entenderse”, la realidad nos demuestra prácticamente que se avanza poco en este terreno. A lo que se llega con una política de dispersión, nos lo demuestra elocuentemente el último ejemplo: la revolución portuguesa. No se trata de una unión en la confusión, de estilo socialdemócrata o estalinista, sino de una unión en lo fundamental, sin propósito absorcionista, pero sí para dar más volumen a la acción y garantizar el futuro contra el dominio del totalitarismo estalinista teniendo en cuenta la experiencia española…

Con la esperanza de poder asistir todavía a vuestra próxima reunión, os envía un cordial saludo.

Sobre el autor: Andrade, Juan

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