Prólogo a «La cuestión nacional en el estado español», de Andreu Nin (Pelai Pagès, 1979)

Editorial Fontamara, 1979

El presente volumen recoge la mayor parte de los artículos de divulgación publicados por Nin con el objetivo de dar a conocer las principales posiciones teóricas del marxismo sobre la cuestión de las nacionalidades oprimidas y los movimientos de emancipación nacional, y su adecuación en el estado español. En este sentido, la importancia del compendio estriba en el hecho de que viene a completar la obra teórica que publicó en 1935 con el título de Els moviments d’emancipació nacional (1) .

Hasta poco tiempo antes de su asesinato, en plena vorágine de la represión stalinista contra el POUM, tras las jornadas de mayo de 1937, Nin había estado trabajando en dos obras que jamás pudieron ver la luz pública: una biografía sobre el que fuera íntimo correligionario y amigo entrañable en sus años de militancia en la CNT, Salvador Seguí, ”El Noi del Sucre”, asesinado por los pistoleros del sindicalismo libre el 10 de marzo de 1923; y el proyecto,  que acariciaba desde su llegada a España en septiembre de 1930, sobre la cuestión de las nacionalidades oprimidas en la Península Ibérica. Las tareas políticas que tuvo que desempeñar durante la República y la revolución españolas, y su súbita desaparición, le impidieron culminar unos trabajos que, sin lugar a dudas, hoy serían de un valor inapreciable para el movimiento obrero y para la lucha de las nacionalidades ibéricas hacia su emancipación.

La calidad de los materiales que había recogido, la agudeza crítica de su método de análisis, la inquebrantable fe de Nin en la revolución y en las masas obreras y campesinas que debían protagonizarla, quedan reflejados, a pesar de todo, en los artículos que publicamos. Sus posiciones sobre la cuestión nacional en el estado español durante la República son ya conocidas: su tesis central defiende la imperiosa necesidad de que la clase obrera asuma, como única clase revolucionaria, las reivindicaciones nacionalitarias y encamine a las nacionalidades oprimidas hacia su liberación, puesto que sólo la clase obrera podía acometer una tarea que había sido traicionada por la gran burguesía y que estaba siendo traicionada también por la pequeña burguesía radical, a medida que los antagonismos de clase se iban agudizando. La revolución democrática, en cuyo marco debía encuadrarse la autodeterminación de las nacionalidades, sólo podría ser realizada por el proletariado, quien, tras su conquista del poder, iniciaría también amplias transformaciones de carácter socialista. Así, la revolución democrática, en el momento histórico en que quedó planteada su realización a partir de la crisis de 1930, iba íntimamente relacionada, sin etapas ni rupturas de ninguna clase, a la revolución socialista.
La mayoría de artículos que publicó Nin, todos ellos anteriores al inicio de la revolución de julio de 1936, intentan la plasmación táctica de este planteamiento estratégico. Partiendo de las fuentes teóricas del marxismo clásico, de Marx, Engels y Lenin; de la naturaleza de la nación moderna, como producto directo del capitalismo; de las particularidades de la formación del estado español  — donde la formación del estado precedió al desarrollo capitalista—; y del carácter de las clases sociales durante el imperialismo, Nin va desgranando, uno por uno, los problemas con que se enfrentaron las nacionalides del estado español durante el desarrollo republicano, hasta la revolución de octubre de 1934.

Sólo en dos casos la metodología de los análisis de Nin no se ajusta a este planteamiento ni al momento histórico republicano: se trata de los dos artículos que publicó en 1914 en ”La Justicia Social” de Reus, durante sus años de militancia en la Federación Catalana del PSOE. Su inclusión en el presente volumen no es meramente testimonial, sino que posee una importancia histórica y política de primer orden: por primera vez en la historia del socialismo español, un socialista catalán planteaba la necesidad de incorporar la lucha de las nacionalidades oprimidas en el marco de la lucha por el socialismo. Y lo planteaba a través de una argumentación que si bien era aún débil desde el punto de vista teórico, en cambio era irrefutable desde la perspectiva de un análisis de la realidad y de las circunstancias históricas en que se hallaba Europa en vísperas del inicio de la primera guerra mundial.

Su primera contribución armó un considerable revuelo entre los socialistas e inició un debate en el que Fabra i Ribas se distinguió como opositor y contrincante de las posiciones de Nin. Las tajantes afirmaciones de Nin de que ”los caracteres del socialismo no son, ni pueden ser, pura y exclusivamente económicos”, de que ”el problema social no es una simple cuestión de estómago” y de que el ”problema económico” aunque constituye el alma del socialismo ”no deja de representar más que un aspecto — claro está que el más importante — de la cuestión social” representaron, sin duda, dardos hirientes contra el dogmatizado y ortodoxo cuerpo doctrinario de un partido socialista que era impotente para hacer avanzar los planteamientos teóricos del socialismo español. Como diría muchos años más tarde Juan Andrade, ”lo que en España ha pasado por socialismo era una mezcla de obrerismo reformista a secas y de democratismo pequeñoburgués”, características que se concretaron en el hecho de que la ”divulgación de los trabajos de Lafargue realizada por los viejos socialistas era en el fondo sólo la necesidad de dar un barniz teórico a su política” (2) . No es extraño, pues, que cuando Nin intentó plantear la cuestión nacional, una cuestión que se apartaba de los esquemas teóricos de los socialistas históricos como Fabra i Ribas, se hallase ante un camino bloquedado.

Aunque anunció la necesidad de profundizar en el estudio de los nacionalismos, no volvió a hacerlo. En agosto de 1915, en plena conflagración mundial, Nin fue entrevistado por una publicación catalana, ”La Revista”, sobre la posición de Catalunya ante la guerra, y en este interviu no dudó en afirmar que el problema de las pequeñas nacionalidades entraba de lleno en la pugna de la guerra mundial, y que ”si, como parece, son resueltos los pleitos de algunos pueblos que luchan por su liberación, el ejemplo puede producir una reacción favorable a nuestro movimiento por parte de quienes aún lo contemplan con indiferencia, y puede servir asimismo de estímulo a los militantes para emprender una intensa tarea de nacionalización, de reconstrucción espiritual, indispensable para el triunfo de la causa de Catalunya”. Tras defender la neutralidad activa de Catalunya frente a la guerra, una neutralidad que promoviese y propulsase ”soluciones de los problemas económicos que la conflagración ha planteado, galvanizando el cuerpo social español y abriendo una vía amplia de discusión serena y desapasionada de las inquietudes que la guerra ha sugerido en las conciencias”, concluía el interviu afirmando ”que la constitución actual de los estados en una continua y permanente amenaza al derecho de las naciones pequeñas y que la unión de todos los pueblos europeos bajo la forma federativa es la única garantía de paz duradera” (3) .

Si bien Nin no volvió a ocuparse de la cuestión nacional siendo militante del PSOE – y lo fue hasta 1919-, sus intervenciones sirvieron para que se iniciase una interesante polémica que se desarrolló en el seno del socialismo español durante los años 1915 y 1916 y en la que intervinieron entre otros los socialistas catalanes Martí i Julià y Recasens; y, en último extremo, sirvieron también para que el PSOE empezase a plantearse la necesidad de asumir las reivindicaciones de las nacionalidades, aunque quizá fuese sólo por una cuestión de táctica política. El acuerdo de su XI Congreso, celebrado en noviembre de 1918, al aprobar la necesidad de una futura ”confederación republicana de las nacionalidades ibéricas” y su activo apoyo a la campaña en favor de la autonomía catalana que se realizó en Catalunya durante los meses de diciembre de 1918 y enero de 1919, son dos claras consecuencias de un debate que había iniciado Nin a principios de 1914.
Los siguientes artículos de Nin sobre la cuestión nacional se produjeron ya durante la II República española, con el eje metodológico-político que ya hemos mencionado, y tras haber asimilado plenamente el marxismo tanto a nivel teórico como práctico, después de haber vivido nueve años en la Unión Soviética. En todos ellos, Nin no se limita a plantear cuestiones de principio, sino que aborda los problemas concretos con que se encontraron las nacionalidades oprimidas durante la II R.3pública: la resolución que se dio a la autonomía catalana, las continuas transacciones realizadas por la pequeña burguesía nacionalista, las tensiones que se originaron entre el gobierno central y la Generalitat, y la alternativa socialista, que defendía como única forma para solucionar la opresión nacional. No es por casualidad que el último artículo lo publicara en septiembre de 1934, pocos días antes de que estallara la revolución de octubre en Asturias y de que Companys proclamara el Estado Catalán en el marco de la República Federal española.

Que la cuestión de las nacionalidades no es ajena a la dinámica de la lucha de clases, sino que la lucha por la emancipación nacional es un aspecto de dicha lucha, quedó plenamente demostrado durante los años de la II República española. Cuando Nin plantea, como fin estratégico, la formación de una Unión de Repúblicas Socialistas de Iberia, enmarca un proceso que sólo pueden protagonizar unas clases sociales determinadas. Cuando en julio de 1936 el proletariado industrial y los campesinos catalanes derrotaron a los militares insurrectos contra la República e iniciaron un proceso de transformaciones revolucionarias, no sólo se aprovecharon del marco autonómico para profundizar dichas transformaciones, sino que ensancharon enormemente la autonomía catalana hasta el extremo de romper las limitaciones impuestas por el Estatuto de 1932. La creación de nuevos organismos institucionales como el Consell de Economia o el Consell de l’Escola Nova Unificada, y la nueva legislación que surgió en todos los dominios de la vida pública catalana, son inconcebibles sin una autonomía muy cercana ya a una plena autodeterminación, y sólo se pudieron llevar a cabo cuando la clase obrera pasó a ocupar — aunque sólo fuera coyunturalmente — una posición hegemónica en la sociedad catalana. Es, sin lugar a dudas, desde esta perspectiva, como Nin aborda la resolución definitiva de la emancipación de las nacionalidades.

Como complemento a los artículos de Nin hemos añadido las tesis sobre las nacionalidades de las dos organizaciones políticas a las que perteneció Nin durante la República: la Izquierda Comunista de España (ICE) y el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM); y, además, la de la Federación Comunista Catalano-Balear (Bloque Obrero y Campesino) dirigida por Maurín. Las resoluciones de la ICE y del BOC — las dos organizaciones que en septiembre de 1935 se unificaron para formar el POUM — presentan dos conclusiones bastante diferentes sobre la cuestión nacional, aunque partan de análisis parecidos. La ICE, adoptando en gran medida las posiciones teóricas que plantea Nin, condiciona la cuestión de las nacionalidades a los intereses específicos de la clase obrera y esta perspectiva le hará desentenderse y rechazar los movimientos nacionalistas de Euskadi (”burgués, reaccionario y clerical”) y de Galicia (”culturalista”), mientras dará su incondicional apoyo al movimiento nacional catalán. Para la FCC-B-BOC, que acepta el principio de que las reivindicaciones nacionales sólo pueden ser resueltas por el proletariado en el marco revolución democrática, la lucha contra el estado centralista una defensa del separatismo como factor de descomposición del estado español.

Ambas resoluciones fueron adoptadas a principios de 1932, en un momento en que aún no se había aprobado por las Cortes el Estatuto catalán, cuando el desarrollo de los antagonismos de clase no había alcanzado la conflictividad que le caracterizaría desde el verano de 1932 y cuando las cuestiones nacionales de Euskadi y Galicia aún no se planteaban con la urgencia de Catalunya. Ello ayuda a explicar que ambas organizaciones modificaran progresivamente algunas de sus tajantes conclusiones, y que cuando ambas se plantearon la unificación, después de la revolución de octubre de 1934, desaparecieron las divergencias esenciales sobre una cuestión cuya clarificación imponía la propia dinámica de la realidad.

Notas

(1)  Publicada en Barcelona por las Edicions Proa, 1935. La segunda edición catalana en París, Edicions Catalanes de París, 1970. La primera versión en castellano fue publicada en Barcelona, por Ed. Fontamara, 1977.
(2)  Juan Andrade: La crisis del partido español como consecuencia de la crisis de la I. C., ”Comunismo”, n.° 2, 15 de junio de 1931, p. 24-25.
(3)  ”La Revista” (Barcelona), n.° 4, 10 de agosto de 1915. Los párrafos transcritos son traducidos del catalán.

Sobre el autor: Pagès, Pelai

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