Mi primera entrevista con Maurín en la entrada del Museo del Prado fue realmente caótica. Los dos estábamos fuertemente emocionados y, naturalmente, mis preguntas se confundían con las suyas. Yo tenía un interés especial por interrogarle por su vida en la cárcel de Salamanca y él saltaba de una cosa a otra sin solución de continuidad. Pasaba de los nombres y las noticias de los viejos camaradas a las Jornadas de Mayo y a las consecuencias de la calumnia stalinista. Pero después de preguntarme cuanto tiempo pensaba estar en Madrid llegamos a la conclusión de que teníamos que seriar los temas. Y lo hicimos a nuestra manera.
Estábamos en Enero de 1947 y en Madrid, como en Barcelona, prevalecía un clima bastante eufórico en los medios de la resistencia al franquismo. Los militantes más activos estaban convencidos de que se acercaba el fin de la dictadura porque Franco no podría prevalecer después de la caída de Hitler y de Mussolini. Así las cosas, muchos vivían calculando que los Aliados iban a facilitar pronto la restauración de la democracia. Las esperanzas en la ONU y en la Conferencia de San Francisco eran ilimitadas. Maurín compartía este punto de vista y cuando yo le dije que tenía que ir a Paris me replicó que éramos nosotros, los exiliados, los que teníamos que preparar el regreso a España. Y, después de hacer un gran elogio de La Batalla que publicábamos en París, me dijo que teníamos que prepararnos para sacarla en Barcelona y lanzar otro periódico en Madrid.
Yo me quedé un poco asombrado y, discretamente, traté de explicarle que la situación en que nos encontrábamos no era muy favorable para la causa antifranquista. Los Aliados se habían repartido Europa en Yalta y en Postdam y, pese a la presión de las fuerzas de izquierda europeas, no estaban dispuestos a liquidar a Franco. Y, naturalmente, le expliqué que todo lo que se había hecho y se hacía en el exilio, desde el Gobierno republicano y con las organizaciones antifranquistas no había dado resultados tangibles. La lucha contra Franco y su régimen continuaba. No le convencí, pero creo que le planteé un problema que no estaba en su horizonte. Por suerte, pocas semanas después, Maurín pudo venir a París y su punto de vista (que era bastante corriente en España en aquel momento) cambió, como pudimos comprobar en las reuniones que tuvo con el Comité Ejecutivo del POUM en el exilio.
Se han dicho o escrito muchas tonterías sobre Maurín y hasta se ha llegado a escribir que no quiso tener ninguna reunión con el Comité Ejecutivo del POUM. ni con sus viejos camaradas. Pues bien, las tuvo en Abril de 1947 y fueron muy animadas y muy cordiales. Discrepamos en algunas cuestiones políticas sin gran importancia, pero no entramos en la discusión sobre la Revolución y la guerra civil. Sin embargo, es cierto que en algunas conversaciones que tuvo con varios compañeros dijo que no quería discutir sobre los problemas de aquel tiempo porque los militantes habían hecho frente con mucho coraje a situaciones dramáticas muy graves. En cambio, en el Madrid de Enero de 1947, Maurín me hizo muchas preguntas sobre la intervención rusa en la guerra, sobre la indecente campaña contra el POUM de hombres como Comorera, Carrillo, Jesús Hernández que él había conocido en otros tiempos. Naturalmente, en aquel momento no sabíamos muchas cosas que hoy conocemos, gracias a la apertura de los Archivos de Moscú, y esas cosas han venido a confirmar que los posibles errores del POUM pesan muy poco en la balanza histórica frente a los aciertos, los combates y los sacrificios de un partido que tuvo que luchar al propio tiempo contra las tropas de Franco y contra las calumnias y los crímenes del stalinismo y de la GPU rusa.
Maurín en libertad vigilada en Madrid
Maurín vivía en Madrid en libertad vigilada. Yo le ofrecí la ayuda del Partido, pero me contestó en seguida que continuaba haciendo traducciones para el editor catalán Janés, como cuando estaba en la Cárcel Modelo de Barcelona. Pero su familia, su mujer Juana y su hijo Mario vivían en Nueva York, adonde se habían trasladado tras la ocupación de Francia con el hermano y escritor Boris Souvarine. Como era lógico, Maurín quería reunirse con su familia después de tantos años de separación. Pero las autoridades norteamericanas le tenían fichado como diputado comunista trotskista y no le daban el visado para los Estados Unidos. Finalmente, Maurín pudo reunirse con su familia después de tantos años de ausencia. Y, a decir verdad, muchos camaradas que esperaban el retorno de Maurín a la vida política y al Partido sufrieron una fuerte decepción. Pero el POUM siguió su camino y organizó una Conferencia general de las organizaciones de Francia, de España y de Méjico que tuvo lugar en Toulouse en Octubre de 1947. Esta conferencia demostró que el POUM era una organización sólida que había logrado mantenerse en medio de todas las vicisitudes de la época en España y en Europa. La Batalla se publicaba regularmente en París y en Barcelona y el partido colaboraba con la Alianza de fuerzas democráticas en las actividades del exilio y en la lucha general contra el franquismo. Por otra parte, el POUM, en alianza con el Partido Laborista Independiente de Inglaterra y con la izquierda francesa de Marceau Pivert y diversos grupos de izquierda surgidos de la Resistencia al fascismo creaba el Movimiento por los Estados Unidos Socialistas de Europa en un importante congreso celebrado en París en Junio de 1947.
El acontecimiento tenía una importancia considerable porque planteaba el problema de que el movimiento obrero socialista no tenía que tolerar más guerras en Europa. El Congreso de Montrouge tuvo una gran resonancia, pero no alcanzó sus objetivos porque la burguesía creó también un Movimiento Europeo y trató de neutralizar la perspectiva de una Europa socialista como elemento de lucha contra las fuerzas reaccionarias del continente y por la liberación de España de la tiranía franquista y de otros países como Portugal.
El exilio en Nueva York
Fue en ese periodo cuando Maurín logró un visado para reunirse con su familia en Nueva York. Le vimos nuevamente antes de su viaje, hablamos de infinidad de problemas y quedamos que mantener una relación regular con él. Incluso se quedó en que Maurín escribiría a su viejo amigo de siempre Pedro Bonet y se dirigiría a Solano para las cuestiones políticas concretas. En realidad, Pedro Bonet y José Rodes, miembros del Comité Ejecutivo, abrigaban la esperanza de que acabaríamos por encontrarnos todos en Barcelona. Pero el exilio fue mucho más largo de todo lo que imaginábamos unos y otros. Y durante bastante tiempo no perdimos el contacto con Maurín y supimos más tarde con interés que había logrado crear una pequeña agencia de prensa en Nueva York que llegó a tener una cierta importancia en los medios hispanos de los Estados Unidos y le puso en contacto con algunas de las figuras intelectuales más representativas del exilio español, como Francisco Ayala, Ramón Sender, Victoria Kent.
Cuando supo que algunos compañeros nuestros, como Rovira y Pallach, se habían separado del POUM para crear el Moviment Socialista de Catalunya, nos escribió para incitarnos a mantener la unidad del partido y evitar que las cosas se agravaran. El creía que el Partido tenía que celebrar un Congreso importante, pero pensaba que ese congreso y las discusiones preparatorias tenían que hacerse en España Y escribió un largo documento en el que preconizaba que se mantuviera a todo precio la unidad de nuestro Partido. En realidad, el Moviment no fue nunca muy lejos y pesó muy poco durante nuestro interminable exilio. Pasado el disgusto inicial, el POUM trató de mantener buenas relaciones con el MSC, convencido de que el problema fundamental era la evolución de la URSS y del stalinismo y sus consecuencias. Nuestra esperanza era que los cambios en la URSS contribuyeran a una situación en la que el POUM podría desenvolverse en condiciones favorables para su trabajo y su perspectiva histórica, que era la derrota del stalinismo y el reagrupamiento de los marxistas revolucionarios.
Desde Nueva York, Maurín mantuvo el contacto con nosotros y no se olvidó nunca de enviar el dinero necesario para la subscripción de La Batalla y las demás publicaciones del partido. Cuando las Ediciones Catalanas de París publicaron el libro de Nin sobre Els Moviments d’Emancipació nacional con una introducción mía, (que era el primer ensayo biográfico de Andreu Nin) me envió una tarjeta que conservo en la que decía: Tu prólogo, magnifico. Era en 1970. Pero es más importante destacar que en 1965, cuando le dijimos que Ruedo Ibérico quería publicar algunos libros sobre el POUM, y en primer lugar Hacia la segunda Revolución, Maurín nos contestó diciéndonos que le había emocionado la idea y que, después de haber releído el libro en la Biblioteca Pública de la Quinta Avenida de Nueva York, había decidido aceptar la oferta de Ruedo Ibérico. Y el libro salió con un nuevo título. Revolución y contrarrevolución en España y un apéndice sobre El comunismo en España, que es el trabajo político más importante que hizo en el exilio.
El último documento político de Maurín
En Octubre de 1971 tuvimos una sorpresa inesperada. El conocido militante Joan Rocabert nos comunicó que había escrito una carta a Maurín para pedirle su opinión sobre el desarrollo de los acontecimientos en España y que éste le había contestado con una misiva interesante y que sometía a nuestra consideración. En esta carta, Maurín escribía: Si los compañeros dirigentes del POUM se hubieran dirigido a mí con motivo de la proyectada Conferencia, pidiéndome mi parecer, les hubiera contestado haciendo una detenida exposición. No lo han hecho y sus razones tendrán. Tal vez me consideran jubilado. Sin embargo, no lo estoy. Y seguidamente explicaba que su libro Revolución y contrarrevolución en España se seguía vendiendo y que era solicitado con suma frecuencia por profesores y estudiantes norteamericano interesados por los problemas españoles. Y luego hacía una descripción crítica del movimiento obrero español y del stalinismo y decía que la lucha contra el franquismo y por la III República sería larga teniendo en cuenta que las fuerzas reaccionarias del capitalismo son muy importantes en España y el panorama mundial no nos favorece.
En aquel momento justamente se estaba bajo el influjo del Movimiento de Mayo del 68 en Francia y en España habían aparecido fuerzas nuevas que buscaban el contacto con las organizaciones tradicionales para intensificar la lucha contra la dictadura franquista y hasta el movimiento de emigración a Europa favorecía la aparición de nuevas tendencias políticas, sindicales y culturales. La Batalla, por ejemplo, era difundida mejor que nunca en España y los nuevos círculos de la emigración y revistas como nuestra Tribuna Socialista abrían nuevos horizontes. Fue cuando el POUM, que mantenía relaciones con el FLP y el FOC en Cataluña, con la Comunas socialistas revolucionarias de Asturias, con Acción Comunista y toda una serie de nuevos grupos creados en España, se planteó el problema del reagrupamiento de los marxistas revolucionarios. Y cuando el local del POUM y de Ruedo Ibérico se convirtió en el hogar de diferentes tendencias y el punto de cita de los que llegaban de España para informarse o para ofrecer su colaboración. Y la Revolución portuguesa triunfante daba la señal para la caída de la dictadura franquista.
La Conferencia a la que se refiere Maurín en su carta a Rocabert era un proyecto determinado por todo ese movimiento en España y en la emigración o el exilio. Y aunque algunos no se dieran cuenta de ello, ese movimiento representaba la aparición de una nueva generación con la que había que trabajar, discutir y luchar en diversos frentes Nuestro proyecto planteaba problemas y hasta abrió una crisis en nuestro propio partido, entre los viejos militantes. La gran Conferencia no tenía fecha fija y, naturalmente, queríamos que fuera muy abierta y abordara los problemas que iban a producirse con el desmoronamiento del stalinismo y el fin de la dictadura franquista. De haberse celebrado antes, Maurín hubiera sido informado e invitado. Y le escribimos para decírselo cuando las cosas estaban más avanzadas. Desgraciadamente, Joaquín Maurín falleció en Nueva York en 1973. No pudo ver ni el fin de la dictadura franquista, ni el descalabro del stalinismo en la URSS y sus satélites, fenómeno histórico que no tiene precedentes.