Trotsky, el POUM y la revolución española (Andy Durgan)

Versión revisada del folleto del mismo titulo editado por En lucha, 2008.

La revolución española marcó el fin de un ciclo que empezó con la revolución rusa de 1917. El alcance y la complejidad de los experimentos sociales que sucedieron durante los primeros meses de la guerra civil iban aún más lejos que en Rusia diecinueve años antes. La derrota de la República fue un golpe masivo al movimiento obrero internacional. Una derrota que se tiene que ver en el contexto del auge del fascismo y del estalinismo a escala mundial y del entierro de las esperanzas de liberación humana que habían sido encendidas por los acontecimientos en Rusia de 1917. La experiencia y las lecciones de la revolución rusa recorren los escritos de Leon Trotsky, quien, desde el exilio, acosado y calumniado por sus enemigos tanto capitalistas como estalinistas, trataba de reorganizar desesperadamente las fuerzas dispersadas del marxismo revolucionario.

Para Trotsky el significado de los acontecimientos del Estado español en 1936 estaba claro: por primera vez desde China a mitad de los años veinte, existía la posibilidad real de la victoria de una revolución socialista. En muchas partes del estado los trabajadores y los campesinos respondieron al levantamiento militar tomando las fábricas y la tierra y organizando sus propias milicias. Pero junto a una miríada de comités revolucionarios locales, las instituciones de la República persistieron. Esta situación del, efectivamente, “doble poder” no podía durar. Para los estalinistas y sus aliados socialdemócratas y liberales, la lucha en el Estado español se planteó entre la democracia y el fascismo. Para la izquierda revolucionaria, Trotsky incluido, la guerra contra el fascismo era inseparable de la lucha por el socialismo. Las implicaciones de una victoria de la revolución en el Estado español eran enormes y no solo para los trabajadores y campesinos españoles. El aislamiento del primer estado obrero del mundo, la URSS, se rompería y Trotsky creyó que al mismo tiempo también lo haría la dominación del estalinismo sobre el movimiento comunista internacional. Con la derrota de la revolución española, el fascismo se reforzó y el mundo se hundió en la guerra.

La intervención del gobierno soviético en la guerra civil española fue la primera de este tipo fuera de las fronteras de la URSS. Trotsky había definido previamente el estalinismo como “el centralismo burocrático”, pero los acontecimientos del Estado español actuaron para fijar “definitivamente”, como argumentó a finales de 1937, el carácter contrarrevolucionario del estalinismo en la arena mundial[1]. Tres años después de haber estrangulado la revolución española, los estalinistas finalmente eliminaron a su más persistente opositor, Trotsky. Su asesino, Ramón Mercader, era miembro del estalinista Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC), quien aprendió primero su siniestro papel en la lucha contra sus compatriotas revolucionarios.

Los escritos de Trotsky sobre el Estado español cubren muchas cuestiones de crucial importancia para los marxistas. La naturaleza del poder de la clase trabajadora, el papel del anarquismo, del estalinismo y del Frente Popular, la relación entre la guerra y la revolución, la naturaleza del fascismo, así como las cuestiones nacionales y agrarias fueron todas ilustradas gráficamente por la experiencia española[2]. Para Trotsky, sin embargo, la lección principal de la revolución española era la necesidad de un partido revolucionario. Por lo tanto, no sorprende que mucho de lo que escribió durante y después de la guerra civil tenía que ver con lo que vio como los errores de quienes se consideraron a sí mismos marxistas revolucionarios. De ahí que la estrategia, las tácticas y la política general del antiestalinista Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) fueron escudriñadas constantemente por Trotsky. Éste creyó que, por sus errores, el POUM tenía “una enorme responsabilidad en la tragedia española”[3].

La fundación del POUM[4]

La caída de la dictadura militar de Primo de Rivera en enero de 1930, junto a la marcha subsiguiente del Rey quince meses después, marcaron el principio de un período de intensa lucha de clases en el Estado español, culminando en 1936 en una guerra civil. Aunque observando los acontecimientos desde lejos, Trotsky entendió rápidamente la importancia de lo que sucedía y tan pronto estaba analizando la situación española como tratando de dar consejo a sus simpatizantes. Sin embargo, a finales de 1931, los acontecimientos de otras partes, especialmente en Alemania, atraían cada vez más su atención y escribió con menos frecuencia sobre el Estado español. No escribiría sistemáticamente otra vez sobre la cuestión hasta 1937, por eso comentó muy por encima aquellos acontecimientos cruciales en los años previos a la guerra civil, como la radicalización del Partido Socialista, las implicaciones de la victoria electoral de la derecha en 1933, la creación y la naturaleza de las Alianzas Obreras, las insurrecciones anarcosindicalistas de enero y diciembre de 1933, el movimiento revolucionario de octubre de 1934, las divisiones dentro de la anarcosindicalista Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y la naturaleza del movimiento campesino.

El grupo trotskista español, la Izquierda Comunista de España (ICE), aunque más pequeño que sus rivales estalinistas, y mucho menor aún que los masivos movimientos socialista y anarcosindicalista, era una de las secciones más importantes de la Oposición de Izquierda Internacional y contenía en sus filas muchos de los cuadros más capaces del comunismo español. Las relaciones entre Trotsky y la ICE nunca fueron muy buenas, como primeramente reflejó su correspondencia entre 1930 y 1932 con el principal líder del grupo español, Andreu Nin[5]. Trotsky acusó a Nin de no contestar sus preguntas sobre el desarrollo de los acontecimientos en el Estado español y de perder el tiempo en tratar de influir a los supuestos “comunistas de derechas”[6] del Bloc Obrer i Camperol (BOC). El BOC se formó en marzo de 1931 con la unificación de la anterior Federación Comunista Catalano-Balear (FCC-B) del Partido Comunista español y el independiente Partit Comunista Català. La organización unificada mantuvo el nombre FCC-B hasta 1932, cuando se convirtió en la Federación Comunista Ibérica (FCI). La FCC-B había roto con el Partido Comunista de España (PCE) a causa de sus métodos burocráticos y su análisis ultraizquierdista de los acontecimientos del Estado español. El PCC había sido fundado en 1928 por activistas jóvenes, algunos procedentes del nacionalismo de izquierdas, impresionados por la “resolución” de la cuestión nacional en la URSS pero no impresionados con el PCE. El Bloque sirvió, al menos en teoría, como una organización periférica a la recién ampliada Federación, pero en la práctica ambas organizaciones pronto llegaron a ser una única. Nin inicialmente argumentó que los trotskistas debían trabajar dentro de todas las facciones comunistas y no sólo en el PCE. Esto significaba trabajar en la disidente Federación de Madrid, que había roto con el partido en el verano de 1930, así como en la FCC-B/BOC, que tenía 700 afiliados en marzo de 1931, comparados con la docena de miembros leales del PCE en Catalunya. Nin estaba seguro de que podría influir en la organización de Maurín e, inicialmente, así lo parecía. No sólo contribuyó regularmente en la prensa del Bloque, también a principios de 1931 escribió su primera Tesis Política, que difirió poco de las posiciones trotskistas sobre la situación política en el Estado español[7]. Sin embargo, el optimismo de Nin resultó ser erróneo y a mediados de1931 fue excluido del BOC a causa de su trotskismo, como de hecho Trotsky había advertido que sucedería una vez que Nin empezara a discutir abiertamente a favor de la política de la Oposición de Izquierda. Mientras tanto, la Federación de Madrid, ante la falta de otra perspectiva, volvió al PCE.

Los trotskistas españoles ahora atacaban sistemáticamente las políticas “confusas” del BOC: su llamada a la CNT a “tomar el poder” en septiembre de 1931, su defensa aparente del “separatismo” y la creación de “movimientos nacionales” en zonas donde había poca conciencia nacional, su confusa base organizativa y su negativa inicial a tomar cualquier posición con respecto a la situación del movimiento comunista internacional. “Quizás no sea posible”, escribió en abril de 1932 el líder de la ICE, Luís Fersen, “encontrar dentro del movimiento obrero otra organización paralizada por un oportunismo más reprobable que el que padece la FCC-B”[8]. El BOC, en cambio, rechazó a los trotskistas como una secta divisionista e irrelevante condenada a quedar al margen del movimiento obrero, desde donde “siguen ciegamente las posiciones transmitidas por Trotsky”. Eran el “reflejo exacto del estalinismo”, cuyos mismos “mecánicos” métodos centralistas habían copiado[9].

Los desacuerdos entre Nin y Trotsky se complicaban por la información incompleta que alcanzaba el acosado líder bolchevique en el exilio [10]. Esto se vio especialmente claro con respecto al supuesto apoyo de la ICE a los grupos disidentes de Landau y Rosmer y al desgraciado “caso Lacroix”. La ICE negó repetidas veces cualquier apoyo político a Landau o Rosmer, pero argumentó que ambos tenían el derecho de exponer sus puntos de vista dentro de la organización internacional[11]. Pareció que Trotsky y el Secretariado Internacional (SI) de la Oposición de Izquierda apoyaron al anterior Secretario General de la ICE, Henri Lacroix, en su oscura lucha contra Nin. Lacroix dirigió una pequeña facción que apoyaba al liderazgo internacional trotskista en su crítica del liderazgo de la ICE respecto a su cambio de nombre (de “la Oposición Comunista” a “la Izquierda Comunista” en marzo de 1932) y a “su falta de un programa concreto para la revolución española”. Los líderes de la ICE, en cambio, describieron los motivos de Lacroix como más personales que políticos. Tales acusaciones parecieron estar bien fundadas cuando Lacroix fue expulsado de la ICE en junio de 1933 por malversación de fondos. Sin éxito, trató de volver a unirse al Partido Comunista, a quienes describió a los trotskistas como “contrarrevolucionarios”. En septiembre de 1933, se unió al PSOE y denunció públicamente su pasado comunista[12]. El SI condenó entonces a Lacroix por su “lucha violenta y venenosa […] contra la Oposición de Izquierda Internacional y varios de los camaradas del liderazgo” y se le describió como que siempre fue “un elemento ajeno entre los bolcheviques-leninistas, ajeno a sus ideas y sus métodos”[13].

A pesar de la atrasada aceptación del papel disruptivo de Lacroix por la organización internacional, su apoyo previo hacia él ya había socavado gravemente las tenues relaciones con el liderazgo de la ICE. Sin embargo, no toda la culpa se puede atribuir al SI y al asediado Trotsky. La ICE hizo muy poco por superar las crecientes tensiones entre ésta y el liderazgo internacional.

El rechazo de la ICE del “giro francés”, cuando Trotsky instó a sus partidarios a entrar en los Partidos Socialistas para influir en las crecientes alas izquierdas, fue un paso importante hacia la ruptura completa del grupo español con la Oposición de Izquierda Internacional. La táctica “entrista” se mostró especialmente pertinente en el Estado español, donde el Partido Socialista había girado agudamente a la izquierda después de 1933. El liderazgo de las Juventudes Socialistas (FJS) simpatizaba abiertamente con el trotskismo y el BOC. En septiembre de 1934, la dirección de la FJS, inclusive su Secretario General, Santiago Carrillo, viajaba a Barcelona para tratar de persuadir a las juventudes del BOC, la Juventud Comunista Ibérica (JCI), para formar una organización unificada. A pesar de la oferta de los socialistas, según la cual la juventud del BOC formaría la dirección de cualquier organización unificada en Catalunya, la JCI rechazó la propuesta ya que significaba que la sección juvenil del Bloque pasaría a convertirse en parte del Partido Socialista. Mientras tanto, la ICE, aunque reconociendo la importancia de los acontecimientos dentro del Partido Socialista, se negó a entrar en éste porque temió perder su independencia política y organizacional. En vez de eso, los trotskistas españoles argumentaron que lo más útil para ellos sería quedarse fuera, así no solo proporcionarían un claro polo de atracción para los revolucionarios del Partido Socialista, sino también para las bases del poderoso movimiento anarcosindicalista.

La fusión en septiembre de 1935 de la ICE con el BOC para formar el POUM dejó a la organización internacional trotskista sin sección en el Estado español. Esta fusión podría parecer sorprendente tras las amargas relaciones que habían tenido ambas organizaciones. Sin embargo, a finales de 1934, el clima político general y la orientación de las dos organizaciones habían cambiado suficientemente como para estar trabajando juntos muy de cerca. La creación de las Alianzas Obreras a principios de 1934, implicando al BOC, la ICE, los socialistas, los treintistas[14] y otras organizaciones obreras, había abierto el camino para esta colaboración. Los acontecimientos de octubre de 1934, con la derrota de la huelga general revolucionaria convocada para oponerse a la entrada de la extrema derecha en el gobierno, provocaron un profundo clamor por la unidad dentro del movimiento obrero. La ICE, que había sido incapaz de romper con su aislamiento general, fue especialmente susceptible ante tal presión. Su afiliación había crecido a quizá 800, de los cuales la mitad eran campesinos del área alrededor de Llerena en Extremadura. En otras partes tuvo algunos grupos con una influencia limitada, especialmente en Madrid, Salamanca, Sevilla y algunas partes del norte[15]. El BOC, en cambio, tenía 4.500 miembros, la mayoría de ellos en Catalunya, comparados con un máximo de 10.000 en el PCE. El liderazgo de la ICE propuso así fundirse con el BOC en Catalunya e, invirtiendo su oposición previa al “entrismo”, unirse al Partido Socialista en el resto del Estado español. Pero las bases de la ICE rechazaron entrar en el Partido Socialista, prefiriendo en su lugar construir el nuevo partido unificado por todo el estado. Las bases del grupo tomaron esta posición tanto por su experiencia en trabajar dentro de la central socialista, la Unión General de Trabajadores (UGT), donde la burocracia, a pesar de su “izquierdismo”, había suprimido constantemente el debate, como por la reciente expulsión de los trotskistas de la Juventud Socialista francesa y la necesidad de presentar una alternativa abierta e independiente a las masas de la CNT.

La ICE argumentaba que, aunque el BOC carecía todavía de una claridad política, había abandonado sus peores excesos políticos tales como su tendencia hacia el nacionalismo y el seudo sindicalismo revolucionario, además de haber evolucionado hacia una posición antiestalinista en relación al movimiento comunista internacional. En la cuestión nacional, ya en 1933 el BOC defendió la misma posición que la ICE de reclamar la autodeterminación para las principales minorías nacionales, sin hablar más de “separatismo” ni de creación de movimientos nacionales donde éstos ni siquiera existían. La propia ICE había modificado también su visión de la cuestión, aceptando en 1934 que Euskadi era una nación oprimida, una posición que el mismo Trotsky ya había defendido[16].

La evolución en la política de la Federación Catalana hacia un análisis marxista revolucionario de mayor coherencia fue más notable en relación a los desarrollos dentro del movimiento comunista internacional. La FCC-B/BOC a menudo ha sido calificada como “bujarinista”, principalmente debido a su posición abstencionista entre 1930 y 1932, cuando se negó a tomar partido en los debates que dividieron al comunismo internacionalmente[17]. En los inicios de su abierta ruptura con el PCE, la Federación Catalana era bastante ecléctica en su actitud hacia el movimiento comunista internacional y publicó artículos de diferentes líderes comunistas, incluyendo tanto a Stalin como a Trotsky. Su política reflejó también ciertos rasgos de la ortodoxia del Comintern (Internacional Comunista, IC): por ejemplo, a pesar de sus denuncias del ultraizquierdismo del PCE, su prensa continuó refiriéndose a los socialistas como “socialfascistas” hasta mediados de 1932. La idea de un “Bloque de Obreros y Campesinos” se asoció con el período de influencia de Bujarin en la IC, pero mientras que Bujarin lo veía como una forma de alianza electoral, la concepción de la FCC-B era la de una organización periférica de simpatizantes. El abstencionismo del BOC en relación con el movimiento internacional no perduró y en febrero de 1932 el líder del BOC, Joaquín Maurín[18], habló de la “degeneración de la IC desde la muerte de Lenin”, justo antes del período de influencia de Bujarin. Seis meses más tarde, en una serie de artículos, Maurín denunció la burocratización del Comintern y la persecución de oposicionistas en la Unión Soviética. Las raíces de esta degeneración, escribió, partían del triunfo del “socialismo en un solo país”, una teoría asociada tanto a Bujarin como a Stalin, que había llevado a la “subordinación de la IC al Estado soviético”[19]. A pesar de la hostilidad de Trotsky hacia la FCC-B/BOC y de su polémica con la ICE, antes incluso de 1935, la prensa del Bloque defendió constantemente al ex líder bolchevique de la calumnia estalinista, describiéndolo como “el mejor camarada de Lenin […] el hombre de la revolución de octubre […]” y “uno de los cerebros más extraordinarios del socialismo mundial”, así como publicó artículos suyos[20]. La aparente despreocupación de Trotsky hacia esta evolución en la política del BOC (no hizo mención de ello en sus escritos) no ayudaría a su comprensión subsiguiente de la naturaleza del POUM.

La Izquierda Comunista tenía la convicción de que muchos afiliados del BOC estaban abiertos a lo que los trotskistas consideraban el “marxismo revolucionario” y que la única verdadera diferencia entre el programa del POUM y el de la Oposición de Izquierda Internacional era sobre la llamada de esta última a la construcción inmediata de una nueva Internacional. Incluso sobre esta cuestión, los trotskistas españoles estaban seguros de que finalmente ganaría tal orientación en el partido unificado. La ICE escribió al Secretariado Internacional en julio de 1935:

“La fusión se ha realizado sobre la base de un programa redactado en común, como resultado de una discusión que ha durado meses, y que contiene todos nuestros principios fundamentales: afirmación del carácter internacional de la revolución proletaria, condena de la teoría del socialismo en un solo país, de la dictadura democrática del proletariado y del campesinado[21], defensa de la URSS, con el absoluto derecho de criticar todos los errores de la dirección soviética, afirmación de la bancarrota de las II y III Internacionales y de la necesidad de restablecer la unidad del movimiento obrero internacional sobre una nueva base”[22].

Inicialmente, el SI aprobó la decisión de la ICE de iniciar conversaciones con el BOC en Catalunya, a condición de que ingresara en el PSOE en el resto del estado. Sin embargo, una vez que se aclaró que los trotskistas españoles habían cambiado su posición, a favor de construir un nuevo partido unificado en todo el estado, el SI condenó su decisión, a causa del peligro de ser absorbidos por el BOC, especialmente porque los trotskistas habían renunciado a formar su propia facción dentro del nuevo partido. La ICE, en cambio, protestó por la completa falta de comprensión acerca de los asuntos españoles por parte del SI y reiteró que la única diferencia con el BOC era sobre la propuesta de creación de una nueva “Cuarta” Internacional[23]. El BOC estuvo afiliado al Buró Internacional de la Unidad Revolucionaria Socialista, generalmente conocido como el Buró de Londres, que agrupó a varios pequeños grupos socialistas de izquierdas y partidos comunistas disidentes, con “el objetivo de prepararse para la formación de una Internacional reconstruida sobre una base socialista revolucionaria”[24]. Trotsky había descrito al Buró de Londres como “centrista” y las posiciones vacilantes adoptadas por algunos de sus afiliados durante la guerra civil confirmarían esta evaluación. La ICE vio su trabajo dentro del Buró semejante al de otros grupos trotskistas que habían entrado en los respectivos Partidos Socialistas, pertenecientes a la Segunda Internacional. Cuando consideró su unificación con el BOC, la ICE la presentó como la misma posición tomada por los trotskistas holandeses y americanos que estaban en partidos semejantes al POUM: el RSAP y el Workers’ Party.

A pesar de su condena inicial de la decisión de la ICE de fusionarse con el BOC, el Secretariado Internacional asintió tras un informe conciliatorio presentado por el delegado que mandó al Estado español, Jean Rous, en el verano de 1935. La desaparición de la Izquierda Comunista, reclamó Rous, era solo “una etapa en el camino hacia la construcción del partido revolucionario y la sección española de la Cuarta Internacional”. Trotsky, tras enterarse de la fundación de un nuevo partido, sentenció:

“El nuevo partido ha sido proclamado. Tomamos acta. En la medida en que esto pueda depender del factor internacional, debemos hacer todo lo posible para hacer ganar autoridad y poderío a este partido. Esto no es posible más que por medio del marxismo consecuente e intransigente. Yo estoy dispuesto a seguir este camino y estoy seguro de que todos los camaradas del SI colaborarán en todo lo que se nos pida”[25].

Unos seis meses más tarde, una vez que el POUM había firmado el pacto del Frente Popular y la Juventud Socialista había acordado unirse con sus contrapartes comunistas, Trotsky fue entonces mucho menos tolerante, indicando que los dirigentes de la ICE “deberían ser estigmatizados para siempre como traidores a la revolución” por haber permitido que “la magnífica Juventud Socialista” pasara “casi entera al campo estalinista”. La tarea de los partidarios españoles de la Cuarta Internacional era, por un lado, entrar en el PSOE y la Juventud Socialista y, por el otro, “comprender a fondo y exponer claramente ante los ojos de los obreros avanzados el lamentable papel jugado por la dirección del POUM, en particular por los antiguos comunistas de izquierdas”[26].

El POUM y el Frente Popular

El aparente apoyo del POUM al Frente Popular llevaría a la interrupción definitiva de cualquier conexión restante entre el SI y la antigua ICE a nivel “oficial”. Sería también la principal crítica de Trotsky a la política del POUM durante la guerra civil. La decisión del POUM de firmar el Pacto Electoral de Izquierdas (posteriormente conocido como el “Frente Popular”) en enero de 1936 confirmó los mayores temores de Trotsky acerca de la confusión política de Nin y Maurín.

La reacción inicial del POUM al giro del Comintern hacia el Frente Popular en 1935 fue de denunciarlo como la subordinación del movimiento obrero a la pequeña burguesía. En los meses siguientes, la prensa del partido estaba llena de ataques, en términos similares a aquellos usados por Trotsky, a la idea de un Frente Popular. En mayo de 1936, Maurín describió la posición del Comintern como la muestra de su “incomprensión total” de la naturaleza del fascismo, que únicamente iba a resultar ser un freno para la clase obrera manteniendo su lucha dentro de un marco burgués, dando así tiempo a la contrarrevolución para prepararse. La nueva línea del Comintern, según Maurín, repetía “lo que los mencheviques deseaban en Rusia en 1917”, igual que la posición del socialismo reformista que había llevado al desastre en Italia, Alemania y Austria. En lugar de la colaboración de clase que este nuevo giro de los estalinistas representó, Andreu Nin argumentó que era necesario crear a corto plazo las condiciones para la conquista del poder y que esto significaba “forjar las armas necesarias para la victoria: la Alianza Obrera y el partido revolucionario”y el movimiento obrero manteniendo su completa independencia ideológica y organizacional[27].

Para Trotsky, la posición formal del POUM era irrelevante y lo que importaba era su decisión de firmar el pacto. Tal traición, argumentaba, solo sirvió para confirmar el oportunismo de sus supuestos seguidores españoles desde la llegada de la República en 1931. En su primer artículo sobre el Estado español desde hacía casi cuatro años, Trotsky acusó a los líderes de la antigua ICE de traicionar al proletariado, ya que “en provecho de una alianza con la burguesía […] se han convertido sencillamente en la cola de la burguesía de ‘izquierda’” y concluyó que sería difícil “imaginarse una caída más humillante”[28].

Al principio, los precursores del POUM habían potenciado que las Alianzas Obreras presentaran listas en cualquier elección próxima, pero la hostilidad de los Treintistas hacia tal idea y la actitud ambigua del PSOE respecto a las Alianzas hizo que esta oferta recibiera poco apoyo. En verano de 1935, el futuro POUM reconoció que sería necesaria alguna forma de acuerdo provisional con los republicanos pequeño-burgueses, pero sin que las organizaciones obreras hicieran ninguna concesión sobre su independencia política[29]. El POUM propuso formar un “Frente Obrero” con los demás partidos obreros que a su vez alcanzase un acuerdo táctico con los republicanos. Pero tal frente también falló al materializarse. Tanto la derecha socialista como el PCE aceptaron una alianza directa con los republicanos de izquierdas, sobre la base de un programa burgués democrático. La izquierda socialista resultó perjudicada por su confusión ideológica, que la condujo a una incomprensión de lo que significó el último giro del Comintern.

Enfrentado a la imposibilidad de formar un Frente Obrero, el POUM, a finales de 1935, se ofreció a apoyar una alianza electoral de izquierdas sobre la base de que fuese transitoria y aspirase a “derrotar a la contrarrevolución en las elecciones”, asegurar una amnistía para todos los prisioneros políticos y restablecer el Estatuto de Autonomía catalán. Si estas demandas básicas no se aceptaban, el partido insistió en que se presentaría solo a las elecciones[30].

A pesar de que el subsiguiente acuerdo electoral no satisfacía estas condiciones, el POUM terminó por firmar el pacto del Frente Popular el 15 de enero, sin la más mínima participación en la elaboración de su programa. El liderazgo del POUM explicó su decisión declarando que “interesa extraordinariamente obtener una representación parlamentaria” que permitiera al partido defender una “posición netamente de clase” en las Cortes[31]. El antiguo líder de la ICE, Juan Andrade, justificó más tarde la firma del pacto argumentando que el partido se había visto forzado a reconocer la “existencia material de una ley electoral”, así como obligado a realizar “acuerdos provisionales” con la izquierda republicana “para evitar la victoria de la burguesía”[32]. El apoyo masivo entre la clase obrera hacia alguna forma de unidad electoral, aunque fuera sólo para alcanzar la amnistía, conduciría a la CNT a abandonar su abstencionismo y efectivamente animar a sus afiliados a votar. Ante esta situación, el POUM tuvo miedo de aislarse aún más; un miedo que más tarde le conduciría a participar en el gobierno catalán durante la guerra civil.

Durante la campaña electoral, el POUM organizó su propia propaganda independiente, dando una interpretación particularmente radical de la batalla electoral. Maurín, dirigiéndose a una muchedumbre “eufórica” de 5.000 personas en Madrid, con la sala adornada con los retratos gigantescos de Lenin y Trotsky, declaró que:

“a un lado [estaba] el frente democrático-socialista, el frente obrero-republicano [y] por el otro el frente de asesinos y ladrones […] participamos en las elecciones pensando en los muertos de las jornadas de octubre, en los 30.000 camaradas presos, pero pensando además en el triunfo de nuestra revolución, que trace entre Madrid y Moscú una diagonal sobre Europa que contribuya al hundimiento del fascismo en todo el mundo”[33].

El ex líder del BOC, Jordi Arquer, hablando ante 12.000 personas en Barcelona, declaró que el POUM no contraponía “la democracia burguesa al fascismo, sino […] el comunismo, la dictadura del proletariado”[34].

El POUM recibió el triunfo de la izquierda en las elecciones como una gran victoria para los trabajadores y campesinos y una importante derrota para la contrarrevolución. No era una victoria de la democracia burguesa, tampoco representaba el apoyo de las masas al republicanismo pequeño-burgués, sino que era un subproducto de la lucha revolucionaria de octubre de 1934. El POUM advirtió que cualquier nuevo gobierno republicano de izquierdas, considerando la profundidad de la crisis económica y social en 1936, sería peor que el último de 1931. Cualquier tentativa de realizar incluso los aspectos más suaves del programa electoral de izquierdas provocaría la resistencia más feroz de la clase dirigente. Dos caminos se encontraban ante las masas: el de Alemania y Austria y el de Asturias[35]. Durante los meses que siguieron, el POUM denunció constantemente las tentativas tanto de los socialdemócratas como de los estalinistas de subordinar el movimiento obrero al republicanismo pequeño-burgués. Enfrentados a esta crisis, Nin había escrito poco después de las elecciones que era “un crimen y una traición” exigir que la clase obrera renunciase a destruir el estado burgués y a tomar el poder, sus máximas aspiraciones, “en nombre de la necesidad de ‘consolidar’ la República”[36].

Aparte de denunciar la participación del POUM en el pacto del Frente Popular, Trotsky ahora se centró brevemente en el concepto de Maurín de “la revolución democráticosocialista”, el sostén teórico del análisis del partido sobre la revolución española. Trotsky lo rechazó calificándolo como un “galimatías ecléctico”; la “revolución democrática y la revolución socialista” se encontraban, como la revolución de octubre de 1917 había mostrado, “en lados opuestos de la barricada”. No solo se había llevado a cabo la revolución democrática en el Estado español, sino que además el Frente Popular estaba resucitándola. La revolución socialista solo podría hacerse mediante una lucha intransigente contra la revolución “democrática” y su Frente Popular, según Trotsky. La “revolución sintética democrático-socialista” de Maurín no quería decir nada[37].

Parece que Trotsky sólo tenía una idea superficial acerca de los contenidos de la teoría de Maurín. Parecía haber entendido que los líderes del POUM defendían una teoría de revolución por “etapas”, común tanto al menchevismo como al estalinismo, según la cual, después de pasar por la revolución burguesa, los trabajadores seguirían adelante hacia la “etapa socialista”. De hecho, para Maurín, como escribió en mayo de 1936, la revolución que se avecinaba en el Estado español no sería “democráticoburguesa sino democráticosocialista, o para ser exacto, socialista”.

“Mientras que el socialismo reformista, el menchevismo, pretende que la revolución rusa es una revolución democráticoburguesa, el marxismo revolucionario, representado por Lenin y Trotsky, opina que el proletariado debe ir a la conquista del poder político para llevar a cabo la revolución burguesa, que la burguesía es incapaz de realizar, e iniciar la revolución socialista […] La toma del poder por la clase trabajadora [en el Estado español] entrañará la realización de la revolución democrática que la burguesía no puede hacer —liberación de la tierra, de las nacionalidades, destrucción de la Iglesia, emancipación económica de la mujer, mejoramiento de la situación material y moral de los trabajadores— y al mismo tiempo iniciará la revolución socialista nacionalizando la tierra, los transportes, minas, gran industria y banca”[38].

Así, la posición del POUM en relación al Frente Popular era mucho más cercana a Trotsky de lo que éste asumió. Sin embargo, llegar a firmar el acuerdo hizo mucho más difícil la capacidad del partido para diferenciarse de los socialistas y comunistas. Acontecimientos subsecuentes en la guerra civil, principalmente en relación a la participación en el gobierno catalán, confirmaron los peores temores de Trotsky sobre lo que vio como el carácter vacilante de la política del POUM.

La revolución: el POUM y la cuestión del poder

El estallido de la guerra civil en julio de 1936 significó que el Estado español se convirtiera una vez más en un asunto central en el trabajo de Trotsky, aunque su actividad política aún se veía dificultada por factores fuera de su control. Desde finales de agosto de 1936 fue internado en Noruega, sin poder recibir ninguna información o intervenir en el trabajo de sus seguidores. No fue hasta febrero de 1937, una vez instalado en México, que Trotsky pudo empezar a escribir sistemáticamente sobre los acontecimientos del Estado español. Desgraciadamente, habían pasado ya muchos meses cruciales y tanto sus seguidores como sus críticos en el movimiento revolucionario se habían visto privados de sus consejos y análisis. Trotsky realizó la mayor parte de sus escritos sobre la guerra civil cuando la balanza se había decantado de manera decisiva contra la revolución, lo que hizo que éstos trataran de sacar las lecciones, particularmente en relación con el POUM, para los revolucionarios de todo el mundo.

En la víspera de la guerra civil, el POUM aún era una organización bastante pequeña comparada no solo con el Partido Socialista, sino también con el PCE[39]. La mayoría de sus 6.000 miembros todavía se concentraba en Catalunya. Esto, como mínimo, significaba que el POUM pudo jugar un papel relativamente importante en lo que era no solo la zona más industrializada del estado, sino también el centro de la revolución. El POUM creció rápidamente en los primeros meses de la guerra y para finales de 1936 decía tener 30.000 afiliados[40]. Mandó al frente unos 8.000 milicianos durante los primeros diez meses de la guerra, editaba cinco periódicos diarios y varios semanales y controlaba emisoras de radio en Barcelona y Madrid.

El POUM parecía ser consciente de la gran responsabilidad que había caído sobre él. Como declaró un líder del partido, Joan Farré:

“El triunfo de la revolución española es el principio de un poderoso movimiento revolucionario mundial. El triunfo de la revolución española desplazará el meridiano de origen desde Moscú hasta Barcelona. El partido bolchevique ha degenerado, y es el POUM quien recoge la bandera de su tradición y la despliega en el mundo entero”[41].

La guerra y la revolución eran inseparables. El POUM insistía en la doble tarea inmediata de los trabajadores y los campesinos: la derrota de las fuerzas fascistas y la construcción del socialismo. Sin embargo, el POUM se mostró incapaz de influenciar significativamente en el curso de los hechos. Para el propio partido, esto era el resultado de su debilidad organizativa y su aislamiento. Para Trotsky, el problema era la naturaleza centrista del POUM y sus subsiguientes prácticas políticas. De esta manera, llegaba a la siguiente conclusión en marzo de 1939:

“El centrismo [del que el POUM era un ejemplo particularmente claro], sobre todo en condiciones revolucionarias, está siempre dispuesto a adoptar de palabra el programa de la revolución socialista, y no se muestra avaro en frases sonoras. Pero la fatal enfermedad del centrismo es su incapacidad para sacar de estas concepciones generales conclusiones valientes de táctica y organización”[42].

En ningún otro aspecto esto estaba más claro que en relación con la cuestión del poder según Trotsky.

El problema inmediato al que se enfrentaban las fuerzas contrarrevolucionarias en el bando republicano era la necesidad de reorganizar un aparato estatal capaz de aplastar la revolución. Un paso importante hacia la restauración del control de la burguesía fue la creación en septiembre de 1936 de un nuevo Gobierno catalán basado en todas las organizaciones antifascistas, incluyendo al POUM.

Antes de la formación de este nuevo gobierno de la Generalitat, el poder en Catalunya residía en muchos comités formados por representantes de las diferentes organizaciones. Estos comités pocas veces eran escogidos por la población local o los trabajadores y tendían a reflejar la influencia de cada partido o sindicato en cualquier localidad o lugar de trabajo. Paralelas a estos comités estaban las milicias, organizadas a través de los sindicatos y partidos. El comité más importante, y posiblemente el embrión de un Gobierno revolucionario, era el Comité Central de Milícies Antifeixistes (CCMA). Las decisiones de este órgano reflejaban el predominio de los revolucionarios hasta ese momento en Catalunya, aunque la mayoría de sus componentes no se podrían haber considerado como tales[43].

La existencia de estos comités y milicias llevó al líder del POUM, Andreu Nin, a afirmar que, de hecho, la “dictadura del proletariado ya existía” en Catalunya[44]. Esta declaración puede verse como un intento de alejar los miedos anarcosindicalistas a una dictadura proletaria, dado que Nin estaba haciendo un llamamiento a la CNT a formar parte de un “Gobierno Obrero”. Nin más tarde diría que no había surgido ningún “poder dual” en la revolución española, como afirmaban Trotsky y sus seguidores, porque los comités locales no eran elegidos por las masas y muy a menudo, de hecho, eran frentes populares, representando a toda la izquierda, incluyendo los partidos de la pequeña burguesía[45]. Estrictamente hablando, Nin tenía razón en sus afirmaciones, si el modelo de poder dual era el de los Soviets en la Rusia revolucionaria de 1917. Lo que hubo fue, en la práctica, un poder dual de facto en el que existían, muchas veces desconectados entre ellos, comités que representaban el nacimiento de un poder alternativo al inicialmente inepto Estado republicano. Éstos incluían comités antifascistas a nivel local, así como los que organizaban el abastecimiento, el transporte, coordinaban las milicias (especialmente el CCMA) o hacían funcionar las fábricas o tierras colectivizadas. Como escribiría algunos años después uno de los líderes del grupo trotskista en Barcelona durante la guerra, G. Munis (Manuel Fernández-Grandizo), había una “atomización del poder”, cada comité era como un “pequeño gobierno” [46].

Como una alternativa a la República burguesa y al Frente Popular, el POUM hizo un llamamiento al establecimiento de una Asamblea Constituyente basada en comités de trabajadores, campesinos y soldados, no solo en Catalunya sino en toda la España republicana. A un nivel más práctico, el POUM defendía que el CCMA “tomara el poder”, pero la CNT, y aún más el PSUC y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), rehusaron esa posibilidad. Por el contrario, la central sindical anarcosindicalista, inclinándose en parte ante la presión de las masas, ponía cada vez más la “unidad antifascista” por encima de cualquier otra consideración. Así, la formación del nuevo Consell de la Generalitat, en el cual, como en el CCMA, los reformistas poseían la mayoría, aunque fuera por poco, parecía una salida lógica ante la necesidad de unidad[47]. El nuevo órgano aparecía, no solo para ERC y el PSUC, sino también para la CNT, como un substituto natural del CCMA, que fue debidamente desmantelado.

El Comité Central del POUM, después de reconocer que ninguna otra organización defendería la necesidad de establecer un gobierno revolucionario, justificó su participación en la Generalitat en base a que las organizaciones obreras contaban con la mayoría, el nuevo Gobierno catalán tenía un “programa socialista” y los partidos de la pequeña burguesía catalana se habían radicalizado. Por lo tanto, se contrastaba a la Generalitat, “el gobierno de la revolución”, con el Gobierno presidido por el líder socialista Largo Caballero en Madrid, el cual era definido por el POUM como un Gobierno “contra los intereses de la revolución”. Mientras tanto, el Partido aún defendía la “formación de comités de obreros, campesinos y combatientes” de los que surgiría el “poder proletario”. En su primera declaración después de llegar a México en febrero de 1937 sobre la situación que se vivía en el Estado español, reproducida sin ningún comentario en La Batalla, Trotsky reaccionó con dureza en relación a la participación del POUM en el Gobierno catalán:

“Para combatir en el frente al lado de los demás partidos, no es necesario asumir la responsabilidad de las falsas políticas gubernamentales de estos partidos. Es preciso saber unir a las masas bajo la bandera de la revolución, sin debilitar el frente”[48].

Las razones que dio el Partido para tomar ese camino eran, efectivamente, difíciles de sostener. A pesar de que las organizaciones obreras mantenían la mayoría, aunque reducida, que habían tenido en el CCMA sobre los republicanos, esta “mayoría” incluía a los estalinistas catalanes (el PSUC), quienes estaban claramente, incluso al principio de la guerra, en contra de la revolución. Aunque los estalinistas y los republicanos habían formado también una pequeña mayoría dentro del CCMA, los contactos de este último con las milicias y los comités locales había puesto la iniciativa en manos de los revolucionarios. En contraste, el nuevo Gobierno representaba la vuelta hacia la legalidad republicana, o sea la legalidad burguesa, a pesar de la “legalización” de muchas de las conquistas de la revolución. Tener en cuenta el balance exacto de fuerzas dentro del Gobierno también es importante a la hora de evaluar la relevancia de su “programa socialista”. Su programa económico era el del Consell Central de Economia, el cual previamente había sido subordinado al CCMA. Lo elaboró Nin y estaba dirigido hacia una “transformación socialista de la economía catalana”. Pero sin un gobierno revolucionario que pusiera este programa en práctica, sólo se implantó parcialmente. ERC y el PSUC, aunque rechazaban los objetivos del programa hacia una “completa colectivización de la industria”, no vieron otra alternativa que aceptarlo, al menos formalmente. Donde, sin embargo, tuvieron inmediatamente más éxito en hacer retroceder la revolución fue en la disolución de los comités locales antifascistas, la reconstrucción de las fuerzas de seguridad en la retaguardia y la imposición de un mayor control sobre las milicias.

Respecto a la “radicalización” de los republicanos catalanes, la continuación de la misma dependía de la presión ejercida por las fuerzas revolucionarias fuera del Gobierno. Desde su fundación en 1931 como una coalición de diferentes grupos de izquierda y nacionalistas radicales, ERC había recibido un gran apoyo del campesinado catalán, la pequeña burguesía en general y de muchos trabajadores, especialmente los sectores de “cuello blanco”[49]. Además, muchas de las bases de la CNT votaron a ERC en las elecciones. La política de ERC era la típica de una formación pequeño-burguesa, vacilando entre defender la legalidad de la República y su poca entusiasta rebelión contra el Gobierno de derechas en octubre de 1934. Muchos de sus líderes se veían a sí mismos como reformadores sociales y habían establecido vínculos con los sectores más moderados de la CNT; cuando al mismo tiempo, desde dentro del Gobierno catalán, ERC había intentado romper huelgas lideradas por el anarquismo radical, sobre todo por la Federación Anarquista Ibérica (FAI), y había favorecido a sindicatos no anarquistas. Durante la República, el BOC había denunciado a ERC como “contrarrevolucionario” y había previsto, erróneamente, su inmediata desaparición como partido pequeñoburgués, aplastado entre el proletariado y la burguesía. Los precursores del POUM también reconocieron la naturaleza contradictoria de ERC, dado su gran apoyo, y en algunas ciudades y pueblos los comunistas disidentes y los nacionalistas de izquierdas a menudo pertenecían al mismo sindicato y trabajaban conjuntamente contra la derecha. En otros lugares, ERC se había posicionado con los grupos reaccionarios contra el Bloc[50]. En noviembre de 1936, Nin comparó al partido nacionalista de izquierdas con los Socialistas Revolucionarios de Rusia (los SRs)[51]. Quizás Nin fue demasiado generoso en la evaluación de las credenciales radicales de ERC, pero es difícil sostener la visión de que este partido era representante directo de la burguesía [52]. Los republicanos de izquierdas eran, como escribió Trotsky en diciembre de 1937, la “sombra” de la burguesía y, junto a los estalinistas y los socialistas de derechas, restablecerían el poder democrático burgués en la zona republicana[53]. La burguesía como tal estaba en la zona franquista o escondida. La clave del problema era que el nuevo Gobierno catalán estaba subordinado a la política frentepopulista de ERC y del PSUC, lo que significaba que el movimiento obrero se encontraba ligado a un programa democrático-burgués. Como consecuencia, la formación de este Gobierno representaría un paso importante, a pesar de las intenciones de la CNT y el POUM, hacia el desmantelamiento de la revolución.

Aparte de las razones dadas públicamente por el POUM para justificar su participación en el Gobierno catalán, ésta se produjo también a causa de su miedo a ser malinterpretado por las masas, aislado, y por lo tanto quedar privado de provisiones para sus milicias e incluso abrir el camino para ser ilegalizado, como ya habían defendido los estalinistas. Al hacerlo, el partido creyó que entrando en el Gobierno catalán prevendría que la CNT fuera arrastrada hacia estalinistas y republicanos. El propio Nin veía la situación de este Gobierno como “transitoria”, por lo tanto, con poca probabilidad de que durara mucho[54]. En el mejor de los casos, aceptando la invitación para formar parte del Consell de la Generalitat a principios de octubre de 1936, el POUM posponía todos estos problemas unos pocos meses más.

El representante del Partido en el Gobierno catalán, Nin, fue nombrado Conseller de justicia e introdujo una serie de reformas radicales[55], pero esto tenía poca relevancia comparada con el rol del nuevo gobierno en minar la revolución. Habiendo desmantelado el CCMA, la Generalitat procedió a disolver los comités locales antifascistas y reemplazarlos con consejos municipales basados en la misma distribución de representantes que el Consell de la Generalitat. Las implicaciones que tenía esta medida para las organizaciones revolucionarias eran obvias. En los comités locales de muchas ciudades y pueblos de toda Catalunya, la CNT y el POUM habían sido las fuerzas dominantes, y a menudo las únicas, pero ahora el poder pasaría a manos de los republicanos catalanes y sus aliados estalinistas. De hecho, hasta entrar en el Gobierno, el POUM había reivindicado que el dominio de las fuerzas revolucionarias en Catalunya aseguraría que el Gobierno no caería bajo el control de sus oponentes. A pesar de que Nin se opuso dentro del Gobierno catalán a la disolución de los comités, no hubo ninguna crítica por parte del POUM sobre este cambio y el Comité Central del partido estuvo de acuerdo en implementar el nuevo decreto[56]. Los estalinistas, mientras tanto, avanzaban en su campaña contra el “trotskista” POUM y en diciembre de 1936 se expulsó a Nin de la Generalitat a consecuencia de las presiones directas del gobierno soviético sobre las autoridades republicanas.

La decisión del POUM de entrar en la Generalitat marcó el final de cualquier esperanza —aunque fuera remota— que Trotsky pudiera tener de que este partido se convirtiera en lo que él consideraba que sería una verdadera organización revolucionaria. En sus escritos posteriores sobre la situación española, volvería repetidamente a la participación del POUM en el Gobierno catalán, lo que veía como el resultado lógico de su apoyo previo al Frente Popular en las elecciones. Las acusaciones de que el POUM sólo había ayudado a la contrarrevolución con su decisión de colaborar con la Generalitat también vinieron de dentro del propio partido, aunque sin las mordaces conclusiones que hizo Trotsky. Dentro de su organización juvenil, la JCI, existía un “profundo descontento” con la decisión de participar en el Consell de la Generalitat y también hubo críticas en el Comité Local de Barcelona y en Lleida, donde el partido tenía una fuerza importante[57]. La primera crítica pública vendría del antiguo líder de la ICE, Juan Andrade, en abril de 1937, cuando describió que la participación del partido había sido “completamente negativa” y “dañina” para el desarrollo de la revolución[58]. Hasta uno de los líderes más leales, Enric Adroher (Gironella), escribiría unos meses después de que acabara la guerra que el nuevo gobierno de la Generalitat había tenido “una única misión histórica […] la liquidación de los comités, que el POUM se había encargado “de convencer a las fuerzas revolucionarias de las comarcas de la necesidad de aceptar aquel sacrificio, que debía ser un paso más en el retroceso revolucionario”, y que una vez llevado a cabo este “inestimable servicio”, se echó al POUM del Gobierno[59].

Al mismo tiempo, el POUM valoraba su expulsión de la Generalitat como un paso hacia la eliminación de toda actividad política del partido en la zona republicana. Con pocas excepciones, el liderazgo del partido rehusó ver en ese momento que su participación no solo no había hecho nada para fortalecer la revolución, sino que había ayudado a las fuerzas contrarrevolucionarias a destruirla. El POUM hizo un llamamiento, y continuaría haciéndolo hasta que fue ilegalizado seis meses después, reclamando su vuelta al Gobierno catalán. Al mismo tiempo, intensificó su campaña para convocar una Asamblea Constituyente de delegados de comités de obreros, campesinos y soldados, la cual a su vez elegiría un “Gobierno Obrero y Campesino”.

Mientras que el POUM se lamentaba de que los trabajadores “no habían construido soviets”, Trotsky señaló los comités obreros que ya se habían formado en el proceso de tomar el control de la industria como ‘soviets’ en potencia. En la capital catalana “no hacía falta más que unificarlos, desarrollarlos”, escribió en octubre de 1937, y “se habría construido el soviet de Barcelona”[60]. El problema con la posición de Trotsky era que, con pocas excepciones, los comités habían sido constituidos por organizaciones obreras ya existentes en lugar de ser elegidos por las masas. Además, la fórmula de Trotsky para la creación de un “soviet de Barcelona” no tenía en cuenta ni la influencia de los anarcosindicalistas y de los estalinistas en los sindicatos, quienes controlaban todos los centros de trabajo más grandes, ni la debilidad del POUM en la ciudad. Dada la ausencia general de comités elegidos directamente, la posición de Trotsky sólo tenía sentido como algo para lo que los revolucionarios debían agitar desde dentro de las organizaciones obreras.

La posición del POUM no estaba tan lejos de la de Trotsky. En abril de 1937, La Batalla citaba a Lenin aprobando que “no había un camino intermedio entre la dictadura de la burguesía y la dictadura del proletariado. Todas las ilusiones [en ese camino intermedio] no eran más que las lamentaciones reaccionarias de la pequeña burguesía”[61]. A principios de ese año el POUM hizo un llamamiento a un “Frente Obrero Revolucionario”, cuya tarea consistiría en convocar un Congreso o una Asamblea de delegados de los sindicatos y de los “comités existentes” —en los lugares de trabajo, en el campo y en el frente—, más que la creación de otros nuevos. Nin señalaba cómo, a diferencia de Rusia antes de la revolución, los sindicatos tenían “gran prestigio y autoridad” entre las masas y nunca se habían limitado solamente a las reivindicaciones inmediatas, sino que también habían tenido un papel político. Los soviets, a su vez, habían surgido de la necesidad que los trabajadores rusos tenían de encontrar alguna forma de organización representativa, en ausencia de fuertes organizaciones tradicionales de la clase trabajadora. En el Estado español, en contraste, los trabajadores no habían creado nuevas organizaciones revolucionarias porque aún miraban hacia los sindicatos. De la misma manera en que los bolcheviques habían lanzado la consigna de que los soviets tomaran el poder, el POUM llamó a las ya existentes expresiones del poder obrero —básicamente los sindicatos y los comités controlados por éstos— a hacer lo mismo. Llamar a los “comités existentes” a formar las bases de un nuevo estado proletario era similar, al menos formalmente, a la posición de Trotsky, pero, según algunos de sus cuadros, el POUM hizo poco en la práctica para plantear su construcción en los sitios donde tenía fuerza y no existían[62]. Según Nin, en uno de sus últimos artículos y la única vez que contestó directamente a las críticas de Trotsky hacia su partido, el eslogan del POUM respecto a los comités de “obreros, campesinos y combatientes” no se había “extendido” entre las masas y por lo tanto hubiera sido “estéril” haber formado esos órganos de manera aislada[63]. Nin no consideró que la tarea del partido fuera establecer esos comités si no existían, apuntando que los bolcheviques no habían creado los soviets, sino que habían agitado para que esos órganos tomaran el poder.

El POUM y la CNT

En el centro del dilema del POUM sobre cómo construir un poder revolucionario alternativo estaba su constante temor a chocar de frente con el liderazgo de la CNT y, como consecuencia, quedar aislados. Así, el problema real del POUM durante la guerra civil, y que nunca pudo asimilar, era cómo debilitar la influencia que los anarcosindicalistas tenían sobre las masas. La mayoría de los trabajadores más combativos estaban organizados en las filas de la CNT y mientras el POUM no consiguiera ganar al menos una parte de la base anarcosindicalista, no podría convertirse en un verdadero liderazgo de la clase trabajadora. Trotsky no comentó nada sobre este problema clave para el POUM hasta finales de 1937[64].

Para entender la actitud del POUM hacia la CNT es necesario trazar la relación del partido con los anarcosindicalistas en los años que llevaron a la guerra. En 1931, el BOC creyó que un revitalizado y cada vez más radical CNT podría jugar un papel similar al de los soviets en la revolución rusa. Esta ilusión pronto fue minada, por un lado, debido a las tácticas “aventureras” del liderazgo de la CNT y, por otro, por la creciente persecución que sufrían los miembros del BOC dentro de los sindicatos anarcosindicalistas en Catalunya. Entre 1932 y 1933, casi todos los sindicatos controlados por el BOC fueron expulsados de la CNT. Paralelamente, los sindicatos anarcosindicalistas en Catalunya, liderados ahora por la FAI, fueron perdiendo afiliados e influencia. En primavera de 1936, la CNT catalana se atribuía menos de la mitad de los más de 300.000 miembros que había tenido en 1931. Esto, junto al crecimiento de los sindicatos liderados por el POUM, llevó a Andreu Nin a hablar del “fin de la hegemonía de la CNT sobre el proletariado catalán”[65].

Al estallar la guerra, la suerte de la CNT catalana cambió radicalmente y el central creció de manera espectacular. En Catalunya, de acuerdo con sus propias cifras, los sindicatos anarcosindicalistas pasaron de unos 140.000 miembros en julio de 1936 a 360.977 tres meses más tarde, alrededor de un tercio de la población activa[66]. El ritmo de los acontecimientos obligó al POUM a reevaluar la importancia del movimiento anarcosindicalista. En septiembre de 1936, Nin declaraba que “todo el futuro de la revolución española depende, en gran parte, de la actitud que adopten la CNT y la FAI”[67]. Trotsky también reconoció que “la élite del proletariado español” estaba concentrada en las filas de la CNT[68]. No obstante, la diferencia estribaba en que, mientras Trotsky continuamente censuraba a los anarcosindicalistas por sus desastrosas políticas, consideraba que el POUM pasaba demasiado tiempo intentando convencer a los líderes de la CNT de lo equivocado de sus métodos. Como argumentaba Josep Rebull, administrador de La Batalla, “el hecho de que el POUM no haya formulado una crítica fraternal pero severa de la CNT, ha impedido a las masas de ésta, y a la clase trabajadora en general, ser capaz de establecer la diferencia entre los dos y ha llevado a confusión entre las posiciones de las dos organizaciones”. En lugar de esto, el POUM debería haber ido más lejos en su crítica de lo que llamaba “el capitalismo sindical” de los anarcosindicalistas, debido a que, en algunos casos, la CNT consideraba los lugares de trabajo, servicios o industrias bajo su control como si efectivamente fueran de “su” propiedad, más que como parte de una economía más global bajo control de la clase trabajadora. Asimismo, según Rebull, el POUM debería haber sido más crítico con los indudables casos de colectivización forzada en algunas zonas rurales, que llevaron a algunos trabajadores y, especialmente, campesinos a manos de los estalinistas[69].

En los primeros meses de la guerra, el liderazgo del POUM era bastante optimista sobre la posibilidad de establecer una colaboración más estrecha con la CNT. Unos días antes de su expulsión del gobierno catalán, Nin escribía sobre los estrechos lazos entre su partido y el liderazgo de la CNT en Catalunya[70]. La CNT, a su vez, ingenuamente esperaba que se le permitiera al POUM participar en el comité de enlace que los anarcosindicalistas habían establecido con la UGT y el PSUC. Dada la indiferencia de los anarcosindicalistas ante la expulsión del POUM del gobierno catalán, las esperanzas de Nin parecían no venir a cuento. De hecho, los vínculos continuaron siendo vagos, con la notable excepción del Frente de la Juventud Trabajadora Revolucionaria (FJTR), fundado en febrero de 1937 por la JCI y sus homólogos libertarios, las Juventudes Libertarias. El FJTR organizó una serie de reuniones y manifestaciones en defensa de la revolución, incluyendo una concentración de 50.000 personas en el centro de Barcelona. También organizó una columna de milicianos para ir al frente y una red de comités locales. El FJTR supuso, sin duda, lo más cerca que estuvo el POUM de formar un frente único con los anarcosindicalistas, pero resultó una experiencia de corta vida. Los sectores más apolíticos del liderazgo de la CNT estaban en contra no solo de tomar el poder, sino de cualquier colaboración con partidos políticos. A finales de mayo, una sesión plenaria de delegados de la CNT votó por acabar con las relaciones entre las Juventudes Libertarias y la JCI. Pero el apoliticismo de los anarcosindicalistas no se extendió hasta las relaciones sindicales y durante la guerra la CNT firmó varios pactos con la UGT catalana, central dominada por los estalinistas, e incluso, ya en agosto de 1936, uno que incluía al PSUC.

Dada la importancia de ganarse a las bases anarcosindicalistas, quizá el mayor problema al que se enfrentó el POUM durante la guerra, y apenas mencionado por Trotsky, consistió en haber introducido los sindicatos bajo su control en la UGT en vez de en la CNT. Podría decirse que las consecuencias de esta decisión fueron incluso más serias que su participación en la Generalitat. Uniéndose a la CNT, el POUM habría estado en una posición mucho mejor para trabajar con la base anarcosindicalista. En mayo de 1936, el POUM formó su propia central sindical, la Federación Obrera de Unidad Sindical (FOUS), con la esperanza de que fuera el primer paso hacia una mayor unidad sindical[71]. El estallido de la guerra pronto dinamitó esta esperanza, al tiempo que las masas iban entrando a la CNT o a la UGT, un proceso acelerado por la decisión del gobierno catalán de hacer obligatoria la pertenencia a un sindicato. Frente a esta situación, el POUM no tuvo más remedio que entrar en una de las dos centrales principales. Los líderes del POUM justificaron su decisión de entrar en la UGT basándose en su creencia de que en Catalunya podían ganar el liderazgo de la débil central socialista. Una vez se consiguiera esto, el POUM afirmaba que sería posible plantear la cuestión de la unidad sindical con la CNT. Antes de la guerra y de la fundación del PSUC[72], los sindicatos dirigidos por el POUM habían tenido generalmente buenas relaciones con sus homólogos socialistas. Por contra, las amargas luchas internas de la CNT en 1932-1933 todavía estaban frescas en las mentes de muchos militantes del POUM. Además, si hubiera habido miembros del POUM trabajando políticamente dentro de la CNT, podrían haber puesto en peligro la estrategia del partido de intentar influenciar al liderazgo anarcosindicalista.

No tardaría mucho en verse lo mal que el POUM había calculado. Tras la victoria electoral del Frente Popular en febrero de 1936, la UGT catalana había empezado a crecer muy deprisa, doblando su número de miembros, que rondaban los 85.000 en vísperas de la guerra. Una vez que ésta empezó, especialmente después del decreto de sindicalización obligatoria del gobierno catalán, los sindicatos socialistas de la región llegaron a los 436.299 afiliados en octubre de 1936, incluso supuestamente más que la CNT[73]. Muchos de estos nuevos afiliados provenían de los sectores menos combativos de la clase trabajadora, especialmente trabajadores de cuello blanco y técnicos. En el campo, la poderosa Unió de Rabassaires dejó de estar dominada políticamente por ERC y cayó bajo la influencia del PSUC. La UGT fundó una organización para autónomos y pequeños empresarios, el Gremi i Entitats de Petits Comerciants i Industrials, que se situaría en la vanguardia de la agitación contra los “excesos” de la revolución. Con la ayuda de sus aliados en el liderazgo de la UGT de Madrid, los estalinistas no tuvieron demasiados problemas para ganarse a estos nuevos e inexpertos afiliados y les resultó relativamente fácil acabar con la influencia del POUM dentro de los sindicatos. Para empeorar las cosas, muchos de los sindicalistas más destacados del POUM estaban en el frente mientras muchos otros afiliados abandonaban la UGT espontáneamente y se unían a la CNT[74]. En pocos meses, el partido se encontró desprovisto de sus propias bases sindicales.

Otra de las causas del aislamiento del POUM de las bases de la CNT, según Trotsky y sus seguidores, hace referencia a su política militar. De hecho, la posición del POUM difería poco de la de Trotsky: durante la guerra el partido defendió la necesidad de construir un “ejército rojo”, que siguiera el modelo ruso, en lugar de las milicias o del Ejército Popular que pronto las reemplazó. No obstante, los militantes disidentes del partido y también los trotskistas se quejarían continuamente de la falta de vida política, con pocas excepciones, dentro de las milicias del POUM, así como del fracaso en la creación de los mismos comités de soldados por los que abogaban en su propaganda general. Los trotskistas también criticaron la decisión del POUM de formar sus propias milicias, el cual, una vez más, evitaba así una confrontación directa con el liderazgo de la CNT. La consecuencia práctica de esta decisión consistió en que la mayoría de los milicianos del POUM acabaran aislados en el frente de Aragón, generalmente inactivos y necesitados de armas y suministros básicos. Alrededor de la mitad de estos milicianos eran miembros del partido, incluidos algunos de los más experimentados militantes, sobre todo entre los jóvenes.

Aunque habría sido posible evitar que tantos militantes destacados fueran enviados al frente, no parecía haber más alternativa para el partido en las primeras semanas de guerra que formar sus propias milicias. Todas las demás organizaciones obreras también lo hicieron y se consideró como una indispensable demostración de las credenciales antifascistas de cada organización. Con el tiempo, el liderazgo del partido se dio cuenta de los problemas que acarreaba el aislamiento militar y, a principios de 1937, animó a sus miembros a ingresar en otras unidades[75]. Desgraciadamente era demasiado tarde, ya que esta tardía decisión tuvo pocos resultados prácticos. Las consecuencias del aislamiento del partido pronto se harían dramáticamente evidentes durante los hechos de mayo de 1937.

Los hechos de mayo

A principios de 1937, la contrarrevolución estaba ganando espacio en la zona republicana. En la prensa estalinista aumentaban los ataques calumniosos contra los “Trotsky-fascistas” del POUM, así como las exigencias sobre su prohibición. Los llamamientos del POUM a favor de una revolución socialista y sus denuncias constantes a los Procesos de Moscú resultaban particularmente hirientes para los estalinistas, tanto fuera como dentro del Estado español. En Madrid, la represión contra el POUM ya había comenzado. En octubre, militantes de la juventud comunista-socialista unificada, (las Juventudes Socialistas Unificadas, JSU), asaltaron la sede de la JCI. Pronto la prensa y la radio del partido en la capital del Estado fueron clausuradas. Solo era cuestión de tiempo que en Catalunya se adoptaran medidas similares, pero el poder de la revolución en la zona, todavía potente, lo dificultaba. Además, se tenía que contener a la CNT, una vez aplastado el mucho más débil POUM.

Durante los primeros meses de 1937, el POUM avisó repetidamente de los intentos de minar la revolución, particularmente sobre cualquier intento de desarmar a los trabajadores en la retaguardia. Aún así, los líderes del POUM, que estaban mucho más preocupados por los peligros que enfrentaba la revolución que los anarcosindicalistas, sobreestimaban su propia fortaleza. Por ejemplo, Nin argumentó en marzo de 1937 que todavía era posible tomar el poder pacíficamente, sin recurrir a una insurrección armada[76]. Trotsky, escribiendo desde miles de kilómetros de distancia, menospreció este optimismo. “Ya hoy, el poder se encuentra en manos de los altos mandos militares y de la burocracia, aliados con los estalinistas y los anarco-reformistas […] [apoyados por] la burguesía extranjera y […] la burocracia soviética. En estas condiciones, hablar de la conquista pacífica del poder, es engañarse a uno mismo y a la clase obrera”[77]. Desafortunadamente para el POUM, muy pronto se vería que estaba en lo cierto.

El 3 de mayo, fuerzas de seguridad de la Generalitat, bajo control estalinista, atacaron la telefónica de Barcelona, dominada por la CNT. Esta última provocación fue la gota de colmó el vaso para muchos de los trabajadores más radicalizados, lo que condujo a una huelga general y un levantamiento armado, organizado principalmente por los Comités de Defensa locales de la CNT. Se levantaron barricadas en Barcelona y en pocas horas la mayor parte de la ciudad se encontraba bajo el control de los insurgentes. Cinco días de combates intermitentes en las calles entre los trabajadores armados y las fuerzas controladas por los estalinistas y los republicanos catalanes se saldaron con más de doscientos muertos. Aunque la mayoría de los observadores admiten que habría sido relativamente fácil que las organizaciones revolucionarias tomaran el control total de la ciudad, el movimiento fue eventualmente saboteado por el liderazgo de la CNT, que temía dañar la “unidad antifascista”. La mayoría de los trabajadores armados, que eran principalmente de la CNT, desorientados y frustrados, aceptaron las súplicas de la cúpula de dejar las armas. El “orden republicano” fue así restaurado y el equilibrio de poder se inclinó decisivamente a favor de la contrarrevolución. Se ejecutó una nueva ola de represión contra las secciones más combativas del movimiento obrero durante las semanas posteriores, acompañada de una campaña de propaganda masiva desarrollada por los estalinistas contra los “trotskistas”, que fueron acusados de instigar la insurrección. En Valencia, el líder de la izquierda socialista, Largo Caballero, fue echado del gobierno, entre otras cosas por haber rehusado reprimir al POUM. El nuevo gobierno, encabezado por el socialista moderado Juan Negrín, rápidamente se plegó a las presiones estalinistas y se declaró ilegal al POUM el 16 de junio. Muchos miembros del POUM y anarquistas radicales sufrieron arrestos y otros desaparecieron. Decenas de anarquistas y militantes del POUM, junto con algunos trotskistas extranjeros y otros marxistas disidentes, fueron asesinados. El caso más notorio fue el de Nin, quien fue secuestrado y posteriormente ejecutado por agentes del NKVD, tras fracasar al intentar sacarle una confesión falsa[78].

Una vez que comenzó la lucha el 3 de mayo, el POUM inmediatamente se colocó junto a los trabajadores. Incluso sin pensar que los trabajadores pudieran “ganar”, el POUM propuso la creación de Comités de Defensa en cada barrio y lugar de trabajo basados no solo en anarcosindicalistas, sino incluyendo también al POUM, además de volver a llamar a la formación de un Frente Obrero Revolucionario[79]. El partido creía que era posible tomar Barcelona y posteriormente forzar a las autoridades a pactar con los revolucionarios. El problema vino una vez más del intento del POUM de influenciar al liderazgo de la CNT. Desde el primer día de la revuelta, el POUM hizo un gran esfuerzo para coordinar la lucha con los anarcosindicalistas y se realizaron varias reuniones entre representantes de la dirección del partido y de la CNT, FAI y FIJL. Pero la CNT sólo estaba interesada en finalizar la revuelta tan pronto como fuera posible. El líder de la JCI, Wilebaldo Solano, describió cómo los representantes del POUM quedaron “atónitos ante la ligereza y la miopía política de los dirigentes cenetistas”[80].

La patética llamada del ministro anarquista, García Oliver, a los trabajadores para que depusieran las armas y abrazaran a sus enemigos fue suficiente para dar al liderazgo de la CNT en Barcelona la excusa para replegarse completamente. El POUM reconocía internamente que la CNT había traicionado la lucha, pero “la táctica nos impone hacer esta crítica con precaución, para no aislarnos. Si la cabeza de la CNT fuera atacada frontalmente, la base de la CNT se levantaría unánime en su defensa”[81]. Como no estaba preparado para romper públicamente con los líderes de la CNT, el POUM tuvo poco donde elegir y se vio obligado a abandonar las barricadas para evitar una “represión sangrienta”. La dirección del partido ya había intervenido para frenar una columna conjunta de JCI-FIJL, que pensaba marchar sobre los pocos edificios gubernamentales en el centro de la ciudad todavía en manos de la Generalitat, porque la CNT no habría apoyado esa acción. Del mismo modo, el liderazgo evitó que el Comité del POUM de Barcelona organizara en las barricadas elecciones de delegados a los Comités de Defensa[82]. Inicialmente, la dirección del POUM incluso intentaba presentar los resultados de la en mayo como una victoria, insistiendo en que la provocación de la contrarrevolución había sido aplastada por la magnífica reacción de la clase trabajadora[83]. No pasaría mucho tiempo hasta que se pudiera ver las consecuencias de lo que realmente fue un fracaso decisivo para la izquierda revolucionaria.

Para Trotsky, el hecho de que el POUM no liderara la toma del poder en mayo de 1937 fue quizá su mayor traición. El POUM y la CNT, según el viejo líder bolchevique, hicieron “todo lo posible para asegurar la victoria de los estalinistas, es decir, de la contrarrevolución”[84]. Trotsky pensaba que la toma del poder estaba al orden del día. Los anarcosindicalistas lo habían confirmado, argumentaba Trotsky, al clamar en su prensa que podrían haber tomado el poder “si hubieran querido”:

“Si el proletariado de Catalunya se hubiera apoderado del poder en mayo de 1937, habría encontrado el apoyo de toda España. La reacción burguesa-estalinista no hubiera encontrado ni siquiera dos regimientos para aplastar a los obreros catalanes. En el territorio ocupado por Franco, no solo los obreros, sino incluso los campesinos, se habrían colocado del lado de los obreros de la Catalunya proletaria, habrían aislado al ejército fascista, introduciendo en él una irresistible disgregación. En tales condiciones, es dudoso que algún gobierno extranjero se hubiese arriesgado a lanzar sus regimientos sobre el ardiente suelo de España. La intervención hubiera sido materialmente imposible, o por lo menos peligrosa”[85].

¿Habría sido posible que la clase trabajadora tomara el poder en mayo de 1937? Es razonable pensar, tal y como hizo Trotsky, que si los trabajadores hubieran dado ese paso en Catalunya en mayo, o incluso antes, esto podría haber tenido tremendas repercusiones no solo en las zonas republicana y fascista del Estado español, sino también a nivel internacional. Particularmente, los sectores más radicales de la CNT y de la izquierda socialista se habrían visto muy fortalecidos. Sin embargo, en mayo de 1937 las circunstancias objetivas no eran tan favorables como Trotsky explicaba. Era muy dudoso que la “reacción burguesa-estalinista no hubiera encontrado ni siquiera dos regimientos para aplastar a los obreros catalanes”. La realidad era que el gobierno republicano contaba por entonces con fuerzas militares bastante extensas para utilizar. Además de las unidades de la Guardia Republicana (antes la Guardia Civil) y la recientemente reorganizada policía de fronteras, los Carabineros, los estalinistas habían consolidado una fuerza militar masiva, en particular junto a Madrid, que se reforzó aún más con la presencia de las Brigadas Internacionales. La base del apoyo a los estalinistas podría haberse visto severamente mermada con la toma del poder por parte de los trabajadores en Catalunya, pero considerando los hechos posteriores resulta difícil pensar que no hubieran sido capaces de reunir tropas suficientes para defender seriamente el Estado republicano. Desde luego, esto no descarta la posibilidad de una victoria revolucionaria. Como el mismo Trotsky apuntó, “ninguna revolución tiene la victoria garantizada”, pero la situación militar y política en mayo de 1937 era más desfavorable de lo que parece que éste apreció. En comparación con el primer mes de guerra, la revolución ya se había visto seriamente socavada cuando los estalinistas provocaron el levantamiento de mayo.

Una vez más, Trotsky dirigió su atención hacia la fatal ausencia en mayo de 1937, desde su punto de vista, de un partido revolucionario. Pero incluso si el POUM hubiese sido el partido que Trotsky esperaba, su fuerza estaba limitada exclusivamente a Catalunya. Cualquier movimiento revolucionario en esta zona, dada su importancia estratégica, podría haber ejercido una influencia considerable sobre el resto del Estado español. El problema consistía, sin embargo, en que el POUM no tenía una base significativa entre el proletariado industrial de Barcelona, la verdadera vanguardia de la clase trabajadora en la zona. Aunque el partido tenía 30.000 miembros en diciembre de 1936, sólo 2.200 se encontraban en Barcelona[86]. Su base principal residía entre trabajadores de ciudades pequeñas de provincias y campesinos. En Barcelona, el POUM, aunque tenía miembros en la mayoría de los sectores, sólo era realmente fuerte entre los trabajadores mercantiles (del comercio) y, en menor medida, en artes gráficas. En los escritos trotskistas sobre la revolución española también ha habido una tendencia a sobreestimar la importancia de los potenciales aliados del POUM en mayo de 1937, el grupo anarquista radical los Amigos de Durruti. El programa de este último grupo, en particular su llamada a crear “juntas revolucionarias” y a la toma del poder, indudablemente era de gran interés para cualquier marxista revolucionario, pero los Amigos de Durruti como organización tuvo una existencia bastante efímera, siendo su objetivo principal cambiar el liderazgo de la CNT. Durante los hechos de mayo, aunque hubo contactos entre las dos organizaciones, el POUM no fue capaz de llegar a ningún acuerdo de acción conjunta con los Amigos de Durruti. Andrade informó a la dirección del partido de que el grupo anarquista tenía poco peso y era incapaz de “elaborar una política responsable”[87].

Estas observaciones críticas sobre la visión de Trotsky respecto a los hechos de mayo de 1937 no implican que no hubiera alternativa a la posición que adoptó el POUM. El líder del partido, Julián Gorkín, dos semanas después del levantamiento, dio credibilidad al análisis de Trotsky cuando informó de que:

“si se hubiera tomado el poder, el Gobierno Central habría tratado con Cataluña, pues Cataluña es la región más antifascista de toda España. Y habría temido las repercusiones de una represión violenta, pues la CNT, en el frente de Madrid, por ejemplo, ha suministrado los mejores combatientes. No hay duda de que un tal gobierno revolucionario hubiera podido tratar con el resto de los partidos de España y habría extendido la situación revolucionaria”[88].

Otro líder del partido, Gironella (Enric Adroher), admitiría unos meses después del final de la guerra que su partido falló a la hora de comprender el curso de los hechos hasta mayo, por lo que no se había preparado para la lucha y no sabía cómo tomar ventaja a la “gran traición del anarquismo”. “En lugar de plantear” la situación “como era: una lucha violenta por el poder”, escribió, el POUM “lo planteó como una sencilla provocación contrarrevolucionaria”. No fue tan solo una provocación, sino “la solución definitiva” de la contradicción que había surgido en julio de 1936 “a favor de la contrarrevolución”[89].

La posición del POUM en mayo de 1937 fue el resultado lógico de la política practicada desde que la guerra comenzó. Temeroso de quedar aislado y de romper públicamente con la dirección de la CNT, fue muy difícil para el POUM afrontar los hechos. Si los anarcosindicalistas hubieran aceptado la propuesta del POUM y ambas organizaciones hubieran tomado el control de Barcelona completamente, cogiendo aliento así para la revolución, el resultado de los hechos de mayo podría haber sido muy diferente. Solo se puede especular sobre si las fuerzas revolucionarias pudieron haber tomado el poder en la zona republicana. Sin embargo, la línea tomada por el liderazgo anarcosindicalista significó una rendición abismal y el fracaso final de la revolución. Por seguir al liderazgo de la CNT, el POUM fue criticado, tanto desde dentro como desde fuera del partido, por haber facilitado la destrucción de su propia organización y la pérdida de los logros de julio de 1936 que todavía quedaban.

Los bolcheviques-leninistas y el POUM[90]

Como se ha visto, la cuestión sobre cómo se podría construir un partido revolucionario fue un tema central en los escritos de Trotsky sobre el Estado español, sobre todo después de los hechos de mayo de 1937. Al principio de la guerra civil, Trotsky no descartó la posibilidad de ganar al POUM a sus posiciones, a pesar de todas sus críticas a la política del partido. Además, muchos militantes poumistas, especialmente los que procedían de la ICE, todavía simpatizaban con Trotsky, sobre todo en su lucha contra el estalinismo. Más importante aún era el hecho de que la prensa del POUM seguía publicando artículos suyos. El cauteloso optimismo del movimiento trotskista en relación con el POUM al principio de la guerra quedó patente cuando el trotskista americano Felix Morrow, quien más adelante sería uno de los críticos más feroces del partido, escribió en septiembre de 1936 que el POUM contaba “entre sus cuadros con los elementos revolucionarios más experimentados del país” y que había “roto considerablemente con su curso centrista”[91].

A pesar de la ruptura de relaciones entre el SI y la ICE durante 1935 y de las duras críticas dirigidas desde el movimiento trotskista hacia el POUM durante los meses previos a la guerra por haber firmado el pacto del Frente Popular, antiguos líderes de la ICE como Andrade y Nin todavía mantenían contactos con el SI, además de con los distintos grupos trotskistas disidentes[92]. Con el estallido de la revolución, Nin y otros dirigentes del POUM pasaron a defender la idea de que era el momento de formar una nueva Internacional revolucionaria: una postura que por un lado les hizo entrar en conflicto con sectores del Buró de Londres y por el otro les acercaba a la posición de Trotsky[93]. Así, cuando el delegado del SI, Jean Rous, llegó a Barcelona a principios de agosto de 1936, sus primeros contactos con el POUM resultaron bastante positivos[94]. Varios trotskistas extranjeros residentes en Barcelona ya trabajaban con el POUM y, como consecuencia de las conversaciones de Rous con la dirección del partido, se animó a que éstos y otros trotskistas extranjeros se alistaran en las milicias poumistas. Los trotskistas constituyeron la mayoría de los primeros cincuenta combatientes de la Columna Internacional Lenin, organizada a mediados de agosto y que fue la primera unidad exclusivamente extranjera en las milicias. Durante el primer gran mitin del POUM a principios de la guerra se leyó desde el escenario un mensaje de la Cuarta Internacional y, según el trotskista italiano Nicola di Bartolomeo (Fosco), la reunión acabó con el público aclamando a Lenin y Trotsky[95]. Más significativos aún resultaron los hechos de que el POUM acordara seguir publicando artículos de Trotsky en su prensa y plantease al gobierno catalán la cuestión de concederle asilo en Catalunya[96]. Por todo esto, di Bartolomeo diría más adelante que durante las primeras semanas de la guerra “los bolcheviques-leninistas ganaron bastante influencia entre las filas del POUM”[97].

La reacción de Trotsky ante estos contactos iniciales fue muy conciliadora. Escribió a Rous lo siguiente:

“En cuanto a Nin, Andrade y los demás, en la actual situación sería criminal dejarse llevar por las reminiscencias del período precedente. A pesar de que haya divergencias de programa y de método, incluso después de la pasada experiencia, éstas de ninguna forma han de impedir un acercamiento sincero y duradero, la experiencia posterior hará el resto”[98].

Tres días más tarde admitió, cuando especulaba sobre cómo el POUM podía colaborar con los anarquistas, que “no somos más que espectadores […] estos problemas solo pueden resolverse sobre el propio terreno”[99]. La carta de Trotsky a Rous fue interceptada por la policía secreta de Mussolini y nunca llegó a su destino. Las viejas fricciones pronto volvieron a surgir, en un momento en que Trotsky tuvo que aceptar el silencio impuesto por su internamiento en Noruega. Como indica el historiador francés Pierre Broué, la incapacidad de Trotsky para intervenir en la situación española tuvo lugar cuando en su relación con Nin y otros antiguos militantes de la ICE “la menor iniciativa política, podía tener consecuencias de un significado incalculable”[100].

A mediados de agosto, el periódico trotskista francés La Lutte Ouvrière publicó una carta de Trotsky, originalmente destinada solo para uso interno, que atacaba a Nin por el “crimen” de haber apoyado el Frente Popular en febrero de 1936 y aconsejaba a sus simpatizantes evitar “todos los compromisos con los vanidosos centristas, toda confusión de límites entre ellos y nosotros, en una palabra, todo acercamiento criminal”. Según varios testigos, la publicación de esta carta hizo bastante daño a las relaciones entre Rous y ciertos dirigentes del POUM[101]. La situación degeneró todavía más cuando el POUM censuró un artículo de Trotsky, al publicarlo excluyendo una referencia crítica al dirigente de la izquierda socialista francesa, Marceau Pivert, a quien el POUM rehusó criticar puesto que estaba organizando en secreto el envío de armas a la República[102]. Con la entrada de Nin en la Generalitat a finales de septiembre de 1936, la actitud de los trotskistas hacia el POUM se endureció aún más y cuando pidieron permiso para formar una facción pública dentro del partido, su petición fue denegada. Aunque los pocos trotskistas españoles seguían siendo afiliados del POUM, en noviembre de 1936 la Sección Bolchevique-Leninista de España se constituyó formalmente como una organización independiente.

El POUM mostró poco interés, sin embargo, a entrar en conflicto con Trotsky y quizás todavía esperaba evitar un choque abierto con éste. La llegada de Trotsky a México a principios de 1937 coincidió con la visita de una delegación poumista, encabezada por el veterano activista obrero David Rey, para comprar armas. Entraron en contacto enseguida con el viejo dirigente bolchevique y Rey organizó la protección de su casa[103]. En febrero La Batalla contenía, sin el más mínimo comentario, la primera declaración de Trotsky desde México sobre la situación en el Estado español, la cual era crítica con la actuación del POUM. No fue hasta un mes después cuando apareció en la prensa del partido la primera refutación pública de estas críticas[104].

Cuando Trotsky pudo volver a centrarse en la situación española, pareció haber abandonado cualquier idea acerca de ganarse al POUM a sus posiciones. El “centrismo” y la “traición” del partido, acusaciones que ahora se convirtieron en habituales en los escritos de Trotsky, fueron, según él, la consecuencia lógica de la política de la ICE en los años anteriores a la guerra. Como había avisado Trotsky en vísperas de la guerra civil, “los pequeños crímenes y las pequeñas traiciones que, en período normal pasan casi desapercibidos, encuentran en el momento de la revolución un eco poderoso”[105]. Según el antiguo dirigente bolchevique, el daño real causado por la dirección del POUM durante la revolución española consistió en que “dadas sus fórmulas generales de ‘izquierda’ los dirigentes del POUM han creado la ilusión de que existía en España un partido revolucionario y han impedido la aparición de tendencias auténticamente proletarias, intransigentes” y así, “a pesar de sus intenciones, el POUM, ha resultado ser el principal obstáculo en la vía de la construcción de un partido revolucionario[106].

Si Trotsky esperaba influenciar a los elementos más izquierdistas del POUM, la dureza de su lenguaje a la hora de referirse al partido no le ayudó con este propósito. Jean Rous, escribiendo a principios de 1939, creyó que las diferencias políticas no siempre se habían tratado de la manera más adecuada durante el conflicto español[107]. Víctor Serge, muy censurado por Trotsky debido a su apoyo a Nin, culpó a los traductores por haber “exagerado el estilo de Trotsky”. El destacado trotskista belga, Georges Vereeken, acusaría más tarde a los agentes estalinistas en las filas trotskistas por haber fomentado a propósito las diferencias y malentendidos entre Trotsky y el POUM[108]. La situación empeoró debido a la limitada información que le llegaba a Trotsky. Como ha comentado Broué, por ejemplo, las publicaciones en lengua extranjera, de las cuales Trotsky dependía a menudo para informarse, eran “extraordinariamente libres” en sus interpretaciones sobre la política del partido[109].

Las esperanzas de Trotsky residieron entonces en las muy limitadas fuerzas de los bolcheviques-leninistas españoles. Al principio de la guerra no había ningún grupo trotskista organizado en el estado y aunque se captaron algunos antiguos militantes de la ICE, el grupo bolchevique-leninista se componía, al menos al principio, principalmente de extranjeros. La existencia de un pequeño grupo disidente alrededor del periódico Le Soviet, conectado al Parti Communiste Internationaliste de Raymond Moliner y dirigido por di Bartolomeo, complicó aún más la situación. El grupo oficial nunca tuvo mucho más de treinta miembros y durante la guerra solamente editó dos boletines, tres ejemplares de su periódico La Voz Leninista y varias octavillas. El grupo Le Soviet contaba sólo con ocho personas y editó quince ejemplares de su periódico, pero en francés[110]. Un informe interno escrito en diciembre de 1936 sobre el grupo bolchevique-leninista oficial deja pocas dudas acerca de sus debilidades iniciales. El primer problema consistió en que sus mejores militantes, cuando llegaron al Estado español, tenían ganas de mostrar su valor y la mayoría se fue al frente en lugar de organizar “un núcleo sólido” en la retaguardia. Detrás quedaron “sólo un puñado de incompetentes, arribistas y aventureros” y pronto el grupo se encontró “sin organización y totalmente desorientado”. Al ser extranjeros, faltaron “lazos sólidos con la clase obrera”, tenían “un conocimiento deficiente del lenguaje o los hábitos de las masas” y se encontraron con “dificultades enormes en su trabajo político”[111].

Los bolcheviques-leninistas confiaron en que, objetivamente al menos, existían los cimientos para un reagrupamiento de la izquierda revolucionaria basado en una parte de la izquierda socialista, sectores del POUM y las facciones anarquistas más radicales. Los trotskistas se esperanzaron sobre todo a raíz de sus contactos con los Amigos de Durruti durante los hechos de mayo. Militantes de los Amigos ayudaron a los bolcheviques-leninistas imprimiendo su propaganda. No obstante, a pesar de sus pretensiones, los trotskistas nunca ejercieron ninguna influencia sobre el grupo anarquista como tal[112]. Además, sus relaciones con el POUM eran bastante malas y una nueva petición en abril de 1937 para que se les permitiera formar una facción abierta dentro el partido no prosperó; algo nada sorprendente dado que la carta abierta de los bolcheviques-leninistas al POUM se escribió de manera que dejara claro que se trataba solamente de un gesto propagandístico, estando diseñada para dejar en evidencia a la dirección “centrista” del partido ante su propia base[113]. Incluso los sectores que los trotskistas identificaron como la “izquierda del POUM” mostraron entonces poco interés en colaborar con los bolcheviques-leninistas[114]. Uno de los dirigentes del grupo trotskista, Erwin Wolf, culpó al “sectarismo y la naturaleza ‘abstracta’” de su crítica como las razones de su inhabilidad para influenciar al POUM[115].

Otros marxistas revolucionarios, sin embargo, no vieron ninguna alternativa a trabajar dentro del POUM, incluso si esto significaba no contar con una facción abierta. Varias corrientes de trotskistas disidentes apoyaron al POUM sin dejar de criticar aspectos de su política. Los militantes de estos grupos que acudieron al Estado español se afiliaron al partido sin ninguna condición previa, como sucedió en el caso del grupo Le Soviet. La meta principal de estos grupos era, en base a colaborar con antiguos militantes de la ICE, ayudar a reforzar el ala izquierda del POUM y formar el núcleo de lo que para ellos sería un partido revolucionario “auténtico”. Dentro del movimiento trotskista “oficial”, las secciones relativamente importantes de Bélgica y Holanda defendieron la necesidad de un apoyo crítico al partido de Nin; una posición que disgustó al propio Trotsky. Los trotskistas belgas y holandeses insistieron en que, puesto que el POUM no era una organización homogénea a nivel interno y dada la debilidad de los trotskistas, la única perspectiva disponible consistía en intentar “convertirlo en un verdadero partido de la IVª Internacional”. Según estos dos grupos, el sectarismo de los bolcheviques-leninistas solamente había servido para alejar a todos aquellos militantes revolucionarios del POUM y para ayudar a los elementos más centristas de la dirección del partido en su lucha contra el trotskismo[116].

Tal y como mostraron las críticas respecto a la participación del partido en el gobierno catalán, el POUM estaba dividido a nivel interno y, a pesar de que no existían facciones formalmente organizadas, se puede identificar una izquierda, un centro y una derecha[117]. Como admitió años más tarde Juan Andrade, el partido “vivió desde el comienzo de la revolución en constante y oculta crisis interna”[118]. En València, la dirección del partido apoyó abiertamente al Frente Popular y su antitrotskismo era bastante virulento, como también sucedía en el caso de la importante organización del POUM en Sabadell. La creciente crisis interna del POUM probablemente habría surgido de manera más evidente en su inminente Congreso nacional, que no se pudo celebrar debido a la ilegalización del partido. Por ejemplo, el Comité Central de la JCI tenía la intención de proponer al congreso la expulsión de aquellos elementos que apoyaron el Frente Popular[119]. Algunos años después de la guerra civil, el POUM se escindió cuando lo que se puede considerar como parte de su “derecha” rompió con el partido para formar una organización socialdemócrata y catalanista, el Moviment Socialista de Catalunya.

Aunque Trotsky había previsto en marzo de 1937 que el POUM podría dividirse si no cambiaba su línea, sólo después de la guerra aludiría, aunque fuera por encima, a la existencia de lo que en efecto era una oposición de izquierdas dentro el partido[120]. Los antiguos militantes de la ICE venían siendo la base principal de la izquierda del partido, pero la sublevación militar dejó a muchos de ellos tras las líneas enemigas y pocos sobrevivieron. De las antiguas agrupaciones de la ICE que quedaron, las del norte se vieron aisladas del resto de la zona republicana y en Madrid murieron tres cuartas partes de la ex militancia trotskista en los primeros meses de la guerra. Sin embargo, el POUM de Madrid manifestó de forma bastante abierta simpatías “trotskistas”, situadas a la izquierda de la dirección del partido en Barcelona. En Catalunya, la ICE era muy minoritaria en comparación con el BOC. El dirigente principal de este último, Maurín, había dedicado bastante empeño en reforzar su partido con la integración de los cuadros de la Izquierda Comunista, sobre todo de su amigo Nin. Maurín actuó entonces como un puente entre el grupo de Nin y los antiguos líderes del BOC, pero con su ausencia resurgieron las viejas sospechas sobre las intenciones de los “trotskistas”[121]. Aunque a nivel público Nin era el máximo dirigente del POUM, se vio constantemente sometido a un control por parte de los antiguos bloquistas, que formaban la mayoría de la dirección del partido. Incluso se habló de excluir del Comité Ejecutivo al crítico más destacado de la línea del partido, Juan Andrade, quien formaba parte de la dirección[122]. Pero ni Nin ni otros antiguos dirigentes de la ICE se sentían bastante fuertes como para romper con la mayoría del partido[123]. Ya en mayo, la izquierda del POUM se había visto reforzada debido a las crecientes críticas de algunos militantes, sobre todo entre la juventud y en Barcelona ante lo que se consideró como vacilaciones de la dirección del partido. La oposición más coherente y explícita fue la de Josep Rebull. Éste criticó duramente a la dirección del POUM, en una serie de documentos escritos como parte del debate previo al congreso del partido, por no haber proporcionado a las masas una alternativa revolucionaria clara. En contraste con los trotskistas, Rebull, antiguo militante del BOC, analizó los errores de la dirección poumista como una ruptura con la orientación política del Bloc y del POUM anterior a la guerra[124].

La represión que sufrieron los sectores más radicales del movimiento obrero tras los hechos de mayo socavó cualquier posibilidad del reagrupamiento revolucionario que tanto anhelaban los bolcheviques-leninistas. Los socialistas de izquierdas, desmoralizados tanto por la conversión de muchos militantes al estalinismo como por la expulsión del gobierno de su líder Largo Caballero, hicieron poco para combatir la embestida contrarrevolucionaria. Los anarquistas radicales se vieron fuertemente golpeados por la represión y los Amigos de Durruti acabaron expulsados de la CNT, aunque esta sanción nunca se aplicó en la práctica. Además, tal y como insiste Pierre Broué, los bolcheviques-leninistas, obligados a actuar en la clandestinidad y con varios de sus militantes más capaces asesinados, se encontraron entonces más aislados que nunca del POUM y su izquierda[125].

¿El partido ausente?

La decisión de Trotsky de abogar por la creación inmediata de un nuevo partido revolucionario en el Estado español se debe contextualizar en el marco de su análisis político general de finales de los años treinta, con el aparentemente imparable ascenso del fascismo, la inminencia de guerra y el dominio total del estalinismo sobre grandes sectores del movimiento obrero internacional. En este contexto, Trotsky no vio otra alternativa que proceder a la constitución de una “cuarta” internacional en el corto plazo. Debido a que tanto sus propias circunstancias personales como las del movimiento que estaba intentando construir eran cada vez más desesperadas, tuvo lugar lo que se ha descrito como un elemento “casi milenarista y mesiánico” en su política del momento[126]. Para Trotsky, la brecha existente entre las necesidades objetivas y la realidad subjetiva se tenía que superar tan rápido como fuera posible. Había una urgente necesidad de construir un nuevo liderazgo revolucionario, no sólo en cada país sino también a nivel internacional. Trotsky escribió en 1938 que “la crisis actual de la civilización humana es la crisis de la dirección proletaria”[127]. Todavía estaba seguro de que “durante los próximos diez años el programa de la Cuarta Internacional se trans­formará en la guía de millones de personas y estos millones de revolucionarios sabrán cómo darle la vuelta al cielo y la tierra”[128]. Cuando escribía a finales de 1937 sobre la derrota de la revolución española, había concluido que a lo largo del mundo “los cuadros revolucionarios actualmente se agrupan bajo la bandera de la IVª Internacional. Ha nacido bajo el estruendo de la derrota, para conducir a los trabajadores hacia la victoria”[129].

Como ha comentado Duncan Hallas, “las expectativas creadas por esas afirmaciones hicieron extremadamente dificultosas para los seguidores de Trotsky unas sensatas y realistas valoraciones de los cambios en la conciencia de la clase trabajadora, de los cambios en el equilibrio de fuerzas de clase, y de los cambios tácticos para obtener la máxima ventaja de ellas [la esencia de la práctica política de Lenin]”[130]. Lo mismo ocurría con el énfasis que se puso en la centralidad de las demandas programáticas como una forma de superar las debilidades de los revolucionarios, lo que provocaba que las reivindicaciones en sí mismas parecieran tener “algún valor independiente respecto a la organización revolucionaria”. Como concluyó el líder bolchevique-leninista, Erwin Wolf, poco antes de que los estalinistas lo secuestraran, analizando el fracaso de su grupo para influenciar al POUM, “las ideas correctas, en sí mismas, no son suficientes”[131].

Aunque esta postura “mesiánica” llegó a ser característica de la política trotskista a finales de los años treinta, en diciembre de 1930, cuando la Oposición de Izquierda contaba con apenas cincuenta miembros en el Estado español, Trotsky escribió que, a pesar de sus debilidades, “si toma la iniciativa de plantear las cuestiones políticas […] y organizativas de la revolución, podría ocupar en breve plazo una posición dirigente en el movimiento”[132]. Cinco años más tarde, lamentó que “con una política justa, la izquierda comunista hubiera podido encontrarse hoy, como sección de la IVª Internacional, a la cabeza del proletariado español”, pero, sin embargo, “durante seis años se ha hecho todo lo posible para conducir a este energético y heroico proletariado español a la más terrible de las derrotas”[133]. Esta irrecusable valoración acerca del papel de los trotskistas españoles les asignaba una importancia de la que nunca gozaron. Como se vio, esa falta de liderazgo revolucionario condujo paulatinamente a Trotsky a depositar todas sus esperanzas en el pequeño grupo de bolcheviques-leninistas españoles. Así, en primavera de 1937, declaró que “fuera de la línea de la IVª Internacional no hay más que la línea de Stalin-Caballero” y que los revolucionarios debían entender que no existía “nada intermedio entre la IVª Internacional y la traición”[134].

De esta forma, Trotsky parecía confiar en que la posición política correcta en una situación revolucionaria podría transformar incluso al más pequeño de los grupos en el liderazgo de la clase trabajadora. Y como el POUM no era un grupo pequeño, sino un partido con miles de miembros, esto resultaba ser todavía más cierto. En febrero de 1937, Trotsky escribió lo siguiente:

“La política de la dirección del POUM es una política de adaptación, de espera, de vacilación, es decir, la más peligrosa de las políticas durante una guerra civil, que no admite ningún compromiso. Más valdría que hubiese en el POUM 10.000 camaradas dispuestos a movilizar a las masas contra la traición que 40.000 que sufriesen la política de los demás en lugar de llevar la suya. Los 40.000 miembros del POUM —si la cifra es exacta— no pueden asegurar con sus propias fuerzas la victoria del proletariado si su partido continúa con una política vacilante. Pero 20.000, o incluso 10.000, con una política clara, decidida, agresiva, pueden ganarse a las masas en un corto plazo, de la misma forma que se las ganaron los bolcheviques en ocho meses”[135].

Con la guerra civil más o menos finalizada y dada la gran magnitud de la derrota de la clase trabajadora española, concluyó que “si el POUM no se hubiese situado a remolque de los anarquistas, si no hubiese confraternizado con el Frente Popular, si hubiera llevado una política revolucionaria intransigente, entonces, en el momento de la insurrección de 1937, o probablemente mucho antes, se habría visto situado naturalmente a la cabeza de las masas y habría asegurado su victoria”[136].

Trotsky se basaba en la experiencia de los bolcheviques para creer en la posibilidad de que, en una situación revolucionaria, un pequeño grupo se transformara rápidamente en un partido de masas y en el liderazgo de la clase trabajadora. No obstante, resultan más que evidentes las importantes diferencias que existían entre el minúsculo grupo bolchevique-leninista español, o incluso el POUM, y los bolcheviques. Antes de liderar la toma del poder, pese a ser una organización relativamente pequeña, el partido ruso no solo tenía un programa claro (aunque fuera posterior a abril de 1917) y un brillante liderazgo en Lenin, sino también cerca de veinte años de experiencia en duras y amargas luchas. Además, los bolcheviques, incluso siendo una minoría, contaban con una base consolidada entre sectores claves del proletariado ruso.

En contraste con algunos de los escritos de Trotsky de esa época, su último artículo sobre el Estado español, en el que estaba trabajando cuando fue asesinado en agosto de 1940, reflejaba los problemas reales que suponía construir un partido revolucionario. Además de requerir un programa correcto, un partido así necesitaba cuadros experimentados, algo que no podía constituirse en un corto espacio de tiempo. Así, señalaba que:

“[…] incluso cuando la antigua dirección ha revelado su propia corrupción interna, la clase no puede improvisar inmediatamente una nueva dirección, sobre todo si no ha heredado del período precedente los cuadros revolucionarios sólidos, capaces de aprovechar el derrumbamiento del viejo partido […] [Lenin] no había caído del cielo. Encarnaba la tradición revolucionaria de la clase obrera. Ya que, para que las consignas de Lenin encontrasen el camino de las masas, era necesario que existiesen cuadros, por muy débiles que éstos fueron en principio; era necesario que estos cuadros tuviesen confianza en su dirección, una confianza fundada en la experiencia del pasado […]

[…] en el curso de una revolución […] cuando los acontecimientos se suceden a un ritmo acelerado, un partido débil puede convertirse en un partido poderoso, con la única condición de que comprenda con lucidez el curso de la revolución y que posea cuadros probados que no se dejen exaltar por las palabras o aterrorizar por la represión. Pero es necesario que un partido de estas condiciones exista desde mucho antes de la revolución en la medida en que el proceso de formación de cuadros exige plazos considerables y que la revolución no deja tiempo para ello”[137].

De este modo, el proceso en que un partido se convierte en el liderazgo de la clase trabajadora no depende de la claridad política que se pueda tener de forma aislada. Más bien se trata del resultado de un proceso orgánico que incluye tanto la acumulación de cuadros como la construcción de una relación con esa clase durante un período considerable de tiempo. El POUM defendió una posición revolucionaria durante toda la guerra: la necesidad para la clase trabajadora de tomar el poder mediante la creación de comités de trabajadores, campesinos y milicianos, así como la necesidad, cuando la revolución estuviera a la defensiva, de un Frente Obrero Revolucionario. El problema estribaba en cómo transformar en realidad estos eslóganes correctos. Trotsky, por supuesto, insistió en las supuestas contradicciones entre la retórica revolucionaria del POUM y su práctica diaria. Se puede especular eternamente sobre lo que habría sucedido si el POUM hubiese adoptado otras posiciones, pero lo que está claro, tal y como reconocieron posteriormente algunos de sus propios líderes, es que tanto su reticencia a romper públicamente con la dirección de la CNT como su participación en el gobierno de la Generalitat dificultaron su capacidad para actuar con independencia.

A pesar de la hostilidad mutua creada entre el Secretariado Internacional y la ICE antes de la guerra civil, es obvio que Trotsky todavía podía haber ejercido influencia sobre el POUM. Muchos miembros del POUM simpatizaban con Trotsky, tanto como líder de la revolución rusa como por su defensa general del marxismo revolucionario. Podemos encontrar numerosos ejemplos del BOC, antes de su unificación con la ICE, tanto elogiando a Trotsky como publicando sus artículos, a pesar de sus críticas hacia los seguidores del viejo dirigente bolchevique. Esta identificación general con lo que Trotsky representaba continuó existiendo tras la fundación del nuevo partido en 1935. La política del POUM, reflejada en su programa de marzo de 1936 y en incontables artículos de su prensa, se encontraba muy próxima al trotskismo en muchos puntos claves: internacionalismo, oposición al estalinismo, defensa de la democracia interna del partido, necesidad de una nueva Internacional, llamamiento a crear un frente único y oposición a la colaboración entre clases del Frente Popular.

Es importante recordar que las reacciones iniciales ante la fundación del POUM, tanto del SI como de Trotsky, desprendían un moderado optimismo. Este hecho, en combinación con los contactos personales de Nin, Andrade y otros poumistas con el movimiento trotskista, significaba que en verano de 1936 parecía existir la posibilidad de alguna forma de colaboración real, algo que el mismo Trotsky percibió, como ya se ha visto. Sin embargo, tanto la publicación en Lutte Ouvrière de la carta privada de Trotsky al Secretariado Internacional como el comportamiento de la mayoría de los bolcheviques-leninistas que ya se encontraban en el Estado español, minaron cualquier posibilidad en este sentido. El hecho de que no llegara a su destinatario la carta de Trotsky a Rous, donde se abogaba por una actitud conciliadora hacia el POUM, resultó igualmente desafortunado. De este modo, los elementos antitrotskistas de la dirección del POUM contaron con la oportunidad que necesitaban para quebrar el acercamiento que su partido había establecido recientemente con el movimiento trotskista.

Incluso con el deterioro de las relaciones aún había muchos motivos para creer que el movimiento trotskista, si hubiera adoptado otra forma de intervenir, podía haber influido al POUM. El interés en enviar observadores al congreso de fundación de la Cuarta Internacional en septiembre de 1938 mostraba que el POUM estaba abierto de cara a establecer alguna forma de relación con el movimiento trotskista a pesar de sus frecuentes desavenencias[138]. Más aún, el hecho de que incluso importantes líderes como Gorkín y Gironella pudieran reconocer en 1939 que el POUM no había entendido con claridad en mayo de 1937 la importancia de los acontecimientos o cómo enfocar la cuestión de la toma de poder, refleja que la distancia entre el POUM y Trotsky no era insuperable.

El artículo inacabado de Trotsky de 1940 que plantea en una perspectiva más amplia los problemas relativos al proyecto de construir un partido contrasta con la posición que defendió al respecto durante la mayor parte de la guerra. Finalmente, sin embargo, solo se puede especular sobre cuál habría sido el resultado de los acontecimientos si Trotsky hubiese tratado con el POUM de forma distinta. Aunque cuando, por primera vez desde 1931, empezó a escribir regularmente sobre los acontecimientos del Estado español, la revolución ya estaba bien encarrilada hacia la derrota. Así, el principal deseo de Trotsky en aquellos escritos sobre la revolución española consistía en que otros revolucionarios aprendieran de lo que consideró como errores del POUM. Son críticas que claramente hace falta contextualizar –siempre teniendo en cuenta la importancia primordial que tiene la experiencia del POUM como piedra angular de la tradición marxista revolucionaria en el Estado español.

Abreviaturas

BOC Bloc Obrer i Camperol/Bloque Obrero y Campesino

CCMA Comité Central de Milícies Antifeixistes (Catalunya)

CNT Confederación Nacional del Trabajo

ERC Esquerra Republicana de Catalunya

FAI Federación Anarquista Ibérica

FCC-B Federación Comunista Catalano-Balear

FIJL Federación Ibérica de Juventudes Libertarias

FJS Federación de Juventudes Socialistas

FJTR Frente de la Juventud Trabajadora Revolucionaria (FIJL-JCI)

IC Internacional Comunista o Comintern

ICE Izquierda Comunista de España

JCI Juventud Comunista Ibérica (juventudes del BOC y del POUM)

NKVD Narodnyi Komissariat Vnutrennich Del (policía secreta soviética)

PCC Partit Comunista Català (partido comunista disidente, 1928-1931)

PCE Partido Comunista de España

POUM Partido Obrero de Unificación Marxista

PSOE Partido Socialista Obrero Español

PSUC Partit Socialista Unificat de Catalunya

SI Secretariado Internacional (del movimiento trotskista internacional)

UGT Unión General de Trabajadores

Bibliografía básica

Alba (y otros autores), Andreu Nin i el socialisme (Barcelona, 1998).

Alba (dir.), La revolución española en la práctica (Gijón, 1977).

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Cliff, Trotsky: the darker the night the brighter the star (Londres, 1993).

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Vereeken, The GPU in the Trotskyist movement (Londres, 1976; edición francesa, París, 1975).

Notas

[1] “Lección de España: última advertencia”, 17 de diciembre de 1937, L. Trotsky, La Revolución Española. Tomo 2, 1936-1940 (Barcelona, 1977), p216.

[2] Entre 1930 y 1940 Trotsky escribió al menos treinta y nueve artículos y sesenta y seis cartas, la mayoría de los cuales fueron publicados en esa época, que se refieren a los acontecimientos del Estado español. La colección más completa, a pesar de algunos fallos de edición y traducción, se encuentra en: L. Trotsky, La Revolución Española, 2 tomos (Barcelona, 1977), editados por Pierre Broué. Para una exposición sobre los puntos de vista de Trotsky sobre la revolución española ver: P. Broué, Trotsky y la guerra civil española (Buenos Aires, 1966); P. Broué, Trotsky (París, 1988), pp883-894 y T. Cliff, Trotsky: the darker the night the brighter the star (Londres, 1993), pp235-290. La versión clásica trotskista sobre la guerra civil y la revolución se puede leer en: F. Morrow, Revolución y contrarrevolución en España (Madrid, 1976), editado por primera vez en inglés en 1938.

[3] “El POUM, Partido centrista”, Carta a Daniel Guerin, 10 de marzo de 1939, Trotsky, La Revolución…, tomo 2, p279.

[4] Para una explicación detallada sobre las relaciones entre los trotskistas españoles y la Oposición Internacional de Izquierdas antes de la guerra civil y la formación del POUM, ver: P. Pagès, El movimiento trotskista en España (1930-1935) (Barcelona, 1978); A. Durgan, “The Spanish Trotskyists and the Foundation of the POUM”, The Spanish Civil War. The View from the Left, Revolutionary History, Vol. 4, Nos. 1/2 (Londres, 1992), pp11‑53; también en: Cahiers Leon Trotsky nº 50 (Grenoble, mayo de 1993), pp15-56.

[5] Sobre Andreu Nin la mejor biografía sigue siendo: P. Pagès, Andreu Nin: su evolución política (Bilbao, 1975). Ver también: W. Solano, Biografía breve de Andreu Nin (Madrid, 2006). Extractos de la correspondencia de Nin con Trotsky, originalmente editadas en marzo de 1933 en el Bulletin International de l’Opossitión de Gauche, se encuentran también en: L. Trotsky, The Spanish Revolution (Nueva York, 1974), pp370‑400.

[6] La llamada “Oposición de derechas” eran seguidores de Bujarin en el movimiento comunista, etiqueta, como se ve, que fue erróneamente aplicada al BOC.

[7] La Batalla, 12.2.31, se puede comparar con “La revolución española y las tareas de los comunistas”, 24 de enero de 1931, Trotsky, La Revolución…, tomo 1, pp69-95.

[8] L. Fersen “Acerca del congreso de la FCCB”, Comunismo, abril de 1932.

[9] En la misma época de la ruptura de Nin con la FCC-B y la expulsión del pequeño grupo de sus colaboradores por haber formado una facción, apareció una serie de artículos antitrotskistas en la prensa del BOC, ver: La Batalla, 9, 16, 23 de julio, 20 de agosto, 17, 24 de septiembre y 29 de octubre de 1931. Ver también: A. Durgan, El Bloque Obrero y Campesino 1930-1936 (Barcelona, 1996), p89.

[10] Antes de llegar a México a principios de 1937, Trotsky ni siquiera tenía un secretario para traducirle del castellano.

[11] Las secciones francesa y alemana sí criticaron las posiciones de la ICE: P. Pagès, El movimiento…, pp30-32; A. Durgan, “The Spanish Trotskyists…”, en: The Spanish Civil War. The View…, pp21-22.

[12] “Henri Lacroix” (Francisco García Lavid) fue uno de los fundadores tanto del Partido Comunista a principios de los años veinte como de la oposición española en febrero de 1930. Su correspondencia con la dirección del PCE del 14 y 15 de julio de 1933 se encuentra en el archivo del partido en Madrid; para su denuncia del comunismo ver: El Socialista, 29 de septiembre de 1933. El trotskista belga Georges Vereeken dedica bastante esfuerzo para mostrar que Lacroix era un agente del GPU, ver: G. Vereeken, The GPU in the Trotskyist movement (Londres, 1976; edición francesa, París, 1975), pp48-67. Sin embargo, el hecho de que el PCE no le permitiera reafiliarse parece desmentir la tesis de Vereeken. Según Pierre Broué, Juan Andrade le explicó que Lacroix fue linchado por tropas estalinistas a finales de la guerra civil mientras intentaba pasar la frontera: Trotsky, La Revolución…, tomo 2, p536.

[13] Vereeken, pp59-60.

[14] Los Treintistas se rebelaron contra la dirección faísta de la CNT en 1932-3; organizaron los Sindicatos de Oposición, que tuvieron fuerza en Sabadell, Manresa y Badalona, además del País Valencià.

[15] Pagès, El movimiento…, pp70-94. La ICE no era un grupo mayoritariamente catalán como han dicho, por ejemplo, Gerald Brenan, El laberinto español (Barcelona, 1996) y Paul Heywood, Marxism and the failure of organised Socialism in Spain 1879-1936 (Cambridge, 1990; edición castellana, Santander, 1993), p168.

[16] Trotsky ya había tomado esta posición a principios de 1931 en el folleto La revolución española y las tareas de los comunistas, ver: Trotsky, La Revolución…, tomo 1, p82; el cambio de posición de la ICE se ve en: J. L. Arenillas, “El problema de las nacionalidades en Euskadi”, Comunismo, septiembre de 1934, reproducido en: J. L. y J. M. Arenillas, Sobre la cuestión nacional en Euskadi (Barcelona, 1981), pp47-60.

[17] Nicolai Bujarin estaba reconocido como el dirigente de la llamada “oposición de derechas” en el movimiento comunista internacional, ver: S. Cohen, Bujarin y la revolución bolchevique (Madrid, 1976). Referencias al supuesto “bujarinismo” del BOC se encuentran en: M. Bizcarrondo, Octubre del 34 (Madrid, 1977), p60; J. L. Martín i Ramos, Els orígens del PSUC (Barcelona, 1977), p48; I. Molas, en la introducción a: A. Monreal, El pensamiento político de Joaquín Maurín (Barcelona, 1984), p8; y P. Broué, La Revolución Española (Barcelona, 1977), p247. La ICE también acusó al BOC de ser “bujarinista”, ver: El Soviet, 15.10.31; y, sobre todo, H. Lacroix, “De Brandler a Maurín. La fenecida Agrupación Comunista de Madrid”, ídem 12.5.32. Felix Morrow escribió que los cuadros del BOC “habían colaborado con Stalin en 1924-1928 en la formación del ‘bloque de cuatro clases’ del Partido Comunista Chino con el Kuomintang y en la creación de partidos de ‘dos clases’ con ‘obreros y campesinos’ (nombre elegante para designar el bloque con los reformistas y la burguesía liberal), en fin, en todo el curso oportunista de esos años desastrosos”, Morrow, p42. Esta crítica es bastante absurda dado que el único “cuadro” significativo del Bloque en ese momento era Maurín y estaba en la cárcel entre 1924 y 1927; sin haber la más mínima prueba de ninguna “colaboración” por su parte o por la de cualquier militante de la FCC-B con Stalin respecto a la política del Comintern en relación con China. Además, excepto la oposición de izquierdas, todos los comunistas aceptaron la política del Comintern en esta época.

[18] Joaquín Maurín era maestro de profesión, se afilió a la CNT en 1918 y fue dirigente de la pequeña facción pro comunista que se convirtió en la Federación Catalana-Balear del PCE en 1924. Sus escritos, con los de Nin y otros cuadros de la ICE, representan las contribuciones teóricas más serias del marxismo español en los años veinte y treinta. Sobre Maurín ver: Durgan, El Bloque… y Y. Riottot, Joaquín Maurín o la utopía desarmada (Zaragoza, 2004).

[19] La Batalla, 22 y 29 de diciembre de 1932, 27 de abril, 26 de octubre de 1933. Para una lista de artículos de Trotsky publicados en la prensa del BOC ver: A. Durgan, “Andreu Nin i la formació del POUM”; V. Alba (y otros), Andreu Nin i el socialisme (Barcelona, 1998), p68n.

[20] La Batalla, 2 de junio, 29 de diciembre de 1932, 12 de enero, 9 de febrero de 1933.

[21] “La dictadura democrática del proletariado y del campesinado” hace referencia a la idea de la necesidad de un régimen transitorio entre el capitalismo y el socialismo, política anterior a 1917 de quienes iban a ser los bolcheviques. Con la revolución rusa se superó este concepto y los bolcheviques pasaron a defender que la siguiente etapa debía ser “la dictadura del proletariado”, cambiando su táctica. Más tarde, el estalinismo recuperaría el concepto anterior, vinculado a la idea de una revolución por etapas.

[22] Carta del Comité Nacional de la ICE al Secretariado Internacional, 21 de julio de 1935, Boletín Interior de la ICE, 1 de agosto de 1935; se incluye la carta en: Trotsky, La Revolución…, tomo 2, pp357-361. Para el programa fundacional del POUM, escrito por Maurín y Nin, ver: POUM, Qué es y qué quiere el Partido Obrero de Unificación Marxista, Barcelona, 1936; reproducido en: V. Alba (ed.), La revolución española en la práctica (Gijón, 1977), pp29-51.

[23] Carta del Comité Nacional de la ICE al Secretariado Internacional, 21 de julio de 1935, Boletín Interior de la ICE, 1 de agosto de 1935.

[24] Revolutionary Socialist Bulletin, enero de 1936.

[25] Citado en: J. Rous, Rapport sur la fusion de la Gauche Communiste d’Espagne (Section de la LCI) et le BOC (Bloc ouvrier et paysan, Maurín), septiembre de 1935; reproducido en: Trotsky, La Revolución…, tomo 2, p370.

[26] “Maurín y Nin, rehenes del Frente Popular”, 16 de julio de 1936, Trotsky, La Revolución…, tomo 1, p354 y “¿Qué deben hacer los bolcheviques leninistas en España?”, 22 de abril de 1936, ídem, p343.

[27] J. Maurín, “¿Revolución democráticoburguesa o revolución democráticosocialista?”, La Nueva Era, mayo de 1936; A. Nin, “Después de las elecciones del 16 de febrero”, ídem, febrero de 1936. En julio de 1935 Maurín había denunciado a los estalinistas por haber negado “el concepto histórico de lucha de clases” y por haber reducido la acción del proletariado a la mera colaboración de clases, La Batalla, 19 de julio de 1935; para más ejemplos de la posición del POUM sobre el frente popular, además de los artículos ya citados de Maurín y Nin, ver: Jordi Arquer, “¿Frente Popular antifascista o Frente Único Obrero?”, La Nueva Era, febrero de 1936, y del ex militante de la ICE: José Luís Arenillas, “Las clases medias en relación con el proletariado”, ídem, julio de 1936.

[28] “La traición del Partido Obrero de Unificación Marxista”, 22 de enero de 1936, Trotsky, La Revolución…, tomo 1, p333.

[29] Por ejemplo: J. Maurín, “Cómo se plantea entre nosotros la cuestión de las relaciones del movimiento obrero con los partidos pequeño burgueses”, La Batalla, 26 de julio de 1935.

[30] Ídem, 27 de diciembre de 1935.

[31] Acta del Comité Central del POUM, Barcelona, 5-6 de enero de 1936.

[32] La Batalla, 24 de enero de1936.

[33] Ídem, 14 de febrero de1936.

[34] Ídem, 10 de enero de 1936.

[35] Ídem, 13 de marzo de 1936.

[36] A. Nin, “Después de las elecciones del 16 de febrero”, La Nueva Era, febrero de 1936.

[37] “¿Qué deben hacer los bolcheviques-leninistas en España?”, 22 de abril de 1936, Trotsky, La Revolución…, tomo 1, p342.

[38] J. Maurín, “¿Revolución democráticoburguesa o revolución democráticosocialista?”, La Nueva Era, mayo de 1936.

[39] Según sus propias cifras, sin duda exageradas, la afiliación del PCE creció de 20.000 en 1935 a más de 80.000 en vísperas de la guerra. Durante la guerra, debido tanto a su imagen de orden, eficacia militar y avalador más insistente de la unidad antifascista, como al prestigio de la URSS como único defensor de la República, el PCE/PSUC llegó a tener unos 300.000 afiliados. Además, los comunistas controlaban la JSU, con una afiliación de 250.000.

[40] Boletín Interior del POUM, 15 de enero de 1937.

[41] La Batalla, 24 de diciembre de 1936; citado por Pierre Broué en: Trotsky, La Revolución…, tomo 2, p21.

[42] “El POUM, partido centrista”, 10.3.39. Trotsky, La Revolución…, tomo 2, p278.

[43] Se formó el CCMA con cuatro representantes de Esquerra Republicana de Catalunya, cinco anarcosindicalistas, cuatro estalinistas (uno del PSUC y tres en representación de la UGT), uno del POUM y uno de la Unió de Rabassaires.

[44] “¿Qué es la dictadura del proletariado? Es la autoridad ejercida única y exclusivamente por la clase trabajadora, la anulación de todo derecho político, de toda libertad para los representantes de las clases enemigas. Si la dictadura del proletariado es esto […] hoy en Cataluña existe la dictadura del proletariado”, “El proletariado español ante la revolución en marcha”, 6.9.36, reproducido en: A. Nin, La Revolución Española (Barcelona, 1978), p218.

[45] A. Nin, “El problema de los órganos de poder en la revolución española”, Juillet. Revue Internationale du POUM nº 1, París-Barcelona, junio de 1937.

[46] G. Munis, “Significado histórico del 19 de julio”, Contra la Corriente, México, agosto de 1943, reproducido en: Balance (http://es.geocities.com/hbalance2000/), Cuaderno nº 5, octubre de 1997.

[47] El Consell de la Generalitat de septiembre de 1936 consistió en cuatro representantes de ERC, tres anarcosindicalistas, uno del PSUC, UGT, POUM y de la Unió de Rabassaires y un asesor militar; por lo que los representantes de fuerzas opuestas a la revolución habían pasado de ser nueve contra seis en el CCMA a ocho contra cuatro.

[48] La Batalla, 20 de febrero de 1937; “Por la victoria de la revolución española”, 19 de febrero de 1937, Trotsky, La Revolución…, tomo 2, p72 (traducción corregida desde la versión inglesa).

[49] ERC tenía 60.000 afiliados en 1936 y recibió unos 400.000 votos, el 40% del total emitido en Catalunya en las elecciones de 1933.

[50] Este fue el caso en las elecciones municipales de 1934, cuando en algunos pueblos el BOC y ERC presentaron listas conjuntas, mientras que en otros lugares ERC había colaborado con la derecha; ver: Durgan, El Bloque…, pp268-271.

[51] August Thalheimer, “Notes on a Stay in Catalonia”, The Spanish Civil War. The View…, pp279-280.

[52] El trotskista americano, Felix Morrow, describió a ERC como un “partido liberal burgués” y a su dirección como “políticos burgueses redomados”, Morrow, pp32, 45.

[53] Los republicanos de izquierdas fueron los “abogados políticos de la burguesía, pero en ningún modo la burguesía misma”, “Lección de España: última advertencia”, 17 de diciembre de 1937, Trotsky, La Revolución…, tomo 2, p214.

[54] W. Solano, El POUM en la historia (Madrid, 1999), p64.

[55] Ver: Pelai Pagès, “Andreu Nin, conseller de justícia de la Generalitat de Catalunya”, V. Alba (y otros), Andreu Nin…, pp79-94.

[56] J. Gorkín, “EI error fundamental”, POUM, L’experience Espagnole (París, 1939), p7; solamente hubo una crítica velada en La Batalla unos días más tarde, mientras que la prensa del partido en lengua extranjera justificó la disolución de los comités como una medida que “reforzó el poder revolucionario”; ver: R. Tosstorff, “Nin com a líder del POUM”, Alba (y otros), Andreu Nin…, p153. Nin formó parte de una delegación del gobierno catalán enviada a Lleida para asegurar que el comité local, dentro del cual el POUM tenía bastante influencia, aceptaba la decisión de establecer un nuevo consejo municipal. En contraste con lo que se ha dicho, la delegación no fue recibida con hostilidad y el comité revolucionario aceptó el nuevo decreto, dado el apoyo del POUM y la CNT hacia tal medida, F. Bonamusa, Andreu Nin y el movimiento comunista en España (1930-1937) (Barcelona, 1977), pp299-300.

[57] Solano, El POUM…, p64; Tosstorff, “Nin com a líder del POUM”, Alba (y otros), Andreu Nin…, p152; J. Andrade, Notas sobre la guerra civil. Actuación del POUM (Madrid, 1986), pp49-51.

[58] La Batalla, 13 de abril de 1936. Juan Andrade fue fundador tanto del PCE como de la ICE.

[59] Gironella (Enric Adroher), “Sobre los errores cometidos por el POUM”, POUM, L’experience Espagnole (París, 1939), p10. Un ex militante de la ICE, Eduardo Mauricio, describió la participación del partido en el gobierno catalán como algo “en contra de todos los principios del marxismo revolucionario”, “O. Emem” (Eduardo Mauricio), “Situación Revolucionaria. El poder ‑ El partido”, POUM, L’expérience Espagnole (París, 1939).

[60] “Repuesta a otras cuestiones sobre España”, 1 de octubre de 1937, Trotsky, La Revolución…, tomo 2, p182.

[61] La Batalla, 20 de abril de 1937.

[62] Varios miembros destacados del POUM han tratado sobre este problema, como por ejemplo: Gorkín, “EI error fundamental” y “0. Emem” (Eduardo Mauricio), “Situación Revolucionaria. El poder ‑ El partido”, POUM, L’expérience Espagnole (París, 1939); Célula 72, “Por la creación de los Consejos de Obreros, Campesinos y Combatientes”, en: Comité Local de Barcelona del POUM, Boletín Interior, 23 de abril de 1937; P. Jane, “Por una crítica revolucionaria”, Boletín Interior del POUM (Francia), nº 38, 20 de enero de 1948.

[63] A. Nin, “El problema de los órganos de poder en la revolución española”, Juillet. Revue Internationale du POUM, nº 1, París-Barcelona, junio de 1937.

[64] “Lección de España: última advertencia”, 17 de diciembre de 1937, Trotsky, La Revolución…, tomo 2, pp225-228.

[65] A. Nin, “La Federación Obrera de Unidad Sindical”, La Batalla, 15 de mayo de 1936.

[66] Solidaridad Obrera, 6.5.36, 10.10.36.

[67] A. Nin “El proletariado español ante la revolución en marcha”, 6.9.36, en: A. Nin, La Revolución…

[68] “Sobre (sic; debe ser ‘Por’) la ayuda a las víctimas españolas de Stalin-Negrín” 6 de octubre de 1937, Trotsky, La Revolución…, tomo 2, p184.

[69] Ver: Célula 72, “Contratesis Política”, Comité Local de Barcelona del POUM, Boletín Interior, 23 de abril de 1937 y Célula 72, “Resolución sometida al Comité Central del POUM en octubre de 1937”, reproducido en: Trotsky, La Revolución…, tomo 2, p515. Estos documentos y otros de Rebull se encuentran en: Balance, Cuaderno nº 19, mayo de 2000 y Cuaderno nº 20, octubre de 2000.

[70] Boletín Interior del POUM, 15 de enero de 1937; ver también: Tosstorff, “Nin com a líder del POUM”, Alba (y otros), Andreu Nin…, p155.

[71] La FOUS se fundó en Catalunya en mayo de 1936 y tuvo una afiliación alrededor de 50.000 miembros. En Barcelona tenía unos 17.000 afiliados, encontrándose su base principal entre los empleados del comercio (sector mercantil); la mayor parte del apoyo de obreros industriales se localizó fuera de la capital catalana, sobre todo en Terrassa, y en las provincias de Girona, Lleida y Tarragona; ver: A. Durgan, “Sindicalismo y Marxismo en Catalunya 1931‑1936”, Historia Social, nº 8, València, 1990, pp29‑45; también: Durgan, El Bloque…, pp443-474. Sobre el sindicalismo marxista en Barcelona: A. Durgan, “The search for unity: Marxists and the trade union movement in Barcelona 1931-1936”, A. Smith (dir.), Red Barcelona. Social Protest and Labour Mobilization in the Twentieth Century (Londres, 2002), pp108-126.

[72] El PSUC se fundó pocos días después del comienzo de la guerra en base a cuatro partidos: el socialdemócrata Unió SociaIista de Catalunya, el nacionalista radical Partit Català Proletari y las organizaciones locales del PCE y del PSOE. En el momento de su fundación tenía menos de 3.000 afiliados, siendo la mitad de la USC, pero en marzo de 1937, según sus propias fuentes, ya tenía 50.000; para las fuentes sobre los datos de afiliación del PSUC, ver: Durgan, El Bloque…, p426 n84.

[73] Butlletí de la Unió General de Treballadors. Secretariat de Catalunya, 15.12.36.

[74] Reunión del Comité Central del POUM, 27 de junio de 1937, El proceso del POUM (Barcelona, 1989), p561.

[75] La Batalla, 21 de enero de 1937.

[76] Ídem, 14 de marzo de 1937.

[77] “¿Es posible la victoria?”, 23 de abril, Trotsky, La Revolución…, tomo 2, p107 (traducción corregida desde la versión inglesa).

[78] En diciembre de 1937, según el POUM había unos 15.000 presos antifascistas en la zona republicana, mil de los cuales eran del partido, Juventud Obrera, 30.11.37. Según un ex militante del POUM, alrededor de cincuenta miembros del partido fueron asesinados por los estalinistas hasta el final de la guerra en 1939, V. Alba, El marxismo en España (México, 1973), vol. 2, p521.

[79] La Batalla, 4 de mayo de 1937.

[80] Solano, El POUM…, p94.

[81] “Reunión del Subsecretariado Internacional del POUM, 14 de mayo de 1937. Informe del camarada Gorkín sobre las jornadas de mayo”, reproducido en: Balance, Cuaderno nº 2, junio de 1995.

[82] Célula 72, “Las jornadas de Mayo”, Comité Local de Barcelona del POUM, Boletín Interior, 29.5.37.

[83] “El significado y alcance de las jornadas de mayo frente a la contrarrevolución” (Manifiesto del Comité Central del POUM), 12 de mayo de 1937, A. Nin, La Revolución…, p286.

[84] “Sobre el calendario revolucionario”, 22 de octubre de 1937, Trotsky, La Revolución…, tomo 2, p191.

[85] “La verificación de las ideas y de los individuos a través de la experiencia de la revolución española”, 24 de agosto de 1937, ídem, p147-8.

[86] Boletín Interior del POUM, 15 de enero de 1937.

[87] Solano, El POUM…, p97.

[88] “Reunión del Subsecretariado Internacional del POUM, 14 de mayo de 1937. Informe del camarada Gorkín sobre las jornadas de mayo”, reproducido en: Balance, Cuaderno nº 2, junio de 1995.

[89] Gironella (Enric Adroher), “Sobre los errores cometidos por el POUM”, POUM, L’experience Espagnole (París, 1939).

[90] Sobre los bolcheviques-leninistas durante la guerra civil se puede consultar: P. Pagès, “Le mouvement trotskyste pendant la guerre civile d’Espagne”, Cahiers Leon Trotsky, nº 10 (Grenoble, junio de 1982), pp47‑65; A. Guillamón (ed.), Documentación histórica del trosquismo español (1936-1948) (Madrid, 1996) y VVAA, The Spanish Civil War. The View…

[91] Morrow, p60.

[92] Ver la carta de Andrade a Nin, 4.5.36, que habla sobre “nuestra organización internacional”, en: Guillamón, pp44-46.

[93] Tosstorff, “Nin com a líder del POUM”, Alba (y otros), Andreu Nin…, p169.

[94] Según Nicola di Bartolomeo las relaciones entre él, Rous y los antiguos dirigentes de la ICE como Nin, Molins i Fábrega y, sobre todo, Andrade eran en general buenas. El propio Di Bartolomeo se entrevistó con Nin la noche del 18 de julio, N. di Bartolomeo, “The Activity of the Bolshevik‑Leninists in Spain and its Lessons”, The Spanish Civil War. The View…, pp230‑234; Fosco, “Espagne, Mai 36 – Janvier 38”, La Verité, 1.6.38, en: Guillamón, p179.

[95] Di Bartolomeo, “The Activity of the Bolshevik‑Leninists in Spain and its Lessons”, The Spanish Civil War. The View…, p234.

[96] Se acordó que aparecerían semanalmente artículos escritos por Trotsky en la portada de La Batalla, Fosco, “Espagne, Mai 36 – Janvier 38”, La Verité, 1.6.38, en: Guillamón, p183.

[97] Di Bartolomeo, “The Activity of the Bolshevik‑Leninists in Spain and its Lessons”, The Spanish Civil War. The View…

[98] “Es preciso superar las divergencias pasadas”, 16 de agosto de 1936, Trotsky, La Revolución…, tomo 2, pp65-66.

[99] “No somos más que espectadores” (Extracto de una carta a Víctor Serge), 19 de agosto de 1936, ídem, p68.

[100] Ídem, p22.

[101] “Hacia las masas (carta al Secretariado Internacional)”, 27 de julio de 1936, ídem, p52. Sobre las reacciones a esta carta ver la nota de P. Broué, ídem, pp48‑49n.

[102] El original dijo: “pensar que Daladier puede depurar el ejército de fascistas y reaccionarios, en otras palabras, disolver el cuerpo de oficiales no puede ser hecho más que por gente como Maurice Paz o Marceau Pivert, pero nadie les toma en serio”. En La Batalla la parte en cursiva fue sustituida por las palabras “gente inocente”, ver: “Primeras lecciones de España”, 30 de julio de 1936, Trotsky, La Revolución…, pp58-59 y La Batalla, 22 de agosto de 1936.

[103] Solano, El POUM…, p109.

[104] “Por la victoria de la revolución española”, 19 de febrero de 1937, Trotsky, La Revolución…, tomo 2, pp70-75; La Batalla, 21 de febrero de 1937. El primer artículo que contestó las críticas de Trotsky fue “A propósito de unas declaraciones de Trotsky sobre el POUM”, ídem, 25 de marzo de 1937.

[105] “Maurín y Nin, rehenes del Frente Popular”, 16 de julio de 1936, Trotsky, La Revolución…, tomo 1, p355.

[106] “El POUM, Partido centrista”, Carta a Daniel Guerin, 10 de marzo de 1939, Trotsky, La Revolución…, tomo 2, p279, y “Lección de España: última advertencia”, 17 de diciembre de 1937, ídem, p228.

[107] J. Rous, “Spain 1936‑39: The Murdered Revolution”, The Spanish Civil War. The View…, p397.

[108] Serge, citado en: Vereeken, p161; mientras que algunos aspectos del relato de Vereeken son poco creíbles, el GPU (NKVD) obviamente tuvo un papel subversivo dentro de la organización internacional trotskista durante los años treinta. El caso más notorio fue el de Marc Zabrowski (Etienne), que fue una figura destacada del Secretariado Internacional durante la guerra civil y más tarde en EEUU confesó haber sido un agente del GPU en esta época.

[109] Trotsky, La Revolución…, tomo 2, p322, n.85

[110] Según los trotskistas belgas, el grupo bolchevique-leninista español tenía 33 afiliados a principios de 1937, Trotsky, La Revolución…, tomo 2, p93n. Según Agustín Guillamón, p24n10, en mayo de 1937, había 30 afiliados en el grupo BL y 8 en Le Soviet. Un informe interno de Erwin Wolf explicaba que en junio de 1937 el grupo tenía 26 miembros (17 en Barcelona), de los cuales sólo cinco eran extranjeros, B.N. “Rapport Interieur”, Barcelona, 6.7.37, reproducido en: Guillamón, p139. Según Munis, la mayoría de los componentes del grupo BL ya eran españoles en abril de 1937, G. Munis, “Carta a Trotsky”, 22.4.37, ídem, p121. El periódico de los BL, La Voz Leninista, se editó por primera vez el 5 de abril de 1937 y dos veces más el 23 de agosto de 1937 y el 5 de febrero de 1938; la idea original consistía en editarlo cada dos meses, G. Munis, “Carta a Trotsky”, 22.4.37, en: Guillamón, Documentación…, p121.

[111] “Informe de actividad del grupo BL en Barcelona”, Barcelona, 6.7.37, en: Guillamón, p58; ver también: Vereeken, pp176‑177.

[112] B.N. “Rapport Interieur”, Barcelona, 6.7.37, en: Guillamón, p141; según Morrow, p55, los BL “se ligaron estrechamente a los obreros anarquistas, sobre todo a los Amigos de Durruti”; A. Guillamón, The Friends of Durruti Group 1937-1939 (Edimburgo, 1996), pp94-106, trata en detalle sobre las supuestas relaciones de los trotskistas con los Amigos de Durruti; ver también: M. Amorós, La revolución traicionada. La verdadera historia de Balius y Los Amigos de Durruti (Barcelona, 2003), pp224, 308-310, 357-358.

[113] La Voz Leninista, 5 de abril de 1937.

[114] B.N. “Rapport Interieur”, Barcelona, 6.7.37, en: Guillamón, Documentación…, p141.

[115] También les criticó por no llevar a cabo un trabajo sindical, ídem, pp139-140.

[116] Ver el informe sobre la reunión del “buró ampliado del centro por la IVª Internacional” en Ámsterdam, 11-12.1.37, donde la línea belga-holandesa ganó el apoyo de la mayoría presente; reproducido en los apéndices de Pierre Broué en: L. Trotsky, La Revolución…, tomo 2, pp 422‑437. Además del PCI francés, a través del grupo Le Soviet, la Revolutionary Workers League estadounidense, por medio de Russell Blackwell (Rosario Negrete), intentaba trabajar dentro del POUM.

[117] Blackwell identificó ocho tendencias diferentes dentro del POUM en diciembre de 1936, Political tendencies inside the POUM (Preliminary Report), Barcelona, 8 de diciembre de 1936; ver también: “Comentarios a la reunión del Comité Central ampliado del POUM”, Boletín editado por el grupo Bolchevique Leninista de España (IV Internacional), enero de 1937; ver también: Guillamón, Documentación…, pp67-69.

[118] J. Andrade, “Prefacio” a A. Nin, Los problemas de la revolución española (París, 1971), p8.

[119] Juventud Comunista, 10.6.37.

[120] “Hay que romper con la burguesía”, 15 de julio de 1939, tomo 2, p297.

[121] Maurín se quedó atrapado en la zona fascista a principios de la guerra. Ver: J. Maurín, Cómo se salvó Joaquín Maurín (Madrid, 1979).

[122] Tosstorff, “Nin com a líder del POUM”, Alba (y otros), Andreu Nin…, p163.

[123] Según Fosco, en agosto de 1936 Andrade hablaba de formar una facción “para luchar contra el centrismo de Nin”, N. di Bartolomeo, “The Activity of the Bolshevik‑Leninists in Spain and its Lessons”, The Spanish Civil War. The View…, p234. Un antiguo militante del POUM, Albert Masó, rechaza tajantemente esta afirmación en una carta a A. Guillamón (5.5.98) que critica varios aspectos de la colección de documentos bolcheviques-leninistas editada por este último, ver: Guillamón, Documentación…; se puede consultar la carta de Masó y la repuesta de Guillamón en: Balance, agosto de 1998.

[124] Los documentos de Rebull se editaron firmados por la Célula 72 del POUM de Barcelona, en: Boletín Interior del Comité Local del POUM de Barcelona, 23.4.37 y 29.5.37; y se han reproducido, con otros escritos posteriores de Rebull, en: Balance nº 19, mayo de 2000 y nº 20, octubre de 2000. Munis afirmaría, equivocadamente, que la mayoría del Comité Local de Barcelona “estuvo totalmente de acuerdo” con las posiciones de los bolcheviques-leninistas, G. Munis, “Carta a Trotsky”, 22.4.37, en: Guillamón, Documentación…, p121.

[125] Ver los comentarios de Broué en: Trotsky, La Revolución…, tomo 2, p119n. Munis, escribiendo en diciembre de 1937, habló del “aislamiento casi total” de su grupo, “Lettre à Klement”, Barcelona, 29.12.37, en: Guillamón, Documentación…, p168. A pesar de este aislamiento, pocos días después de la ilegalización del POUM, los BL sacaron un llamamiento a la izquierda del POUM y los Amigos de Durruti que hablaba de cómo “el viejo POUM” había muerto y de que ahora era el momento de construir el “POUM de la IVª Internacional”, ver: Comité de la Sección Bolchevique-Leninista de España, “El viejo POUM ha muerto”, Barcelona, 26 junio de 1937, reproducido en: ídem, p132-5.

[126] J. Molyneux, Leon Trotsky’s Theory of Revolution (Brighton, 1981), p185; Duncan Hallas habla del “casi mesianismo” en las concepciones de Trotsky en esta época, D. Hallas, Trotsky’s Marxism (Londres, 1979), p95; Tony Cliff también hace referencia al espíritu “semimesiánico” que afectaba a la IVª Internacional; Cliff, p306.

[127] L. Trotsky, El programa de transición para la revolución socialista (Buenos Aires, 1973), p52.

[128] L. Trotsky, “The founding of the Fourth International”, 18 de octubre de 1938, Writings of Leon Trotsky 1938-39 (Nueva York, 1974), p87.

[129] “Lección de España: última advertencia”, 17 de diciembre de 1937, Trotsky, La Revolución…, pp239.

[130] D. Hallas, Trotsky’s Marxism (Londres, 1979), pp103-104.

[131] También criticaba a los BL por no trabajar dentro de los sindicatos, B.N., “Rapport Interieur”, Barcelona, 6.7.37, en: Guillamón, Documentación…, pp139-140.

[132] Carta a A. Nin, 12 de diciembre de 1930, Trotsky, La Revolución…, tomo 1, p65.

[133] Trotsky, “¿Qué deben hacer los bolcheviques-leninistas en España?, 22 de abril de 1936, La Revolución…, tomo 1, p339; “Decir las amargas verdades (Carta a la redacción de La Lutte ouvrière)”, 23 de marzo de 1937, ídem, tomo 2, p88.

[134] “¿Es posible la victoria?”, 23 de abril de 1937, Trotsky, La Revolución…, tomo 2, p109; “Observaciones sobre la insurrección de mayo”, 12 de mayo de 1937, ídem, tomo 2, p117.

[135] “La política de Lenin”, 25 de febrero de 1937, ídem, p77.

[136] “El POUM, un Partido centrista”, ídem, pp280-281.

[137] “Clase, Partido y dirección: ¿por qué ha sido vencido el proletariado español?” (artículo sin terminar). 20 de agosto de 1940, ídem, pp309-310, 313-314.

[138] Esta participación fue rechazada por razones de seguridad, ver el acta del congreso fundacional de la IVª Internacional en: Cahiers Leon Trotsky, nº 1, enero de 1979. Según Wilebaldo Solano, el representante del POUM, Narcís Molins i Fábrega, no llegó al punto de encuentro para acudir al Congreso porque resultó ser engañado por el agente del GPU infiltrado en el movimiento trotskista internacional, Marc Zborowski (Etienne), Solano, El POUM…, p210.

Sobre el autor: Durgan, Andy

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