Los colectivizadores, Víctor Alba, Editorial Laertes, 2001, 285 páginas.
Este es un libro marcado por la fuerte personalidad de Víctor Alba, un representante muy interesante de la generación de jóvenes militantes del POUM, o de sus juventudes, durante la guerra civil española. Su intensa labor como escritor, más de cien libros publicados y algunos inéditos, recorriendo diversos temas y géneros, sobre todo el ensayístico, aunque sin eludir la novela, sólo es parte de una labor intelectual más amplia, que comprende, en el exilio, la publicación de revistas o la docencia en universidades norteamericanas, con una apertura mental y cultural que le ha permitido ser pionero en numerosos terrenos de la historia social. También es una de las personas que más han contribuido a desvelar la historia oculta de la revolución española y el siniestro papel jugado por el Partido Comunista. Para quienes tengan interés en su labor conviene recordar que hace algunos años publicó unas memorias, primero en catalán, luego traducidas al castellano (Sísifo y su tiempo), donde desgrana su trayectoria, incluyendo algunas gotas de ironía.
Las características del autor hacían, a priori, muy interesante conocer un trabajo suyo sobre las colectivizaciones. No ha defraudado las expectativas. No se trata, sin embargo, como en otros de sus libros, de un análisis extenso y en detalle.
La obra se divide en dos partes; la primera es un ensayo personal que aborda una depurada síntesis del significado histórico de las colectivizaciones. La segunda parte es una recopilación de testimonios de colectivizadores sobre sus experiencias personales, donde podemos escuchar sus auténticas voces, lo cual justifica por si sola la edición.
Aunque el autor llega a recomendar pasar directamente a la segunda parte del libro, yo no lo he hecho ni aconsejo hacerlo a los lectores. El ensayo de Víctor es una reflexión ciertamente original y aguda sobre lo que, un tanto provocadoramente, para algunos, denomina “la primera revolución obrera”.
Las colectividades y los colectivizadores son el producto de la historia del movimiento obrero español durante las décadas anteriores, de la labor educativa de varias generaciones, de las luchas y experiencias obreras, de sus ateneos y sindicatos, sus revistas y asociaciones, todo lo que ayudó a conformar una personalidad propia y original de los militantes obreros, tanto socialistas como anarquistas. Esa historia concreta es la que explica que en una coyuntura crítica, el levantamiento militar de las derechas en julio de 1936, los obreros del campo y de la ciudad, frente al vacío de poder en las fábricas y negocios, optaran, sobre todo en Cataluña, por tomar su destino en sus propias manos, sin esperar a que el Estado se hiciera cargo ni a que un partido “revolucionario” les dijera lo que debían hacer. Creyeron en su propia capacidad.
Alba enfatiza el hecho de que la experiencia práctica de las colectivizaciones fue un éxito de gestión. Por ello, la tarea constructiva de la revolución española constituye una de las experiencias más extensas y genuinas de autogestión. Todo ello a pesar de las limitaciones políticas ocasionadas por el rápido ascenso estalinista en la zona republicana, y a pesar de que la excepcionalidad del período tampoco ayuda a poder extraer conclusiones definitivas sobre la dinámica a la que hubiera conducido su consolidación y generalización.
¿Qué vigencia tiene actualmente la experiencia colectivizadora? Alba insiste, acertadamente, en que no se trata de exportar o universalizar modas o éxitos condicionados históricamente. Cierto. Pero existe una enseñanza radical de esa actividad colectivizadora que no merece ni debe caer en el olvido: la sociedad real que los trabajadores catalanes comenzaron a poner en marcha se construía desde la autonomía de los actores humanos. Tomar el destino en las propias manos puede adoptar muchas formas, pero siempre habrá un diferencia irreconciliable, absoluta, con la fe en “salvadores”, en “partidos únicos del proletariado” o en mesianismos utópicos.
En un reciente acto en Madrid, organizado por al Fundación Andreu Nin, Víctor preguntaba a los asistentes. “Salvado las distancias, ante una crisis similar a la del año 36, ¿cómo reaccionarían ahora los trabajadores?”.
Esa cuestión resume perfectamente la doble necesidad de una pedagogía y una política estratégica, la extrema necesidad de todo aquello de lo que nuestra actual izquierda carece y, además, desprecia y desconoce. Este libro nos permite mirar hacia atrás, no para un ejercicio de nostalgia revolucionaria o justicia histórica, sino para recordar lo más importante, el valor imperecedero de la experiencia de unos trabajadores que, en unas terribles circunstancias, fueron capaces de asumir, por si mismos, su responsabilidad de seres humanos. Necesidad de una pedagogía y una política que permita que todos seamos capaces de actuar, participando y decidiendo, en las decisiones que nos afectan.