Hablando con Wilebaldo Solano (2001)

Entrevista realizada por Ernesto Valderrey y Juan Manuel Vera para la revista Iniciativa Socialista.
Wilebaldo Solano fue, durante la guerra civil española, secretario general de la Juventud Comunista Ibérica y miembro del comité ejecutivo del POUM, además de un estrecho colaborador de Andreu Nin hasta su secuestro y asesinato. Ejerció el cargo de secretario general del POUM en el exilio. Es una personalidad muy importante de la izquierda histórica española.
El día 20 de enero de 2001, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, ante unas 250 personas, se presento su libro El POUM en la historia (coeditado por la Fundación Andreu Nin y Los libros de la catarata), una obra que recoge sus textos sobre la política del POUM, la figura de Andreu Nin y sobre los crímenes del estalinismo en España. Dos días después, estuvimos con Wilebaldo y con María Teresa Carbonell, su mujer, y sostuvimos esta larga conversación, en la cual planteamos cuestiones sobre la política del POUM, sobre la revolución española, sobre la lucha contra el franquismo y sobre otros numerosos temas. Con una gran claridad y una prodigiosa memoria, este luchador de 83 años, nos hizo sentir vívidamente su experiencia clave en la historia del socialismo revolucionario español. Pero no hablamos sólo de memoria histórica, al final de la entrevista, Wilebaldo nos manifestaba sus críticas sobre algunos comportamientos de la izquierda española del momento (2001) y su esperanza en la posibilidad abrir una nueva etapa política en este país.

-INICIATIVA SOCIALISTA.  Wilebaldo, en tu libro explicas con mucho detalle el interesante proceso que conduce en 1935 a la formación del POUM por la unidad entre el Bloque Obrero y Campesino (BOC) y la Izquierda Comunista de España (ICE). Sin embargo, a nosotros nos suscita curiosidad saber hasta qué punto pensabais que el POUM representaba la materialización del proyecto de unidad de los revolucionarios o si considerabais que el partido socialista revolucionario que queríais formar requería la unidad con otros sectores políticos.

-WILEBALDO SOLANO.  Nosotros considerábamos que, en realidad, abríamos un proceso de unificación política. Hay que tener en cuenta la movilidad de aquella época, el radicalismo de las Juventudes Socialistas, de Carrillo mismo en aquel momento, y las relaciones que teníamos con ellos, que fueron muy intensas durante meses, el intercambio en la prensa, el hecho de que ellos distribuyeran La Batalla en muchos sitios de España. Además de los jóvenes socialistas, se produjo la radicalización de Largo Caballero, el hecho de que viniera a vernos a Barcelona, que Carrillo y Hernández Zancajo [que era el Presidente de las Juventudes Socialistas] vinieran también, todo ello hizo que durante un cierto tiempo pensáramos que el POUM sólo era el comienzo de un proceso de unificación más importante y que se podía construir un partido en toda España más importante que el POUM. Y como veíamos lo de Hitler, en esto hubo una visión muy clara de que la victoria de Hitler cambiaba la perspectiva en Europa y que era de una extrema gravedad para el movimiento obrero internacional, pues teníamos prisa. Uno de los efectos de la victoria de Hitler es el golpe militar aquí, si no, yo creo que no hubieran podido. En esas condiciones, tratábamos de construir un gran partido que pudiera jugar un papel decisivo en España.

I.S. Dado el diferente origen político de los componentes del POUM, ¿hubo reticencias a la unidad?

W.S. Sí, hubo dos tipos de resistencia. Uno, muy limitado, fue el de los compañeros de la ICE que querían seguir la vía de Trotsky, entre ellos Esteban Bilbao y Fersen, que eran las personalidades más importantes y, desde luego, dos hombres valiosos, no cabe duda. Ellos se negaron a entrar en el proceso de unificación argumentando que la preponderancia del Bloque deformaría el partido que se podía formar; además, pensaban que entrando dentro del Partido Socialista se podía crear un ala izquierda mucho más importante que la que ya existía y darle una orientación más próxima a las posiciones del movimiento por la Cuarta Internacional.
Y, por otra parte, en el BOC hubo una pequeña fracción que finalmente se separó del partido. Era gente de ciertos medios intelectuales de Barcelona, algunos militantes de valor como Víctor Colomer, por ejemplo, que constituyeron una especie de fracción en Barcelona y que se resistieron a la unificación pero de una manera muy confusa porque el movimiento de unidad era muy fuerte. Ellos resistieron y trataron de frenar el proceso: no hicieron grandes cosas y finalmente se separaron del partido antes de la unificación. Esto sucedió únicamente en Barcelona, en el resto de Cataluña no tenían raíces. Fueron Víctor Colomer, Ángel Estivill, que era un periodista bastante conocido, y unos cuantos más los que se integraron al PSUC, donde lo pasaron muy mal. En el PSUC decían que había una infiltración trotskista. Finalmente rompieron con el PSUC.
¿Afectaron estas últimas divisiones a la Juventud del POUM?
Hubo un momento en que se produjo una cierta alarma en nuestra Juventud y había algunos que propusieron que era mejor que se integrara en el partido para hacer frente a este movimiento que podía desarrollarse. Entonces Maurín y yo estuvimos completamente de acuerdo, y fuimos muy firmes, en que la Juventud debería continuar, en desarrollarla, publicar un periódico, un semanario. Maurín discutía mucho conmigo del periódico de la Juventud, porque en aquella época había un movimiento juvenil prodigioso, enorme; las Juventudes Socialistas a lo mejor tenían 300.000 afiliados, nosotros teníamos 12.000 o una cosa así y, también estaban las Juventudes Libertarias.
La juventud de esa generación estaba en bloque en el movimiento político, y luego en la guerra y en el proceso revolucionario. Es un hecho que hoy no se da, que ha asombrado mucho y que ahora se discute. Por ejemplo, en Barcelona, hemos hecho cosas para discutirlo, yo voy a dar una conferencia para los jóvenes de la Universidad Autónoma sobre ese problema, el movimiento juvenil en aquella época, porque ese movimiento juvenil no era solamente español, se dio en Francia, en Alemania y en otros países.

-I.S. ¿Qué efectos produjo la unificación?

-W.S. La unificación fue muy entusiasta, como dijo Nin «una unificación sincera y profunda», hubo un gran entusiasmo y un desarrollo muy rápido del partido, por ejemplo en Galicia (lo que explica que Maurín tuviera especial interés en ir). En Galicia hubo sectores de anarcosindicalistas y gente que se llamaba pura y simplemente sindicalista y que había girado en torno a Pestaña, pues que se unieron al POUM y claro, esto lo determinó en gran parte que había un equipo de compañeros nuestros que venían de la ICE, con Rastrollo, que era una de las personalidades más importantes del POUM. Esto lo hemos explicado aunque es una lástima que mucha gente no lo conoce: Rastrollo era una gran figura política, había creado el movimiento en Llerena y en realidad fue él, cuando el proceso de unificación, quien organizó el POUM en Galicia con las diversas fuerzas. Allí el movimiento era un poco más heterogéneo pero el equipo dirigente era bastante bueno y aquello progresaba mucho, quizás el sitio donde más se progresaba.
En Euskadi también se progresaba, y mucho en Valencia. En realidad, el POUM estuvo enseguida en pleno desarrollo. Si hubiéramos tenido un año o dos, hubiéramos hecho un partido mucho más importante y con una fisonomía mucho más peninsular de la que el POUM tenía, porque había paradojas: por ejemplo, en Lérida y en Castellón éramos el primer partido obrero. En la provincia de Castellón, en las ciudades importantes teníamos una fuerza considerable. En Valencia se había desarrollado el movimiento menos. En fin, el POUM era muy atractivo en aquel momento.

-I.S. Ya sabes que hay quienes minimizan lo que representaba el POUM; entonces sí que es interesante destacar que era la primera fuerza obrera en Lérida y Castellón.

W.S. Bueno, además, ya el BOC controlaba organizaciones sindicales muy importantes, sindicatos autónomos como el sindicato de Alimentación de Barcelona, por ejemplo, el sindicato mercantil, una serie de sindicatos que representaban la fuerza del partido. Además animaba la Unión Agraria de Lérida que era también una organización de masas con grandes figuras al frente de ese movimiento. Y además, estaba el tejido social en Ateneos; por ejemplo, en Barcelona, en el Ateneo Enciclopédico, el Ateneo Politécnico y en los Ateneos de otras ciudades de Cataluña. Los compañeros nuestros eran muchas veces los animadores de ese tejido social. Es decir, que estábamos muy metidos en el tejido social del país y con gente valiosa. Yo pensaba, ahora, con motivo de la muerte de Pere Vigués en lo que se hizo en Tarrasa, donde animaron la primera revista importante ya en los años treinta y prácticamente todos los que animaron aquel movimiento pasaron al POUM. Entonces, en Tarrasa, que era una ciudad importante, dominada por la CNT durante mucho tiempo, hubo un momento en que el POUM aparecía como un partido político muy importante.
La limitación fundamental, primero del BOC y luego del POUM, sería la falta de correspondencia entre su fuerza en Cataluña y en el resto de España.
Al hilo de esta cuestión os diré que había casi el mito de lo que llamábamos «la expansión peninsular», en eso estábamos de acuerdo todos. Maurín tenía la teoría, y la explicó en un pequeño folleto que se llama «El Bloque Obrero y Campesino», de que el movimiento obrero, el socialismo mismo, había aparecido en Cataluña, que era un poco la Rusia en España para el movimiento obrero: allí se formaba todo y luego se extendía.
Yo no estuve nunca de acuerdo con esto. Esa fue una de las primeras discusiones que tuve con Maurín, pues teníamos una amistad personal muy intensa. Yo consideraba al Bloque una novedad importante pero tenía, personalmente, dos preocupaciones, me fastidiaba mucho que no estuviera en una Internacional y que estuviera reducido a Cataluña, esas eran mis obsesiones, y eran las de él.
Lo que ocurría era que Maurín creía que a medida que crecíamos en Cataluña lo hacíamos en los demás sitios. Y yo pensaba que no, yo decía «Madrid, es a partir de Madrid». Tenemos gente en Valencia, en Castellón, en Baleares…, pero hay que reforzar Madrid igual que hemos mandado gente a otros sitios.
Suponemos que es muy difícil cuantificar exactamente la fuerza del POUM.
Efectivamente, es muy difícil. Esos cálculos son muy difíciles. Nosotros defendíamos la tesis del centralismo democrático, la tesis leninista clásica, pero, naturalmente España era el país del anarquismo. En el POUM entra una serie de gente que había militado en el movimiento anarcosindicalista y había un clima muy diferente al de otros sitios, en el sentido de que aceptar ciertas normas del centralismo democrático no funcionaba. Era un centralismo democrático muy abierto, por eso yo he insistido muchas veces, en relación al Partido Comunista, en que a pesar de ciertas similitudes, muchas cosas tenían otra significación para nosotros. La revolución tenía otra significación porque partíamos de la base de que era la revolución socialista. El partido tenía otra significación porque nosotros queríamos un partido democrático y toda la educación anarquista la habíamos transportado un poco al partido, que funcionaba siempre mucho más democráticamente de lo que funcionaba un partido comunista corriente, de eso no cabe duda. Es decir, había muchas cosas muy distintas: teníamos una concepción diferente del partido, del centralismo democrático y de la revolución, claro está, pero también del movimiento sindical. Queríamos hacer una sola central sindical, los sindicatos expulsados de la CNT, concentrados en lo que se llamó Federación Obrera de Unidad Sindical. Nosotros queríamos que ese fuera un elemento que permitiera la unificación de la CNT y de la UGT y que hubiera en España una gran central sindical única.
Además, había un orgullo local muy grande: por ejemplo, los militantes de Lérida, donde éramos muy fuertes y tenían gente para todo, tenían hasta buenos oradores, presumían diciendo: «Bueno, ya te invitaremos a un mitin, ¡eh!, pero ya sabes que nosotros podemos hacer el mitin sin ti». Esto me lo decían a mí, a Arquer y a otros, pero no se atrevían a decírselo a Maurín, porque Maurín era otra cosa. Decían «vosotros, porque sois de Barcelona no vais a hacer todos los mítines. Nosotros hacemos mítines en Lérida y está el teatro de Los Campos Elíseos (que era la sala más importante) lleno y lo hacemos con la gente nuestra». Y es verdad que ellos tenían un equipo de oradores, Uno de los mejores era Estarán, de la Juventud. Luego, cuando se inició el proceso revolucionario hay toda una historia que no se ha explicado, hay tantas cosas que no se han contando en relación con Lérida, que creo que habrá que hacerlo algún día.

-I.S.  ¿Puedes contarnos algo de ello?

-W.S. Sucedió una cosa muy curiosa el 19 de julio en Lérida: los militares se apoderaron de la ciudad muy rápidamente. Se apoderaron de todo y, claro, cundió el pánico. Entonces, una delegación del POUM vino en coche a Barcelona y nos explicó la situación y lo que habían hecho: habían dado la orden de retirada de la ciudad a todos los militantes y a los cuadros sindicales que controlaban, esperando a ver qué pasaba en Barcelona. Había una especie de milicia para asaltar Lérida con la ayuda y con las armas que ellos tenían. Vinieron a Barcelona a informarnos de la situación y, claro, para nosotros era muy grave que Lérida cayera, ¡era la fortaleza del partido! Entonces les dimos armas y, naturalmente, enviamos gente para ayudarles a donde se habían concentrado, cerca de Balaguer creo. Naturalmente, los militares capitularon cuando lo hicieron los de Barcelona y, entonces, ellos tomaron la ciudad, la Diputación, el Ayuntamiento, etc. Entonces, constituyeron el primer comité revolucionario obrero: lo hizo el POUM. Podría haberlo hecho él solo, pero llamó a todos los demás, incluso al PSUC, que se acababa de constituir y que no era nadie, para formar el comité. Pero, claro, el alma de todo en Lérida era el POUM y eso explica que en el curso de la guerra muchas veces hubo secciones sin muchas ganas de aceptar el centralismo democrático, pues consideraban que ellos, por su fuerza y su genio, podían decidir y en muchas cosas decidían antes, sin consultar. Venían al Comité Central cuando ya habían tomado tal decisión y tal otra. Por suerte, la mayoría de las veces, estaban bien. Pero, desde arriba, en el Comité Ejecutivo, se quería coordinar un poco la cosa, aunque se tenía confianza. Algunos hablan de la «Comuna de Lérida», es decir, que Lérida fue una cosa autónoma durante un cierto tiempo, con un gobierno local que tenía poderes enormes y que operaba con un radicalismo revolucionario increíble, ellos iniciaron la construcción del socialismo, casi.
Entonces en Barcelona estaban muy preocupados y Lérida era el paso hacia el frente de Aragón. Lérida era la ciudad clave. En aquel Comité estaba la CNT, estaba el PSUC, estaban todos: solamente que la mayoría era nuestra, como lo eran los cuadros militares y las primeras milicias formadas con el apoyo de Barcelona, que dominaron la ciudad en todos los ámbitos y permitieron que cuando Rodes llegó a Barbastro pudiera decirle al coronel Villalba «pues si usted no está dispuesto, deme el bastón de mando y ahora yo reorganizo la Brigada».

-I.S.. ¿Cómo se vivió el levantamiento militar en Barcelona?

-W.S.  Me parece que ya os he comentado alguna vez que el levantamiento militar me pilló en casa. Nosotros montamos guardia alrededor de los cuarteles, no con tanta perfección y con tanto tiempo como la FAI, que controló los cuarteles y que avisaba: «que han salido de Pedralbes, han salido de San Andrés, etc.». Es decir, unos días antes del movimiento militar, militantes anarquistas se instalaron en casas de amigos o de compañeros en los sitios donde había cuarteles. Establecieron un servicio policíaco de control de quién entraba, si llegaba un general, un coronel, soldados o paisanos, que llegaron, porque no tenían mucha gente, no tenían confianza en los soldados y quisieron reforzar con falangistas, los que había en Barcelona, y los del Partido Radical de Lerroux, algunos compañeros míos, estudiantes de Medicina.
Gracias al servicio de espionaje de los anarquistas se fue al asalto antes de que pudieran concentrarse, pues no tenían mucha gente, porque el gobierno de la República, y su presidente Azaña, y esto es otra cosa que no se ha estudiado mucho pero que es muy curiosa, fue haciendo lentamente una reforma, para dar el mando de las unidades fundamentales a gente republicana en la que tuviera confianza, porque veía el peligro en el ejército. Por eso se sublevan los capitanes. En Barcelona se sublevan los capitanes, tienen que enviar a Goded, que estaba en la Capitanía General de Cataluña, porque desconfiaban del Capitán General. Es decir, que Azaña había hecho una reforma que se criticó mucho, pero, claro, era una reforma lenta que en cinco años hubiera cambiado el ejército, probablemente, pero en el breve tiempo aquel no pudo. Pero hubo, de todas maneras cambios que determinaron que se sublevaran, en el caso de Barcelona, los capitanes y que llamaran a civiles que habían hecho el servicio militar y conocían el manejo de las armas, o a antiguos oficiales del ejército, para estructurar sus fuerzas de ataque.
También sucedieron cosas asombrosas con la Guardia Civil de Barcelona. Había dos generales, Escobar y Aranguren, que estuvieron a disposición del gobierno de la República, eran republicanos, también escogidos para mandar la Guardia Civil en Barcelona y eso hizo que ésta pasara prácticamente a nuestro campo. Allí hubo un gesto de audacia de Josep Tarradellas y de Companys, que consiguieron hacer desfilar a la Guardia Civil delante de la Comisaría de Orden Público. Tarradellas me lo explicó con todo lujo de detalles y lo explicaré más en algo que escriba algún día; porque Companys se quedó solo, se asustaron la mayor parte de los miembros del gobierno. Entonces Tarradellas, que sabía que las fuerzas de orden público habían sido reorganizadas bajo el control de la Generalitat y que eran seguras, se puso en contacto con los generales que dirigían la Guardia Civil en Barcelona. Había tres o cuatro cuarteles, había mucha Guardia Civil y les dijo que desfilaran por la Vía Layetana, delante de la Comisaría de Orden Público, adonde fueron él y Companys. Desfilaron al grito de «¡Viva la República!» y, claro, para los militares sublevados fue una catástrofe.
Una de las cosas de mi vida que no se me olvidará nunca fue, al llegar a la Capitanía General, cuando el asalto, ver allí a la gente de la CNT-FAI, abrazando a los guardias civiles, y a los guardia civiles que tiraban los tricornios y se ponían boinas y los gorros de la FAI, y cosas así, la mar de divertidas. Es decir, que la cosa cambió radicalmente. La victoria de Barcelona es una victoria extraordinaria ya que se descompone un ejército con una acción poco armada, porque no teníamos muchas armas, y se vence a los militares en Barcelona y eso, claro, tiene repercusiones. Decae la cosa de Lérida; en Valencia la situación cambia, y en todas partes.
Los historiadores pro-comunistas han contado la historia de la guerra con un esfuerzo consciente por ocultar que lo que hubo fue un gran proceso revolucionario desde abajo, una revolución social en Cataluña pero también, con diferencias, en el resto de la zona republicana.
Sí, la cosa vino de abajo y la gente pasó por encima de las organizaciones, y las organizaciones, en el fondo, fueron bastante tímidas en muchas cuestiones. El ejemplo de los alquileres es muy típico. Decidimos, después de una cierta reflexión, que había que hacer algo con ellos, reducir los alquileres al 50%. ¿Y que pasó? Pues que luego nos damos cuenta que la gente ya no pagaba, habían tomado ya sus propias medidas. Pasaron muchas cosas así.
Luego, la colectivización, incluso de cosas que a nosotros nos parecía ridículo, e incluso planteamos que no se hiciera. Colectivizaron las peluquerías, donde había tres peluqueros y un patrón, puede parecer ridículo, pero eso también venía de abajo. Ningún sindicato, ninguna dirección, dio directivas de hacer cosas de ese tipo. La mayor parte vino de la gente de abajo, que estaba convencida de que se había hecho la experiencia de la República, que a causa de las debilidades de la República se había producido la sublevación, que iba a haber probablemente una guerra civil, que iba a ser algo muy difícil y que, entonces, había que obrar muy radicalmente.

-I.S. El fenómeno de las colectividades es único en el mundo. ¿Qué nos puedes decir al respecto?

-W.S. Fue muy rápido. Discutiendo con comunistas italianos y franceses les he explicado lo siguiente. Yo no sé qué directrices daba el PSUC, porque había una gran confusión en ellos, el partido lo acababan de crear; no sé qué decía el Comité Central del PCE. Pero puedo asegurar que en esas colectividades que creaba la gente desde abajo con el impulso central de la CNT y el POUM, ellos también estaban: ¡ellos no estaban en contra en aquellos momentos!
Entonces no era ya la república burguesa, se había dado un salto político. Y eso lo hizo la gente, desde abajo, con ese estado de espíritu que he explicado en algunas ocasiones de que la gente creía que la perspectiva de una sociedad socialista había dejado de ser una utopía y estaba al alcance de la mano. Ese fue un fenómeno de una fuerza enorme y es el que da prestigio a los comités como los organismos que tienen que sentar las bases de una nueva sociedad.

-I.S. Wilebaldo, te vamos a hacer alguna pregunta polémica, queremos saber cuál es tu opinión actual sobre algunas de las cosas que se han criticado al POUM y que algunos siguen criticando. ¿Consideras que la participación en el Frente Popular fue un acierto del POUM?

-W.S. Yo creo que sí, porque además no es el tipo de participación que dice la gente. Nosotros criticamos el Frente Popular como organismo unitario que tendía a encerrar al movimiento obrero con los partidos burgueses para hacer otra política. Nuestra concepción esencial es que se podían hacer alianzas con sectores de la pequeña burguesía para cosas concretas, como se hizo en Cataluña con el Frente de Izquierdas, pero lo que no queríamos era un organismo permanente como querían crear los comunistas que anulara al movimiento obrero y ejerciera la política de la burguesía o de la pequeña burguesía. Esa era nuestra diferencia con respecto al Frente Popular.
Nosotros admitíamos perfectamente que se podía participar en unas elecciones y hacer acciones con un partido pequeño-burgués radical como la Esquerra Republicana de Cataluña, y esto lo hicieron en Lérida, manteniendo nuestras posiciones pero decidiendo ir juntos a unas elecciones, organizar una huelga general, etc. Es decir, que considerábamos que había entre los partidos republicanos partidos muy populares que tenían una base obrera; hasta la Lliga tenía una base obrera en Cataluña. Es muy curioso, pero la Esquerra tenía una base obrera y campesina muy importante y esa base estaban próxima al POUM; había, por ejemplo, en Lérida, relaciones muy estrechas.
Los trotskistas siempre han dicho que el retroceso de la revolución comienza con la disolución del Comité Central de Milicias Antifascistas, ¿creemos que vosotros no valorasteis positivamente su formación?
Lo que me gustaría deciros sobre el Comité de Milicias es que a nosotros, a los jóvenes, no nos gustó su creación, porque nosotros creíamos que la situación era tan radical que se tenía que formar inmediatamente un gobierno obrero.
Companys había tenido una actitud bastante leal, no nos había dado armas pero había dado orden a la Guardía Civil y a la Guardia de Asalto de luchar junto a nosotros. Cuando García Oliver y varios dirigentes anarquistas fueron a ver a Companys, éste les vino a decir «si me necesitáis yo continuo aquí y si no, vosotros formáis el gobierno; vosotros habéis ganado la batalla de Barcelona y yo, que perdí la de Octubre [de 1934] no tengo autoridad». Él era así, le gustaban los golpes de efecto. Recuerdo que, otra vez, después del comienzo de la represión estalinista, cuando nos recibió a nosotros dijo: «¡Es que había que hacer la revolución en mayo!». Y luego empezó a decir: «¡Estos estalinianos!». Era contradictorio, buena persona pero muy político.
Volviendo a su encuentro con los dirigentes anarquistas, les dijo que ellos tenían el poder. Eso lo supimos nosotros por Rovira que era el principal elemento en el Comité aquel, el que había organizado prácticamente todo en Cataluña, y nos quedamos un poco sorprendidos. Nosotros tuvimos una reunión del Comité Ejecutivo unas horas después y contamos lo que había pasado. Hubo una negociación secreta con la CNT para crear un Comité de Milicias en el que los partidos obreros tuviéramos una posición minoritaria, tanto nosotros como el PSUC. Companys quería hacer una alianza Esquerra-CNT y que nosotros estuviéramos también bajo la etiqueta marxistas, pues me parece que dijeron: «tres para los marxistas».
Nosotros los jóvenes, cuando vimos eso, estábamos furiosos: ¡estábamos contra el Comité de Milicias! Planteamos la cuestión en el Comité Ejecutivo del partido y los otros compañeros, que ya sabían lo de la negociación secreta, dijeron «Bueno, este es un proceso largo». Tampoco les gustaba ese Comité y eso determinó que se enviara, me parece, a Gorkin al Comité, buscando un elemento políticamente fuerte. Lo lógico habría sido tener en el Comité de Milicias a Rovira, experto en el asunto militar y con más peso que Gorkin porque era de Cataluña y había estado en Estat Catalá y tenía muchas relaciones con la gente de la Esquerra. Era muy listo y se hubiera manejado la cosa mejor. Pero, en definitiva, había habido un pacto secreto y nos encontramos ante un hecho consumado. Nosotros pedimos que se cambiara la estructura pero, claro, la CNT y la Esquerra se habían hecho mayoritarias y, si se votaba, resultaba que el PSUC, nosotros y las demás fuerzas éramos minoritarias allí.
Parecía que Companys se retiraba, pero en el fondo no se retiraba. Controlaba en parte el Comité. Él manipuló las cosas. Creo que consideraba que a la CNT se la podía manipular más fácilmente que al POUM.
¿Y nosotros, qué íbamos a hacer? No podíamos abrir inmediatamente una lucha contra el Comité de Milicias; solamente, en la prensa comenzamos a hablar de un gobierno obrero. Entonces, hubo una serie de discusiones sobre si ese Comité de Milicias era algo puramente militar o era un comité de otro tipo. Nosotros tratamos de reducir el Comité de Milicias a un comité de tipo militar que se ocupara de organizar las milicias y de iniciar la lucha en Aragón.

-I.S. ¿Cómo se desarrollo el aspecto militar en aquellos primeros días?

-W.S. Lo militar fue muy rápido y era lo decisivo en aquellos días y el POUM estuvo en la primera línea. Nosotros llegamos a las puertas de Huesca.
Hubo cosas, sin embargo, que Maurín no hubiese admitido, y que yo tampoco admitía, pero me arrollaron completamente, como, por ejemplo, formar con los mejores militantes de nuestra Juventud ¡un batallón de choque! Allí se van hasta miembros del Comité Ejecutivo con los Pedrola al batallón de choque, van en las primeras operaciones y mueren los primeros. Había que haber mezclado a los militantes con quienes no lo eran, pero se quiso ir inmediatamente al frente y llegar a Zaragoza. El objetivo era Zaragoza porque la gente intuía que llegar allí suponía el enlace con el Norte inmediatamente, y suponían que en Asturias y en Euskadi los militares serían vencidos como en Barcelona. La propia gente tenía su estrategia.
Has hablado de cosas que Maurín, con su gran experiencia y ascendiente no hubiese permitido. La pérdida de Maurín: ¿cómo afectó a la política del POUM?
La ausencia de Maurín se notó mucho, por la gran confianza que la gente tenía en él, no voy a hablar de carisma, una cosa que ahora está muy de moda y que en la mayoría de las ocasiones es el fruto de la publicidad, de la televisión y de todo eso. Pero el hecho es que Maurín, siendo un hombre bastante adusto y además tímido, inspiraba una confianza muy grande a la gente y, estoy convencido, de que estando Maurín, él habría sabido organizar las nuevas tareas de un partido que se vuelca, que está prácticamente en el poder y que tiene que hacer una redistribución de la capacidad de su gente. Creo que estando él hubiera sido más fácil. En cambio, naturalmente, Nin conocía menos a la gente. Andrade, cuando llegó de Madrid a Barcelona, se incorporó inmediatamente al Comité Ejecutivo, también conocía menos a la gente. Entonces, hubo un Comité Ejecutivo en el que faltaba alguien esencial para ese trabajo.
Después del 19 de julio, pronto la prensa y la radio empezaron a funcionar. Nosotros enseguida asaltamos una imprenta y comenzamos haciendo un diario en catalán Avant. Teníamos que haberlo hecho en castellano porque, claro, fuimos a Aragón y nos dimos cuenta allí. Vacilamos un poco y enseguida, tres semanas después, sacamos La Batalla. Pero comenzar haciendo un diario sólo en catalán fue un error. Yo estoy seguro de que si hubiera estado Maurín, en cosas así se hubiera impuesto, hubiera dicho: «no, tendremos dos diarios, asaltaremos dos imprentas».

-I.S. Cuando te hemos interrumpido estabas explicando la respuesta al levantamiento en los primeros días.

-W.S. En primer lugar, nosotros teníamos un Comité Militar, en el que estábamos Rovira, Roc, Gelada y yo, que había recogido armas en octubre de l934; armas que habían arrojado los escamots cuando el desastre final: teníamos máuseres de primera categoría, los teníamos escondidos y los sacamos. Luego, naturalmente, la Guardia Civil y las Fuerzas de Asalto dieron armas. Entonces nosotros constituimos el Comité Ejecutivo en casa de David Rey, que era una casa poco conocida; se instaló allí y no en el local del partido en previsión de un asalto, y organizamos el Comité Militar en el Hotel Falcón: estructuramos las fuerzas y tuvimos la suerte de que Durruti se presentó allá. Esto se lo he explicado a Abel Paz, que no lo sabía, y me dijo:»¡Esto lo tenías que haber escrito!».
El hecho curioso, y es un misterio que no he entendido nunca, es que el l9 de julio Durruti está allí, está con Grossi, y va a la Plaza de Cataluña, va a la Plaza de la Universidad y combate con nosotros; no sé, creo que había un sindicato de la CNT allí cerca, él había organizado su grupo y estuvimos juntos. La noche del 19 al 20 durmió allá, durmió en nuestro local. Habíamos puesto allí mantas, habíamos buscado catres, y el sargento Manzana vino también. El día 21 la gente quería ir inmediatamente a Zaragoza. Los militantes se nos escapaban, algunos fueron a pueblos de Aragón, a tomar pueblos de Aragón. Como había muchos aragoneses en la CNT, incluso alguno en el POUM, la primera reacción fue: «En Lérida ya sabemos que ahora dominamos, hay que seguir adelante». Es decir, se creó la dinámica propia de la revolución.
Me parece que Trotsky dice algo parecido en su Historia de la Revolución Rusa, que en las primeras horas hay que tener una audacia increíble. Bueno, Danton también lo planteó, los que inician el ataque tienen que operar con una rapidez radical; sí, se tomaron pueblos, en muchos sitios donde a lo mejor un pequeño cuartel de la Guardia Civil hubiera podido dominar la situación y esperar a que llegaran los militares.
Llegamos a las puertas de Huesca, a las de Zaragoza, a las de Teruel, porque en Valencia también pasó lo mismo un poco más tarde. Lo primero era que no había que quedarse en Barcelona. Yo me acuerdo de esta discusión con Durruti y Manzana. Manzana, al ver que nuestro Comité Militar estaba organizando todo, que ya les habían combatido en la plaza de Cataluña y en la Plaza de la Universidad -combates esenciales en que murieron compañeros-, y que se preparaban para ir a Aragón, dijo: «¡Hay que organizarnos! Además tenemos soldados, ¡hay que unirse a ellos!». Él quería organizar y se propuso como organizador, nosotros no le hicimos caso; Durruti sí, se lo llevó enseguida y preparó la columna con Manzana un poco más tarde.
Pero, en fin, las columnas salieron muy rápidamente y algunas fueron espontáneamente; cogieron coches, cogieron trenes que había propicios y se presentaron para apoderarse de los pueblos y de las ciudades.
Se producen cosas geniales, espontáneas, surgen montones de ideas. El problema en esa situación es que la gente que dirija sea capaz de seleccionar, de escoger, de evitar que se hagan tonterías. Por ejemplo, nosotros no controlábamos a los militantes y se fue al frente el que quiso. Por ejemplo, yo me acuerdo de Rocabert que mandaba lo que llamábamos la primera centuria y que luego fue un batallón. Pues él y todos sus amigos y compañeros de Sants se presentaron y todos allá, a Zaragoza. Él me decía en broma: «¿Qué quieres que te traiga? ¿el manto de la Virgen del Pilar?». Era así. Yo llegué al Paseo de Gracia, donde se hizo la formación y veo a los militantes del POUM que habían abandonado los cargos que tenían: todo el mundo se iba al frente. ¡Esto no puede ser! Y en la CNT pasó algo parecido. Lo curioso es que Durruti estuvo con nosotros. Luego hubo un fenómeno que es de los más sorprendentes que he vivido en Barcelona. Yo no sé por qué cundió la idea de que Durruti había dirigido todo, en realidad no era verdad, Grossi y Rovira habían dirigido tanto como él la batalla de Barcelona.

-I.S. Tenemos la sensación de que el POUM consideraba la guerra como parte de la revolución frente a las extrañas afirmaciones que algunos, como Elorza y Bizcarrondo, hacen en su reciente libro. Atribuyen al POUM desinterés por lo militar y por el curso de la guerra. ¿No es una atribución calumniosa?

-W.S. Lo que dicen Elorza y Bizcarrondo es absurdo, no tiene nada que ver con la realidad. Es absurdo, completamente delirante.

-I.S. Alguna vez has comentado que el POUM era demasiado modesto. ¿Qué quieres decir?

-W.S. Os pongo un ejemplo. Rovira podría haber sido general, mandó una división de 12.000 hombres, la 29ª división, así que él era «general», pero a nosotros, a diferencia de los comunistas, esas cosas no se nos ocurrían. Al contrario éramos tan modestos que a propósito de esto tuve una bronca una vez en el Comité Ejecutivo del POUM, fue la primera vez que el bebé se sublevó. Y fue por esto: estaban Rovira y otros y no hablábamos en nuestra prensa nunca de ellos. Planteé que al día siguiente Juventud Comunista iba a publicar una foto de Rovira explicando que es el jefe de la División y, dije que La Batalla tenía que hacer lo mismo, hablar de nuestros jefes militares. Teníamos a alguno que mandaba una brigada, a Hipólito Etchebéhère; los comunistas lo explotaban todo pero nosotros no explotábamos nada porque nos parecía que era inmoral, pero cambiamos lentamente.
Rovira me dijo: «¡Hombre, que sorpresa!, parece que no, pero la gente ya me mira de otra manera, llegó Juventud Comunista con la foto mía, elogiándome y los propios milicianos pensaban que tenían un jefe importante pues la prensa de Barcelona publica una foto suya».
Había mucha modestia. En una situación como esa yo recuerdo, en las reuniones del Comité Ejecutivo, que Nin insistía siempre: «esto les paso a los bolcheviques, exactamente igual, a lo mejor vamos demasiado lejos. En todo caso, hay que sacar el mejor partido de la situación. Si se vence a los militares pronto, llegará una República más avanzada y entonces nosotros tendremos posiciones más importantes, y luego ya veremos. Pero no creamos que vamos a tomar el poder inmediatamente». Estábamos un poco por detrás de la gente: tendríamos que haber estado más adelante. También había que tomar ciertas medidas que no se tomaron, habría que haber contenido el éxodo desordenado al frente, organizar las columnas, escoger, seleccionar a personas que eran mejores como redactores de un diario que como milicianos en el frente de Aragón. Incluso se fueron algunos que no habían hecho el servicio militar y les tuvieron que enseñar allí el manejo del fusil.

-I.S. Tú fuiste enseguida desde Barcelona a Valencia.

-W.S. Yo llegué a Valencia después de la victoria de Barcelona y me encontré un estado de guerra. La gente nuestra había salido a la calle; por ejemplo, el POUM se apoderó de la sede de la patronal en el centro de Valencia. Un local fantástico, tenían fusiles allí, montamos una guardia. Yo llevé doce fusiles en el coche y con ellos decidimos montar la guardia. La gente creía que teníamos mil. Se creo una psicosis. ¡los del POUM habían llevado armas! Entonces, requisamos la plaza de toros y comenzamos inmediatamente a organizar milicias, los primeros, con José Grimalt. En la plaza de toros teníamos un maestro armero encargado de los doce fusiles que habíamos llevado. Los de la CNT venían y nos decían «Pero, oye, dadnos fusiles». Claro está que no se los podíamos dar, era algo realmente cómico.
De repente vimos que a la plaza de toros llegaba un sargento, un oficial, venían soldados que desertaban. Los milicianos que habíamos organizado se iban haciendo militares y la columna se formó enseguida. De ahí que en el Comité Ejecutivo Popular nos planteáramos cosas enormes, como la toma de Mallorca. El Comité Ejecutivo Popular fue realmente un gobierno de Valencia donde estaban todas las organizaciones sin ningún problema con nosotros, incluido el PCE. También estaba la CNT, la UGT, algunos partidos republicanos y algunos militares, sobre todo del Cuerpo de Ingenieros, que vinieron como representantes militares desde el primer momento.
En Madrid, el gobierno central, asustado, nombró una delegación, enviaron a Martínez Barrio y a alguno más para que se instalaran en Valencia, pero claro, el Comité Ejecutivo Popular se había instalado en el Gobierno Civil. Era simbólico. En la plaza de toros teníamos milicias y cada vez más armas que obtuvimos después del asalto a los cuarteles, que fue un espectáculo fabuloso. ¡Qué gran película podría hacerse! Valencia asalta los cuarteles. La gente se lleva las mantas, las sábanas; nosotros nos llevamos todas los fusiles y ametralladoras. Los cuarteles están al otro lado del río y se vaciaron. Inmediatamente se resolvió la conquista de Ibiza y nos planteamos lo de Mallorca. Prieto dijo que no se podía hacer, que se necesitaba la flota, y la flota estaba en el estrecho.
A mí, por ejemplo, me enviaron a Valencia para sacar un semanario, desarrollar la Juventud y animar el Comité Ejecutivo Popular (el gobierno de Valencia) con José Grimalt y los demás. Teníamos tareas de todo tipo: yo vi que podíamos hacer un diario, en lugar de un semanario. Entonces me encontré en una situación en la que si me asignan dos personas podíamos hacer un diario en Valencia, que hubiera sido algo sensacional, además de La Batalla. Pero en Barcelona no lo entendieron. Yo quería a Eugenio Granell, porque sabía que en Madrid había bastante gente, y a Comabella, que era un compañero de Lérida, que era buen periodista y hubiera escogido a diez o doce periodistas de los que allí se ofrecían en masa. Yo quería una estructura, porque yo no podía ocuparme de la dirección del diario porque tenía que ocuparme del Comité Ejecutivo Popular, de la Juventud y de las colectivizaciones. Era un lío. Pues no me enviaron a la gente que había pedido, ni a otra gente, porque hubiera podido venir Josep Pallach. Yo lo reclamé, pero tenía cosas que hacer en Gerona.
Hubo una mala distribución de la gente. Además los militantes se fueron desordenadamente al frente. La dirección del partido, en un caso así, tiene que distribuir a la gente, quiénes van al frente, quién se queda en la organización.
Una cosa que nos ha llamado mucho la atención de lo que nos has ido contando es que los comunistas participaran en aquellos primeros meses con total normalidad y que colaboraran con vosotros.
Así es. Yo fui al Hotel Colón, el local central que ellos tenían en Barcelona, varias veces por problemas que teníamos, y discutí con ellos y con comunistas alemanes bastante significados. Vi a Comorera, nos saludamos. Luego tuvimos un pequeño conflicto en una ciudad de Lérida y fuimos a discutir con ellos. Más tarde, al entierro de Pedrola, que hicimos en Barcelona, ellos vinieron con las banderas del PSUC.
Es decir, que prácticamente hasta el primer proceso de Moscú (el de Zinoviev), hasta finales de agosto, no hubo problemas. Había una gran fraternidad y, además, la concepción de que hacíamos la revolución. Incluso Carrillo y todos ellos lo pensaban..
Recordad que Claudín decía que los comunistas iniciaron un proceso de retroceso de la revolución porque Moscú les pedía que fueran hacia atrás y que eso en el partido no sentó muy bien. Por ejemplo, un militante del PSUC que luego lo abandonó, me han contado que en el cuartel general del PSUC, en la Pedrera, cuando llegó Gerö (y no si también Codovila), reunió a los cuadros del PSUC para decirles que se habían equivocado completamente, que era la hora de la República democrática, que no se podía hacer la revolución, que Cataluña no era el Tsi-Kiang, donde los comunistas chinos pueden tener la fantasía del comunismo libertario, pero en Cataluña no se debía establecer un comunismo libertario. Los militantes salieron cabreados. El que me lo explicó me dijo. «Salimos con unas caras…, se nos había hundido la cosa y ya teníamos menos interés. Luego creció el interés porque éramos una organización del partido e íbamos al frente, se luchaba y queríamos ganar la guerra».

-I.S. ¿Qué nos queda por saber sobre el asesinato de Andreu Nin?

-W.S. Sobre el asesinato concretamente yo no creo que quede gran cosa por saber, salvo descubrir el sitio donde está enterrado. La mecánica del crimen está ya perfectamente clara. Hay una cosa que tengo interés en saber, dado que Stalin firmaba las órdenes, he pensado en muchas ocasiones que un día vamos a encontrar la nota pidiendo la eliminación de Andreu Nin. Orlov preparó todo, vino de Moscú para eso. Especialmente para la ejecución, enviaron desde Moscú a un agente. Ese aspectos lo publicaron unos periodistas de El Mundo que hicieron una investigación sobre el asesinato de Nin. Los otros le torturaron, pero el que vino de Moscú tenía una orden precisa y lo enviaba Stalin.
Espero que se encuentre el documento de Stalin como se ha descubierto su orden de ejecución de la matanza de Katyn [la masacre en 1940 de los oficiales polacos].
También nos quedan cosas por saber sobre la vida de Nin. Queda por encontrar todo lo relativo a su estancia en Moscú durante los años veinte. Tengo algunas referencias ya que hablé con mucha gente en estos años, cuando con María Teresa buscábamos documentación para el proyecto de una gran biografía de Nin, cuando pensábamos que Olga [su viuda] nos podía ayudar. Hablé hasta con comunistas, por ejemplo José del Barrio, que nos decían que era fantástico lo de Nin en Moscú: «Tú llegabas allí desde Barcelona y si no pasabas por Nin, nadie te hacía caso».
Me acuerdo de que un día, hablando con Andrade del asunto, me decía «Pero ten en cuenta que él asistió a reuniones del gobierno soviético en varias ocasiones. Cuando la visita de Maciá [en 1925] por ejemplo». Del Barrio decía que era «el niño mimado»; Nin veía a todos, a Zinoviev, a Kamenev, a Bujarin, etc. No era el alto funcionario que ha dicho Víctor Alba. Realmente Nin jugó en Moscú un papel muy importante. Una cosa que no se ha dicho es que trató con Lin Schaó-Tsi, el que fue presidente de la República china, de la organización de los sindicatos chinos. Nin estuvo allí trabajando durante diez años, en un período crucial y en la cúspide, estaba en una posición central, no me cabe duda.

-I.S. Entrando en otras cuestiones: ¿cuál fue la posición del POUM, ya en la etapa final de la guerra civil, cuando se produce la situación del golpe de Casado?

-W.S. Nosotros [los dirigentes presos del POUM] ya estábamos en Francia. Sobre el golpe de Casado hay un documento que preparé yo, porque me lo encargaron. Pensábamos que en España iba a ocurrir una cosa parecida a lo que ocurrió luego en Hungría en 1956. Casado jugó un papel, pero lo que en realidad ocurrió es que Besteiro, Prieto, (Largo Caballero, no, porque lo aislaron completamente), es decir, toda una serie de gente, muchos socialistas y republicanos consideraron que la política de Negrín en manos de los comunistas y la política de Moscú, no llevaba a ninguna parte y trataron de buscar una solución con las relaciones que tenían con ingleses y franceses. Trataron de llegar a un acuerdo [para acabar la guerra]. Incluso algunos militares tuvieron la ilusión de que Franco no sería tan bestia y que se podía llegar a un cierto compromiso político, favorable a los franquistas, pero que no sería la continuación de la guerra civil con aquella represión brutal que se produjo.
Nosotros lo que pensábamos es que podía haber una confluencia entre esos militares, que estaban ligados a personajes como Cipriano Mera, Julián Besteiro e Indalecio Prieto que pensaban más o menos lo mismo, que la resistencia aquella de Negrín no conducía a ninguna parte y que había que buscar una solución. Pensábamos que la irritación de la gente de abajo contra el gobierno y los métodos estalinianos podía provocar algo parecido a lo que luego ocurrió en Hungría, que hubiera habido en Valencia y en otros sitios una insurrección popular. Por eso, yo no admito la tesis de que si Franco hubiera perdido la guerra, los comunistas pudieran ganar. Estaban, en realidad, muy aislados.

-I.S. Queríamos que nos hablaras sobre un capítulo muy poco conocido de la historia del POUM, referido a su actuación después de 1939. Por las informaciones que tenemos, el partido se mantuvo en la clandestinidad bajo el franquismo en condiciones heroicas.

-W.S. Lo curioso es que como ya estábamos acostumbrados a la clandestinidad [por la persecución estalinista] el paso a la clandestinidad tras la victoria franquista fue relativamente fácil, porque ya éramos clandestinos. Lo de aquellos primeros años fue una cosa realmente heroica, extraordinaria, con militantes que, en una situación tan dura, después de que salieron de la represión estalinista, fueron los iniciadores de la resistencia en Cataluña, los que publicaron los primeros periódicos. Crearon una organización que se llamaba Frente de la Libertad para englobar a más gente, pero todo el mundo sabe que eso lo creó el POUM. Insisto, los primeros periódicos clandestinos en Cataluña fueron los nuestros y el POUM, en los años 1939-1945 organizó la UGT, organizó servicios con Francia, traspasamos guerrilleros en contacto, sobre todo, con los socialistas y con la CNT. Compañeros nuestros hicieron cosas muy heroicas, por ejemplo, un periódico especial para denunciar la muerte de Companys, mitad en la cárcel, mitad en la calle.
Están las colecciones de los periódicos que se publicaron, es decir, que hubo una actividad muy intensa en un período muy duro y la primera vez que yo vine al interior, porque vine varias veces, estuve en el norte de Cataluña porque el problema nuestro era asegurar aquel enlace, el paso de fronteras, que era complicado. Vinimos a España Bonet y yo dos o tres veces y estuvimos cerca de Figueras, en los sitios donde teníamos los enlaces más importantes.
Como decía, la primera vez que vine en un plan más político y con más tiempo, fue en diciembre de 1946. Joaquín Maurín acababa de salir de la cárcel y estaba en libertad. Lo habían enviado a Madrid, le habían dicho «En Madrid usted tiene menos amigos, en Barcelona tiene demasiados». Vine a ver a Maurín por una decisión del Comité Ejecutivo. Primero fui a Barcelona para asistir a un congreso clandestino del POUM con mucha gente. Después, en Madrid, estuve con la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas, estuve con Maurín y con los compañeros que había aquí en esa época: había un grupo importante haciendo cosas, estaba Julio Fernández Granell, el hermano de Eugenio, estaba Aymerich, que era un compañero nuestro que había sido comisario de la 29ª División y se había escondido en Madrid, estaba Portela, que jugó un papel bastante importante. Hubo militantes excepcionales. Quique [Enrique Rodríguez Arroyo] llegó Madrid al salir del campo donde lo habían detenido y con el grupo que había aquí sacaron un periódico que se llama El Combatiente Rojo, el primer periódico ilegal en España, aquí en Madrid, una cosa de locura, ¡en el año 1939! Y comienzan a organizarse.
Quique es un personaje central de esa época, en Madrid y luego decidimos que fuera a Barcelona, porque considerábamos que en Madrid iba a caer cualquier día y en Cataluña era menos conocido. Animó la UGT, fue prácticamente secretario de la UGT, de la primera UGT. Quique fue el alma de todo. Fue uno de los militantes más importantes del Comité Ejecutivo. En esa época había otros importantes como Josep Pallach. Salieron una serie de periódico y boletines, salió La Batalla, Catalunya Socialista. Hubo una actividad muy importante.
En el 46-47, cuando estuve en ese congreso, había gente prácticamente de muchos sitios, de Valencia, de Castellón, de Madrid, etc. Vino Portela y estaba muy contento pues encontraba que lo que se había organizado era perfecto.
Además, teníamos una imprenta que jugaba un papel muy eficaz, solamente que era tan eficaz que todo el mundo nos pedía que les hiciéramos sus periódicos y entonces la cosa se fastidió. La CNT, la UGT, hacíamos todo y, claro, no podía ser. Yo les dije que era una locura pero no me hicieron caso. Me dijeron. «Tú tienes que volver a París, no te ocupes de esto».
Todos aquellos militantes jugaron un papel excepcional. Por eso, cuando algunos de los compañeros que habían jugado un papel tan importante, se pasaron al PSC, fue muy triste para mí.

-I.S. Nos has hablado de tu encuentro con Maurín en Madrid en 1946. El hecho de que Maurín no quisiera desarrollar una labor como dirigente del POUM, suponemos que fue un golpe moral importante para vosotros.

-W.S. Sí, claro, para ciertos militantes especialmente. Para otros no. Los jóvenes, a pesar de que teníamos gran estima por Maurín, nos dijimos: «Mira, ha cumplido su etapa». Pero sí afectó a los viejos militantes.
Hay que reconocer que es una historia durísima la de Maurín, se parece un poco a la de Gramsci, aunque en algunos aspectos aún es peor, pues diez años ahí, aislado… Él, que había sido en realidad el teórico de la revolución, se encontró en la cárcel. Es lo más trágico que le puede suceder a uno, no poder jugar un papel en el momento decisivo. Él lo había previsto mejor que nadie, hasta había escrito que el año 1936 era «el año crucial», para luego no vivirlo.
Me acuerdo de que nos vimos un momento en un café, quedamos para vernos luego en el Museo del Prado, visitamos el museo y charlamos allí y luego fuimos al Retiro. Nos encontrábamos allí durante doce días, íbamos al Museo del Prado por la mañana , la pasábamos allí, luego íbamos al Retiro y después a una casa, donde estábamos más tranquilos. Él estaba bastante bien en aquel momento y, claro, tenía una curiosidad enorme sobre todo lo que había pasado, la guerra mundial, el movimiento obrero, etc. hasta tal punto que decidimos discutir por temas: mañana hablamos de esto y pasado mañana de lo otro, porque si no mezclábamos las cosas. Pero, imaginaos: ¡diez años en los que no nos habíamos visto! ¡Y qué diez años, qué acontecimientos habían pasado en el mundo!
Él estaba convencido de que a Franco lo liquidaban, como Fernando de los Ríos también lo creyó durante mucho tiempo y tanta otra gente del exilio, sobre todo cuando la reunión de la ONU, que parecía decisiva. Me dijo: «La Batalla que hacéis está muy bien», siempre dijo que era el mejor periódico del exilio y que nosotros lo habíamos hecho mejor que él. Estaba encantado con La Batalla, pero decía «esto hay que hacerlo en Barcelona, o en Madrid, lo que tenéis que preparar ahora es la vuelta a España», porque él estaba convencido de la caída de Franco. En la reunión que tuvimos con la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas, el clima general era ese. Algunos cenetistas tenían relaciones con Don Juan, iban a Estoril. Había un personaje muy curioso de la CNT, donde no había tenído especial significación, un ingeniero que había estado preso con Maurín y se habían hecho bastante amigos. Éste tipo estableció relaciones con mucha gente, incluso con la embajada inglesa, cuando salió de la cárcel, fue a Estoril, incluso habló con Don Juan, llegaron a tener relaciones con Gil-Robles y tenía la impresión de que a Franco lo echaban y se establecía la monarquía. Entonces, Maurín pensaba que el régimen se liquidaba. Lo de la monarquía no le complacía en absoluto, se reía mucho del otro cuando le contaba las cosas de Estoril, le gastaba bromas «¿cómo le tratas? ¿le llamas Majestad?», pero le escuchaba con atención, porque sabía que estaba muy enterado, era una buena fuente de información, y como tenía una gran amistad, un gran cariño por Maurín, le explicaba todo.
Nosotros en París estábamos muy bien informados. Así, supimos que cuando se constituyó el gobierno de la República en el exilio, una de las primeras cosas que hicieron en Méjico, y esto es una cosa que no he dicho en el libro, fue hacer una declaración anulando prácticamente el proceso del POUM y reconociendo que el POUM era un partido antifascista. Así, a partir de ese momento, cuando Giral y Fernando de los Ríos, uno como Jefe del Gobierno y el otro como ministro de Relaciones Exteriores, se instalaron en Francia, tuvieron una relación constante con nosotros.

-I.S. Para terminar esta entrevista, nos gustaría tratar contigo algunos temas de actualidad. Dado que vives en París gran parte del año, ¿qué opinas sobre la experiencia francesa de la izquierda plural?

-W.S. Es muy interesante, sobre todo ha generado un diálogo en la izquierda y un clima de tolerancia y de libre discusión entre todos los sectores de la izquierda, entre los grupos trotskistas también , incluso con los anarquistas. Algo como lo que ha sido Izquierda Unida en estos años en España no tendría sentido en Francia. Hay un contraste muy grande. Yo recibo invitaciones del Partido Comunista francés (también de Rifundazione Comunista de Italia)… hay interés en analizar el estalinismo.

-I.S. Esta entrevista va a publicarse en plena campaña electoral, ¿qué posibilidades ves de vencer a la derecha? [La entrevista fue realizada el día 22 de enero de 2001, días antes de la propuesta de unidad que Joaquín Almunia dirigió a Izquierda Unida]

-W.S. Es muy difícil dar una opinión, sobre todo después del atentado de ETA que puede cambiar muchas cosas y, además, son tan brutos que son capaces de seguir con más atentados.
No cabe duda de que lo mejor sería que hubiera una coalición de izquierdas, pero temo que eso no lo harán, desgraciadamente. Lo mejor sería una coalición de izquierdas con un programa mínimo, sería una posibilidad, habría que tener un programa que aborde transformar muchas cosas, que aborde los problemas de la corrupción, etc. ¿Se puede hacer eso?. Y en Izquierda Unida, no sé, si se retiraran en algunos lugares no estaría mal. No sé, quizás la cosa va a evolucionar en unas semanas.
Es muy difícil poder opinar. Yo creo que va a haber cambios. Lo ideal sería, naturalmente, hacer una coalición general de izquierdas o, al menos coaliciones, en las autonomías como la que han hecho en Cataluña para el Senado. Lo de Baleares es interesante pero pesa poco. Claro que no basta hacer pequeñas cosas así, sería mejor algo colectivo. Lo colectivo es lo que multiplica, tiene un efecto multiplicador. Sería mucho mejor que hubiera una coalición de izquierdas con un programa decente, que se liderara una campaña contra la corrupción, que se denunciara a la derecha, exponiendo claramente sus ataques contra la Seguridad Social, las privatizaciones y la forma en que las hacen, el asunto de Telefónica y los que van a venir. Ahí está la posibilidad de hacer un programa que tendría apoyo popular.
Evitando, sobre todo, que gane la derecha, lo que podría ser una marcha atrás que sería grave según como evolucione la situación en Europa. La derecha actualmente tiene mal la cosa a escala europea, pero de todas maneras es un escándalo que estén aquí en el poder. Eso no tenía que haber pasado, no tenían que haber llegado al poder.
Naturalmente, si se ganan las elecciones sería otra cosa, no sé lo que harán después pero, probablemente, reanimaría todo.

-I.S. ¿Y, a mayor plazo, crees que se debe constituir una tercera izquierda?

-W.S. Creo que hay que tener una política unitaria del movimiento obrero. Creo que hay que mantener una fuerza independiente, que hay que hacerla de una manera o de otra, que corresponda a la tradición histórica del POUM, teniendo presente la nueva situación que hay hoy, que se afronte el problema del estalinismo y el problema de toda la experiencia del movimiento obrero, que se haga una fuerza política que discutirá con el PSOE, y hará alianzas, capaz de ir juntos al Parlamento si se puede.
No creo que haya que hacer una fuerza política contra el PSOE, como algunos grupos. Se trata de hacer algo positivo, sobre la base de la experiencia que el movimiento obrero ha tenido, de las tradiciones, de nuestra propia historia y se combate sobre esa base, con las manos abiertas y la posibilidad de crear un estado de opinión que permita la discusión, la confrontación de ideas y las diversas acciones que se puedan plantear.

-I.S. La Historia no se ha acabado.

-W.S. En el mundo pueden pasar muchas cosas sorprendentes: estamos en una época en que puede pasar cualquier cosa, incluso en Rusia, que es el problema que más me preocupa. Pueden pasar cosas positivas pero, por el momento, negativas las hay y va a haber más todavía.
Lo que hay que hacer es una crítica radical del capitalismo y de todo lo que supone; por ejemplo, en Alemania están en la fase de crecimiento y hay ¡cuatro millones de parados! Y luego está la bolsa de especulación de Wall Street que, no sabemos, cualquier día puede haber un crack más grave que los anteriores.
Pueden pasar muchas cosas, estamos en una época muy móvil a mi modo de ver, y eso se reflejará en todos los sitios, también en los partidos, en las organizaciones. Pero, en fin, habrá que librar una gran batalla, hacer una crítica radical y definir una perspectiva socialista. Además, a propósito del estalinismo no basta con decir que se acabó, hay que hacer un análisis de qué hicieron y por qué. A eso no se debe volver jamás, y mucho menos con la capa del socialismo. El socialismo tiene que ser otra cosa.

Edición digital de la Fundación Andreu Nin, 2001

Sobre el autor: Solano, Wilebaldo

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