Textos incluidos en L´aventura del militant, Laertes, 1994.
Julio de 1936 en Valencia
Sixto Rabinad Barrachina era administrativo. Cuando vino de Barcelona a residir a Valencia, entró en el sindicato de administrativos de la UGT, donde conoció, entre otros, a José Alcantarilla y Eduardo Fayos; luego, trabó amistad con los hernlanos Olmos, del ramo de la madera, que tenían un pequeño taller en la calle Convento de Jerusalén, así como con Isidro Hernández, de profesión niquelador de máquinas de escribir. Este fue el grupo que en 1932 fundó el BOC en Valencia. Se unió a él un amigo de Isidro Hernández, José Grimalt, del transporte de la CNT. Rabinad fue secretario general del BOC y Grimalt secretario de organización.
Rabinad era jefe contable de una empresa de navegación; su sueldo le permitió financiar a lo primero los gastos del partido, que se instaló en un local de la calle Baja; aún así, no se podían comprar sillas, por lo que quienes asistían a las reuniones se sentaban en cajas de naranjas. Cuando ya se pudieron comprar sillas, se trasladó a un local de la calle Pintor Sorolla, al lado de la Federación Industrial y Mercantil, la patronal de entonces.
En 1934, el BOC tomó la iniciativa y con la UGT, el PSOE y la CNT se creó la Alianza Obrera. Ese mismo año fueron detenidos varios bloquistas, entre ellos Grimalt, éste por haber constituido una sociedad de taxistas independientes.
En julio del 36, Rabinad formó parte, con Grimalt, en nombre del POUM, de la comisión que luego se transformó en Comité Executiu Popular. Este Comité fue a Capitanía General a exigir que el capitán general se decidiera de una vez por uno u otro bando. Entre tanto, declaró la huelga general. Como persistía la indecisión del capitán general, se asaltaron los cuarteles. Los poumistas ocuparon el puente de Aragón, mientras Grimalt, en un coche «blindado» con colchones, lo atacaba por debajo. En el tiroteo resultó muerto Suárez, hijo de un armero de la Maestranza, de cuyo cuartel el muchacho se había marchado al iniciarse el golpe. Cuando se entró en los cuarteles, quedaban pocos soldados, algunos oficiales y muchos falangistas disfrazados de soldados.
El POUM ocupó entonces la planta baja del local de la patronal, dejando los otros pisos para que sirvieran de secretaría a sindicatos pequeños, como los de taxistas y de peluqueros. En el primer piso, donde había billares y restaurante, se instalaron un comedor y dormitorios para los compañeros que debían quedarse de guardia y los que de los pueblos venían a la capital. Como todavía la jornada no estaba decidida, se cubrieron los balcones con enormes sacos de arroz. Severino Bellver se encargó de todo esto y de la guardia. Del comité del POUM formaban parte Rabinad, Grimalt, Alcantarilla, Manuel Salcedo, José Rabasa de Vinaroz, Mascarell, Carbonell… Cuando ya la situación se normalizó un poco y tras un viaje a Barcelona para entrevistarse con los dirigentes del POUM, entre los que estaba Julián Gorkín, de Benifairó de les Valls, se nombró a Rabinad para la Diputación Provincial, de la que fue secretario, ya Eduardo de Sirval (hermano del periodista Luis de Sirval, asesinado por los militares en Asturias en 1934), para el Consejo Municipal. Alcantarilla y el italiano Jorge Ladsman se ocuparon del comité militar. Carlos Mascarell entró a la Guapa (Guardia Popular Antifascista), como llamaban a la milicia que sustituyó a la guardia de asalto. Manuel Salcedo fue a Justicia. Los primeros milicianos del POUM salieron hacia el frente con militantes valencianistas, en la columna Torres Benedito. Tomaron algunos pueblos, pese a su escaso armamento, y formaron la base del frente de Teruel. Había también en esa columna militantes comunistas, con los que nos llevábamos bien. Al parecer, los poumistas no eran todavía «agentes de Franco».
El Ayuntamiento de Valencia
El PSOE convocó a las organizaciones marxistas (PSOE, UGT, PCE y POUM) para ponernos de acuerdo sobre el nombramiento de alcalde, que, según el PSOE, debía ser Salvador Sánchez, de la UGT. El PCE dejó de considerarnos amigos, después de un viaje a Moscú de Pepe Díaz, su secretario general. No acudía a reuniones a las que el POUM fuera convocado, pero a ésta sí que acudió. No se llegó a ningún acuerdo y se decidió celebrar otra reunión. A la segunda asistieron, por el POUM, Grimalt y Luis Portela, del CE del POUM enviado a Valencia. Mientras esperábamos para reunirnos, Portela increpó al secretario general del PCE valenciano por la campaña de difamaciones a que su partido se había lanzado. Portela le preguntó si pensaban acabar con nosotros físicamente, y recibió esta respuesta: «Si es necesario, sí». Naturalmente, la reunión no llegó a celebrarse.
Finalmente, se constituyó el consejo municipal, para el cual el POUM designó a Jesús Sanchis, ferroviario de la UGT, a Eduardo de Sirval y a José Grimalt. El partido decidió no apoyar al candidato del PSOE – UGT, sino al cenetista Domingo Torres, lo que indujo a Sanchis, que era ugetista, a renunciar a la concejalía en favor de Eduardo de Sirval. José Grimalt ocupó la vicepresidencia de la concejalía de sanidad, que presidía el miembro de los valencianistas de izquierda José Rodríguez Tortajada. Se eligió alcalde a Domingo Torres.
Los tres concejales comunistas arremetieron contra nosotros ya en la primera sesión, acusándonos de amigos de los fascistas. Les contestó el primer teniente de alcalde, Salvador Sánchez, diciéndoles que fueran con su petición al gobierno, puesto que éste nos mandaba, ya que el consejo era una gestora nombrada por el gobierno. El PCE se retiró del consejo, al negarse los demás partidos a recusarnos. Unos meses después, tras los hechos de mayo en Barcelona, un decreto del gobernador civil nos echó del consejo municipal.
Los de la CNT demostraron ser amigos nuestros. Después de mayo del 37, se clausuró el local del POUM y se hicieron veinticuatro detenciones de poumistas. Todos salieron a la calle porque Mariano Vázquez, secretario general de la CNT, firmó los avales necesarios para ello, pues el gobierno había decidido que con un aval de cualquier organización pudieran salir en libertad. Fue la CNT y nadie más la que ofreció ese aval.
POUM. Avanzadilla de Valencia
La sección valenciana del POUM era la avanzadilla del partido hacia el sur. De no haber venido la guerra civil, habríamos progresado hacia Alicante y Murcia, del mismo modo que progresábamos en otros lugares de la Península. Merece la pena recordar a algunos de los primeros militantes de Valencia, porque el trabajo de los comienzos de un partido obrero en un lugar son los más duros, los más difíciles y también los más estimulantes, los que ponen a prueba el entusiasmo, la imaginación y la fuerza de voluntad. Una vez el partido está en marcha y crece, las cosas resultan mucho más llanas y sencillas.
Quien fundó el BOC en Valencia fue el aragonés Sixto Rabinad, que venía de Barcelona, trasladado a nuestra ciudad por la empresa de transportes marítimos en la que trabajaba como jefe comercial. Entró en contacto con los hermanos Olmos y con Isidro Hernández, y entre los cuatro fundaron el BOC valenciano. Como tenía un buen sueldo, al principio corrió con parte de los gastos del núcleo inicial. Después del 18 de julio fue diputado provincial y secretario de la Diputación. Cuando comenzó la persecución comunista, el gobernador de Jaén, el socialista valenciano Amutio, buen amigo nuestro, le facilitó pasar a Cataluña, de donde, al terminar la guerra, se exilió a Francia y luego a Venezuela. Allí murió de cáncer cuando ya tenía los papeles para regresar a España, en 1976. Había estado encarcelado varias veces durante la república. Su familia siempre estuvo con él y también fue detenida después de mayo de 1937 y después de la guerra.
Mariano Andrés dirigía el sindicato de espectáculos de la UGT. Atrajo al POUM a muchos acomodadores, tramoyistas y taquilleras, que le ayudaron más de una vez a eludir la cárcel.
José Salcedo militó muy activamente. Con Luis Font Torregrosa y Armando Muñiz Verdayes, tuvo cargos de importancia en orden público en los comienzos de la guerra. Los tres fueron fusilados poco después de la entrada de los franquistas en Valencia. Su hijo menor, Paco, fue encarcelado varias veces, por su actuación en la resistencia, en colaboración con los libertarios, lo mismo que Capilla, un chico que ingresó en el POUM vistiendo todavía pantalón corto y que tuvo que ir a ocultarse a Ibiza, donde murió.
José Alcantarilla fue secretario de la Juventud Comunista Ibérica, las juventudes del POUM, y organizó las milicias del partido, que fueron el embrión de la columna Torres-Benedito, activa en el frente de Teruel. Trasladado más tarde al frente de Madrid, los comunistas lo acosaron y lo asesinaron luego en el frente de Guadalajara. Su chofer militar, Vicente Segarra, nunca quiso hablar de las circunstancias de su muerte, sin duda por miedo a represalias, y murió sin revelar la verdad del crimen.
Igual le hubiese ocurrido a Eduardo Fayos, primo hermano de Alcantarilla, de no haber tenido la «suerte» de que lo encarcelaran, pues la prisión era a veces más segura para los poumistas que el frente. Terminada la guerra, los franquistas lo encarcelaron. A poco de salir de la cárcel, murió en Zaragoza, donde había ido a trabajar.
Vicente Rodríguez era cenetista además de poumista. Fue del comité revolucionario y luego del ayuntamiento de su pueblo, Godella, que es un centro de la pirotecnia. Rodríguez organizó en los talleres de fuegos artificiales una industria auxiliar de guerra, en la que se fabricaban fulminantes y otros elementos auxiliares de las armas de fuego. Estaba muy orgulloso de esta reconversión y nunca dejaba de invitar a visitar Godella a las delegaciones extranjeras que acudían a Valencia. Esto le valió, junto con su sobrino José Moreno, también del POUM, una condena de veinte años de prisión, por «alta traición y espionaje», en la época de la persecución comunista. Terminada la guerra, al día siguiente de salir de la prisión volvieron a entrar en ella, esta vez conducidos por los falangistas de Godella. A Moreno lo condenaron a veinte años de prisión y a Vicente, a muerte. Lo fusilaron junto con algunos de los mismos comunistas que lo encarcelaron dos años antes. El magistrado que instruyó el primer proceso, murió de cáncer en su casa.
José Rabasa, de Vinaroz, poseía una amplia cultura autodidacta y ayudaba a Luis Portela en la preparación del semanario El Comunista, que publicaba el POUM valenciano. Tenía un hermano republicano, al que los franquistas fusilaron delante de él y de su padre, igualmente presos. Al cabo de un tiempo, fusilaron también a Rabasa. A su padre, de setenta años, lo dejaron en libertad después de incautarse de su casa.
Eduardo Higón era hermano del periodista asesinado en Asturias después de octubre de 1934 y que firmaba Luis de Sirval. En honor suyo se hacía llamar Eduardo de Sirval. Fue teniente de alcalde por el POUM, encargado de la expedición de los salvoconductos. Cuando la represión comunista, los socialistas le ofrecieron protección y empleo en el departamento de aprovisionamientos de la Diputación.
Pepita Albiol fue condenada, junto con Luis Portela, por «alta traición y espionaje», a 20 años de prisión, después de mayo de 1937, en un proceso instruido por el juez Taroncher. Cuando los «fachas» estaban a punto de apoderarse de Valencia, el compañero Ernesto Díaz exigió al director de la prisión que los dejara en libertad. Pepita consiguió ocultarse y se exilió en Argentina. Taroncher, después de unos meses de prisión, salió en libertad y los fascistas no le molestaron más.
Severino Bellver, primo de Julián Gorkín, fue uno de los fundadores del BOC valenciano. En la guerra, formó parte del comité arrocero y fue consejero municipal. Antes, había organizado el equipo «militar» que custodió los locales del partido. Estuvo escondido durante los embates comunistas y los primeros años del fascismo, hasta que logró exiliarse a Méjico.
Agueda Campos Barrachina y Amando Muñiz Verdayes eran los conserjes del local del POUM en la calle de las Barcas. Detenidos al terminar la guerra, los condenaron a muerte y los fusilaron juntos el 5 de abril de 1941. Tuvieron que proteger al cura que iba a «confortar» al matrimonio, porque Agueda quería estrangularlo. Amando explicó en la cárcel que los fascistas lo habían sacado para que les señalara el domicilio de Grimalt y él estuvo paseándolos por todo el barrio diciéndoles que no reconocía la casa. Antes de su fusilamiento, mandó una nota a José Grimalt -que estaba también condenado a muerte-, despidiéndose y diciendo que moriría «como un buen asturiano». Dejaron dos hijos de dos y cuatro años de edad.
Salvador Carbonell, del ramo del gas y la electricidad, fue de los primeros reclutas del BOC. Muy enfermizo, estuvo encarcelado cuatro años por los franquistas y murió a los pocos días de salir en libertad.
Un muchacho gallego, de dieciséis o diecisiete años, Bouza, se afilió al BOC antes de la guerra. Cuando ya llevaba varios meses de miliciano, confesó a sus compañeros que su profesión era la de «chorizo». Pero nadie tuvo nunca queja alguna de su conducta. Al terminar la guerra, consiguió colocarse de sepulturero en el cementerio de Paterna, lo que le permitió no sólo enterrar a sus compañeros fusilados, sino colocar en la fosa común azulejos en los que había pintado los nombres respectivos.
Estos y muchos otros fueron los que formaban la avanzadilla del POUM en Valencia.
La resistencia. Perseguidores en libertad
A lo primero, tras la victoria franquista, era relativamente fácil salir de la cárcel, porque habían metido en ella indiscriminadamente a antifranquistas y a gente que ni cortaba ni pinchaba. Pero a medida que los juzgados militares iban separando el grano (los verdaderos antifranquistas) de la paja (los acomodaticios), las salidas escasearon. A los dos años, podía decirse que quién salía en libertad era porque había prestado servicios a los franquistas.
Así, la misma semana en que fusilaron a los compañeros Armando Muñíz y Agueda Barrachina, vino a mi celda a despedirse de un conocido suyo un sujeto que había sido policía y que me había detenido después de mayo del 37. La alegría que manifestaba aquel tipo, en una celda llena de condenados a muerte, me indignó tanto que lo eché a gritos.
Algo parecido me ocurrió con el juez José Taroncher -un juez despedido por corrupto antes de 1936 y readmitido en 1937 por Negrín para que incoara el proceso contra el POUM-. Coincidí con él en el campo de concentración de Albatera, cerca de Alicante, y luego en la Prisión Modelo de Valencia. Al verme, se turbó y cuando nos cruzábamos, desviaba la mirada. El día en que, estando yo condenado a muerte, lo dejaron en libertad, no pude contenerme y le grité: «Como que yo era agente de Franco y tu defendías a la República, eh! Pues mira ahora donde estamos, yo en la nevera y tu en la puerta de salida»…
Edición digital de la Fundación Andreu Nin, marzo 2007