Se reproduce a continuación el capítulo 4 del libro de Víctor Alba Historia del BOC y del POUM. El marxismo en España 1919-1939 (B. Costa Amic editor, México, 1973). Edición digital de la Fundación Andreu Nin de 2002, autorizada por el autor.
El 30 de enero de 1933, el presidente de Alemania, mariscal Paul Hindenburg, nombra a Adolfo Hitler, del partido nacionalsocialista, jefe del gobierno.
Para el Bloque, que posee una mentalidad internacional muy arraigada, este hecho tiene más importancia que muchas de las cosas acaecidas en España, porque considera que ejercerá una influencia determinante en el mundo entero y también directamente en España.
La toma del poder por los nazis confirma, a los ojos de los bloquistas, la política seguida por el Bloque. Si los socialistas y comunistas alemanes, en vez de luchar entre sí, se hubieran aliado, no sólo hubiesen detenido el avance nazi, sino que habrían podido hacer la revolución. Y una revolución socialista en Alemania, país industrial, hubiese arrebatado a la URSS la primacía en el movimiento comunista y hubiera cambiado el signo de todo el movimiento obrero. Pero los socialistas se habían contentado con defender, en posiciones de retirada, la república de Weimar (que, por paradoja, inspiraba a los republicanos españoles justamente cuando se descomponía); los comunistas, por su parte, habían estado al lado de los nazis más de una vez, con el fin de destruir a los Socialistas. La tesis de Moscú era que ante todo había que eliminar a los socialistas, porque provocaban ilusiones democráticas en los obreros alemanes. El primer número de la Rote Fahne, periódico comunista, que salió en Suiza después de la llegada de Hitler al gobierno, decía a toda página: «Nacht Hitler uns», después de Hitler, nosotros.
Esta posición había sido defendida también en España por el Partido oficial, siguiendo órdenes de la Internacional. Sólo cuando en Moscú se vio que la consigna era equivocada, aunque nunca se confesó francamente el error, se cambió de política (lo cual tuvo como consecuencia la ya indicada substitución de la troika del Partido oficial, con José Díaz sucediendo a José Bullejos). Pero de momento los comunistas oficiales españoles no aprovecharon la lección alemana. Siguieron diciendo que el peligro estaba en los socialistas; no veían la amenaza reaccionaria española y menos la posibilidad de la formación de un movimiento fascista en España.
Ahora que había fracasado el intento de tomar la república desde fuera, decía el Bloque, vendría un intento de tomarla desde dentro. Los radicales de Lerroux se aliarían con las derechas y tratarían de dar el poder a las fuerzas feudales, para anular lo que había hecho la república, que era poco para el gusto de los obreros, pero que era demasiado para el gusto de la burguesía y los grandes terratenientes.
Esto planteaba una situación nueva. Los socialistas solos no podrían hacer frente a esta amenaza. Los anarquistas, ni parecían verla: el 8 de enero de 1933 hicieron una huelga general revolucionaria, que fracasó y de la cual formó parte el incidente trágico de Casas Viejas. Si el anarquismo era el castigo por el oportunismo socialista, bien podía preverse que la reacción seria el castigo por el frenesí anarquista.
El 1933 fue un año de progresos graduales de las derechas. El Bloque trató de crear una oposición en la calle contra este avance, ya que ni las Cortes ni el gobierno Azaña parecían capaces de modificar la situación. (A Azaña, lo que se le ocurrió fue lograr la aprobación, en junio de una ley de Orden público a todas luces antiobrera).
¿Cómo contener el avance de las derechas? El Bloque, evidentemente, no se bastaba para ello. La CNT y la UGT, los anarquistas y los socialistas, tenían a la mayoría de la clase trabajadora. Era, pues, preciso hacer ver a cenetistas y ugetistas el carácter verdadero de la amenaza y hacerles aceptar la necesidad de luchar unidos contra ella.
Diríase que el Bloque se buscaba siempre las tareas más ingratas, las menos «rentables» para la prosperidad del partido. Pero no se las inventaba, sino que las imponía la realidad. Desgraciadamente, sólo el Bloque parecía verla. Tal vez, si hubiera sido un gran partido, habría tenido la misma miopía que aquejaba a socialistas y anarquistas. En todo caso, fue la única organización que en 1933 hablaba de la necesidad de establecer un frente contra la reacción. De momento, esta posición no favoreció al Bloque; 1933 fue un año de crecimiento más lento que los anteriores.
El segundo Congreso de la Federación Comunista Ibérica, en abril, lanzó la consigna de unidad obrera contra el fascismo. De momento, no encontró eco. Para propagarla, Maurín propuso que se abriera una suscripción y que se publicara un diario. Algunos se opusieron, por creer que absorbería todas las energías del partido, pero Maurín y los militantes estaban ilusionados con la idea de tener un diario. A la sazón, cada partido poseía su diario ya los bloquistas les parecía indispensable tener el suyo.
Las tesis internacionales del Congreso -escritas por Maurín y Gorkín- fueron su documento más interesante. Analizaban lo ocurrido en Alemania -como se ha resumido hace un momento- condenaban la política de las dos internacionales- la socialista y la comunista- y pedían la unión de las fuerzas obreras para luchar contra el fascismo y, de momento, evitar que conquistara nuevas posiciones.
El diario apareció poco después del congreso, con las 50,000 pesetas logradas por la suscripción pública. Se imprimía en una muy vieja rotativa alquilada, y se titulaba Adelante. No se presentaba como órgano del Bloque, sino como diario de alianza obrera. Lo dirigía Maurín y lo administraba Luis Portela. Tenía sólo cuatro páginas. Varios de sus redactores fueron procesados por artículos y reportajes publicados en él. El consejero de gobernación del gobierno de la Generalidad, Joseph Dencas, nacionalista catalán furibundo y jefe de una organización de la Esquerra, los escamots, que con el tiempo hubiera llegado a ser fascista, lo suspendió a mediados de marzo de 1934. De todos modos, la base del Bloque no era bastante amplia para sostenerlo y penetró poco en otros medios obreros.
Entre tanto, los sindicatos controlados por bloquistas seguían aumentando en provincias, pero en Barcelona la CNT lo dominaba casi todo. En el campo, el Bloque avanzaba más rápidamente; daba la consigna a los medieros de que no pagaran las rentas hasta que se revisaran en su favor los contratos. Las autoridades de la Generalidad dificultaban esta tarea, porque temían, sin duda, que el Bloque penetrara demasiado entre los rabassaires.(l)
Donde el Bloque tuvo un éxito que sorprendió a los propios bloquistas fue entre los trabajadores mercantiles.(2) Los trabajadores de cuello y corbata no han figurado nunca entre los más combativos. Son, en general, los últimos en organizarse y los primeros en desmoralizarse. No se consideran obreros, sino de la clase media y se organizan en centros o asociaciones de escaso carácter sindical. La más importante de éstas, en Cataluña, era el CADCI (Centre Autonomista de Dependents del Comerç i de la Indústria). Había además dos sindicatos mercantiles: uno esquelético, creado por los anarquistas cuando la CNT expulsó al que dirigía Arquer, en 1932, y este último, que, autónomo en 1933, fue el alma del movimiento mercantil. En abril, la USC había intentado formar un frente mercantil, pero fracasó, porque los empleados no creían que la USC pudiera batirse por ellos (formaba parte del gobierno de la Generalidad, además), y no se sentían capaces de batirse solos. Necesitaban una fuerza política que los empujara.
Entonces, el Sindicato Mercantil convocó una serie de reuniones con las organizaciones autónomas de empleados. Nadie quería oír hablar de huelga. Eso quedaba para los obreros manuales. ..La gente del Mercantil no se desalentó. Sabía que en la base de estas organizaciones había descontento con los dirigentes y su conformismo. Poco a poco, estos dirigentes acabaron aceptando la idea de un frente mercantil y de la huelga, o fueron desplazados democráticamente y substituidos por otros más combativos. Finalmente, en septiembre de 1933 se formó el Frente Único Mercantil con el CADCI, sociedades autónomas, sindicato de empleados del gas y la electricidad, la Unión Ultramarina, de empleados de la alimentación (ambos dirigidos por bloquistas), la Federación de Empleados y Técnicos (dirigida por elementos de la USC, que la fundaron) y el Sindicato Mercantil. Surgía una nueva forma de lucha, impuesta por la situación.
La columna vertebral del Frente era el Sindicato Mercantil. El simple hecho de que se hablara de huelga entre los empleados mostraba hasta qué punto la tensión social era fuerte. El Bloque lo había sentido y ahora estaba en condiciones de dirigir el movimiento huelguístico más importante de Cataluña en los años de la república, porque abarcaría a 80,000 trabajadores y haría entrar en la lucha social a un sector obrero alejado de ella hasta entonces.
El 14 de octubre, un Frente Único de Luz y Fuerza (iniciado por bloquistas encabezado por Miguel Tarafa) consiguió unas bases de trabajo con semana de 44 horas, el cobro del salario en caso de enfermedad y otras mejoras. Esto alentó a los mercantiles. El jurado mixto del comercio llevaba meses discutiendo las nuevas bases, con las demandas de las distintas organizaciones del Frente Mercantil. El 13 de noviembre, ante la amenaza de huelga por las dilaciones del jurado mixto, se reunieron con el Consejero de Trabajo de la Generalidad los representantes de patronos y obreros. A las 48 horas, el Comité del Frente se presentó ante una asamblea y explicó que las dos partes, ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo, habían decidido que el Consejero de Trabajo (Martí Barrera, un excenetista pasado a la Esquerra), diera un laudo. La asamblea, pero, se encrespó cuando se vio que no había nada en firme para los obreros de la alimentación, los más explotados. Y acordó ir a la huelga el martes día 14.
La huelga fue un éxito. Los grupos de choque del Bloque actuaron (los obreros mercantiles estaban poco preparados para la violencia, aunque se mostraban muy agresivos). Gracias a esto, cerraron las oficinas (menos visibles que las tiendas y por tanto más inclinadas a seguir abiertas a pesar de la huelga). Para no enajenarse a la opinión de las amas de casa, se dejaron funcionar las tiendas de comestibles. La huelga fue declarada ilegal, la policía clausuró el CADCI y trató de hacer abrir las tiendas. El día 15 se publicó el laudo, que daba satisfacción a muchas de las reivindicaciones de los mercantiles. Pero la huelga continuó hasta el viernes, en que se publicó un decreto de la Generalidad estableciendo la jornada de 8 horas para la industria de la alimentación, que hasta entonces no había tenido límite en el número de horas que hacía trabajar a sus empleados; además prohibía la costumbre de que los aprendices vivieran en la tienda, durmiendo sobre los mostradores. A la vista de esto, una nueva asamblea de mercantiles decidió aceptar el laudo y dar por terminada la huelga. Esta, como se ve, había sido por solidaridad con una minoría. Para comenzar, no estaba mal…
La huelga terminó tres días antes de las elecciones a diputados. En enero de 1934, la patronal, creyendo que la victoria de las derechas en estas elecciones le daba carta blanca, recurrió contra el laudo ante el Tribunal de Garantías constitucionales de Madrid y utilizó esto como pretexto para no aplicarlo.
Los bloquistas se movilizaron, hubo roturas de escaparates y tiros al aire, y la patronal finalmente renunció a su recurso y acató el laudo. El Frente, gracias al cerrillismo de los patronos, se mantuvo ya finales de 1933 eligió a Jordi Arquer como representante suyo en el Consejo Económico de Cataluña, que si bien era consultivo nada más, proporcionaba una buena tribuna.
Los Frentes Únicos de Luz y Fuerza y Mercantil habían abierto el camino. Era preciso, ahora, que éste condujera del terreno sindical al político. El Bloque se encargó de tratar de conseguirlo.
Los bloquistas de luz y fuerza mercantiles no habían organizado sus frentes únicos obedeciendo a iniciativas del Comité Ejecutivo del Bloque. Lo propusieron por su cuenta, porque les parecía la técnica adecuada y porque el Bloque, ya desde 1932, hablaba de la necesidad de un frente obrero contra las fuerzas reaccionarias.
Pero en el campo político la iniciativa debía salir de una organización política. La situación empeoraba. La descomposición de las izquierdas republicanas se aceleraba: el Partido radical socialista (que no era ni una cosa ni la otra) se dividió; se aprobó la ley antiobrera de orden público; las derechas ganaron las elecciones para designar a los miembros del Tribunal de Garantías Constitucionales; Alejandro Lerroux formó gobierno al dimitir por esto el de Azaña; Diego Martínez Barrio, otro radical, formó gobierno; el 19 de noviembre, las derechas ganaron las elecciones a diputados, durante las cuales la CNT hizo una intensa campaña de «Obreros, no votéis»; del 8 al 14 de diciembre, nueva insurrección anarquista en Aragón, con 87 muertos y 700 detenciones; segundo gobierno Lerroux, fallecimiento de Macia; tercer gobierno Lerroux.
El Bloque obtuvo 5.745 votos en Barcelona y 24.000 en el resto de Cataluña.(3) En las elecciones municipales del 14 de enero, las izquierdas catalanas se recobraron, pero el Bloque sólo obtuvo 1.959 votos en la ciudad de Barcelona (la Lliga, 133.000 y la Esquerra, 162.000). En Lérida sacó 636. Muchos que en otro momento hubieran votado por los candidatos bloquistas, aun sabiendo que no podían vencer, lo hicieron por la Esquerra, para cortarle el paso a la Lliga. El Bloque tiene, en ese momento, 5.000 afiliados.(4)
Hubo, en ese 1934, una mala noticia: Jaime Miravitlles anuncia, de súbito, que abandona el Bloque y se pasa a la Esquerra, porque cree que su política es la justa, y ante la ofensiva de la derecha, hay que apoyarla. La noticia duele a los militantes, que pierden a un excelente propagandista ya un compañero agradable, caluroso. Miravitlles ya no brillará; su personalidad política venia del Bloque; tendrá algún cargo, es cierto, pero no volverá a ser el Met, como lo llamaban los militantes. Nadie le sigue, ni ha intentado arrastrar a nadie.
Los acontecimientos no se detienen. La CNT pierde la huelga de tranvías y parece agotada. El paro forzoso aumenta. Las fábricas de la Unión Algodonera cierran y 4.000 obreros quedan sin trabajo. En Barcelona hay 40.000 parados. Diversos sindicatos autónomos forman el Frente Único de la Industria Textil y Fabril y piden la semana de cinco días, para dar trabajo a los desempleados. El número de huelgas decrece y el de huelgas ganadas cae verticalmente: en 1933, el 40 por ciento de las huelgas se ganaron, mientras que en 1934, sólo el 29 por ciento.
La Esquerra baila en la cuerda floja: por un lado, adopta algunas medidas de protección a los trabajadores y por la otra Josep Dencas, en la Conserjería de Gobernación, emprende una ofensiva sistemática contra la CNT, que no retrocede ante las torturas a los detenidos. Maurín resume así la situación: (5)
La situación político-social en nuestro país, no podía ser más grave para la clase trabajadora. El reformismo del Partido Socialista, el ultra-izquierdismo disparatado de la FAI y la labor desacertada llevada a cabo por el Partido Comunista oficial, todo esto había conducido al movimiento obrero a dos pasos de su hundimiento completo, con el correspondiente triunfo del fascismo.
La división interna del proletariado, cuando empieza a constatarse el fracaso de la revolución democrática hecha por la burguesía y las fuerzas reaccionarias, no destruidas, proceden a un reagrupamiento rápido, disponiéndose a reconquistar las posiciones perdidas, crea una situación propicia para que el fascismo pueda desarrollarse primero y triunfar luego. La victoria de Hitler en Alemania tendrá en España una repercusión inevitable. Dará alientos al fascismo naciente, de igual modo que la marcha sobre Roma de Mussolini, en octubre de 1922, determinó, en gran parte, el golpe de Estado de Primo de Rivera, diez meses después.
¿Qué debía hacerse ante este estado de cosas? La respuesta, para un bloquista era evidente:
Hay que cerrar el paso al fascismo. ¿Cómo? ¿Creando organismos imaginarios y artificiales en forma de “Comités contra el fascismo», como durante los últimos años han hecho los comunistas estalinianos? ¿Siguiendo estérilmente la crítica de la que debió hacerse y no se hizo? No. Lo interesante es hacer algo concreto. Dar un paso adelante. Crear las bases de acuerdo de las organizaciones existentes. No precisa inventar nada. Tampoco es necesario hacer contrabando de importaciones. Nuestro proletariado, cuyo pasado combativo es importantísimo, puede y debe encontrar la nueva forma de organización que las circunstancias exigen.
¿Cuál podría ser esta forma? El Bloque hablaba a menudo de frente único obrero. La consigna del frente único había sido desprestigiada por los comunistas oficiales. Después de dividir al movimiento obrero en todo el mundo, la Tercera Internacional lanzó en 1922 la consigna de frente único. Los socialistas no les hicieron caso. Stalin empeoró las cosas, al dar la orden de que la propaganda comunista propusiera el frente único «por la base». Esto significaba nuevas divisiones, pues pedir a los obreros, que habían elegido a sus dirigentes sindicales y políticos, que se alzasen contra ellos para unirse a los comunistas, no sólo era absurdo, sino también divisionista. Esta propaganda reforzó a la socialdemocracia, porque le dio armas contra el frente único.
Fue esta política del falso frente único lo que permitió a Hitler subir al poder, pues si en Alemania se hubiese formado un frente único verdadero, los nazis hubieran sido derrotados. Juntos, socialistas y comunistas hubieran podido cerrar la puerta al fascismo, pues entre los dos contaban muchos más votos que Hitler, incluso en las últimas elecciones alemanas.
En 1933, las cosas se presentaban en todo el mundo de tal modo que el frente único era indispensable. En España más aún: (6)
La teoría del Frente Único va siendo demostrada por el desarrollo de los acontecimientos.
Mientras el capitalismo se mantuvo en la fase de prosperidad, de ascenso, y la clase trabajadora no presentó de una manera efectiva el problema del Poder, la burguesía se mantuvo dividida en partidos políticos que se combatían entre sí, representando intereses y pugnas de intereses de unos y otros sectores del capitalismo.
Pero cuando el capitalismo en virtud de su desarrollo histórico ha ido pasando de la fase de la libre concurrencia a la del capitalismo de los monopolios, y al mismo tiempo la clase trabajadora más fuerte, más unida y más consciente de su misión se ha presentado como la sucesora natural del capitalismo, encarnando una nueva estructuración social, entonces la burguesía ha procurado formar su frente único contra el movimiento obrero. Nace el fascismo.
En los países fascistas -Italia, Alemania, etc.- toda la burguesía forma un frente. Sólo hay un partido: el fascista. El fascismo es, pues, el frente único de la burguesía.
La clase trabajadora si no quiere ser aniquilada por el fascismo, si desea mantener en pie sus conquistas políticas y económicas, tiene que combatir a la burguesía en marcha hacia el fascismo con iguales armas, esto es, formando un frente, el Frente Único. El problema planteado no se refiere simplemente a éste o a aquel sector de la clase trabajadora, sino que incumbe a todos los obreros, a los comunistas, como a los anarquistas, socialistas y simplemente republicanos.
Si el fascismo triunfa -ejemplos todos los países en donde tiene el Poder- el movimiento obrero es triturado. En totalidad, sin que quede exceptuado nadie.
El Frente Único es, por lo tanto, una cuestión de vida o muerte. O todos los trabajadores unidos contra la burguesía o la burguesía formando el frente único fascista pulverizará totalmente a los trabajadores.
El dilema es terminante.
Pero en España nadie hablaba de frente único. Los socialistas seguían tratando, ya fuera del gobierno, de monopolizar el movimiento obrero; los anarquistas preparaban nuevos estallidos; los comunistas insistían en su propaganda de frente único por la base y se esforzaban en dividir aún más el movimiento obrero, creando, como se ha dicho, su propia central sindical. En Cataluña, además del Bloque, había una larga serie de organizaciones que se llamaban obreras: la Unió Socialista de Catalunya, la Federación Sindicalista Libertaria, el Partido Sindicalista. En el movimiento sindical se hallaban los sindicatos mayoritarios de la CNT, los muy minoritarios de la UGT, los de los treintistas, los controlados por la USC, los controlados por bloquistas y una serie de sindicatos autónomos. Mientras el movimiento obrero se hallaba roído por rivalidades y resentimientos, las derechas se unían (el principal partido derechista, la CEDA, era una Confederación Española de Derechas Autónomas) y se fortalecían (la Falange Española y las JONS o Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista se formaron en 1933).
De entre todas las organizaciones obreras, el Bloque era la sola que hablaba de frente único y que trataba de dar a esta consigna su sentido auténtico, literal. Pero precisaba que la acción demostrara que el frente único era posible y eficaz. Por esto los bloquistas organizaron el Frente Único contra el Paro Forzoso, primero, y luego los Frentes Únicos de Luz y Fuerza y Mercantil, que tuvieron éxito y dieron resultados. Era una prueba práctica de que el frente único podía realizarse.
Cuando Hitler tomó el poder en Alemania, uno de los bloquistas más conocidos, el doctor Tomás Tussó, que tenía muchos amigos en todos los sectores obreros, propuso un cambio de impresiones entre la USC y el Bloque. Hubo varias reuniones en casa de Tussó, con Maurín por el Bloque y Joan Comorera y Joan Fronjosa por la USC. La delegación socialista catalana propuso la fusión y la bloquista la rechazó porque la USC era un partido de cuadros sin base, aliado de la Esquerra y componente del gobierno de la Generalidad, y el Bloque estaba en ascenso. Se decidió que en lugar de hablar de fusión, se tratara de formar una alianza de las organizaciones obreras y se creyó que sería conveniente que el llamamiento en tal sentido lo hiciera una organización obrera neutral.
El Ateneo Enciclopédico Popular, controlado por bloquistas, fue esta organización. Convocó a una reunión, a la que asistieron delegados de la USC, el Bloque, la UGT catalana, el PSOE de Cataluña, los sindicatos treintistas, los sindicatos controlados por bloquistas, la Izquierda Comunista y la Unió de Rabassaires y se decidió formar una Alianza Obrera. Fueron invitados, pero no asistieron, la CNT y el Partido comunista oficial.
El 27 de julio de 1933 hubo un mitin, bajo la presidencia de un representante del Ateneo, en el cual hablaron oradores de esas organizaciones. El acto impresionó, tal vez más fuera de Barcelona que en la ciudad misma. La Alianza ya existía. De momento, era un símbolo más que otra cosa. Ninguno de los componentes de la Alianza ni todos juntos podían considerarse mayoritarios o decisivos en el movimiento obrero catalán. Pero formaban el núcleo en torno al cual otras fuerzas podían congregarse en el futuro. Eran el trampolín del frente único. Demostraban que gente de concepciones tan diversas como sindicalistas, comunistas disidentes, socialistas reformistas podían hablar y buscar una plataforma común. Ahora precisaba ensanchar la Alianza, hasta incluir en ella a la CNT, la FAI, el PSOE y la UGT del resto de España. Difícil, pero indispensable. Los hechos demostraban que la Alianza no era un capricho político ni una maniobra, sino que respondía a una necesidad. y empezaba a verse que respondía también a un anhelo de la clase obrera.
Los obreros, en efecto, comenzaban a alarmarse. Mostraban más perspicacia que sus dirigentes. La Alianza Obrera fue responsable por esta conciencia de los peligros del momento. Celebró actos en toda Cataluña. El Bloque se tomaba esta actividad más en serio que los demás componentes de la Alianza. Para éstos, la Alianza era un complemento de su acción de partido; para el Bloque era su acción misma.
El éxito de los frentes únicos sindicales condujo a reunir una Conferencia de Frente Único Sindical de Cataluña, en noviembre de 1933. La CNT no asistió, pero sí los sindicatos dirigidos por bloquistas, treintistas y uscistas. Tal vez con el tiempo podrían reunir entre todos una fuerza que obligara a reflexionar a los dirigentes cenetistas. De momento, la conferencia no dio resultados concretos.
El documento de constitución de la Alianza lleva fecha del 16 de diciembre de 1933: «Las entidades abajo firmantes, de tendencias y aspiraciones doctrinales diversas, pero unidas en un común deseo de salvaguardar las conquistas conseguidas hasta hoy por la clase trabajadora española, hemos constituido la Alianza Obrera, para oponernos al entronizamiento de la reacción en nuestro país, para evitar cualquier intento de golpe de Estado o instauración de una dictadura, si así se pretende, y para mantener intactas, incólumes, todas aquellas ventajas conseguidas hasta hoy, y que representan el patrimonio más estimado de la clase trabajadora». Firman: Manuel Mascarell, Progreso Alfarache, Juan Peiró, por los Sindicatos de Oposición: Emili Vivas, Agustí Gabanel, por la Federación Sindicalista Libertaria; Pedro Bonet, por la Federación de sindicatos Excluidos de la CNT; Antoni Vila Cuenca, por la UGT; Ángel Pestaña, por el Partido Sindicalista; Rafael Vidiella, por la Federación Catalana del PSOE; Joaquín Maurín, por el Bloque Obrero y Campesino; J. Martínez Cuenca, por la Unió Socialista de Catalunya; Andreu Nin, por la Izquierda Comunista y Josep Calvet, por la Unió de Rabassaires.
Todas las fuerzas obreras catalanas, menos la CNT y el Partido oficial están en la Alianza. La ausencia de la CNT es importante, porque se trata del elemento obrero más poderoso del país. Se intentan algunas gestiones personales, pero la gente de la FAI no presta oídos. Tienen una especie de soberbia, porque son fuertes -aunque menos que un año antes- y creen que solos se bastan para hacerlo todo, empezando por la revolución. Por otro lado, entrar en la Alianza sería, a sus ojos, dar beligerancia a fuerzas políticas, lo cual es anatema para sus principios, y aceptar la existencia de fuerzas cuya realidad niegan, como los sindicatos de oposición y los excluidos. Sería, finalmente, reconocer que fue errada su táctica de ir solos y querer hacer la revolución con el método tradicional de los anarquistas puros, el método de la chispa (encender muchas chispas con la esperanza de que alguna prenderá el gran incendio que destruya la sociedad). Pero los dirigentes de la Alianza, que saben que los de la FAI son revolucionarios sinceros (no creen, claro está, el rumor hecho circular por los republicanos, según el cual los anarquistas recibieron subvenciones de los lerrouxistas para su campaña de abstención electoral) y confían en que los hechos acabarán por persuadir a los anarquistas.
Por lo demás, entre éstos hay diversas posiciones. En febrero de 1934, Orobón Fernández, uno de sus teóricos más respetados, publica en La Tierra de Madrid un ensayo, «Directrices de la Alianza Obrera», en el cual sugiere puntos de acuerdo posibles y pide que se trace un plan táctico revolucionario, que se garantice la democracia revolucionaria y que se prometa la socialización inmediata de los elementos de la producción. Como se ve, los anarquistas favorables a la Alianza no se daban cuenta todavía de que su objetivo inmediato no puede ser realizar la revolución, sino evitar la contrarrevolución.
Después de este ensayo de Orobón Fernández se reunió en Barcelona (13 de febrero) un pleno de regionales cenetistas, que acordó «emplazar a la UGT a que manifieste cuáles son sus aspiraciones revolucionarias», para poder aliarse con ella. No hubo respuesta. La regional catalana, en este pleno, llevó la voz cantante contra la Alianza Obrera. Pero el 23 de junio, en otro pleno de regionales, en Madrid, la regional asturiana reclamó la libertad de acción cosa que se aceptó «por motivos de realismo local».(7) En este pleno, otros cenetistas se mostraron favorables a la Alianza, entre ellos Vicente Ballester de Andalucía y Orobón Fernández, del Centro. Este, el más persuasivo, murió poco después, y la posición proaliancista quedó sin voz en la CNT .
Los dirigentes de la Alianza no se preocupan por la posición del Partido comunista oficial. Este participó en un par de reuniones de la Alianza catalana, trató de conseguir que se eliminara a la Izquierda Comunista y, al no lograrlo, se retiró y comenzó una campaña contra la Alianza, acusándola de ser un instrumento de la burguesía, de ocultar la “traición socialista» y de querer impedir, con su constitución, la formación de soviets.
La Alianza comenzó a organizarse. Tuvo un Comité Ejecutivo, formado por los representantes de todas las organizaciones adheridas. Se reunía a menudo y se esforzaba en crear comités locales de Alianza y en hacer llegar al resto de España su ejemplo. Se celebraron numerosos mítines, con éxito considerable. En Barcelona, donde la Alianza era débil, empezaba a ser conocida, a pesar de que la CNT quiso rodearla de silencio. Fuera de Barcelona, los bloquistas y sindicalistas consiguieron formar muchos comités locales de Alianza. En Valencia, donde había un grupo de bloquistas, Servín inició negociaciones para constituir la Alianza valenciana. Y en Asturias, el núcleo de simpatizantes bloquistas hizo lo mismo. La Alianza publicó manifiestos poniendo en alerta ante el avance de las derechas y condenando los malos tratos inflingidos por la policía de Barcelona a los anarquistas.
Fue a propósito de esto que se planteó la primera discrepancia seria. La USC estaba aliada con la Esquerra y formaba parte del gobierno de la Generalidad, que después de la muerte de Macia, en diciembre de 1923, fue presidido por Lluis Companys, elegido por el parlamento catalán. El Comité Ejecutivo de la Alianza planteó a la USC la contradicción entre el hecho de que firmara los manifiestos protestando por las torturas a los anarquistas y, al mismo tiempo, estuviera en el gobierno cuyo consejero de Gobernación ordenaba esas torturas. La USC prefirió seguir aliada con la Esquerra y salió de la Alianza.
Para arraigar, la Alianza no podía contentarse con manifiestos, debía luchar. En Madrid, la patronal, alentada por la victoria electoral de las derechas, trataba de reducir las conquistas obreras. Se perdían casi todas las huelgas. Exasperados, los sindicatos socialistas madrileños declararon una huelga general, en marzo de 1934, y el Comité Ejecutivo de la Alianza decretó una huelga general de 24 horas en toda Cataluña, por solidaridad con los huelguistas de Madrid, el día 13. Hasta entonces, sólo la CNT había podido declarar huelgas generales en Cataluña. ¿Lograría la Alianza hacer la suya? Los anarquistas y los policías que en otras ocasiones los torturaban, se encontraron juntos oponiéndose a esta huelga de solidaridad. Pero si en Barcelona no tuvo apenas extensión, en el resto de Cataluña fue general. Tradicionalmente, cuando había una huelga general, Barcelona cerraba y las provincias no, o mucho menos. Ahora fue al revés: las provincias cerraron y Barcelona, no.
La huelga tuvo eco. Los bloquistas de Castellón y Valencia, consiguieron al calor de este ejemplo, formar Alianzas Obreras. La de Valencia, apenas constituida, declaró con éxito huelga general de solidaridad con los huelguistas de una empresa hidroeléctrica. Importante era que si bien la CNT estaba ausente de esas dos Alianzas, formaban parte de ella la UGT y el PSOE locales. Esto repercutió en Asturias, donde el movimiento obrero, era a la vez, combativo y deflexivo. Se formó allí la Alianza, y en esta estaban no sólo la UGT y el PSOE, junto con el Bloque y la Izquierda Comunista, sino también la CNT, gracias a lo acordado en el pleno de junio ya citado. Poco a poco, se formaron comités de Alianza en lugares inesperados: Jaén, Córdoba, Sevilla, y finalmente en Madrid. Pero eran comités locales. No había aún una Alianza nacional. La base iba más deprisa que las direcciones nacionales.
Se comenzaba a ver que la Alianza era un tipo nuevo de organización, que no sumaba sino que multiplicaba las fuerzas de sus componentes sin por ello exigir a las organizaciones adheridas concesiones ni abandonos de principios. Se vio que la Alianza podía hacer ganar huelgas que, sin ella, se perderían, y empezaba a creerse que, cuando llegara el momento, podía conducir a la victoria. Porque, no se olvide, los obreros a pesar del triunfo electoral de las derechas, conservan un espíritu ofensivo. La minoría cada día más numerosa de obreros activos, politizados, desilusionados con la república, consideraba que lo necesario era tomar el poder. La Alianza, pues, aparecía como un arma defensiva, ahora, y de ataque cuando llegara el momento.
La Alianza quiere extenderse. Una delegación (Pestaña, Vila Cuenca y Maurín) va a Madrid. Se entrevista con dirigentes socialistas y de la UGT. Francisco Largo Caballero es el único que se interesa por la nueva táctica. Poco después, en febrero de 1934, va á Barcelona y se entrevista con Maurín, que le toma unas declaraciones para Adelante: «No hay legalmente solución de derechas posible. Sin embargo, hay que estar preparados, en guardia, porque los reaccionarios, dada la situación difícil en que se encuentran, pudieran intentar una salida brusca».
Lo más importante de las declaraciones de Largo Caballero (Adelante de Barcelona, 24 de febrero de 1934) dice:
Realmente no hay solución parlamentaria. No se puede hablar de una situación de izquierdas sustituyendo a la actual. Esto, parlamentariamente, es impracticable en las circunstancias actuales. ¿Una situación de derechas? Es también imposible. En primer lugar, porque el país no la toleraría, y en segundo término, porque con el. Parlamento abierto nosotros le cerraríamos el paso no dejándole hacer nada.
Gil Robles puede derribar a Lerroux cuando quiera, pero está aterrorizado pensando lo que va a pasar luego. Porque ¿y después, quién? Aun en el caso de que el presidente de la República llame a Gil Robles para encargarle la formación de Gobierno, no puede hacerlo. Sería un golpe de Estado al que el movimiento obrero de toda España contestaría de una manera rápida y enérgica. Cataluña -y fíjese que no le digo la Generalidad- se sublevaría también, porque un Gobierno de derechas, aunque hiciera promesas, sería la muerte de las libertades de Cataluña. Un Gobierno Gil Robles sería también un Gobierno Cambó. y si Cambó tiene el Poder en Madrid, esto quiere decir que, automáticamente, la Generalidad sería una dependencia en la que se marcaría el paso a su voz de mando .
No hay, pues, legalmente solución de derechas posible. Sin embargo, hay que estar preparados, en guardia, porque los reaccionarios, dada la situación difícil en que se encuentran, pudieran intentar una salida brusca. Las derechas empiezan a desmoralizarse. Hay una ofensiva a fondo de la clientela contra sus jefes, a los que llaman traidores, porque no han cumplido ninguna de las promesas que hicieron. Existe entre ellos una gran nerviosidad. No es cuestión de propugnar por su parte una disolución del Parlamento, porque sus fuerzas disminuirían enormemente, cosa que quieren evitar .
Lerroux se aguanta porque Gil Robles le sostiene. Nosotros podríamos hacer posible la vida del Gobierno Lerroux durante cierto tiempo llevando al Parlamento una fuerte ofensiva contra él. Las derechas, inmediatamente, formando bloque compacto, se pondrían a su lado para sostenerle; pero esta interinidad forzada no nos interesa. Es preferible que se despejen las cosas.
Si Lerroux quiere mantener su Partido unificado, no puede en manera alguna consentir una ruptura interior, cuyas consecuencias fatales serían la descomposición inmediata de su Partido. Esta situación inextricable no tiene más salida que o una dictadura de las derechas -y el movimiento obrero lo hará imposible- o una dictadura obrera. La clase trabajadora ha de prepararse para ir a la toma violenta del Poder político y económico.
Con este criterio, es lógico que la Alianza le parezca útil. La idea avanza ya. En junio de 1934 un congreso de las juventudes Comunistas oficiales propone la unidad a las Juventudes Socialistas, y éstas contestan invitándolas a ingresar en las alianzas obreras locales. El 16 del mismo junio, en un mitin en Gerona, Maurín trata de plantear una estrategia. «Hay que formar un frente único para implantar el socialismo antes de que triunfe el fascismo». Las Juventudes Socialistas y la Izquierda Comunista de Madrid toman la iniciativa de formar la Alianza Obrera local (faltan en ella la CNT, el Partido comunista oficial y el Bloque que no tiene sección madrileña). La componen sobre todo sindicatos dirigidos por trotskystas o socialistas de izquierda. En julio, Largo Caballero es elegido secretario general de la UGT, las Comisiones Nacionales de la UGT y del PSOE deciden, finalmente, apoyar la idea de una Alianza Obrera, pero no todavía con carácter nacional (mientras no acepte la idea de CNT).
El Socialista de Madrid (6 de marzo de 1934) da cuenta así de la constitución de la Alianza Obrera de la capital española:
La experiencia de dos años de régimen republicano ha demostrado a la clase trabajadora que nada puede esperar de la burguesía y de sus organizaciones coactivas, como no sea represión si se rebela, y hambre y dolor si no se somete.
Esta experiencia ha llevado al convencimiento al proletariado de la necesidad de crear el arma eficaz para defenderse de las acometidas cada día más brutales de la reacción y de la burguesía, y en su momento poder dar la batalla definitiva.
Esta arma sólo puede ser la unión de todos los explotados. Consecuentes con este criterio, varias organizaciones políticas y sindicales de Madrid: Partido Socialista (Agrupación de Madrid), Administrativa de la Casa del Pueblo, Sección Tabaquera de Madrid, perteneciente a la Federación Tabaquera Española; Agrupación Sindicalista, Izquierda Comunista y Juventud Socialista, han constituido «Alianza Obrera», organismo que tiene por finalidad, en primer término, la lucha contra el fascismo en todas manifestaciones y preparación de la clase trabajadora para la implantación de la Paz pública socialista federal en España, como condición indispensable para su total liberación.
Es deseo vehemente de los elementos que constituimos esta Alianza la incorporación de todos los sectores obreros y políticos que mantienen el principio de Lucha de clases a este organismo- Todos ellos han sido invitados; razones que respetamos obstaculizaron nuestros propósitos; pero creemos que la reflexión hará rectificar estos
obstáculos y esperamos que el interés de la clase trabajadora se imponga, acogiendo en esta aspiración común a los trabajadores organizados de Madrid.-La Comisión.
Quienes persistían en hacerse el sordo eran los comunistas. Francisco Galán, hermano del capitán fusilado por la sublevación de Jaca en 1930, que había hablado en mítines del Bloque en 1931, era ahora comunista y escribía: «Si tuviera que sentarme en la misma mesa que los líderes socialistas, me ruborizaría como una virgen entre prostitutas. (8) Mientras ya todos hablan de unidad, en abril de 1934, los comunistas oficiales, aplicando imperturbables las órdenes de Moscú, formaron la CCTU, central sindical esquelética. En la misma época se reunió en Barcelona el primer congreso del Partit Comunista de Catalunya, al cual asistió el delegado de la Internacional Cero y una delegación del Partido Oficial español dirigida por Vicente Uribe. Este redactó un informe sobre el congreso (9) en el cual después de poner de relieve
la gran cohesión política e ideológica de nuestro Partido catalán, se afirma que la compenetración con la línea política del Partido Comunista de España y su Comité central y la Internacional comunista. ..es un hecho de la máxima importancia cuanto que en la aplicación de nuestra táctica de Frente Único ha habido una serie de vacilaciones y dudas, tanto en la dirección del Partido Catalán como en cierto número de organizaciones, dudas y vacilaciones expresadas en la tendencia de concebir el Frente Único como un Bloque de organizaciones, borrando la fisonomía del Partido Comunista. Se ha hecho una gran crítica y autocrítica a este respecto, todos los delegados se han mostrado de acuerdo enteramente con la línea de la IC y del Partido Comunista de España en la aplicación del Frente Único por la base.
No debemos olvidar que es en Cataluña donde ha nacido ese engendro de «Alianza Obrera», parida por los renegados del Bloque Obrero y Campesino, “Treintistas” y Socialistas, alianza contra el Frente Único y la Revolución. La justa táctica del Frente Único nos permite desbaratar los planes contrarrevolucionarios de la «Alianza Obrera» y lo que es más importante, ganar para la lucha a millares de obreros anarquistas y realizar la unidad de combate del proletariado catalán y de las masas campesinas bajo la dirección del Partido Comunista.
Después de felicitar al Partido oficial catalán por haber creado la CGTU en Cataluña, «superando así la división del movimiento sindical», Uribe le da unos cuantos consejos:
El Partit Comunista de Catalunya ha comenzado a romper su aislamiento de las masas. Ha venido al Congreso con un balance de actividad, que aunque no muy grande, refleja que nuestro Partido entra en la vida de la dirección de las huelgas de las masas…
El Partit Comunista de Catalunya tendrá que hacer grandes esfuerzos para superar el retraso, pese a ciertos pequeños éxitos, en que aún se encuentra. Será sobre todo yendo audazmente a las fábricas, formulando las reivindicaciones y necesidades de los trabajadores, organizándoles para la lucha sobre la base del Frente Único, luchando encarnizadamente por la Unidad Sindical de clase, organizando y dirigiendo la lucha antifascista de masas, combatiendo sin piedad, sin concesiones de principio al anarquismo ilusionista pequeño-burgués, aislándole de las masas, como conseguirá ganar el retraso. Lucha contra los renegados y sus amos de la socialdemocracia. Lucha contra el imperialismo español y el Gobierno de la Generalidad. Campeón y dirigente de la lucha de liberación nacional y social del pueblo catalán, dirigente de la Revolución agraria, el I Congreso del Partit Comunista de Catalunya ha mostrado a las masas populares a su Partido. Este debe vencer las debilidades de organización, evidenciadas a través del Congreso, reclutar millares de nuevos combatientes, y con la ayuda y dirección del Partido Comunista de España y su Comité Central, ganará a la mayoría del proletariado catalán ya las partes más avanzadas del campo, para el comunismo, para los soviets, para el Gobierno Obrero y Campesino, y hará de Cataluña el baluarte inquebrantable del triunfo de la Revolución Soviética en España.
Tres meses después, sin que hubiera sucedido nada que no pudiera preverse cuando se escribió este informe, hubo otro de Vicente Arroyo (10) sobre una reunión extraordinaria del Comité Central del Partido oficial español celebrada en Madrid el 11 y 12 de septiembre:
Un solo punto figuraba en el orden del día: Frente Único y Alianzas Obreras.
El Comité Central del P .C. de E. ha discutido esta cuestión ante millares de trabajadores, y por unanimidad ha aprobado la proposición del Buró de “Ingresar en las Alianzas Obreras”, con una sola condición: «Tener derecho a la exposición y discusión fraternal sobre todos los problemas de la revolución».
(Este acuerdo significa un formidable paso adelante en el camino de la unidad de acción, que es el camino de la victoria. El ingreso del P .C. en las Alianzas Obreras no es la completa unidad de acción, porque en ella faltan todavía fuerzas formidables como la CNT, las masas campesinas, los obreros inorgánizados. Pero con el ingreso de nuestro Partido, que no disfraza su pensamiento ni sus propósitos de trabajar dentro de las Alianzas por atraer a ellas a todas las fuerzas obreras, las «Alianzas Obreras» toman un nuevo carácter. Nuestro Partido dentro de ellas trabajará por transformarlas de conglomerados de direcciones de Partidos en organismos vivos de frente único, pues como se decía en el informe del secretario del Partido: «Los delegados a las Alianzas deberán ser elegidos democráticamente en asambleas de sindicatos, de organizaciones, comités de fábrica, campesinos y parados».)
El Partido oficial rectifica, pues. y ello no por la situación española, sino porque desde junio en que el Partido oficial catalán atacaba a la Alianza Obrera hasta septiembre, en que el Partido oficial español la acepta, se ha iniciado en Moscú el viraje que un año más tarde conducirá al Frente Popular. Moscú teme que Hitler trate en el futuro de poner en práctica su idea de la marcha hacia el Este expuesta claramente en el Mein Kampf y busca aliados a través de sus partidos comunistas.
El Partido oficial catalán se decide a comerse sus frases de cuatro meses antes y pide su admisión en la Alianza Obrera, que, claro está, le es concedida inmediatamente. Lo hace el 4 de octubre, cuando todos prevén una lucha inmediata. En Asturias ni siquiera pidió el ingreso. Entró en la Alianza, sin formulismos, cuando ya había comenzado la lucha .(11)
El Partido Oficial, una vez iniciado el viraje, trata de capitalizarlo. Vittorio Codovila, el argentino delegado de Moscú en Madrid, que se hace llamar “Medina”, visita a Largo Caballero presentado por Margarita Nelken, que ya entonces era agente de la Internacional Comunista dentro del PSOE. Quería convencer al dirigente socialista de que sería conveniente subsistituir el nombre de Alianza Obrera por otro «más en armonía con el vocabulario ruso», dice Largo Caballero,(12) con el fin de facilitar la entrada de los comunistas. Pero Largo Caballero rehusó y al día siguiente la prensa comunista anunció que el Partido oficial había decidido ingresar en la Alianza. La maniobra era evidente: hacer cambiar el nombre, para que no pareciera que el Partido oficial aceptaba lo que había criticado y para que el público creyera que la Alianza, con un nombre nuevo, era una creación comunista oficial. Esto, exactamente, fue lo que hicieron con el Frente Popular de 1935, lo mismo en Francia que en España.-
Los acontecimientos, como se ve, iban más deprisa que el Partido oficial.
Los acontecimientos dan la razón a la Alianza.
En marzo, un grupo de monárquicos firma un acuerdo con Mussolini, para recibir ayuda financiera y en armas. En abril, concentración de la CEDA en el Escorial: todo el poder para el jefe (José María Gil Robles), y huelga general en Madrid. Gobierno Samper. Fracaso de la huelga campesina de la UGT, que demuestra la necesidad de más de una organización para un movimiento de envergadura. El Institut Agrícola Catala de Sant Isidre (organización de los propietarios rurales catalanes) recurre ante el Tribunal de Garantías Constitucionales, en Madrid, contra una ley sobre contratos de cultivos adoptada por el Parlamento catalán, y el Tribunal la declara inconstitucional (11 de junio). Nueva votación de la misma ley por el Parlamento catalán. El 8 de septiembre viaje en masa a Madrid de los propietarios rurales catalanes, para pedir al gobierno que actúe contra esta segunda ley de contratos de cultivos; los recibe una huelga general decretada por la UGT y apoyada por la CNT; es la primera vez que el proletariado madrileño hace un gesto de solidaridad con Cataluña. Huelga general en Asturias, declarada por la Alianza Obrera, en respuesta a una concentración de la CEDA en Covadonga, y gran manifestación en Barcelona, convocada por la Alianza. Incendio (ligero) del local del Institut Catala. de Sant Isidre, en Barcelona (llevado a cabo por los grupos de choque del Bloque).
En el Comité Ejecutivo de la Alianza se discute mucho. Los treintistas se declaran partidarios de defender la autonomía catalana (por primera vez se interesan por esta reivindicación, porque comprenden por fin que es inseparable de las libertades obreras). Nin propone que se pida la expropiación de los propietarios rurales. Maurín, reflejando el criterio del Comité Ejecutivo del Bloque, cree que ésta se prepare para la proclamación de la República catalana, quitando así la iniciativa de las vacilantes manos de la Esquerra y poniéndola en las de la clase obrera.
Estas distintas posiciones se llevaron, el 17 de junio, a la primera Conferencia de los Comités Comarcales y Locales de la Alianza (en Cataluña). La Alianza es un organismo democrático y debe, por tanto, consultar a la base. La base se muestra más moderada que el Bloque. Este propone en la Conferencia que si el gobierno de Madrid ataca a Cataluña y con este motivo se proclama la República catalana, la Alianza apoye el movimiento y trate de tomar su dirección y guiarlo hacia el triunfo de la República Socialista Federal. Pero la Conferencia rechaza esta posición. Entonces, para no romper la Alianza, la delegación bloquista propone otra resolución, que es aprobada: se esperará el ataque reaccionario y cuando éste llegue, se pedirá la proclamación de la República catalana.(13)
Todos insisten en la necesidad de extender la Alianza al resto de España. No basta con Alianzas locales, precisa la alianza de las organizaciones a nivel de las direcciones nacionales. La CNT comienza a suavizar su posición en los pueblos, pero en Barcelona se muestra intratable. En cambio, en Madrid participa en la huelga general del 8 de septiembre, porque, dice su periódico, repugna a los obreros trabajar cuando otros obreros están en huelga, pero teme que este movimiento se aproveche por los socialistas para presionar por volver a formar parte del gobierno.
Los escamots (grupos de acción) de Estat Català. (organización nacionalista catalana extrema, afiliada a la Esquerra, compuesta sobre todo de clase media y empleados, y dirigida por Josep Dencàs, que es consejero de Gobernación, y por Miquel Badia, que es Comisario de Orden Público de Barcelona) hacen todo lo posible para que no cambie la actitud de la CNT. Esta, debido a la política de la FAI, ha perdido un tercio de los efectivos que tenía en 1931, pero es todavía la gran fuerza de Barcelona, donde se la considera la única capaz de declarar una huelga general. La Consejería de Gobernación,
a través de la Comisaría de Orden Público, acosa constantemente a los cenetistas y faistas: clausuras de sindicatos, suspensiones de Solidaridad Obrera (tres en un año, una de ellas de 104 días), 34 recogidas del diario cenetista, torturas en la Jefatura de Policía, detenciones gubernamentales constantes (la república no sólo no ha abolido, sino que utiliza a fondo esta costumbre policíaca de la monarquía, consistente en detener por un periodo máximo de 15 días, sin causa ninguna, a elementos considerados peligrosos para el orden, y mantenerlos a disposición del gobernador; no es raro que cuando llega el momento de dejarlos en libertad, la policía los espere a la puerta de la cárcel y los vuelva a detener por 15 días más y así hasta varios meses). El mayo de 1934, cinco dirigentes de la FAI (Carbó, Esgleas, García Oliver, Sanz y Herrero), visitan a Companys en su despacho de Presidente de la Generalidad y le piden que detenga la persecución de los escamots. Companys unos días después ordena que se deje en libertad a todos los detenidos gubernativos, pero en agosto el Consejo de la Generalidad decide, de nuevo, privar de libertad de acción a la FAI para apaciguar al público. Badia sale de la Comisaría de Policía, y lo substituye un tal Coll i Llac. Los escamots hacen de rompehuelgas en la huelga de tranvías.
Pero la Esquerra y la FAI se encuentran en un mismo lado cuando se trata de fastidiar a la Alianza Obrera. El 7 de septiembre se recibe de Madrid la noticia de que los obreros de la capital irán a la huelga, al día siguiente, para recibir a los propietarios del Institut Català. de Sant Isidre. La Alianza se reúne y convoca a los partidos no obreros. La Esquerra acude y discute: en Barcelona, dice, gobierna Companys y, por lo tanto, no ha de haber huelga; ésta bien en Madrid, donde gobiernan los republicanos de derechas. Los delegados de la Esquerra consiguen prolongar las discusiones hasta que ya no hay tiempo para circular órdenes de paro, y sin la CNT el concurso de la Esquerra parece indispensable para hacer una huelga general, porque puede neutralizar a la policía. La Alianza tiene que limitarse a organizar una manifestación. La convoca para el 10 de septiembre. A la misma hora, la Esquerra organiza otra. Cuando la obrera llega ante el Palacio de la Generalidad, Companys está echando un discurso a los manifestantes de la Esquerra, poniéndoles en guardia contra los provocadores. Los grupos de choque del Bloque y los escamots se enfrentan y los últimos ceden finalmente el paso. Companys ha de guardar silencio durante 40 minutos, hasta que ha desfilado la manifestación de la Alianza. Esto es una anécdota, pero sirve para mostrar el estado de ánimo general. La Esquerra desconfía de la Alianza. La Alianza quiere empujar a la Esquerra. La CNT desconfía de la Esquerra y quiere aislar a la Alianza.
El ambiente económico no es en general propicio par a la política. La crisis aleja a los obreros de la acción, del mismo modo que la prosperidad los empuja a actuar. Ahora hay crisis. El 13 por ciento de los trabajadores españoles están sin trabajo. El paro obrero ha doblado durante 1934. Los patrones despiden a los «cabezas calientes».
Pero, esta vez, a pesar de la crisis, los obreros no se alejan de la política. Hay en ellos, bien clara, una voluntad de poder. Están convencidos de que pueden gobernar mejor que los republicanos y administrar mejor que los patrones. Esto se percibe en seguida por quien conozca la atmósfera obrera del país. La Esquerra procura debilitar a la Alianza. La Unió de Rabassaires se separa, porque los campesinos, dicen sus dirigentes -de la Esquerra-, no son revolucionarios. «Los rabassaires se retiraron porque querían hacerlos ir a una huelga contra la Generalidad y separarlos, así, de la Esquerra. Los campesinos no hubieran seguido, si hubieran permanecido en la Alianza Obrera», escribe uno de sus dirigentes.(14)
La Esquerra temía verse desbordada por la Alianza, que no hacía un misterio de su táctica. En cuestiones políticas no sirven los planes secretos ni los complots. Maurín ha descrito la táctica de la Alianza:
La Generalidad puede hacer abortar el avance de la derecha; si ésta avanza, lo perderá todo. Pero si la Generalidad reacciona, puede temer las consecuencias de su gesto. Por esto, el movimiento obrero ha de estar al lado de la Generalidad para presionarla y prometerle ayuda, sin ponerse delante de ella, sin aventajarla en los primeros momentos. Lo que interesa es que la insurrección comience y que la pequeña burguesía, con sus fuerzas armadas, no tenga tiempo de retroceder. Después, ya veremos.(15)
En el resto de España, la táctica debía ser diferente, porque los partidos de la pequeña burguesía estaban fuera del poder. Allí, la Alianza debía hacerlo todo. Santiago Carrillo, entonces secretario de las Juventudes Socialistas, atribuía a la Alianza la misión de organizar la insurrección armada. Largo Caballero declaraba: «Las Alianzas no deben consistir en tirar manifiestos y organizar mítines».(16)
La segunda quincena de septiembre es muy tensa. La policía registra centenares de casas y locales. Encuentra armas en varios lugares. Muchos de sus dueños no sabrían dispararas, pero hay una fiebre general. Todo el mundo está seguro de que se hará algo para evitar que las derechas se queden con el país. El Bloque acelera su crecimiento. Los diarios de izquierdas queman. Avance de Oviedo, que dirige el socialista Javier Bueno, y El Socialista de Madrid son denunciados, multados, recogidos. La Batalla y L ‘Hora coleccionan las denuncias. Nadie se preocupa por esto. En cines, cuando se proyectan las actualidades, la gente se abofetea no sólo por Gil Robles o Largo Caballero, sino por Hitler y Mussolini.
El primero de octubre, en las Cortes, Gil Robles invita a Ricardo Samper a dimitir. y Samper dimite. Consultas. Las izquierdas republicanas todavía esperan que Alcalá Zamora impedirá que Gil Robles y la CEDA entren en el gobierno. Quisieran que disolviera las Cortes y que hubiese nuevas elecciones.
No es una crisis ministerial más. Finalmente, es evidente que Lerroux formará gobierno con ministros de la CEDA, que no han hecho ninguna declaración de aceptar la república.
Después del fracaso del golpe de Estado desde fuera con Sanjurjo, el golpe desde dentro con Gil y la ayuda de Lerroux.
La Alianza lanza manifiestos y organiza una manifestación contra este peligro. Dencàs no da permiso. Pero la manifestación se hace, en las Ramblas. Choques con la policía montada. Desde el día 3, el Comité Ejecutivo de la Alianza está reunido en sesión permanente e indica a todos los comités comarcales y locales que hagan lo mismo.
La Alianza no tiene dinero. No tiene, pues, armas. Pero los escamots poseen millares de Winchesters. Son 12000 hombres. Habría que poder forzar a la Generalidad a dar armas a los obreros. Pero ¿cómo si en la Generalidad se ve en la Alianza a un adversario?
El Comité Ejecutivo de la Alianza manda un delegado a Madrid, para enlazar con la Alianza de la capital, los socialistas y acaso los cenetistas; pues en la Regional del Centro de la CNT se intensifica la posición aliancista. El Comité Ejecutivo del Bloque se reúne todos los días. En España la Alianza necesita empuje y audacia. En Cataluña, además, ha de hacer muchos equilibrios, y mostrar mucho tacto, para no separarse más aún de la CNT y para acercarse a la pequeña burguesía, siempre inclinada a abandonar sus posiciones.
El jueves, día 4, se conoce la idea del cuarto gobierno Lerroux: Gil Robles es ministro de la Guerra. A las diez de la noche, en el local de la Federación Catalana del Partido Socialista, se reúnen en asamblea los delegados de las Alianzas locales, convocados por teléfono (y hasta para pagar estas conferencias los miembros del Ejecutivo han de hacerlo con su dinero personal). Cada delegado expone la situación de fuerzas en su pueblo.
La conclusión es evidente: si empieza la lucha, la Alianza controlará la vida de todas las poblaciones de Cataluña menos Barcelona. Pero es el punto decisivo. Nin y Bonet, antiguos cenetistas, se entrevistan, tras muchas tentativas, con unos cuantos dirigentes de la F Al, entre ellos Francisco Ascaso. La CNT no cree necesario establecer alianzas ni pactos; en la calle nos encontraremos, les dicen.
Otra delegación va a la Generalidad. Entrevista fría con Companys, que ha tenido que interrumpir una cena tardía. Los delegados de la Alianza le comunican el acuerdo, ya conocido, de junio: si las derechas atacan -y ahora atacan, con entrada en el gobierno- hay que proclamar la república catalana. Companys vacila. No sabe qué harán los socialistas republicanos. Alcalá Zamora, dice, había prometido no admitir a la CEDA. Finalmente, la delegación aliancista le informa que el día siguiente habrá huelga general en toda Cataluña y que espera que la Generalidad no ponga obstáculos a esta expresión de lucha.
La asamblea al escuchar el informe de estas entrevistas, saca la impresión de que no ocurrirá nada si no se presiona. Decide que haya huelga general al día siguiente, viernes 5. el Centro de Dependientes (CADCI) y otras organizaciones que no forman parte de la Alianza, pero que han sido invitadas a la asamblea, anuncian su adhesión a la huelga. Maurín cierra la reunión: (17)
La Alianza Obrera hace honor a su propia consigna. Hemos sido nosotros los que primero hemos dicho que un gobierno Lerroux-Gil Robles sería la señal de una huelga general revolucionaria. Los trabajadores piden el poder para organizar la economía sobre bases socialistas. …¡O el feudalismo o nosotros! ¡O el fascismo o la revolución social! …Hemos invitado al Gobierno de la Generalidad a proclamar la República Catalana. Si no la proclama, lo haremos nosotros. Hay que atacar a fondo el Estado feudocentralista…
Vamos a una huelga revolucionaria. Van a ella los obreros del resto de España. La Esquerra ha dicho que no se opondrá a una huelga de protesta. Nosotros la haremos con carácter revolucionario hasta allá donde nos permitan las circunstancias y si éstas son propicias, lo de hoy puede ser el prólogo de la insurrección armada.
Cada uno de los delegados saldrá ahora por el medio de transporte más rápido de que disponga. En la localidad respectiva, los Comités de Alianza y Comités revolucionarios declararán inmediatamente la huelga general revolucionaria. Si los ayuntamientos y otras autoridades son de la Esquerra, de momento se llevará una acción conjunta con ellas, hasta que cambien las circunstancias o haya una orden de la Alianza. Pero allí donde las autoridades sean de derechas, serán destituidas inmediatamente. La finalidad inmediata ya sabéis cuál es: la República Catalana. Hay que empujar a la Esquerra a que la proclame. Si no lo hace, lo hacéis vosotros. La Alianza está atenta a la marcha de los acontecimientos e irá dando las consignas apropiadas para el triunfo del movimiento.
Y ahora, que cada uno ocupe el lugar que le corresponde. No se nos ocultan las dificultades. La situación es grave. Pero hay que tener audacia y fe en la fuerza de la clase obrera. También tenían dificultades, y enormes, los. trabajadores rusos, y supieron triunfar. La Alianza Obrera, que significa la unión de todos los trabajadores, es una garantía para nosotros. Adelante y a la victoria…
A las tres y media de la madrugada ya del viernes, todos los asambleístas regresan a sus pueblos. En éstos, los comités de Alianza, previendo las decisiones, han comenzado a caldear el ambiente, a tomar disposiciones, a reunir todas las pistolas de que se dispone, que son muy pocas.
En los locales del Bloque, movilización general, total. El Ejecutivo escucha el informe de la asamblea de la Alianza. En un cuarto de al lado, se improvisa un comité militar –Rovira, Rodríguez, Salas y algunos otros-. El problema es conseguir que la huelga sea general en Barcelona, pues de que lo será en Cataluña todos están seguros. Los bloquistas no fían mucho en el dinamismo de las demás organizaciones de la Alianza; los comunistas han ingresado en ella en la asamblea de aquella noche y todos saben que tratarán de sacar tajada, pero no se preocupa nadie por ello. Al Bloque corresponde, tácitamente, el preparar la huelga general de Barcelona. Sobre un plano de la ciudad, extendido encima de una mesa, marcas en rojo: las cocheras de los tranvías (toda huelga debe comenzar por la paralización de los tranvías), las centrales telefónicas, las fábricas más importantes. Los militantes llegan trayendo botellas que se llenan de gasolina en la cocina del viejo piso donde está el local central del Bloque.
A las cinco de la madrugada, los bloquistas se han distribuido por los lugares marcados en rojo sobre el plano de la ciudad. Los grupos de choque, para impedir la salida de los tranvías, los demás, sin armas (porque no las tienen) a repartir manifiestos impresos a toda prisa, a hablar a los grupos de obreros que se dirigen al trabajo. Cada hoja que cae en manos de un trabajador lleva en grandes letras negras: «Huelga general».
Las cosas no iban como los bloquistas las habían soñado, en los pocos momentos en que se permitían soñar. Lo que se veía venir, según me dijo Portela al salir de la asamblea de la Alianza, era «una revolución con permiso de la autoridad competente». Pero la autoridad resultó más bien incompetente y su permiso fue de estira y afloja.
Aquella misma madrugada, la Delegación del Estado (policía) en Barcelona enviaba por telex al ministro de la Gobernación un informe en el cual se decía:
La Alianza Obrera Revolucionaria intentará para la próxima madrugada la huelga general en toda cataluña. ..La Esquerra no quiere la huelga, porque cree que esto la perjudicaría, complicando la situación; pero los “escamots” del Estat Català separatista la secundarán, porque creen que la Alianza Revolucionaria les ayudará a proclamar una República separatista y es posible que, incluso, cooperen a la huelga.
Sin embargo, como que los anarquistas están en contra del movimiento, es muy difícil que, al menos en Barcelona, la Alianza Obrera Revolucionaria consiga un paro completo. La última vez que la Alianza quiso hacer una huelga, fracasó completamente en la capital, donde no la secundaron los anarquistas y no holgó ni una fábrica. En otros sitios de Cataluña, la Alianza Obrera, que son los comunistas, socialistas y sindicalistas de Pestaña, tiene una fuerza evidente y puede hacer una huelga aunque se oponga la CNT.
El Delegado del Estado, J. Carreras y Pons, no erraba en la evaluación de las fuerzas. Pero se equivocó en pensar que los obreros de la CNT seguirían a sus dirigentes. La huelga fue general. Los obreros, aunque no recibieron la orden de quienes estaban acostumbrados a seguir, comprendieron que la situación exigía que reaccionaran y por esto respondieron al llamamiento de la Alianza. La CEDA en el gobierno significaba jornada más larga y salario más corto. Los dirigentes de la CNT quedaron sorprendidos.
La huelga fue un éxito en toda Cataluña, Barcelona incluida. La Esquerra se oponía a ella. La policía no fue neutral. Para impedir la salida de los tranvías hubo que tirotearse con los policías afiliados a Estat Catala de Dencas. que los vigilaban desde que la CNT, unos meses antes, había perdido la huelga del transporte urbano. Precisó incendiar algunos vehículos que lograron salir. Hacia las ocho y media, ya no quedaba ningún tranvía en la ciudad. El Metro y los autobuses habían parado. Costó media docena de aliancistas heridos. Cuando grupos de la Alianza iban a hacer cerrar los bancos, que habían abierto, un obrero fue muerto. Pero los bancos cerraron. Hubo tiroteos con la policía en otros lugares de la ciudad. Sesenta y tres aliancistas detenidos y treinta y dos pistolas incautadas. La policía se dedicó, incluso, a clausurar sindicatos. El Comisario de Orden Público había dado orden de que se detuviera a quienes fomentaran la huelga y que, por primera vez en muchos meses, se dejara en paz a los cenetistas. Por fin los detenidos fueron dejados en libertad por la tarde, cuando ya se había comprobado que la huelga era realmente general y la ciudad parecía un desierto.
La FAI se resistía. Mientras en Asturias los cenetistas preparaban la huelga junto con los demás componentes de la Alianza, en Barcelona los faístas trataban de entrar al trabajo:
El mayor escollo de la huelga fue la resistencia que opuso la FAI. Los de la FAI se negaban a cesar en el trabajo. Cedían en algunas fábricas ante la coacción momentánea, pero tornaban al trabajo, y aún con más ahínco que nunca, tan pronto como los coaccionadores se alejaban. Se dio el caso de ofrecerse los obreros de la FAI a sus patronos para defender la fábrica y las mismas cajas de caudales. (18)
En algunos lugares los faístas recibieron a tiros a la comisión de obreros que iba a pedirles que dejaran el trabajo. «En la calle nos encontraremos», habían dicho los dirigentes anarquistas a los delegados de la Alianza. Pero, al parecer, se encontraban en distintos lados de la barricada. En el resto de Cataluña, los anarquistas, en minoría, se mostraron pasivos, no se opusieron a la Alianza y en algunos pueblos hasta colaboraron individualmente con ella.
En Sabadell, la Alianza aisló a la guardia civil, ocupó el Ayuntamiento y proclamó la República Catalana; en Vilanova, proclamó la República Socialista; en Sitges, ocupó el Ayuntamiento; en Lérida, los ferroviarios se unieron a la huelga y para hacerla más completa descarrilaron un tren de mercancías por el lado de Madrid. Tiroteos con la guardia civil casi en todas partes y huelga en todos los pueblos y ciudades. Dencàs cuando supo que en Sabadell se había proclamado la República Catalana, se puso furioso; se enteró porque se lo dijeron unos delegados de la Alianza que habían ido a verlo para
pedirle armas, que lo encontraron durmiendo ya los que recibió en calzoncillos.
Del resto de España llegaban noticias: huelga general en Madrid, en otras ciudades. La CNT no se oponía, pero no participaba, fuera de Asturias.
Por fin, en Barcelona, Estat Català, viendo que estaba siendo desbordado, formó unas comisiones de huelga, a mediodía, cuando ya la huelga era general. Entonces, habiendo cesado el peligro de tiroteos, la gente salió a la calle. El Parlamento Catalán se reunió. La Generalidad tenia 2 500 guardias de asalto y los mozos de escuadra (guardia especial de la Generalidad) concentrados en Barcelona, siete mil escamots con Winchesters y cinco mil sin armas o sólo con pistola. El capitán general ordenó el acuartelamiento de las tropas. Lo que Companys creía que seria un nuevo 14 de abril y Dencàs vio cómo un paseo triunfal con matanzas de obreros, se convertía, gracias a la Alianza, en un movimiento revolucionario.
La Generalidad controlaba, con la policía, las emisoras de radio, que la Alianza no pudo utilizar ni una sola vez. Se husmeaba el olor de la claudicación por miedo al empuje obrero. (19) Para atajarla, la Alianza organizó una manifestación el viernes al atardecer. A las ocho de la noche, la manifestación se puso en marcha detrás de un desplegado que decía: “Exigimos la proclamación de la República Catalana”. Doce mil personas llegaron al Palacio de la Generalidad, en el cual entró una delegación para hablar con Companys. Este la recibe delante de un grupo de diputados. Por las ventanas llega el grito de
la multitud: ¡Armas! ¡Armas
Hay que tener serenidad y confiar en el gobierno de la Generalidad. Si se necesitaran, habría armas… dice Companys. La delegación le contesta que lo que el pueblo quiere es la proclamación de la República Catalana y armas para defenderla. No comprende la pasividad de la Generalidad. En toda defensa siempre es mejor atacar. Companys se enoja: «Sabemos perfectamente lo que hay que hacer». Y no comprende por qué se ha organizado esta manifestación. “Pero no iremos más allá de los que, en este momento, tienen la palabra”. No dice quiénes son estos misteriosos personajes que tienen la palabra y no la usan. Azaña lo visitó el día antes.
Los diputados miran con asombro a Companys discutiendo con los cuatro delegados de la Alianza, que insisten en que hay que actuar y dar armas. Companys, furioso, corta la entrevista afirmando que «todo está previsto». Pero la delegación insiste. Por fin, Companys toma del brazo a un viejo militante, del cual había sido defensor en los tiempos heroicos de la CNT, David Rey, del Bloque, y se lo lleva a su despacho privado. A través de la puerta se oyen los gritos. El viejo militante sale, rojo de cara y con los puños cerrados.
Desde lo alto de una escalera, uno de los delegados informa a la multitud:
Hemos conminado al Gobierno a proclamar la República Catalana y le hemos dicho que si él no lo hace, lo hará la Alianza Obrera. Hemos pedido armas. Se nos ha dicho que mañana se adoptará una decisión y que si las circunstancias lo aconsejan, nos darán armas… La Alianza ha concedido este margen de confianza, pero si ve que se duda, proclamará la República Catalana y llamará al pueblo a defenderla.
No hay aplausos. La gente está decepcionada. Pero comprende que no se puede hacer otra cosa. Romper con la Generalidad, en ese momento, impediría toda posibilidad de acción.
Grupos de aliancistas recorren las armerías para asaltarlas, pero todas están bien guardadas por fuertes piquetes de policía. Luchar contra ésta sería absurdo, en este momento. Dencàs sigue obsesionado por el temor de que la Alianza se arme. De madrugada se pega a los muros de la ciudad un Boletín de la Alianza Obrera, con noticias de la huelga y de las provincias. En Lérida patrulla las calles una milicia obrera; en Tarragona, igual; en Gerona, la Alianza lo controla todo; en Villafranca, los obreros se han instalado en los locales de los partidos de derechas; y han quemado un convento y cuatro iglesias.
A las nueve de la noche, grupos de aliancistas requisan autos para mantener el contacto con los barrios y los pueblos, puesto que no funcionan los transportes urbanos.
Seis de octubre. Sábado, día de huelga general en Cataluña. No hay periódicos. La gente se entera de lo que ocurre por la radio y por otro Boletín de la Alianza. Este comienza, con grandes letras: «Viva la República Catalana». La FAI hace circular un manifiesto ordenando a los obreros que vayan a reabrir los locales de los sindicatos clausurados por la policía. No adhiere a la huelga, pero quiere aprovecharse de ella. Dencàs tiene un motivo ahora, para tomar la ciudad “militarmente” con los escamots. Las paredes se cubren de carteles de la Alianza: «En esta hora grave precisa una acción enérgica y decidida. Hay que proclamar la República Catalana hoy mismo, mañana acaso ya sería tarde. ¡Viva la huelga general revolucionaria!¡Viva la República Catalana!
En el resto de Cataluña, la presión aumentaba. Se habían constituido comités revolucionarios, con la colaboración de los rabassaires, a pesar de las órdenes de sus dirigentes, y en algunos lugares, de la CNT local. El comité registraba las casas de los elementos de derechas y les tomaba las armas ocultas. El de Lérida se incautó de una imprenta y publicó un diario. El de Manresa convocó a una asamblea popular en la plaza de toros. En Gerona, en uno de los trenes paralizados, viajaba el ministro de asuntos exteriores francés, que se hallaba de vacaciones. En Palafrugell se quemaron los muebles de los locales de partidos de derechas. La Generalidad pide al Comité Ejecutivo de la Alianza que indique al de Lérida que deje circular un tren cargado de ganado. A las tres de la tarde del sábado, ya se ha proclamado la República Catalana en toda Cataluña, menos en Barcelona.
Una comisión de la Alianza vuelve a visitar la Generalidad. No puede esperarse más, le dice a Companys. Lo que se haga en Cataluña determinará lo que se haga en el resto de España, donde la huelga es casi general. Hay que aprovechar el espíritu combativo de la masa, dar armas, rodear los cuarteles… Companys asegura, promete, vacila, se enoja. .. Los grupos de choque del Bloque han ocupado, entre tanto, el edificio del Fomento del Trabajo Nacional, la patronal, que acaba de trasladar sus oficinas a un nuevo edificio. Allí se instala la Alianza, muy cerca del Palacio de la Generalidad. Se dispone un lugar de socorro, con enfermeras y médicos, y un depósito de las escasas municiones, de que se dispone. Pero el Comité Ejecutivo se reúne en otros lugares, porque en cualquier momento Dencàs puede dar orden de detenerlo.
Las armerías siguen guardadas por la policía. Un comité militar de la Alianza, formado por la mañana, convierte la ancha calle donde está el local en un campo de adiestramiento. Se forman grupos y secciones con hombres de la misma organización, para que se conozcan entre sí. Se crea una sección de ametralladoras -sin ametralladoras-, bajo el mando de un antiguo sargento. Hay unos seis mil hombres y unas docenas de mujeres.
A las seis de la tarde, el Ejecutivo de la Alianza considera que es inútil seguir visitando a Companys y para presionarlo organiza una nueva manifestación, de aspecto militar. Las calles están desiertas, pero la gente se aglomera en los balcones y aplaude. Orden de resistencia pasiva si la policía intenta impedir el desfile. Debajo de la pancarta de la Alianza, el Comité Ejecutivo en peso. Muchos salen de su casa para agregarse a la manifestación. Cuando ésta llega delante del Palacio de la Generalidad, las ventanas están cerradas. La gente desfila, tratando de marcar el paso, por delante del Comité Ejecutivo. puño en alto y gritando solamente: ¡Viva la República Catalana! ¡Queremos armas!…
Nadie sabe qué efecto habrá tenido el desfile, que Companys ha contemplado desde detrás de las persianas. No hay que esperar mucho por la respuesta. A las ocho de la tarde, Companys sale al balcón de la Generalidad y delante de la gente que llena a medias la ancha plaza, proclama el Estado Catalán dentro de la República Federal Española. No da órdenes ni orientaciones, sólo pide que se tenga confianza en su gobierno.
Ahora les llega el turno a los escamots, los únicos con armas.
La gente de la Alianza está concentrada en el edificio de la patronal, esperando armas. Muchos piensan que en cuanto oigan unos tiros, irán allí para recoger los Winchesters de los escamots que caigan bajo las balas.
En el CADCI se han reunido unos cuantos miembros de Estat Català Proletari -recién constituido y que no forma parte de la Alianza-, y desde los balcones, con fusiles vigilan el cuartel de Atarazanas, al otro lado de las Ramblas. Los otros cuarteles, nadie los vigila, porque la policía está concentrada en las Comisarías y los escamots están en sus locales. La calle pertenece al primero que la ocupe.
El primero en ocuparla es el ejército. Después de cruzar por teléfono unas frases con Companys y de constatar con Madrid por telex, el capitán general, el catalán Domenec Batet (fusilado en 1936 en Burgos por los militares alzados), da orden a la tropa de salir a proclamar el estado de guerra y de restablecer el orden.
A las nueve de la noche salen de Atarazanas cañones y ametralladoras. Cañonean el CADCI -donde mueren varios de sus defensores, entre ellos los jefes de Estat Català Proletari Jaume Comte y J. García Alba-. ¡Increíble! Dencas, el tartarín nacionalista, no moviliza a su gente. A las diez, los soldados están frente al Palacio de la Generalidad.
Al escuchar los primeros tiros, muchos obreros salen de sus casas y van a los locales de la Alianza. Dencas, a las siete y media, había prometido mil fusiles, pero nunca llegaron. Las únicas armas que la Generalidad entrega a los obreros son las pistolas personales de Companys y algunos diputados, que las dan, ya pasada media noche, a un militante aliancista que había ido de enlace a la Generalidad. Una docena en total…
Los aliancistas comienzan a visitar las viviendas de los derechistas, exigiendo la entrega de armas. La radio lanza al aire canciones folklóricas y discursos de Dencàs. Los escamots siguen en sus locales, con los fusiles entre las piernas. Hay que comer. Se requisan alimentos en las tiendas cuyos dueños, según el sindicato correspondiente, tratan peor a sus empleados. En cambio, los farmacéuticos entregan de buena gana gasas y material de cura para los botiquines.
Cuando amanece, la gente concentrada en la Alianza comienza a dispersarse. Sólo quedan los militantes. Llega el ruido de los cañones que disparan contra la Generalidad. Les contestan fusiles. A las seis y media, Companys decide rendirse, en vez de salir por la puerta trasera, ponerse al frente de la Alianza y los escamots y establecerse en cualquiera de las ciudades catalanas, como le sugiere su jefe de Mozos de Escuadra. Había hecho el gesto y esto le bastaba. Mientras el gobierno de la Generalidad y los miembros del Ayuntamiento pasan detenidos entre dos filas de soldados. Dencàs sale por las alcantarillas del edificio de la Conserjería de Gobernación y Badía, su lugarteniente, huye de una casa cercana a la Generalidad donde deja un considerable depósito de bombas, fusiles, unas ametralladoras y mucha munición, sin haber disparado ni un solo tiro.
La rendición llega sin derrota. Estaban los escamots, la Alianza, armas y mucha gente dispuesta a actuar. Toda Cataluña en poder de la Alianza o de la Esquerra. En las poblaciones cercanas a Barcelona habían comenzado a movilizarse grupos de obreros y rabassaires dispuestos a intervenir sin esperar ya más las órdenes que no llegaban. Desorientadas por el hitlerismo de Dencàs -que a última hora, por radio, pedía a la Alianza que se lanzara al combate sin armas, mientras mantenía a los escamots armados encerrados en sus locales-, estas fuerzas se habían rehecho, en la madrugada del domingo día 7. Querían luchar. Si el gobierno de la Generalidad se hubiera trasladado a cualquier población, hubiese encontrado un apoyo en masa y el combate hubiera podido comenzar y continuar. No se sabe, claro, con qué resultado, pero Cataluña hubiese podido hacer, por lo menos, lo mismo que Asturias.
Cuando la radio dio la noticia de la rendición de la Generalidad, los centros de escamots se vaciaron en diez minutos. Los Winchesters quedaron tirados bajo las mesas. En los pueblos, la gente de la Esquerra abandonó los ayuntamientos, donde quedaron sólo los aliancistas. Finalmente, la Alianza ordenó: apoderaos de las armas abandonadas; retiraos a casa; cuando llegue la represión, negad; lo importante, ahora, es salvar hombres y armas; la lucha ha terminado hoy, pero continuará en el futuro.
El miedo a los obreros, más que al ejército, hizo capitular a la Generalidad. Posiblemente la Alianza no hubiera sido bastante fuerte para tomar la dirección de la lucha, si ésta hubiérase realmente comenzado. Pero Companys no quiso arriesgarse.
Los aliancistas recorrieron algunos locales de escamots, recogiendo armas y municiones, que ocultaron para días mejores. No pocas de estas armas sirvieron el 19 de julio de 1936. Una quincena de bloquistas fueron a la Comisaría de Orden Público -abandonada por el Comisario General-, pero encontraron a los guardias tan desmoralizados y sin oficiales, que no pudieron hacer nada.
Se dio la orden de retirarse del local de la Alianza. U n grupo de aliancistas se dirigió a Gracia. Sostuvo tiroteos con la guardia civil en diversos lugares, llegó a Sant Cugat, donde se instaló en el ayuntamiento y después hasta cerca de Sabadell. Ante la inutilidad de su intento, finalmente se desbandó. Dejó, en los tiroteos, a cuatro muertos (entre ellos, dos mujeres bloquistas) ya diecisiete detenidos, que semanas más tarde fueron condenados por un consejo de guerra y estuvieron en el fuerte de San Cristóbal de Pamplona hasta febrero de 1936.
Cuando ya no había lucha en ninguna parte, Patricio Navarro, del Comité Regional de la CNT, habló por radio desde la Capitanía General ordenando a los obreros que acudieran al trabajo.
Los hechos de octubre costaron en Cataluña 74 muertos (de ellos 22 de las fuerzas de orden público) y 252 heridos. (20) Fuera de dos muertos de la Esquerra y una docena de víctimas accidentales, los demás fueron todos aliancistas.
En Asturias, la Alianza Obrera no había tenido que esperar la colaboración de los republicanos. No sintió miedo a la revolución. Se luchó durante dos semanas y el gobierno tuvo que recurrir a las fuerzas del Tercio (Legión Extranjera) para aplastar el alzamiento de los mineros. El Bloque, claro está, participó en esta lucha, aunque sólo contaba allí con un grupo reducido. Los miembros de éste eran gente de tradición, conocida de los mineros y ocuparon cargos de responsabilidad en los comités que organizaron la vida local durante el tiempo que los obreros dominaron a Asturias. Uno de ellos, Manuel Grossi, fue condenado a muerte e indultado como los demás civiles encartados. (21)
Asturias confirmó el acierto de las tesis de la Alianza, y de rebote el acierto del Bloque al proponer su formación en Cataluña. Si la Alianza no hubiera surgido en Barcelona, posiblemente la iniciativa no habría aparecido en otros lugares de España. La Alianza asturiana demostró mucha imaginación y dotes de iniciativa en organizar la vida cotidiana. Quien observara bien los acontecimientos de Asturias podía prever, en cierto modo, lo que sucedería en julio de 1936. Las milicias, las colectivizaciones y los comités que aparecieron en los comienzos de la guerra civil, estaban ya en germen en la experiencia asturiana de 1934.
Llegaba la hora de la autopsia. ¿De qué había muerto el movimiento de octubre en Cataluña? Poco después de él, la CNT hizo su examen de conciencia en un pleno regional, en el cual hubo fuertes críticas al Comité Regional, que fue substituido. (22) Sin embargo, todavía en 1966 había anarquistas que justificaban la abstención de la CNT en Cataluña porque, decían, el movimiento se desarrolló como «un movimiento político nacionalista, bajo el signo de la Esquerra y de su apéndice la Alianza Obrera”. (23)
Dencàs, que en el exilio se atrevía aún a hablar, hizo unas declaraciones a un periódico comunista francés (24) y pretendió que él había ordenado la proclamación de la República Catalana en provincias. Olvidaba, sin duda, que con las prisas de la huida, había dejado sobre su mesa oficial unas instrucciones en las cuales se ordenada: «El público no ha de colaborar con el ejército [catalán] para evitar confusiones… El público puede alistarse».
Companys fue más sincero. Al declarar en el juicio que se le siguió ante el Tribunal de Garantías Constitucionales contra el gobierno de la Generalidad, dijo: (25) «El gobierno de la Generalidad se sentía sin fuerza moral para reducir por la violencia la protesta que se exteriorizaba, puesto que ésta nacía de una alarma y de unos sentimientos que el gobierno compartía; aunque quería evitar que derivara hacia una situación caótica, con los protestatarios dispersos, sin finalidad y sin dirigentes. ..» como si la Alianza no hubiera fijado una finalidad y como si no tuviera dirigentes.
Los comunistas oficiales, por su parte, trataron de atribuirse todo lo que se hizo. Afirmaron que se cometió el error de pedir armas a la Generalidad, en vez de quitárselas a la policía, como si esto hubiera sido posible sin romper con la Generalidad. Y se vanagloriaban de los éxitos parciales, en los que no tuvieron parte alguna. Por ejemplo, dijeron que “en Lérida se levantaron barricadas bajo los pliegues de nuestra bandera roja”, (26) cuando en realidad era la bandera del Bloque.
¿Qué decía el Bloque? Dio su versión de los hechos en un folleto (27) en el cual se lee:
En los acontecimientos de octubre, hubo dos centros revolucionarios principales: Asturias y Cataluña. Precisamente los dos lugares, en donde la Alianza Obrera tenía una mayor virtualidad.
En Asturias, la Alianza Obrera era completa. Comprendía a todos, absolutamente todos los trabajadores. De ahí su fuerza irresistible. De ahí el empuje arrollador del proletariado asturiano que en breves horas hizo triunfar su insurrección.
Los obreros de Asturias se insurreccionaron porque se sintieron fuertes. y se sintieron fuertes porque se sabían unidos, porque marchaban juntos.
El movimiento revolucionario asturiano fue obra de la Alianza Obrera. Su importancia, su significación, su heroísmo procede todo de la Alianza Obrera.
La insurrección obrera obtuvo la victoria en Asturias. Si luego, finalmente, fue vencida, se debió a que los trabajadores del resto de la Península no hicieron lo propio que los obreros de Asturias.
En Cataluña, los acontecimientos adquirieron otro giro a causa de la presencia de la Generalidad y de la traición que, a última hora, hicieron los partidos pequeño-burgueses.
La Alianza Obrera de Cataluña no era completa. Faltaba la Confederación Nacional del Trabajo, cosa que no ocurría en Asturias.
La Alianza Obrera, siguiendo una política acertadísima, consideró que su misión; en los primeros momentos, consistía en impulsar a la Esquerra y a la Generalidad a insurreccionarse, ya que, en resumidas cuentas, la clave de bóveda de todo el movimiento revolucionario residía precisamente en la dualidad de Poderes: Madrid-Generalidad.
Los Dencàs, Companys, Lluhí, Esteve, etc., viendo que la clase trabajadora transformaría la insurrección en insurrección obrera, hicieron rápidamente marcha atrás, entregándose cobardemente y decapitando el movimiento revolucionario.
Si en Asturias el partido obrero que tomó una mayor participación en la acción fue el Partido Socialista, por tener un mayor peso, en Cataluña fue el Bloque Obrero y Campesino. Pero en Cataluña como en Asturias el alcance de la movilización obrera y sus consecuencias deben ser atribuidas a la Alianza Obrera.
En el resto del país, exceptuados algunos chispazos en las provincias limítrofes de Asturias y en Vizcaya, no hubo insurrección. El movimiento quedó limitado a una huelga general más o menos intensa, cuando no hubo normalidad completa, como ocurrió en aquellos sitios en donde los anarquistas pudieron hacer prevalecer sus equivocados puntos de vista.
Octubre ha sido la demostración práctica de que la clase obrera para vencer necesita tener formado el Frente Único, cuya cristalización, en nuestro país, la constituye la Alianza Obrera. Octubre fue el estallido que sobrevino como consecuencia de la formación de la Alianza Obrera. Es indiscutible que sin la Alianza Obrera, en octubre no se hubiera dado la explosión revolucionaria más formidable ocurrida en el Occidente de Europa después de la Commune de París de 1871.
Si la Alianza Obrera hubiera estado constituida en todas partes, y, además, concentrada nacionalmente, no hay duda que el desenlace de las cosas hubiese sido muy diferente del que tuvo lugar.
Octubre constituye, pues, una formidable lección que hay que aprovechar.
Maurín, unos meses después, resumirá la experiencia en términos políticos: (28) “la pequeña burguesía de la Generalidad ha vendido las libertades de Cataluña y al mismo tiempo del movimiento obrero”.
Queda la Alianza Obrera. Es la única que se salva del desastre de octubre, porque hizo cosas en Asturias y hubiera podido hacerlas en Cataluña. Por unos días, sus componentes -por lo menos los bloquistas- creyeron que podrían repetir el octubre ruso de 1917, que una minoría, la Alianza, con audacia y visión justa, podría hacer la revolución y tomar el poder. Pero el modelo ruso, bien lo sabían los bloquistas, no servía en España. La política inmediata impide al Bloque decir lo que sus militantes piensan: que si la Alianza no pudo hacer en Cataluña lo que hizo en Asturias (y con ello dar una vuelta completa a la situación), se debió a la ausencia de la CNT. La culpa de esta ausencia es, en primer lugar, de los anarquistas, pero los bloquistas piensan que es culpa también de ellos, por no haber sabido atraer a la CNT y no haber sabido hacerles comprender los verdaderos términos del problema. Es claro que esto, con los escamots haciendo de rompehuelgas y de torturadores policíacos, era casi imposible. Pero lo imposible es precisamente lo que los bloquistas creen que han de hacer.
Esto, evidentemente, no es una posición política, sino una manera de sentir las cosas, una especie de obsesión con la responsabilidad histórica convertida casi en vicio. No será la última vez que una situación idéntica se planteara a los bloquistas.
De momento, importa salvar del desastre todo lo posible y convertirlo en punto de partida de éxitos futuros.
Notas
(1) Por lo menos, esto es lo que sostenía Ferrán Urgell en La lluita de classes al camp, Barcelona, 1933, opúsculo favorable a los propietarios de tierras.
(2) Para lo referente al movimiento mercantil me he basado, además de en mis recuerdos y notas personales, en un libro todavía inédito de Martí Sans y una conferencia de Jordi Arquer dada en París en 1970. Ambos eran bloquistas y fueron dirigentes del movimiento de los obreros mercantiles.
(3) Como un gesto de propaganda del frente único, el Bloque había presentado candidatura conjunta con la minúscula Agrupación Socialista de Barcelona ( PSOE) , que nunca, antes, participó en elecciones. Esta candidatura llevó el nombre de Frente Obrero.
(4) Por cierto que fue durante esta campaña que Santiago Carrillo, entonces secretario general de las Juventudes Socialistas y ahora secretario general del Partido comunista oficial (o del principal de ellos, porque en 1972 hay varios) , tuvo una buena idea: la CEDA había cubierto los muros con carteles que decían: Para salvar a España del marxismo, votad por la CEDA. Los jóvenes socialistas hicieron circular esta otra consigna: Para salvar a España del marxismo, votad comunista.
(5) Mont-Fort (seudónimo de Maurín) : Alianza Obrera. Barcelona, 1935.
(6) Mont-Fort : Op. cit. p. 10.
(7) Es interesante señalar cómo la ebriedad de la propia fuerza puede influir hasta a posteriori. José Peirats, historiador cenetista, cuando habla de Asturias en 1934, (La CNT en la revolución española, Buenos Aires, 1955 Vol. I, pp.86-88), no hace ninguna referencia a la Alianza Obrera, sino a un inexistente pacto CNT-UGT, despreciando a los demás componentes de la Alianza asturiana, que en fin de cuentas fueron quienes la iniciaron.
(8) Cit. por G. Munis: Jalones de derrota, promesas de victoria, p. 112.
(9) Publicado en la Correspondencia Internacional del 3 de junio de 1934.
(10) Publicado en la Correspondencia Internacional del 23 de septiembre de 1934.
(11) La Historia del Partido Comunista de España, ya citada, afirma (p. 88) que el Partido Comunista, con gran sentido de responsabilidad nacional, aceptó participar en las Alianzas Obreras. Este acuerdo. ..constituyó un viraje táctico audaz. ..Ni una palabra, claro, sobre el hecho de que la Alianza se había formado partiendo de una iniciativa del Bloque.
(12) Francisco Largo Caballero: Mis recuerdos, México, 1954. p. 224. Este libro no contiene las memorias de Largo Caballero, que todavía siguen inéditas, sino que se compone de una serie de cartas escritas en París, 1945-46, a su amigo Enrique de Francisco.
(13) “La Conferencia de la Alianza Obrera de Cataluña”, en Sindicalismo, Barcelona, 24 de junio de 1934.
(14) Nònit Puig i Vila: Què es la Unió de Rabassaires? Barcelona, 1935.
(15) Joaquín Maurín: Hacia la segunda revolución. Barcelona, 1935. p. 124-5.
(16) El socialista. Madrid, 12 de agosto de 1934.
(17) Angel Estivill: 6 d’octubre, l’ensulciada dels jacobins. Barcelona, 1935. pp. 125-26.
(18) Enrique de Angulo: Diez horas de Estat Cátala, Barcelona, 1935, p.53. Angulo era el corresponsal en Barcelona del diario católico de derechas El debate, de Madrid.
(19) Se publicaron en 1935 23 libros hablando de los acontecimientos de octubre, con versiones contradictorias de los hechos y de las motivaciones. El Bloque publicó, además del libro de Estivill ya citado, el folleto La insurrecció d’octubre a Catalunya, Barcelona, 1935, sin nombre de autor.
(20) E. Comín Colomer: Historia del Partido Comunista de España. Madrid, 1962. Vol. II, p. 325.
(21) Las ediciones de La Batalla publicaron en 1935 un libro de Grossi, La Insurrección de Asturias, con prólogo de Maurín y epílogo de Gorkin.
(22) Diego Abad de Santillán: Los anarquistas y la insurrección de octubre. Barcelona, 1935. p. 4.
(23) José Peirats: La CNT en la revolución española. Buenos Aires, 1955, Vol. I. p. 98.
(24) L’Humanité, París, 22 de octubre de 1934.
(25) Cit. por Balcells: Op. cit. p. 217.
(26) L’Humanité, París, 23 de octubre de 1934, entrevista con dirigentes anónimos del Partit Comunista de Catalunya.
(27) Mont-Fort (seudónimo de Maurín): Alianza Obrera. Barcelona, 1935. pp.22-25.
(28) Joaquín Maurín: Hacia la segunda revolución. Barcelona, 1935, p. 204.