Cómo fue el desarme de la división 29 del POUM (Miquel Adillon)

Tras los Hechos de Mayo de 1937 la presión comunista (y soviética) consiguió la caída del gobierno de Largo Caballero y su sustitución por el presidido por Juan Negrín. Se inició la etapa de represión contra el POUM, de marginación de los socialistas de izquierda y de aislamiento de los anarquistas. Miquel Adillón fue protagonista directo de los sucesos que relata en este artículo. Texto publicado en Iniciativa Socialista nº 66, otoño 2002. Miquel Adillón es autor del libro El último soldado del POUM

Acaso para muchos es desconocido uno de los hechos más repugnantes de nuestra guerra civil, el desarme de una división compuesta totalmente de voluntarios, que en los primeros días de la guerra luchó en el frente de Aragón.
Como testigo quisiera aportar para la historia unos hechos que viví personalmente y que no he visto publicados en la extensa biografía que ha suscitado entre los historiadores nacionales o extranjeros. Quisiera tratar de enmendar este fallo, contarlos para dejarlos en la memoria de los eruditos de la materia y conocimiento de los interesados que sin duda lo agradeceran.
Vencida la sublevación militar en Barcelona y Cataluña, los partidos políticos y sindicatos ocuparon los cuarteles tras el decreto, para mí descabellado, de licenciar a los soldados, una medida hecha con buena intención de cara a las regiones y capitanías sublevadas que como es de suponer no obedecieron el decreto y que sí se hizo en algunas partes de la zona republicana, no en todas y que dejó sin unas fuerzas importantes que en los primeros dias, seleccionando un tanto la oficialidad, podían haber constituido un gran refuerzo a la República.
Este fallo vino acentuado por otra sinrazón de suma importancia en aquellos críticos momentos. La liberación en las cárceles de los presos comunes que pasaron de presos comunes a guardias armados revolucionarios y autores de muchos desmanes y atropellos que todos lamentamos. Incendios de templos y conventos, asesinatos, robos y venganzas que ensuciaron la imagen de la espontánea y obligada revolución, hechos muy graves de mucha ostentación que causaron un impacto muy negativo en las naciones democráticas de Europa y América.
Ocupados los cuarteles y repartidas las armas, clarificado un poco el confuso panorama que dejó en primer momento la gesta de hacer fracasar la sublevación militar, se organizaron las primera columnas de voluntarios con una meta bien definida:. marchar sobre Zaragoza, una ciudad baluarte poderoso de la sublevación por la traición de uno de los más destacados generales republicanos, el general Cabanellas, uno de los que más confiaba el Gobierno de Madrid. Y una ciudad con fuerte concentración obrera, sindicalista y de elementos izquierdistas.
La movilización promovida por los sindicatos y los partidos políticos, formó las primeras columnas compuestas de centurias de voluntarios que armados con las armas arrebatadas en los diversos cuarteles se pusieron en camino hacia la región aragonesa, con mandos inprovisados, inexpertos y con mucha gente que tomaron el camino hacia el frente como una diversión y una fiesta. Desde los primeros momentos se quebró la disciplina, el orden y los más osados resultaban ser aquellos presos comunes que la revolución sacó de las cárceles. Los más expertos en armas con qué contaron las columnas eran por desgracia antiguos ex-legionarios y delincuentes de la justicia.
El POUM ocupó en los primeros momentos el cuartel de caballería de la calle Tarragona de Barcelona y el Seminario Nuevo de la ciudad de Lleida situado en el Paseo de Boters. En ambos lugares se reclutaron los primeros voluntarios para marchar al frente aragonés, encuadrados en la columna “Lenin” de la que tomó el mando José Rovira. Entre los componentes de la columna, habia gran cantidad de soldados aragoneses que optaron, ante la dificultad de volver a sus casas para hacer efectivo el decreto de licenciamiento, quedarse con los caballos y formar la primera unidad de caballería que marchó hacia la Sierra de Alcubierre y Siétamo.
Otra parte de la columna era de voluntarios de Sabadell y Tarrasa que formaron en el primer periodo la Columna Masaguer, dotada de numerosas ametralladoras “Hokins” apresadas en los cuarteles.
En su expedición hacia Aragón de la columna de unos tres míl hombres se le añadieron unos dos mil más reclutados por el partido en Lleida.
En los combates de Siétamo, Estrecho Quinto y Monte Aragón tuvieron las primeras bajas. El escuadron de caballeria fué desecho frente a Leciñena perdiendo la mitad de hombres y caballos.
Más tarde la columna se posesionó en las estribaciones de la sierra de Alcubierre y en el semi-cerco de Huesca donde pasó todo el invierno.
Allí a finales de año se agregó una centuria de voluntarios ingleses al mando de un tal Kopp, y entre los que habia el voluntario George Orwell, que se agregó a sus compatriotas en las cercanías de Huesca.
La inclusión de esta unidad británica en la columna del POUM, disgustó en gran manera al gobierno de Stalin, que contra la voluntad de ellos, se negó siempre a formar parte en las Brigadas Internacionales con cuartel en Albacete. Con los apremios de los rusos que instaban a la disolución de la División del POUM y del partido, el gobierno de Valencia hizo todo lo posible para desentenderse de ese problema que surgiría entre Moscú y el partido Laborista británico. Por cierto aquellos combatientes británicos la mayoria jóvenes estudiantes y algunos veteranos de la I guerra europea, que se veian condenados a la inactividad en el mes de Marzo por su cuenta y riesgo, efectuaron un acercamiento de posiciones por la zona de la ermita de Sales y carretera de Novales, avanzando unos cuatrocientos metros a la ciudad de Huesca, creando una zona de trincheras hasta menos de doscientos de las lineas enemigas y obligó a un sector de la zona a realizar también un acercamiento de medio kilómetro frente a la conocida “Torre del Francés” a menos de dos kilómetros del núcleo urbano de Huesca. Fruto de este acercamiento de líneas fue la herida de bala que recibió en el cuello, una bala que entró por una aspillera, que sufrió el famoso escritor y novelista George Orwell.
Quisiera explayarme un poco contando alguna particularidad de esta centuria inglesa con la que tuve diversos y divertidos contactos.
En primer lugar, era una maravilla ver el trazado de sus trincheras escalonadas en zig-zag buscando los angulos de tiro. La novedad de un lanza granadas que se trajeron de Inglaterra, un ingenio que capapultaba las bombas de mano a unos ochenta metros. Lo limpias y aseadas que tenian los pasillos de los parapetos y las trincheras, la disposición correcta de las alambradas que al parecer para plantarlas hicieron un pacto con el enemigo. Recodos plantados de flores y para evitarse visitas inoportunas de los vecinos de la división, construyeron una variante, una zanja de desvio con vigilancia permanente. Creo que fui uno de los pocos admitidos en sus aseadas chabolas entre las que había un bar y una biblioteca. Con ellos viví algunas anécdotas que de contarlas alargarían demasiado este reportaje. Lo dejaré para otra ocasión para ir al grano de lo que intento explicar en la cabecera.

¿Como se gestó el desarme?

Con los sucesos del cuatro de mayo del 1937, el POUM quiso estar al lado de los confederados de la CNT. La división 29, hacia tiempo que no recibía ni ropa ni armamento ni municiones.Algunos soldados, y yo uno de ellos, teniamos como arma por falta de “Mausers” o “Mosquetones” un fusíl “Winchester” mejicano que debia proceder de las huestes de “Pancho Villa”.
Urgía desmantelar y suprimir aquella división que tanto molestaba a los de Moscú y dar cumplimiento desde el gobierno de Valencia al que habían amenazado de cesar toda ayuda si no se hacía lo que ellos mandaban. Los Hechos de Mayo fueron un buen pretexto para hacerlo efectivo. Declarar al partido fuera de la Ley, cerrar sus sedes y desarmar la división. El peligro era la proximidad de las dos divisiones de la CNT cercanas a la nuestra. La 28, antigua “Ascaso” y la 26 antigua “Durruti” Entre estas dos divisiones teníamos la 27, antigua “Carlos Marx”, bajo el control de los socialistas “unificados”, adicta completamente al Gobierno y enemiga nuestra por lo tanto.
El plan que urdió el Gobierno fue el siguiente. Con el pretexto de aliviar la presión que Franco estaba ejerciendo sobre Bilbao en el frente vasco, se planeó una ofensiva, dirigida por el general Villalba, a las órdenes del general Pozas, un ataque sobre la capital de Huesca que correría a cargo inicialmente de las fuerzas del POUM en solitario. En los alrededores se estacionaron dos brigadas internacionales y varias brigadas del recién estrenado Ejercito Popular, bien armadas y equipadas de todo material moderno. Además un batallón de carabineros super-armados de fusiles ametralladores checos y rusos.
Si las fuerzas del POUM solas, compuestas por unos tres míl voluntarios y el batallón Rojo de choque, la mejor fuerza de la división 29, se salían con la suya y conseguían entrar en la capital, inmediatamente entrarían las demás fuerzas colindantes para poder minimizar su éxito. Si no se conseguia, éstas permanecerían quietas esperando el exterminio de la maldita división. Dejaban la labor del desarme en manos de Franco.
Asi fué. El inicio del ataque contó con el apoyo de la artillería y la colaboración de la aviación. El ataque al alba del dia 16 de junio del 1937, el batallón de choque con cuatrocientos hombres se apoderó de dos lomas cercanas a la ciudad y se adentró en los arrabales no pudiendo penetrar más por la resistencia que se encontró desde dos edificios estratégicos. La Plaza de Toros y el Manicomio. Después de unos combates que duraron todo el dia para mantener las posiciones conquistadas por la mañana, llegó una noche de calma sin conseguir ningún refuerzo. Durante la noche por la única carretera de que disponían los defensores de la capital, acumularon fuerzas para iniciar el contrataque que se preveia al dia siguiente el 17. Desapareció nuestra artilleria y nuestra aviación y la enemiga se desató sobre nuestras posiciones machacando al mismo tiempo que intentaban un ataque.
Una unidad de tanques rusos permaneció inactiva en la retaguardia bajo los olivos.
Lo único que vimos aquella mañana fue la visita a las primeras posiciones de un jefe de las brigadas internacionales que se paseó con sus prismáticos y sus ayudantes. Era el llamado general Lukacs que una hora más tarde, cuando se dirigía a la carretera de Apiés para subir a un coche, un obús de artilleria del 15 y medio, dirigido a nuestras posiciones las sobrepasó, para estallar casi al pié del automovíl, matándolo.
Al mediodia llegaron a las posiciones de segunda líea dos compañías de carabineros con sus buenos fusiles ametralladores de los que nosotros no disponíamos ni de uno y se quedaron en los parapetos al lado de alguna ametralladora de la sección Masaguer. Me pareció que más que a contribuir en repeler los ataques del enemigo, estaban apostados a evitar una posible retirada nuestra. Honradamente he de reconocer que con la densidad de fuego que poseían los carabineros, hicieron posible abortar un fuerte ataque, que con densa preparación artillera, ataques de los cazas a vuelos rasantes y el bombardeo de las posiciones por doce “Junkers” y otra docena de “Saboyas”, nos pusieron en fuerte aprieto.
Con los mismos elementos lo conseguirían a la mañana del dia 18, cuando desarbolaron los parapetos de las dos lineas y cuando los de la división estaban casi sin municiones y los pocos morteros que disponiamos sin proyectiles para tirar.
Superados por los flancos, con el peligro de quedar copados la retirada nuestra y la de los carabineros fué dramática y caótica. Los monos marrones claro de los carabineros y las chilabas del mismo color de los moros, se confundían sobre el terreno y en las zanjas de evacuación bajo el polvo y el humo matándonos entre nosotros mismos. En total, el regreso a las posiciones de antes de la ofensiva, cuatrocientos y pico de muertos, más de míl heridos y la división en cuadro desecha y sin moral alguna. Derrotados y escarnecidos por el gobierno.
Seis días después llegaron las fuerzas de las brigadas 131 y 132, que nos relevaron de nuestras posiciones entre el sector del Cementerio y el Carrascal en el semi-cerco de la capital. El resto que quedó de la compañia unos sesenta hombres, nos enviaron al pueblo de Novales en tres camiones, después de salvar el secuestro y detención de los dos oficiales y el comisario político, algo que logramos a punta de fusil.
La maniobra del desarme sin embargo proseguía siendo meticulosamente planeada.
Con la excusa de un ataque a las posiciones del Puerto Orosia en la zona Pirenaica del Alto Aragón, escalonaron las compañías de la División que quedaron desconectadas unas de otras y separadas ocupando posiciones en lo alto de las montañas y lejos de las vias de comunicación.
Con un plan preconcebido y sirviéndose de las divisiones 27 del PSUC, y la confederal brigada 72 de Cipriano Mera, los sesenta hombres de la 2ª compañia del 1º Batallón de la 128 Brigada destacados en el Puerto de Fenès cerca del pueblo de Fiscal, vimos ascender por la retaguardia fuerzas de anterior citadas que después de discusiones y reticencias consiguieron que dejáramos las armas, una acción que ha sido plasmada en el cine con la película Tierra y Libertad”, de Ken Loach.
Así terminaba el Gobierno contentando a los de Moscú. De Fiscal nos enviaron escoltados a los cuarteles de Barbastro no sin antes despojarnos de nuestros carnets del Partido.

Edición digital de la Fundación Andreu Nin, octubre 2002

Sobre el autor: Adillon, Miquel

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