Publicado en Etcétera nº 35.
En 1995, las ediciones L’Insomniaque publicaron Viêt-nam 1920-1945, révolution et contre révolution sous la domination coloniale. Ngo Van, su autor, ha vivido este periodo. Instalado en Francia desde 1948, continua allí su itinerario político en grupos que se reclaman del socialismo revolucionario antiautoritario. Amigo y compañero de Maximilien Rubel, participante en Informations et Correspóndance Ouvrière (ICO), ha aprovechado sus años de jubilación para reconstruir la saga de los revolucionarios vietnamitas que lucharon a la vez contra el colonialismo francés y contra los nacionalistas stalinistas. Contribución rara que va contracorriente de la verdad fabricada por el Estado de Ho chi Minh y admitida sin vacilación alguna por toda la izquierda y la extrema izquierda occidental.
En Au Pays de la Cloche Fêlée, tribulations d’un Conchinchinois à l’époque coloniale (1) (L’Insomniaque, Paris, 2000), Ngo Van vuelve sobre esta época en forma autobiográfica. El primer libro era a veces arduo. Éste último se lee de corrida. Muy pronto nos sumergimos en la sociedad tradicional del Vietnam del sur, de principios de siglo. Su infancia en una familia de pequeños campesinos, en un pueblo a 15 Km. de Saigón, al ritmo de la vida de la comunidad, con sus costumbres y lazos de unión, sus jerarquías y sus poderes adicionales. Lo maravilloso de un mundo perdido, el misterio de la naturaleza salvaje, a la vez espantosos y embrujadores. A éstos se añade el peso de las creencias y de los ritos religiosos, los miedos y las seducciones para un muchacho curioso. La presencia colonial es distante pero diaria a través de las autoridades tradicionales del pueblo que la relevan con una fría violencia. Para los que son aficionados a armoniosas comunidades precapitalistas, será bueno repasarlo.
Cuando Ngo Van llega a Saigón en 1926, tiene 13 años. La ciudad es un mundo distinto en el que los malos espíritus no son los de los antepasados. El colonialismo francés exhibe se rostro sin disfraz mediante el desprecio, la opresión y la represión policial. El cuadro que pinta del colonialismo es sin concesiones. Hoy, en los media, se nos habla de una pseudo «ganas de verdad» a propósito de la tortura militar en Argelia. El testimonio de Ngo Van nos recuerda que la tortura no fue una excepción sino la práctica del momento de un ejército en estado de guerra. Al contrario, ha sido siempre la regla, el elemento constitutivo de cualquier poder colonial, francés u otro.
Entrado a sus catorce años en el mundo de la explotación asalariada bajo la dominación colonial, Ngo Van, sensible a la injusticia, es atrapado por las luchas sociales y nacionalistas que cruzan el país. Lee todo lo que le llega a mano: Rousseau, Baudelaire, Richepin, pero también los primeros textos comunistas que le pasan los militantes clandestinos. Enseguida toma partido. En Vietnam, la reivindicación nacional, irá junto con la lucha de clases, desde las revueltas campesinas con constitución de soviets en Nghé an, en 1930, hasta la comuna de los mineros en Hon gai-Cam pha en 1945. En estas complejas circunstancias históricas, a partir de una reflexión política sobre su propia experiencia, los más radicales concluirán que la independencia nacional no basta para la emancipación social ya que no cambia las relaciones sociales de explotación. Para ellos, el fin del colonialismo pasa por la revolución social y no al revés, la subida del nacionalismo sólo lleva al poder otra nueva clase explotadora. Ngo Van entra entonces en la oposición de izquierda. Es preciso decir que en Saigón, a principio de los años treinta, las referencias políticas eran limitadas. La tragedia de la revolución rusa, el autoritarismo bolchevique, el encuadramiento de los soviets, la represión de las corrientes revolucionarias (anarquistas y socialistas-revolucionarias), Kronstadt, eran desconocidas por los revolucionarios vietnamitas. Sin embargo, «inquietantes signos llegaban de la URSS». Así, hacia 1930, la referencia a Trotsky significaba, ante todo, para ellos, la fidelidad a la revolución, la de los soviets, la fidelidad a la lucha contra la dominación stalinista y la burocracia. Querían cambiar la vida y el mundo y se reivindicaban de un espíritu nacionalista. Los comunistas stalinistas vietnamitas encerraban las perspectivas de la revolución en el horizonte campesino, afirmándose como una variante del nacionalismo. Diez años de combates, de prisiones, y de ignominias separan las dos corrientes. Al final de la segunda guerra, aprovechando la nueva ocupación por el colonialismo francés, los stalinistas de Ho chi Minh masacran a los revolucionarios. Todo esto lo cuenta Ngo Van en primera persona.
La guerra de Indochina iba a empezar. Acabará con la salida del cuerpo expedicionario americano en 1974. Veinticinco años después, el presidente de Estados Unidos será recibido con regocijo. Lo que no logró un diluvio de fuego lo obtendría el dólar. Y el proyecto nacionalista del stalinismo vietnamita dará a luz una sociedad ávida de relaciones mercantiles. Para esto han muerto millones de personas.
Se engañaría quien leyera este libro como una simple autobiografía de un autóctono exótico. El libro plantea cuestiones más generales, más allá del cuadro de los acontecimientos vietnamitas. La cuestión de la revolución mundial en los años 20-30, por una parte, y la concepción moderna de la colectividad revolucionaria, por otra.
La revolución rusa encontró un potente eco en Vietnam al igual que en otros países bajo dominación colonial. La idea de la emancipación humana tomaba una nueva dimensión. Lo que es notable en el relato de Ngo Van es que esta revolución era percibida por los trabajadores y por los campesinos pobres como la de los soviets, es decir, como un movimiento de autoorganización. Sin teorizarlo demasiado, Ngo Van y sus amigos, veían la emancipación del pueblo vietnamita en el cuadro de la revolución mundial. Su lucha se inspiraba en las formidables luchas obreras de 1936 en Francia, el país colonizador, proclamando así el carácter de su internacionalismo.
En vano se buscará en el relato de Ngo Van a las masas siguiendo a sus jefes. Esta concepción social-demócrata del siglo XIX fue acogida por todas las variantes del bolchevismo marxista-leninista, incluso libertarias, y particularmente querida por los jefes nacionalistas del tercer mundo. Ciertamente hubo en Vietnam personalidades, individuos capaces de tomar, por su carácter y coraje, la iniciativa en unas circunstancias precisas, en situaciones dadas, capaces de entusiasmar a otros muchos. Pero por encima de todo fue una comunidad de individuos revolucionarios. Testigo superviviente, Ngo Van da al final del libro, un emocionante retrato de sus camaradas más próximos, la mayor parte liquidados por los esbirros del futuro emperador Ho chi Minh. Mujeres y hombres con nombres y rostros, anónimos hacedores de historia, soñadores y combatientes, para quienes lo imposible fue, en un momento, pensado y vivido como posible. Nada de subcomandantes con pasamontañas ni de clones de Guevaras. Si esta superación de la relación alienante jefes-masas constituye un hecho crucial en la emergencia de una nueva práctica emancipadora, entonces existían en Vietnam elementos subjetivos de esta modernidad revolucionaria. El aislamiento mencionado más arriba impidió su desarrollo.
Algunos días antes de ser asesinada por los soldados a las órdenes de la social-democracia, Rosa Luxembourg había escrito que mientras no hayamos desaprendido a aprender, aún no estamos vencidos. Con su precioso libro Ngo Van nos lo vuelve a recordar. Y se lo agradecemos.
Notas de esta edición digital
(1) La edición española se ha publicado en 2004 con el titulo Memoria escueta (De Cochinchina a Vietnam), Barcelona, Editorial Octaedro.