Octubre de 1934. Alianza Obrera Revolucionaria (Irene Vigil Noguerol, 2024)

Tercera entrega del trabajo de Irene Vigil sobre Octubre de 1934. La primera parte se titula Asturias tierra bravía. El extraño revoloteo. La segunda parte se titula Baladas del norte

4.ALIANZA OBRERA REVOLUCIONARIA 

Cuando en octubre por toda España, / sonó la voz de la revolución, / la roja Asturias surgió en la calle / con energía y con gran valor. / UHP signo de Marx / que en la revuelta / sirvió al obrero pa saludar. / Si fracasó no fue por mí, / pues en la lucha con sangre roja / quise morir, quise morir. / Tras de las rejas de nuestra cárcel / gritamos todos con emoción: / “Vivan los hombres nobles y honrados / y viva siempre la insurrección”. / Pero en la cárcel de La Modelo / se oyen claros de mi prisión / ayes de espanto de camaradas / que están prestando declaración. / UHP signo de Marx / que en la revuelta / sirvió al obrero pa saludar. / Si fracasó no fue por mí, / pues en la lucha con sangre roja / quise morir, quise morir.[1]

 

Sabíamos muy bien que al constituir la Alianza habríamos de portarnos unos y otros con la sinceridad y el entusiasmo y la nobleza que requería la obra revolucionaria que se iniciara. Nuestros compañeros delegados salieron gratamente impresionados de la predisposición en que se encontraba la delegación de la UGT para que las dos organizaciones pudieran entenderse. Por aquellos días recibió el Comité Regional un escrito del Comité Nacional: nos advertía la inconveniencia de transmitir nuestro documento al resto de Regionales, pues algunos párrafos pudieran dar lugar a razonamientos que ahondaran las discrepancias entre algunas Regionales. (Avelino González Entrialgo)

 

Si hay un elemento diferencial para explicar la excepcionalidad revolucionaria asturiana en octubre de 1934 es la Alianza Obrera Revolucionaria: las organizaciones obreras, con una irrevocable y genuina voluntad aliancista, configuraron un organismo que coordinaría la insurrección y llevaría a cabo la revolución en la región asturiana. A la Alianza se adhirieron todas las fuerzas sindicales y políticas, algunas más prontamente que otras y por procesos diferentes. El clima unitario y la creación de esta plataforma fueron, sin duda, los factores que empujaron a la revolución al conjunto de la clase trabajadora. Sólo en Asturias hubo acuerdo, sólo allí la CNT y la socialdemocracia jugaron papeles extraordinarios.

En este capítulo trataré de explicar la génesis de la Alianza Obrera asturiana: por qué, cómo y qué hace posible que se forme. Ineludiblemente, en esas respuestas incluiré el carácter revolucionario de la socialdemocracia y la voluntad aliancista del anarquismo astures. Para no abordar la Alianza como el eje vertebrador de un proceso en abstracto, analizaré el recorrido del movimiento aliancista durante 1934: la acumulación de fuerzas que estalló la noche del 4 de octubre. Y, como broche final, me centraré en analizar el papel de la Alianza Obrera durante la propia revolución.

En los albores de 1934, gran parte de los cuadros sindicales de la CNT se encontraban presos en la cárcel de El Coto de Gijón por la fallida insurrección del anterior diciembre. Durante su cautiverio mantuvieron un intenso proceso de discusión acerca del contexto político y las necesidades del movimiento obrero. En sus lecturas, la división del proletariado en organizaciones enfrentadas jugaba un papel central para explicar las sucesivas derrotas sufridas. Fue entonces cuando decidieron redactar una carta dirigida al Pleno Regional de la CNT con la propuesta de empujar un proyecto unitario para la clase trabajadora.

Estimamos que el dilema planteado al proletariado español es decisivo entre someterse a un régimen dictatorial fascista o ir a la abolición del capitalismo implantando un régimen social en el que no fueran posibles ni la explotación del hombre por el hombre ni la tiranía. Por tanto, estamos acordes en proponer que la CNT sin confusionismo alguno y conservando su personalidad colectiva y su orientación doctrinal y táctica forme una Alianza Obrera Revolucionaria con todos aquellos organismos proletarios que tienen como finalidad la abolición del capitalismo por medio de la revolución social.[2]

Firmaban la carta el núcleo de militantes de Gijón, determinantes en la composición del Comité Regional: José María Martínez, Segundo Blanco, Horacio Argüelles, Pelayo Cifuentes… No era la primera vez que se posicionaban a favor de un camino unitario: entusiasmados con el pacto firmado en Cataluña en diciembre de 1933, pretendían seguir el ejemplo en Asturias. En febrero, cuando se convocó Pleno Nacional de la CNT en Barcelona y la mayoría de las secciones votaron en contra de cualquier alianza – de hecho, la CNT nunca entró al pacto en Cataluña –, los asturianos se quedaron plenamente decepcionados. A finales de febrero, los presos cenetistas salieron de la cárcel, resueltos a llevar adelante su postura a pesar del Comité Nacional.

La interpretación que ellos hacían era que la postura aliancista era un reflejo de la solidaridad que se había desarrollado entre los trabajadores asturianos en los últimos tiempos: “el ambiente aliancista que existe entre los trabajadores me hace creer que la Alianza se hará por encima de todo porque es el clamor del pueblo trabajador”[3]   . La cooperación entre las organizaciones sindicales había empezado a fraguarse en la huelga general de febrero de 1933, cuando se formó un comité de huelga único entre anarquistas y socialistas; y también con los llamamientos a la unidad del comité de Langreo del Frente Único hechos en enero de 1934.

La correlación de fuerzas en el debate aliancista era la siguiente: la naciente Alianza Obrera en Cataluña suponía un modelo a imitar; la CNT asturiana insistía en su vocación unitaria; algunas voces en el seno cenetista – como Valeriano Orobón Fernández – sostenían también un criterio aliancista, especialmente después de lo ocurrido en Alemania; el PSOE fijaba posiciones proaliancistas a escala nacional, pero tampoco se esforzaba en posibilitar encuentros con la CNT, encomendando sus posibilidades a la atracción del resto de fuerzas obreras hacia su amparo; y la CNT recelaba del socialismo y se negaba a un proyecto conjunto.

El 9 de marzo se celebró, por fin, un pleno del Comité Regional de la CNT: en él triunfaron las posturas de los excarcelados frente a la oposición antiunitaria de la sección de La Felguera. Designaron, entonces, una comisión para iniciar las gestiones aliancistas, que formaron José María Martínez – taxista del Sindicato del Transporte –, Segundo Blanco y Avelino González Entrialgo – metalúrgico de Moreda –. Segundo Blanco no aceptó la designación y fue sustituido por Horacio Argüelles – del Sindicato de la Construcción –.

El martes, día 13 de marzo, tuvo lugar la primera reunión entre delegados de la CNT y de la UGT asturianas. Transcribo las palabras que utilizó el propio Entrialgo en sus notas:

El martes, día 13, a las dos de la tarde, nos trasladamos a Oviedo y en la Casa del Pueblo nos reunimos con Graciano Antuña, quien ya conocía nuestra misión por la credencial que el domingo le entregaron y que fue quemada inmediatamente de conocida para evitar peligros. (…) José María dijo que los momentos actuales requieren la constitución inmediata de la Alianza Obrera Revolucionaria y por entenderlo así la Regional Asturiana acordó dar este paso teniendo además en cuenta las distintas sugerencias de la UGT en Gijón. (…) Antuña nos dice que se congratula de que por fin vayamos todos unidos a la lucha.[4]

La siguiente reunión tuvo lugar el 18 de marzo en Gijón, y asistieron los tres delegados cenetistas y Graciano Antuña y Bonifacio Martín como representantes de UGT y FSA. En ese encuentro discutieron el proyecto de pacto de Alianza que traían los socialistas y que emulaba los seguidos en Valencia, Cataluña o Zaragoza[5]. El principal problema que plantearon los cenetistas fue la extensión del pacto a la FSA, porque ellos estaban autorizados a tratar con la UGT. Antuña respondió que la UGT “no tiene la misma estructura que la CNT y que se mueve y actúa de acuerdo con la orientación socialista (…) la compenetración es tal que aquí podemos ver que aunque él representa a la FSA sabemos que él es Secretario del SMA”[6].

Mientras en Asturias la UGT y la CNT negociaban su coordinación, en Cataluña la Alianza Obrera llamaba a la huelga en solidaridad con los trabajadores madrileños de la prensa: era la primera experiencia aliancista y la primera gran movilización obrera al margen de la CNT. El éxito del llamamiento fue significativo, y al calor de éste se formaron otras alianzas en Valencia, Andalucía o Madrid. Sin embargo, no consiguieron sumar nuevas fuerzas más allá de los socialistas, treintistas anarquistas y los pequeños BOC e ICE. A nivel nacional, la facción caballerista impuso el inmovilismo para no desgastar fuerzas de cara al futuro proyecto insurreccional: la Alianza Obrera quedó sustancialmente bloqueada.

El 27 de marzo a las ocho de la noche se volvieron a reunir en la sede de la UGT de Gijón las dos representaciones completas. Debatieron entonces el Proyecto de Pacto, con las modificaciones que proponía la CNT y con el conflicto que suponía la inclusión de la FSA. “José María propone que al proyecto se le añada una cláusula donde diga que de esta Alianza Revolucionaria forma parte, por estar previamente de acuerdo con el contenido del Pacto, la Federación Socialista Asturiana[7]. La propuesta fue aprobada por todos y el Proyecto de Pacto quedó listo para firmarse después de darlo a conocer a las respectivas direcciones regionales.

La fecha histórica en la que se firmó la Alianza Obrera Revolucionaria de Asturias fue el 31 de marzo de 1934, sábado, en la trastienda del bar gijonés Casa Manfredo. Allí se reunieron los cinco comisionados y estamparon sus firmas: por la UGT, Bonifacio Martín; por la CNT, José María Martínez, Avelino González Entrialgo y Horacio Argüelles; y por la FSA, Graciano Antuña[8]. Decidieron también redactar una nota de prensa para Avance en la que se haría pública la Alianza Obrera, aunque se enmascararía su función real[9]. Por último, dividieron territorialmente la provincia en unidades donde se nombrarían enlaces para futuros comités aliancistas: Llanes–Ribadesella, Cangas de Onís–Arriondas, Pola de Siero–Lieres–Bimenes, Infiesto–Nava, Villaviciosa–Colunga, Laviana, Langreo (Sama y La Felguera), San Martín del Rey Aurelio, Mieres, Aller, Lena, Grado–Salas–Las Regueras, Pravia–Muros del Nalón–Soto del Barco, Tineo–Cangas de Narcea, Luarca–Navia, Castropol–Vegadeo, Avilés–Castrillón y Candás–Luanco.

En el mes de abril, como he expuesto en el capítulo anterior, la movilización obrera creció ante la repentina ofensiva gubernamental – detenciones a miembros de JJSS – y por multitud de conflictos laborales – huelgas en Mieres o Trubia –. En medio de la agitación de la primera semana, los comisionados de la Alianza volvieron a reunirse el 7 de abril en Oviedo. Aprobaron la publicación de un manifiesto como Comité de la Alianza que vio la luz el día 14. En esa misma reunión leyeron las cartas que les habían enviado la ICE – el 2 de abril desde Gijón – y el BOC – el día 4 desde Mieres –, en las que solicitaban su ingreso en la Alianza Obrera[10]. Las huelgas continuaron los días siguientes y el 14 de abril se hizo público el manifiesto aliancista, a la par que se reunía el Comité Regional de la CNT. Los comisionados aliancistas recomendaron entonces la celebración de un Pleno para dirimir el conflicto interno acerca de la Alianza: la sección de La Felguera seguía inamovible en sus posiciones antiunitarias. Se acordó convocarlo para principios de mayo.

El 24 de abril se volvió a reunir la Comisión de Alianza Obrera en Oviedo. Durante las semanas anteriores, los responsables de cada organización se habían dedicado a recorrer los pueblos de Asturias nombrando enlaces y delegados. Es curioso que en esa misma reunión Graciano Antuña, delegado de la FSA, advirtiera en estos términos a los cenetistas acerca de la importancia de la Alianza Obrera:

Antuña manifiesta que a nosotros más que a ellos nos interesa laborar con tesón porque la Alianza sea un hecho nacionalmente, pues mientras no sea así es indiscutible que nosotros estamos en inferioridad a ellos (…) porque proyectándose un hecho revolucionario por la UGT y el Partido Socialista, que lo mismo puede surgir dentro de ocho días que de seis meses, falta a ese movimiento la adhesión nacional de la CNT y al ser el orientador del mismo la UGT y el PSOE estos serán los responsables y la CNT tendrá que salir cuando los otros lo ordenen (…) él queriendo hablar con franqueza nos lo advierte para que no se diga el día de mañana que los socialistas fueron a la lucha sin contar con la CNT.[11]

Se puede comprobar que, efectivamente, la socialdemocracia asturiana era excepcional: decididamente revolucionaria y francamente aliancista.

En el anterior artículo ya abordé el éxito de la huelga del 1 de mayo de 1934. En numerosos lugares hubo mítines y actos conjuntos: Gijón, Mieres, Avilés, Sama, Laviana… Sin embargo, una parte de la CNT asturiana hizo un balance negativo de la jornada. El debate fue arduo en el Pleno Regional celebrado el 2 de mayo. El proyecto aliancista hubo que sudarlo, no cabe duda. Adjunto fragmentos de los diarios e informes de Entrialgo que ilustran las polémicas y el lenguaje de la época:

… la CNT ni debe ni puede dejarse sorprender por los socialistas, que por ser políticos saben arrimar el ascua a su sardina (…) Agapito (ferroviario) dice que la cuestión de la Alianza se lleva con tanto misterio que los propios delegados al Pleno del Comité Regional desconocen lo que se lleva hecho (…) Horacio dice que si en los más mínimos detalles se van a seguir poniendo toda serie de obstáculos no será posible la consolidación de la Alianza.[12]

Durante el mes de mayo, la Alianza participó en las huelgas, especialmente la del Sotón, y siguió danto mítines por toda Asturias. A finales de junio, el día 23, se celebró en Madrid un Pleno Nacional de la CNT. En representación de la regional asturiana, José María Martínez defendió la postura aliancista. Pero quedaron en abrumadora minoría: ni siquiera las regiones de Galicia y Centro – con las que habían entablado contacto los asturianos previamente y tenían la sensación de que eran favorables a la Alianza – les apoyaron. Los asturianos sufrieron acusaciones de indisciplina y el Pleno decidió someterlos a un congreso que se celebraría en tres meses.

Simultáneamente, el PCE consideraba así la Alianza Obrera: “una alianza contrarrevolucionaria, la Santa Alianza de los agentes de los explotadores contra el frente único, con vistas a retener a las masas en su lucha antifascista y revolucionaria”[13].

En Asturias, la Alianza Obrera fue posible porque coincidieron dos excepcionalidades: una socialdemocracia sólidamente revolucionaria y un anarquismo pragmático y aliancista. Las considero singularidades en el plano comparativo con lo que ocurría en el resto del Estado, pero no porque sus caracteres fueran inexplicables: el desarrollo y las condiciones del movimiento obrero en Asturias lo posibilitaron. En el anterior capítulo lo analicé de manera más aguda.

Los caballeristas preconizaban la contención con el pretexto de preparar el movimiento y acumular fuerzas y para evitar los enfrentamientos con el Estado que, decían, pretendían los Gobiernos de Lerroux y Samper. Las violentas respuestas gubernamentales a los conflictos sociales durante 1934, especialmente a la huelga campesina, se utilizaban como argumento para respaldar su hipótesis inmovilista. Sin embargo, los asturianos – empujados por JJSS, Avance y la combatividad de las bases del SMA – no siguieron las consignas que llegaban de Madrid: promovieron una acción limitada pero continua ante las ofensivas patronales y del Gobernador provincial. En los nueve primeros meses de 1934, en Asturias hubo seis grandes huelgas generales, once huelgas para evitar castigos y represalias y siete grandes huelgas en protesta por detenciones de compañeros. “La movilización por motivos extrarreivindicativos en lo económico dominó el panorama, permitiendo que el movimiento avanzara, se radicalizara y adquiriera una clara conciencia de su fuerza”[14]. El socialismo astur – UGT, FSA, SMA, JJSS, Avance – jugaron un papel determinante en este proceso. El viraje del socialismo fue a escala nacional después de la derrota electoral en 1933, pero la radicalización de los asturianos se entiende por el curso del movimiento obrero regional, por las posturas de sus propias bases. El papel de la juventud socialista fue central: “los jóvenes eran la vanguardia, es difícil imaginar la Comuna Asturiana sin ellos”[15]

Por su parte, la CNT asturiana fue la única regional que sostuvo una posición aliancista. La voluntad de sus militantes era, de manera mayoritaria, favorable a la cooperación con la UGT, pues el clima de tensión social por motivos políticos y económicos había unido en la práctica a ambas organizaciones. Pero también es cierto que no hubiera sido posible sin la determinación y la valentía de personas concretas dentro de la CNT asturiana que pelearon por el pacto a pesar de que eso supusiera su aislamiento y señalamiento por el resto de regionales y por propias secciones asturianas. Joaquín Maurín se explicaba así el caso astur: “la CNT asturiana parecía destinada, por su propia historia, a ser la primera en adoptar una posición realista. En los congresos del movimiento obrero español, las delegaciones asturianas han sido casi siempre las que han dado la medida, el tono justo. (…) Asturias ha sido siempre la ponderación, el criterio razonable”[16]. También es cierto que la CNT asturiana no estaba sola en la Tierra y más voces defendían posturas afines. Es interesante esta lectura de Valeriano Orobón Fernández:

La realidad del peligro fascista en España ha planteado seriamente el problema de unificar al proletariado revolucionario para una acción de alcance más amplio y radical que el meramente defensivo. El panorama en España puede resumirse en tres hechos: primero, la invalidación total de la democracia y sus expedientes políticos; segundo, la radicalización reaccionaria de la burguesía española, en marcha ostensible hacia el fascismo; tercero, el desplazamiento teórico y práctico de la socialdemocracia. Estos tres hechos han despejado el campo de la lucha de clase, creando una situación nueva y de peculiares exigencias tácticas.[17]

Los días 8 y 9 de septiembre la huelga en respuesta al acto de la CEDA en Covadonga fue tan unánime que “los cálculos optimistas del Comité de Alianza fueron sobrepasados”[18]. El día 16 de septiembre, la CNT asturiana convocó un Pleno Regional en Gijón: 98 delegados representaron 54 sindicatos con 21.498 afiliados. Conviene detenerse en los aspectos discutidos en el Pleno referentes a las tensiones internas que provocaba la Alianza.

El primero de los enfrentamientos entre aliancistas y antialiancistas se discutió con el nombre de Caso Solano Palacio. Éste era un militante de Mieres que criticó los procedimientos seguidos por el Comité Regional; a él se sumaron delegados de La Felguera, Sama o Turón. Los sindicatos gijoneses, el propio José María Martínez y el Comité Regional defendieron las gestiones hechas para el pacto aliancista. El Pleno votó la cuestión, refrendando al Comité y a Martínez. Al día siguiente, la asamblea cenetista pasó a discutir en concreto el problema de la Alianza. Era evidente que la posición mayoritaria estaba a favor de los aliancistas, pero la oposición interna era férrea y para nada desdeñable. Los representantes de los sindicatos de La Felguera argumentaron que “no ha lugar a discutir la Alianza por entender que ello significa una vulneración de principios y por tanto su aceptación habría de colocarnos al margen de la CNT”[19]. Los aliancistas respondieron en boca de Entrialgo: “la UGT va a la revolución y nosotros nos veremos arrastrados a la misma sin tener control alguno en los comités responsables para el hecho y durante el hecho revolucionario” y de Martínez: “el pacto de Alianza está circunscrito al hecho revolucionario (…) el ascenso fascista en Europa es responsabilidad de los sectarismos entre organizaciones obreras (…) los que combaten la Alianza no han acertado a dar una solución al gravísimo problema que el capitalismo y la reacción nos han planteado y que tenemos que resolver urgentemente en la hora actual”[20]. La discusión se alargó hasta las tres de la madrugada. Finalmente, por 39 votos contra 35 se aceptó el pacto de Alianza Obrera; por 21 contra 16 se decidió que la Alianza fuera con el PSOE y con la UGT. La abstención fue considerable, pero no se recogió en los documentos de la época. “La Alianza se ha sostenido. Eladio Fanjul, secretario de los metalúrgicos de La Felguera, recordará años más tarde que vio llorar a José María Martínez”[21]. Los días siguientes, el Comité de Alianza se reunió con frecuencia para tratar asuntos de preparación de la inminente insurrección.

El 27 de septiembre, los comisionados de la UGT informaron de que les había llegado una carta del PCE asturiano solicitando su ingreso en la Alianza Obrera. El Comité de Alianza acordó reunirse el 2 de octubre para discutir el asunto. ¿Cómo explicar el cambio de opinión del PCE, que se había mostrado durante todo ese tiempo tan reacio? El día 11 de septiembre se había reunido en Madrid el Comité Central comunista, aprobando las nuevas orientaciones de Moscú favorables a una línea frentepopulista como la que estaban siguiendo los comunistas franceses. Se antojan clarividentes las palabras que había dicho tiempo atrás José María Martínez: “siempre los comunistas en desacuerdo con la realidad… (…) Si ahora se yerguen contra la Alianza es porque todavía no les han ordenado lo contrario. En cuanto se lo ordenen, ante el temor de tener que disolverse como azucarillo en agua, cambiarán de postura”[22]

Ese mismo día 27, El Socialista abría portada llamando a “organización en todos los frentes. (…) El próximo puede ser nuestro octubre. (…) Sólo nos falta el poder. Hay, pues, que conquistarlo. (…) Con la bandera de la democracia no se puede ir más lejos de lo que se fue en el bienio. Hay que dar un salto mayor”[23]

Los comisionados, en previsión de lo que podía ocurrir, decidieron celebrar esos últimos días de septiembre reuniones de militantes por barriadas. En Gijón, en concreto, los cenetistas reunieron a sus compañeros en La Calzada y El Llano para designar delegados y mantenerles alerta[24]. Sus preocupaciones giraban en torno a la falta de armamento en unas horas que se antojaban decisivas; los compañeros socialistas afirmaban que estaría todo listo en el momento oportuno.

El 4 de octubre se mascaba la tempestad desde primera hora. En Mieres, Manuel Grossi relató cómo la Casa del Pueblo estaba repleta de trabajadores ávidos de noticias. Y se expresó así acerca del clima existente: “hoy, víspera de la batalla, nos damos cuenta de la influencia que tiene la Alianza Obrera entre los parias del subsuelo. A.O. Estas dos palabras han adquirido un poder mágico. (…) Confían en ellas porque confían en sí mismo, en su unión, en su fuerza. Los obreros esperan todo de la Alianza Obrera”[25]. En Gijón, la entrada de la CEDA al Gobierno se vio también como el chispazo que precipitaría el movimiento.

A nivel nacional, la coordinación insurreccional estaba en manos de un Comité Revolucionario – que en caso de que el movimiento fracasara, liberaría a las organizaciones y haría asumir a sus miembros la responsabilidad a título personal – formado por siete miembros: Largo Caballero (PSOE) presidía; Enrique de Francisco y Juan-Simeón Vidarte por el PSOE; Felipe Pretel y José Díaz Alor por la UGT; y Santiago Carrillo y Carlos Hernández Zancajo por las JJ. El día 2 de octubre, planteada ya la crisis gubernamental de Samper, este Comité se reunió en los altos de la redacción de El Socialista – Calle Carranza, número 20, Madrid – y allí los presentes votaron la opción revolucionaria. Acordaron enviar la orden definitiva en cuanto se confirmara la entrada de la CEDA al Gobierno y mandaron enlaces al resto de territorios comunicando su decisión. El día 4 se hizo pública la formación del nuevo Ejecutivo y el Comité Revolucionario cursó la orden insurreccional.

El 4 de octubre de 1934 por la tarde, toda Asturias era un hervidero. En Oviedo se entrevistaban Antuña y Martínez; en Sama y Sotrondio se reunían los jefes de grupo esperando instrucciones; a Mieres llegaban enlaces de toda la cuenca del Caudal; los dirigentes socialistas esperaban noticias en las oficinas de Avance… A las diez y media de la noche llegó el compañero con el telegrama que traía la orden de Madrid: a partir de las doce, huelga general.

Es interesante cómo vivió esas horas trascendentales Fernando Blanco Santamaría, Gobernador de Asturias:

A primera hora de la noche se recibe la noticia de haberse formado el nuevo Gobierno. ¿Será ése el instante elegido por los revolucionarios para lanzarse al movimiento? Toda la fuerza pública está en la calle, salvo los retenes indispensables que permanecen en sus cuarteles con los coches a la puerta. Los carros de Asalto y los camiones de la Guardia Civil recorren sin cesar la capital y los pueblos de las inmediaciones. Lo mismo se ordena que hagan los vehículos oficiales que se han enviado a la cuenca minera.[26]

En el caso de Asturias, la Alianza Obrera desbordó la huelga general hacia la revolución. En diferentes localidades, especialmente en la cuenca minera, la Alianza se constituyó como un segundo poder; incluso en algunos lugares y durante algunos días fue el poder único. “La Alianza resultó ser en Asturias algo más que palabrería revolucionaria (…) en octubre de 1934 se vieron dos cosas en Asturias: primero, el poder que llegaban a tener los trabajadores cuando se unían de veras; segundo, las lecciones de los experimentos de reorganización social y económica”[27]

Para finalizar este capítulo, voy a centrarme en explicar el papel de la Alianza Obrera Revolucionaria – su Comité Ejecutivo y los diferentes comités locales – y las experiencias organizativas que se desarrollaron durante los quince días del proceso revolucionario.

¿Cómo fue el nuevo orden social? Se podría pensar que Asturias se paralizó ante el conflicto armado entre revolucionarios y fuerzas gubernamentales. Pero el análisis de las fuentes históricas desestima completamente esta visión: por primera vez en España se implantó una estructura organizativa, de poder y económica que contenía elementos de un nuevo proyecto social. Estas experiencias estuvieron limitadas por las circunstancias que las rodeaban: premura, improvisación, presión militar, contradicciones entre tendencias ideológicas… Podemos cartografiar el mapa revolucionario con 8 coordenadas: los comités, la participación en el poder, abastos, propaganda, gestión industrial y producción bélica, transportes, sanidad y milicias[28]

Los comités locales se caracterizaron por la representatividad de las diferentes organizaciones obreras y por las contradicciones que la coordinación de éstas implicaba. La mayoría se eligieron por designaciones de las propias centrales sindicales, aunque el de La Argañosa (Oviedo) se eligió en asamblea de vecinos. La proporcionalidad entre afiliados y delegados en los comités no se siguió de manera pulcra: las organizaciones fueron solidarias y las minoritarias estuvieron sobrerrepresentadas. En la primera fase de la ofensiva revolucionaria – propiamente la insurrección – las tres fuerzas obreras asturianas convivieron en un marco de cooperación envidiable. Fue a partir de la crisis del Primer Comité Revolucionario – en la que entraremos después – cuando se manifestaron las contradicciones entre ellas.

El nuevo orden revolucionario constituyó una “dictadura proletaria”: todas las decisiones de la vida cotidiana fueron tomadas por los comités. Sin embargo, hubo matices democráticos: intervenciones de las bases en la ratificación de muchas decisiones, la intervención de jefes de grupo en los debates militares, asambleas improvisadas por los comités de barriada… La centralización de las decisiones fue imposible: se crearon centenares de órganos de poder que gozaron de autonomía y se coordinaron de manera espontánea y precaria. Este desarrollo peculiar fue ambivalente: por una parte, aseguró un nivel de libertad en la toma de decisiones y de creatividad de proyectos de organización social que fueron el mejor baluarte de la revolución; por otra parte, la fragmentación y escasa articulación de los comités locales favoreció la derrota militar contra los profesionales de la guerra.

La economía monetaria fue sustituida por una de vales firmados por los comités. Se impuso el racionamiento de productos básicos por las contingencias de la guerra. Las existencias de los grandes almacenes permitieron el abastecimiento de la población y de los frentes sin que se desarrollara una organización más compleja. Sí se pusieron en marcha muchas panaderías autogestionadas por sindicatos del pan. Como ejemplo de estos comités de abastos, las palabras de Entrialgo: “a las siete de la tarde [del 8 de octubre] vienen dos delegados de La Calzada a darnos cuenta de la situación de aquel barrio. Dicen que comenzó el aprovisionamiento por medio de vales, yendo bien las cosas (…) les decimos que procuren por todos los medios evitar el pillaje y los abusos que pretendieran producirse”[29]. Otro testimonio del propio Entrialgo: “desde primera hora [del martes 9 de octubre] va generalizándose el abastecimiento de los barrios por medio de vales: Pumarín, Frontón, Natahoyo, Tremañes y La Calzada. Cuantas subsistencias existen van repartiéndose equitativamente, incluyendo el reparto de leche que se hace con lo que viene de las aldeas”.

La propaganda, entendida como la difusión de los ideales revolucionarios y de las decisiones de los comités, fue otra de las actividades durante los quince días de la Comuna Asturiana. El 9 de octubre, por ejemplo, el Comité Revolucionario provincial emitió un bando en el que se recogían algunas normas a seguir en los territorios[30]. Los comités locales – Mieres, Sama, Grado, Trubia, etc. – también emitieron bandos y manifiestos de manera autónoma. El contenido de la propaganda, en la mayoría de las ocasiones, fue lamentable porque fabricó un fantasma revolucionario a escala estatal y engañaba a los combatientes acerca de cómo avanzaba la situación. Es cierto también que las informaciones que recibían los comités eran contradictorias, inexactas, adulteradas. A veces no había una mala fe explícita a la hora de propagar la supuesta buena marcha de la revolución.

Entre los aspectos más sobresalientes del orden revolucionario, la producción industrial – orientada al conflicto bélico – ocupó un lugar central. Los revolucionarios mantuvieron en condiciones las empresas metalúrgicas, como la Fábrica de Mieres o la Duro Felguera, e hicieron lo mismo con las minas. Estas instalaciones se aprovecharon para producir camiones blindados, obuses o confeccionar bombas. Lo más reseñable es que cientos de trabajadores cubrieron jornadas de hasta quince horas de manera completamente voluntaria.

La organización del transporte fue otro de los logros de los revolucionarios. El centro logístico se situó en Sama y contó con 600 vehículos operativos por todo el territorio astur, transportando hombres, abastos y materiales. También se utilizaron trenes en estas labores logísticas. Lo cierto es que la organización y la eficacia rozaron la excelencia.

La atención sanitaria fue la mayor de las preocupaciones de los revolucionarios a lo largo de toda la insurrección y especialmente en los primeros días. Se improvisaron hospitales en los que médicos republicanos, practicantes socialistas y profesionales conservadores obligados prestaron un servicio fundamental y salvaron decenas de vidas. Hubo hospitales en Sama, Mieres y Oviedo y centros asistenciales en El Llano (Gijón) y San Lázaro (Oviedo).

Por último, la organización de las fuerzas armadas de la revolución fue, seguramente, el aspecto que provocó las mayores fricciones entre las facciones de la Alianza. Los comunistas defendían a ultranza la necesidad de crear un ejército rojo, mientras que los cenetistas incidían en la estructura miliciana. Las tensiones se dieron más en planos abstractos que en lo concreto: los voluntarios siempre fueron más que los fusiles y comunistas y anarquistas insistieron en la falta de coordinación de los distintos grupos armados.

La actuación de la Alianza Obrera Revolucionaria de Asturias durante esas dos semanas de octubre puede estudiarse a partir de los testimonios de uno de los miembros del Comité Ejecutivo: Manuel Grossi Mier.

El propio Grossi describió que el Comité Regional estaba integrado por: Bonifacio Martín – FSA y UGT – como Presidente; Manuel Grossi – BOC –, Vicepresidente; José María Martínez – CNT –, Secretario; Graciano Antuña – SMA, FSA –, Tesorero; los socialistas Amador Fernández Montes, Ramón González Peña, Belarmino Tomás Álvarez y Perfecto González; los cenetistas Avelino González Entrialgo y Horacio Argüelles; Ángel Fierro, Otero y Rafael Fernández por las JJSS y Marcelino Magdalena y José Prieto por el BOC y la ICE[31]. Más tarde se sumaron los miembros del PCE.

La insurrección fue un éxito en todas las cuencas mineras. Los revolucionarios se hicieron con el poder local en pocas horas o días. Sin embargo, el curso de los acontecimientos declinó la balanza en contra de los insurrectos. El día 11 fue el punto de inflexión. En Mieres los bombardeos de la aviación gubernamental provocaron el repliegue de los mineros hacia el corazón de las cuencas; en Gijón, tras frustrarse todos los planes insurreccionales por la falta de armas, la llegada de las tropas del general Yagüe por mar y los bombardeos de los aeroplanos del Ejército, la insurrección fracasó: el Comité quedó disuelto en medio del desorden y la desesperación.

En Oviedo, la derrota inminente ante la llegada de las fuerzas gubernamentales supuso que el día 11 el Comité decidiera la retirada por primera vez. Así lo votaron Martínez y Argüelles (CNT); Peña, Antuña y los otros delegados socialistas; y José Lafuente, Simón Díaz y Juan José Manso (PCE). Asturias estaba aislada, invadida por todas partes, bombardeada y sin municiones. El acuerdo de una retirada ordenada se adoptó unánimemente, aunque los delegados comunistas pusieron objeciones. José María Martínez, que murió unas horas después en batalla, se despidió con estas palabras:

Nos despedimos tal vez para siempre. Yo no llevo la impresión de una derrota; es un accidente en la lucha y nada más. Otra vez será porque, al fin, tendrá que ser; pero lo que me compensa con creces en estos momentos es la satisfacción de haber dejado sellada la Alianza Obrera. Hemos demostrado lo que pueden conseguir los trabajadores si se unen. Las tropas del Gobierno habrán logrado vencernos, lo que no lograrán es destruir esa obra que hemos cimentado en Asturias.[32]

Esa noche, cuando los rumores de retirada comenzaron a extenderse entre los revolucionarios, cundió el caos. Algunos grupos se negaron en rotundo y otros huyeron sin esperar confirmación. Comenzaron las fricciones y las acusaciones de traidores entre comunistas y socialistas. Sin embargo, “hay una inercia que pesa más que el miedo y el caos: la inercia del combate”[33]. Hacer un balance de la situación se antoja complicado. Por un lado, los análisis del Comité eran acertados: ya no tenían opciones de victoria y la mejor opción era la recapitulación para evitar el mayor número de muertes y represalias. Por otro lado, la manera de trasladar esa decisión a los combatientes fue caótica y provocó las peores consecuencias: acusaciones de traición a las direcciones, enfrentamientos entre compañeros que habían luchado unidos, la desbandada desorganizada de muchos combatientes, el desorden… Y, más allá de esto, un elemento clave: la mayoría de los revolucionarios se negó a capitular. Antes la muerte que la derrota o la vuelta a la mina. Y esta terquedad revolucionaria plantó cara a un Ejército numeroso, profesional y organizado durante una semana más.

El día 12, la inercia de la resistencia triunfó entre los revolucionarios y se fueron reconstruyendo los comités. En Oviedo, se constituyó un segundo Comité Revolucionario a media mañana en la Plaza del Fontán, formado por cinco comunistas, tres miembros de JJSS y un cenetista. La vida de este Segundo Comité fue breve y tormentosa. El 13 de octubre fue un día de horror: las tropas gubernamentales lanzaron la ofensiva definitiva sobre Oviedo, haciendo huir a los últimos grupos de revolucionarios. Entre esos rezagados estaba Aída de la Fuente, una guaja de dieciséis años del PCE, a la que mataron trece tiros de bala en la iglesia de San Pedro de los Arcos mientras cubría la retirada de sus compañeros. Los vecinos rescataron su vestido, agujereado por las balas, y se lo entregaron lavado a su madre. Las tropas africanas de Yagüe dejaron una estela de sangre por los barrios periféricos de Oviedo por los que pasaron ese 13 de octubre: más de sesenta civiles fueron asesinados en La Argañosa y resto de barrios a las faldas del Naranco, en la Tenderina Baja, en la Fuente del Prado, en San Esteban de las Cruces o en Villafría.

Mientras Oviedo caía, se creó en Sama el Tercer Comité Revolucionario. Sus miembros fueron: Belarmino Tomás – socialista de Sama, presidente –, Perfecto González – socialista de Sama –, Guzmán García – socialista de Mieres –, otros tres socialistas, Manso – comunista de Trubia –, José Suárez – comunista de Grado – y un tal V – comunista de Grado –. Participaron en la elección cenetistas de La Felguera que no quisieron tener delegados en el Comité. La misión que este nuevo núcleo dirigente propuso como fundamental fue la preparación del repliegue de la revolución. Sin embargo, las bases seguían sin querer abandonar la lucha y ofrecieron una resistencia heroica en el frente del sur, en Grado, en Pola de Siero y en la periferia de Oviedo.

No quisiera terminar el capítulo sin mencionar la matanza de Turón. Porque es de justicia que el lector o la lectora conozca también las atrocidades que cometieron los revolucionarios. En ese valle cercano a Mieres, los revolucionarios fusilaron la noche del 8 de octubre a más de diez personas, entre carabineros detenidos y religiosos locales. El día 14, tras enterarse de la matanza de Villafría, fusilaron a tres militantes fascistas que tenían detenidos. También es de justicia decir que muchos de los testimonios de revolucionarios y de la bibliografía sobre el ochobre del 34 rechazan y repudian los crímenes que se cometieron en Turón.

La rendición de los revolucionarios llegó, finalmente, el 18 de octubre. En el cuartel Pelayo – actual Campus del Milán de la Universidad de Oviedo – se reunieron el general López Ochoa y Belarmino Tomás. “Antes de que empecemos a tratar lo que aquí me trae, quiero que no pierda usted de vista que quienes nos hallamos frente a frente somos dos generales; el de las fuerzas gubernamentales, que es usted, y el de las revolucionarias, que soy yo” empezó Tomás. “Vengo a decirle que estamos dispuestos a dar por terminado el movimiento, siempre que lleguemos a una inteligencia; pero no a rendirnos sin condiciones. Nos falta munición, pero tenemos dinamita suficiente para retrasar dos meses la entrada de las fuerzas en la cuenca”[34]. Las negociaciones finalizaron con el compromiso de los revolucionarios de entregar las armas y a una parte de los miembros del Comité Regional y de los de Mieres y Trubia a las autoridades; y la promesa del Gobierno de retirar a los Regulares y al Tercio de los frentes, además de que éstos no entraran en las cuencas. Tomás volvió a Sama y desde el balcón del Ayuntamiento proclamó frente a una multitud expectante el fin de la revolución. Algunos protestaron, acusándole de traidor. Pero la mayoría le escuchaba.

Camaradas: si creéis que somos unos traidores, pegadnos un tiro. Pero no continuéis vertiendo sangre cuando ya todas las posibilidades de éxito están perdidas. (…) Nadie, absolutamente nadie, podrá borrar de la Historia lo que significa nuestra insurrección. (…) Lo que hoy hacemos es simplemente un alto en el camino, procurando al mismo tiempo organizar nuestra segunda y próxima batalla, que debe culminar en el triunfo total de los explotados.[35]

El último bando del Comité Revolucionario de Asturias, con fecha 18 de octubre de 1934, daba por concluida la insurrección, entendiendo su final como “un alto en el camino, un paréntesis”, porque “al proletariado se le puede derrotar, pero jamás vencer”[36].

Primera reunión entre Graciano Antuña (SMA-UGT) y los delegados de la CNT.

Extracto del Proyecto de Pacto de la Alianza Obrera Revolucionaria de Asturias, escrito a mano por Avelino González Entrialgo.

Pacto de la Alianza Obrera Revolucionaria de Asturias.

Manifiesto de la Alianza Obrera Revolucionaria de Asturias

 

Extractos de las cartas de ICE y BOC solicitando entrar a la Alianza Obrera

Mapa 1: Barrios de Gijón

FUENTE: El Comercio, https://www.elcomercio.es/gijon/gijon-poablacion-extranjera-llano-nuevo-roces-20190930012038-ntvo.html

Bando del Comité Revolucionario de Alianza de Obreros y Campesinos de Asturias

«Hacemos saber:

» Que el Comité Revolucionario, como intérprete de la voluntad popular, y velando por los intereses de la Revolución, se dispone a tomar, con la energía necesaria, todas las medidas conducentes a encauzar el curso del movimiento. A tal efecto, disponemos:

» 1. El cese radical de todo acto de pillaje, previniendo que todo individuo que sea cogido en un acto de esta naturaleza será pasado por las armas.

» 2. Todo individuo que posee armas en su poder debe presentarse inmediatamente ante el Comité a identificar su personalidad. A quien se coja con armas en su domicilio o en la calle, sin la correspondiente declaración, será juzgado severamente.

» 3. Todo el que tenga en su domicilio artículos productos del pillaje o cantidades de los mismos que sean productos de ocultaciones, se les conmina a hacer entrega de los mismos inmediatamente. El que así no lo haga, se atendrá a las consecuencias naturales como enemigos de la Revolución.

» 4. Todos los víveres existentes, así como artículos de vestir, quedan confiscados.

» 5. Se ruega la presentación inmediata ante este Comité de todos los miembros pertenecientes a los Comités directivos de las organizaciones obreras de la localidad, para normalizar la distribución y consumo de víveres y artículos de vestir.

» 6. Los miembros de los partidos y Juventudes obreras de la localidad deben presentarse inmediatamente con su correspondiente carnet para constituir la guardia roja que ha de velar por el orden y la buena marcha de la Revolución.

» En Oviedo, a 9 de octubre de 1934.»

Último bando del Comité Revolucionario de Asturias

«A todos los trabajadores:

El día cinco del mes en curso comenzó la insurrección gloriosa del proletariado contra la burguesía, y después de probada la capacidad revolucionaria de las masas obreras para los objetivos de gobierno, ofreciendo alternativas de ataque y defensa ponderadas, estimamos necesaria una tregua en la lucha, deponiendo las armas en evitación de males mayores. Por ello, reunidos todos los comités revolucionarios con el provincial, se acordó la vuelta a la normalidad, encareciéndoos a todos os reintegréis, de forma ordenada, consciente y serena, al trabajo. Esta retirada nuestra, camaradas, la consideramos honrosa por inevitable. La diferencia de medios de lucha, cuando nosotros hemos rendido tributo de ideales y de hombría en el teatro de la guerra, y el enemigo cuenta con elementos modernos de combate, nos llevó por ética revolucionaria a adoptar esta actitud extrema. Es un alto en el camino, un paréntesis, un descanso reparador después de tanto surmenaje. Nosotros, camaradas, os recordamos esta frase histórica “al proletariado se le puede derrotar, pero jamás vencer”.

¡Todos al trabajo y a continuar luchando por el triunfo!

Comité Provincial Revolucionario de Asturias, 18 de octubre de 1934.»

Notas

[1] Habanera roja. Interpretada por Nacho Vegas en Cantares de una revolución. Recogida en Ramón Lluís Bande, Cuaderno de la Revolución (Oviedo: Editorial Pez de Plata, 2019), pág. 20-22.

[2] Paco Ignacio Taibo II, Asturias…, op. cit., pág. 31.

[3] Cita de José María Martínez en Adrian Shubert: Hacia la revolución…, op. cit., pág. 203.

[4] Avelino González Entrialgo, «Gestiones para la Alianza Obrera Revolucionaria en Asturias», Servicios Documentales, Salamanca (Gijón J-12). Adjunto copia del documento original al final del artículo.

[5] Adjunto al final del artículo el Proyecto de Pacto manuscrito por Avelino González Entrialgo.

[6] Avelino González Entrialgo, «Gestiones para la Alianza Obrera Revolucionaria en Asturias», Servicios Documentales, Salamanca (Gijón J-12).

[7] Ibidem.

[8] Pacto de la Alianza Obrera Revolucionaria de Asturias al final del capítulo.

[9] Manifiesto de la Alianza Obrera Revolucionaria de Asturias al final del capítulo.

[10] Extractos de las cartas de ICE y BOC solicitando entrar a la Alianza Obrera al final del capítulo.

[11] Avelino González Entrialgo, «Gestiones para la Alianza Obrera Revolucionaria en Asturias», Servicios Documentales, Salamanca (Gijón J-12).

[12] Ibidem.

[13] Mundo Obrero, junio de 1934.

[14] Paco Ignacio Taibo II, Asturias…, op. cit., pág. 31.

[15] Bernardo Díaz Nosty, La comuna asturiana (Madrid: Editorial Zero, 1977), pág. 151.

[16] Joaquín Maurín, Hacia la segunda revolución (Barcelona: Gráficas Alfa, 1935), pág. 147.

[17] Cita recogida en José Peirats, La CNT en la revolución española (París: Ruedo Ibérico, 1971), pág. 83.

[18] En palabras de Avelino González Entrialgo, «Gestiones para la Alianza Obrera Revolucionaria en Asturias», Servicios Documentales, Salamanca (Gijón J-12).

[19] Paco Ignacio Taibo II, Asturias…, op. cit., pág. 141.

[20] Ibidem, pág. 141-142.

[21] Ibidem, pág. 143.

[22] Víctor Alba, La Alianza Obrera. Historia y análisis de una táctica de unidad en España (Gijón: Júcar, 1978), pág. 142.

[23] El Socialista, septiembre de 1934.

[24] Mapa 1: Barrios de Gijón al final del artículo.

[25] Manuel Grossi, La insurrección de Asturias…, op. cit., pág. 50.

[26] Fernando Blanco Santamaría, «Notas informativas sobre su gestión en el Gobierno Civil de la provincia de Asturias», Archivo de la Guardia Civil, Salamanca.

[27] John Brademas, Anarcosindicalismo y revolución en España, 1930-1937 (Barcelona: Ariel, 1974), pág. 147.

[28] Estos 8 elementos son propuestos en Paco Ignacio Taibo II, Asturias…, op. cit., pág. 451.

[29] Avelino González Entrialgo, «Revolución en Gijón», Servicios Documentales, Salamanca (Gijón-J12).

[30] Se adjunta al final del artículo: Bando del Comité Revolucionario de Alianza de Obreros y Campesinos de Asturias.

[31] Manuel Grossi, La insurrección de Asturias…, op. cit., pág. 38-39.

[32] Paco Ignacio Taibo II, Asturias…, op. cit., pág. 391.

[33] Ibidem, pág. 395.

[34] Cita de Belarmino Tomás en Paco Ignacio Taibo II, Asturias…, op. cit., pág. 467.

[35] Discurso de Belarmino Tomás en Manuel Grossi, La insurrección de Asturias…, op. cit., pág. 160-161.

[36] Texto completo al final del artículo: Último bando del Comité Revolucionario de Asturias.

Sobre el autor: Vigil Noguerol, Irene

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