Recensión publicada en Trasversales nº 49, 2019, del libro de Andreu Nin: Cartas desde Moscú (1921-1930), Pelai Pagès (ed.), Laertes – El Perro Malo, Toledo 2019, 252 pp.
Disponible en el Catálogo de Publicaciones de la Fundación Andreu Nin.
Para entender la relevancia de este libro conviene recordar que Andreu Nin contaba 29 años cuando llegó a Moscú en junio de 1921. Ya disponía de un importante bagaje político tras militar, siguiendo una secuencia cronológica, dentro de formaciones como el nacionalismo catalán de izquierda, el republicanismo radical, el socialismo, el sindicalismo revolucionario y, por último, una identificación como cenetista con la Revolución de octubre tras la adhesión de la CNT a la III Internacional en diciembre de 1919. Así pues, junto con Joaquín Maurín, Hilario Arlandis y Jesús Ibañez formó parte de la delegación cenetista pro-bolchevique encargada de asistir al Congreso constituyente de la ISR (Internacional Sindical Roja) que se celebraría en Moscú en julio de 1921. Por entonces resonaban todavía con fuerza los ecos de una revolución socialista triunfante acompañados de una realidad amenazante como fue la prolongada guerra civil que sembró en Rusia una hambruna y ruina indescriptibles unido a la percepción de que el recién creado Estado obrero estaría sometido a un persistente e indefinido asedio. Este sitio fue posible dado el reflujo que estaba experimentando el movimiento obrero europeo tras una primera oleada de estallidos revolucionarios (1917-1920), todos los cuales naufragaron tras la temprana derrota de la revolución espartaquista en Alemania. Desde entonces iba ya aflorando en el partido bolchevique la necesidad de afrontar, para su propia supervivencia, la siguiente disyuntiva: o bien internacionalizar la revolución social mediante su extensión a los países más avanzados, para así consolidar la frágil revolución socialista rusa anclada en un país atrasado, o bien retraerse a los confines del recién creado Estado obrero barajando la idea de la posibilidad de construir el socialismo en un solo país, un concepto hasta entonces ajeno a un planteamiento marxista, pero aun así vino a ser la idea-fuerza del ya incipiente estalinismo. La pujante Oposición de Izquierda en Rusia, impulsada y vinculada a Trotsky, y con la que Nin se identificaría plenamente en 1925, se enfrentaría en los años siguientes al Thermidor ruso. ¿Cómo cambiar la situación? Ya en 1921 el tercer Congreso de la III Internacional planteó la necesidad de poner en pie Frentes Únicos de clase como eje y tarea fundamental para extender y defender la Revolución rusa. Implicaba que los recién creados pero minoritarios partidos comunistas debían volcarse en la inmediata organización y conquista de las masas obreras, colaborando para ello con los partidos y sindicatos obreros, generalmente de naturaleza reformista. De aquí la importancia que entonces adquiriría la Internacional Sindical Roja para alcanzar ese fin. Nin, como queda reflejado reiteradamente en la correspondencia, abrazó -como internacionalista, revolucionario y militante del bolchevismo- la idea de extender la revolución rusa mediante la creación a nivel mundial de partidos y sindicatos afines de masas. A esa tarea se encomendó Andreu Nin durante su larga estancia en Moscú y así queda reflejado de forma muy recurrente en su correspondencia.
Su identificación con la revolución rusa vino acompañada de un dominio del idioma y de la cultura rusa, sin duda facilitado tras casarse con la rusa Olga Tareeva en 1922. Este conjunto de circunstancias hace que Nin merezca un reconocimiento especial por ser innegablemente y ante todo el único comunista español que fuera testigo y partícipe directo del devenir de la Revolución rusa entre 1921 y 1930. Este libro, cuya edición corre a cargo de Pelai Pagès, historiador dedicado desde los años 70 a rescatar la figura política de Andreu Nin y autor de numerosas obras sobre su trayectoria y su tiempo, recupera en esta ocasión la correspondencia inédita en español que Nin mantuvo durante su obligada, larga y políticamente relevante estancia en Moscú. Se trata, en definitiva, de una interesante correspondencia que ha permanecido depositada en archivos diversos, en buena medida policiales. El libro tiene un prólogo de Pelai Pagès don de describe la trayectoria política y vital de Nin hasta 1930, todo lo cual permite contextualizar su acción política y la misma correspondencia en varias fases. Además, todas las cartas van acompañadas de abundantes, necesarias y laboriosas aclaraciones a pie de página, una relación biográfica de sus interlocutores más importantes, un listado y breve descripción de las organizaciones políticas y sindicales, una cronología de los hechos más significativos entre 1921-1930 y finalmente un breve listado bibliográfico. No menos meritorio es el álbum, confeccionado por Francisco Carvajal, que recoge extraordinarias y bien seleccionadas instantáneas fotográficas a color, todas relacionadas con los hitos más relevantes que jalonaron la estancia de Andreu Nin en la URSS. El álbum fotográfico va acompañado de un esmerado texto que resume igualmente los hechos más significativos que marcaron las vivencias de Nin en Rusia. Por último, resulta necesario destacar las originales y llamativas ilustraciones de Lluis Juste de Nin intercaladas a lo largo de la obra.
Conviene también señalar que esta recopilación de cartas, de carácter fragmentario, con temática diversa e interlocutores de variada significación histórica, revela los contactos personales y políticos más relevantes para Nin desde la capital de la Rusia revolucionaria, sumida como señalamos desde 1924 en una deriva contradictoria tras la muerte de Lenin. Los vaivenes políticos que registró el primer Estado obrero fueron interpretados -como lo reiteraría insistentemente León Trotsky- como una degeneración y desfiguración burocrática del Estado obrero, un proceso que fue gestándose durante el paso de un comunismo de guerra (1918-1921) a una etapa de reconstrucción mediante la coexistencia de una economía estatalizada con otra de mercado (Nueva Política Económica, NEP) que perduraría hasta 1929 cuando el estalinismo, ya consolidado, dio un brusco giro implementando colectivizaciones forzosas al abrigo de una estrategia ultraizquierdista y sectaria de «clase contra clase». Este viraje fue seguido de una implacable persecución, deportación y eliminación de toda disidencia. Andreu Nin no fue una excepción, fue primero depuesto de todas sus responsabilidades políticas en 1926 y finalmente, tras su ostracismo político, expulsado de la URSS en 1929, aunque no llegaría a Barcelona, por falta de documentación y de un país de acogida, hasta septiembre de 1930. Una vez en Barcelona apareció revestido con la aureola de «el catalá de la URSS» como se apunta en las dos entrevistas tan clarificadoras que recoge el libro, una aparecida en 1930 en la revista Imatges y otra de 1933 recogida en la publicación La Rambla. Este libro también pone de manifiesto que el pensamiento, la acción y la actividad militante de un marxista revolucionario como Andreu Nin, tal como él mismo se define, ha sido sistemáticamente silenciada, desfigurada o denostada hasta fechas recientes no sólo por sus adversarios políticos, lo que podía darse por descontado, sino también y en especial por los estalinistas y sus epígonos. Y, a pesar de ello, sus ideas y su actividad al servicio de la revolución socialista y el internacionalismo se ha salvado del naufragio que sufrió en 1989 un estalinismo que hasta entonces se auto-arrogaba ser el único exponente del comunismo y heredero directo de la revolución rusa, a pesar de que nada fuera más ajeno a la realidad. Esta circunstancia hace que sea obligado poner en valor que Nin desde Moscú, como secretario de la Internacional Comunista y de la Internacional Sindical Roja, se encargara de importantes y difíciles misiones políticas en Europa y América Latina, que fuera testigo de los avatares que sufrió el primer Estado Obrero asediado tras una devastadora guerra civil, del retroceso que experimentó el movimiento obrero europeo y del súbito avance, particularmente visible en Italia, de un proceso contrarrevolucionario en forma de fascismo o de formas de gobierno dictatoriales y autoritarias de derechas como fue el caso de la dictadura de Primo de Rivera en España. La correspondencia de Nin recoge explícita o implícitamente estos rasgos generales que, trasladados a su persona, iban acompañados de huidas, persecuciones, encarcelamientos y controles policiales por parte de todos los países. Todo esto es necesario que se tenga en cuenta cuando se repasa la trayectoria de la entereza de las convicciones de Andreu Nin tal como aparecen nítidamente reflejadas en su correspondencia. Las cartas de Nin desde Moscú revelan particularmente su estrecha vinculación con Joaquín Maurín, forjada años atrás en el seno de la CNT para imbuir al cenetismo y al comunismo español de coherencia ideológica frente a lo que ambos calificaban como «troglodismo» de la dirección cenetista, enquistada en un anarquismo confuso tras el asesinato de Salvador Seguí, y la insignificancia e inoperatividad del PCE para afrontar las tareas del momento. Después, esa misma estrecha amistad confluiría en la fundación del POUM en 1935. La correspondencia con León Trotsky deja a su vez bien clara la identificación de Nin con el trotskismo al militar, desde el inicio, en la Oposición de Izquierda de la URSS con el fin de reformar la ya mencionada degeneración burocrática del Estado obrero ruso. Las cartas nos permiten asimismo entender que se mantuvo informado de todo lo que acontecía en España, y especialmente en Cataluña, por medio de la constante recepción de prensa y publicaciones españolas, todo lo cual contribuyó a que también fuera un prolífico escritor redactando informes, artículos, folletos y libros sobre los temas más candentes del momento con títulos como «El sindicalismo revolucionario y la Internacional» (1923), «El fascismo y los sindicatos» (1923), «El movimiento sindical en España» (1926) o «Las dictaduras de nuestro tiempo» (1930), además de todo lo que tenía redactado a medias para una próxima publicación. Especial mención merece en este sentido su vinculación a la editorial Ediciones Europa-América impulsada por la III Internacional y dirigida por Joaquín Maurín desde París. Nin no sólo publicó obras políticas de divulgación, sino que también tradujo -bien al castellano o al catalán- obras de Lenin («El Estado y la revolución», «Páginas escogidas», «El imperialismo como etapa superior del capitalismo»), Trotski («Mis peripecias en España»), Plejánov («Anarquismo y socialismo)». Esta actividad la desarrolló sobre todo entre 1926-1929, periodo en el que fue despojado de toda responsabilidad política. Durante esos años tradujo también obras de clásicos rusos como F. Dostoievski «Crimen y castigo» (1929) y B. Pilniak «El Volga desemboca en el mar Caspio» (1931) como forma de ganarse la vida en tiempos de penuria.