Artículo publicado en su versión original italiana en Socialismo o barbarie, nº 24, diciembre 1996. Traducción castellana de Iniciativa Socialista (nº 43, febrero 1997).
El asesinato de Pietro Tresso. Año: 1943. Lugar: sur de Francia. Acusación: trotskismo. Mano: estalinista. Otro dramático episodio a conocer, otro fragmento de la verdad a descubrir.
Las revoluciones democráticas de 1989 han golpeado a muerte el gran engaño del estalinismo y del «socialismo real». Han empezado a hacer justicia y limpieza del mortífero aparato que durante decenios ha jugado con todos los medios posibles sus propias funciones contrarrevolucionarias y antisocialitas, jugando un papel indispensable en el apoyo, cobertura y acompañamiento del sistema capitalista. Con todos los medios: porque parte esencial del modo de ser del estalinismo y de su esencia política burguesa ha sido el contraponerse a todo germen de socialismo, a toda potencialidad o realidad revolucionaria, con la instrumentalidad, el humo ideológico, la lógica de aparato, la violencia de la calumnia y del engaño, el chantaje. Y cuando la mentira y la re-escritura de la historia no bastaban, enjaular y truncar la potencialidad socialista significaba utilizar los servicios secretos, las cárceles, la tortura, los homicidios, los tanques. La historia del estalinismo es también la historia de los crímenes cometidos contra el proletariado, contra los pueblos, contra la humanidad. Crímenes que han sembrado la lúcida y obsesionante coherencia de la sanguinaria reacción Contra revolución y socialismo y contra todos aquellos que se hacían sus intérpretes.
El hundimiento del «socialismo real», el cambio de época representado por el 89, han permitido volver a esta historia, afrontarla con mayor coherencia y con mayor conocimiento, pero también reclamar, y finalmente obtener, justicia y verdad sobre estos crímenes, disipando las nieblas del engaño estratificadas durante decenios. Engaños y crímenes que afectan al estalinismo en su conjunto y a sus componentes nacionales, todas igualmente corresponsables y parte del proyecto contrarrevolucionario y antisocialista. Hoy no solamente es indispensable recoger el hilo de la memoria sobre el papel del estalinismo en tantas revoluciones (China, España, Hungría), sino también preguntarse de nuevo por la suerte de tantos protagonistas que se contrapusieron al estalinismo en nombre de la revolución y del socialismo, y que por esa razón han pagado con su vida.
Una contribución fundamental ha sido aportada por el libro de Pierre Broué y Raymond Vacheron: Asesinatos en el maquis. La trágica muerte de Pietro Tresso, publicado por Prospettiva Edizioni. Cincuenta años después de aquella misteriosa desaparición» de Blasco, el nombre de guerra de Tresso, finalmente esta investigación muestra todo aquello que en estos decenios había sido imposible probar: Tresso, junto a otros tres trotskistas, Abraham Sadek, Pierre Salini y Jean Reboul, fue asesinado, fusilado en el campo partisano de Raffy por militantes del Partido Comunista francés; que le habían hecho escapar algunas semanas antes de la prisión en la que estaba recluido. Un asesinato con la directa participación de los servicios secretos de Moscú, la implicación de la dirección del Partido Comunista francés y el aval y cobertura de la dirección del Partido Comunista italiano. Togliatti, personalmente, echó tierra durante decenios sobre este caso, del que tenía perfecto conocimiento (como demuestra el libro), contribuyendo al velo de mentira que ha tratado de borrar de la memoria a un protagonista del movimiento obrero italiano como Pietro Tresso.
El libro de Broué-Vacheron permite reflexionar sobre la realidad del estalinismo, reabrir una página que se quería mantener sepultada y olvidada, exigir que se arroje toda la luz sobre el asesinato por parte de los herederos del PCI (PDS y PRC) a través de sus archivos, pero además permite redescubrir una figura que, no por casualidad, se ha tratado de borrar: todavía hoy es extremadamente difícil encontrar información y datos sobre Pietro Tresso, a pesar del papel que había jugado en el mismo PCI.
Tresso fue un dirigente del PCI de origen proletario, nacido en Schio en el año 1893,autodidacta de formación, ya que comenzó a trabajar a la edad de nueve años, convirtiéndose en sastre. Su primera aproximación al movimiento obrero, que se convirtió en una opción definitiva de vida, se produce en la Juventud Socialista. En 1921 se encuentra entre los fundadores del PCI, donde se encuadró entre los partidarios de Bordiga, desarrollando una intensa obra de organización sindical. Delegado en el IV Congreso de la Internacional Comunista, en 1922, forma parte de los órganos dirigentes de la Internacional Sindical Roja. Mientras tanto, se fue acentuando su interés y su capacidad respecto a los aspectos organizativos. En el Congreso de 1926 entró como miembro candidato al comité central, y a fines del mismo año, tras la detención de Gramsci (por el que se había pronunciado, abandonando, aunque con reservas a Bordiga) y otros por el régimen fascista, lo que trastornó la estructura dirigente y organizativa del PCI, formó parte del máximo organismo de dirección del partido, el Buró Político, como responsable de los asuntos organizativos.
En este período se produce el acontecimiento más conocido sobre Tresso, y que determinó su expulsión del partido: el denominado svolta (giro) que representó la definitiva sumisión del PCI a los dictados y a las imposiciones de la Internacional en proceso de estalinización. El giro fue la traducción italiana del tercer período estalinista, el zigzag extremista por el que todos los partidos debían prepararse para la insurrección victoriosa. En estas condiciones, el principal enemigo no era la reacción fascista, sino la socialdemocracia, definida como socialfascismo. Esta fue la política que selló la normalización de la Internacional como feudo del estalinismo y de los intereses estatales de la URSS, y que otorga a Stalin la responsabilidad histórica en el ascenso del nazismo en Alemania.
En Italia el enfrentamiento no toma la forma de una lucha entre diferentes opciones políticas, pero sí la de una contraposición rápidamente exacerbada sobre las formas organizativas del giro en Italia. En el Buró Político se produjo una alianza entre Tresso, Ravazzoli y Leonetti (los tres) contra los métodos extremistas de los jóvenes guiados por Longo y apoyados por Togliatti, que buscaba su definitiva legitimación en Moscú tras sus peligrosas veleidades bujarinianas.
La conclusión de este choque fue la expulsión definitiva de los tres en junio de 1930, aunque es importante subrayar que la victoria de Togliatti, que reforzó su posición y dio un gran impulso a la estalinización del PCI, se debió también a la debilidad, contradictoriedad y confusiones de la oposición.
En realidad, en el momento de la batalla, ninguno de los opositores, y tanto menos Tresso (que hasta el fatídico 1930 se había presentado siempre como convencido portavoz de las orientaciones estalinistas), puso en discusión la política estalinista del Tercer período: la confrontación se centró en la situación objetiva de Italia y en el extremismo organizativo togliattiano (que, entre otras cosas, llevará al PCI a una verdadera hecatombe en los meses siguientes), y no sobre la lucha contra el estalinismo.
Precisamente, fue la conciencia de la necesidad de no limitarse a una serie de elementos de contraposición, para pasar a actuar más a fondo, atacando directamente la base misma de la línea y del poder de Togliatti -base constituida por la concepción estalinista-, lo que llevó a los tres, demasiado tardíamente, a transformar su oposición a Togliatti en una lucha contra Stalin, aliándose frecuentemente con la oposición de izquierda, referente natural para esta batalla. Los tres se autocriticarán sucesivamente por no haber llevado a fondo la batalla contra la mayoría, pero en realidad la clarificación completa, la elección de campo, tendrá lugar en los meses y años siguientes, no tanto con la efímera conformación de la NOI (Nueva Oposición Italiana), destinada a agotarse en poco tiempo sin dejar huellas consistentes en la historia del movimiento obrero italiano, sino a través de las opciones individuales.
Si bien Ravazzoli adhirió pronto a la socialdemocracia y Leonetti abandonó el movimiento trotskista en la segunda mitad de los años treinta, iniciando un largo recorrido que le llevará en 1962 a ser readmitido en el PCI, Tresso, exiliado en Francia, adhiere conscientemente y de manera cada vez más completa a la Oposición de izquierda, militando en las organizaciones trotskistas francesas, iniciando una rica relación epistolar con Trotski, participando en el Congreso de fundación de la Cuarta Internacional en 1938 y, en particular, dedicándose a una constante denuncia de la crueldad del estalinismo, de sus métodos criminales, del evidente significado contrarrevolucionario que asumía, no perdiendo ocasión de atacar a la dirección estalinista del PCI, con Togliatti en primer lugar, por su política de conciliación de clases.
Para el estalinismo internacional, Tresso era tanto más peligroso porque sus denuncias venían de quien había sido dirigente durante años, en los máximos niveles, de un partido comunista; de alguien que luchaba en nombre del marxismo revolucionario contra la mentira y los engaños en los que él mismo había creído y de los que él mismo se había hecho portador. Era un «perro rabioso», en la terminología grata al estalinismo, y su suerte estaba echada.
Una verdad borrada
La investigación de Broúé y Vacheron reconstruye los sucesos de 1943, no sólo a través de una atenta criba de documentos, en particular de las fuentes primarias, sino ante todo con el testimonio inédito de quien vivió junto a Pietro Tresso sus últimos meses. Gracias a la perseverancia de Vacheron y su pequeña grabadora, los testimonios directos que durante 50 años habían ocultado la verdad en nombre de los «intereses del partido», que habían convivido con el conocimiento de un crimen del que en algunos casos eran copartípes en nombre de un ideal que era una mentira y un engaño, en nombre de una línea y de una fe por las que, como escriben Broué y Vacheron, se transformaban en «hombres que querían y creían contribuir a liberar a la humanidad asesinando a sus hermanos de armas y de ideas», estos hombres, tras 1989, han decidido liberarse del fardo y saldar cuentas con su pasado, de forma muy dolorosa, revelando la verdad. En las angustias, en las amnesias, en las autojustificaciones, en los derrumbamientos personales de estos testigos que han sido estalinistas se revela también el significado que ha tenido el estalinismo entre los trabajadores, los jóvenes y las mujeres que él ha infectado y sometido a su propio juego.
En este libro se ve desplegarse el profundo cinismo del estalinismo, de los dirigentes comunistas; para los que la humanidad era un instrumento sometido a sus propias intenciones. Cómo en las evasiones selectivas, en las que se organizaba la fuga de una prisión solamente para los jefes o los militantes más «fieles a la línea», mientras decenas de prisioneros políticos, encarcelados por haber alzado una bandera roja un primero de mayo o por haber organizado una huelga, eran abandonados a una suerte en la que se preveía su transferencia a los campos de exterminio nazi.
Pietro Tresso, que había continuado su actividad en la clandestinidad rechazando expatriarse tras la invasión nazi en Francia, estaba prisionero, junto a los otros trotskistas, en la cárcel de Le Puy. Los dirigentes comunistas dieron la indicación de que debían ser aislados, «puestos en cuarentena», porque no eran patriotas, porque luchaban por la revolución y no por la unidad nacional con la burguesía propugnada por los estalinistas.
Los maquis comunistas organizaron la fuga de Tresso, porque no era posible hacerlo de otra manera. Pero su liquidación (una palabra que, trágicamente, aparece muchas veces en el libro) estaba ya decidida. El marxismo revolucionario, la idea de revolución y de socialismo encarnada por Pietro Tresso y por sus compañeros, eran los mayores enemigos de Stalin y de su aparato contrarrevolucionario: por ese motivo, debían intervenir los asesinos de los servicios especiales, creados precisamente con este propósito. Tresso y los otros, tras haber sido detenidos, mantenidos bajo vigilancia en el maquis comunista de Raffy durante algunos días, fueron fusilados el 26 o el 27 de octubre de 1943 por orden del jefe del maquis, un italiano de nombre Giovanni Sosso, uno de los principales dirigentes dc la Resistencia, un hombre de los servicios secretos soviéticos. Una orden que procede de una decisión tomada en las cúpulas dcl PCF, del PCI y de la Internacional, desde el momento en que Tresso no era un militante cualquiera.
Después de 50 años, la verdad ha hecho finalmente justicia a Blasco, y con él a tantos otros masacrados por el estalinismo porque su ideal seguía siendo la revolución y el socialismo. En el momento en el que la Historia y los pueblos toman venganza contra este colosal engaño que ha marcado nuestro siglo: en el momento en el que, en la época que estamos viviendo, toman impulso las razones y el compromiso del marxismo revolucionario crítico y constructivo, los escombros del pasado deben seguir siendo despejados, pues aún hay muchos crímenes del estalinismo que esperan que se haga la luz sobre ellos. Una batalla que Tresso encarnaba en primera persona, cuando terminaba una de las últimas cartas que escribió en la cárcel antes de ser «liberado»: «Sin embargo, una cosa es cierta. Es imposible soportar en silencio aquello que va contra los sentimientos más profundos del ser humano. No podemos admitir como justos los actos que sabemos son injustos. No podemos decir que lo que es falso es verdadero y que lo verdadero es falso, con el pretexto de que eso puede servir a esta o a aquella fuerza en conflicto. Eso recaería, en definitiva, sobre la humanidad entera, sobre nosotros mismos, y destruiría las razones mismas de todos nuestros esfuerzos».
Edición digital de la Fundación Andreu Nin, enero 2004