Joaquín Maurín, de revolucionario profesional a director de una agencia de Prensa (José Trasobares, 2023)

Joaquín Maurín (Bonansa, 1896-Nueva York, 1973) tuvo una vida de película, al igual que algunos de sus compañeros en el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), Andreu Nin o Julián Gorkin. Todos ellos se consideraban a sí mismos “revolucionarios profesionales”. Todos habían pasado por la CNT, habían formado parte, de una u otra forma, de fracciones bolcheviques dentro del sindicato confederal, también se habían revuelto contra la Komintern estalinista, habían coqueteado o militado con el troskismo, habían sido, sin embargo, criticados por el propio Trotski, coincidieron en la actividad grupuscular del marxismo revolucionario en Cataluña y acabaron siendo camaradas. Vivieron exilios y prisiones, sobrevivieron (o murieron como Nin, asesinado por la NKVD soviética en Alcalá de Henares tras el desmantelamiento del POUM por las autoridades republicanas en 1937) e hicieron honor a una vocación redentora y aventurera, utópica y violenta.

Maurín estudio Magisterio en Huesca y Lérida. Ejerció en esta ciudad y de inmediato se vinculó al movimiento republicano. Luego se afilio a la CNT. En 1920 era secretario de la CNT ilerdense y al año siguiente formó parte de la delegación confederal que acudió a Moscú al congreso fundacional de la Internacional Sindical Roja. A su regreso participó en la formación de los Comités Sindicalistas Revolucionarios. Al igual que Andreu Nin (que volvería a la Unión Soviética, trabajaría con Trotski en la Oposición de Izquierdas contraria al ascenso de Stalín y acabaría siendo un reconocido traductor de ruso antes de ser asesinado en España por agentes de dicha nacionalidad), la revolución bolchevique le había fascinado, lo cual no le impidió llegar a ser secretario general de la CNT. Es entonces cuando funda el semanario La Batalla.

Su trayectoria militante es, a partir de ese momento, una búsqueda casi compulsiva de la autenticidad revolucionaria. En 1924 ingresa con el grupo La Batalla en el PCE (Partido Comunista de España), organiza la FCCB (Federación Comunista Catalano-Balear). Pasa dos años en prisión durante la dictadura de Primo de Rivera. Se exilia en París. Vuelve en 1930. Vuelve a editar La Batalla. Se opone a las directrices estalinistas y abandona el PCE arrastrando con él a la FCCB. En el 31, la FCCB se fusiona con el Partit Comunista de Catalunya y forma el BLOC (Bloque Obrero y Campesino), Maurín es elegido secretario general. Es detenido y encarcelado tras la Huelga Revolucionaria de 1934. Ya en libertad, al año siguiente su BOC se fusiona con la trotskista Izquierda Comunista, de Andreu Nin, y nace así el POUM.

 Más allá de la épica que arrastra la historia del POUM (con su disolución en el 37, el encarcelamiento de Gorkin y el asesinato de Nin por agentes de Stalin; pero sobre todo con la publicación de Homenaje a Cataluña, que George Orwell escribió tras combatir en el frente de Aragón en una columna del mismo POUM), lo cierto es que dicho partido nunca pasó de ser un grupo minoritario. Maurín fue elegido diputado en el 36, pero en la candidatura del Frente Popular. Y después, desencadenada la guerra, las milicias poumistas, incrustadas casi siempre en columnas cenetistas, no lograron éxito alguno en el campo de batalla. Para entonces, sin embargo, Maurín estaba en otro lugar. El golpe de estado del 18-19 de julio le pilló en Galicia. Quiso pasar a Francia pasando por Aragón. Le detuvieron al pie de los Pirineos. En el lado republicano se le dio por muerto. Pasaría diez años en la cárcel. Al salir en libertad, en 1946, logró marcharse al exilio con su esposa francesa, Jeanne Souvarine, y así acabó en Nueva York.

Entonces el revolucionario profesional da un giro a su vida. La cárcel, durísima, le ha marcado. No sabe qué hacer ni cómo reorganizar su vida. Se maneja en un inglés “pasivo”. No encuentra trabajo. Para colmo sufrió un grave accidente y tuvo que pasar semanas inmovilizado.

Cuando le dan el alta, una idea ha tomado forma en su cabeza: fundar una agencia de Prensa que distribuya en Latinoamérica artículos relacionados con la actualidad, la política internacional y la cultura, sobre todo la literatura. Se llamará American Literary Agency (ALA). Para ofrecer sus servicios, Maurín va a la Biblioteca Pública de la calle 42 de Nueva York y localiza las direcciones de cientos de rotativos de la América de habla hispana. Empieza distribuir artículos que él mismo escribe usando diferentes pseudónimos para dar la impresión de que ya cuenta con varios colaboradores. Poco a poco se abre camino. Varios intelectuales españoles en el exilio acceden a mandarle trabajos. Las cosas empiezan a irle bien al matrimonio Maurín-Souvarine. Se instalan en un apartamento de Riverside Drive, frente al Hudson. Allí, viendo pasar las aguas camino del Atlántico, el que fuera revolucionario profesional se convierte en un eficaz director de agencia. Entra en contacto con Ramón J. Sender, altoaragonés como él (uno de Bonansa, otro de Chalamera). El escritor y veterano periodista le envía artículos y consejos. Ambos inician una correspondencia que se prolongará en el tiempo. Eso sí: tardaron tres años en tratarse de tú.

 En ALA escriben Salvador de Madariaga, Luis Araquistáin, Pablo Neruda, Alejandro Casona, Miguel Ángel Asturias, Arturo Uslar Pietri… Es una de las más prestigiosas agencias de colaboraciones en castellano. Ya no busca nuevas firmas, reconocidos periodistas e intelectuales se ofrecen a Maurín.

 Así, mientras el ex-revolucionario profesional acaba su transformación, el otro integrante del terceto del POUM que sigue vivo, Julián Gorkin, ha logrado escaparse de la cárcel donde le recluyeron las autoridades de la España republicana y huir antes de que las tropas franquistas entrasen en Barcelona. Todavía intentará buscar el camino hacia la corrección marxista y transformadora, de la mano de Victor Serge, Marceau Pivert y Paul Chevalier. Trotskistas que rechazaron las tácticas “entristas” y fueron reprendidos por Troski, visionarios que sueñan con los Estados Unidos Socialistas de Europa, fundadores de revistas de ínfimas tiradas, antiestalinistas furibundos… Donde haya una iniciativa de ese tipo, allí va Gorkin (Julián Gómez García en su verdadero nombre), sin importarle que a él y a sus camaradas en los círculos bajo influencia de los partidos comunistas ortodoxos se les considere marionetas de la CIA. Al final, en los Setenta, acabará donde Trotski quiso que empezara: en el PSOE. Nin, torturado y rematado por la NKVD es un fantasma de la Historia. Tal vez su tumba esté por Alcalá o los montes de El Pardo. Nadie lo sabe.

 Joaquín Maurín murió en Nueva York a los 77 años. Mientras vivió, nunca volvió a España. Sin embargo, su figura representa el perfecto paradigma de lo que fue una generación de activistas, y luchadores que quisieron transforma nuestro país, que soñaron con un mundo nuevo y que, tras la derrota, fueron capaces de alzarse y reconstruir sus vidas sin dejar de ser útiles a la causa de la libertad y el conocimiento.