Recordando un episodio de la vida de Cipriano Mera (Juan Manuel Vera, 2022)

El pasado 25 de octubre de 2022 tuve la gran satisfacción de poder estar presentando en el Teatro del Barrio de Madrid el hermoso libro que la editorial La Linterna Sorda ha dedicado a una de las figuras más admirables del movimiento obrero madrileño: Cipriano Mera. Ana Muiña y Agustín Villalba merecen nuestro reconocimiento por contribuir de esta forma a recuperar su memoria.

Cipriano Mera fue un producto natural del movimiento obrero y social de las primeras décadas del siglo XX, de sus luchas, de sus formas de organización y de la honestidad congénita de sus activistas. Su vida estuvo unida desde edad muy temprana al sindicalismo madrileño que, rápidamente, le condujo hacia el sindicalismo revolucionario de la CNT y al compromiso de toda su vida con el anarcosindicalismo. Albañil de oficio, responsable del sindicato de la construcción de la CNT, madrileño del arrabal de Tetuán, autodidacta, disciplinado, hombre sobrio, seco y apasionado. Creía en la palabra y en el ejemplo. Era, como se decía antes, un hombre cabal.

En el barrio de Tetuán del que procedía Cipriano Mera hoy en día nada le recuerda, ni una miserable placa. Conozco bien ese barrio porque fue el entorno de una parte de mi niñez. Es un barrio de lo que fue el más profundo Madrid obrero cuya alma ha sido socavada por la destrucción de gran parte de su entramado urbano y de sus humildes viviendas. A mí, el viejo Tetuán, el que describiera Vicente Blasco Ibáñez en su novela La horda, siempre me evoca la figura de Cipriano Mera.

Nada podía hacer presagiar que un sindicalista curtido en muchas estancias en prisión, sin formación militar, pasara de miliciano a jefe de columna y a un brillante papel en los combates de Guadalajara y Madrid. Y se convirtiera en el comandante de una división, en teniente coronel y en responsable de un cuerpo de ejército republicano.

Cuando de la guerra de las milicias revolucionarias se fue pasando a una guerra de maniobras y posiciones, Cipriano Mera se convenció de la necesidad de la militarización. La realidad chocó con las ideas preconcebidas que él y otros tenían sobre la guerra y la revolución. También fue el caso de responsables militares como Josep Rovira, que dirigía en Cataluña la División 29 del POUM. Fueron bastantes los responsables confederales que, al igual que el POUM, llegaron a la conclusión de que era indispensable un ejercito disciplinado y bien estructurado. Pero eso no significaba que tuviera que ser dominado por el Partido Comunista. El IV Cuerpo del ejército republicano dirigido por Mera fue uno de los pocos que escapó a ese control.

Cipriano Mera y Mika Feldman

Me gustaría evocar brevemente un episodio de la vida de Cipriano Mera, el que tiene que ver con la capitana miliciana Mika Feldman, más conocida como Mika Etchebéhère (o Etchevarri en algunos medios de la época).

Micaela Feldman (1902-1992) había nacido en la provincia argentina de Santa Fé. Era una socialista revolucionaria que se movía junto a su compañero Hipólito Etchebéhère en los medios oposicionistas de la izquierda trotskista tanto argentinos como europeos. En los años 30 Mika e Hipólito estaban en Europa, discurrieron por Francia, Alemania y España. Antes del 18 de julio de 1936 se encontraban en Madrid, preparando un viaje a Asturias. En ese momento se unieron a una columna motorizada del POUM de alrededor de 100 milicianos. Cómo Hipólito tenía algunos conocimientos militares le pusieron al frente de la columna. Días después esa columna se unió a otras y con alrededor de 400 milicianos se dirigieron a Sigüenza. Allí permanecieron semanas defendiendo la ciudad del avance franquista. En Sigüenza murieron alrededor de 70 milicianos del POUM. Hipólito, el compañero de Mika, fue herido letalmente en una escaramuza en la localidad de Atienza, próxima a Sigüenza. En ese momento, Mika se hizo cargo de la columna y estuvo junto a los milicianos que se refugiaron en la catedral. Finalmente consiguió huir del cerco militar y dirigirse a Madrid.

Andy Durgan en el capítulo 8 de su libro Voluntarios por la revolución (Laertes, 2022) explica con cierto detalle las peripecias de Mika a partir de entonces. Después de algunas semanas se unió a la nueva columna organizada por el POUM con algunos militantes madrileños y numerosos extremeños, sobre todo de Llerena, en el sur de Badajoz, donde el POUM tenía un fuerte arraigo desde los tiempos de la Izquierda Comunista. Esta columna se integró en la 70 Brigada Mixta, que formaba parte de la División 5 dirigida por el militar republicano Juan Perea. Mika, en calidad de capitana, participó en combates en Moncloa y en Húmera.

La represión del Partido Comunista contra el POUM se inició en Madrid, donde el partido era más débil que en Cataluña. Por presiones del PCE no se permitió al POUM integrarse en la Junta de Defensa de Madrid en noviembre de 1936. En enero de 1937 la Junta se incautó de la emisora del POUM, que emitía desde el edificio Capitol en la plaza de Callao. También se suspendió el diario de los milicianos del POUM, El combatiente rojo. Todo esto ocurría meses antes de los Hechos de Mayo de 1937 en Barcelona.

A finales de febrero de 1937, no en mayo de dicho año como indica Cipriano Mera, por error, en sus memorias, y en ese contexto de ataques al POUM madrileño, Mika fue detenida junto a otras tres personas. Mera, alertado por el coronel Perea, en su calidad de jefe militar de la CNT, se dirigió a la Dirección General de Seguridad para defender vehementemente a Mika, a la que conocía del frente de Pozuelo, teniendo la certeza de que la única razón de su detención era su relación con el POUM. Consiguió que fuera puesta en libertad. El 26 de marzo tuvo lugar un juicio urgente y Mika fue absuelta. Mera defendió el antifascismo indudable de Mika y que habían querido deshacerse de ella por ser del POUM.

En abril de 1937 Mika dejó la 38ª Brigada Mixta y pasó a integrarse en la 70 Brigada Mixta, que formaba parte de la 14 División dirigida por Mera. Mika formó parte del Estado Mayor de la División. En octubre de 1937 Mika apareció en una lista de cenetistas y comunistas disidentes que se oponían al dominio del PCE, pero no pudieron tomar represalias contra ella.

Mika siguió en la División 14 y participó en diversas acciones militares. Se unió a Mujeres Libres, en cuya revista publicó. A mediados del año 1938 dejó la actividad militar y se encargó de tareas civiles en un hospital. Mika siguió en Madrid hasta la llegada de las tropas franquistas. Gracias a que disponía de un pasaporte francés, pues Hipólito tenía madre francesa, pudo refugiarse en el Liceo Francés y después de cinco meses allí, pasar a Francia.

Según señala Cipriano Mera en sus memorias se volvió a encontrar con Mika en 1948 en París. No sabemos si coincidieron después. Si sabemos que en mayo de 1968 Cipriano se agenció una bicicleta para poder trasladarse desde su barrio al centro de París y participar en las manifestaciones. Sobre Mika hay testimonios que la describen en las barricadas de mayo, sorprendiendo a los jóvenes que la que ya era una señora mayor se encontrara allí, en plena acción.

Tanto Cipriano como Mika publicaron tardíamente sus memorias. Ambas aparecieron en 1976. Las de Mera, Guerra, exilio y cárcel de un anarcosindicalista, basadas en sus diarios de campaña durante la guerra española, fueron publicadas por Ruedo Ibérico cuando él ya había fallecido.

Los recuerdos de Mika, que se refieren a los primeros meses de la guerra y terminan en febrero de 1937, fueron publicados en 1976 tanto en francés como en castellano. Mi guerra de España está considerada uno de los testimonios con mayor valor literario de ese período. Hace unos años, la novelista argentina Elsa Osorio dedicó a Mika su novela La capitana.

Volviendo a Mera, como jefe del cuarto cuerpo del ejército republicano vivió intensamente el final de la guerra civil. El desarrollo de la guerra de desgaste en la que los asesores rusos embarcaron al gobierno y al ejército republicano tuvo su hito más trágico en la batalla del Ebro en 1938, que condujo al derrumbe del frente del este en diciembre de 1938 y a la caída, sin lucha, de Cataluña en enero de 1939. La guerra estaba perdida.

Es el momento en que se forma en Madrid el Consejo Nacional de Defensa (CND). La CNT, los republicanos y los socialistas partidarios de Largo Caballero y de Prieto, se unen en un intento de acabar con la hegemonía comunista y buscar una salida final a la guerra en un intento fallido de contener el derramamiento de sangre y la represión anunciada tras el inevitable triunfo franquista. La resistencia militar de los comunistas contra el CND fue vencida por las tropas al mando de Cipriano Mera.

Mera fue muy crítico con el papel político y de dirección militar de los comunistas en los años de la guerra civil. Las armas de Stalin no sirvieron para ganar la guerra, pero sí para que el PCE conquistara una posición de preeminencia en órganos del Estado, sobre todo militares y policiales. Fue, como señaló años después Julián Gorkin, un ensayo de las democracias populares que se establecieron en el este europeo. Muchos militantes confederales, socialistas antinegrinistas y los marxistas revolucionarios del POUM se dieron cuenta de que mientras luchaban contra el totalitarismo fascista, había fuerzas que, en caso de triunfar, se orientaban a establecer otro dominio, también totalitario.

 

Sobre el autor: Vera, Juan Manuel

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