Literatura y guerra civil. John Cornford, 1915-1936 (Víctor Pardo Lancina, 2004)

Este artículo fue publicado originalmente en el suplemento Artes & Letras del Heraldo de Aragón de 26 de febrero de 2004. En él se rememora la figura del poeta inglés, que combatió en Huesca en las filas del POUM y murió en la batalla de Lopera (Jaén) un día después de cumplir 21 años.

«Luna llena en Tierz»

El reputado historiador Eric John Hobsbawm (Alejandría, Egipto, 1917) en su intensa autobiografía “Años interesantes. Una vida en el siglo XX” (Crítica, 2003), publica una fotografía del poeta John Cornford con el siguiente pie: “El Cambridge rojo. Fotografía de John Cornford que aparecía colocada en las repisas de muchas chimeneas”. El reconocimiento al escritor inglés, por tanto, no puede ser más explícito. A pesar de su corta vida y la escasa trayectoria literaria a que dio lugar, supo apasionarse en cada verso y apurar con fruición los resquicios de todos sus días.

Rupert John Cornford nació en una familia de refinado ambiente intelectual en Cambridge, el 27 de diciembre de 1915. Su padre, Francis MacDonald Cornford, era profesor de Filosofía Antigua, poeta y especialista en Platón al que dedicó libros eruditos; la madre, Frances, también escribía poesía y era nieta, por línea materna, de Charles Darwin. John estudió en su ciudad y se graduó en Historia con inmejorable expediente académico en el Trinity College. Se trasladó a Londres para cursar Economía, instalándose en el barrio del Soho, pero nunca terminó la árida carrera, su pensamiento transitaba veloz hacia otra disciplina: el compromiso político.

El joven Cornford, convertido ya en líder estudiantil de incuestionable predicamento, se afilió a los 17 años a las Juventudes del Partido Comunista Británico, iniciando una vida de actividad revolucionaria que nunca abandonaría. Política y literatura, unidas por indisolubles vínculos, se convierten en pasión vital y razón de su existencia, “la fe y el verso un solo acto”, como escribió José Ángel Valente en su poema “John Cornford 1936” (“La memoria y los signos”, 1960-65). En 1933 publica un demoledor artículo, “Left?” en la “Cambridge Review” en el que arremete contra los representantes literarios de la burguesía, la ausencia de compromiso social y el capitalismo rampante: Eliot, Pound, Lawrence e incluso Joyce. Para Cornford la auténtica pulsión poética palpitaba en los versos de W.H. Auden.

En el verano de 1936 se encontraba de vacaciones en el sur de Francia y el ruido de los primeros disparos en España traspasaba sus oídos y taladraba su sensibilidad de izquierdista comprometido. Cruzó la frontera el 8 de agosto, convirtiéndose de este modo en el primer británico que se alistó en el bando republicano. Dejaba atrás un hijo de dos años, James, fruto de su relación temprana con Ray Peters, hija de un humilde minero galés, y también la gran pasión de su vida, Margot Heinemann, comunista como él, profesora y escritora con la que mantiene una muy interesante correspondencia durante su estancia en España, y depositaria de su diario personal. Margot escribió también arrebatados versos de amor y de guerra.

En Leciñena con el POUM

La primera intención de Cornford fue la de convertirse en corresponsal de guerra, redactar artículos de situación y enviarlos a los diarios británicos, pero tras permanecer en Barcelona unos pocos días empapándose del clima revolucionario que pocos meses más tarde habría de impresionar a Orwell, decide, como éste haría, marchar al frente con las milicias del POUM.
El escritor e historiador Franz Borkenau (Viena, 1900-Zurich, 1957) escribe en su cuaderno de guerra, publicado con el título “El reñidero español” (Península, 2001): “Tras días de espera y retrasos, finalmente hoy –es el 12 de agosto–, a la una de la tarde, he partido hacia el frente en un coche del Comité Central de Milicias con un conductor y un guardia, ambos armados. Viajan conmigo dos personas más: el representante en Barcelona de ‘Paris Flèche’ y un joven comunista británico”. El joven, naturalmente, era Cornford, y el destino Zaragoza, aunque hubieron de contentarse con otear su perfil en la lejanía, desde la sierra de Alcubierre, ya que la capital del Ebro estaba en manos nacionales. El día 14 llegaron a Leciñena, donde el POUM tenía establecida una columna de dos mil hombres a la que Cornford se alistó.

Su primera acción de guerra fue el intento de tomar Perdiguera, que constituyó un fracaso, y reveló al poeta la caótica organización de las fuerzas milicianas. Antes de final de agosto fue enviado a Huesca, donde las tropas republicanas tenían la intención de entrar y acabar con la brutal represión desatada: sólo el día 23 fueron fusiladas 95 personas, como represalia por un bombardeo sobre la ciudad. El gran asalto se produciría el día 31, pero también habría de fracasar.

Cornford escribió nada más que tres poemas durante su estancia en Aragón, que se prolongó hasta el 14 de septiembre, aunque se cuentan entre lo más señalado de las composiciones alusivas a la Guerra Civil: “A Margot Heinemann”, “Carta desde Aragón” y “Luna llena en Tierz: Antes del asalto a Huesca”. La primera composición, sencilla y llena de ternura, muestra los sentimientos de un joven amante que encara su presencia en la guerra enfrentado primero su propio miedo personal. Intuye Cornford el acecho de la muerte en las proximidades de Huesca, aunque no ocurrirá en este frente el trágico desenlace, destino que su admirado Auden describía como “ofrecer las vidas en regalo”.

Las otras dos composiciones obedecen al aliento de un poeta de combate, el escritor de partido que empuña la pluma para redimir a los oprimidos. “Libertad es palabra muy fácil de decir, / mas los hechos son tercos. En España / no habrá victoria para nuestra lucha / hasta que los trabajadores del mundo entero / estén a nuestro lado en los llanos de Huesca, / juren que nuestros muertos no luchaban en balde / y la bandera roja en triunfo enarbolen / por el Comunismo y por la libertad”. Los panfletarios versos pertenecen a “Luna llena en Tierz”, la pequeña localidad próxima a Huesca que fue escenario de encarnizados combates durante estos días, ya que su estratégica ubicación favorecía el asalto final a la ciudad. Desde finales de agosto y durante los primeros días de septiembre republicanos y nacionales combatieron con especial intensidad en Tierz y Quicena, y aunque finalmente los milicianos del POUM se apoderaron de ambos enclaves, Huesca resistió el empuje de las “hordas catalano marxistas”, como leemos en las memorias militares del Regimiento de Infantería Valladolid nº 20, responsable en buena medida de la defensa de la ciudad.

El largo poema, no obstante, también contiene momentos menos épicos y de nuevo, la confesión del temblor interior y la congoja: “Que la guerra privada con mis nervios, / el temor al dolor cuyo dolor persiste, / el amor que me arranca de raíz, / la soledad que roe mis entrañas / se fundan en el frente unificado que guarda nuestra lucha”. En “Carta desde Aragón”, escrita probablemente tras su retorno a Leciñena y luego de un internamiento en el hospital de Sariñena a consecuencia de indisposiciones gástricas, Cornford pinta un paisaje poco heroico, en el que la muerte se revela “vulgar”, admite el poeta: “Dimos tierra a Ruiz en un ataúd de pino / pero la mortaja era tan pequeña que los recién lavados pies sobresalían. / El hedor del cuerpo atravesaba los tablones de pino cepillado y algunos, para llevarlo, cubrieron sus caras con pañuelos”.

Batallón «Comuna de París»

Cornford retornó a Inglaterra desde Barcelona el 14 de septiembre. Volvía a su país con la idea de incorporar voluntarios a la defensa de la República española. “En septiembre recibí una carta de mi amigo John Cornford –escribe en sus memorias Bernard Knox, graduado del cuerpo de cadetes de la Universidad de Cambridge–, quien acababa de volver de España (…) para reclutar una pequeña unidad británica capaz de dar ejemplo de adiestramiento y disciplina (y cómo afeitarse) a las milicias anarquistas que operaban desde Barcelona. Me pidió que me uniera a él y lo hice sin pensar dos veces”. Antes de regresar a España, Cornford visitó a su padre y éste le regaló la pistola que él había utilizado en la Primera Guerra Mundial, donde sirvió como oficial del ejército británico. Durante mucho tiempo fue la única arma de que dispuso el poeta soldado.

El grupo comandado por Cornford en el que se integraba Knox, el novelista proletario John Sommerfield, el actor Paddy Burke, varios graduados de Cambridge, y otro en Oxford, un artista alemán refugiado, algunos parados… hasta un total de quince voluntarios, se presentó en el Comité d’Entraide au Peuple Espagnol de París, y de allí fueron enviados a Marsella, donde embarcaron rumbo a Alicante. El destino final ya no sería el POUM y el Frente de Aragón, sino las Brigadas Internacionales que se constituían en Albacete. Cornford, que se encontraba más a gusto entre sus iguales comunistas, se integró junto a sus compañeros en el batallón de ametralladoras francés “Commune de Paris” adscrito a la XI Brigada que había de mandar el mítico general Emilio Kléber, un veterano oficial del ejército soviético.

En noviembre se incorporaron a la defensa de Madrid en la Ciudad Universitaria. En el edificio de Filosofía y Letras, parapetados con sus ametralladoras “Lewis” tras barricadas hechas de gruesos volúmenes –Knox afirma que las balas enemigas sólo penetraban hasta la página 350–, Cornford resultó herido en la cabeza. Regresó al frente al cabo de unos días con un aparatoso vendaje que no le impidió protagonizar un comportamiento heroico en Boadilla del Monte, donde logró salvar a un buen número de brigadistas.

Pero a John Cornford le esperaba la “fosa mal cavada” como una suerte de regalo, tal como vaticinara Auden, al día siguiente de cumplir 21 años, combatiendo en la cruenta batalla de Lopera (Jaén) el 28 de diciembre de 1936, el día de los Santos Inocentes. Margot Heinemann expresa su amargura en el poema “Lamenta nuevas pérdidas de un modo nuevo”: (…) “tenía tanta vida y juventud –¿por qué hubo de morir, / el que tenía la mejor cabeza, quien tanto trabajó, / movido por su propia fuerza interna: a quien yo tanto amé?”. 

A Margot Heinemann
 
Alma del mundo desalmado,
alma mía, tu recuerdo
es el dolor que siento en mi costado,
la sombra que ensombrece cuanto veo.

Al atardecer se alza el viento
a recordarnos que el otoño viene,
yo, yo tengo miedo a perderte,
y tengo miedo a mi miedo.

Camino de Huesca, en el último tramo,
última barrera para nuestro honor,
tan tiernamente pienso en ti, mi amor,
como si tú estuvieras a mi lado.

Y si la suerte acaba con mi vida
dentro de una fosa mal cavada,
acuérdate de toda nuestra dicha;
no olvides que yo te amaba.

John Cornford (Traducción de José Agustín Goytisolo)

Felicia Browne, dinamitera en Tardienta

Si John Cornford fue el primer inglés en unirse a las milicias republicanas en España, es Felicia Browne la primera mujer que lo hizo, antes incluso que su coterráneo, y también la primera víctima británica.

Pintora y escultora, Felicia Browne se alistó en Barcelona el 2 de agosto de 1936, cuando contaba 32 años. Había estudiado en la Escuela de Arte de Slade, perteneciente al University College London, militaba en el Partido Comunista Británico y en 1934 su propuesta de medalla para conmemorar el centenario de los “Mártires de Tolpuddle” (seis jornaleros que constituyeron un sindicato en 1834 y fueron acusados de sedición, siendo condenados al extrañamiento en Australia) ganó un importante premio de diseño.

A Felicia, por ser mujer, no le resultó fácil integrarse en las milicias, pero finalmente los esfuerzos disuasorios del Partido Comunista y de los jefes de unidad, resultaron inútiles ante su determinación. Se incorporó a la columna del PSUC que estableció su cuartel general en Tardienta, donde llegó a haber 1.500 hombres en los días de agosto de 1936. El 25 de ese mismo mes y en el intento de volar un tren franquista cargado de municiones, Felicia Browne murió cerca de la estratégica estación de la localidad.

La Asociación Internacional de Artistas a la que pertenecía, dijo de ella en 1936 que “tenía la capacidad de representar el mejor tipo de mujer nueva”. Fascinada por las cosmogonías de Dante y Kafka, era también una “divertida caricaturista” y una “excelente ilustradora”.

En Lopera (Jaén), donde cayó muerto Cornford un monolito recuerda su presencia y la del escritor igualmente muerto en esta batalla Ralph Fox; en Tardienta, sin embargo, no hay huellas de esta combativa miliciana “demasiado generosa para pertenecer al siglo XX”, según dejaron escrito sus compañeros artistas.

Sobre el autor: Pardo Lancina, Víctor

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Día publicada: noviembre 24, 2020
Escrito por: Pardo Lancina, Víctor
Categoría: Internacionales