Este texto recoge algunas reflexiones del autor, en la parte final de su libro de memorias Sísifo y su tiempo. El título es de la Fundación Andreu Nin.
La vida es absurda, de acuerdo. Pero cada uno puede tratar de darle sentido a su manera. Esto ya lo dijo, y mucho mejor, Camus. Para mi, el sentido se lo ha dado la lucha social y política, no desde arriba, sino desde dentro. y cuando el exilio me privó de ella, la sustituí por un alud de libros, de amigos, de estudiantes. Que esto era una autoestafa, lo sé y lo he sabido desde joven. Pero ha sido una autoestafa apasionante, divertida, que me ha satisfecho, y que todavía me da la sensación -falsa, claro está, pero que de todos modos experimento- de haber pasado la vida no como una simple «unidad biológica», sino como una persona, sea lo que sea eso de ser persona. En la mala novela que escribí en la Modelo decía que la vida es como un bastón que vas moviendo para que los golpes lo marquen; todo consiste en moverlo de tal modo que las marcas formen un dibujo que tú encuentres armonioso, un dibujo que para quien mueve el bastón tenga sentido. Creo que, en parte gracias a mi y en parte gracias a otros y mucho gracias al azar, he conseguido que las marcas de mi bastón sean las que hubiese querido que fueran de haber podido imaginarlas de antemano. Y esto no es poco…
Mirando para atrás no con ira, sino con nostalgia, me hago la pregunta inevitable: ¿Bueno, y qué? «And so what?» Ochenta años sin matar ni robar, como cualquier otro manso, escribiendo miles de artículos y docenas de libros, dando centenares de clases y conferencias, amando y despreciado, indignándome, ilusionándome y decepcionándome, gozando de la vida hasta cuando la encontraba detestable, jugándomela (poco) por lo que me parecía que valía la pena. ¿Y qué? A esperar la muerte (o acercándomela si veo la perspectiva de chochear o de una larga agonía empalagosa). Y todo, libros, recuerdos, amores, odios…, todo olvidado. Mi generación parecerá, dentro de un siglo, la que ahora nos parece la de la guerra de Crimea o la del abrazo de Vergara, y dentro de diez siglos, la que inventó la collera del caballo, uno de las avances técnicos más importantes de la historia. Y algún día el «big bang» final. Esto se ha repetido mucho, claro, pero no es menos real por ello para cada cual cuando lo piensa. ¿No fue Boris Pilniak quien escribió que la muerte es el multiplicando cero? No es extraño que muchos necesiten una religión o una fe política para convencerse de que no todo se acaba. Pero yo no puedo creer. Y todo lo que te he explicado, y también el explicarlo, y que tu lo escribas, y que algunos lo lean, es banal. No tiene sentido ni lo tiene decir que carece de sentido. ¿Desolador? Claro que sí Pero divertida, apasionante, intensa, mientras dura, esta desolación. «Merde alors!» «Shit!» ¡Coño, que mierda! Exactamente. Pero la verdad es que durante ochenta años me ha olido muy bien, esta mierda. ¿A ti, no? Perdona que te diga estas frivolidades tan sobadas, pero tú querías mi biografía y estas frivolidades forman parte de ella, y parte importante.
¿Recuerdas aquel poema de César Vallejo cuando estaba a punto de morir: «De todo esto yo soy el único que parte…/rodeada de gente, sola, suelta,/ mi semejanza humana dase vuelta/ y despacha sus sombras una a una./Y me alejo de todo, porque todo/ se queda para hacer la coartada:/mi zapato, su ojal, también su lodo/ y hasta el doblez del codo/ de mi propia camisa abotonada…»?
¿Para qué creer en otra vida, si nunca podría ser tan apasionante, tan cabreante, tan entusiasmante y tan decepcionante como ésta. y de ésta, ¿qué queda? ¿Nada? Un Sísifo y otra cosa, mariposa. Pero eso sí; un Sísifo que empujó la roca hacia arriba tantas veces como pudo y que cree que, al hacerlo, allanó un poquito, una millonésima de milímetro, la pendiente por la cual los Sísifos de hoy y de mañana empujaran sus rocas. Además -¿además de qué?- cuando la larga carrera de los Sísifos de la historia haya allanado por completo la pendiente, ¿qué harán con la roca? ¿hacia donde la empujarán?