1928. Intervención de Andreu Nin en el congreso de la Internacional Sindical Roja

Intervención de Andreu Nin extraída de Protokoll über den 4. KongreB der Roten Gewerkschafts-Internationale. Abgehalten in Moskau vom 17. Marz bis 3. April 1928. Führer-Verlag, Berlin, 1928. Publicada en España por la revista Balance (Cuaderno núm. 1, serie de documentación y archivos, Barcelona, septiembre de 1994). Traducción del alemán de Isabel Romero.

Intervención del camarada Andrés Nin, miembro del Comité Ejecutivo:

Camaradas, en primer lugar me gustaría hacer algunas apreciaciones al discurso pronunciado ayer por el representante de España, el camarada Ramos. El camarada Ramos habló en nombre propio y en nombre de la Federación de Trabajadores de Madrid. No obstante, el camarada Ramos no trasmitió la opinión oficial de los militantes de la Internacional Sindical Roja (ISR) en España. El camarada Ramos ha intentado justificar ahora, después de cinco años, la línea sindical errónea de la anterior presidencia del partido en España, es decir, la línea que en su momento fue rechazada por el Partido y por la Internacional. He estimado necesario hacer estas apreciaciones para llamar la atención a los delegados sobre el significado de la exposición del camarada Ramos.

Ante todo quiero decir que estoy completamente de acuerdo con las tesis del Comité ejecutivo, y con la línea táctica que ha fijado.

Me limitaré a realizar algunas observaciones sobre el informe del camarada Losowsky, especialmente sobre la cuestión de la relación de fuerzas entre Amsterdam y la ISR.

También creo que el camarada Losowsky menosprecia la influencia de Amsterdam.

Me parece que esta cuestión no se puede resolver con simples cálculos aritméticos: cuántos millones tiene Amsterdam y cuántos Moscú. Aquí se trata de cuestionar qué posiciones estratégicas debemos adoptar.

Pese a que en el transcurso de los tres últimos años y medio, la ISR -y esto queda fuera de toda duda- ha progresado de modo significativo en Occidente, en Latinoamérica, etcétera, no es menos cierto que en Europa, en los países capitalistas de primer orden, no sólo no hemos hecho grandes progresos, sino que incluso se ha manifestado un retroceso. Así ha ocurrido en Alemania, Checoslovaquia y Francia. Esto no significa que yo vaya a extraer las mismas conclusiones que los camaradas Heckert y Tomann. Por su forma de actuar se diría que a los camaradas Heckert y Tomann les asusta el poder de Amsterdam. Pero si Amsterdam sigue siendo fuerte en algunos países capitalistas es por la simple razón de que en estos países el capitalismo todavía sigue siendo fuerte. Nos encontramos ahora en un período en el que el capitalismo se ha estabilizado relativamente, y Amsterdam es además el exponente de esta relativa estabilización. Sin embargo, las conclusiones que los camaradas Heckert y Tomann extraen de esta situación son erróneas. La política que ellos juzgan recomendable es la política de la impotencia, de la pasividad, la de «dejar que las cosas sigan su curso». Ésta no es la voz de los representantes de un movimiento revolucionario, preparado para enfrentarse a las dificultades que el capitalismo y sus defensores presentan al movimiento obrero, y a los reformistas que ponen trabas en nuestro camino.

Yo creo, y ha de decirse con toda claridad desde esta tribuna, que las tesis por las que abogan representan un importante cambio en nuestra estrategia. Me parece que muchos camaradas no son todavía conscientes de ello. Se trata de un profundo cambio de orientación de nuestra propia táctica, de un cambio de orientación de la izquierda, de un cambio de orientación claro y muy decisivo. Se trata de reprobar la política del retroceso, la política de los compromisos, de una política que además es fruto del temor a los reformistas.  Las tesis que el camarada Losowsky ha presentado en el congreso, en nombre del Comité ejecutivo, condenan decididamente esa política.

Los camaradas Heckert y Tomann, en principio, han manifestado su acuerdo con las líneas tácticas propuestas por el Comité ejecutivo; pero favorecen una auténtica política oportunista, una política a la que ha de ponerse fin de una vez por todas. Hemos de luchar con decisión contra la táctica oportunista, contra la táctica de capitulación ante los reformistas.

El camarada Losowsky ha aportado una buena y exhaustiva muestra de los cambios que en el transcurso de los últimos tres años se han producido en casi todos los países. La imagen esbozada por el camarada Losowsky es extraordinariamente ilustrativa. En el transcurso de estos tres años hemos observado en todos los países la aparición de giros oportunistas y, asimismo, orientados hacia la derecha.

El camarada Heckert, siguiendo la táctica de nuestro camarada alemán, intentaba señalar algunos de estos giros a la izquierda, pero nos ha dado un ejemplo tan exiguo que no prueba nada. En los tres años transcurridos es difícil achacar fallos a la izquierda. Hemos seguido una línea coherente en todos los países, pero en todos hemos observado un giro hacia la derecha. ¿A qué se debe esto? Tiene que haber una razón. Y es que, evidentemente, se ha sobrestimado la estabilización del capitalismo.

Se ha sobrestimado la estabilización capitalista, y por lo tanto, la fuerza de Amsterdam. Me gustaría dar algunos ejemplos de estos virajes no recogidos en el informe del camarada Losowsky.

Creo, por ejemplo, que el camarada Losowsky no ha hecho mención de los giros oportunistas observados en la región de los Balcanes. En algunas ocasiones, nuestros camaradas han juzgado recomendable liquidar nuestra organización revolucionaria e ingresar en la organización de Amsterdam.

En Checoslovaquia hemos visto, por ejemplo, que en las elecciones de los comités de empresa, nuestros camaradas, pertenecientes a los sindicatos revolucionarios, han votado a favor de la lista de los sindicatos reformistas para no mostrarse desleales con los sindicatos de los que eran miembros. Voy a citar a continuación otro caso.

Ya en la primavera del año pasado nos enfrentamos en Inglaterra -creo que el camarada Losowsky no ha hablado de ésto-a un duro golpe, provocado por la exigencia del Comité central de las Trade Unions de que los sindicatos locales abandonasen las acciones minoritarias. Esperábamos que esto no llegara a ocurrir, pero todo fue una vana ilusión, alimentada además a lo largo de todo este año a través del comité anglo-ruso. No es ningún secreto que en la mayoría de nuestros países se ha sobrestimado la importancia del comité anglo-ruso, por desconocimiento del propio comité. Muchos camaradas creían que la izquierda de Amsterdam, y especialmente la izquierda del Comité central de los sindicatos ingleses, se componía de elementos que debían considerarse como «casi» comunistas. En algunos países se había apreciado una tendencia a reprimir nuestra crítica contra el movimiento de la izquierda de Amsterdam. Se apreciaba cierta tendencia a considerar los sindicatos revolucionarios, las organizaciones de la ISR, como un obstáculo en la lucha por la unidad sindical, por una UNIDAD escrita con mayúsculas, por una abstracta unidad contra la que Losowsky se ha pronunciado con toda razón.

Posteriormente hemos observado una decidida, segura y clara tendencia a liquidar la ISR. De esa tendencia no ha hablado nadie. Se ha presentado aquí al camarada Walcher como chivo expiatorio. Y con ello no estoy defendiendo al camarada Walcher. No puedo compartir sus posiciones. Pero el camarada Walcher ha planteado esta pregunta. ¿qué hubiera sucedido en 1925 si los sindicatos rusos hubieran decidido ingresar en la Internacional de Amsterdam? La conducta del camarada Walcher no es en absoluto casual, no tiene nada de extraordinaria. El camarada Walcher ha hablado más abiertamente que otros camaradas, que hoy aún piensan que los sindicatos rusos deben entrar en la Internacional de Amsterdam, y que ese ingreso puede proporcionar la unidad de los sindicatos.

El camarada Walcher ha sido simplemente más sincero al decir lo que pensaba. Por lo demás, se ha permitido expresar esta tendencia, imperante durante cierto tiempo en Francia, donde se había aconsejado claramente la disolución de la CGTU, y que posteriormente también fue clara en Checoslovaquia, donde muchos camaradas no hicieron nada por reforzar los sindicatos revolucionarios, y que finalmente se hizo patente también en Rusia, donde muchos dirigentes del Comité central de los sindicatos – militantes con capacidad de decisión – abogaron por liquidar la ISR y se manifestaron a favor del ingreso de los sindicatos rusos en la Internacional de Amsterdam.

(Koselev: ¿cuándo?). El camarada Koselev me pregunta cuándo fue eso. Fueron tan hábiles que no lo recogieron en ninguna resolución [escrita]. Pero sí que podemos recordar la época en que, en el transcurso de una reunión, nos decían: ¿cuándo pensáis liquidar la ISR? No soy hombre al que se le pueda venir con ese tipo de preguntas. Conozco bien los procedimientos internos.

He de decir aquí – con toda franqueza – que en los últimos tres años y medio no se ha llevado a cabo ninguna tarea conjunta entre los sindicatos rusos y la ISR. Contamos con un buen número de camaradas pertenecientes al Comité ejecutivo de la ISR a los que no hemos visto nunca, o casi nunca, en las asambleas. Para ellos era seguramente más fácil coger el tren hacia Inglaterra que subir de la cuarta planta del Palacio de los Sindicatos a la quinta.

Este es un hecho sobradamente conocido. En realidad me sorprende esta tendencia – ahora en declive – de los camaradas rusos, ya que las enseñanzas de los últimos años han sido demasiado penosas. Esto está muy claro. Dado que las tesis del camarada Losowsky  presentan la línea correcta de nuestra táctica futura, espero que los camaradas rusos las aprueben, que cambien su anterior actitud, y también que hagan todo lo necesario para hacer realidad dichas tesis.

Camaradas, dado que sólo dispongo de veinte minutos, me siento en la obligación de limitarme a puntualizar mi postura respecto a las tesis que ha presentado el camarada Losowsky. Una vez más considero necesario apuntar la conveniencia de que, por ejemplo, un camarada de los sindicatos rusos nos describa las experiencias que se han llevado a cabo en el movimiento sindical de la Unión Soviética durante los últimos tres años y medio. Han venido camaradas de muchos países para darnos a conocer las dificultades, los problemas y los cambios que han observado en su países de origen. Pero aquí, en este congreso internacional, no hemos visto aún a ningún camarada ruso.

(Interrupción: Gigsburg). El camarada Gigsburg me dice que él lo ha hecho: el camarada Gigsburg nos ha proporcionado un informe muy breve sobre los logros de los sindicatos rusos en estos tres últimos años. Pese a todo, su informe ha sido demasiado sumario y no puede satisfacer a nadie, especialmente tratándose de un congreso internacional. Estamos hablando de las fecundas experiencias de los sindicatos rusos. Ellos son los primeros que han conseguido llevar a cabo la revolución en un país, a saber, en el país de la dictadura del proletariado. Los obreros de todos los países deben aprovecharse de sus experiencias. No es necesario hablar de los logros de los sindicatos rusos. Pero espero que algún camarada ruso nos dé a conocer también la cara negativa, no para criticarla, sino para extraer las enseñanzas necesarias y pedir el apoyo del proletariado internacional. Debemos señalar los cambios de orientación, aquellos errores que hayan incidido en ellos y que hayan incidido, asimismo, en el movimiento de los sindicatos rusos.

El camarada Losowsky lo ha dicho muy claramente: no debemos derrumbarnos ante las críticas, y aún menos cuando ello puede redundar en beneficio de nuestro enemigos. Precisamente por esto nos distinguimos de los de Amsterdam. El camarada Losowsky también ha dicho: no debemos halagarnos mutuamente.

Todos conocemos los aspectos positivos de los sindicatos rusos. Pero hubiera sido necesario mostrar los aspectos negativos – hay, sin duda, algunos – que se observan en la tarea realizada en los últimos tres años. Basta con leer nuestra prensa, «Pravda» o «Trud» para darse cuenta que también en nuestra patria, en la Unión Soviética, se están produciendo un gran número de adulteraciones. Hemos visto constantes atentados contra la democracia sindical. Hemos constatado hechos realmente escandalosos en el movimiento sindical ruso. Debe quedar claro que los sindicatos rusos han luchado contra esas adulteraciones con especial ahínco; pero no cabe ninguna duda de que sería de suma utilidad para el movimiento sindical revolucionario sopesar estas experiencias, y que sería conveniente dar a conocer desde esta tribuna las dificultades, para ayudar al proletariado ruso a superarlas.

Nos encontramos en una situación verdadera y extraordinariamente difícil. Habéis visto en los últimos años como se recrudecen los ataques del capitalismo internacional contra la república soviética. Estamos hablando de la organización de un bloqueo económico, es más, hasta de la preparación de una intervención armada en la Unión Soviética. Hoy, exactamente igual que ayer y que mañana, la tarea más importante del proletariado de todos los países es defender la solidez de la revolución mundial, la revolución rusa. Pero para defender la ciudadela de la revolución mundial, la revolución rusa, no basta con el optimismo oficial de quienes creen a ciegas en todo lo que se les dice. Los enemigos de la revolución no son sólo aquellos que la atacan constantemente, sino también aquellos que lo aceptan todo sin discusión, con una fe ciega.

Hace muy poco – voy a hablar, una vez más, con mayor precisión – presenciamos como se establecía la contrarrevolución en el interior del país. Vimos como se destruía casi por completo el plan de construcción del socialismo.

Seguimos con inquietud el caso de sabotaje económico que sufrió la región de la cuenca del Donbáss. Aquí lo grave no fue que algunos ingenieros recibieran dinero del capitalismo extranjero para organizar la contrarrevolución, lo peor fue que  – hay que leer la prensa rusa de aquellos días para darse cuenta de ello – todo fue posible porque los sindicatos estaban completamente aislados de las masas obreras, porque las organizaciones de masas de los obreros que protestaban no hicieron caso alguno, porque los obreros eran apartados sistemáticamente del control de la producción. No quiero hablar más sobre esto. Sólo tenéis que pedir los últimos números de «Pravda» o de «Trud» – el último dice hoy en un editorial: «es necesario acabar con esto de una vez por todas» – para comprender el peligro que representa, para la construcción socialista y para la revolución mundial, la falta de democracia en los sindicatos, y la exclusión de las masas de trabajadores de la construcción del socialismo.

Camaradas, los representantes de los sindicatos revolucionarios de todos los países deben darse cuenta de la situación, deben identificarse con ella, y ayudar a los camaradas rusos a proseguir la lucha que han emprendido contra los giros que amenazan la construcción del socialismo por las propias masas. Desde una perspectiva internacional, en este momento conocemos los puntos en los que la Unión Soviética se ve aislada; sabemos en que puntos el capitalismo internacional redobla su ofensiva contra la Unión Soviética. Y sólo contamos con una única esperanza, la esperanza depositada en la clase obrera internacional. Por consiguiente, en este momento, queda sólo una única vía: el fomento de la democracia en los sindicatos, la activa participación de los sindicatos en la construcción del socialismo, la activa y viva participación de las grandes masas obreras en la construcción socialista. Sólo así será posible acabar con cualquier nuevo intento contrarrevolucionario, porque cualquier intento de lucha será vano frente a la voluntad de los obreros, Por otra parte necesitamos adoptar una línea clara y concreta que refuerce nuestra organización revolucionaria, una línea que sea clara y concreta frente a todos los giros oportunistas, contra la idea abstracta del concepto de unidad, capaz de atraer a las masas.

Camaradas, voy a concluir repitiendo que de lo que se trata aquí es de dar un giro hacia la izquierda. Las tesis del camarada Losowsky nos indican el camino que debemos recorrer. Se trata de que no aceptemos tales tesis como si fueran una resolución más, sino que las hagamos realidad. Todos los camaradas deben decirse: se trata de un cambio de orientación, y de nosotros depende ahora emprender ese cambio con las ventajas más favorables para la clase obrera y para la revolución.

(Aplauso irónico).

Sobre el autor: Nin, Andreu

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