todos los bailarines comprendimos el día y la hora
ya que el porqué estaba de sobra justificado
en la inmensa cuantía del sufrimiento humano.
Leopoldo María Panero
El viento cálido que sopla en esta primavera del 2006, además del polen y de la sempiterna contaminación de nuestras ciudades, nos trae también un aroma del pasado. Se cumplen 75 años de la proclamación de la II República y 70 del fin de la guerra civil española. Desde hace algunos años la memoria de estos hechos históricos se encuentra cada vez más presente en nuestra sociedad y no cabe duda que a lo largo de este año veremos como se celebran multitud de actos de homenaje y conmemoración de los mismos. La memoria histórica de estos acontecimientos reclama un lugar –que durante años le fue negado por los mismos que ahora se convierten en sus adalides– en la política española. La celebración de este aniversario supondrá, sin duda, un antes y un después en la concepción que tenemos de estos hechos y en la articulación de la memoria de ese pasado respecto a la construcción del presente y el futuro. Por eso, es más necesario que nunca reflexionar sobre los aspectos teóricos y prácticos que implican la construcción de una memoria histórica, tratando de sortear las ilusiones y espejismos que se nos presentarán como conclusiones definitivas y llegar hasta las últimas consecuencias que se puedan extraer de la recuperación del pasado y su implicación en el presente.