La generación rebelde. Vidas al servicio de la lucha social (Irene Vigil y Enrique del Olmo)

Introducción al libro La memoria reciente. Lucha antifranquista y memoria democrática.

Video informativo sobre el proyecto

Una vida al servicio de la clase obrera. Así tituló Pelai Pagès su biografía sobre Andreu Nin. Desde muy joven, Nin comenzó una andadura política y sindical que apenas duró 45 años, edad en la que unos agentes estalinistas le asesinaron tras los Fets de Maig de 1937. Empezar con Nin este texto no ha sido una elección azarosa: los y las protagonistas de las siguientes páginas tienen en el catalán un referente ideológico y comparten trayectorias vitales similares —por suerte, eso sí, menos trágicas—. Los orígenes populares, la formación teórica, una vocación de intervención en el mundo de la cultura, el compromiso con la acción revolucionaria, la firme decisión de luchar contra la dictadura, la dilatada experiencia sindical y militante, la formulación de posiciones políticas ante la realidad nacional e internacional son elementos biográficos que aparecerán una y otra vez en esta generación rebelde que aquí historiamos. Sin embargo, hay un ingrediente especial que adereza toda la mezcla: la continuidad militante, las vidas al servicio de la lucha social. Tanto Nin como estos miembros de la generación que vivió y luchó contra el franquismo tienen en común el entendimiento de la militancia como una forma de estar en el mundo, como una toma de partido permanente a lo largo de sus vidas por las causas justas. Así, lucharon contra el franquismo en sus años imberbes, empujaron por el cambio social tras la muerte del dictador, han peleado cada derecho y cada servicio público, se opusieron a las violencias y a las guerras de los noventa y los dos mil, se ilusionaron con el ciclo de movilizaciones tras la crisis del 2008 y hoy continúan manchados y manchadas en diferentes lugares y batallas. Este proyecto es un reconocimiento a esa generación a la que debemos las libertades, los derechos y las fraternidades del hoy.

1.  Objetivos del proyecto

En 2021, la Fundación Andreu Nin presentó un proyecto denominado Memoria Reciente: lucha antifranquista y memoria democrática al Ministerio de Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática. El objetivo inicial se circunscribía a la realización de 10 a 15 entrevistas – con formato de historias de vida – a personas plenamente implicadas en la lucha antifranquista entre los años sesenta y ochenta del pasado siglo para publicar sus grabaciones audiovisuales y las respectivas transcripciones. Después del visto bueno, a lo largo de 2022 y 2023 la dimensión del proyecto se duplicó cuantitativamente llegando a las 31 entrevistas, más de 60 horas de grabación y más de 800 páginas de transcripciones.

Con la implicación profesional y activista de más de una decena de personas, el proyecto de Memoria Reciente ha conseguido los dos objetivos marcados: la producción de un libro que compendiara las transcripciones de las entrevistas y de un corto documental con pasajes de éstas y otras imágenes. Esta publicación, por su parte, tiene dos objetivos claros: el análisis cualitativo general de las fuentes orales y la recopilación de las transcripciones, añadiendo elementos gráficos. En este análisis general hemos incluido una contextualización histórica sobre las circunstancias vitales y los rasgos de la que hemos denominado generación rebelde, hemos incluido un análisis sociológico de la muestra de personas entrevistadas para dibujar unas coordenadas básicas que oriente a las lectoras y los lectores, hemos reflexionado acerca de las limitaciones del proyecto no con una acepción negativa sino constructiva y nos hemos centrado en desarrollar tres elementos que creemos especialmente interesantes: la tendencia democrática de este sujeto colectivo estudiado, su continuidad militante a lo largo de la vida y las coyunturas y la contribución de este proyecto a la construcción de una memoria democrática en nuestro país.

Por supuesto, terminamos esta introducción con una verdad: este proyecto es, sobre todo, un homenaje a quienes dispusieron y siguen disponiendo sus vidas al servicio de las luchas sociales, de las libertades, de los derechos, de la igualdad, de las causas justas. Nuestra más sincera gratitud y reconocimiento, ahora y todavía que sus memorias no se han quedado perdidas en el camino o sepultadas en cunetas y fosas.

2. Los contextos de la generación rebelde

La generación del 600 y del baby-boom. La de los pantalones de campana y el flequillo. La generación del franquismo: de la postguerra, del desarrollismo, del cambio político. La generación de la construcción democrática y del Estado del Bienestar. La generación de la revolución sexual después de los colegios religiosos. La de las primeras diplomaturas y licenciaturas familiares. La generación de la nova cançó, de los cantautores, del rock… La generación del 75 en España, la que lo vivió. La generación de sexo, Marx y nova cançó – como el sugerente título que escogió Mónica Moreno-Seco[1]–.

Todos esos “epítetos”, y más que cada cual añadirá mientras lea, describen y dan entidad a la generación que protagoniza este proyecto. Cronológicamente nos referimos a los nacidos y nacidas entre 1942 y 1959 (las horquillas temporales de nuestros participantes). Es esa última generación antifranquista que no vivió la Guerra, que apenas vivió la posguerra, que no tuvo contactos con republicanos, socialistas o comunistas del exilio, que no luchó con los maquis; sino que creció en nuevas barriadas (muchas de ellas de chabolas y barro) con asociaciones de vecinos, participó en las comisiones de fábrica y en las Comisiones Obreras, que se politizó en la universidad o en las enseñanzas medias, que militó en partidos de la izquierda radical. La generación del baby-boom suele referirse a los nacidos entre 1946 y 1964, aunque en España se retrasa levemente esta subida de la natalidad y comprende desde la década de los cincuenta hasta el final de la dictadura. Más allá de los parámetros demográficos clásicos, nuestra categorización tiene criterios políticos: la generación rebelde será la última generación antifranquista que protagonizó el cambio político en nuestro país.

Los sesenta y los setenta constituyen un contexto global de radicalización juvenil a la par que un contexto histórico con multiplicidad de elementos en lo económico, político, social, ideológico… Fueron los años de la formación de una cultura global de protesta social y artística cristalizada en estallidos como Mayo(s) del 68, el movimiento por los derechos civiles en EE. UU., la descolonización y las independencias africanas y asiáticas… Un contexto económico determinado por la Gran Aceleración[2] – el gran boom económico capitalista posterior a la Segunda Guerra Mundial –, primero, y por la crisis del petróleo de 1973, después. Fue en esas décadas cuando volvió a tener vigor el movimiento obrero en el mundo occidental y aparecieron otros nuevos movimientos, ligados a la contracultura de los sesenta: las nuevas oleadas feministas, el movimiento ecologista, el antimilitarismo, el movimiento LGTBI, etc. Era también el mundo de la Guerra Fría y el Telón de Acero, del surgimiento de los Estados del Bienestar, de la Revolución Cubana y las guerrillas latinoamericanas contra las dictaduras, de la Revolución Cultural en la China de Mao, de la guerra de Vietnam… Una época de transformaciones ideológicas y nuevas corrientes y enfoques en la izquierda y en la política en general, en la que proliferaron las organizaciones y las utopías. Décadas de expansión del consumo de masas (televisiones, electrodomésticos, automóviles, radios, películas, ropa…), de la irrupción del rock y nuevos estilos musicales, de la popularización del acceso a la universidad, de la revolución sexual, de los comienzos de las drogas…

El contexto en el Estado español estaba además marcado por la existencia de una dictadura. La dictadura franquista perduró hasta el 20 de noviembre de 1975, cuando Franco murió en la cama. El ambiente ideológico oficial estuvo definido por el nacionalcatolicismo: cielo y dinero[3], las perfectas casadas y los ángeles del hogar, la España una, grande y libre. Es decir, por una manera de entender la nación española y su historia con relación al catolicismo y al régimen franquista que era acentuadamente patriarcal y reaccionaria y dejaba en el afuera de la anti-España todo lo que a ella se opusiera. Bajo el paraguas del nacionalcatolicismo se desarrolló la modernización económica capitalista española, que la historiografía denomina mayoritariamente desarrollismo: un proceso-periodo de desarrollo de las fuerzas productivas y de crecimiento económico en las décadas de los sesenta y de los setenta que tuvo un progreso contingente según las necesidades de la propia dictadura, acentuando unos sectores económicos concretos y con un modelo específico de desarrollo con una rentabilidad monopolizada por la oligarquía político-económica afín al régimen y posibilitado por las condiciones políticas y sociales generadas previamente en las relaciones capital-trabajo (disciplinamiento de la mano de obra, ilegalización de los organismos sindicales, formación de una oligarquía empresarial y burocrática, etc.), en la naturaleza del sistema político franquista (suspensión de derechos fundamentales de disenso y protesta, ilegalización de partidos de oposición, represión estatal y sistemática, etc.) y en la vida cotidiana (escasez, hambrunas, empobrecimiento generalizado, masivo éxodo rural y creación de asentamientos urbanos espontáneos, etc.). Es interesante señalar también la transformación en los modos de gestión del conflicto social por parte del franquismo durante los sesenta y los setenta: en el campo de la fuerza del trabajo, el desarrollismo invalidó los anteriores métodos represivos y la dictadura tuvo que emular a su manera los modelos europeos de integración sindical mediante los Convenios Colectivos; en el campo civil, la búsqueda del reconocimiento internacional llevó a la dictadura al abandono de las jurisdicciones militares en favor de las civiles, como ejemplo la creación del Tribunal de Orden Público. El proceso de cambio social – en un sentido más amplio que la habitual categoría conceptual y cronológica Transición –, sin embargo, se caracterizó en sus compases finales por una fuerte crisis económica derivada de la crisis del petróleo de 1973 y de la recesión capitalista generalizada en el mundo occidental y por un estallido de efervescencia y conflictividades sociales que impidió la continuidad de la dictadura.

En los sesenta y en los setenta se fue conformando una renovada oposición antifranquista que tenía como lugares predilectos los conflictos de las fábricas, los barrios y las universidades; que contaba con influencias de la Nueva Izquierda y las contraculturas globales y que protagonizó diversos hitos a lo largo de esos años: la huelgona asturiana de 1962 y la creación de las Comisiones Obreras, el Mayo del 68 en las universidades, el Proceso de Burgos de 1971, las cientos de huelgas durante 1976, los asesinatos de jóvenes y de civiles (como Arturo Ruiz, Mari Luz Nájera o los abogados de Atocha), la participación democrática en las diversas elecciones, etc.

El establecimiento de un sistema democrático, como decimos, se ganó verdaderamente en la calle, donde se consiguió la imposibilidad de continuación de la dictadura, que era el plan inicial de todos los sectores del franquismo. El progreso histórico de este sistema democrático estuvo determinado por sus propios contextos y correlaciones de fuerzas: la irrupción política del PSOE en las instituciones del Estado, la continuidad de la crisis productivista y las políticas de reconversión industrial posteriores, la conflictividad social en diferentes espacios y luchas y con nuevos sujetos y organizaciones, la creación paulatina de un Estado de Bienestar con nuevas relaciones laborales y mayor capacidad asistencial y social del Estado, una nueva articulación política y territorial para resolver el problema de la plurinacionalidad del Estado, etc.

3.  Rasgos de la generación rebelde

La identidad de esta generación rebelde que hemos introducido en el epígrafe anterior se construyó alrededor de una cultura transgresora basada en la ruptura generacional y en su crítica a los elementos de autoridad tradicionales (la figura paterna, la violencia legítima del Estado y de sus cuerpos represivos, el poder del empresario, el deber hacia el marido y la familia, etc.), la identificación de “ser joven” con la ruptura con el orden establecido, la desobediencia política y la preferencia por métodos subversivos y revolucionarios y la participación en la res publica en lugar de la delegación. Esa cultura transgresora se relacionó en muchos casos con la radicalidad ideológica: el rechazo al sistema capitalista y a los aparatos de poder, la propuesta de la revolución social como forma del cambio político y la preferencia por las teorías críticas radicales en detrimento de las reformistas. El universo moral de esta identidad compartida se tejía con una serie de valores heredados de las culturas socialistas y republicanas: la solidaridad, la justicia (social), la fraternidad, la libertad, la disciplina, el valor, la constancia, la lealtad, la honradez…

La transnacionalidad es un rasgo clave de esta generación, en lo referido al alcance global de los rasgos identitarios y culturales y en su vocación internacionalista. Se vivía con tanta intensidad el golpe militar en Chile como los asesinatos policiales en Granada o San Adrián del Besós. Asimismo, la generación rebelde se caracterizó por una estética alternativa bastante marcada: cabellos largos en ambos géneros, uso de vaqueros y botas, abandono del maquillaje en muchas mujeres, ropa con colores vivos… Estética que a la vez se autoreprimia por necesidades de la clandestinidad. Esas novedades estéticas se combinaron con nuevas preferencias sexuales y nuevas identidades y expresiones de género. A este último fenómeno se ha denominado popularmente la revolución sexual. Las mujeres de la generación rebelde maduraron nuevos hábitos de vida, formas de vestir, de relacionarse, etc. Se dieron conflictos de género en las organizaciones políticas de la oposición antifranquista: agresiones sexuales, discriminación, falta de paridad en los órganos de toma de decisiones… Podemos considerar, en ese sentido, una masculinización del activismo en la oposición antifranquista: una imagen masculina de la militancia en su sentido y su práctica. Es por ello que las mujeres militantes tuvieron a menudo numerosas dificultades y tuvieron que ir transgrediendo sucesivamente normas patriarcales de la sociedad franquista en la que vivían y de las organizaciones políticas en las que participaban, construyendo poco a poco una nueva identidad militantes femenina y feminista.

Pero si hay una palabra que abarca a toda esta generación es militancia: todos nuestros protagonistas dedicaron la mayor parte de su tiempo y de su vida a la militancia y a la acción política, salieron de sus entornos, cambiaron su lugar de residencia, cambiaron de trabajo (con una importante tendencia a la proletarización), vivieron en residencias transitorias, tuvieron condiciones económicas precarias y dedicaron todo su esfuerzo y capacidad a la construcción de sus partidos y corrientes políticas y sindicales, implicándose en decenas de luchas y movilizaciones. Este es un eje determinante de la vida de todas las personas que han formado parte de este proyecto.

En definitiva, la generación rebelde se caracterizó por diversas transformaciones culturales relativas a la germinación de la cultura democrática, la participación pública y política, los cambios en las relaciones personales y afectivas y la extensión de nuevos marcos ideológicos y organizativos.

4. Análisis sociológico de nuestra muestra

Abordaremos sucintamente un análisis sociológico de los y las participantes en este proyecto. Las categorías utilizadas están relacionadas con el formato de entrevista (la historia de vida) y orientadas a cartografiar la muestra elegida y estudiada.

El total de participantes ha sido de 31 personas. Las entrevistas se han llevado a cabo en Madrid (concretamente en el Ateneo La Maliciosa) y en Barcelona desde finales de 2021 y durante 2022 por diferentes entrevistadores y entrevistadoras de la Fundación Andreu Nin y con una duración promedio entre una y dos horas.

Respecto al género: hay una sobrerrepresentación masculina, pues la muestra cuenta con 18 entrevistados varones y 13 entrevistadas mujeres.

Los años de nacimiento de las personas entrevistadas oscilan entre 1943 y 1960, fechas relacionadas con el encuadre temporal de lo que denominábamos en epígrafes anteriores la generación rebelde.

Por otro lado, los lugares de nacimiento y vida no siempre coinciden. Una mayoría de entrevistados residen o residieron gran parte de sus vidas en Madrid (sea en la capital o en la Comunidad), el segundo grupo más numeroso es el de residentes en Barcelona o Cataluña y, por último, forman parte de la muestra personas residentes en Valencia, Euskadi, Asturias y Andalucía. Como conclusión, podemos considerar que hay un desequilibrio territorial favorable a las comunidades más pobladas y con nacionalidades históricas en detrimento de zonas menos pobladas y del interior peninsular. Además, las zonas geográficas de las personas entrevistadas se corresponden con las regiones con mayor incidencia del antifranquismo durante todo el periodo de cambio político.

Los orígenes familiares de las personas entrevistadas son diversos. En algunos casos, la influencia de esos orígenes es muy importante y los entrevistados relatan con precisión sus arraigos. En otros casos, apenas se sitúan las coordenadas familiares, suponemos que por la propia falta de significación que le atribuyen las entrevistadas. Los dos elementos más repetidos en esta categoría son la tradición de izquierdas de su familia (relacionada con varias generaciones anteriores de militantes o simpatizantes socialistas, anarquistas o comunistas) y la familia conservadora. Algunos entrevistados mencionan expresamente padres ex militantes, como en el caso de la historia de vida del padre de Pelai Pagès.  Además de esa tradición izquierdista, se mencionan filias republicanas más generales o familias no religiosas. En el campo de las familias conservadoras, se añaden categorías y epítetos como familia de militares, familiares falangistas o familias religiosas católicas. Hay algún caso que menciona apoliticismo en sus orígenes familiares, pero la mayoría se encuadran en la filiación u oposición respecto al régimen franquista. Y hay un factor de la vida familiar bastante reiterado que es el silencio el mutismo de los progenitores a su identificación de origen, de su papel en la Republica y en la guerra civil, esencialmente por el miedo a lo que ellos habían sufrido y sobre todo por intentar evitar que a sus vástagos les sucediese algo parecido. En otra dimensión respecto a esta misma categoría las personas entrevistadas relatan sus orígenes familiares según la clase social: los dos grupos mayoritarios son los provenientes de familias de clase media baja y los de familias humildes, aunque hay alguna referencia a la pertenencia a la clase alta.

En lo referido a los estudios, hay una división entre quienes estudiaron en colegios e institutos públicos y quienes estudiaron en colegios privados religiosos. Hay que tener en consideración que la oferta pública educativa era limitada y que mas allá de los deseos había que enviar a los hijos a pequeñas academias privadas o a Colegios Religiosos. Las diferencias que se explican entre ambas modalidades no son importantes en lo ideológico: la educación oficialista del régimen era nacionalcatólica, por tanto religiosa. Varias personas entrevistadas inciden en la importancia de maestras y maestros en sus formaciones ideológicas y morales, siendo la enseñanza, en muchos casos, uno de los espacios “de libertad” donde se producían rupturas con el franquismo y formación de conciencia antifranquista. En la muestra del proyecto aproximadamente la mitad de entrevistados y entrevistadas tienen estudios universitarios; la otra mitad se divide entre quienes tienen estudios profesionales (formación profesional) y quienes tienen estudios primarios. Otros casos reseñables tienen estudios artísticos (musicales, teatrales, etc.)

Las personas entrevistadas en este libro han tenido una amplia diversidad de trayectorias profesionales: algunas han trabajado profesionalmente en los “aparatos” de algunos partidos en la clandestinidad y en democracia, otras se han dedicado a la hostelería, varias han sido funcionarias de diferentes administraciones públicas, algunas se han dedicado a la enseñanza y otras al ámbito sanitario, otras han sido obreras en fábricas textiles o metalúrgicas o automovilísticas, otras han sido liberadas sindicales, otros profesores universitarios, otras administrativas, hay algún científico y también algún político profesional durante varios años, otras se han dedicado profesionalmente al mundo de la cultura… Un amplio abanico en todos los sentidos, pues muchas de esas profesiones se han mantenido a lo largo de sus trayectorias y, en otras ocasiones, una misma trayectoria ha estado repleta de diferentes oficios y ocupaciones. Es importante señalar que la militancia antifranquista obligaba a bastantes cambios de trabajo y a la dificultad para lograr una definición profesional acabada, la cual se produce en muchos casos ya en los años 80 con el dictador en Cuelgamuros.

La militancia antifranquista constituyó una galaxia de organizaciones y espacios políticos durante el final del franquismo, en la que habitaron multiplicidad de culturas políticas con diversos repertorios de acciones colectivas y modelos organizativos. Las personas que integran el estudio se adscribían a una cultura política que podríamos definir en un sentido amplio como marxista y revolucionaria, pero con diferentes influencias, referentes y marcos ideológicos. Las militancias en ese periodo dictatorial se localizaban en importantes organizaciones clandestinas: Liga Comunista, Liga Comunista Revolucionaria, Movimiento Comunista – en el ámbito político -, Comisiones Obreras, Unión General de Trabajadores y Confederación Nacional del Trabajo – en el ámbito sindical –. Más allá de esos espacios mayoritarios, encontramos militancias en FLP, UJCE, Acción Comunista, POUM, HOAC, ORT, PSOE, PST, PORE, LSR, MDM, Grupo Lenin, SDEUM, POSI, OT, CRAS, OIC, FUDE, PCE (i)-PTE, PCE (ml), Octubre-UML-UCCO, … Organizaciones de diferentes tendencias ideológicas, desde el cristianismo de base hasta el anarquismo, pasando por el trotskismo, el socialismo, el maoísmo… Y espacios de militancia generalmente en forma de partidos políticos, con algunas excepciones estudiantiles, feministas o vecinales. Sin embargo, la militancia política no se detuvo durante el cambio político y la consolidación democrática, sino que transmutó a nuevos movimientos y espacios adaptados a las nuevas realidades y conflictos: comités anti-OTAN, asociaciones de vecinos, asociaciones feministas, nuevos partidos políticos (como Izquierda Unida, PASOC, Espacio Alternativo, Los Verdes, Izquierda Anticapitalista…), fundaciones de memoria histórica (como la Fundación Andreu Nin), organizaciones de cooperación internacional y solidaridad, sindicatos de nueva creación o restablecidos (CSI, CSUT, STEPV, etc.) o en espacios contraculturales (como la revista Cambio 16 o la página web pensamientocritico.org)… En la actualidad, las personas entrevistadas siguen militando en diferentes organizaciones: asambleas barriales surgidas tras el 15M, organizaciones de memoria democrática, partidos políticos nuevos tras el 15M (PODEMOS, Ahora Madrid, Más Madrid, Sumar, etc.) o en partidos con mayor historia (como el PSOE), nuevas plataformas y movimientos sindicales y sociales (como las mareas por los servicios públicos o las plataformas de pensionistas) y en espacios ecologistas y feministas.

5. Limitaciones del proyecto

En este epígrafe proponemos algunas líneas de reflexión no tanto de una suerte de elementos negativos del proyecto, sino sobre las aristas delimitantes del camino escogido y las decisiones tomadas.

El centro del trabajo de investigación que presentamos, no es tanto el sacar unas conclusiones globales sobre el significado de la militancia antifranquista y revolucionaria (aunque se apuntan algunas cuestiones importantes y significativas) sino profundizar y desentrañar los procesos individuales (que a veces se transforman en comunes) de las personas entrevistadas. No existe por supuesto ninguna pretensión de valoración de sus concepciones políticas (las de entonces y las de ahora) sino sobre todo analizar y valorar su impulso militante y de implicación social.

La muestra (tanto por dimensión como por intención del proyecto) no abarca a la totalidad de las generaciones y personas que lucharon contra el franquismo y por las libertades. No se han abordado núcleos importantísimos en la lucha contra la dictadura: comunidades cristianas de base, partido comunista de España, sectores significativos del maoísmo, corrientes nacionalistas, los diversos sectores del socialismo, anarquismo, sindicalismo autónomo, demócratas cristianos, liberales, monárquicos antifranquistas, republicanos,  carlistas, y un largo etcétera, esta es una autolimitación lógica por el alcance mismo que hemos dado al proyecto, lo que no quita para que elementos transversales de las personas que han participado, sean muy comunes a los otros sectores políticos sobre todo de izquierdas.

La muestra de personas entrevistadas tiene un clivaje dominante: el marxismo revolucionario y la crítica al estalinismo, el autoritarismo y la burocratización en líneas generales. Este clivaje es complejo y contiene una dimensión ideológica y organizativa que operaba especialmente en el contexto histórico de la dictadura y el cambio político, implicando posiciones concretas respecto a los modelos de partido, la política internacional, las tareas políticas necesarias en esa contingencia histórica, el modelo de activismo y participación en los movimientos de masas, las relaciones con el sistema institucional y el resto de actores políticos, las discusiones ideológicas y teóricas, etc. En ese sentido, se han elegido personas con una cultura y tradición política comunista o socialista revolucionarias. A pesar del cuidado respecto a la paridad de género, la muestra tiene una sobrerrepresentación masculina que desdibuja procesos de subjetivación política en las mujeres militantes de la cultura política mencionada, además de sus experiencias propias. Por último, es reseñable comentar que no se diseñó una muestra que representara verazmente la plurinacionalidad del Estado español y con la que se pudiera historiar la dimensión nacional en la conformación de subjetividades políticas, siendo cierto que sí hubo un ánimo de conformar una muestra lo más diversa posible nacionalmente y en la que estuviera incluido de cierta forma ese clivaje.

Metodológicamente el proyecto tiene una limitación en la diversidad de entrevistadores que han participado en la elaboración de los productos finales – las entrevistas orales –. Ese proceso participativo enriquecedor en lo colectivo y para la Fundación Andreu Nin ha provocado, como decimos, una variedad de tipos fuentes orales (que tienen elementos comunes, claro, ya que se hizo un guion utilizado en todos los casos) que resulta difícil sistematizar para el análisis cualitativo. Además, podemos determinar una limitación epistemológica ligada a la elección metodológica del propio proyecto: los productos en sí elaborados han sido fuentes orales, que han quedado grabadas y de las que se han obtenido un elaborado audiovisual (un corto documental con pasajes de las entrevistas) y un elaborado escrito (este compendio de transcripciones de las fuentes orales).

Las interrelaciones y las diferencias entre la memoria y la historia constituyen actualmente uno de los debates más multidisciplinarios y ricos para la historiografía. Sin ánimo de entrar en profundidad en ese debate, en este proyecto las líneas entre la historia y la memoria se difuminan: si la historia es la interpretación ordenada del pretérito a partir de sus fuentes y mediante un método científico y la memoria es el recuerdo del pasado mediado por el presente, resulta complejo determinar qué estamos haciendo realmente cuando producimos fuentes orales con memorias acerca de lo inhistoriable: los ambientes, las anécdotas, los individuos anónimos del gran sujeto colectivo popular, las subjetividades… En resumen: memorias del abajo y de los procesos en el abajo que son también historia colectiva. La veracidad absoluta de los detalles pierde el interés en favor de las elecciones hermenéuticas y para el legado de lo vivido, elecciones que pueden estar mediadas por el contexto de la producción de la memoria (como lo es una grabación del testimonio para formar parte de productos de uso público) o por el tipo de modelo organizativo de la memoria (como es una historia de vida en la que prima la organización hermenéutica cronológica y no temática).

Siguiendo esta línea de reflexión, este proyecto posibilita una multiplicidad de análisis históricos y políticos de las subjetividades historiadas, y por tanto de identidades y culturas políticas a partir de las influencias en los procesos de identificación y politización, los referentes ideológicos e históricos, los lenguajes políticos y los imaginarios subversivos, las rupturas con los elementos del orden hegemónico, los universos éticos y morales… Creemos que estamos poniendo un granito de arena en el largo sendero de la memoria democrática de nuestro país, que está protagonizada por un gran sujeto colectivo anónimo aún por historiar en muchas dimensiones.

6. La tendencia democrática

“El socialismo es la democracia sin fin”. No sería fácil delimitar los contornos de las utopías que compartían la oposición antifranquista en el Estado español, la izquierda revolucionaria mundial de los sesenta y los setenta o la referida generación rebelde. Podríamos afirmar el deseo por un mundo distinto al capitalismo imperialista que se cambiara desde formas revolucionarias hacia un nuevo estado de las cosas que conjugara la igualdad, la libertad y la fraternidad. La democracia – teorizada entonces de manera mayoritaria como una forma de sistema político burgués que sostenía las relaciones de clase y de explotación – se alejaba de esos deseos, se entendía antirrevolucionaria, inadmisible, una renuncia.

Sin embargo, la distancia del tiempo nos permite reconsiderar una dimensión muy interesante: la tendencia democrática de los diferentes proyectos emancipatorios a lo largo y ancho del globo en el contexto histórico que aquí abarcamos. Precisamente por la extensión geográfica y la diversidad política, en este texto nos centraremos sucintamente en el caso español para reflexionar y entender algo mejor ese camino “de la revolución a la democracia”[4].

Inspiran esta idea trabajos como el de Juan Andrade[5] acerca de las transformaciones ideológicas de dos grandes organizaciones del antifranquismo, el PCE y el PSOE, durante la Transición. No pretendemos un análisis tan profundo y sistemático como el que hace Andrade sobre conceptualizaciones y dispositivos de la ideología que intervinieron en esas modificaciones, sino reflexionar acerca de la redimensión que adquiere lo democrático en lo ideológico y lo organizativo en la oposición antifranquista en su conjunto, en buena parte de la generación rebelde y en el comunismo revolucionario.

Con el final de la dictadura y la apertura de un proceso de construcción del nuevo sistema político democrático, los diferentes actores políticos que formaban la oposición antifranquista vivieron un proceso de renovación ideológica acompasado a los nuevos contextos e interpretaciones políticas. Varios factores condicionaron la nueva situación política de final de los setenta y durante los ochenta: la situación internacional (que podríamos definir de fracaso/agotamiento de las vías revolucionarias de cambio social), la propia dinámica política de la Transición (en el sentido de diferentes correlaciones de fuerzas en diferentes espacios de acción política y en un momento constituyente de un nuevo sistema político) y las vidas internas de los partidos y las organizaciones.

En los casos estudiados y referidos anteriormente, Andrade considera que:

El PSOE pasó de la enfática y retórica afirmación de un socialismo de resonancias marxistas a la apuesta por una nueva concepción menos formalizada que basculó entre la socialdemocracia y el liberalismo social. Por su parte, el PCE se distanció significativamente de la ortodoxia marxista-leninista para impulsar un nuevo fenómeno ideológico: el eurocomunismo. (…) Los dirigentes comunistas insistieron en la utilidad que el viejo Leviatán tendría en el diseño de una estrategia democrática y constitucional al socialismo.”

Sin ánimo de confrontar exhaustivamente su enfoque (algo que se escaparía de nuestros propósitos), pensamos que habría un matiz interesante en la discusión: lo democrático apareció y se consolidó ideológica y organizativamente en los diferentes partidos, espacios colectivos y lógicas individuales de la oposición al franquismo y también del marxismo revolucionario.

En las entrevistas realizadas puede observarse una evolución desde posiciones políticas de ruptura revolucionaria (radicalidad ideológica asentada en el marxismo o, en algunos casos, en el anarquismo; prácticas políticas subversivas y fuera de la legalidad; utopías y retóricas revolucionarias; organizaciones de cuadros políticos y de vanguardia; referentes revolucionarios…) hacia posiciones políticas democráticas: prácticas en la nueva legalidad y a favor del desarrollo de ésta, inclinación por el pluralismo ideológico, nuevas influencias ideológicas socialdemócratas, nuevos focos de acción política en la construcción de un Estado del Bienestar con libertades y derechos colectivos e individuales… Hubo un proceso de ampliación y ensanchamiento de la conceptualización de la democracia y del Estado (más allá de las clásicas marxistas) como sistemas de organización de los conflictos sociales por vías no violentas en las que el pluralismo político y las libertades no son un medio sino un objetivo irrenunciable. Un proceso, como decimos, específico en el caso ibérico por su contexto de cambio político pero que puede incluirse en una dinámica global y al que no hay que enfocar solamente desde la perspectiva de la derrota y las “traiciones y renuncias”. Siguiendo este camino, podemos decir que gran parte de las personas entrevistadas consideraron el sistema democrático post Transición como un fracaso dadas sus expectativas, pero encontramos la dualidad paradójica de que esa misma democracia es una conquista, un logro popular frente a las oligarquías franquistas continuistas de la dictadura, un cambio político producto de un proceso de luchas sociales fundamentales[6] que condujo a un sistema político democrático y de derecho, redistributivo, asistencialista y descentralizado territorialmente. Aunque el dictador murió en cama, la dictadura murió en la calle.

Además de esta ampliación ideológica, la democracia se consolidó organizativamente con la emergencia del eje autoritarismo-democracia, que conllevó a una crítica al centralismo de las organizaciones y la burocratización que se sintió especialmente en la cultura comunista revolucionaria. Aparecieron así nuevos modelos organizativos y de participación política más democráticos tras intensos debates internos que se combinaron con nuevas prácticas en las instituciones democráticas estatales (por ejemplo, tras las primeras elecciones locales). El Estado se convertía en un nuevo campo de la acción política y la democracia (como reparto y fiscalización del poder) se unía orgánicamente a la concepción del socialismo.

Creemos que las protagonistas de estas páginas democratizaron la propia idea de política, alejándose de las victorias definitivas y los finales de la Historia, acercándose a caminos que no se acaban nunca y por los que hay que “sembrar, siempre sembrar, sembrar en todos los surcos, a la luz y a la sombra, incansablemente, hasta sobre las rocas”[7] como labor en nuestros mientras tantos.

7. La continuidad militante

Del activismo no te jubilas si no te mueres”.

Esas palabras utilizó Nina Parrón para, prácticamente, cerrar su entrevista. Y resultan especialmente clarividentes para resumir el factor compartido por quienes han participado en este proyecto: la continuidad militante de una generación cuyas memorias aquí se recogen para ampliar la memoria democrática colectiva y para entender el proceso de cambio político en este país en el abajo y desde abajo.

La militancia es una manera de estar en el mundo. Una forma de tomar partido ante lo injusto y por las causas justas. Podríamos discutir la pertinencia de un significante que remite a una etimología lóbrega y bélica, contraria a los significados de su despliegue práctico. Sin embargo, la elegimos aquí porque es el vocablo utilizado para un tipo concreto de acción política: la transformación de lo existente bajo unos ideales de libertad, justicia y fraternidad con un compromiso que trasciende lo contingente y lo individual. El tipo de implicación política de las personas entrevistadas no ha reparado en momentos calientes o fríos, no se ha ceñido a las reclamaciones particulares: ha porfiado a lo largo de las décadas hacia la justicia social, el feminismo y/o un nuevo metabolismo ecológico.

Durante el final de la dictadura o tardofranquismo, la oposición antifranquista estaba formada por un conglomerado de organizaciones y espacios en los que convivían (más o menos afablemente) diferentes culturas políticas. En las diferentes historias de vida de este proyecto, las primeras implicaciones políticas se localizan en partidos comunistas clandestinos que fueron formándose durante las décadas de los sesenta y setenta. Entre otros: la Liga Comunista Revolucionaria (1971), la Liga Comunista (escindida de la anterior en 1972), la Organización Revolucionaria de los Trabajadores (1969), el Movimiento Comunista de España (1972), aunque sus antecedentes ETA Berri (1966) y Komunistak (1969) son anteriores, el Partido Comunista de España Internacional (1967)-Partido del Trabajo de España (1975), Acción Comunista (1964), el Partido Obrero Revolucionario de España (1974), las Comunas Revolucionarias de Acción Socialista, Octubre (1970)-Unión de Marxistas Leninistas (1977)-Unión Comunista Comités Obreros (1979)…

El inicio de las militancias se producía en otros casos en partidos históricos como el PSOE o el POUM; también en organizaciones del movimiento cristiano (y obrero) de base como la HOAC; en muchos casos las andaduras militantes comenzaban en el mundo sindical: en las históricas y clandestinas UGT y CNT o en las nacientes CCOO; el mundo estudiantil y universitario era otro nicho de militancia, con asociaciones de estudiantes en las enseñanzas medias o con organizaciones universitarias más formales como el Frente de Liberación Popular, la Federación Universitaria Democrática Española o el Sindicato Democrático de Estudiantes; en menores ocasiones el activismo empezaba en asociaciones de vecinos o barriales.

El proceso de cambio político en España suele acotarse con una categoría histórica – Transición – algo exigua analíticamente y que reduce el conjunto del proceso a las transformaciones institucionales protagonizadas por sujetos individuales mitificados, en un relato general carente de memoria democrática. Para la generación que vivió ese proceso en el abajo, la militancia supuso una manera consecuente de estar en el mundo, una verdadera subjetivación identitaria que resignificó su manera de entenderse y de comprometerse con lo que les rodeaba que nunca les ha abandonado. Por eso, al ser preguntados y preguntadas por sus militancias, son ellos y ellas mismas las que se remiten a esas coordenadas políticas: los partidos y espacios en los que y con los que vivieron la muerte del dictador y la construcción del nuevo sistema político y social democrático. En el segundo lustro de los setenta y hasta la victoria electoral del PSOE en 1982 se fundaron nuevos partidos políticos como el Partido Socialista de los Trabajadores (1979), el Partido Obrero Socialista Internacionalista (1980), el Partido de Acción Socialista (1982) o grupos sindicalistas como la Corriente Sindical de Izquierdas (1982), en los que militaron nuestras entrevistadas, y se complejizó aún más la constelación de la oposición antifranquista, con nuevos frentes de luchas y conflictos a medida que se iban abriendo brechas de libertades y nuevas legalidades.

El enfriamiento de la efervescencia política tras la victoria de Felipe González en las elecciones de 1982 y las décadas finales del siglo XX, especialmente la última de “travesía en el desierto”, no supusieron un alto en el camino en la toma de partido por quienes no se descifran sin el compromiso social. Hubo aprendizajes y reflexiones profundas que hemos intentado explicar en el epígrafe anterior y que explican los nuevos marcos de activismo de ese periodo: el movimiento anti-OTAN, los comités de solidaridad internacional (como con Nicaragua), la formación de Izquierda Unida (desde su primera participación electoral en 1986), la creación de Izquierda Socialista dentro del PSOE (1979) o de Izquierda Alternativa (1991) o de Espacio Alternativo (1995), el trabajo de base en el mundo sindical o como delegados y cargos sindicales, la continuidad militante en organizaciones ya formadas anteriormente, la participación en diversas asociaciones y espacios de un creciente movimiento feminista y en el nacimiento del movimiento ecologista ibérico, etc.

El comienzo del siglo XXI fue algo aciago para las culturas políticas de izquierdas en España, pues el marco institucional de mayoría absoluta popular resultaba poco favorable, a lo que podría sumarse un panorama internacional de hegemonía neoliberal poco ducho para las tentativas democráticas y de justicia social. Sin embargo, la guerra de Irak supuso una reactivación de la protesta en España en la que muchas personas de esa generación rebelde volvieron a participar políticamente. En esa primera década de los 2000 se abrieron varias brechas más allá de la mencionada guerra de Irak: el Prestige, el 11M, las huelgas generales contra el austericidio, el crack de la economía mundial del 2008… Poco a poco se iniciaba un ciclo de protesta y movilización social de matriz crítica anticapitalista que politizó a miles de personas a partir de una diversidad de conflictos organizados en diferentes espacios y con la implicación de diversas generaciones de activistas. Las mareas ciudadanas de tantos colores y luchas (blanca – sanidad pública, verde – educación pública, granate – emigraciones, naranja – servicios sociales, roja – desempleo, violeta – feminismo, etc.) que convergieron en la gran Marcha de la Dignidad de 2013 y en el estallido democrático-popular del 15M de 2011 fueron el resultado de ese largo proceso de acumulación de fuerzas en el que volvieron a involucrarse las personas de este libro.

Sería difícil hacer una cronología con el comienzo (y el fin) del ciclo actual. El 15M cristalizó política e institucionalmente con la irrupción de PODEMOS y de nuevos partidos que se han ido formado en ese mismo nicho político: las candidaturas de unidad popular de diferentes municipios (como Ahora Madrid o Barcelona en Comú), Más Madrid, Anticapitalistas, etc. Al mismo tiempo, el gran movimiento ciudadano del que hablábamos ha continuado su trayectoria: asambleas y asociaciones de pensionistas, resurgimiento de las mareas por los servicios públicos, movimiento por la vivienda y de inquilinos, etc. En esta última década han irrumpido con una fuerza eminente el movimiento feminista y el movimiento ecologista, que parecen las grandes luchas anticapitalistas e igualitaristas del siglo XXI. También se han abierto las costuras del sistema autonómico con el surgimiento y consolidación de partidos soberanistas o regionalistas por toda la península, tomando una dimensión especial en este proceso el independentismo en Catalunya. Y, por último, en los últimos cinco años hay una correlación de fuerzas compleja e incierta, cuyas coordenadas han estado y están determinadas por la pandemia de covid-19, las guerras internacionales y el ascenso de la extrema derecha en todo el globo. Como no podría ser de otra manera, las rebeldes entrevistadas han continuado militando y marchándose allí donde se sienten convenientes y satisfechas, viviendo novedosas experiencias institucionales o políticas de masas.

Para acabar este capítulo, creemos conveniente condensar con un ejemplo práctico y humilde a lo que nos referimos con continuidad militante. El centro joven de Alcorcón (un municipio del sur de Madrid), un parque del barrio de Aluche en Madrid o varias calles de municipios madrileños llevan el nombre de Yolanda González. La Transición fue una época sangrienta[8] y el asesinato de la joven militante del PST Yolanda González el 1 de febrero de 1980 por un comando de ultraderecha adscrito a Fuerza Nueva fue uno de sus atentados más desgarradores. A lo largo de decenas de años, amigos y familiares de Yolanda han porfiado en instituciones y plazas el recuerdo de Yolanda mediante homenajes y actuaciones. Marta Cárdaba, en su entrevista, explica que para toda la gente que coincidió en el PST los comienzos de febrero suponen un punto de encuentro y de camaradería entre todas ellas porque, a pesar de los divergentes caminos vitales y políticos tomados, en el homenaje a Yolanda vuelven a trabajar conjuntamente, a verse, a abrazarse. También el recuerdo y la denuncia del asesinato a manos de la policía de German Rodríguez, miembro de LKI en los sanfermines de 1978 sigue siendo lugar de encuentro de militantes antifranquistas en recuerdo de German y en denuncia de la represión policial, hoy en día colectivos como el COT (Colectivo de Olvidados de la Transición), impulsado por Manuel Ruiz sigue acogiendo a familiares y militantes antifranquistas en demanda de la justicia no hecha. Hoy German, Yolanda y Arturo son un símbolo de la memoria democrática de este país.

8. Construyendo memoria democrática

Queríamos terminar esta introducción volviendo precisamente a la memoria democrática.

La memoria se convierte en un elemento decisivo para fomentar formas de ciudadanía abiertas, inclusivas y plurales, plenamente conscientes de su propia historia, capaces de detectar y desactivar las derivas totalitarias o antidemocráticas que crecen en su seno. (…) La conquista y consolidación de la democracia en España ha sido el logro histórico más significativo de la sociedad española. (…) Conocer la trayectoria de nuestra democracia, desde sus orígenes a la actualidad, sus vicisitudes, los sacrificios de los hombres y las mujeres de España en la lucha por las libertades y la democracia es un deber ineludible que contribuirá a fortalecer nuestra sociedad en las virtudes cívicas y los valores constitucionales. En ese marco, la sociedad española tiene un deber de memoria con las personas que fueron perseguidas, encarceladas, torturadas e incluso perdieron sus bienes y hasta su propia vida en defensa de la democracia y la libertad.

La memoria de las víctimas del golpe de Estado, la Guerra de España y la dictadura franquista, su reconocimiento, reparación y dignificación, representan, por tanto, un inexcusable deber moral en la vida política y es signo de la calidad de la democracia. La historia no puede construirse desde el olvido y el silenciamiento de los vencidos. El conocimiento de nuestro pasado reciente contribuye a asentar nuestra convivencia sobre bases más firmes, protegiéndonos de repetir errores del pasado. La consolidación de nuestro ordenamiento constitucional nos permite hoy afrontar la verdad y la justicia sobre nuestro pasado. El olvido no es opción para una democracia.[9]

El nuevo marco de significado que aporta la memoria democrática sobre la anterior memoria histórica era una necesidad social. Frente a una memoria histórica que se refería a «los fenómenos conmemorativos, entendidos como representaciones materiales o como actos de evocación, que se manifiestan en el espacio público y se dedican al recuerdo de acontecimientos concretos”[10], la memoria democrática tiene una evidente obligación ética y resitúa los relatos históricos, recuperando del olvido a los vencidos, posicionándose a favor de los valores democráticos y de la convivencia, elaborando narraciones sobre lo que fuimos y lo que queremos ser.

Asistimos en la actualidad a un avance en memoria democrática, un lento avance jurídico relacionado con la creación de aparatos como la Fiscalía de Memoria Democrática y Derechos Humanos o las nulidades de sentencias de procedimientos injustos durante el franquismo. Sin embargo, judicialmente se sigue negando la investigación de crímenes franquistas amparándose en la Amnistia de 1977 y se están llevando a cabo retrocesos normativos en administraciones autonómicas contradiciendo la Ley de Memoria Democrática y el peso de las exhumaciones de crímenes del franquismo sigue sin recaer en las instituciones públicas (a excepción del Valle de Cuelgamuros).

En un artículo hermoso que Yayo Herrero escribió tras la muerte de Chato Galante (un histórico militante de la LCR) en 2020, comentaba que “recuperar la memoria histórica no solo era rememorar y reparar la violencia, sino también saber qué es lo que os hizo continuar. Intuir y aprender el sustrato que nutre la pasión política de quienes sobrevivisteis sin hacer de vuestra vida un ejercicio de venganza, abrir para todas las que vinimos después múltiples posibilidades de emancipación, de lucha, de alegría y de ternura desde las que seguir resistiendo y reconstruyendo”[11]. Creemos que el mejor legado posible es la alegría y la ternura incansables por hacer del mundo un sitio más vivible y hermoso. Gracias, entonces, porque sea vuestro legado.

Notas

[1]Sugerente título del artículo de Mónica Moreno-Seco (2016): Sexo, Marx y Nova Cançó. Género, política y vida privada en la juventud comunista de los años setenta. Historia Contemporánea, 54: pp. 47-84.

[2]Concepto de Jorge Riechmann en Ecologismo: pasado y presente (con un par de ideas sobre el futuro) (Catarata, 2024).

[3]Título del libro de Alfonso Botti: Cielo y dinero: El nacionalismo en España, 1881-1975 (Alianza, 2008).

 

[4]Locución que utilizó Matilde Ollier en su libro De la revolución a la democracia. Cambios privados, públicos y políticos de la izquierda argentina (2009), Siglo XXI Editores.

 

[5]Juan Andrade (2015), El PCE y el PSOE en (la) transición. La evolución ideológica de la izquierda durante el proceso de cambio político. Siglo XXI Editores.

 

[6]En el libro de Xavier Domènech (2022), Lucha de clases, franquismo y democracia. Obreros y empresarios (1939-1979) se desarrolla profundamente este enfoque.

 

[7]Cita de Andreu Nin.

 

[8]El epíteto que utilizó Mariano Sánchez Soler en su libro sobre la violencia política del proceso democrático en España entre 1975 y 1983.

 [9] Preámbulo de la Ley 20/2022, de 19 de octubre, de Memoria Democrática.

[10] Definición que aportaba el Ministerio de Justicia.

[11]Artículo de Yayo Herrero: Chato Galante, hasta que las ranas críen pelo. https://ctxt.es/es/20200302/Firmas/31545/Yayo-Herrero-Chato-Galante-homenaje-obituario-tierra-memoria.htm

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