El origen de las ideas de Francesc Tosquelles (Manuel Periañez)

Francesc Tosquelles Llauradó (Reus, 22 de agosto de 1912- Granges sur Lot, 25 de septiembre de 1994) Psiquiatra español. Es uno de los inventores de la psicoterapia institucional, movimiento que influyó poderosamente la pedagogía y la psiquiatría de la segunda mitad del siglo XX. Tosquelles fue marxista republicano de sensibilidad libertaria, y en España tuvo ocasión de transformar la práctica médica durante la Guerra Civil. Tosquelles empleó prostitutas como personal sanitario, práctica mostrada en la película Politique de la folie. Condenado a muerte por el régimen de Franco, se refugió en Francia, en el hospital psiquiátrico de Saint-Alban-sur-Limagnole, en Lozère, con sus maletas y con dos libros: Aktivere Krankenbehandlung in der Irrenanstalt de Hermann Simon, que postula que un hospital es un organismo enfermo que constantemente atiende a los llamados enfermos que ingresan en él y la tesis de Jacques Lacan De la psychose paranoïaque dans ses rapports avec la personnalité, que imprimió, durante la guerra, en el club de los enfermos del hospital. Participa entonces en la transformación de Saint Alban. Tosquelles fue primero reconocido como psiquiatra por México, cuyo gobierno del PRI no reconocía al del general Franco. Tosquelles tuvo que revalidar en Francia su título de medicina, pues no se lo convalidaron, matriculándose de dicha carrera en el país galo, para convertirse en médico jefe del hospital de Saint Alban, en 1952. Mantuvo un fuerte apego por Saint Alban y fue uno de los fundadores de la Société du Gévaudan.
En los años 40, en plena guerra, una crítica política y médica de la estructura del hospital psiquiátrico de Saint-Alban conllevó su transformación radical, dando paso a un movimiento llamado «psicoterapia institucional». El doctor Francesc Tosquelles, psiquiatra catalán, comunista exiliado en Lozène, condujo ésta experiencia princeps con algunos colegas. Se apoyó en dos referentes teóricos: el psicoanálisis y el marxismo.
Ésta idea utópica germina en los años 50 experimentándose en principio en 3 clínicas privadas de Loir y Cher, Jean Oury en La Borde (Cour Cheverny), Claude Jeangirard en La Chesanaie (Chailles) y Bidault en Saumery, más tarde en otra clínica creada por la MGEN en La Verrière con Sivadon, antes de que por fin llegara su influencia a los psiquiatras públicos que introducen reformas en sus servicios. Patentes resultados terapéuticos inspiran la reorganización de los cuidados psiquiátricos en Francia que se iniciará en 1960 : el «Sector». ¿Qué ha sido de éste movimiento hoy en día cuando la política sanitaria y la formación del psiquiatra se degradan?¿Podrá transmitirse la pasión que animó a los fundadores? (Fuente: Wikipedia)

Agradecimientos efusivos, por su lectura crítica de este articulo, a Marina Ginestá, militante antifascista a los diez y ocho años en la Cataluña de 1936-39, y que sigue siéndolo a los ochenta.

La revista Le Coq Héron se pregunta : ¿ de donde vienen los psicoanalistas ? De Europa Central, contestarán ciertos. Tal como los primeros seres humanos, Lucy y sus semejantes, vinieron de un valle de rift del Kenia, o como el jazz nació en Nueva Orleans de un cruce mágico entre les cantos dolorosos de los esclavos africanos y las alegres marchas militares de Sousa : un lugar donde se encuentran reunidos cierto número de parámetros improbables durante un tiempo suficiente para que ciertos acontecimientos notables y notados puedan producirse. Dejaré a otros la tarea de hacer la lista de estos parámetros psicoanalistógenos del Mitteleuropa de fines del XIX hasta principios del XX siglo. Uno de los méritos de esta sociología será el de poder estudiar en otro lugar del mundo, o en la historia, si no han existido otros focos donde, localmente y de forma inesperada, las mismas causas han tenido los mismos efectos. A la inversa, podríamos, a partir de los efectos, remontarnos hasta las fuentes y tratar de encontrar analistas ajenos a Europa Central para preguntarnos cual era la serie causal que ha permitido su origen. En el número anterior de Le Coq Héron un articulo de Annie Staricky tratando de la psiquiatría institucional atribuía orígenes concentracionarios a la posición analítica del llorado Francesc Tosquelles :
«El mismo Tosquelles, catalán y refugiado republicano, expulsado de su país por los franquistas en 1938-1939 al fin de la guerra de España, permaneció en el campo de Rivesaltes. No se trataba de un campo nazi, pero no dejó de conocer allí una experiencia concentracionaria que sin duda alguna dejó señales en él.» (1)

Sin tener por mi parte duda alguna sobre las excelentes intenciones de la autora, este criterio me parece algo rápido, teniendo en cuenta que Tosquelles se encontró en el centro de muchas otras cosas que sería lastima de descuidar. Por añadidura, esto podría provocar cierto equívoco: Me pregunto si no se confunde un poco ahí Tosquelles con el Bettelheim de 1937 inventando en Buchenwald los principios de su Orthogenic School gracias a la inversión de las situaciones extremas del universo concentracionario. (2)
En su libro, en gran parte autobiográfico, L’enseignement de la folie (3) no da a su estancia (en el campo de Septfonds, en realidad) tal importancia. Habla también en forma secundaria de este episodio, en el excelente film que le fue consagrado en 1989 (4). A la muerte de Tosquelles este film pasó a la televisión francesa con un comentario introductivo en forma de elogio fúnebre que pudiera ser la causa del quid pro quo: Una voz-off decía que Tosquelles había concebido su método «en un campo francés durante la segunda guerra mundial». Esta curiosa equivocación bien pudiera tener valor de lapsus: Francia ¿estuvo en el campo nazi en la mente del comentarista? En parte no es absolutamente falso. Una ligera aclaración parece ser necesaria tocando el origen de las ideas de Tosquelles, ideas que son, por otra parte bien conocidas.

Llamado Francesc en catalán, Francisco Tosquelles nació en Reus (Tarragona) a principios de siglo en una familia burguesa de médicos progresistas. Recibió muy pronto una formación psiquiátrica y fue un militante revolucionario catalán antes de la guerra civil española, un combatiente republicano durante y un resistente francés después. Si es cierto que las ideas técnicas de Tosquelles se han forjado en su acción durante la guerra civil de 1936-1939 como psiquiatra en el ejército republicano (el de los rojos, evidentemente) su actitud global frente a la vida emerge claramente de un fondo de cultura anarquizante catalana de los años veinte y treinta. Cataluña conoció en aquel entonces una vida cultural social y política que contribuyó a la proclamación de la República en abril 1931 (República que otorgó a Cataluña y al País Vasco un Estatuto de Autonomía, lo que irritó las derechas tanto o más que la reforma agraria, la separación de la Iglesia y del Estado y la nueva bandera nacional tricolor rojo-amarillo-morado). Un clima cultural que envolvía casi todos los catalanes como Pau (Pablo) Casals, con sus «conciertos obreros catalanes», Salvador Dalí su rebelión artística contra su notario de padre, o también un Pompeu Fabra que llego a ser el mas famoso lingüista catalán de su época sustrayéndose a la dirección de la fábrica del suyo. (5)

Según Tosquelles esta cultura catalana «impregna el conjunto de la realidad conocida antes de proceder a su análisis», allí donde la Razón francesa concibe los problemas fuera de la realidad concreta de la existencia humana (6). En todo caso, el contexto revolucionario catalán de aquella época daba un nuevo sentido a todas las ideas recibidas y a las jerarquías establecidas, y no podía ser más que favorable a la revolución psicoanalítica tan vivaz en aquel entonces. (Recordar la primera cátedra de psicoanálisis otorgada a Ferenczi en 1918 por el régimen bolchevique de Bela-Kun en Budapest, la adhesión de Trotski a la idea psicoanalítica hacia 1910, etc.)

La formación de Tosquelles se hizo en contacto con las ideas originales del profesor Emili Mirá (7), en el Instituto Pere-Mata, un hombre quien fue muy temprano al corriente del psicoanálisis y que poseía la concepción filosófica existencialista de este movimiento que se desarrolló en España gracias al interés de Unamuno por el pensamiento de Kierkegaard (8). Era familiar de la fenomenología de Heidegger y sobre todo de las ideas de Weiszäcker. De niño, ya, el pequeño Francesc acompañaba a su padre, amigo de Mirá, al Instituto Pere-Mata, donde quedó fascinado por los locos. Gran número de psicoanalistas del Mitteleuropa, huyendo la subida del nazismo y sus consecuencias previsibles, se instalaron en Barcelona desde 1931 gracias a la proclamación de la República: «se ha olvidado esta pequeña Viena que fue Barcelona de 1931 à 1936». Tosquelles siguió un psicoanálisis mas bien sui generis con un analista refugiado húngaro, el Dr. Sandor Eiminder del grupo Aichorn. Pero este analista húngaro había inventado en este lugar una variante técnica que nada debía a Budapest: el análisis en lengua desconocida. En efecto, a penas hablaba español ni catalán. Un día, Tosquelles sufriendo de una otitis, el médico vino a verlo a domicilio. El padre de Tosquelles le preguntó como podía analizar a su hijo en una lengua que a penas comprendía y Eiminder le contestó que en quince días había aprendido 50% del catalán. El padre le expresó su admiración ante estos dones de políglota, bien conocidos por parte de gente de Europa Central, pero sin dejar de mostrarse algo escéptico. A lo que Eiminder explicó que los catalanes cada dos palabras se exclaman «me cago en Deu» o «merda», lo que constituía el 50% en cuestión. Tosquelles que refiere todo esto en el film ya citado, prosigue que debía mucho a esta visita transgresora y a esta observación lingüística que le hizo comprender que lo que contaba realmente era menos lo que el paciente decía que el corte : la secuencia «merde» equivalía a un punto y «me cago en Deu» a un punto y coma (9). Había que escuchar la música del paciente, mas bien que lo que contaba: En resumen, Tosquelles no ha esperado a Lacan para evacuar el significado en favor del significante. Cuando se oye como Dalí o Tosquelles hablan el francés, se percibe más que un aire de familia. Dalí era menos daliniano que simplemente catalán, incluso en sus facilidades para el surrealismo que parece tan natural a los catalanes (lo que Devereux llamaba «el segmento étnico del inconsciente». De ahí nace un pequeño equivoco franco-catalán: Cuando Lacan se transformaba en un Dalí, de hecho se parecía a Tosquelles. Es pues cómico que algunos se imaginen que Tosquelles mas o menos imitaba a Lacan… Estos catalanes habían decidido, para manifestar su protesta contra la opresión de la lengua catalana, el rechazar de pronunciar correctamente las lenguas de los opresores (que tanto eran los castellanos que los franceses). En su libro y su película, Tosquelles hace un elogio de este hablar-mal, o mejor dicho pronunciar-mal, erigido en técnica psicoterapéutica, obligando el paciente a hacer el esfuerzo de traducir, a tomar por lo tanto verdaderamente una actitud activa hacia el otro. Ejemplo sabroso: En el curso de su análisis, se quejó del «comercio» entre sus padres en una mezcla de catalán, castellano y francés deficiente; Eiminder, dudando de haber comprendido sugirió en alemán: «Umgang», (sus relaciones) y Tosquelles en su diván comprendió «¿un gang?» y pensó que Eiminder le sugería que sus padres eran una especie de gángster; todo esto, con excelente resultados en el trabajo en curso. En este punto nace una teoría sobre la necesaria calidad de extranjero del analista «quien tiene interés a ser extranjero, o a fingir de serlo, no siendo por mi parte una coquetería el hablar mal el francés.»

Ese hablar-mal produce un efecto notable en la película misma cuando Tosquelles, rindiendo homenaje a los analistas anti-nazis refugiados en Barcelona menciona Sándor Eiminder, se le oye decir «Sando Reiminder». A lo cual la señora que hace el comentario del film prosigue, pronunciando, ella, a la manera inglesa: “…el que será luego, a pesar de la barrera de la lengua, su psicoanalista, Sando Reminder». Reminder, en inglés, memento ¡el que rememora! Y he aquí que lo tenemos ahora anglosajón, este húngaro barcelonés del Mittelmeer, a quién el hablar-mal permite franquear el recorrido Ferenczi-Balint-Winnicott.

Tosquelles, «¿fue expulsado de su país por los franquistas en 1938-1939 al fin de la guerra civil española?» como lo dice Annie Staricky. No. Los fascistas victoriosos no expulsaban a nadie, fusilaban sin juicio metódicamente, cumpliendo ordenes que procedían de arriba (contrariamente al espontaneísmo de las sangrientas venganzas cometidas por los rojos durante los primeros meses de la guerra civil). Franco no reemplazó este tipo de procedimiento expeditivo por juicios que salvaban las apariencias mas que a partir del 7 de junio 1944, ante el acontecimiento de la víspera en Normandía, ¡y esperó la capitulación del Japón para abolir el saludo fascista, mediados de septiembre de 1945!). Tosquelles no fue expulsado. Como 450.000 otros republicano antes que él, huyó en 1939 frente a una muerte casi segura.

Esto parece natural, y sin embargo la cosa es más bien complicada. En la misma forma que George Orwell, tuvo que escapa igualmente del estalinismo: militaban ambos en el mismo partido, el POUM (10), una pequeña organización anti-estaliniana que fue la única en denunciar en su tiempo los procesos de Moscú y que pronto se vería perseguida, al igual que los viejos bolcheviques que había defendido. La saga del POUM ha sido recientemente llevada a la pantalla por Ken Loach (11) a base justamente del libro que Orwell consagró a esta revolución española de 1936 (12). Antes de relatar las persecuciones estalinianas de marzo 1937 en Barcelona contra revolucionarios anarco-trotskistas («la guerra civil dentro de la guerra civil») Orwell relata la vida de los milicianos y las escaramuzas del frente, en las alturas alrededor de Huesca, ciudad de la cual Tosquelles había logrado evacuar los enfermos del Asilo psiquiátrico transformado en campo de batalla. (Tosquelles prefería el término de Asilo al de Hospital, según él, hipócrita). Tosquelles y Orwell hubieran perfectamente podido conocerse en Barbastro o en Seriñena, pero si el primero había ya alcanzado a ser Tosquelles el otro apenas empezaba a ser Orwell.

En su libro, Tosquelles relata como en 1939, tras la caída de Almodóvar del Campo donde se ubicaba el Asilo que dirigía, en el segundo período ya profundamente sovietizado de la guerra de España, tuvo que obrar con astucia tanto frente a los fascistas que a los estalinianos para salvar su vida. Pasó a Francia no «en 1938-1939» sino mucho después de la derrota de la República española, pues quedó primero en territorio fascista. Protegido por demócratas-cristianos impresionados por la calidad de su trabajo psiquiátrico, continuó a hacer funcionar su hospital durante varios meses, tanto para atender a los enfermos verdaderos que para organizar un sistema de evasión de antifascistas hacia Francia (13). Finalmente tuvo que pretender ser un médico psiquiatra franquista para poder atravesar los Pirineos, lo que logró tras une serie de peripecias mas bien burlescas pero que bien hubieran podido terminar de mala manera.

Stalin habrá probablemente honrado a Tosquelles con una mención especial en su lista negra, pues éste último le había escrito, junto con algunos camaradas, en los tiempos en que era todavía un comunista ortodoxo (hacia fines de los años veinte) para criticar la consigna que había dado el Komintern con respecto a Cataluña. Stalin quería que estos militante catalanes obedecieran a la directiva: «¡todo el poder a los soviets!» y que hablaran de política en castellano. En su carta, tras las previas reverencias, Tosquelles explicaba amablemente a Stalin la imbecilidad de su política, teniendo en cuenta que no existían soviets en Cataluña, sino mas bien «peñas», círculos de discusión en los cafés donde nadie hablaba castellano («la lengua del opresor»). ¡Todo el poder a las tabernas¡ y hablaremos catalán proponía en resumen Tosquelles a Stalin como nueva política de la Tercera Internacional en Cataluña. Es, que yo sepa (y no es que yo sepa mucho) el único mensaje, junto con el telegrama enviado por Tito desde su frente en 1943: («Si no puedes ayudarnos, trata al menos de no jodernos») que pueda considerarse como una tentativa terapéutica para ese gran paranoico megalomaníaco que era Stalin. (14)

Mucho antes de Saint-Alban, la guerra civil dio a Tosquelles la candente oportunidad de poner a prueba sus ideas terapéuticas elaboradas en el movimiento de la psiquiatría catalana de principios de siglo. Nombrado responsable psiquiátrico del frente sur (Valencia-Almería), constituyó en Almodóvar del Campo (al norte de la Sierra Morena, en la Mancha, la región de las andanzas de Don Quijote) equipos comprendiendo todo tipo de voluntarios, inclusive curas y prostitutas (estas ultimas convertidas en «enfermeras morrocotudas», pero con un mínimo de psiquiatras, pues estos «le tienen demasiado temor a los locos». Constató que la guerra produce muchas menos neurosis y psicosis que la vida civil (y lo que es más, cura algunas de ellas) y que era mejor que los pacientes permanecieran cerca del frente, a 15 km., cerca de sus problemas; «Mas lejos, a 50 km. se convierten en crónicos». Pero atendió sobre todo a médicos que sufrían… de ilusiones burguesas: instalarse en un consultorio, ganar dinero, hace su vidita a parte… en fin, tonterías». Les hacia admitir que son los pacientes los que determinan la clientela, y no la prepotencia narcísica del médico. Cuando no hay guerra, ni resistencia, es decir locura generalizada de los hombres cuyo espectáculo permite a algunos locos individuales de cuidarse, existen afortunadamente las paredes del Asilo, sorprendentemente alabadas por este antipsiquiatra pues protegen los enfermos contra la locura de la familia, la locura de la sociedad. Tosquelles afirma que no se puede hacer buena antipsiquiatría siendo «un buen ciudadano» pues la antipsiquiatría comprende una anti-cultura.

Me parece pues inexacto atribuir a su experiencia del campo de refugiados un papel importante en las ideas de Tosquelles y, por repercusión, en la creación de Saint-Alban. Saint Alban ha tenido su propia dinámica creativa (bien descrita por otra parte por Annie Staricky) en la cual la experiencia española de Tosquelles fue sin duda muy útil y me parece importante insistir señalando que esta experiencia es la de una época de desalienación social y cultural, y no la consecuencia psíquica de la sobre-alienación concentracionaria. Mas tarde Tosquelles, desde 1942, dará gran importancia a la enseñanza de Henri Ey (catalán del norte, nacido en Ceret) (15). Y, naturalmente, dará gran importancia a Freud y a Marx. Aunque manteniéndose a distancia del «freudo-marxismo», no ha cometido nunca el error estaliniano de considerar el psicoanálisis como una «ideología burguesa». Del campo de Septfonds que Tosquelles conoció, donde hubo muertos de hambre, de septicemia y por suicidio, dice que allí también «como en la guerra (civil)» el servicio de psiquiatría organizado por él marchó perfectamente, que el trabajo realizado en él fue magnifico, pero no menciona ninguna innovación particular respecto a su experiencia anterior en España.

Septfonds no era un campo nazi, nos dice Annie Staricky. Sin duda ella expresa aquí que un campo de concentración francés no pudo ser un campo de la muerte. De acuerdo, pero los campos de la muerte no tienen patria. Podríamos preguntarnos ¿porqué se llama, en todas las lenguas «mirador» a las torres de acecho de los campos de concentración? El nombre español ha permanecido desde que España encerró los rebeldes cubanos de José Martí, hacia 1890, en cercados al aire libres equipados de esta forma. Los mismos campos de concentración utilizados en Estados Unidos por los Nordistas en la guerra de Secesión de 1860-65, en los que la mortalidad de los detenidos Sudistas fue muy elevada, no han hecho la misma obra de memoria. Los amables paseantes parisinos en el parque de Buttes-Chaumont ignoran que se recrean en lo que fue un campo de concentración durante la «semana sangrienta» de 1871, cuando Adolfo Thiers mandó fusilar por decenas de miles los vencidos de la Commune. Los campos de la muerte lenta por el hambre y el frío de los gulags soviéticos poco pueden envidiar a los campos de la muerte industrial y acelerada de los nazis ni a los de la muerte mas barata de los Kmers rojos de Pol Pot. Sin duda algunos me dejo de lado.

Los campos franceses de 1939 han sido, ellos, muy desiguales, al principio improvisado sobre la arena de las playas del Rosellón y, más tarde, muy especializado. Bajo Petain fueron dedicados a tratar otros Untermenschen, los judíos particularmente. Los rojos españoles que los inauguraron pudieron, en muchos casos, compararlos a los campos nazis donde 10a 15% de ellos continuaron (y a veces terminaron) su carrera concentracionaria. Su participación masiva a la Resistencia, paradójicamente, salvó a la mayoría de estos exilados; españoles y no-españoles, los antifascistas de la guerra de España, a pesar de la reciente experiencia, no dudaron en continuar su combate dondequiera se encontraran (y hasta, para un puñado de ellos, en la sierra filipina contra los japoneses) (16). Esta actitud combativa les valió un gran porcentaje de sobrevivencia ante las persecuciones fascistas y estalinianas. Pero, para los 20.000 Rotspanier presos por los nazis por actos de resistencia y que conocieron Buchenwald, Dora y Mauthausen, los campos franceses donde no se moría más que de enfermedad, de mala suerte o de desesperación quedaron en su memoria más bien como un buen recuerdo. ¡Comparando experiencias individuales, otros testimonios favorecen en sus recuerdos algunos de los campos nazis! La Francia de los campos de 1939, la de Daladier sucediendo a Blum, era ya casi la de Petain y a pesar de la cálida solidaridad de los franceses de izquierda, varias decenas de miles de refugiados españoles dejaron allí sus huesos. Para el detalle de esta historia, triste y complicada, se leerá con provecho «Les Camps sur la plage, un exil espagnol» en la revista Autrement o el libro Odyssée pour la Liberté cuya introducción se termina por estas palabras:

«En 1940, durante su proceso, León Blum habló de la herida en el corazón que representó España. El abandono de la España republicana pesó efectivamente sobre la consciencia de los socialistas y de una buena parte de la población francesa. Al día siguiente de la victoria franquista el comportamiento general frente a los refugiados y ante la dictadura sangrienta no podía sino aumentar esta culpabilidad. Sin embargo, los expedientes quedaron cerrados: ¡es preferible no despertar a los muertos! O como decía un testigo quien podía dar útiles informes pues ocupaba en aquel tiempo cargos en un municipio de los Pirineos orientales: » Nos joroban bastante con los judíos, ¡no van ahora a empezar con los españoles!» (17)

Tosquelles habla muy bien en su film de la culpabilidad de la izquierda francesa de aquella época, a la que pertenecían los amigos que le rodeaban en Saint Alban y que comprendían, un poco tarde, que la Historia hubiera tomado un curso muy diferente si su gobierno de Frente popular hubiera intervenido oficialmente, en 1936, al lado del pueblo español en vez de enviar el pueblo francés a estrenar vacaciones pagadas (18). «Sí, ya sé, la nariz de Cleopatra…» dice en el film, antes de burlarse con ternura de la solicitud de la que fue objeto por parte de esta izquierda francesa: «¡Este pobre Tosquelles que ha perdido su guerra! ¡No te inquietes chico, une de perdue dix de retrouvées!».

Parece ser que los que olvidan una experiencia están condenados a repetirla. La amnesia que parece reinar hoy, a penas transcurridos sesenta años, ¿significaría que inconscientemente se tendría deseo de repetir? Si vis pacem, para bellum…

Notas

1 – Annie Staricky «A quelles conditions un collectif peut-il être soignant ? Le Coq Héron 145, Marzo 1997, p. 77
2 -La descripción de Buchenwald que Bettelheim hizo en El corazón consciente provoco en aquella época la ira de Jorge Semprún quien, en un texto sin duda excesivo, le acusó de no haber comprendido nada a los campos de la muerte. El debate sigue abierto veinte años después, pese al excelente libro de Semprún La escritura o la vida. ¿ El Buchenwald de 1944 podía compararse al de 1937 ?
3 – François Tosquelles, 1992, L’enseignement de la folie, Privat
4 – Una política de la locura, film de Danielle Sivadon y Jean-Claude Pollac, La Sept INA Anabase 1989.
5 – Fabra, quien vivió como Casals su exilio en Prades, contrariamente a Dalí quien optó por Franco, el mercado del arte y «la divina diarrea de dólares».
6 – Tosquelles, op.cit; p. 126
7 – Cf. Ferran Patuel-Puig «La Psychanalyse en Catalogne» 4° groupe, Bulletin d’Information n° 12 – Primavera 1992, pp. 53-55
8 – Sartre estimaba que la cultura española (en el sentido amplio, América Latina comprendida) era fundamentalmente existencialista como lo demuestra la diferencia entre sus dos verbos «ser» (por lo que es inmutable) y «estar» (por lo que es efímero).
9 – En la adversidad los ibéricos «se cagan en Dios», mientras que los franceses se limitan a invocar Su nombre (¡ Nom de Dieu !) los holandeses, mas masoquistas, piden a Dios que los maldiga ( ¡ Godverdomme !). A estudiar en una eventual etnopsicoanálisis de España…
10 – Partido Obrero de Unificación Marxista, uno de los dirigentes siendo un antiguo secretario de Trotski, Andrés Nin (ningún parentesco con Anaïs). Las posiciones políticas del POUM eran sin embargo severamente criticadas por Trotski como «centristas» es decir, intermediarias entre las de Stalin, que defendía los intereses de la burguesía y las auténticamente revolucionarias, las suyas. Nin fue «liquidado» por los agentes de Stalin en 1937, así como numerosos poumistas.
11 – Land and Freedom, realizador Ken Loach, escenario de Jim Allen, producción Parallax Pictures, Messidor Films Roadmovie Dritt Produktionen, video TF1. 45 min.
12 – Homenaje a Cataluña. En la obra de Orwell, este libro echa las bases de su famoso 1984, que fue acogido en plena guerra fría como una obra anticomunista . En realidad esta anti-utopía denunciaba sobre todo la colusión del stalinismo y del nazismo.
13 – Tosquelles, op.cit. p.228.
14 – Tocando la actuación de Stalin en España cf. Pierre Broué 1993, Staline et la Révolution, le cas espagnol – Fayard.
15 – Tosquelles, op. cit. pp. 113-120.
16 – Cf. Antonio Vilanova 1969, Los olvidados : los exilados españoles en la Segunda Guerra mundial – París, Ruedo ibérico pp. 503-505.
17 – Marie-Claude Rafaneau-Boj, 1993, Odyssée pour la liberté, les camps de prisonniers espagnols 1939-1945, París, Denoel.
18 – Como lo preconizaba, entre otros, cierto coronel Charles de Gaulle…

Sobre el autor: Periañez, Manuel

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