En lucha, septiembre 2005. Texto publicado con motivo del 70 aniversario de la fundación del POUM.
El Partido Obrero de Unificación Marxista se formó a base del Bloque Obrero y Campesino (BOC) y la Izquierda Comunista de España (ICE). Estas dos organizaciones habían roto a principios de los treinta con el comunismo “oficial” en oposición a la degeneración de la revolución soviética y la transformación de los partidos comunistas en meras correas de transmisión de las necesidades de la política exterior de la dictadura estalinista. Reclamaron así la herencia revolucionaria, internacionalista y democrática de la revolución de 1917.
El BOC llegó a ser el partido obrero más importante en Catalunya durante la República, pero no pudo romper la hegemonía sobre las masas de las dos grandes corrientes sociopolíticas catalanas de la época: el anarcosindicalismo y el nacionalismo de izquierdas.
En contraste con las demás organizaciones obreras de la época, el BOC defendió la importancia de una alianza entre los campesinos, los movimientos de liberación nacional y la clase obrera, liderada por esta última, para abrir el camino hacia la revolución social. También tuvo un papel destacado en la creación de las Alianzas Obreras que se organizaron en casi todo el Estado durante 1934 como respuesta a la amenaza de la extrema derecha y tuvieron un papel clave en la huelga general revolucionaria de octubre de 1934.
La otra organización, la ICE, fue parte de la oposición internacional trotskista –que se oponía al ascenso del estalinismo y de la burocratización en la URSS– y, aunque era más minoritaria que el BOC y tuvo núcleos activos en varios lugares del Estado, su contribución mayor fue en el plano teórico. Tanto el dirigente de la ICE, Andreu Nin, como el del BOC, Joaquín Maurín, fueron los dos líderes y escritores marxistas más destacados de su época. Nin se había adherido al comunismo en los años veinte cuando pasó nueve años en la URSS trabajando para la Internacional Sindical Roja y donde ingresó en la oposición trotskista. Maurín había sido una figura importante en el sindicalismo revolucionario, pasando a formar parte del movimiento comunista en la misma época.
En septiembre de 1935, las dos organizaciones se unificaron como un primer paso para crear un partido marxista revolucionario más amplio. El nuevo partido llegó a tener unos 6.000 militantes en vísperas de la guerra civil, la mayoría en Catalunya donde su federación sindical, la FOUS, tuvo unos 50.000 afiliados. Con las elecciones de febrero de 1936 el POUM, después de no conseguir la formación de un Frente Obrero, decidió apoyar al Frente Popular contra la derecha, siendo Maurín su único diputado elegido. Esta decisión significó la ruptura final entre Trotsky y sus ex seguidores españoles, a quienes se acusó de haber traicionado a la clase obrera por haber apoyado una coalición subordinada al republicanismo pequeño burgués. Aunque, en realidad, el POUM criticó duramente el Frente Popular como un freno al movimiento obrero.
La revolución que surgió como respuesta a la sublevación militar-fascista en julio de 1936, significó que la influencia del POUM, como la de todas las organizaciones obreras, creció espectacularmente. Durante el primer año de guerra controló seis periódicos diarios, numerosas publicaciones semanales y dos emisoras de radio. Organizó su propia milicia con más de 8.000 efectivos y su afiliación pronto llegó a los 30.000.
Guerra y revolución
En seguida se planteó cuál debía ser la relación entre la guerra y la revolución. Los comunistas ortodoxos defendieron, siguiendo la línea dictada desde Moscú, que la lucha era entre la democracia y el fascismo y que la revolución tenía que ser liquidada para no asustar a las democracias occidentales.
En contraste, el POUM y la CNT insistieron en que revolución y guerra iban unidas. Las masas estaban luchando para ir mucho más lejos que una simple democracia burguesa, como habían demostrado con la colectivización de la tierra y la industria, la formación de las milicias y el control popular sobre muchos aspectos de la vida cotidiana. Reconstruir el Estado republicano significaría minar el entusiasmo popular, el arma principal de la izquierda contra un ejército bien suministrado por sus aliados fascistas. Además la idea de que las democracias iban a apoyar a una república más moderada no tuvo en cuenta el nulo interés (sobre todo del poderoso gobierno británico) en apoyar a la izquierda española, fuera cual fuese su programa, contra las clases dominantes encabezadas por Franco.
Para que la revolución no fuera derrotada, el POUM entendió que hacía falta un nuevo poder revolucionario. Un poder constituido por una asamblea de comités de obreros, campesinos y milicianos, basado en la democracia directa y con la clara intención de consolidar la revolución. Tal poder fue necesario para estructurar y garantizar la economía colectivizada y establecer un ejército centralizado pero basado en las milicias.
Sin embargo, la organización revolucionaria con más peso, la CNT, que como anarquista estuvo en contra de todos los estados, se negó a luchar por un nuevo tipo de poder. La revolución para los anarcosindicalistas ya fue un hecho en la calle, en las fábricas y en el campo. Así dejaron en manos del Estado republicano el control del comercio, las finanzas, las comunicaciones y, sobre todo, de las fuerzas armadas pronto reorganizadas en un ejército más ortodoxo, el Ejército Popular. Pronto la CNT abandonó sus principios para colaborar en el nuevo gobierno; una colaboración que permitió el mantenimiento del Estado y, por lo tanto, de las posibilidades de que éste lanzara una ofensiva contra el movimiento obrero. Se abrieron así las puertas a la contrarrevolución que sucedió en los siguientes meses.
En Catalunya esta política de colaboración se reflejó en el nuevo gobierno catalán, establecido en septiembre de 1936 con la participación de toda la izquierda, incluyendo la CNT y el POUM. El POUM justificó su participación con el argumento de que el gobierno catalán tuvo una “mayoría obrera” y un programa revolucionario. Formalmente fue así, pero dado que esta mayoría incluyó el partido estalinista, el PSUC, la actuación del gobierno catalán también debilitó la revolución.
Perseguidos e ilegalizados
Cada vez más, el POUM fue el blanco de una campaña de calumnias por parte del estalinismo que les acusaba, como a todos los comunistas disidentes (reales o no) de la época, de ser “agentes del fascismo”. Esta campaña fue parte de una mucho más amplia para acabar con la revolución y culminó en los llamados “Hechos de Mayo”, cuando fuerzas policiales, lideradas por los comunistas, intentaron acabar con el control obrero de las calles de Barcelona.
Después de varios días de lucha y cientos de muertos, la CNT dio la orden de abandonar las barricadas para no hacer peligrar más la unidad antifascista. El POUM, que una vez más se sentía demasiado débil para actuar sin la CNT, aceptó la retirada a pesar de la situación favorable de los revolucionarios en la capital catalana.
Trotsky criticó duramente la actitud “claudicante” del POUM, como también lo hizo en relación con su participación en el gobierno de la Generalitat. Sin embargo, es difícil ver cómo el POUM pudo haber cambiado el curso de los acontecimientos sin una mayor influencia entre las filas de la CNT, problema que vino antes de la guerra. La formación en febrero de 1937 del Frente de la Juventud Revolucionaria, entre los jóvenes poumistas y libertarios, pudo haber sido un paso muy importante hacia una mayor colaboración, pero fue saboteado por la dirección cenetista.
En junio de 1937, un nuevo gobierno central más moderado, sin la participación de la CNT, ilegalizó el POUM. Su milicia fue disuelta, su prensa suprimida y muchos de sus dirigentes detenidos. Andreu Nin, líder del partido en la ausencia de Maurín, atrapado en la zona fascista, fue secuestrado por agentes estalinistas y asesinado.
El POUM siguió actuando en la clandestinidad hasta el final de la guerra, con cientos de sus militantes en las cárceles de la República, mientras que otros daban sus vidas en el frente. Una campaña internacional en solidaridad con el partido consiguió que el juicio de los demás dirigentes poumistas en octubre de 1938 no terminara con su ejecución, como hubieran querido los estalinistas, sino con su condena por haber intentado “subvertir” la República. Con el fin de la guerra, el POUM pasó de ser perseguido por el estalinismo a ser víctima de la represión fascista, tanto en el Estado español como en el exilio.
Su experiencia histórica merece ser rescatada por los que hoy seguimos con la misma lucha que el malogrado POUM.
Para profundizar en el POUM y la revolución española
Entre los muchos estudios sobre el POUM y la revolución española recomendamos:
– “El POUM en la historia” (Los libros de la Catarata, 1998) escrito por el ex Secretario General de sus juventudes, Wilebaldo Solano.
-“La revolución española” (1931-1939) (Ediciones Península, 1977) de Pierre Broué, es una buena exposición del papel de los marxistas revolucionarios.
-Sobre los orígenes del partido y su actuación dentro del contexto del movimiento obrero catalán ver: Andy C. Durgan “BOC 1930-1936” (Laertes, 1996).
-De interés también es la colección de documentos seleccionados por Víctor Alba, “La revolución española en la práctica. Documentos del POUM” (Ediciones Júcar, 1977).
-Finalmente para una lectura rápida sobre los acontecimientos de la Guerra Civíl, la revolución española y el POUM, se puede leer el folleto de Andy C. Durgan, “Guerra y revolución” (En lucha, 1998) o visitar la página web de la Fundación Andreu Nin .
Edición digital de la Fundación Andreu Nin, noviembre 2005