Francesc de Cabo,1910-1997 (Enrique del Olmo, 1997)

El 15 de enero de 1997, a las once de la noche, una llamada de Sara de Cabo me comunicaba que Francisco había fallecido por la mañana y me pedía que se lo transmitiera a los compañeros de la Fundación Nin y a los viejos amigos como Emma Roca, Alberto Aranda, Eugenio F. Granell, etc.

La noticia era esperada. Hacía menos de un mes, en Ondara (Valencia), durante el homenaje a Pepe Grimalt, Wilebaldo Solano y María Teresa me habían comentado que De Cabo estaba muy mal y que casi no se podía levantar.

Francisco o Francesc, porque le era indistinto cómo se le llamase, en catalán o castellano, conectando con una tradición de los dirigentes del movimiento obrero catalán del primer tercio de siglo. Maurín era Quim o Joaquín; García Oliver era Juan o Joan y Nin era Andrés o Andreu. Esta tradición partía de una concepción universalista del hecho nacional catalán por parte del movimiento obrero, que no requería una «catalanización» forzada. Recuerdo que en la legalización de la Fundación Andreu Ni, cuando estábamos eligiendo un logotipo que llevara la firma de Nin, de Cabo nos lo explicó, señalándonos que un gran conocedor y traductor de la lengua catalana y, quizás, el principal teórico de la cuestión nacional y catalán sin ambigüedades, firmaba como Andrés.

Francisco de Cabo tiene una especial significación para un grupo de compañeros que en 1987 estábamos organizando una serie de actos conmemorativos de los Hechos de Mayo de 1937. Todos éramos parte de la generación que había participado en la lucha antifranquista desde las filas del trotskismo. El POUM era, para nosotros, algo mítico y realmente desconocido. Teníamos una simpatía difusa por su papel, y en mi caso el Homenaje a Cataluña de Orwell me había conmovido como pocas lecturas, pero todo había pasado por el cedazo de la agria y muchas veces injusta polémica Nin-Trotsky. Y, aunque no habíamos comulgado con la visión extremadarnente sectaria de otros grupos trotskistas, teníamos unas ciertas reticencias.

De Cabo fue el primer militante del POUM que conocí de carne y hueso. Tenía referencias suyas como editor de El Soviet, la publicación de la Izquierda Comunista de Nin, Andrade, Lacroix, Fersen, etc., y como miembro electo del primer Comité Central del POUM, como representante de ¡Buenos Aires!. Sin embargo, cuando fuimos a buscarlo a la estación de Chamartín, el encuentro con aquel veterano militante de andar pausado y divertida ironía nos hizo comenzar a conocer otra dimensión de la historia.

Gracias a De Cabo entramos en contacto con muchos otros compañeros: María Teresa de Andrade, Enrique Rodríguez Arroyo, Emma Roca, Granell, Ballester y Solano, que nos empezaron a dar una visión diferente tanto del POUM como del mismo conflicto político con Trotsky. El impacto de las charlas con De Cabo fue tan importante que en el libro que publicamos recogiendo las Jornadas del Ateneo sobre Mayo del 37, donde él intervino, el texto que aportamos Luis Miguel Sáenz y yo ya se situaba en el terreno de la «heterodoxia», lo que nos trajo no pocos problemas en nuestra organización de aquel momento, donde empezarnos a ser vistos como peligrosos centristas ninistas.

Este encuentro tardío (otros, como Jaime Pastor, Miguel Romero, Miquel Coll, Pelai Pagés, tuvieron la suerte de conocer antes a los veteranos poumistas), nos abrió a muchos a una reflexión respecto al desencuentro entre generaciones distanciadas cuarenta años en el tiempo, pero próximas en principios y objetivos. Esta falta de conexión histórica nos privó a la izquierda antiestalinista de una referencia y de una vinculación que nos hubiese permitido construirnos como corriente política con menos impericia, sectarismo y superficialidad y, posiblemente. nos hubiese posibilitado ganar peso e influencia.

No hago más que reconocer la verdad si señalo que Francesc, junto a Wilebaldo Solano, fue decisivo en la constitución de la Fundación Andreu Nin, tanto en Madrid como en Barcelona. A todos nosotros nos animó y nos impulsó a crearla y en Barcelona fue, no sólo el alma mater, sino también el chico de los recados. De Cabo fue preparando el material básico de la exposición fotográfica sobre Nin y el POUM que se presentó en el Ateneo de Madrid, en el Palacio de la Virreina de Barcelona y en la ciudad natal de Nin, El Vendrell, cuyo Ayuntamiento es hoy depositario de la exposicíón. Francesc de Cabo fue, durante los años 1988-1992, un incansable productor y recolector de materiales, editando folletos de enorme interés:el trabajo de la mujer en el POUM, Joaquín Maurín, Víctor Serge. la semblanza política de Andreu Nin, etc., publicados por la Fundación en Barcelona. Aportó algunos trabajos inéditos sobre la creación del FOUS (Frente Obrero de Unidad Sindical), una de las experiencias más controvertidas de la historia política del POUM y reflejo de las dificultades en la relación con la CNT.

De su experiencia personal nos dejó algunos relatos de gran sensibilidad, como su semblanza de la que fue su primera compañera, Carlota Durany, colaboradora directa de Nin, que murió de infarto en el exilio bonaerense como consecuencia del impacto al conocer la derrota del nazismo, y una pequeña novela, Els nostres 30 anys, que merece la pena sacarla a la luz.

En casa de Carlota fue fundado el POUM en 1935, y de la misma casa fue secuestrado el opositor de izquierdas austriaco Kurt Landau, asesinado por los estalinistas.

Capitán de la 29 División que dirigía Josep Rovira, cuando empieza la persecución estalinista, después de los Hechos de Mayo de 1937, se incorpora como soldado raso a otro cuerpo del Ejército, ocultando su identidad amparado en un mando socialista.

Al concluir la guerra pasa, en primer lugar, a Francia, para salir posteriormente hacia Argentina, donde se instala y edita algunos boletines del exilio. Durante treinta años dirige importantes editoriales en Colombia, Venezuela y Argentina. En la década de los 70 el PRT-ERP, que lideraba Santucho, le plantea impulsar una editorial para publicar textos revolucionarios, acuerdo que no se concreta, al exigir el PRT unas condiciones de supervisión que chocaban con los criterios de Francisco.

De Cabo siempre se caracterizó por hablar claro, a veces muy claro, lo que le condujo a algunos enfrentamientos con viejos compañeros de militancia. Vivió con dolor en los últimos años su distanciamiento político con uno de sus mejores amigos: Ignacio Iglesias. Orgulloso de su procedencia de la Izquierda Comunista, no dejó de señalar sus diferencias con algunos de los que provenían del BOC y no vio nunca con buenos ojos el ingreso al PSOE de alguno de sus viejos camaradas de lucha: Gironella, Clop, Alberich, Rocabert… lo que provocó algunas disensiones en su común tarea de recuperación de la memoria histórica del POUM.

Seguidor minucioso de la actualidad política, contempló el derrumbe del estalinismo con una enorme satisfacción y asistió a la sucesión de acontecimientos que suponían la recuperación de la verdad y de la dimensión histórica de la lucha del POUM frente a la infamia estalinista. Siempre siguió de cerca las experiencias políticas que los «jóvenes» realizábamos, dándonos su opinión con franqueza. Casi siempre que pasábamos por Barcelona íbamos a su casa a charlar o a disfrutar de la hospitalidad de Sara y de su hijo Jordi (que siempre le echó una mano en sus trabajos), o quedábamos a tomar una paella en La Boquería.

El recuerdo de Francesc no tiene nada de doloroso. La imagen que me viene es su sonrisa socarrona comentando con ironía algún suceso. Vivió intensamente (él nos decía que no cambiaba los tres años de revolución por nada), intervino en la realidad decididamente, transmitió su experiencia y ejemplo y fue consecuente consigo mismo.

Sobre el autor: Del Olmo, Enrique

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