Víctor Serge: totalitarismo y capitalismo de Estado. Deconstrucción socialista y humanismo colectivista (Philippe Bourrinet))

Texto completo de la ponencia presentada por el autor en el Colloque Victor Serge, 29-30 septiembre 2001, celebrado en Moscú. Publicado con permiso del autor. Traducción de Margarita Díaz.
 

«… en la noche se adivina el anuncio de un mañana tan radiante y tan rico de promesas que nos es imposible concebirlo… No nos dejemos desalentar.» (Víctor Serge)*

La transición de Rusia hacia una relativa democratización, apoyándose en un sector capitalista privado, plantea tres preguntas: cómo el «totalitarismo» llamado «soviético» pudo instalarse y perdurar para, finalmente, sucumbir; cómo la transición de un capitalismo de Estado, que algunos llamaban «economía planificada colectivista», a un sector capitalista privado ha podido hacerse con tanta facilidad; y también, cómo puede darse una alternativa socialista en este siglo XXI (1), que responda a las necesidades de un nuevo movimiento social autónomo, cuya finalidad es el hombre liberado de sus cadenas, económicas y políticas.

El testimonio de Víctor Serge nos es infinitamente precioso de cara a abordar es2tas cuestiones cruciales para el nuevo movimiento social, después de la desaparición del estalinismo. Víctor Serge ha legado a las nuevas generaciones un testimonio precioso. Sus obras, tanto políticas como literarias, además de su talento, son una mina para aprehender la génesis, el funcionamiento del totalitarismo en Rusia, su infraestructura económica, durante cerca de 70 años.

La definición del totalitarismo y del capitalismo de Estado

A partir de los años 30, Serge utilizará numerosas veces el término totalitario en sus escritos.

El origen del término se encuentra en los antifascistas italianos, aunque los fascistas también la utilizaron. Mussolini, en 1925, reivindicaba la «feroz voluntad totalitaria» de su régimen. El totalitarismo ha sido, ante todo, la absorción completa de la sociedad civil por el Estado, al que, por supuesto, los fascistas no lo definían como un Estado capitalista. Según el propio Mussolini: «Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado» (2). La llegada al poder de Hitler, que instaura un totalitarismo de carácter racista, donde el Estado es la transposición de la voluntad del Jefe (Führer) introdujo de manera perdurable la noción de totalitarismo en la literatura antifascista.

A). El término totalitarismo para caracterizar al Estado soviético formado en 1918 surgió precozmente con Serge, en el momento del triunfo del estalinismo. En una carta que envía desde Moscú a principios de febrero de 1933 a sus amigos franceses, Serge afirmaba que este Estado es «un Estado totalitario, castocrático, absoluto, embriagado de poder, para el que el ser humano no cuenta» (3). Serge se definía entonces como parte de la Oposición de Izquierda, con la que compartía lo esencial de sus posiciones. Trotsky, que caracterizaba al Estado soviético como un «Estado obrero degenerado», define a este Estado, en septiembre de 1939, como un «Estado totalitario, pero -según él- incapaz de perpetuarse» (4).

El concepto de totalitarismo se impondrá a partir de la guerra. En plena guerra, el viejo comunista austriaco, Franz Borkenau, publicó un libro titulado The totalitarian enemy donde Rusia era caracterizada como un «fascismo rojo» y la Alemania nazi como un «bolchevismo marrón» (5). Es la misma idea que aparecía formulada por el comunista de los consejos Otto Rühle, que, con Karl Liebknecht votó en el Reichstag en 1915 contra los créditos de guerra para  Alemania. Rühle, en una obra con un sugestivo título: Fascisme brun, fascisme rouge (Fascismo marrón, fascismo rojo), afirmaba que el totalitarismo no era sino una tendencia universal hacia el capitalismo de Estado que se había manifestado, en particular, en Rusia y en Alemania. Según él, existía una «concordancia interna de las tendencias hacia el capitalismo de Estado» en estos dos países, «una identidad estructural, organizacional, táctica y dinámica, cuyo resultado fue el pacto político y la unidad de acción militar» (6). Por otro lado, esta idea fue desarrollada por la Izquierda Comunista rusa, deportada y prisionera. Así, el joven decemista (grupo del «centralismo democrático» de Sapronov) Volodia Smirnov, al principio de los años treinta llegaba a afirmar que «el comunismo es un fascismo extremista, el fascismo un comunismo moderado», y sostenía que el mundo se dirigía hacia una nueva forma social: el capitalismo de Estado (7).

B). La posibilidad del capitalismo de Estado en Rusia fue muy pronto considerada, en primer lugar por Ossinskij, en 1918 (8). Él afirmaba que: «El socialismo y la organización socialista deben ser construidas por el propio proletariado, pues si no no habrá ninguna edificación; surgirá otra cosa: el capitalismo de Estado».

Fueron los anarquistas y los comunistas de izquierda (a los que ya podemos calificar como los comunistas consejistas) los que primero definieron a Rusia como un Estado capitalista, donde el Estado dirigiría orgánicamente, como un cuerpo colectivo, el conjunto de la vida económica.

En un escrito aparecido en 1921, La faillite du communisme d´Etat russe (9), el «líder» anarcosindicalista alemán Rudolf Rocker concluía su obra con un llamamiento «al socialismo, y no al capitalismo de Estado» (10). Simultáneamente, los comunistas de izquierda alemanes y holandeses (KAPD, Gorter et Pannekoek) proclamaban, en 1921, que «Rusia soviética y proletaria del Octubre rojo comienza a transformarse en Estado burgués» (11). Y el anarquista ruso Piotr Archinov anotaba en 1927: «No hay ninguna duda que la «misión histórica» del partido bolchevique se vacía de todo contenido y que intentará conducir la Revolución rusa a su objetivo final: el capital de Estado…» (12).

Curiosamente, para otros comunistas de izquierda, que se reclamaban de Lenin y de Bordiga, como el grupo de la izquierda comunista italiana en el exilio, agrupado en torno a la revista Bilan,  Rusia seguía siendo un «Estado obrero» con una base económica colectivista. El Estado ruso, sin ser capitalista, era, de hecho, un instrumento de la burguesía internacional, por su integración en el mercado mundial. (13)

Todas estas posiciones, ya consideraran el totalitarismo o el capitalismo de Estado, buscaban «el secreto» de la evolución de Rusia bajo Lenin y Stalin y un cuadro teórico explicativo. Víctor Serge -además de Ante Ciliga (14)- intentaban, al mismo tiempo,  comprender el interior de esta evolución, apoyándose sobre su propia experiencia vivida con el estalinismo. Las otras posiciones trataban de hacerse con el enigma ruso (Ciliga) desde el exterior, situando la historia de Rusia en un marco internacional, donde se manifestaba una tendencia hacia el capitalismo de Estado (15).

Serge y la cuestión del totalitarismo

La misma concepción de Serge sobre el «totalitarismo» es el fruto de su evolución política, desde el anarquismo hacia una especie de «leninismo libertario». Según el propio Serge, tal y como explicita en sus Memorias, nunca se despojó de una visión del mundo libertaria, opuesta a una visión jacobina de la revolución. En el campo de concentración francés de Précigné (en el departamento de la Sarthe) donde estuvo detenido a partir del primero de abril de 1918, Serge soñaba no con una dictadura que suprimiera la libertad de prensa y de opinión, como lo preconizaba el bolchevique Krauterkrafft, sino con una «revolución libertaria, democrática -menos la hipocresía y la pasividad de las democracias burguesas-, igualitaria, tolerante hacia las ideas y los hombres, que utilizaría el terror si hiciera falta, pero que aboliría la pena de muerte. «Desde un punto de vista teórico, nosotros planteamos muy mal estos problemas, el bolchevique los plantea mejor; desde el punto de vista humano, nosotros nos hallamos en la verdad infinitamente más que él. Nosotros vemos en el poder de los sóviets la realización de nuestras aspiraciones; él también.» (16)

¿Visión revisada casi treinta años después?  Claro que no: hay una continuidad libertaria en Serge, incluso en el periodo «bolchevique». Se puso inmediatamente, desde febrero-marzo de 1919, al servicio del sóviet de Petrogrado y, sobre todo de la Komintern refundada, jugando un importante papel mediante la edición y la traducción de los textos del ruso al francés. Se suma al partido bolchevique, pero su apoyo es crítico, «sin abdicar el pensamiento ni el sentido crítico»(17). Fue considerado entonces como un anarquista «sovietskij» (soviético). La creación de las checas, «un Estado dentro del Estado», hiela la sangre de Serge y dedica mucho tiempo a intentar ayudar a escapar a inocentes de las prisiones o del fusilamiento (18). Antes de Kronstadt, Serge denuncia la represión a la que son sometidos los anarquistas rusos en 1920; los artículos que escribe sobre esto sólo serán publicados por la prensa anarquista francesa. Proclama claramente su hostilidad hacia toda autoridad dictatorial: «Antiautoritario lo soy tanto como siempre, irreductiblemente» (19).

Cuando estalla la insurrección de los marinos de Kronstadt, coincidiendo con las huelgas obreras de Petrogrado, Serge intevino como «mediador» ruso entre el Gobierno y los insurgentes, y fue el único al que no detuvieron, sobre todo por su calidad de militante obrero francés. Serge parece, sobre todo, haber dudado. Consideraba que si la «dictadura bolchevique caía, en breve se instalaría el caos, a través del caos la presión campesina, la masacre de los comunistas, la vuelta de los emigrados y, finalmente, otra dictadura antiproletaria» (20). Para él, los levantamientos campesinos, como el de Tambov, constituían nuevos «Vendées». Según Serge, se trataba de un Termidor, lo que, por otra parte, ya habría preconizado Lenin cuando afirmó: «Nosotros mismos haremos un Termidor» (21). Serge subraya el internacionalismo de los kronstandistas y nos cuenta que los marinos prisioneros gritaban, cuando iban a ser fusilados,»viva la revolución mundial» (22).

Si Kronstadt cavó «una infranqueable fosa entre los marxistas y los libertarios» (23), Serge continuó jugando un papel en el tercer congreso de la Komintern. Enviado a Alemania en 1923, fue testigo -como redactor de Inprekorr– del fracaso de la insurrección planificada para octubre. Presente en Viena, donde estuvo en contacto con Gramsci y Lukacs, se entusiasmó con la idea de una Federación de los Balcanes, colaborando con su órgano de prensa. Defendió las posiciones de la Oposición de Izquierda a propósito de los acontecimientos revolucionarios de China de 1927 (24).

Perteneciendo a la Oposición trotskista, Serge fue excluido del partido bolchevique a principios de 1928. Este mismo año fue detenido, después deportado de 1933 a 1936, fecha en la que pudo salir milagrosamente del «país de la gran mentira», gracias a una intensa campaña internacional.

Después de su ruptura con Trotsky en 1937-1938 debida a la cuestión de Kronstadt y a su adhesión al POUM español, Serge toma una orientación que le conduce a una visión del sistema totalitario como un nuevo fenómeno histórico.

Es importante remarcar que esta visión se desarrolla durante la guerra, y en contacto con un antiguo dirigente del POUM, Julián Gorkin, en Méjico. Toma, incluso, un cariz filosófico personalista, bajo la influencia de Emmanuel Mounier (25), y de la psicología social con Erich Fromm (26).

Podemos utilizar la definición de totalitarismo dada por los politólogos americanos Friedrich y Brzezinski: «dominación de un partido de masas dirigido por un líder carismático, una ideología oficial, el monopolio de los medios de comunicación de masas, el monopolio de las fuerzas armadas, un control policial terrorista, un control centralizado de la economía» (27).
Para Serge, que vuelve sobre el fenómeno en 1945, el totalitarismo se cristalizó entre 1927 y 1930. Lo definió de forma negativa como:

– un Estado dirigido por la policía secreta y basado en los campos de concentración, llenos de deportados y condenados sin juicio;
– un régimen de partido único;
– la ausencia de «libertades democráticas elementales»: prensa, opinión; la ausencia de elecciones libres y del voto secreto (28).

Sin embargo, es lógico que semejante análisis fenomenológico, que se desarrolla, sobre todo, al inicio de la guerra fría, resultara muy limitado y no permitiera interrogarse sobre la verdadera naturaleza del régimen, es decir, sobre su finalidad. Como lo demuestran Vadim V. Dam, e y Ja. S. Drabkin, se puede dudar sobre la pertinencia del concepto utilizado tan fácilmente, incluso por Serge, ya que éste remonta el totalitarismo unas veces a Stalin, otras, a la creación de la checas bajo Lenin, antes de que el partido bolchevique fuera estalinizado.

Es legítimo, por tanto, interrogarse sobre si el problema del totalitarismo debe aprehenderse, tanto en su dimensión política (la superestructura ideológica) como en su dimensión económica (infraestructura material) y en su propia finalidad. Este es el asunto que subrayan hoy en Rusia Dam´e y Drabkin: «En los años 1920, el partido dirigente se encuentra ante una elección histórica: renunciar al poder y aplazar la modernización industrial a tiempos mejores o bien intentar llevarla a cabo con métodos violentos… La modernización de recuperación sui generis fue financiada por el pillaje de los campos, por un nivel muy bajo de remuneración del trabajo en las ciudades (entre 1928 y 1940) que hizo que la capacidad de compra de los salarios resultase dividida casi por tres, mientras que la productividad del trabajo aumentó más de tres veces, por la exportación de materias primas y de cereales, por el aumento de los impuestos, por la emisión masiva de moneda, por los «préstamos de Estado» obligatorios y por el crecimiento de la venta de alcohol. (…) Todo esto permitió en treinta años una expropiación masiva del campo y de las ciudades, proletarizar a la mayoría de la población y crear una estructura sui generis de sociedad industrial sin capital privado ni burguesía, llamada de esta forma socialista.» (29).

Economía planificada y capitalismo de Estado

Modestamente, pero con un inmenso talento literario, Serge se esforzó, sobre todo, en proporcionar elementos de reflexión, hechos precisos, que dicen mucho más que los «hechos son testarudos», por retomar una expresión de Lenin.

La obra de Serge, Destin d´une révolution URSS 1917-1937 (Destino de una revolución 1917-1937) (30) aporta algunos elementos capitales que alimentan su concepción de un «colectivismo totalitario» en el plano económico. Como Trotsky, él no albergaba ninguna duda de que una economía socialista estuviera surgiendo que -según él- toma una dimensión revolucionaria:  saluda «la obra titánica llevada a cabo entre 1917 y 1923-1927» que «atestigua poderosamente la capacidad revolucionaria de los trabajadores y la vitalidad del socialismo» (32). Para él, la colectivización total es una conquista, la de la socialización de los medios de producción: opone la «potencia extraordinaria» al capitalismo clásico que se debate en la crisis (33). Incluso constituye «el esbozo vigoroso de una transformación del hombre», llevada a cabo por un Estado que es «el más viril que existe en este momento» (34). Para Serge esta colectivización-«socialización» constituía una realidad «socialista» hasta tal punto que -incluso en sus Mémoires escritas durante la guerra- pensaba que una «restauración capitalista no era previsible» en Rusia (35).

Serge no poseía una formación económica o teórica que le permitiera abordar estos fenómenos nuevos. Por su formación no era verdaderamente marxista, y parece que lo que aprendió del marxismo fueron las teorías bolcheviques de Lenin y de Trotsky que traducía al francés. Parece ignorar incluso ciertos escritos, tales como los de Engels cuando habla de la concentración monopolística del Estado a tal punto que éste se convierte en «el capitalista colectivo ideal» (36). Hasta su muerte, Serge muestra un desconocimiento de las teorías de los comunistas de izquierda sobre el capitalismo de Estado. En su deportación no mantiene prácticamente ningún contacto con los elementos de la izquierda rusa que analizan el sistema como capitalista de Estado. Posicionándose -como escribe- en el campo de los «revisionistas», que piensan que todo está por analizar, parece oponerse a los «doctrinarios», a los «defensores de la teoría según la cual en la URSS se realizaba un capitalismo de Estado» (37).

Al mismo tiempo, en ninguno de sus escritos hace mención de las concepciones de los libertarios rusos -que tan bien conocía- ni de otros sobre el capitalismo de Estado que habían desarrollado casi al mismo tiempo que los «ultraizquiedistas».

La única referencia económica que parece haber tenido Serge es la de su amigo Lucien Laurat que, siguiendo las huellas del belga Henri de Man, preconizaba una «verdadera economía dirigida», que él oponía a «la economía mixta» soviética, menos rentable que el sector capitalista clásico (38).

Sin embargo, en sus escritos, Serge aporta -por los datos económicos que suministra- elementos de una interpretación posible de la economía soviética como una forma de capitalismo de Estado.

Serge aporta datos extremadamente importantes sobre las colectivizaciones, donde los obreros debían producir menos y consumir incluso lo mínimo compatible con la reproducción fisiológica de su fuerza de trabajo. Los salarios, forma de capital variable -«allá donde hay asalariados hay capital», y allá donde hay proletariado, hay capital, afirmaba Marx (39)- sufrieron una importante merma en relación a los de 1914 (40).

Sus observaciones sobre los campos y los talleres de trabajos forzados son parciales, aunque, sin embargo, da cuenta del fenómeno. También señala la legislación antiobrera que condena a muerte en 1932 el robo de la propiedad del Estado. Asimismo, la pena capital contra los niños en 1935. Todas estas prácticas eran utilizadas, por otra parte, en la Inglaterra precapitalista. Hay que recordar que, en Inglaterra, a principios de la era victoriana, se recluía a los obreros en las workhouses y los tribunales condenaban a la horca a los niños por haber robado un trozo de pan.

En el curso de su obra, Serge sugiere que el estalinismo correspondía, de hecho, a una acumulación primitiva del capital: «Cómo no acordarse (…) de las páginas de El Capital donde Marx describe el mecanismo despiadado de la acumulación socialista primitiva. Estaríamos tentados de hablar de una acumulación socialista primitiva tan cruel como la otra, así antisocialista por sus métodos y por el tratamiento infligido al hombre. Pero nosotros estamos lejos de haber acabado». (41)

Es curioso el lapsus de Serge donde la acumulación capitalista analizada por Marx en El Capital se convierte en «socialista».

Un punto muy importante en Serge es su observación del nacimiento de una verdadera economía de guerra y que no vincula a ninguna teoría precisa. (42).

Durante la guerra, Serge deja abierto el marco teórico que permite explicar el fenómeno del «colectivismo totalitario». En 1944, en un trabajo no publicado, Économie dirige et démocratie (Economía dirigida y democracia) (43), Serge descubre similitudes entre la economía dirigida nazi y la colectivización estaliniana, que se desarrollan «al interior de un marco nacional… que es autárquico» (44). Asimismo, en Économie dirige et démocratie, considera  -al igual que Otto Rühle- la posibilidad de una tendencia general al capitalismo de Estado, por las nacionalizaciones y estatalizaciones que «permitirán responder durante un periodo a las necesidades de reconstrucción» (45), pero que no tienen nada que ver con la real socialización de los medios de producción.

En fin, poco antes de su muerte, Serge parecía afirmar que el «colectivismo burocrático» totalitario de tipo ruso desembocaría de hecho en una forma nueva de imperialismo (46) de tipo político, de integración en la esfera de influencia ruso-soviética.

En vano se buscará en Serge un análisis de la naturaleza de clase de la burocracia, situada a la cabeza de lo que él definía como un «totalitarismo colectivista». Hay que esperar a 1941 para que, bajo la influencia de James Burnham, un disidente trotskista que desarrollaría la teoría de la «revolución de los organizadores» (47), Serge definiera a la burocracia como una casta social de gerentes que «tenderá a cristalizarse en clase y a monopolizar el poder» (48). ¿Se trataba de una «nueva clase», como afirmaba Bruno Rizzi en 1939 (49) o de una forma burocrática de burguesía que se explicaba por el subdesarrollo y la penuria en capital, intentando acelerar por medios bárbaros el curso de la historia (50), para salir del subdesarrollo? A esto no pudo responder Serge, la muerte se lo impidió.

Una filosofía del ser colectivo del hombre

Víctor Serge, en su concepción de la revolución socialista jamás se situó como un individualista, sino como un «colectivista». Pero ese colectivismo no tenía nada que ver con una concepción dictatorial de la revolución: no reposaba en la disolución del individuo en un colectivo abstracto. Para Serge se trataba de redescubrir la personalidad del hombre. Más que por el socialismo clásico, que partía «de una concepción demasiado simplista del hombre», ignorando completamente la psicología (51), Serge parece haber tenido la necesidad vital de abastecerse de nuevas concepciones filosóficas así como de la psicología (Erich Fromm, Karl Mannheim, Bruno Bettelheim) y el personalismo. Escribe en sus Memorias: «Yo no me siento para nada individualista; más bien personalista en el sentido en que la persona humana me merece mucho valor, pero integrada en la sociedad y en la historia». (52). Serge habla en su texto «Psichologie et socialisme» de la «dignidad del hombre»(53).

El socialismo no es la muerte del humanismo, tal y como han proclamado algunos (como el filósofo francés Althusser), sino su verdadero comienzo. Es, pues, hacia una  filosofía humanista donde desembocaba Serge. Clásica, pero que se perdió en la perversión totalitaria del socialismo:

«-Defensa del hombre. Respeto al hombre. Hay que concederle derechos, seguridad, valor. Sin esto no hay socialismo…
-Defensa de la verdad.
-Defensa del pensamiento… El socialismo no puede triunfar contra la libertad de pensamiento, contra el hombre, sino al contrario, mediante la libertad de pensamiento, mejorando la condición del hombre«.

Estos principios defendidos por Serge no son simples afirmaciones humanistas, sino que tienen implicaciones concretas en toda revolución socialista en donde el hombre no es un simple instrumento del poder, sino la finalidad misma de esta revolución:

– la no utilización del terror ni de ninguna inquisición, que, como lo recuerda Serge, corresponde a sentimientos de miedo, a la borrachera de poder, al rencor y la desconfianza en las masas revolucionarias; (55),

– la abolición radical de la pena de muerte, incluso contra los enemigos que la practican, para no caer en una espiral de terror y contra-terror que justificaría toda dictadura y, por lo tanto, la abolición de las libertades más elementales;

– la libertad de pensar libremente. Rosa Luxemburgo la llamaba la «libertad de pensar de otra manera» (56), lo que implica el rechazo categórico a toda idea de partido único y, por lo tanto, de pensamiento único;

– el hombre no es un simple instrumento económico en aras de la cifras de producción, sino un ser político que construye su futuro con toda consciencia.

– 2la formación de asambleas realmente elegidas sobre la base de la libertad de opinión», o consejos de trabajadores no manipulados;

– la existencia no de un arbitraje, sino de una verdadera legalidad del socialismo, que corte el camino a todo despotismo. (57)

Para Serge, todas estas medidas se correspondían con la verdadera filosofía de la democracia socialista que no puede existir sin libertades democráticas. La democracia, tan vilipendiada por los teóricos jacobinos de la «dictadura del proletariado» no es un arma en las manos del adversario, sino el resultado de una sociedad compuesta por personas.

Lo más importante para Serge de cara a una reevaluación del socialismo era lo tocante al «pensamiento autónomo». (58) Supone, y es aquí donde volvemos a encontrar al Serge libertario, una liberación de cualquier jefe, de cualquier maestro, que despoja al militante y al explotado de toda responsabilidad, toda iniciativa y cualquier duda liberadora de las certitudes ideológicas fijadas. En este punto, Serge se sitúa también en la tradición marxista, la de Rosa Luxemburgo, que afirmaba que el verdadero sentido del movimiento socialista era «la abolición de los dirigentes y de la masa dirigida en el sentido burgués» (59)

Serge, en cualquier caso, era prudente; no ignoraba la existencia de gérmenes de irracionalidad -que se manifestaron en el totalitarismo- que la propaganda puede utilizar para frenar, ver destruir, toda racionalidad en la consciencia de los explotados. Toma nota del fracaso del socialismo clásico, y hace un llamamiento a «un proletariado siempre consciente». Habla con simpatía del pensamiento socialista de Rosa Luxemburgo a Herman Gorter, donde se alimentan las esperanzas sobre la «espontaneidad de las masas», aunque excepcional, y se aboga por una educación para estas masas. Él subrayaba, por el contrario, la maleabilidad de la inteligencia y de los sentimientos de las masas que pueden ir en un sentido opuesto a sus intereses, pagando el precio de una regresión de su consciencia. (60).

Serge evitaba hablar de una «construcción» del socialismo, pues éste no es reducible a simples planes económicos, a cifras abstractas. Se trata, sobre todo, de saber qué es lo que está detrás de esos planes, a quién beneficia y hacia que objetivos se dirigen, hacia aquellos de la humanidad o hacia una barbarie que no dice su nombre: «Planificación ¿para qué? ¿con qué objetivo?» (61).

Serge, al final de su vida, evita la expresión «dictadura del proletariado», pues su uso desconsiderado ocultaba la peor dictadura, precisamente sobre el proletariado. Prefiere hablar del hombre, del cual el proletariado es el núcleo de su transformación. ¿Significa esto, como a veces se le ha reprochado a Serge, que cedía a la tentación de un puro humanismo filosófico, del hombre abstracto y que, en adelante, pensaba que este humanismo debía ser una filosofía de los «derechos del hombre «opuesta al «totalitarismo», como se dio después en la guerra fría?

Es necesario hacer una lectura moderna de Víctor Serge en lo tocante a estos aspectos. Para Serge, el problema de la emancipación y de la liberación de todos los yugos, económicos y políticos, no se encuentra sólo en el proletariado, en la acepción clásica del proletariado industrial, que es minoritario, sino en la inmensa mayoría, a la que Serge apelaba «los humildes». Los «derechos del hombre», para Serge, no significan una envoltura jurídica formal sobre derechos democráticos abstractos. El humanismo de Serge es revolucionario, no liberal, como ya se ha señalado (62). El «humanismo liberal» procede de la expansión del libre cambio, simple reconocimiento del derecho de supervivencia en una economía mundial totalitaria («mundialización»), opuesta a la existencia del hombre (63). Se trata, en Serge, de una cuestión global, la del hombre dividido que tiene que encontrar su unidad por medio de un proyecto económico y político liberador, el de la unidad de un mundo realmente humanizado.

Conclusión

Durante toda su vida, de su compromiso político y de su actividad de escritor, Serge siguió siendo un revolucionario. Víctor Serge no era un teórico, sino un testigo de su tiempo. Su visión del totalitarismo y del sistema económico reinante en la antigua Unión Soviética fue vacilante y  supuso un primer paso para una reflexión más profunda. La muerte interrumpió esta reflexión que había comenzado sobre la naturaleza y el funcionamiento del sistema ruso.

De hecho, Serge ejecutó una obra de deconstrucción -para retomar el concepto utilizado por el filósofo Derrida- de todas las certezas, de toda huella de ideologización de la realidad social. Marxista y libertario a la vez, Serge nunca se quiso estancar en cuadros teóricos rígidos, lo que le aportó la libertad de un pensamiento abierto.

Su reflexión humanista recuerda que el hombre no se alimenta sólo de pan, y todavía menos de cifras estadísticas sobre un plan. En Serge se encuentra la idea de que a través de las luchas de los obreros, de los «humildes», de los explotados, es el hombre el que está en el centro de todo proyecto social real de transformación del mundo existente.

Esta filosofía del hombre, que descansa en una exigencia ética de auto-emancipación de la humanidad entera (64), no es una filosofía del individuo. La filosofía de Serge no es un antitotalitarismo liberal (como el de la «mundialización»), que esconde una economía totalitaria destructiva, sino un «colectivismo» emancipador. La socialización, el «colectivismo» no es una totalidad abstracta creadora de un ser esquizofrénico, como en el totalitarismo; se inscribe en la esperanza siempre abierta de la formación de un ser colectivo mundial.

Notas

* Carta de Víctor Serge (junio 1940) a Jean-Paul Samson, en Jean-Paul Samson, Journal de l´an quarante, Témoins, s.l., primavera 1967, p. 124.
1. Eric Hobsbawm, Le court vingtième siècle, Laffont, París, 2000.
2. Mussolini, Opera omnia, XXI; La Fenice, Florencia, 1967. Citado por Enzo Traverso, Le Totalitarisme, Le Xxe siècle en débat, Le Seuil, París, 2001. Textos elegidos y presentados por E. Traverso.
3. Carta de Serge a amigos, bajo el título «Victor Serge est déporté», en Masses nº 8, p. 17, julio-agosto de 1933.
4. Trotski, «L´URSS dans la guerre», 25 de septiembre de 1939, en Trotsky, Défense du marxisme. URSS, marxisme et bureaucratie, p. 115, EDI, París, 1972 (Prefacio de Pierre Naville, introducción de Jean-Jaques Marie).
5. Franz Borkenau, The totalitarian enemy, Faber&Faber, Londres, 1940. La expression de «fascismo rojo» no era nueva, había sido utilizada en primer lugar por el anarquista italiano Luigi Fabbri, en su libro La conto-rivoluzione preventiva, Cappelli, Bologne, 1922.
6. Otto Rühle, Fascisme brun, fascisme rouge, Spartacus, París, oct.-nov. 1975, p.6. (Seguido de un texto de Paul Mattick, «Otto Rühle y el movimiento obrero alemán») La tesis sobre la tendencia universal al capitalismo de Estado fue formulada por Rühle, en el libro publicado bajo el seudónimo de Carl Steuermann, La crise mondiale ou vers le capitalisme d´État, NRF, París, 1932.
7. Ante Ciliga, Dix ans au pays du mensonge déconcertant, Éditions Champ libre, París, 1977, p. 265-266. Sobre el itinerario de Ciliga, cf. Ph. Bourrinet, Ante Ciliga 1898-1992, Nacionalismo e comunismo in Jugoslavia, Graphos, «Storia», Gênes, 1996.
8. N. Osinskij, «O stroitelstve sotsialisma», en la revista Kommunist, organ moskovskogo oblastnogo Bjuro RKP (bolshevikov), nº 1, 20 de abril de 1918, y nº 2, 27 de abril de 1918. Traducción alemana en Arbeiterdemokratie oder Parteidiktatur, Band I, dtv, Munich, 1972: N. Osinskij, «Ubre den Aufbau des Sozialismus», p. 111.
9. Rudolf Rocker, Les soviets trahis par les bolcheviks (La faillité du communisme d´État), Spartacus, París, mayo-junio de 1973.
10. Ídem, p. 92.
11. Folleto del Partido Comunista Obrero de Alemania (KAPD), Die Sowjetregierung und die 3. Internationale im Schlepptau der internationalen Bourgeoisie!, Berlin, Verlag KAPD, 1921. Numerosas citas de este folleto y de esta corriente en Ph. Bourrinet, La gauche communiste germano-hollandaise des origines à 1968, éditions left-dis, Zoetermeer (Países Bajos), 1999.
12. Piotr Archinov, «Dva oktiabriya», en Delo truda, nº 29, octubre de 1927, traducción al francés en Les anarchistes russes et les soviets, Spartacus, febrero-marzo de 1973, p. 194-195.
13. Cf. Ricardo Tacchinardi y Arturo Peregalli, URSS e i teorici del capitalismo di stato, Piero Lacaita Editore, Manduria-Bari-Roma, 1990, y Ph. Bourrinet, Le courant «bordiguiste» 1919-1999, Italia, Francia, Bélgica, ed. Left-dis, Zoetermeer (Países Bajos), 2000.
14. Boris Souvarine (bajo el nombre del escritor Panaït Istrati), Vers l´autre flamme, la Russie nue, Les éditions Rieder, París, 1929.
15. Un estudio sintético así como un recuento casi exhaustivo de las diferentes concepciones del modo de producción reinante en Rusia bajo Lenin, Stalin y después de 1953 se encuentran en el importante libro de Marcel Van der Linden, Von der Oktoberrevolution zur Perestroika, der westliche Marxismus und die Sowjetunion, dipa-Verlag, Frankfurt am Main, 1992.
16. Mémoires d´un révolutionnaire 1901-1941, París, Le Seuil, 1951, p. 73.
17. Ídem, p. 86.
18. Ídem, p. 92.
19. Artículos en Le Libertaire, «Lettres de Russie», 7 nov. 1920, y Le Soviet, desde el 15 de enero y primero de mayo de 1921. Sobre su visión del anarquismo en 1920-21, ver su folleto, Les anarchistes et l´expérience de la révolution russe, Ed. De la Bibliothèque du Travail, París, 1921, donde intenta demostrar que existen pocos puntos de oposición entre bolcheviques y anarquistas. Un estudio sobre las relaciones de Serge con el anarquismo: Luc Nemeth, «Victor Serge et les anarchistes», en Victor Serge, vie et oeuvre d´un révolutionnaire. Actas del coloquio organizado por el Instituto de sociología de la Universidad Libre de Bruselas 21-22-23 de marzo de 1991, revista Socialisme, números 226-227, julio-octubre de 1991, Bruselas, p. 282-291.
20. Mémoires, p. 143.
21. Mémoires, p. 144. Sobre el peso de la revolución burguesa de 1789 en el imaginario ideológico de los bolcheviques, cf. Tamara Kondratieva, Bolcheviks et Jacobins, itinéraires des analogies, Payot, París, 1989. A completar por el libro de Claudio Sergio Ingerflom,  Le citoyen imposible. Les racines russes du léninisme, Payot, París, 1988.
22. Mémoires, p. 145.
23. Mémoires, p. 169.
24. Víctor Serge, La révolution chinoise 1927-1929, Savelli, París, 1977 (introducción de Pierre Naville).
25. «Correspondencia entre Victor Serge y Emmanuel Mounier (1940-1947)», Bulletin des amis d´Emmanuel Mounier, nº 39, París, abril de 1972.
26. Erich Fromm, Escape from freedom, Farrar & Rinehart, 1945.
27. Carl Friedrich et Zbigniew Brzezinski,  Totalitarian dictatorship and autocracy, Harvard University Press, Cambridge, 1956. Sobre la cuestión del totalitarismo, el libro de Hannah Arendt, The Origins of Totalitarism, publicado en 1951, es infinitamente más pertinente por la profundidad de su reflexión filosófica sobre lo político.
28. Víctor Serge, «Les forces démocratiques en URSS», 1945, en Le nouvel impérialisme russe. L´Europe au carrefour: renaissance ou totalitarismeCahiers Spartacus mensuales nº 13, enero 1947, p. 33.
29. Vadim Dame Ja. Drabkin, «Le phénomène totalitaire», en Marc Ferro, Nazisme et communisme. Deux régimes dans le siècle, coll. Pluriel, Hachette Littératures, París, 1999, p. 167-179 (Traducción parcial de un artículo de la obra dirigida por Drabkin y Komolova, Totalitarizm v Evrope XX. Veka iz istorii ideologij, dvizhenij, rezhimov i ikh preodolenija, Moscú, 1996.
30. Destin d´une révolution, URSS, 1917-1937, Grasset, París, 1937.
31. León Trotsky, La revolución traicionada, 1936, «El socialismo ha demostrado su derecho a la victoria, no en las páginas de El Capital, sino en una arena económica que cubre la sexta parte de la superficie del globo; no en el lenguaje de la dialéctica, sino en el del hierro, del cemento y la electricidad», p. 449. En la misma obra, el autor afirma: «La URSS es una sociedad intermedia entre el capitalismo y el socialismo», en Trotsky, De la révolution, Les éditions de Minuit, París, 1963, p. 606.
32. Serge, op. cit., p. 319.
33. Ídem, p. 323.
34. Ídem, p. 319.
35. ídem, p. 322.
36. Engels, Anti-Dühring, Éditions socials, París, 1971, p. 315.
37. Mémoires, p. 336.
38. Lucien Laurat (seudónimo de Otto Maschl, 1898-1973), Economie dirige et socialisation, L´Églantine, París-Bruselas, 1934, p. 234-237. Laurat, en sus Souvenirs inédits mecanografiados (depositados en la Biblioteca de historia social en Nanterre), que van de 1920 a 1928, menciona varias veces a su amigo Serge, al que cita en ocasiones textualmente. Ver también la revista de Boris Souvarine, Est et Ouest, nº 515, septiembre de 1973, «Mémoires d´un plañiste (1932-1939)», p. 381-386.
39. En El Capital, en Marx, Oeuvres I, coll. Pléiade, Gallimard, París, 1967, p. 1123, se encuentra esta definición del proletariado: «Por proletariado, en el sentido económico, hay que entender al trabajador asalariado que produce capital y crea valor; se le echa a la calle tan pronto como no sea de utilidad para el apetito de plusvalía del capital».
40. Destin d´une révolution, p. 17 y 22. Serge observa una muy  fuerte disminución del salario real por la valorización del rublo, en 1934-1935.
41. Ídem, p. 202-203.
42. Ídem, p. 297.
43. Víctor Serge, Économie dirige et démocratie, manuscrito en francés, p. 4. Traducción al inglés en Revolutionary History, vol. 5, nº 3, Londres, 1994, «Planned Economies and Democracy», p. 177-196.
44. Ídem, p. 4.
45. Serge, op. cit., Revolutionay History, vol. 5, nº 3, Londres, 1994, p. 183.
46. Serge, «L´URSS a-t-elle un regime socialiste?», Masses, París, 1947.
47. James Burnham, The Managerial Revolution.-What is Happening in the World, John Day Company, New York, 1941.
48. Víctor Serge, «What is Fascism?», en Partisan Review, vol. VIII, nº 5, sept.-oct. 1941, p. 420. Citado por Suzi Weissman, «Serge Reflects on Stalinism», en Victor Serge, vie et ouvre d´un révolutionnaire. Actas del coloquio organizado por el Instituto de Sociología de la Universidad Libre de Bruselas, 21-22-23 de marzo de 1991, revista Socialisme, nos. 226-227, julio-octubre de 1991, Bruselas.
49. Bruno R(izzi), La bureaucratisation du monde (La propriété de classe), a cuenta del autor, París, 1939. Reimpreso en 1976 por Champ libre, París, bajo el título L´URSS: collectivisme bureaucratique. La Bureaucratisation du Monde, primera parte.
50. En un artículo publicado en la Modern Quaterly, nº 1, 1938. Para Mattick, el capitalismo de Estado «no corresponde a un nuevo estado del capitalismo, sino que es el indicio del declive del mundo capitalista. La tendencia a la bolchevización y a la fascistización es la expresión política del estancamiento y el declive del sistema capitalista: es la barbarie». Traducción francesa, «La révolution bolchevique a-t-elle été un échec?», en Paul Mattick, Le marxisme hier, aujourd´hui e demain, Spartacus, París, Cahiers mensuels nº 123, mayo-junio 1983, p. 90.
51. Víctor Serge, «Socialisme et psychologie», marzo 1947, en Masses. Socialisme et Liberté, nº 11, octubre-noviembre de 1947, p. 17-22. Versión inglesa, «Socialism and Psychology», en Modern Review, vol. 1, nº 3, mayo 1947, p. 194-202. Traducción en italiano, de «Socialisme et psychologie», (marzo 1947), Quaderni Pietro Terso, nº 20, Florencia, noviembre de 1999.
52. Mémoires, p. 406.
53. Serge,  op. cit., p. 22.
54. Carta a sus amigos parisinos, primeros de febrero de 1933, citado en Mémoires, p. 305-306.
55. Víctor Serge, «Socialisme et psychologie», marzo 1947, en Masses. Socialisme et Liberté, nº 11, octubre-noviembre de 1947, p. 20.
56. «La libertad únicamente para los partidarios del gobierno, para los miembros de un partido -por más que sean muchos- no es la libertad. La libertad es la libertad de aquel que piensa de otra manera. No en virtud del fanatismo, de la justicia sino porque todo lo que la libertad comporta de instructivo, de saludable y de purificador depende de ese principio y cesa de ser eficaz cuando la libertad deviene un privilegio», en Rosa Luxemburgo, Oeuvres I (écrits politiques 1917-1918), «La Révolution russe», p. 82-83, Maspéro, París, 1969 (presentación y nueva traducción de Claudie Weill).
57. «Les forces démocratiques en URSS», 1945, p. 33, en Le nouvel impérialisme russe, enero 1947.
58. Víctor Serge, «Socialisme et psychologie», marzo 1947, en Masses. Socialisme et Liberté, nº 11, octubre-noviembre 1947, p. 20
59. Rosa Luxemburgo, «Espoirs déçus», Die Neue Zeit, 1903-1904, nº 2, publicado en francés bajo el título «Masses et chefs», en Marxisme contre dictatureCahiers Spartacus nº 7, julio 1946, p. 37.
60. «Socialisme et psychologie», p. 21.
61. Víctor Serge, «GAT is fascism?», en Partisan Review, vol. VIII, nº 5, sept.-oct. 1941, p. 420-421.
62. Bill Marshall, «Victor Serge et la pensée 68», p. 455, en Victor Serge, vie et oeuvre d´un révolutionnaire, op. cit. Actas del coloquio organizado por el Instituto de sociología de la Universidad Libre de Bruselas 21-22-23 de marzo de 1991, revista Socialisme, nos. 226-227, Bruselas, julio-octubre de 1991.
63. Raoul Vaneigem, Déclaration des droits de l´être humain. De la souveraineté de la vie comme dépassement des droits de l´homme, Le Cherche Midi, París, 2001, p. 7-8: «La historia de las libertades acordadas al hombre no ha cesado de confundirse, hasta ahora, con la historia de las libertades acordadas por el hombre a la economía… Los derechos del hombre no son las ampliaciones particulares de un derecho único, aquel de supervivir con el solo fin de trabajar por la pervivencia de una economía totalitaria, que se ha impuesto falsamente como el único medio de subsistencia de la especie humana… A medida que la economía de explotación ha extendido su empresa totalitaria al mundo entero, ha llegado a un modo de existencia autónoma, que la reproducción del capital especulativo es suficiente para asegurarla y que, en último término, puede pasar de los hombres…»
64. Maximilien Rubel, «Utopie et révolution», 1965, en Marx critique du marxisme, Petite bibliothèque Payot, París, 1974, p. 424: «El socialismo es una necesidad histórica en la medida en que es pensado y querido como exigencia ética».

Bibliografía sucinta

Richard Greeman, Victor Serge: The Making of a Novelist, 1890-1928, tésis, Columbia University, 1968.
W.J. Marshall, Ideology and Literary Expression in the Works of Victor Serge, tésis, Wolfson College, Oxford University, 1984.
Victor Serge, vie et oeuvre d´un révolutionnaire. Actas del coloquio organizado por el Instituto de sociología de la Universidad Libre de Bruselas 21-22-23 de marzo de 1991, revista Socialisme, nos. 226-227, Bruselas, julio-octubre de 1991.
W.J. Marshall, Victor Serge: the Uses of dissent, New York y Oxford, Berg, 1992.
Dictionnaire biographique du mouvement ouvrier français. «Le Maitron», ediciones de l´Atelier, París, CD-Rom, 1997, biografía de Víctor Serge por Jean Rière, Michel Dreyfus y Nicole Racine.
Critique, Journal of Socialist Theory nº 28-29, Glasgow, 1997, «The ideas of Victor Serge: a Life as a Work of Art», Suzi Weissman, editor.
Susan Weissman, Victor Serge. The Course is set on Hope, Verso, Londres-New York, 2001.

Edición digital de la Fundación Andreu Nin, marzo 2002

Sobre el autor: Bourrinet, Philippe

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