Hendaya, una patraña del franquismo (Miquel Adillon)

Durante muchos años, los que duró la dictadura y la censura franquista, he tenido que escuchar la versión de que si no entramos en la II Guerra Mundial es una circunstancia que debemos a la perspicacia y la estrategia de Francisco Franco. Lo entendía y lo comprendía porqué, a los blasones que se le atribuían de invicto, héroe, estratega, patriota y santo cruzado, le faltaba el blasón de pacificador. Vamos, que fue una injusticia que no se le diera el Premio Nobel de la Paz o que la Iglesia no lo declarara Santo.

Que algunos de sus secuaces mantengan estas versiones que nos lo presentan como el hombre que nos evitó a los españoles las tragedias de la II Guerra, lo encuentro normal. También otros pueden creerlo por ignorancia, porqué no vivieron aquellos días y han hecho caso de las historias contadas por los aduladores de siempre. Pero me sabe mal y me produce encono oír, como pasó el otro día a un importante arquitecto, un señor ya mayor entrevistado en la televisión que en su día sufrió persecución y acoso franquista, que hizo una critica del régimen, con la única salvedad, la de atribuir a Franco el no haber participado España en la II Guerra Mundial. Eso se puede permitir a los que no vivieron en el 1941, pero no a los demás, los pocos que ya quedamos que tuvimos que ser testigos y sufrir las consecuencias del franquismo.
Este es mi caso y por eso quiero dar testimonio contando la verdad que es producto de un concienzudo repaso a la historia y a la memoria.

No fue el «Caudillo»un pacificador. Los que sí lo fueron, los que fueron sus consejeros, que bastante trabajo tuvieron para ser escuchados, fueron el Duque de Alba, embajador español en Londres, Francisco Armesto, conocido por el pseudónimo de «Augusto Assia», que fue corresponsal de «La Vanguardia» en Berlín al empezar la guerra, más tarde expulsado a petición de Goebels, llevado a Londres desde donde informó con unos artículos que eran un canto a la esperanza para los amigos de las democracias que estaban en lucha contra el fascismo. Estos dos señores tuvieron que contrarrestar  con sus consejos las ansias de Franco en  participar en la contienda al lado de Hitler al que ya daban por vencedor y para no llegar tarde al reparto de territorios que formarían el nuevo Imperio Español que seguiría contando los años triunfales de la Cruzada, unas ansias y unos deseos que crecieron cuando los alemanes atacaron la Unión Soviética esgrimiendo el anti-comunismo  demostrado en la guerra civil cuando decían que Franco había derrotado a Stalín en tierras  españolas.

Pero hubo un tercer personaje que se sumó a los dos anteriores para frenar las ansias bélicas de Franco y éste era nada menos que el jefe del espionaje alemán, el almirante Canaris, que conocía muy bien España por haber estado muchas veces en nuestro país. Conocía nuestros problemas y siempre se mostró contrario a que los españoles entráramos en la contienda, así se lo hacía saber  a Hitler. Canaris debió leer Los Episodios Nacionales de Perez Galdós

Después de la entrevista de Hendaya, el almirante Canaris envió a Heinrich  Himmler para que viera por si mismo la situación de España. El jefe del espionaje alemán sabía que Franco tenía en armas, pero castigados, los combatientes que habían luchado en el bando republicano.

En los cuarteles de España, había dos quintas de soldados que habían luchado bajo las ordenes de Franco y seis quintas, la 36,37.38,39,40 y 41. Soldados bregados en la guerra y ahora castigados.

Éste era el panorama cuando estalló el conflicto mundial. Hubiera bastado un par de aviones ingleses o franceses, bombardeando con pasquines invitando a la revuelta, para producir motines y levantamientos en los cuarteles, contando con que muchos oficiales los hubieran encabezado. Con  trescientos mil soldados castigados, cuatrocientos presos en las cárceles y con medio millón de exiliados de guerra en la frontera, entrar en ella habría sido un suicidio del régimen. Habría sido una insensatez, que eso sí, nos habría ahorrado treinta y cinco años de franquismo.

Ésta situación continuó hasta que llamaron a filas la quinta del 1942, la que sólo el primer reemplazo había luchado en el guerra en la zona republicana.

Entonces licenciaron a los del 36 y 37, castigadas, y las 38, 39 de la zona nacional o franquista.

Pero fue en el año 1943, cuando la victoria del Eje, ya no parecía tan segura, y en el sur de Francia se movía el «maquis», que se dieron cuenta que estaban sentados sobre un polvorín. En Mayo de éste año, salió del ministerio del Ejercito una circular dando permisos indefinidos a los que hubieran luchado con la república o habían estado en campos de concentración o trabajo. Había que apartar de las armas a los posibles  resentidos. Eso al mismo tiempo que volvían a llamar a los soldados de las quintas 38 y 39 licenciadas dos años antes.

Para dar una idea de la situación en el ejército, quiero añadir un dato.

Cuando el 2º Batallón de Montaña, Albuera, fue sacado de Lérida capital  para subir al Valle de Arán, en previsión de un ataque de los «Maquis», la 1ª Compañía resistió bien al ataque en el pueblo de Salardú, evitando que cayera en manos de los asaltantes el mismo general Moscardó, jefe de las fuerzas pero, en Las Bordas, los «Maquis» apenas encontraron resistencia, la 2ª Compañía fue hecha prisionera y llevada a Francia. De unos noventa soldados capturados, cuando cuatro días más tarde y fracasado el intento de invasión, las autoridades francesas les dejaron escoger entre volver a España o quedarse, tan sólo nueve de ellos optaron por volver. Éstos y los que más tarde se repensaron y volvieron a España, fueron castigados y represaliados. Algunos aún viven en Francia.

Cuando los americanos desembarcaron en el norte de Àfrica en los cuarteles se tocó «generala» y las tropas recorrieron las calles de Lérida y se tomaron precauciones defensivas. Pero en Málaga, cuando un barco hospital americano embocó la entrada del puerto de Málaga, no sé porqué motivo, algunos creyeron que venían a liberarles, se enfrentaron con la policía lo que costó otra fuerte represión franquista.

Quisiera que este escrito lo pudiera leer el arquitecto santanderino que  fue entrevistado en la televisión. Que recuerde que, Franco, cuando mandó la División Azul a Rusia, dijo que si hacía falta mandaría dos millones de soldados, y que uno de los más destacados falangistas que fueron a luchar  en las estepas rusas, Dionisio Ridruejo, marchó falangista y volvió anti-franquista.

De no haber sido por el Duque de Alba, «Augusto Assía» y el almirante Canaris, Franco hubiera  podido terminar sentado o colgado en Nuremberg.

Edición digital de la Fundación Andreu Nin,  2005
 

Sobre el autor: Adillon, Miquel

Ver todas las entradas de: