El primer Soviet (Andreu Nin, 1932)

Fragmento del folleto Los soviets, 1932

El primer Soviet surgió en Ivánovo-Vosnesensk. Ivánovo-Vosnesensk es el centro más importante de la industria textil rusa. El movimiento obrero de dicha ciudad era uno de los más antiguos del país. La influencia de las ideas socialistas era muy fuerte, pero el movimiento se distinguía por una característica especial: la de que el papel directivo no lo desempeñaba el agitador de fuera ni el intelectual, como ocurría a menudo, sino elementos de la propia masa obrera de la localidad. La masa, sin embargo, era generalmente inculta, como ocurre a menudo en los obreros de esa rama de industria, la cual se ha distinguido siempre, en todos los países, por las pésimas condiciones de trabajo. El movimiento revolucionario de 1905 tuvo una repercusión inmediata sobre esa masa de obreros explotados, sobre todo por la proximidad de centros proletarios tan importantes como Moscú y Oréjovo-Zúgevo, donde la fermentación revolucionaria había alcanzado el grado máximo.
El 12 de mayo estalló en Ivánovo-Vosnesensk la huelga de los obreros textiles, que se transformó en huelga general y desempeñó un inmenso papel en la historia del movimiento obrero ruso. El 13, en la orilla del río Talki, en una Asamblea de huelguistas, a la cual asistieron 30.000 obreros, fue elegido un Consejo o Soviet de 110 delegados, designados para llevar a cabo las negociaciones con los patronos y las autoridades en nombre de todos y para la dirección de la huelga. Ese Comité no era un Comité de huelga ordinario, tanto por su forma de elección como por su carácter. Desde el primer momento se estableció un estrecho contacto entre el Soviet y el Partido Socialdemócrata, cuyo Comité local inspiraba todas las resoluciones del nuevo organismo.
El Soviet, bajo la influencia de los acontecimientos que se desarrollaban en el país, adquirió rápidamente una importancia extraordinaria y un carácter revolucionario definido. Su fuerza y su prestigio eran inmensos. En realidad, durante ese período existió ya en Ivánovo-Vosnesensk el Poder dual. No se podía imprimir nada en ninguna imprenta sin la autorización del Soviet. Este se negó, por ejemplo, a autorizar la impresión de un documento en que un representante de la autoridad se dirigía al nuevo organismo creado por los trabajadores. Mientras que el Soviet sometía a su control la publicación de todos los documentos que emanaban de la clase enemiga, publicaba libremente todo lo que se le antojaba. La propaganda socialdemócrata, por ejemplo, se efectuaba absolutamente sin ningún obstáculo. El Soviet utilizaba libremente los locales públicos, sin pedir permiso a nadie, para sus Asambleas y mítines. Este derecho se lo había conquistado por la fuerza, y nadie ni nada pudo impedir que la clase obrera lo ejerciera, ni aun la matanza organizada el 3 de julio por las autoridades zaristas. Era, naturalmente, el Soviet el que dirigía la huelga. No se admitía ninguna negociación separada; nadie podía volver al trabajo si no era por acuerdo del Soviet. Este organizó el servicio de protección de las fábricas y de los bienes de la ciudad, y durante todo el período en que fue dueño absoluto de la población no se registró ni un solo acto de robo o de saqueo. Fue precisamente cuando se disolvió el Soviet que empezaron los asaltos a las tiendas.
El Soviet tomó decisiones de carácter netamente político, que fueron transmitidas al ministro de la Gobernación en un mensaje que firmaron todos los diputados del Soviet, a cuya firma se añadió la de millares de huelguistas. En dicho mensaje se reclamaba la libertad de palabra, de reunión y de asociación y la convocatoria de una Asamblea Constituyente. El Soviet exigió la formación de un tribunal para juzgar a los responsables de las cargas de la fuerza pública contra los huelguistas el día 3 de julio, organizó comisiones para recolectar fondos para los parados, destacamentos para guardar las fábricas, etc. Inmediatamente después de su constitución, se organizó una Mesa, compuesta de cinco miembros, que fue un organismo indudablemente análogo a los Comités Ejecutivos elegidos en los Soviets que surgieron posteriormente en distintos puntos del país.
Las Asambleas plenarias se celebraban todas las mañanas a las nueve. Una vez terminada la sesión, empezaba la Asamblea general de los obreros, que examinaba todas las cuestiones relacionadas con la huelga. Se daba cuenta de la marcha de esta última, de las negociaciones con los patronos y las autoridades, etc. Después de la discusión, eran sometidas a la Asamblea las proposiciones preparadas por el Soviet. Luego, los militantes del partido pronunciaban discursos de agitación sobre la situación de la clase obrera, y el mitin continuaba hasta que el público se cansaba. Entonces, la multitud entonaba himnos revolucionarios y la Asamblea se disolvía. Así se repetía todos los días.
Después de las matanzas del 3 de julio, las Asambleas se interrumpieron durante dos semanas y, al reanudarse, acudieron ya a la primera reunión hasta 40.000 obreros. A las Asambleas siguieron manifestaciones pacíficas y mítines en el centro de la ciudad. El 25 de julio, el Soviet decidió dar por terminada la huelga en vista de que el hambre empezaba a reinar en los hogares obreros y de que los patronos habían hecho concesiones considerables.
El día en que se dio por terminada la huelga, el Soviet de Ivánovo-Vosnesensk se disolvió espontáneamente, pero los miembros del mismo siguieron desempeñando el papel de representantes de los obreros. En todas las fábricas éstos seguían considerándolos como a sus «diputados», y en todos los conflictos con la Administración actuaban como representantes de la masa obrera, y los patronos aceptaban este hecho.

Sobre el autor: Nin, Andreu

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